La historia oculta de la creación del estado de Israel - Alison Weir - E-Book

La historia oculta de la creación del estado de Israel E-Book

Alison Weir

0,0

Beschreibung

Poco después de la Segunda Guerra Mundial, el secretario de Estado norteamericano Dean Acheson advirtió de que la creación de un Estado judío en tierras ya habitadas durante siglos por musulmanes y cristianos "pondría en peligro" tanto los intereses estadounidenses como los occidentales en la región. A pesar de advertencias como esta y las enérgicas objeciones de los principales expertos diplomáticos y militares de la época, el presidente Truman apoyó el establecimiento del Israel moderno en territorio palestino. Como demuestra Weir, los políticos norteamericanos fueron bombardeados por un enorme cabildeo proisraelí dirigido desde organizaciones sionistas bien financiadas, hasta una "sociedad secreta" entre cuyos miembros estaba el juez del Tribunal Supremo Louis Brandeis. La historia de cómo los sionistas manipularon al Gobierno y los medios de comunicación estadounidenses para promover los intereses de Israel permanece "oculta" al público en general, apenas existe bibliografía. Quienes han tratado de llevar esta información al gran público han sufrido ataques verbales y amenazas económicas que rápidamente silencian el mensaje y, a menudo, destruyen al mensajero. Pero el libro de Weir ofrece una respuesta inequívoca: Estados Unidos tuvo un papel fundamental en la creación del Estado judío en las tierras árabes de Palestina, a expensas de sus habitantes y de sus propios intereses.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 271

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Agradecimientos

Le estoy sumamente agradecida a Katy por sumergirse en mis montones de libros raros, y donde fuera, para revisar este libro; a Sarah, que lo ha mejorado tanto con su diseño; a Monica, por su espléndido trabajo para que todo funcione; y a los amigos especiales (vosotros sabéis a quiénes me refiero) que con su apoyo lo han hecho posible.

Sobre todo, estoy profundamente agradecida a los autores y editores que vienen produciendo desde hace tantos años un espléndido trabajo sobre este tema, en muchos casos con escaso provecho personal a pesar de la excelencia y la dedicación de sus esfuerzos.

Tengo una deuda eterna con el Washington Report on Middle East Affairs, dedicado a cubrir este tema desde hace treinta años, y con su estupendo club del libro, que es un recurso único en su género. Igual de grande es mi agradecimiento a The Link y a sus cuarenta años de brillante y riguroso periodismo en Oriente Medio a pesar de su escasísimo presupuesto.

No habría podido escribir este libro sin la labor magistral de tantos escritores e investigadores que han sacado a la luz los datos de la historia de la relación entre Israel y Estados Unidos. He tenido el profundo honor de conocer personalmente a algunos de los principales ensayistas que han analizado y tratado este asunto, y no sé cómo darles las gracias por su trabajo rompedor: Alfred Lilienthal, Richard Curtiss, Stephen Green, Kathleen Christison y, especialmente, Donald Neff, quien con su minuciosa investigación y su exquisita manera de escribir me abrió los ojos por primera vez a la verdadera historia de las relaciones entre Israel y Estados Unidos.

Es tristísimo que estas personas y sus extraordinarias publicaciones no tengan más reconocimiento. Si su trabajo se conociera mejor, si los hechos que revelan hubieran llegado a capas más amplias del electorado estadounidense, hoy tal vez habríamos podido ahorrarnos algunas decisiones políticas profundamente perjudiciales, y tanta gente que ha muerto quizá siguiera viva. La esperanza de cambiar esta situación es lo que ha motivado mi modesta contribución a este esfuerzo. Si hubiera algún error en este volumen, será exclusivamente mío.

Prólogo

En un principio yo no tenía intención de escribir un libro.

Llevaba doce años leyendo libros excelentes sobre la historia de las relaciones entre Israel y Estados Unidos, libros en los que se revelaban datos que al parecer muy poca gente conocía, ni siquiera personas con enormes conocimientos sobre la historia de Oriente Medio.

Que tan poca gente esté al tanto de esta información explica que los relatos inexactos dominen con frecuencia el debate sobre la relación entre Israel y Estados Unidos, y ha contribuido a que Estados Unidos desarrolle políticas muy perjudiciales. Estas políticas han alimentado la tragedia en la región y han perjudicado a la ciudadanía estadounidense.

Me decidí por fin a escribir un artículo para aclarar algunas informaciones.

Pero mi artículo se iba haciendo cada vez más largo, según me iba dando cuenta de lo mucho que había por explicar. Además, no paraba de encontrar información que me parecía necesario que la gente conociera. Me ponía a investigar un asunto para confirmar la información ya disponible, y muchas veces me topaba con datos adicionales muy relevantes que en general me producían una sorpresa extrema. El artículo se convirtió en un libro.

