Las Paradojas de Philip Red - Julián Marcel - E-Book

Las Paradojas de Philip Red E-Book

Julián Marcel

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Beschreibung

¿Qué harías si alguien quiere convencerte de que eres la creación de un tercero? ¿Qué harías si quieren convencerte de que tu final ya está escrito y que tú mismo vas hacia él? Un detective llamado Philip Red, surgido desde las entrañas de las películas hollywoodenses, llega a un oscuro barrio de las zonas populares de la provincia de Buenos Aires. Mientras es el encargado de llevar entre las sombras la resolución de ciertos crímenes, y de enamorarse perdidamente de una joven, tendrá que lidiar contra la porfía de una persona que lo quiere convencer de ser el personaje de una novela. Las Paradojas de Philip Red es una novela escrita por todos: Desde el autor, sus personajes y los lectores.

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Las ParadojasdePhilip Red

Julián Marcel
Editorial Segismundo

Dedicatoria

Para Jano Marcel, esperando que algún día entienda este libro.

Agradecimientos

Un libro solamente existe porque otros le dan vida, porque otros al abrir y cerrar las páginas le dan el aire necesario para ejercer ese entretenimiento tan vivo como el de la lectura.

Esos otros, que son míos desde ahora, fueron los que le dieron la vida efectivamente a este libro para que ahora lo tengas en tus manos. Nombrarlos es una obligación, como también entregarles toda mi gratitud:

María Cueto, Alicia Gianfelici, Oriana Di Benedetto, Diego Obholz, Julián Moggia, Gonzalo Beloqui, Sebastián Barrios, Alejandro Tolosana, Martín Ocretich, Jose Muñiz, Candela Ramírez, Alejandra Chaab, Fer Belve. Fernando Marcel, Paola Marcel, Gonzalo Baggio, Sergio Alejandro Iervasi, Mariana Gabriela Feliú Torres, Omar Esteban Barba, Lucía Rodríguez, Damián Carlo, Juan Francisco Córdoba, Mirian Barboza, Gonzalo Agüero, Amalia Gieschen, Carola Zelaschi, Pepe Caceres, Clarita Rodríguez, Ana Sofía Balbi, Rocío Chiara, Daniel Derrico, Guillermo Laurido, Elizabeth Zúñiga Lorca, Alejandro López Palacios, David Rojas (el original), Marysabel Sánchez Bouttó, Sandra Bogado Martínez, Ve Que, Anabel Cipriano, Flavia Angelo, Juan Sixto, Virginia Tassart, Hernán Dardes, Inés La Vía, Micaela Muñoz, Alicia Leiva, Ramón Orihuela, Iris Auteri, Marina Lijtmaer.

Prólogo

Ejercicios literarios que nacieron en una adolescencia, formas de mantener la mano caliente, pretensiones de querer habitar sueños cuando los otros se estaban gastando.Las paradojas de Philip Redcomo cualquier otra historia, tiene su propia historia, que empezó en la soledad de una biblioteca popular de barrio en donde vivo: Paso del Rey. Venía de leer algunas novelas policiales cuando empecé a formar la idea de hacer una yo también. En el transcurso de una tarde terminé de pasar la trama a papel, pensando que podía llegar a escribirla en algún momento. Claro, cuando comencé el segundo capítulo creí que este libro no era lo que se acercaba a mi manera de escribir. Venía de hacer nouvelles con cierto aire costumbrista, cuentos realistas, etc. De hecho, en mis cuadernos personales de aquella época decía con cierta melancolía que ese libro “no me correspondía hacerlo”. Y lo abandoné. Pero no a su trama. Es más, recuerdo que regalé la trama del libro a dos personas, pero por lo que supe ninguno de ellos llevó a cabo el proyecto.

Hacia mediados del año 2011, mi amigo David Rojas me pidió para su sitio web El cuento del día un texto. Y luego de una breve deliberación, rescaté del polvo de mi memoria esta trama. A él le gustó complacido y con unas leves diferencias en su realización, escribí durante cinco meses este libro que fue publicándose a razón de un capítulo por semana. Al menos en el proceso de escritura fueron unos meses felices, porque iba viendo cómo esa obra que había rechazado se iba haciendo eficazmente. Recuerdo que terminé el libro el 31 de diciembre de 2011 a las 21 y media horas de la noche.

