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Más que un millonario Por una confusión en la clínica, la mujer equivocada se quedó embarazada. Ryan iba a hacer lo que fuera para reclamar lo que era suyo, pero Nicole Hightower, la encantadora heredera de una compañía aérea, no estaba dispuesta a entregarle a su futuro hijo tan fácilmente. ¿Habría alguna manera de tenerlos a ambos… sin realizar promesas que jamás podría cumplir? Heredera secreta Gage Faulkner era el enemigo, el espía de su hermanastro. Al menos, eso era lo que la recién descubierta heredera Lauren Lynch se decía a sí misma. A pesar de la emoción que la joven piloto sentía ante el repentino interés del rico y guapo empresario, Lauren sabía lo que él estaba buscando: demostrar que era una cazafortunas. No me olvidarás Trent Hightower había dejado a Paige McCauley tras una frustrada noche juntos y se había olvidado de ella. Un año después, Paige pretendía vengarse. Pero Trent no era el hombre que ella pensaba que era. Si hubiera estado con aquella atractiva mujer, lo recordaría a la perfección…
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Seitenzahl: 544
Veröffentlichungsjahr: 2019
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
N.º 47 - octubre 2019
© 2009 Emilie Rose Cunningham
Más que un millonario
Título original: More Than a Millionaire
© 2009 Emilie Rose Cunningham
Heredera secreta
Título original: Bedding the Secret Heiress
© 2009 Emilie Rose Cunningham
No me olvidarás
Título original: His High-Stakes Holiday Seduction
Publicadas originalmente por Silhouette® Books
Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2010
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imágenes de cubierta utilizadas con permiso de Dreamstime.com.
I.S.B.N.: 978-84-1328-741-6
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Más que un millonario
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Heredera secreta
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
No me olvidarás
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Si te ha gustado este libro…
–Defina «incidente desafortunado» –le ordenó Ryan Patrick al director de la Lakeview Fertility Clinic desde el otro lado del escritorio al que ambos estaban sentados.
La silla del director crujió, revelando con ello un nervioso movimiento de éste.
–Uno de nuestros empleados en prácticas se olvidó de establecer el número de referencia en su muestra. Sólo comprobó los nombres, los cuales estaban a la inversa. Quiero asegurarle, señor Patrick, que ésta es una circunstancia poco corriente. Realizamos muchos controles para evitar…
–¿Qué implica esto? ¿Qué implica para mí? –interrumpió Ryan, impaciente.
El director de la clínica respiró profundamente.
–Su esperma ha sido inseminado en la mujer equivocada.
Ryan sintió cómo se le ponían tensos los músculos de la tripa. Pensó que aquello sólo sería un problema si…
–Hace dos semanas se confirmó el embarazo de la mujer –añadió el director.
El problema existía. Y era un problema que ponía en peligro el propósito de Ryan de demostrarle a su padre que había sentado cabeza y que estaba preparado para tomar las riendas de la dinastía arquitectónica Patrick. Pero él era un maestro resolviendo problemas. No habría llegado tan alto en la escalera del éxito si hubiera tirado la toalla ante cada obstáculo.
Pensó que era una pena que su propio padre no se diera cuenta de ello.
–¿Hace dos semanas? ¿Y por qué se me está informando ahora? ¿Y qué ocurre con la mujer que contraté como madre de alquiler?
–Descubrimos ayer lo que había ocurrido, cuando la mujer que usted había contratado vino a la clínica porque tenía una cita. No pudimos inseminarla ya que, como usted requirió, sólo teníamos una muestra.
Ryan sólo había dejado una muestra de su esperma porque, debido a la reputación de la que gozaba aquel lugar, había esperado que lo consiguieran a la primera.
–¿Está seguro de que esta otra mujer está embarazada de un hijo mío?
–Sí, señor.
Frustrado, Ryan trató de controlarse. Una vez que había decidido alquilar un vientre para así tener un hijo, había estado meses entrevistando mujeres para obtener a la candidata perfecta… una que tuviera buen aspecto, que fuera inteligente y que gozara de unos buenos genes. Una mujer que no se encariñara con el bebé que llevaría durante nueve meses en su vientre y que no pusiera ningún tipo de problema cuando tuviera que entregarle al niño.
¡Pero en aquel momento, una mujer que él no había elegido llevaba a su hijo en las entrañas!
–¿Quién es ella?
–No puedo revelarle esa información, señor.
Ryan se levantó de la silla, completamente enfurecido.
–¿No puede revelarme la identidad de la mujer que está embarazada de un hijo mío?
–Así es. La confidencialidad…
Ryan pretendía obtener aquella información de una manera u otra. Apretó los puños sobre el escritorio y se echó hacia delante.
–No me fuerce a traer aquí a todo un equipo de abogados. No sólo sería muy costoso para usted, sino que la publicidad negativa que lograría causaría que su clínica desapareciera de la lista de los centros de fertilidad más importantes del país. Estamos hablando de mi futuro hijo y tengo derecho a saber quién es y donde está su madre, así como si ésta está capacitada para ejercer una maternidad digna. Quiero saber todo lo que sepan de ella.
La cara del director de la clínica se tornó completamente roja.
–Señor Patrick, estoy seguro de que comprende que la política de privacidad de la Lakeview…
–Quiero que me dé ahora mismo su nombre y sus datos. Si no, mi equipo legal se pondrá en acción contra ustedes antes de la hora de comer –amenazó Ryan.
El otro hombre se puso tenso. Tragó saliva con fuerza y buscó algo en una carpeta que tenía en el escritorio.
–Estoy seguro de que eso no será necesario –dijo–. La señora Hightower, nuestra otra clienta, parece una persona razonable y comprensible. Una vez que le explique la situación…
–Yo me ocuparé del asunto. Ustedes ya han metido bastante la pata. Pueden intentar camuflar su error con palabras como «incidente», «circunstancia» o «situación», pero lo cierto es que han cometido una negligencia.
El sudor comenzó a correrle por la frente al director de la clínica. Ryan se quedó mirándolo sin parpadear. En cuanto el señor palideció, supo que obtendría lo que quería sin la intervención de sus abogados. Se sintió satisfecho ya que no quería que su padre se enterara de aquel desastre.
–Iré a buscar la información que necesita, señor –confirmó el director de la clínica.