Este libro tiene dos aspectos poco comunes. El primero es que he incluido casi tanta información en las notas a pie de página como en el texto principal.

Lo he hecho así en gran medida porque, sabiendo lo ocupada que está la mayoría de la gente, mi intención era escribir un libro breve y sucinto sobre los puntos más esenciales. Quería, ante todo, que fuera un libro útil para aquellos lectores que se acerquen al tema por primera vez, y pensé que les prestaría un mejor servicio ofreciéndoles un esquema conciso y claro de todo lo ocurrido.

Sin embargo, al mismo tiempo había detalles adicionales que a mi modo de ver podían interesar a mucha gente, aun cuando esta información no mereciera incluirse en el texto principal. Fue entonces cuando decidí recogerla en las notas al pie.

Pensé que estos hechos adicionales podían tener un valor especial para quienes llevan años estudiando este asunto y probablemente no hayan tenido acceso a buena parte de esta información. Pensé también que esta información adicional sería de interés para los neófitos después de leer un resumen general de los hechos esenciales.

Otra razón que explica la extensión de las notas finales es que, a lo largo del proceso de documentación, a veces encontraba información que aportaba hipótesis o especulaciones que a mi juicio merecían investigarse. Esta información la he incluido también en las notas finales, por si otros investigadores quisieran seguir indagando.

El segundo aspecto poco común de este libro es que desde el día en que me puse a escribir, hace unos años, he ido publicando los primeros borradores a medida que avanzaba, tanto en Internet como en diversos folletos.

Lo hice así al ver que tardaría más de lo previsto inicialmente en terminar el proyecto. Con la sensación de que era fundamental que los datos llegaran a la gente lo antes posible, decidí poner mi información inmediatamente al servicio de otras personas, sin esperar a que el manuscrito estuviera terminado. También publiqué algunos documentos esenciales antes de tiempo, con idea de que otros pudieran leerlos. Felizmente, sospecho que esto ha contribuido a que otros libros, publicados desde que yo empecé a divulgar mis investigaciones, analicen aspectos que de otro modo podrían haberse omitido.

Me preguntan muchas veces cómo es que la cuestión de Israel y Palestina ha llegado a interesarme tanto.

La verdad es que no entraba en mis planes. Nunca me había imaginado que escribiría un libro sobre este tema. Como la mayor parte de los estadounidenses, pensaba que esta región tenía poco que ver conmigo. Nunca había prestado demasiado interés al tema, y mi información estaba ampliamente influida por la película Éxodo y los titulares de los medios de comunicación dominantes.

En el otoño del año 2000 esto cambió.

Lo que ahora se conoce como la «Segunda Intifada» (un levantamiento palestino) saltó a las noticias, y poco a poco fue despertando mi curiosidad. Decidí seguir la cobertura informativa para aprender cuál era el núcleo central del conflicto, y enseguida vi que la información era sesgada y parcial. Yo tenía formación en periodismo (en ese momento era la editora de un semanario muy modesto y de ámbito local) y sabía, por tanto, que los periodistas supuestamente tienen que ofrecer una imagen de conjunto más completa de la que a mi juicio nos estaba llegando.

Gracias a Internet, que por aquel entonces vino a facilitar sustancialmente el acceso a la información sobre cualquier acontecimiento cotidiano en lugares remotos, empecé a investigar las noticias más a fondo. Descubrí así un patrón de violencia de Israel sobre Palestina mucho más drástico de lo que revelaban las agencias de comunicación estadounidenses.

Descubrí, por ejemplo, que el ejército israelí estaba asesinando a muchos niños palestinos, muchas veces de un tiro en la cabeza, y que ya los mataban antes de que un número considerablemente inferior de niños israelíes empezaran también a ser trágicamente asesinados. Supe que cerca de ciento cuarenta palestinos de todas las edades habían sido asesinados antes de que un solo israelí muriera en Israel, a pesar de que los medios de comunicación presentaban sistemáticamente la violencia de Israel como respuesta a una agresión de Palestina.

Al cabo de varios meses de seguimiento, cada vez más alarmada por lo que iba descubriendo sobre la región —y por lo que empezaba a parecerme un encubrimiento ilícito por parte de los medios de comunicación de mi país—, decidí que tenía que ver con mis propios ojos lo que estaba pasando. Dejé mi trabajo, me fui a la región como reportera por cuenta propia y viajé por Gaza y Cisjordania en el momento álgido de la intifada.

