3,49 €
Para aquel hombre irresistible, ganar lo era todo. Trent Tyler siempre conseguía lo que se proponía, y no había mujer que se le resistiera. Ahora, el éxito del hotel Tempest West dependía de lo que mejor sabía hacer: seducir a una mujer; pero, irónicamente, en esta ocasión lo que más necesitaba de Julia Lowell era su cerebro. El vaquero texano, que no había olvidado el tórrido romance que había vivido con Julia durante un fin de semana, la convenció fácilmente para que se convirtiera en su empleada… con algún extra. ¿Pero qué ocurriría cuando ella descubriera la verdad sobre su jefe?
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 171
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2008 Charlene Swink
© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Lujo y seducción, n.º 8 - agosto 2016
Título original: Five-Star Cowboy
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Publicado en español en 2009
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-687-8649-0
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
–Ahí está mi mejor empleada –Trent Tyler sonrió al salir por la amplia puerta del hotel.
Julia Lowell ya había sucumbido al encanto de su voz. Le parecía increíblemente sexy y también le parecía increíble que aquel enorme hotel fuera de su propiedad.
La joven se apoyó contra la limusina que la había llevado hasta Crimson Canyon. Allí estaba Trent, después de tanto tiempo. Él se había convertido en su jefe y ya no podría volver a pensar en él como el hombre que despertaba todos sus sentidos.
Trent fue hacia ella con paso desenfadado. Llevaba unos vaqueros, una camisa negra y un cinturón cuya hebilla reflejaba la luz del atardecer de Arizona. Se tocó el ala del sombrero vaquero a modo de saludo.
–Vamos a necesitar un milagro, Trent.
–Yo confío en ti. Tú podrás con ello –se volvió hacia el conductor de la limusina–. Kirby, lleva las cosas de la señorita Lowell a su habitación.
–Enseguida, señor Tyler.
En cuanto el conductor se llevó el equipaje, Julia miró aquellos ojos oscuros y recordó que la relación se había vuelto profesional. Ella misma le había entregado el currículum en persona. Para que él la contratara había sido suficiente con una licenciatura en Empresariales y un trabajo en una empresa de marketing de Los Ángeles a modo de referencias. Ella era la mejor amiga de Laney, y eso la convertía en una persona de confianza o, por lo menos, eso le había dicho al hacerle la entrevista.
Se habían conocido meses antes, cuando Laney se había casado con el hermano de Trent, Evan. La química había surgido enseguida. El apuesto texano había llamado la atención de Julia desde el primer momento y habían vivido un tórrido romance de fin de semana, pero… Nunca había vuelto a saber de él.
Hasta hacía quince días. Él se había presentado en su casa de Los Ángeles con flores, una botella de champán y una disculpa por no haberla llamado.
Trent había esbozado una sonrisa pícara.
–Estás espléndida.
Julia se habría sonrojado si su tez no hubiera sido tan morena. ¿Cómo habría podido olvidar aquellas noches de pasión en brazos de Trent? Aquella aventura la había consumido en una hoguera de deseo. Jamás habría podido olvidar cómo susurraba su nombre antes de llevarla al cielo.
Durante las últimas semanas se había cuestionado su decisión de aceptar el empleo una docena de veces. Trent era el típico soltero empedernido y estaba metido de lleno en su proyecto. Le había dejado muy claro que no estaba interesado en tener una relación. El hotel Tempest West era la única prioridad que consumía todo su tiempo y energía. Sin embargo, cada vez que estaban juntos les resultaba difícil mantener las manos quietas.
Su amiga Laney siempre le decía que una mujer de verdad podía seducir a cualquier hombre, y que Evan y ella eran la prueba viviente. Julia tenía miedo de haberse enamorado. Trent la turbaba en todos los sentidos y, cada vez que lo miraba, pensaba en vivir a su lado hasta el fin de los días.
Trent tiró de ella y le puso las manos en la cintura, sacándola de sus pensamientos. El ala del sombrero texano no la dejaba verle los ojos.
–Me alegro de verte.