Ryan se echó para atrás en la silla cuando el director salió del despacho. Pensó que lo siguiente que iba a hacer era encontrar a aquella mujer y convencerla de que le entregara el bebé que iba a tener… de la misma manera en la que la madre de alquiler iba a haberlo hecho.
Iba a ser la mejor tía que su bebé podría tener.
Y tendría que ser suficiente. Tenía que serlo.
Nicole Hightower se acarició la tripa, la cual sentía muy alterada, con una mano mientras que con la otra tomaba una galletita salada. Pensó que finalmente iba a tener un bebé de Patrick.
Y de Beth.
Pero recordó que su sueño no estaba marchando tal y como lo había previsto.
Se llevó la galletita a la boca y trató de centrarse en el calendario que tenía delante. Tenía que organizar los pilotos de los clientes, la tripulación y el mantenimiento de los aviones para los siguientes tres meses. Normalmente le encantaba tener felices a los clientes y evitarles todo tipo de estrés, pero aquel día su vida privada estaba distrayéndola de la mucha cantidad de trabajo que tenía.
Supo que renunciar a su bebé sería difícil, pero podría soportarlo ya que no sólo sería su madrina, sino también una tía involucrada en la vida del pequeño… o pequeña. Su hermana se lo había prometido… y Beth siempre mantenía sus promesas. Siempre había podido contar con su hermana mayor… incluso en los momentos en los cuales no había podido contar con sus padres. Llevar dentro de su vientre un hijo para Beth era lo mínimo que podía hacer.
Como su hermana continuaría trabajando en la administración de Hightower Aviation y llevaría el bebé a la empresa todos los días, podría acompañar a Beth durante la hora de la comida y ver al pequeño. Incluso desde su propio escritorio podría observar a su be… a su sobrino o sobrina. Abrió un icono en el escritorio de su ordenador y la guardería de la compañía salió en pantalla. Los encargados de los pequeños estaban muy ocupados cuidando de los adorables hijos de los empleados de HAMC.
Pero en aquel momento sonó el interfono, lo que provocó que regresara a la realidad. Se apresuró en desconectarse con la guardería de la empresa.
–¿Sí?
–Hay aquí un tal Ryan Patrick que quiere verte.
Nicole sonrió ante el error que creía que había cometido su asistente.
–Querrás decir Patrick Ryan.
–No. No estoy hablando de tu cuñado –susurró Lea–. Estoy hablando del guapo hombre de pelo negro, ojos azules e impresionante estatura que está esperando para verte en el área de recepción. La tarjeta de negocios que me ha entregado dice que es el vicepresidente de Patrick Architectural Designs. Por si no lo sabes, es una de las empresas más prestigiosas de Knoxville. ¿Estamos expandiéndonos de nuevo?
–Por lo que yo sé, Hightower Aviation no tiene planeado construir ninguna estructura más.
Tras contestar aquello, Nicole recordó que su hermano mayor, Trent, que era el jefe ejecutivo de la empresa, no le contaba todo. Como hasta hacía poco ella había sido la Hightower más joven, con frecuencia la dejaban al margen de las cosas.
Comprobó su agenda varias veces para asegurarse de que no se había olvidado de ninguna cita y pudo certificar que no esperaba a nadie hasta dentro de una hora. Entonces, como no le gustaba verse con nadie sin estar preparada, introdujo en el ordenador la búsqueda de información de Patrick Architectural Designs. Le aparecieron una serie de enlaces y eligió el que le pareció más útil. Lo abrió y examinó la página web. No había ninguna fotografía del señor en cuestión, sino sólo de los edificios que su estudio de arquitectura había construido. También había una breve historia de la empresa en sí. Y era impresionante.
–Patrick Architectural es una empresa comercial con muchos proyectos por todo el continente –le comentó a su asistente a través del interfono–. ¿Crees que el señor Patrick pueda ser un cliente potencial?
–Prefiero mi fantasía a tu lógica –bromeó Lea.
–Siempre ha sido así, Lea. Hazle pasar.
–Ahora mismo.
Nicole se quitó las migas que habían caído en su blusa de seda y las tiró a la papelera. A continuación metió la caja de galletitas en el cajón de su escritorio. Se levantó en el momento exacto en el que Lea llamó a su puerta y la abrió.
El hombre que entró en su despacho como si poseyera aquel lugar era todo lo que su asistente había dicho y mucho más. Tenía un precioso pelo y unos anchos hombros realmente impresionantes. Sus ojos no eran simplemente azules, sino que poseían una intensa tonalidad cobalto.
Aquel extraño la miró fijamente, como si ella fuera un avión que él estuviera considerando comprar.
Ella tuvo que controlar el impulso de comprobar su escote y la comisura de sus labios por si le habían quedado restos de migas…
–¿Nicole Hightower?
–Sí, soy yo –contestó ella, tendiéndole la mano–. ¿En qué puedo ayudarle, señor Patrick?
El apretón de manos que le dio aquel hombre fue fuerte, cálido, firme y electrizante.
Nicole pensó que haber tenido que renunciar a la cafeína debía de haber tenido unos efectos imprevistos en su organismo ya que, si no, no comprendía por qué había sentido aquel impacto con un simple contacto físico. Apartó la mano educada pero apresuradamente.
La intensa mirada de aquel extraño se dirigió entonces a Lea. Le transmitió algo que intranquilizó intensamente a la pelirroja.
–Me… marcho –dijo ésta.
Sorprendida, Nicole observó a su normalmente imperturbable asistente salir con premura de su despacho y cerrar la puerta tras de sí.
Lea no sólo era una empleada, sino que también era una amiga y, en ocasiones, la línea entre la amistad y las relaciones laborales se difuminaba… como cuando su asistente le había expresado su profunda disconformidad con la decisión que había tomado de convertirse en un vientre de alquiler para su hermana y su cuñado. Pero sólo lo había hecho porque sabía los sentimientos que ella tenía por el marido de su hermana. Ambas habían sido compañeras de habitación en la universidad cuando Nicole se había enamorado perdidamente de Patrick…
–Por favor, siéntese, señor Patrick, y dígame qué puedo hacer por usted.
Al ir a sentarse, se percató de que él no dejaba de mirarla de arriba abajo. El embarazo había aumentado el tamaño de sus senos y esperaba que no hubiera tenido el mismo efecto en su trasero… aunque se dijo a sí misma que no importaba lo que él pensara de su anatomía.