A la vuelta puse en marcha una organización que se llama If Americans Knew (Si los Estadounidenses Supieran). El propósito era crear una asociación periodística no partidaria que difundiera los hechos objetivos sobre un asunto como este, de extrema importancia para la sociedad estadounidense, y sobre nuestra relación con él.

Los contribuyentes de Estados Unidos han dado a Israel más dinero que a ningún otro país del mundo y al conjunto de la región. Además, el Gobierno de Estados Unidos veta a menudo las iniciativas internacionales sobre Israel, respaldadas prácticamente por todos los demás países. La consecuencia de este apoyo a Israel es una creciente hostilidad hacia Estados Unidos que pone a nuestros ciudadanos cada vez más en peligro.[1]

Empecé a documentarme sobre el tema con voracidad. Sentía una curiosidad especial por la historia del conflicto y por cómo Estados Unidos había llegado a involucrarse tanto, porque creo que para entender una situación actual es imprescindible entender qué la ha generado.

Mis lecturas me descubrieron muchos datos que me asustaron y una historia de mi país de la que no tenía la más remota idea. Sospecho que otros compartirán mi notable sorpresa.

Al cabo de casi una década y media de estudio, y después de varios viajes a la región, he llegado a pensar que la relación que Estados Unidos tiene con Israel es una de las cuestiones más decisivas para el mundo actual, y una de las cuestiones que los estadounidenses deben comprender con mayor urgencia.

La falta de compromiso de personas como era yo hace catorce años ha permitido que un grupo de fanáticos dirija la política en Estados Unidos. Es esencial que, tanto en otros países como en el nuestro, todos nos comprometamos.

He empezado a trabajar en un segundo volumen, no muy extenso, que recoge la historia de las relaciones entre Israel y Estados Unidos hasta hoy. Por favor, estén al tanto.

Alison Weir,

Sacramento (California),

febrero de 2014

[1]Pronto se publicará una colección de artículos de mi viaje y lo ocurrido desde entonces. En ellos se incluyen citas de los hechos arriba mencionados.

01

Cómo nació la «relación especial»

de Estados Unidos con Israel

Aunque mucha gente se ha visto inducida a creer que el apoyo de Estados Unidos a Israel está impulsado por el establishment y los intereses nacionales de Estados Unidos, los hechos no respaldan esta teoría. La realidad es que, durante décadas, los expertos en defensa y política exterior se opusieron a apoyar la creación de Israel. También se opusieron a que Estados Unidos destinara enormes sumas de dinero y todo su apoyo diplomático al Estado judío establecido por la fuerza y a que le concediera un cheque en blanco para su expansión agresiva. Lo que ocurrió con estas personas fue sencillamente que las ignoraron y finalmente las sustituyeron.

Como tantas otras políticas de Estados Unidos, sus políticas en Oriente Medio están impulsadas por un grupo de presión particular. Ahora bien, el lobby israelí, como hoy se le llama en Estados Unidos,[2] es mucho más de lo que la mayoría de la gente entiende por «grupo de presión».

Tal como se demostrará en este libro, el lobby israelí es mucho más poderoso y persuasivo que otros. Sus miembros, tanto individuos como grupos, han trabajado en secreto, incluso en la ilegalidad, a lo largo de su historia, según han documentado investigadores y participantes por igual.

Y aun cuando el movimiento a favor de Israel lleve cerca de cien años operando en Estados Unidos, la mayoría de los ciudadanos no tienen la menor idea ni de su existencia ni de la ideología en la que se sustenta, lo que nos da la medida de su influencia excepcional sobre lo que se difunde públicamente y lo que no.

El éxito de este movimiento para alcanzar sus objetivos, debido en cierto modo a la naturaleza oculta de buena parte de su actividad, ha sido sorprendente. Y también ha tenido un coste inimaginable.

Ha provocado una tragedia de enormes proporciones en Oriente Medio: cien años de guerra, violencia y pérdidas; la Tierra Santa empapada de sufrimiento.

Además, este movimiento ha resultado profundamente nocivo para Estados Unidos.

Como veremos en este análisis en dos partes, el movimiento proisraelí se ha dirigido prácticamente a todos los sectores relevantes de la sociedad estadounidense, ha maniobrado para que Estados Unidos se enzarce en guerras trágicas, innecesarias y carísimas; ha dominado el Congreso durante décadas; ha decidido cada vez más qué candidatos podían aspirar a la presidencia de Estados Unidos, y ha promovido el fanatismo contra todo un pueblo, una religión y una cultura.