Julia respiró hondo y le puso las manos en el pecho. En cuanto palpó el potente pectoral a través de la camisa, le fallaron las fuerzas.
Trent sonrió y se inclinó para besarla.
Ella observó cómo se acercaban sus labios antes de sentir el roce sutil. Una avalancha de sensaciones le recorrió las entrañas. Fue un beso fugaz, pero los vestigios de sus caricias no desaparecieron.
–Quizá deberíamos… –le dijo ella, incapaz de mirarlo a los ojos–. Poner algunas reglas, Trent.
–Me parece bien –le rodeó la cintura con el brazo y la condujo hacia la puerta de entrada–. Te llevaré a tu habitación para que te pongas cómoda. Dentro de una hora cenamos y hablamos.
Julia lo miró de reojo. ¿Así de fácil?
–De acuerdo –le dijo, decepcionada y aliviada.
Trent se entregaba a su trabajo en el hotel con la misma energía que hacía todo lo demás, siempre al cien por cien. Era estricto y tenaz cuando era necesario, e inflexible cuando creía tener razón; sobre todo cuando se trataba del Tempest West. Siempre había sabido que lo convertiría en un negocio de éxito. A diferencia de su hermano Evan, él no se dejaba amedrentar por las grandes ciudades, ni tampoco tenía reparos en codearse con la elite como Brock, la parte animal de los hermanos Tyler.
Aquella promesa había salido de sus labios con facilidad:
–El Tempest West nos dará más dinero que cualquiera de los hoteles Tempest en el primer año…
Brock, que nunca había rechazado un reto, había escuchado sus palabras sin pestañear. Tenía previsto abrir otro hotel en Maui e Evan iba a supervisarlo todo. Todavía seguían comportándose como niños. Aún eran dos chavales testarudos que competían y el hermano mayor se encargaba de asegurar el juego limpio. No obstante, tanto Evan como Brock pensaban que Trent no tenía ni la más mínima oportunidad de ganar.
El Tempest West era un hotel rural con toques del Oeste y una clientela muy distinta a la de los sofisticados hoteles de la cadena. Trent había invertido todo su dinero en el hotel de sus sueños y había puesto su corazón en él. Su reputación y su orgullo estaban en juego.
El hotel había abierto sus puertas con éxito, pero unos meses después la ocupación había caído y los beneficios eran mínimos. Trent se había visto obligado a despedir al director de marketing.
Necesitaba a alguien con una nueva perspectiva. Necesitaba a Julia Lowell.
Y había hecho todo lo posible por que aceptara la oferta.
Con el brazo alrededor de su cintura, la llevó hasta la recepción del hotel.
–Este es mi lugar favorito dentro del hotel.
Julia miró a su alrededor, impresionada.
–Las fotos del catálogo no le hacen justicia. Esto es increíble, Trent.
–«Increíble» es una buena de forma de describirlo.
Él nunca había escatimado en gastos para que el atardecer de ensueño de Crimson Canyon inundara la recepción del hotel. Enormes ventanales abarcaban toda la pared oeste, capturando lo mejor del paisaje exterior. Las majestuosas montañas ocultaban parte del sol de poniente y un halo de oro teñía las tierras de Trent.
Él le puso una mano en el hombro y señaló con la otra.
–¿Ves ese mar azul? Es Destiny Lake. Hay una leyenda sobre él. Algún día te la contaré.
–Trent, esto es magnífico. Has metido el Oeste aquí dentro, con el mobiliario y las enormes chimeneas. No parece la recepción de un hotel, sino un acogedor lugar de encuentro.
Trent le apretó el hombro.
–Quiero enseñártelo todo: las tierras, el lago, los establos… Hay una barraca moderna, donde duermen los vaqueros. Mañana iremos de visita turística.
La sonrisa satisfecha de Julia le hizo sentir un latigazo de deseo. En una ocasión ella había sonreído de esa forma antes de caer en sus brazos tras un orgasmo arrollador.
Tenía un cuerpo esbelto, unas piernas de infarto, el cabello castaño y unos ojos verdes que quitaban el sentido. Pero ella era mucho más que eso. Aquellas noches de sexo habían sido las mejores de su vida. Cuando estaban cerca el uno del otro, se producía una explosión de pura dinamita.