Una vez que ella se hubo sentado en su silla, él hizo lo mismo en la silla que había al otro lado del escritorio.
–Felicidades por su embarazo.
Sorprendida, Nicole se quedó completamente atónita. No había compartido la noticia con nadie más que con Beth, Patrick y Lea. Los futuros papás habían tenido el derecho de saberlo, y Lea la había visto vomitando en varias ocasiones, por lo que había deducido la causa. El resto de su familia y amigos lo descubrirían el sábado, cuando Beth y Patrick realizaran el anuncio oficial del embarazo durante el picnic que solía hacer la familia el Día de los Trabajadores. Ella suponía que la gente que la conocía se quedaría levemente impresionada ante la decisión que había tomado.
–Gracias. ¿Qué le ha traído a Hightower Aviation?
–El hecho de que el niño que lleva en su vientre es hijo mío.
Aquella afirmación impactó a Nicole, la cual se echó para atrás en la silla.
–¿Perdóneme?
–La clínica de fertilidad cometió un error y la inseminaron a usted con mi esperma en vez de con el de su donante.
–Eso no es posible –contestó ella, sintiéndose mareada. Agarró con fuerza el borde de su escritorio.
Observó cómo su visita buscaba algo en el bolsillo de su abrigo, cómo sacaba un sobre de éste y se lo ofrecía. Pero no pudo tomarlo ya que se había quedado físicamente inmóvil.
Él dejó el sobre encima del barnizado escritorio y pudo ver que Nicole lo miraba como si fuera una venenosa araña.
–El director de la clínica ha escrito una carta explicando la situación. En resumen, mi nombre es Ryan Patrick y el nombre del donante que propuso usted es Patrick Ryan. No se comprobaron las referencias y la inseminaron con el esperma erróneo ya que algún imbécil no se percató de que había una coma.
Ella se sintió invadida por el horror y le dio un vuelco el corazón.
–No. Usted debe de estar equivocado.
–Léalo usted misma.
Nicole se quedó mirando el sobre. Sintió miedo de abrirlo. Pero se percató de que no podía demostrar que aquel hombre estaba equivocado si no lo abría. Le temblaron las manos al ir a tomarlo.
Le pareció que el sonido que emitió al abrir el sobre y desdoblar la hoja que había dentro fue anormalmente alto. La carta tenía impreso el logotipo de Lakeview en la parte superior y estaba firmada por el director de ésta. Se forzó en leer el documento.
Ciertas palabras captaron su atención. Desafortunado error… Confusión de donantes… Sinceras disculpas…
Ella se llevó una mano a su alterado estómago y dejó caer la carta.
–Debe de haber algún tipo de error.
–Sí. Lo cometieron en la Lakeview Fertility Clinic. Y debido a ese error, usted está embarazada de un hijo mío.
–Eso no puede ser.
–Desearía que lo que usted dice fuera verdad.
Nicole se quedó mirando la carta y comenzó a plantearse las posibles repercusiones de aquello. Repercusiones para Beth y Patrick. Para el hombre que tenía delante. Incluso para ella misma. Pero era demasiado para poder asimilarlo.
Se forzó en comportarse con profesionalidad y la mejor manera de hacerlo era centrarse en el problema de aquel Ryan Patrick en vez de en el suyo propio.
–Lo siento. Esto debe de ser muy difícil para su esposa y usted.
–No estoy casado.
–Entonces… para su novia.
–Tampoco tengo novia.
Aquello confundió a Nicole por completo.
–Me temo que no comprendo la situación.
–Voy a ser un padre soltero.
–Eso no es inusual para una mujer, pero… ¿no es un poco extraño para un hombre? ¿No se podría usted simplemente casar?
–Ya he estado casado y no pretendo volver a hacerlo.
Ryan Patrick sacó un segundo sobre de su bolsillo y lo dejó delante de ella.
–Estoy dispuesto a ofrecerle la misma cantidad de dinero y apoyo médico que le ofrecí a la mujer que contraté como vientre de alquiler.
–¿Alquiló un vientre? –preguntó Nicole, impresionada.
Se preguntó a sí misma por qué un hombre con el aspecto de aquél necesitaría pagarle a nadie para que se embarazara de un hijo suyo. Estaba segura de que tendría miles de mujeres suplicándole que les diera a ellas el privilegio.
–Contraté a una mujer muy bien cualificada. Llevé a cabo un intenso proceso de selección.
A Nicole no le hizo gracia lo que había implicado él; que ella no estaba tan bien cualificada para tener un hijo suyo. Por segunda vez aquella misma mañana, se forzó en leer algo que no quería y tomó el contrato.
Impresionada, miró el documento en el cual aparecía su nombre en los lugares adecuados.
–¿Usted quiere comprarme mi bebé?
–Es un contrato de servicios. Usted me proporciona un producto y yo le pago por éste, así como por el uso de su cuerpo –contestó Ryan con frialdad.
¿Un producto? A ella no le hizo gracia alguna aquella expresión y se sintió invadida por una intensa actitud posesiva. Se abrazó a sí misma por la cintura. Hasta aquel momento había estado dispuesta a entregarle su bebé a Beth y a Patrick. Con dignidad. Sin pelea alguna. Pero de ninguna manera iba a venderle su futuro hijo a aquel extraño.
–Ha perdido la cabeza, señor Patrick.
–Es mi hijo.
–También es mío. Es mi óvulo. Mi cuerpo. Mi tiempo.
–Las condiciones de mi contrato son bastante generosas.
Nicole le lanzó el documento para devolvérselo, pero él no hizo ningún esfuerzo para tomarlo y las páginas quedaron esparcidas por el escritorio.
–No me importan sus condiciones. Vuelva a utilizar el vientre de alquiler que había contratado.
–¿Y olvidarme de que voy a ser padre de un niño?
–Sí. Usted no tiene ninguna atadura sentimental con nosotros ni ninguna obligación financiera. Puede tener otro bebé más fácilmente de lo que lo puedo hacer yo. Tendré que llevar en mi vientre a este niño durante nueve meses y su contribución sólo duró unos segundos.
–Sólo está embarazada de ocho semanas. Todavía no ha tenido tiempo de crear ningún lazo afectivo…
–Usted no tiene ni idea de lo que está hablando.