Ha fomentado políticas que han expuesto a la ciudadanía estadounidense a un peligro creciente y luego ha exagerado ese peligro (a la vez que ocultaba sus causas), instigando acciones que desarticulan algunas de las principales libertades de nuestro país y sus principios más queridos.[3]

Todo esto por una población considerablemente más pequeña que la de Nueva Jersey.[4]

[2]En Israel se conoce comúnmente como «el lobby judío», lo que quizá refleje el hecho de que hoy prácticamente todas las organizaciones judías convencionales de Estados Unidos, tanto religiosas como laicas —la Liga Antidifamación, las Federaciones Judías, los Consejos de Relaciones de la Comunidad Judía, la Conferencia de Presidentes de Grandes Organizaciones Judías Estadounidenses, los departamentos universitarios de Estudios Judíos, organizaciones de estudiantes, etc.—, defienden a Israel. La lista completa puede consultarse en: http://www.councilforthenationalinterest.org/new/lobby/.

En la antología titulada Jews in American Politics, Benjamin Ginsberg señala que «el mayor triunfo de las organizaciones judías estadounidenses durante el período de posguerra» consistió en asegurarse el reconocimiento del Estado de Israel, pese a las objeciones de los Departamentos de Estado y de Defensa de Estados Unidos, y en conseguir a continuación que el Gobierno estadounidense aportara miles de millones de dólares a Israel a lo largo de las décadas siguientes.

Benjamin Ginsberg, «Identity and Politics: Dilemmas of Jewish Leadership in America», en Jews in American Politics, ed. de Louis Sandy Maisel et al., Lanham (Maryland): Rowman & Littlefield, 2004, pp. 9-10.

Sin embargo, hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando se cometieron las atrocidades nazis contra los judíos, la mayoría de los judíos estadounidenses no apoyaba al sionismo. Desde sus orígenes en Alemania, el judaísmo reformista rechazaba el nacionalismo judío, y en Estados Unidos, el movimiento reformista abrazaba el universalismo. El historiador Rafael Medoff afirma que en una declaración de 1885 se «denunciaba el concepto del retorno de los judíos a la tierra de Sión».

Rafael Medoff, Militant Zionism in America: The Rise and Impact of the Jabotinsky Movement in the United States, 1926-1948, Alabama: University of Alabama Press, 2006, p. 26.

En 1897, la Conferencia Central de Rabinos de Estados Unidos redactó la siguiente resolución: «Afirmamos que el objetivo del judaísmo no es político ni nacional sino espiritual, y que se dirige al crecimiento continuo de la paz, la justicia y el amor entre la raza humana, a un tiempo mesiánico en el que todos los hombres reconocerán que integran “una gran hermandad” para el establecimiento del reino de Dios en la tierra».

Naomi Cohen, The Americanization of Zionism, 1897-1948, Hannover: Brandeis UP, 2003, p. 43.

La unanimidad actual es el fruto de años de intensos esfuerzos, a veces en secreto (véanse Murphy, Sanua, Schmidt y Smith) encaminados a superar las objeciones del antisionismo. Puede que las organizaciones judías y las personas a título individual, tal como sostiene J. J. Goldberg en su libro informativo Jewish Power, sigan siendo en general sinceras: «[…] la amplia mayoría de la población de judíos estadounidenses […] no está al corriente de las cosas que se están haciendo en su nombre».

J. J. Goldberg, Jewish Power: Inside the American Jewish Establishment, Reading (Massachusetts): Addison-Wesley, 1996, p. 7.

Mucha gente cree que la situación es muy lamentable y que, como señala el profesor israelí Yosef Grodzinsky: «[…] el Estado de Israel y sus actos ponen al mundo judío en grave peligro».

Yosef Grodzinsky y Chris Spannos, «In the Shadow of the Holocaust», Znet, 7 de junio de 2005, http://www.zcommunications.org/in-the-shadow-of-the-holocaust-by-yosef-grodzinsky.html.

[3]Véase, por ejemplo: Tom Stephens, «Civil Liberties After September 11», CounterPunch, 11 de julio de 2003, http://www.counterpunch.org/2003/07/11/civil-libertiesafter-september-11/.

«Report - A Call to Courage: Reclaiming Our Liberties Ten Years After 9/11», American Civil Liberties Union, 7 de septiembre de 2011, https://www.aclu.org/files/assets/acalltocourage.pdf.

[4]La población de Nueva Jersey es de 8.864.590. «State&County QuickFacts: Nueva Jersey», United States Census Bureau, consulta realizada el 1 de enero de 2014, http://quickfacts.census.gov/qfd/states/34000.html.

La población de Israel es de 7.707.042 (estimación a julio de 2013). Aproximadamente 5.826.523 son ciudadanos judíos.

