Las Cinco Semillas de Naranja - Arthur Conan Doyle - E-Book

Las Cinco Semillas de Naranja E-Book

Arthur Conan Doyle

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Beschreibung

En "Las Cinco Semillas De Naranja", Sherlock Holmes es consultado por un joven cuyos familiares han muerto misteriosamente tras recibir cartas que contenían cinco pepitas de naranja. Mientras Holmes investiga, descubre una serie de pistas que apuntan a un oscuro y peligroso secreto. El caso pone a prueba las habilidades deductivas de Holmes en su carrera contrarreloj para evitar otro trágico desenlace.

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Seitenzahl: 34

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Las Cinco Semillas de Naranja

Arthur Conan Doyle

SINOPSIS

En "Las Cinco Semillas De Naranja", Sherlock Holmes es consultado por un joven cuyos familiares han muerto misteriosamente tras recibir cartas que contenían cinco pepitas de naranja. Mientras Holmes investiga, descubre una serie de pistas que apuntan a un oscuro y peligroso secreto. El caso pone a prueba las habilidades deductivas de Holmes en su carrera contrarreloj para evitar otro trágico desenlace.

Palabras clave

Sherlock, misterio, venganza.

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

Las Cinco Semillas de Naranja

 

Cuando echo un vistazo a mis notas y registros de los casos de Sherlock Holmes entre los años 82 y 90, me encuentro con tantos que presentan características extrañas e interesantes que no es fácil saber cuáles elegir y cuáles dejar. Algunos, sin embargo, ya han ganado publicidad a través de los periódicos, y otros no han ofrecido un campo para esas cualidades peculiares que mi amigo poseía en tan alto grado, y que es el objeto de estos trabajos ilustrar. Algunos, también, han desconcertado su habilidad analítica, y serían, como narraciones, comienzos sin un final, mientras que otros han sido aclarados sólo parcialmente, y tienen sus explicaciones fundadas más bien en conjeturas y suposiciones que en esa prueba lógica absoluta que le era tan querida. Hay, sin embargo, uno de estos últimos que fue tan notable en sus detalles y tan sorprendente en sus resultados que me siento tentado a dar cuenta de él a pesar del hecho de que hay puntos en relación con él que nunca han sido, y probablemente nunca serán, completamente aclarados.

El año 87 nos proporcionó una larga serie de casos de mayor o menor interés, de los que conservo los registros. Entre mis epígrafes de estos doce meses encuentro un relato de la aventura de la Cámara Paradol, de la Sociedad de Mendicantes Aficionados, que celebraba un lujoso club en la bóveda inferior de un almacén de muebles, de los hechos relacionados con la pérdida de la barca británica Sophy Anderson, de las singulares aventuras de los Grice Paterson en la isla de Uffa y, por último, del caso del envenenamiento de Camberwell. En este último, como se recordará, Sherlock Holmes pudo demostrar, dando cuerda al reloj del muerto, que se le había dado cuerda dos horas antes y que, por lo tanto, el difunto se había acostado dentro de ese lapso, deducción que fue de la mayor importancia para esclarecer el caso. Todo esto lo esbozaré más adelante, pero ninguno de ellos presenta rasgos tan singulares como la extraña sucesión de circunstancias que ahora tomo la pluma para describir.

Eran los últimos días de septiembre, y los vendavales equinocciales se habían desencadenado con una violencia excepcional. Durante todo el día el viento había chillado y la lluvia había golpeado contra las ventanas, de modo que incluso aquí, en el corazón del gran Londres hecho a mano, nos vimos obligados a levantar la mente por un instante de la rutina de la vida y a reconocer la presencia de esas grandes fuerzas elementales que chillan a la humanidad a través de los barrotes de su civilización, como bestias indómitas en una jaula. A medida que anochecía, la tormenta se hacía cada vez más fuerte, y el viento lloraba y sollozaba como un niño en la chimenea. Sherlock Holmes se sentó malhumorado a un lado de la chimenea, cruzando sus archivos de crímenes, mientras yo, en el otro, me sumergía en una de las bellas historias marinas de Clark Russell, hasta que el aullido del vendaval que venía de fuera pareció mezclarse con el texto, y el chapoteo de la lluvia se alargó hasta convertirse en el largo oleaje de las olas del mar. Mi mujer estaba de visita en casa de su madre, y durante unos días volví a residir en mi antigua casa de Baker Street.