Ella había comenzado a querer al bebé desde el primer momento en el que había notado que sus papilas gustativas habían comenzado a enloquecer… pocos días después de la concepción e incluso antes de haberse realizado la prueba de embarazo.
–Lo siento, no voy a creer su historia sin ninguna prueba.
–Pero ya la tiene –contestó Ryan, asintiendo con la cabeza ante la carta del director de la clínica.
–Esto no es suficiente –aseguró Nicole. Pensó que, si era necesario, analizaría personalmente los archivos de la clínica. Y si aquello no funcionaba… siempre quedaba el recurso de una prueba de ADN. Se preguntó cuándo se podría realizar y si sería seguro para el bebé.
–Usted sólo tiene veintiocho años. Le queda tiempo más que suficiente para tener otros hijos –comentó el señor Patrick, esbozando una dura mueca.
–Pues usted no es precisamente un anciano.
–Tengo treinta y cinco años.
–Las mujeres tienen menos años fértiles que los hombres. Usted podrá seguir teniendo hijos durante cincuenta años más.
–Quiero tener un hijo ahora –respondió él, irritado–. Y no me voy a marchar para darle la oportunidad de que me denuncie con la intención de obtener una cuantiosa manutención.
Ella pensó que aquel estúpido hombre tenía una personalidad terrible. Normalmente siempre encontraba algo que podía gustarle en la gente… incluso en las personas más difíciles. Pero con Ryan Patrick no le había ocurrido lo mismo. Lo único que le había gustado del hombre era su apariencia física, que era maravillosa.
Respiró profundamente y se recordó a sí misma que cualquier problema podía ser resuelto con paciencia, educación y perseverancia. Aquella regla nunca le fallaba.
–Yo jamás haría algo así, señor Patrick. No quiero, ni espero, nada de usted.
–¿Espera usted que yo acepte tan fácilmente la palabra de una extraña? –contestó Ryan.
–No me interesa su dinero y estoy dispuesta a que mi abogada redacte un documento en el cual se le libre a usted de toda responsabilidad –aseguró Nicole.
–Eso sería inútil: usted tendría dieciocho años para cambiar de idea.
Ella sintió ganas de abofetearlo.
–Señor Patrick, no podría entregarle este bebé incluso aunque quisiera… lo que no es el caso.
A continuación se llevó las manos a la tripa y repitió las palabras que se habían convertido en su mantra desde que se había comprometido con aquel plan.
–Este bebé no es mío. Voy a tenerlo para mi hermana y mi cuñado.
Quienes quizá no querrían el bebé si no era hijo de Patrick…
El pánico se apoderó de ella al contemplar aquella posibilidad y sintió cómo el sudor le recorría el cuerpo. Se preguntó qué iba a hacer. Lo único que tenía claro era que no iba a entregarle el bebé a aquel estúpido neandertal que actuaba como si renunciar a su hijo fuera tan fácil como darle limosna a un mendigo.
–¿Le ha alquilado su vientre a otras personas?
–Sí. Patrick Ryan es mi cuñado –contestó Nicole.
–¿Cuánto le está pagando?
–Nada –respondió ella, consternada–. Esto es un regalo –añadió, echándose para atrás.
–Yo le ofrezco cien mil, más gastos extras. Usted va a renunciar al niño de todas maneras… ¿por qué no entregármelo a mí? El año que viene podrá tener el niño de su cuñado.
–No soy una yegua de cría –dijo Nicole, completamente alterada.
–Yo haré que merezca la pena –aseguró él.
–No, gracias. Les di mi palabra –sentenció ella, la cual quería hacer algo por su hermana, en vez de que ésta siempre estuviera sacrificándose para beneficiarla. Le debía mucho a Beth.
–Diles que has cambiado de idea. Si el óvulo es tuyo, entonces el bebé no le pertenece ni a tu hermana ni a su marido.
–Firmé un contrato –explicó Nicole, más para ella misma que para Ryan. Aunque se preguntó a sí misma si el contrato era válido incluso si el bebé no era de Patrick.
–Los contratos pueden romperse.
Nicole pensó que tenía que hablar con su abogada antes de enfrentarse a los aspectos legales de todo aquello.
–Usted no comprende. Yo seré la tía de este niño. Lo veré prácticamente todos los días. Podré verlo, o verla, crecer y seré parte de su vida. Seguiré siendo su familia.
Tras decir aquello, se percató de que aquella idea había parecido mucho mejor antes de que se confirmara el embarazo.
–Vuelva a ponerse en contacto con la mujer que contrató como vientre de alquiler.
–Usted está embarazada de mi primogénito y los primogénitos Patrick han tomado el relevo de la empresa familiar desde hace tres generaciones.
–¿Y qué ocurriría si mi futuro hijo no quiere ser arquitecto?
–¿Por qué no iría a querer serlo? –preguntó Ryan, levantando una ceja.
–Porque yo no tengo vena artística y tal vez él o ella salga a mí.
–O tal vez salga a mí y será un extremadamente buen arquitecto. No convierta esto en una batalla legal, señorita Hightower.
La amenaza del señor Patrick estaba más que clara. Ella sintió cómo se le ponían rígidos los músculos de la espina dorsal y cómo se le aceleraba intensamente el corazón. Volvió a abrazarse la cintura de manera protectora…
–Éste es mi bebé.
–¿Seguro? ¿No me ha dicho que ha firmado un contrato para entregarlo en cuanto nazca? Como padre biológico del niño, probablemente tenga más derecho a tenerlo conmigo que usted.
Nicole se sintió aterrorizada. Sintió mucho miedo de que lo que había dicho él fuera cierto. Pero pensó que no iba a rendirse sin pelear. Entonces miró a los ojos al señor Patrick a modo de reto.
Las facciones de éste reflejaron cierta tensión, lo que le dejó claro que había recibido el mensaje.
Ryan se levantó y ella hizo lo mismo para estar a su mismo nivel. Pero, aun así, tuvo que alzar la cabeza. Se dio cuenta de que él era más alto de lo que había pensado.
–Esta conversación se ha terminado, señor Patrick, hasta que yo hable con mi abogada.