«The World Factbook: Israel» Central Intelligence Agency, consulta realizada el 1 de enero de 2014, https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/is.html.

El Estado de Israel abarca una superficie de 20.770 kilómetros cuadrados: inferior a todos los estados de Estados Unidos menos cuatro (CIA, World Factbook).

«US States (plus Washington D.C.): Area and Ranking», Enchanted Learning, consulta realizada el 1 de enero de 2014, http://www.enchantedlearning.com/usa/states/area.shtml.

Más información sobre el crecimiento de la población en Israel: «Population Statistics: Israeli-Palestinian Conflict», ProCon.org, 17 de septiembre de 2010, http://israelipalestinian.procon.org/view.resource.php?resourceID=636.

02

Los orígenes

El lobby israelí en Estados Unidos es solo la punta de un iceberg mucho más grande y antiguo conocido como «sionismo político», un movimiento internacional que comenzó a finales del siglo XIX con el objetivo de crear un nuevo Estado judío en algún lugar del mundo. En 1897, este movimiento liderado por el periodista europeo Theodor Herzl[5] se fusionó en el Primer Congreso Sionista, celebrado en Basilea, del que surgió la Organización Sionista Mundial, que en su primer año representaba a ciento diecisiete grupos: un año después ya eran novecientos.[6]

Después de considerar lugares como Argentina, Uganda, la isla mediterránea de Chipre o Texas,[7] finalmente se decidieron por Palestina para construir su Estado judío, obviando que Palestina ya estaba habitada por una población que, en un 93-96 por ciento, no era judía. El análisis más fiable asegura que el 96 por ciento de la población se dividía entre musulmanes y cristianos,[8] que eran los dueños del 99 por ciento de las tierras.[9] A raíz del Congreso Sionista, los rabinos de Viena enviaron a dos delegados a explorar Palestina como posible ubicación de su Estado. Estos rabinos reconocieron el obstáculo que los palestinos representaban para su plan. En una carta decían: «La novia es guapa, pero está casada con otro».[10] Aun así, los sionistas consiguieron abrirse camino finalmente. Numerosas cartas, entradas de diarios y otros documentos sionistas revelan que los rabinos decidieron presionar a estos no judíos económicamente, si era posible; y con violencia, si era necesario.[11]

El sionismo político en Estados Unidos

La importancia de Estados Unidos para este movimiento se reconoció desde el principio. Uno de los fundadores del sionismo político, Max Nordau, diría años después de la conferencia de Basilea: «La única esperanza para el sionismo son los judíos de América».[12]

Por aquel entonces, y en las décadas sucesivas, la gran mayoría de los judíos estadounidenses no eran sionistas. De hecho, muchos se oponían activamente al sionismo. En los años venideros, sin embargo, los sionistas se dedicaron a cortejarlos asiduamente con todos los medios a su alcance. Hasta qué punto se comprendió por fin la esperanza de Nordau lo demuestra esta declaración que Naomi Cohen, una eminente historiadora judía, formuló en el año 2003: «De no haber sido por la ayuda económica y la presión política de los judíos de Estados Unidos […] es posible que Israel no hubiera nacido en 1948».[13] A esto se puede añadir el éxito con que el sionismo ha conseguido influir en los políticos, los medios de comunicación y buena parte de la opinión pública en Estados Unidos.

Los defensores de la creación de un Estado judío empezaron a asomar la cabeza en Estados Unidos en la década de 1880.[14]Emma Lazarus, la poeta que adornó con sus palabras la Estatua de la Libertad, promocionó el sionismo a lo largo de toda esa década.[15] En 1891 se creó en Boston una bandera precursora de la actual enseña israelí.[16]

Dada la importancia de Palestina para el sionismo, en 1887 el presidente Grover Cleveland designó a un embajador judío como representante de Estados Unidos en Turquía (sede del Imperio otomano, que en ese momento controlaba Palestina). El historiador judío David G. Dalin señala que los presidentes pensaban que la Embajada turca era importante para «el creciente número de sionistas entre el electorado judío estadounidense».[17]

Todos los presidentes, tanto republicanos como demócratas, siguieron este precedente a lo largo de los treinta años posteriores. «En esa época, la Embajada de Turquía llegó a considerarse casi un dominio judío», afirma Dalin.[18]

En los primeros años de la década de 1890 existían organizaciones para la promoción del sionismo en Nueva York, Chicago, Baltimore, Milwaukee, Boston, Filadelfia y Cleveland.[19]