Durante fines de 2013 y principios de 2014, entregué este libro a distintas personas que me dieron el aliento necesario para publicarlo, y que gracias a la ayuda del crowdfunding, o la compra anticipada del libro, a principios de 2015 pude obtener las primeras sesenta copias. Y esa obra, que fue creada en la soledad de una biblioteca, vio la luz gracias a la ayuda de amigas y amigos que me apoyaron infinitamente. De más está decir, que en la soledad de esa biblioteca jamás creí que el libro llegue a tener la suerte, el destino, que ahora tiene.

El acto de escribir es la voluntaria creación de generar magias en el lector. Es inevitable decir que quienes reciben el libro, son los que con sus ojos (tus ojos) recogen los frutos que el escritor cosechó. Las paradojas de Philip Redes un libro del que estoy orgulloso de haber hecho. Espero que alguna parte de esa satisfacción corresponda con tu lectura.

J.M.Paso del Rey, 2016

Primer día

Cuando el detective Philip Red llegó a Paso del Rey generó sorpresa en la población: Nadie hubiese esperado que del tren que venía de Merlo bajase un hombre alto y serio, de piel mate, con un sombrero crema puesto levemente de costado, un sobretodo del mismo color y un par de mocasines negros que le daban un aire de seguridad a cada uno de sus pasos. Era como si Humprey Bogart hubiese bajado del Ferrocarril Sarmiento. Pasó los molinetes, apoyó sus valijas en el suelo, y de su sobretodo sacó un mapa de Paso del Rey que tenía marcada la dirección del departamento donde se iba a hospedar y que serviría de oficina para los ocasionales clientes que requiriesen de sus servicios. Dedujo que estaba a pocas cuadras, por lo que se dispuso a descansar un poco en uno de los bancos de piedra que los ancianos suelen utilizar para jugar a las tardes al dominó, y comenzó a pensar. No había tenido un viaje largo en el tren, pero sí fue agotador porque no pudo sentarse en ningún momento. Huir de los lugares que se aman siempre es un castigo pero a Philip Red ese castigo le generaba adrenalina, y más cuando llegaba a un lugar que no conocía. Ya estaba acostumbrado a huir. En algún momento que no recordaba dónde ni cuándo oyó de un lugar llamado Paso del Rey y le llamó poderosamente la atención su nombre. Pensó que llegar a un lugar que no conocía el día uno de un comienzo de mes era una buena señal para su estadía. Estiró sus piernas de manera visible y se sacó el sombrero para dejarlo en la mesa de piedra. Había cierta cantidad de gente en la plaza. Algunos estaban yendo para el andén y esperar el próximo tren que iba a Moreno, otros descansaban o charlaban y los niños pasaban el tiempo en alguno de los juegos de la plaza. Una abeja llegó a la mesa de piedra en donde estaba y comenzó a zumbar. Parecía que lo observase a Philip Red. El también la contempló y luego azuzó su mano que tenía el mapa enrollado para que se aparte de la mesa y se fue. Sentía que lo miraban. No era extraño: Su vestimenta daba un aspecto de rareza, pero después comenzó a acostumbrarse. Volvió a desplegar el mapa de Paso del Rey y contó las cuadras que le quedaban hasta el departamento de la calle Joly que había rentado poco tiempo atrás a través del aviso publicitario de una revista. Había llamado por teléfono, le anoticiaron de la suma que debía pagar, y que al detective le pareció barato, y pocos días después llegó a la inmobiliaria un sobre con el pago completo de los tres primeros meses. El departamento estaba a cinco cuadras.

Cavilaba en sus pensamientos cuando vio a un joven que se acercaba al lugar en donde estaba. Miró a los costados creyendo que buscaba a otra persona, pero no. Ese joven se acercaba a él. Sin saludar y con total soltura se sentó en frente de Philip Red en ese banco de piedras y dijo:

—¡Qué suerte encontrarlo!

—Perdón, ¿lo conozco? —preguntó Philip Red.

—No, usted no me conoce. Yo tampoco lo conozco, pero sé quién es.

—¿Y usted quién es?

—Perdone mi atrevimiento —dijo el joven sin escuchar la pregunta del detective—, pero jamás creí que podría encontrarlo.

—¿A mí? ¿Acaso soy tan famoso? —replicó irónicamente Red.

—No, no lo es. A no ser que la novela en donde usted está sea reconocida.

—¿La qué?

—La novela en donde está en estos momentos.