Trent sintió una punzada de culpa. Había usado todas sus armas para que aceptara el empleo, pero no podía decirle la verdad sin poner en peligro el futuro del hotel. Siempre y cuando no averiguara que él la había hecho perder el contrato con los restaurantes Bridges de Nueva York, estaría a salvo. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para ocultarle aquella flagrante manipulación. Tenía que impedir que lo supiera.
La quería en la dirección del hotel, y también en su cama. Ella era capaz de subir la ocupación y podía ayudarlo a demostrar que el Tempest West estaba a la altura de los otros hoteles. Además, así podrían saciar la sed que sentían el uno por el otro.
–Vendré a buscarte dentro de una hora para la cena –le dijo de camino al ascensor que la llevaría a una pequeña suite en el tercer piso.
Se sacó una tarjeta del bolsillo y la puso sobre la palma de la mano de Julia. Sus dedos rozaron los de ella fugazmente.
–Entraría contigo, pero si lo hago no tendrás el descanso que te mereces.
Ella sacudió la cabeza.
–Trent…
Él la soltó y recorrió sus largas piernas con la vista hasta llegar a las sandalias rojas que llevaba puestas.
En una ocasión le había pedido que se lo quitara todo, excepto esos zapatos tan sexys, y entonces le había hecho el amor.
–Los llevas.
Julia parpadeó.
–Hacen juego con el vestido –dijo ella.
Él esbozó una sonrisa.
–Claro. Tú tienes mucho gusto para vestir.
Julia se quitó las sandalias en cuanto entró en la habitación. Respiró profundamente y ahuyentó los recuerdos que los zapatos evocaban. Fue hacia el hermoso arreglo floral que la esperaba sobre la mesa del salón y leyó la tarjeta.
Aquella suite confirmaba todas sus expectativas sobre el Tempest West. El hotel era rústico, pero tenía clase y estilo. Era lujoso y discreto al mismo tiempo; simple pero elegante. Trent no había escatimado en gastos y estaba muy orgulloso de la decoración, de las vistas y del inteligente uso de los espacios.
Fue hacia el ventanal y contempló las vistas. El hotel no tenía más que tres pisos, pero su atractivo principal consistía en hileras de suites adosadas que se extendían desde la estructura principal formando una herradura.
–Te has superado a ti mismo, Trent –murmuró, con un atisbo de sonrisa en los labios.
Él lo hacía todo con entusiasmo, entregándose a fondo.
Entró en el amplio dormitorio y abrió la maleta. Metió la ropa informal en los cajones y colgó las prendas de trabajo en el armario. Después fue hacia la puerta de roble que conducía a un balcón privado y tomó el teléfono móvil.
Su padre contestó después del segundo timbrazo.
–Es estupendo, cielo. Me alegro de que me hayas llamado.
Julia ya no era una niña, pero siempre escuchaba los buenos consejos de su padre. Su madre había muerto dos años antes y él estaba muy solo.
Siempre habían estado muy unidos, y su padre había sentido un gran alivio al saber que no iba a marcharse a Nueva York. Ella, en cambio, se había llevado una gran decepción al perder el contrato con esa cadena de restaurantes.
Unos días después de sufrir aquel golpe Trent se había presentado en su casa con una disculpa. Las flores, el champán y una noche de pasión en sus brazos habían sido suficiente para que aceptara el empleo en el hotel.
El vaquero le había hecho una oferta que era difícil de rechazar, y no había tenido más remedio que decirle a su padre que se iba a Arizona.
–Bueno, ¿cómo es el Tempest West?
–Papá, es impresionante. Este lugar tiene muchísimas posibilidades. Creo que podré ayudar a Trent y juntos lo convertiremos en el destino turístico favorito de la elite.
–No me cabe duda. Te pareces a mí.
Ella soltó una carcajada al recordar el éxito de su padre en el sector bancario. A él se le daban bien los negocios y ella había salido a él.
–Ya lo sé. Tú me has dado el ingenio y yo voy a usarlo en este proyecto.