La información que llegó del Congreso Sionista Mundial en Basilea, al que asistieron cuatro estadounidenses, dio al movimiento un estímulo decisivo para que las actividades sionistas florecieran en aquellas ciudades de Estados Unidos donde la población judía era numerosa.[20]

En 1897-1898, los sionistas fundaron numerosas asociaciones en todo el Este y el Medio Oeste del país. En 1898 confluyeron en una primera conferencia anual de sionistas estadounidenses, celebrada en Nueva York el 4 de julio. Allí formaron la Federación Sionista de Estados Unidos (FAZ). [21]

Alrededor de la década de 1910, el número de sionistas en Estados Unidos se acercaba a los veinte mil y aglutinaba a abogados, profesores y hombres de negocios. Incluso en su infancia, cuando aún era relativamente débil y representaba a una minúscula fracción de los judíos del país, el sionismo ya empezaba a convertirse en un movimiento al que «los congresistas, principalmente en las ciudades del Este, tenían en cuenta».[22]

El movimiento continuó su expansión. Alrededor de 1914 se habían formado varios grupos sionistas más, entre los que figuraba Hadassá, la organización de mujeres sionistas.[23] En 1918 el número de sionistas en Estados Unidos ascendía a doscientos mil, y en 1948 eran casi un millón.[24]

El movimiento sionista introdujo su agenda desde sus comienzos en los medios de comunicación. Un organizador sionista proclamaba con orgullo en 1912 «la incesante y celosa propaganda que numerosas asociaciones están llevando a cabo». La prensa yidis se casó muy pronto con la causa sionista. En torno a 1923, todos los periódicos yidis de Nueva York, menos uno, eran sionistas. Los diarios yidis llegaban en 1927 a 535.000 familias.[25]

Mientras que los sionistas realizaban importantes avances en su influencia sobre el Congreso y los medios de comunicación, los funcionarios del Departamento de Estado no estaban tan enamorados del sionismo, del que sospechaban que intentaba utilizar al Gobierno para un proyecto que perjudicaría al país. A diferencia de los políticos, los funcionarios del Departamento de Estado no dependían de los votos y los donativos para las campañas electorales. Su misión consistía en recomendar y desarrollar políticas beneficiosas para toda la ciudadanía, no solo para una diminuta facción que trabajaba en pro de una entidad extranjera.[26]

Informe tras informe y año tras año, los expertos diplomáticos y militares advirtieron de que el sionismo era contrario a los principios e intereses de Estados Unidos.

Aunque analizaremos más ejemplos en las páginas siguientes, el secretario de Estado Philander Know fue quizá el primer funcionario del Departamento de Estado que se opuso a las presiones sionistas. En 1912, la Asociación Literaria Sionista se acercó a la administración de Taft en busca de apoyo. Knox planteó la situación sin rodeos, señalando que «entre los problemas del sionismo hay ciertas cuestiones principalmente relacionadas con los intereses de países que no son el nuestro».[27]

A pesar de este pequeño revés en 1912, ese mismo año los sionistas cosecharon una victoria significativa que tendría enormes repercusiones tanto en Estados Unidos como a escala internacional, enmarcada en una pauta de influencia que ha perdurado hasta hoy.

[5]Herzl está considerado como el fundador del sionismo político, y a menudo se le cita como «el padre de Israel». Su libro fundamental, El Estado judío (1896), está disponible online (en inglés) en http://www.gutenberg.org/ebooks/25282.

El diario israelí Ha’aretz reseña: «Herzl dedicó todo su tiempo a este movimiento y murió a los cuarenta y cuatro años dejando a su familia en la indigencia». Un artículo publicado en el diario israelí Ha’aretz cuenta que su hija Pauline tenía problemas emocionales desde la juventud y murió finalmente a causa de su adicción a la morfina. Su hijo Hans se convirtió al cristianismo en 1924, momento en el que fue abandonado por la comunidad judía y denunciado públicamente. Se suicidó a raíz de la muerte de su hermana. En la década de 1940 se escribió un libro sobre los hijos de Herzl, pero fue retirado de la circulación por la Organización Sionista Mundial, que decidió enterrar a Pauline y a Hans en Burdeos a pesar de que su voluntad era ser enterrados con su padre, en Austria, «probablemente para no ensuciar la imagen de Herzl».

Assaf Uni, «Hans Herzl‘s Wish Comes True – 76 Years Later», Ha’aretz, 19 de septiembre de 2006, online en http://www.haaretz.com/print-edition/news/hans-herzl-swish-comes-true-76-years-later-1.197621.