–Hágalo. Mi abogado la telefoneará a usted. Pero le advierto, señora Hightower, que yo siempre obtengo lo que quiero y ejerceré de padre con mi futuro hijo. No se ponga las cosas difíciles, acéptelo y no prolongue esta situación.
Tras decir aquello, Ryan Patrick se dio la vuelta y se apresuró en salir del despacho de Nicole. Se llevó con él todo el oxígeno que quedaba en la sala.
Ella se sentó en la silla de su escritorio e intentó recuperar las fuerzas, aunque se sentía invadida por la adrenalina. Se dijo a sí misma que tenía que hacer algo para detener a aquel hombre. Si éste se salía con la suya, tal vez nunca vería a su bebé. Y no iba a permitir que eso ocurriera.
Nicole pensó que aquél era su día para recibir malas noticias.
Consternada, se quedó mirando a la mujer que tenía delante.
–¿Estás diciendo que él tiene razón? ¿Ryan Patrick tiene más derecho a quedarse con mi bebé que yo misma?
Su abogada esbozó una comprensiva sonrisa, pero no pudo ofrecerle mucho ánimo.
–Lo siento, Nicole. En la clínica me han confirmado su historia. Hubo una confusión. Biológicamente, este bebé es suyo, a no ser que una prueba de ADN confirme lo contrario.
–Mi ginecóloga me dijo que no puedo realizar una prueba de ADN mientras el bebé está todavía en mi vientre sin correr riesgos significativos para él. Así que eso no se puede hacer –contestó Nicole, la cual, aterrorizada, había telefoneado a su abogada en cuanto Ryan Patrick había salido de su despacho–. No creo que pueda soportar nueve meses más de incertidumbre.
–Lo comprendo. En realidad no es necesario ya que el número de referencia de Ryan Patrick… el número de referencia de su contribución… se encontró escrito en tu informe. Es una pena que el médico no lo comprobara antes de inseminarte.
En aquel momento, Nicole fue consciente de que estaba embarazada de un completo extraño.
No estaba embarazada de Patrick.
Decepcionada, sintió cómo la impotencia y la frustración la embargaban por dentro.
–El contrato que firmé con mi hermana y con mi cuñado, ¿sigue siendo válido aunque el bebé no sea de Patrick?
–Los términos del contrato establecen que les vas a entregar un niño y que no tienes ninguna intención de reclamar al pequeño. No especifica la paternidad. El acuerdo está bastante claro. Tu hermana y tu cuñado utilizaron los vocablos adecuados para protegerse en caso de que tú cambiaras de idea.
Nicole sintió cómo un intenso peso se apoderaba de su pecho.
–No quiero que Ryan Patrick obtenga la custodia. Si lo hace, tal vez yo nunca tendré contacto con mi pequeño. Por lo menos Beth me prometió dejarme participar en la vida del niño.
–Pero tu hermana no te hizo esa promesa por escrito –contestó su abogada–. Por lo que no podríamos alegarla si vamos a juicio. Me gustaría poder decir que las posibilidades de que el señor Patrick obtenga la custodia son muy pocas, pero ése no es el caso.
La abogada hizo una pausa para tomar aire.
–Ésta no es tu pelea, Nicole, a no ser que decidas intentar revocar el contrato que firmaste con tu hermana y cuñado, cosa que puedo asegurarte sería una batalla dura y costosa. Si eliges ese camino, primero tendrías que pelear contra Beth y Patrick. Y el ganador de esa pelea lucharía después contra el padre de tu futuro hijo por quedarse con el bebé
–Si rompiera el contrato que firmé, rompería las relaciones que tengo con mi familia. No lo haré. Ellos son demasiado importantes para mí.
Su abogada asintió con la cabeza.
–Entonces lo primero que tienes que hacer es hablar con Beth y Patrick. Diles lo que has descubierto y asegúrate de que todavía siguen queriendo adoptar este bebé. La decisión que tomen determinará tu próxima acción.
La idea de tener que enfrentarse a su hermana y cuñado, así como el miedo a lo que éstos fueran a decirle, provocó que Nicole se sintiera muy intranquila y mareada. Pensó que su sueño de tener al hijo de Patrick se había convertido en una pesadilla.
–Si Beth y Patrick ya no quieren este bebé, ¿puedo quedármelo yo?
–Tus oportunidades de ganar de una manera u otra no son buenas. El día que firmaste el contrato en el que renunciabas al bebé a favor de tu hermana y de tu cuñado, conscientemente formaste parte de un acuerdo sin ninguna intención de ejercer de madre. En algunos casos similares que se dieron en Texas y California, le otorgaron la custodia al padre.
Aquello no era lo que Nicole quería oír, pero pensó que, aunque pudiera quedarse con su futuro hijo, no sabría ser una buena madre. Sus padres no le habían dejado un buen ejemplo. Normalmente habían pasado más tiempo fuera de casa que con sus hijos y, cuando habían estado en su hogar, habían estado centrados en sí mismos. No había sido una situación muy agradable, a pesar del frente unido que habían presentado ante la sociedad.
–Mientras tanto… –continuó su abogada– voy a presentar una demanda contra la clínica. Aparte del error de fecundación que cometieron, han violado muchas leyes sobre privacidad al revelarle al señor Patrick tu identidad sin seguir el procedimiento legal.
–Supongo… supongo que sí que tenemos que denunciarles para evitar que le vuelvan a hacer lo mismo a otra persona. Esta tarde hablaré con Beth y Patrick –dijo Nicole, la cual temía aquella conversación más que nada de lo que había tenido que hacer en su vida… aparte del hecho de haber tenido que felicitar al hombre que amaba por casarse con su hermana.
–Nicole, te recomendaría que fueras amable con el señor Patrick. Durante mis treinta años de experiencia profesional he aprendido que es mejor que las partes se lleven lo mejor posible entre sí… ya que, si no, el asunto se pone muy feo y finalmente sale muy caro. La gente se olvida de hacer lo que es correcto y comienza a luchar para ganar, cueste lo que cueste.
El silencio de Beth y Patrick habló por ellos… como también lo hizo la mirada que intercambiaron entre sí.
Nicole sintió cómo le daba un vuelco el estómago mientras esperaba la respuesta de ambos.
–Pero el bebé todavía es vuestro… si lo queréis.
–Desde luego que lo queremos, Nicole –contestó Beth, sonriendo pacientemente–. El niño es tuyo y, por lo tanto, es familia nuestra.