–Esa es mi chica.
Tras hablar con su padre, Julia se quitó la ropa y se dio una ducha rápida. Unos minutos después, se puso una bata que había sacado del armario y disfrutó del suave tacto del algodón sobre la piel.
Entonces se dejó caer en la mullida cama con dosel y se echó una siesta antes de la cena.
–Julia, soy Trent. ¿Estás ahí?
Julia se levantó, desorientada al oír la voz de Trent. Las horas volaban.
–Sí, sí. Estoy aquí, Trent –dijo, anudándose la bata de camino a la puerta.
Quitó el pestillo y la abrió unos centímetros.
–Lo siento. Me eché una siesta y perdí la noción del tiempo.
–¿Puedo pasar?
–No me he vestido. Te veré en…
–Julia, déjame entrar.
–¿Es una orden del jefe?
–Si es necesario, sí.
Aquellas palabras dulces con un ligero tono sureño la derritieron de inmediato. Se apartó de la puerta y le dejó entrar.
Consciente de que no llevaba nada debajo, Julia se sintió incómoda con aquella bata. Trent, en cambio, parecía estar a sus anchas con unos vaqueros negros, una camisa blanca, botas pulidas y una sonrisa de anuncio.
Sobre la mesa había un ramo de lilas. La tarjeta decía «Haremos grandes cosas juntos».
–Tienes buen gusto para las flores –dijo ella.
Trent volvió a sonreír.
–También sé atarme los cordones de los zapatos.
–Tienes mucho talento.
Él arqueó una ceja y la devoró con la mirada.
–Sabes que sí.
El calor que recorría el cuerpo de Julia se convirtió en un torrente de lava. Siempre había sido así con Trent. Incluso la conversación más sencilla adquiría dobles sentidos. Y esas insinuaciones solían acabar en una noche de pasión.
–Será mejor que me vista –dijo ella, dándose la vuelta.
Trent la agarró del cinturón de la bata, que se soltó fácilmente. Se paró detrás de ella y sus manos encontraron la abertura. Le acarició el vientre suavemente.
–Mmm. Lo sabía.
–Trent…
–No llevas nada debajo de la bata, Julia. Y estás en mis brazos –le dijo, besándola en el cuello.
Julia se dejó acariciar, consciente de la ola de fuego que la abrasaba por dentro. Él deslizó las manos hacia arriba, hasta toparse con sus pechos.
–Ahora trabajo para ti –le dijo ella.
–No estamos en horas de trabajo.
–Pero no me parece correcto.
Una risotada escapó de los labios de Trent.
–No me mientas.
Sí… Le había mentido. Lo deseaba con todas sus fuerzas, pero también se había engañado a sí misma. Ella quería más de Trent; quería lo que tenían Evan y Laney. Quería amor verdadero y tener una familia. Se había encerrado en su profesión, pero era demasiado romántica como para no anhelar un futuro con un hombre que la amara incondicionalmente. Ya había cometido un error con un compañero de Powers International. Había estado a punto de perder su trabajo y su reputación con un hombre ansioso de poder que la había utilizado. Había superado lo de Terry Baker, pero el dolor de la traición no había desaparecido. Por fin tenía su propia empresa, Lowell Strategies, pero su reputación seguía en la cuerda floja. Y también su corazón.
Trent le abrió la bata un poco más y le acarició los pechos y las caderas, deslizando los dedos arriba y abajo como un experto guitarrista tocando una erótica melodía.
–Puedes apartarte y vestirte –le susurró al oído–. O dejar que te quite esta bata.
A Julia se le estaban acabando las excusas.
–Tenemos que hablar del hotel.
Trent había dejado claro lo importante que el nuevo proyecto era para él. La había llamado de inmediato para que empezara a trabajar en la nueva campaña de promoción del Tempest West.
–Lo haremos. Después…
Puso los labios en el cuello de Julia y ella sintió un cosquilleo delicioso. Trent era el mejor seductor y, aunque sabía lo que significaba ese «después», no podía negarse.
De pronto sonó el móvil de Trent, que masculló un juramento.