Según la Biblioteca Virtual Judía, «Herzl no había circuncidado a su hijo, de ahí que los líderes sionistas, después de la muerte de Herzl, se encargaran de remediar el descuido cuando el niño tenía quince años». Herzl murió a los cuarenta y cuatro, probablemente a consecuencia de una enfermedad venérea. Véase:

http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/biography/Herzl.html.

Norman F. Cantor, The Sacred Chain: A History of the Jews, Nueva York: HarperPerennial, 1995. «THEODOR HERZL», Kirkus Reviews, consulta realizada el 19 de febrero de 2014, https://www.kirkusreviews.com/bookreviews/desmond-stewart/theodor-herzl/.

Peter Loewenberg, Decoding the Past: The Psychohistorical Approach, Brunswick (Nueva Jersey): New Transaction Publishers, 1996.

Desmond Stewart, Theodor Herzl, Artist and Politician, revisión de Peter Johnson, MERIP Reports, n.º 27, abril de 1974, pp. 28-30; URL estable del artículo: http://www.jstor.org/stable/3011339.

[6]Kathleen Christison, Perceptions of Palestine: Their Influence on U.S. Middle East Policy, 1.ª ed., Berkeley (California): University of California, 2000, p. 22.

John Herbert Davis, The Evasive Peace: a Study of the Zionist/Arab Problem, 1.ª ed. estadounidense, Nueva York: New World Press, 1970, p. 1.

Primero se llamó Organización Sionista; en 1960 cambió oficialmente de nombre por el de Organización Sionista Mundial (WZO, por sus siglas en inglés). La mayoría de la gente empleaba indistintamente los dos nombres.

Según la página web de la WZO, la organización está integrada en la actualidad por los siguientes organismos: los Sindicatos Sionistas Mundiales, las federaciones sionistas internacionales; las organizaciones internacionales que se definen como sionistas; por ejemplo WIZO, Hadassá, BnaiBrith, Maccabi, la Federación Sefardita Internacional, las tres corrientes del judaísmo mundial (ortodoxa, conservadora y reformista), la delegación de la Comunidad de Estados Independientes (antigua Unión Soviética) y la Unión Internacional de Estudiantes Judíos (WUJS), entre otras muchas.

World Zionist Organization, «Mission Statement», consulta realizada el 1 de enero de 2014, http://www.wzo.org.il/Mission-Statement.

[7]John W. Mulhall, CSP, America and the Founding of Israel: an Investigation of the Morality of America’s Role, Los Ángeles: Deshon, 1995, pp. 47-52.

«[…] el Programa de Inmigración de Galveston (GIS), atrajo a diez mil judíos a Texas entre 1906 y 1914; la ITO [Organización Territorial Judía] gestionó el GIS desde 1907 hasta su finalización con el estallido de la Primera Guerra Mundial» (ibid., p. 52).

[8]Justin McCarthy, The Population of Palestine: Population Statistics of the Late Ottoman Period and the Mandate, Nueva York: Columbia UP, 1990, p. 37. Véase gráfico 2.18, «The Population of Palestine by Religion, 1870 to 1946».

Walid Khalidi, «The Palestine Problem: An Overview», Journal of Palestine Studies 21.1, 1991, pp. 5-16, online en https://online.ucpress.edu/jps/article-abstract/21/1/5/52282/The-Palestine-Problem-An-Overview?redirectedFrom=fulltext.

Khalidi debate los planes sionistas y habla de una población judía del 7 por ciento en 1897, pero McCarthy aporta cifras, plenamente documentadas y explicadas, que sitúan la población judía en el 4 por ciento.

Otras fuentes de la población preisraelí son: Salman H. Abu-Sitta, Atlas of Palestine, 1917-1966, Londres: Palestine Land Society, 2010.

Walid Khalidi, All That Remains: The Palestinian Villages Occupied and Depopulated by Israel in 1948, Washington D. C.: Institute for Palestine Studies, 1992.

British Mandatory Commission, A Survey of Palestine, preparado en diciembre de 1945 y enero de 1946 para Información del Comité de Investigación Anglo-Estadounidense, Washington D. C.: Institute for Palestine Studies, 1991.

Suplemento de Survey of Palestine, notas. Compilado para Información del Comité Especial de Estados Unidos para Palestina de Naciones Unidas, Washington D. C.: Institute for Palestine Studies, 1991.

[9]Walid Khalidi, From Haven to Conquest: Readings in Zionism and the Palestine Problem until 1948, vol. 2, Washington D. C.: Institute for Palestine Studies, 1971, p. xxii.

[10]Avi Shlaim, The Iron Wall: Israel and the Arab World, Nueva York: W. W. Norton & Company, 2001, p. 3.