Nicole se sintió muy aliviada ante aquella respuesta.
–Beth, una batalla legal podría ser muy cara –señaló Patrick con su habitual pragmatismo.
–Este bebé es un Hightower, querido –dijo Beth–. No podemos permitir que ese hombre rompa nuestra familia.
Sintiéndose invadida por los celos, Nicole observó cómo su hermana y Patrick intercambiaban otra larga y elocuente mirada. Durante los tres meses en los cuales había salido con Patrick antes de haberlo llevado a su casa para que conociera a sus padres y hermanos, jamás había compartido con él aquel tipo de comunicación silenciosa. Aunque se recordó a sí misma que Beth y Patrick llevaban casados varios años, por lo que habían tenido tiempo de desarrollar aquel tipo de habilidad. Si hubiera sido ella la que se hubiera casado con él, seguramente también habría disfrutado de aquel vínculo especial…
Pero Patrick había preferido a su hermana y ella había querido verlo feliz… aunque no fuera a su lado. Él había sido el único hombre que se había ganado su corazón.
–Beth –protestó Patrick.
–Nicole está haciendo este acto tan generoso por mí, por nosotros, para compensarme por haber cuidado de ella cuando crecimos. ¿Cómo podría yo rechazar un regalo tan desinteresado? Y, además, tú y yo queremos tener un bebé más que nada en el mundo, ¿no es así?
–Efectivamente. Más que nada en el mundo.
Nicole se preguntó a sí misma si el tono de voz de Patrick no reflejaba cierta amargura y resentimiento. Pero se dijo que no, que debía de ser sólo el efecto de lo decepcionado que se había quedado ante las malas noticias. Él y Beth habían estado intentando tener un hijo propio durante más de tres años. Los médicos no habían encontrado en ninguno de los dos ninguna posible causa para su incapacidad de concebir.
Gracias a Dios, ella se había quedado embarazada en el primer intento. Si no…
Habría recuperado la cordura, tal y como le había dicho Lea. Pero ésta no comprendía lo mucho que Beth había sacrificado por ella. Entre otras muchas cosas había renunciado a tener citas, a asistir a su promoción, así como a la universidad, simplemente para ser capaz de cuidar y otorgarle a su hermana pequeña una niñez normal.
–Esto podría terminar siendo muy caro –persistió Patrick–. Ya sabes cuánto dinero nos hemos gastado en…
–En prepararnos para el bebé –contestó Beth, esbozando una tensa sonrisa–. Sí, cariño, lo sé. Pero Nicole no tiene que preocuparse por eso. Lo que ella necesita es que alguien se ocupe de su pequeño problema y resolver problemas es lo que yo hago mejor –añadió, dirigiéndose entonces a su hermana–. No te preocupes por nada. Tu hermana mayor se ocupará de todo. Como siempre.
Nicole pensó que, en aquella ocasión, tal vez las cosas fueran distintas. No estaba segura de que la inteligente Beth fuera a ser capaz de impedir que Ryan Patrick lograra su objetivo.
Cuando Nicole llegó con varios recipientes de comida en las manos al patio delantero de la casa de su hermana, donde vio aparcado un descapotable negro, pensó que su bebé crecería feliz en aquel lugar. Beth y Patrick habían comprado aquella preciosa vivienda de dos plantas, que poseía un bonito y grande jardín trasero, con la idea de tener una familia.
Se dijo a sí misma que no podía desear más para su futuro hijo y que había tomado la decisión correcta. Todo lo que tenía que hacer era evitar que Ryan Patrick estropeara sus planes.
El olor a carne asada que impregnaba el aire le hizo la boca agua y, afortunadamente, la distrajo de sus negativos pensamientos. No había parado desde que se había levantado a las cinco de la madrugada y sólo había tomado una barra de cereales para desayunar, junto con sus vitaminas prenatales.
Como siempre hacía, entró en casa de su hermana por la puerta lateral y comprobó la cocina, en la cual no encontró a nadie. Le pareció extraño ya que había muchas cosas que hacer antes de que los invitados llegaran al mediodía. Pensó que probablemente Beth y Patrick estaban vistiéndose.
Colocó la comida que había llevado consigo en la encimera de la cocina y metió las bebidas en la nevera. Decidió encender el horno a temperatura baja y comenzar a calentar algunos platos. A continuación salió al patio trasero de la casa y sonrió. El tiempo del que estaban disfrutando durante aquel primer fin de semana de septiembre no podía ser más perfecto para un picnic. El cielo estaba despejado y la temperatura era muy cálida.
Observó que las mesas adicionales que ella había alquilado ya habían sido entregadas en la casa y colocadas en el hermoso césped del jardín. Estaban decoradas con bonitos manteles rojos y blancos, así como adornadas con flores. Todo tenía muy buen aspecto. Era el lugar ideal para anunciar que la familia iba a crecer.
Entonces se percató de que, junto a la enorme parrilla que había a un lado del jardín, había un larguirucho hombre.
–Buenos días –dijo al acercarse a él, tendiéndole la mano–. Soy Nicole Hightower.
El hombre asintió con la cabeza y le estrechó la mano.
–Bill Smith. Soy el chef que han contratado. Hace un día maravilloso para realizar un picnic.
–Así es. ¿Tienes todo lo que necesitas, Bill?
–Sí, señora. La carne de cerdo ya está casi preparada y acabo de meter el pollo. Prepararé las brochetas de verduras en unos minutos.
–Excelente –contestó Nicole–. Por favor, toma un té o una soda, y no dudes en pedirme lo que necesites.
–Gracias.
Ella levantó la tapa de una de las neveras que habían instalado junto a la parrilla y pudo ver que estaba llena de hielo, latas de soda y botellas de agua. En otra había champán. Pensó que todo estaba perfecto y que, sin lugar a dudas, volvería a contratar aquel servicio de catering.
Beth odiaba planear eventos y por eso ella siempre se había encargado de hacerlo, cosa que no le había importado ya que siempre había sentido cierta obsesión por asegurarse de que las cosas marcharan bien.