–Maldita sea. Tengo que contestar –le dijo, apartándose.
Julia suspiró, aliviada, y fue hacia el dormitorio. Cerró la puerta, pasó el pestillo y se recostó contra la pared, respirando profundamente una y otra vez.
Entonces se quitó la bata y se vistió rápidamente. No podía enamorarse del jefe.
–Te escapaste –dijo Trent con una sonrisa, y le sirvió una copa de champán.
Julia contempló las burbujas de la bebida dorada. Mientras Trent hablaba por teléfono ella se había enfundado en un vestido negro muy conservador, acorde con el maletín de trabajo que llevaba en la mano.
Entonces Trent la había llevado a un salón privado dentro del restaurante principal, el Canyon Room.
–Era necesario… No quería gastar las fuerzas nada más llegar.
–Bueno, entonces… debería asegurarme de que te alimentas bien.
Sus miradas se encontraron durante un instante y entonces él levantó la copa.
–Por ti, Julia. Gracias por venir y echarme una mano.
Ella sonrió y chocó su copa.
–Todavía no he hecho nada.
Bebió un sorbo de champán y saboreó el frío líquido efervescente.
–Pero lo harás. He mirado tu currículum. En menos de un año transformaste el Fitness Fanatics Gym. Aquel negocio estaba muerto. Allí solo iban culturistas adictos y levantadores de peso profesionales. Ahora está enfocado a toda la familia. Los padres llevan a sus hijos. Los niños aprenden a comer bien y a mantenerse en forma. El programa de Fit Fans para niños es genial.
Julia aceptó los cumplidos con modestia. Había trabajado muy duro en esos proyectos.
–Gracias. Todavía no me puedo creer lo bien que salió todo. El proyecto superó todas mis expectativas –inclinó la cabeza y miró a Trent fijamente–. ¿Comprobaste mi currículum?
–Muchas veces, y siempre has superado mis expectativas.
Julia se derritió al ver cómo le brillaban los ojos al hablar de ello. Le dio otro sorbo al champán y recordó cómo la habían tocado sus suaves manos unos minutos antes.
Trent era una fuerza incontrolable para ella.
–Sabes que no me refería a eso.
Él sonrió antes de beber un poco de champán.
–Lo sé, pero también sé que estamos muy bien juntos. No he estado con otra mujer desde que nos conocimos.
Julia tragó en seco y se aclaró la garganta. Jamás habían hablado de compromiso. Habían tenido una aventura que seguía dando coletazos, pero ella sabía que Trent nunca iba en serio. Él jamás le había prometido la exclusiva, pero aun así resultaba sorprendente que no hubiera estado con otras mujeres. Además, parecía querer retomarlo donde lo habían dejado la otra vez.
–Yo tampoco… he estado con otros hombres.
¿Cómo iba a hacerlo? Nunca había encontrado a nadie mejor que Trent Tyler, ni en la cama ni fuera de ella.
–De acuerdo, siempre y cuando lo tengamos claro.
Su expresión decía que se alegraba tanto como ella.
Julia se acomodó en la silla y cambió de tema.
–¿Has hablado con Evan últimamente?
–No. Supongo que está en otro mundo con lo del bebé.
Evan era el marido perfecto, tierno, cariñoso y paternal. Julia envidiaba mucho a Laney y esperaba encontrar esa clase de amor algún día.
–Así es. Los voy a sorprender a los dos con una fiesta premamá. Laney sabe que le voy a hacer una fiesta, pero cree que faltan muchos meses todavía. Vas a tener que darme algo de tiempo libre para los preparativos.
Trent consideró la petición y entonces se encogió de hombros.
–¿Por qué no la haces aquí?
–¿Aquí? –Julia parpadeó–. ¿Aquí, en el Tempest West?
–Eso es. Primero, no puedo prescindir de ti por mucho tiempo. Segundo, la familia todavía no ha visto el hotel terminado. Había pensado invitarlos pronto. Tercero, puedo hacer que los recoja el jet de la empresa. Cuarto, te será más fácil prepararlo todo.
–Y tú estás empeñado en facilitarme las cosas, ¿no?