[11]Nur Masalha, Expulsion of the Palestinians: The Concept of «Transfer» in Zionist Political Thought, 1882-1948, 4.ª ed., Washington D. C.: Institute for Palestine Studies, 2001, pp. 10-13 [trad. cast.: La expulsión de los palestinos, Madrid: Bósforo, 2008].

Un ejemplo del fanatismo que se puede encontrar en algunos sectores del movimiento se plasma en la siguiente declaración del doctor Israel Eldad:

«Israel es la tierra de los judíos […]. Nunca fue la tierra de los árabes, aun cuando prácticamente todos sus habitantes sean árabes. Israel pertenece a cuatro millones de judíos rusos, aunque no nacieran aquí. Es la tierra de otros nueve millones de judíos en todo el mundo, aunque no tengan planes de vivir en ella».

Edwin M. Wright, The Great Zionist Cover-up: A Study and Interpretation, Cleveland: Northeast Ohio Committee on Middle East Understanding, 1975, p. 1.

Wright cita el Times of Israel, 19 de agosto de 1969, como fuente de este fragmento.

Eldad fue un estratega de la milicia clandestina preestatal, que más tarde se convirtió en profesor de diversas universidades israelíes y escribió varios libros. En 1988 recibió el Premio Bialik de Israel por sus aportaciones al pensamiento israelí.

Otro ejemplo lo ofrece el israelí Uri Aveneri, citando una canción que se cantaba en Palestina cuando él era adolescente (citada por Wright, Zionist Cover-up, p. 9):

Hemos vuelto, pletóricos y jóvenes.

Hemos vuelto, los poderosos,

a conquistar la patria

con una tormenta de guerra;

a redimir a nuestro país con mano noble.

Si con sangre y fuego cayó Judea

con sangre y fuego Judea se alzará.

El prestigioso académico israelí Benjamin Beit-Hallahmi, dice: «Según cuentan algunas historias, los líderes sionistas no estaban al corriente de que existía una población autóctona en Palestina: creían que la tierra estaba despoblada, y se quedaron de piedra al encontrarse con los árabes. Es difícil creer esas historias».

Y, más adelante, añade: «Consultando los textos de los líderes e intelectuales sionistas del cambio del siglo XIX al XX, vemos que la presencia de nativos no solo era conocida sino que se identificó desde el principio como un problema práctico y moral». Beit-Hallahmi cita varios textos similares de los últimos años del XIX. Señala que la principal publicación periódica hebrea de la época, Hashiloah: «A lo largo de la primera década del siglo XX […] publicó decenas de artículos sobre el movimiento nacional árabe (¡empleando este término exacto!)».

Benjamin Beit-Hallahmi, Original Sins: Reflections on the History of Zionism and Israel, Nueva York: Olive Branch, 1993, pp. 72-77.

Aporta varias citas que demuestran que esto se sabía.

[12]El doctor Max Nordau era un estrecho colaborador de Theodor Herzl. Esta afirmación se cita en los Maccabaean, vol. 7, 1904. (Cohen, Americanization of Zionism, p. 1).

[13]Cohen, Americanization of Zionism, p. 1.

Y añade: «A decir verdad, la inversión de los judíos estadounidenses en el desarrollo y la conservación del Estado judío ha continuado hasta hoy».

Según el Jewish Women’s Archive, Cohen fue una «escritora prolífica y destacada educadora y académica que alcanzó relevancia como historiadora de Estados Unidos y los judíos estadounidenses». Dio clases en el Hunter College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, el Graduate Center de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y el Jewish Theological Seminary of America. Después de jubilarse, en 1996, se fue a vivir a Israel.

Tamar Kaplan Appel, «Naomi W. Cohen», Jewish Women’s Archive, consulta realizada el 1 de enero de 2014, http://jwa.org/encyclopedia/article/cohen-naomi-w.

[14]En 1861 se organizó un proyecto, con un doble objetivo nacional e internacional («The Board of Delegates of American Israelites»), para bloquear un intento por parte de la Unión —durante la Guerra Civil— de preparar una enmienda constitucional en la que Estados Unidos se proclamaba un país cristiano (Goldberg, Jewish Power, p. 97).

En 1870, el grupo organizó mítines de protesta por todo el país y presionó al Congreso para que tomase medidas contra la matanza de «miles» de judíos en los pogromos de Rumanía. El presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales del Senado insinuó que las noticias que llegaban podían ser exageradas, pero la presión de la junta «israelita» terminó por conseguir que el Senado ordenase a la Comisión tomar cartas en el asunto junto con el Departamento de Estado. Finalmente resultó que el número total de asesinados ascendía a cero (ibid., pp. 98-99).