Era una tradición de su familia celebrar un picnic el Día del Trabajo… tradición que había comenzado ella misma tras la boda de su hermana con Patrick. La celebración de aquel año era especial ya que no sólo iban a anunciar la llegada de un nuevo miembro a la familia, sino que también iban a tener la presencia de una hermanastra suya de la cual nadie había sabido nada hasta hacía un mes, cuando ésta se había presentado en la puerta de la empresa y su madre había insistido en que le dieran un puesto de trabajo en Hightower Aviation.
Haberse percatado de lo… libre que había sido Jacqueline Hightower afectuosamente, había sido levemente perturbador. En el pasado, todo el mundo, incluyendo a su padre, había fingido no darse cuenta de las indiscreciones de ésta… y nadie hablaba de sus infidelidades. Pero con la presencia de aquella hermanastra en la fiesta iba a ser difícil continuar haciéndolo. Lo que no comprendió fue cómo había logrado su madre esconder una hija durante veinticinco años…
Cuando entró de nuevo en la casa de su hermana, oyó la voz de ésta proveniente del salón. El tono que estaba empleando no era el que normalmente utilizaba al hablar con Patrick. Pensó que algunos de los invitados a la fiesta debían de haber llegado antes de tiempo… tal vez el dueño del descapotable negro que había visto en el patio delantero de la casa.
–El niño no es suyo.
Al oír aquella profunda voz, Nicole se quedó paralizada en el vestíbulo.
Ryan Patrick estaba allí. Hablando con Beth.
–El bebé es de Nicole –contestó Beth.
–Cariño… –terció Patrick con su dulce y paciente tono de voz– te das cuenta de que el señor Patrick está ofreciéndonos mucho dinero si hacemos lo que pide.
Nicole sintió cómo se le quedaba la boca seca y se le aceleraba el corazón. Se sintió invadida por el pánico. Aquel taimado malnacido estaba tratando de sobornar a su hermana y cuñado para que le entregaran su bebé. Se apresuró en entrar al salón.
–¿Cómo se le ocurre actuar a mis espaldas? –espetó.
–Estoy dirigiéndome a las personas que tienen el poder de tomar decisiones… –contestó Ryan, levantándose de la silla de cuero en la que había estado sentado– como la decisión adecuada de permitir que este niño viva con su padre natural.
–Ya se lo dejé muy claro; no va a quedarse con este bebé.
–Si ha consultado a su abogada, sabrá que no tiene nada que decir al respecto –respondió él.
Nicole se dijo a sí misma que, si quería sacar algo positivo de aquella situación, tenía que mantener la calma y ser agradable con aquel estúpido.
–¿Puedo hablar un momento afuera con usted? –le preguntó a Ryan, esbozando una sonrisa tan tensa que hasta le dolieron las mejillas.
Él asintió con la cabeza hacia la puerta.
Tratando de ignorar el delicioso aroma de su fragancia masculina, ella lo acompañó al vestíbulo principal y le indicó que la siguiera hasta la puerta trasera de la casa. Observó cómo Ryan se apresuraba en abrir ésta. Entonces salió al jardín y se dirigió hacia el cenador que había al fondo de éste… con el padre de su futuro hijo siguiéndola demasiado de cerca.
Una vez dentro de la estructura de madera rodeada de jazmín, puso cuanta distancia fue capaz entre ambos antes de darse la vuelta y mirarlo a la cara. Se preguntó cómo podría hacerle razonar. Y decidió por comenzar a tutearlo.
–¿Tienes hermanos, Ryan? –le preguntó, sintiéndose extraña al decir su nombre.
–No.
–Entonces no puedes comprender lo importante que es para mí tener este hijo para mi hermana.
–Eso es irrelevante. No es hijo de tu hermana, es mío –contestó él, tuteándola a su vez.
Nicole no podía discutir aquello. Respiró profundamente e intentó una táctica diferente.
–Mi hermana ha estado deseando tener un hijo desde hace años y querrá a éste como si fuera suyo. ¿Cuánta experiencia tienes con niños?
–Aprenderé lo que necesite saber.
Ella pensó que iba a ser muy difícil convencer a aquel hombre tan testarudo de que el bebé estaría mejor con su hermana y Patrick que con él.
–Como puedes observar, vamos a celebrar una fiesta dentro de pocos minutos. Va a asistir nuestra familia y algunos amigos, así como también ciertos vecinos. Por favor, acompáñanos.
–¿Por qué? –preguntó Ryan, frunciendo el ceño.
–Para que veas la maravillosa vida que Beth y Patrick pueden ofrecerle a este bebé. El niño crecerá rodeado de una amorosa familia. Él o ella tendrá muchos tíos y, dentro de poco, también primos. Mi cuñada sale de cuentas sólo unos pocos meses antes que yo.
–No me harás cambiar de idea.
–Todo lo que te pido es que te des cuenta de lo que quieres negarle a este niño. Quédate con nosotros… a no ser que seas alérgico a la buena comida y a una excelente compañía –insistió Nicole.
Ryan aceptó aquel reto y asintió con la cabeza. Pero su abrasadora mirada le dejó claro a Nicole que no iba a ponerle las cosas fáciles. Ésta supo que el futuro de su bebé y su papel en la vida de éste dependían de su éxito en lograr que Ryan Patrick accediera a marcharse con las manos vacías.
Había cuarenta personas congregadas en el jardín de Beth y Patrick. Pero Ryan tenía puesta toda su atención en sólo una. En Nicole Hightower.
No comprendía por qué le resultaba atractiva ya que no era el tipo de mujer que normalmente le atraía. Le gustaban las mujeres tranquilas y con curvas. Nicole estaba demasiado delgada y era muy inquieta. No sólo no podía estarse quieta durante más de treinta segundos, sino que su figura no tenía las lustrosas caderas que él había admirado en la mujer que había contratado como vientre de alquiler. Aunque no tenía ningún problema en imaginársela dando de mamar a un bebé con los pequeños pero firmes pechos que se perfilaban debajo del vestido de tirantes que llevaba.
Aunque pensó que aquella situación no iba a darse con su hijo. Una niñera alimentaría a su bebé con biberón desde el día en que éste naciera.
Nicole lo miró con sus ojos color aguamarina y le dejó muy impactado… como ya había hecho en varias ocasiones aquella misma tarde con las miradas que le había dirigido. Cada vez que sus miradas se encontraban, sentía cómo le daba un vuelco el estómago.