El silencio en la cara de Philip Red era tan penetrante que David no sabía cuál podía ser el acto siguiente a esa declaración: Si un insulto o el uso de la fuerza. En tono más demorado, le preguntó:

—¿Usted sabe que está dentro de una novela, no?

—¿Se está mofando de mí?

—En absoluto, señor Red. Yo sólo…

—¿Cómo sabe mi nombre? —dijo en tono grave Philip Red.

—Déjeme explicarle.

—Usted está loco —dijo Red levantándose de su asiento.

—No, en absoluto. Déjeme explicarle. Usted está protagonizando una novela escrita por Julián Marcel. Sé que suena raro pero es así.

—¿Usted quién es?

—Mi nombre es David Rojas —dijo David Rojas—. Encantado.

El joven extendió su mano pero el detective ni se inmutó en extender la suya.

—A ver, querido amigo, hace apenas veinte minutos que puse un pie en este pueblo y lo primero que me vienen a decir es que protagonizo una novela escrita por un don nadie. Déjese de chapucerías, señor. Yo vengo aquí por otros motivos.

—¿Por cuales?

—No son de su importancia. En todo caso, si usted está tan seguro de que soy el protagonista de una novela debería saber a qué vengo. Y qué es lo que me va a pasar.

—Yo no sé lo que le va a pasar.

—Entonces no soy un personaje, querido amigo. Usted está loco. Aléjese de mi vista.

—Señor Red, yo le puedo asegurar que usted es un personaje de novela.

—¿Alguien le dijo que yo iba a estar en este vecindario?

—No, señor Red. Sinceramente, yo tampoco tengo mucha idea de que estoy haciendo acá si no soy de este lugar, sino de Merlo.

—Si no sabe qué hace acá, pregúntele a ese autor.

—Seguramente lo consultaré más adelante pero necesito que me crea: Usted es un personaje creado por otro.

—Miré señor, seré sincero: No tengo ganas de escuchar sus tonterías. Si quiere acompañarme, ayúdeme con el petate que me está pesando.

David Rojas asintió y acompañó a Philip Red a la dirección del departamento que tenía escrito en un papel y que quedaba en la calle Joly. Caminaron las pocas cuadras que había hasta ese lugar en absoluto silencio. Philip Red caminaba cabeza gacha como si ya conociera de memoria las calles de Paso del Rey. David de vez en cuenta lo miraba de reojo pero sólo encontraba un gesto profundo, que escondía mucho más de lo que decía. Quiso preguntarle qué pensaba pero comprendió que con eso se ganaría mucho más la antipatía del detective. Así como a todos, a David le pareció extraño ver a un hombre vestido de ese modo tan especial. No tanto por la combinación sino por la prolijidad de usar un atuendo tan hollywoodense en Paso del Rey. Pero luego pensó en los motivos que habrá tenido Julián Marcel de involucrarlo a él en lo que Philip hiciera. Meditó en que mejor sería dejar que las cosas ocurran para poder encontrar los objetivos. Aunque también, concluyó internamente, por ahí ni siquiera el mismo Marcel los sepa a esos objetivos.

Al llegar a la puerta del departamento, Philip Red esbozó con mucho esfuerzo un “gracias” a su acompañante, pero David lo retuvo unos segundos más para seguir hablando con Philip de su condición de personaje.

—Sé que es una idea descabellada, pero usted es el protagonista de esta novela.

—Mire, creo que ya oí demasiado acerca de esa novela, señor. A propósito, ¿cuál es el título?

Más allá de la sorna con la que le hablaba el detective, David le contestó:

—“Las paradojas de Philip Red”.

—Vaya, qué título tan torpe.

—Sinceramente, no tengo idea de porqué le puso así. Yo apenas soy alguien que está metido en este texto por insolencia de otro.

—Vea, si usted quiere resolver algún problema existencial, le recomiendo que vaya a ver a un psicólogo, o que se interne en un manicomio. Hay muchos muy buenos. Yo sé que existo, y en esa seguridad voy a hacer las cosas que yo quiero.

—Pero usted es un personaje, señor Red.

—Yo soy una persona de carne y hueso que está hablando con usted. No me moleste más.

David se quedó callado, convencido de que al menos hoy, iba a ser inútil hablar de ese asunto con Philip Red. Tras unos pocos segundos de silencio, el detective habló con voz calma para poder dar fin a esa discusión.