Tenía claro que no quería otra relación con ella aparte de una contractual. Si todo salía como esperaba, Nicole daría a luz a su hijo, se lo entregaría y desaparecería de su vida de inmediato.
Ella asintió con la cabeza ante la cerveza de él y Ryan negó con la cabeza. Beber en exceso no era buena idea cuando sentía aquella atracción sexual… a no ser que pretendiera terminar en la cama con el objeto de su deseo. Ya había hecho aquello demasiadas veces en el pasado, tantas que había provocado que su padre estableciera la estúpida estipulación de que tenía que demostrar que había madurado y que poseía estabilidad en su vida si quería tomar las riendas de Patrick Architectural. Si fallaba, su progenitor había amenazado con vender la empresa cuando se jubilara al verano siguiente. Y aquello hacía necesario que ignorara la química que existía entre Nicole y él ya que mantener una nueva aventura no le ayudaría en nada… sin importar lo apasionada que ésta pudiera llegar a ser.
Observó como una ráfaga de aire alborotaba el ondulado y largo pelo castaño de ella. Pensó que genéticamente aquella mujer produciría un niño guapo. En realidad era más atractiva que la mujer que él había contratado como vientre de alquiler. Nicole tenía unas facciones muy bonitas y una sonrisa preciosa… salvo cuando lo miraba a él.
De otra cosa que se había percatado aquella tarde había sido de que ella era muy cariñosa. Cada vez que se le acercaba alguien, le acariciaba el brazo, el hombro, o directamente le daba un beso en la mejilla. Por esa misma razón él había mantenido las distancias… no quería volver a sentir la corriente eléctrica que le había recorrido el cuerpo cuando ambos se habían da-do la mano al conocerse. La química entre dos personas era algo estupendo. A no ser que no se deseara…
Analizó a los miembros de la familia Hightower que se encontraban reunidos en el jardín. Se dijo a sí mismo que seguro que cuando Nicole tuviera cuarenta años más tendría el mismo aspecto de su madre. Las dos poseían la misma delicada figura y las mismas facciones. Pero la manera de comportarse de ambas era diametralmente opuesta. Mientras que Nicole era amigable pero reservada, su madre era insinuante, sociable y sexualmente consciente de cada movimiento que realizaba.
El padre de Nicole, una persona silenciosa y solitaria, sólo hablaba con aquéllos que se le acercaban. Los hermanos mayores y gemelos de ella eran idénticos, pero uno era un vividor y el otro parecía ser un hombre infelizmente casado que miraba con demasiada frecuencia a las jovencitas reunidas en la fiesta.
Estuvo observando a algunos de los vecinos y amigos de la familia hasta que centró su atención en Beth y Patrick Ryan, los cuales se encontraban apartados en una esquina del jardín. Estaban discutiendo. De nuevo. Él mismo les había visto discutir en varias ocasiones durante las anteriores tres horas.
Tal vez Nicole creyera que aquél era el entorno perfecto para criar a un niño, pero él percibía que las cosas no eran tan dulces como aparentaban ser en aquel paraíso aburguesado. La tensión entre la pareja podía palparse desde la distancia. Y aquélla era una razón más para asegurarse de obtener la custodia de su futuro hijo. No quería que éste se convirtiera en el objeto de pelea en un feo procedimiento de divorcio… como le había ocurrido a él.
Beth le recordaba a su madre, la cual también había tenido la misma actitud de mártir, actitud que había adoptado tras haberse divorciado de su padre cuando él había tenido sólo diez años. Millicent Patrick había pasado los siguientes ocho años utilizándolo para atacar a su ex marido.
Tanto su padre como él adoraban la arquitectura y comprendían que ésta era la única amante que podían tener… ya que no podían confiar en las mujeres. Él mismo había aprendido la lección de una manera muy dura gracias a su ex mujer…
Captó su atención la menor de los Hightower. Ésta se parecía a su madre y a Nicole, pero no encajaba en aquel lugar. El sonido de su Harley, que había alterado la paz del vecindario, se lo había dejado claro desde el principio. Precisamente en ese momento, la joven levantó la vista y sus miradas se encontraron, tras lo cual comenzó a acercarse a él. Iba vestida con pantalones vaqueros y botas de cuero negro.
–No pareces ser uno de los estirados vecinos de Beth –comentó la muchacha al detenerse frente a Ryan.
–Ryan Patrick –se presentó él, tendiéndole la mano–. Y no, no vivo en este vecindario.
Ella pareció quedarse sorprendida al oír aquel nombre, pero no realizó ningún comentario.
–Yo soy Lauren Lynch.
–¿No eres una Hightower? –preguntó él, para quien el parecido entre aquella muchacha y Nicole era más que evidente.
–Jacqueline es mi madre, pero William no es mi padre. Mi padre murió hace un par de meses –explicó Lauren–. Antes de que te vuelvas loco tratando de comprender la situación, te diré que mi madre tuvo una aventura con un piloto de Hightower Aviation, y yo soy el resultado. Mi madre me dio a luz, me dejó con mi padre y regresó con su marido y con sus demás hijos.
–Siento mucho lo de tu padre –respondió Ryan, comprendiendo la tensión existente entre Lauren y el resto de sus hermanos.
–Gracias. Perder a mi padre fue duro, pero su fallecimiento me ha dado la oportunidad de conocer una familia que no sabía que tenía. ¿Y qué te trae a ti aquí? ¿Eres cliente de Hightower Aviation?
Ryan no se sintió preparado para revelar la verdad.
–Todavía no, pero estoy considerando contratar los servicios de la compañía.
Tener acceso privado a un avión haría su vida más fácil ya que viajaba por todo el país de manera regular. Lo que en realidad quería hacer era contratar a una Hightower… pero no para volar.
–¿Estás casado? –preguntó Lauren.
–Divorciado. ¿Y tú?
–De ninguna manera. Nunca me he casado y probablemente nunca lo haré. ¿Tienes hijos?
–Todavía no.
–¿Puedo darte un consejo? –preguntó entonces ella, mirándolo fijamente.
–Claro –contestó él, preguntándose sobre qué querría aconsejarle Lauren.
–Seguramente Nicole sea la más decente del grupo. Tal vez incluso pueda decir que es la única Hightower decente, pero va a ser un hueso duro de roer porque… Bueno, simplemente lo es. Dejaré que tú mismo descubras las razones. Acércate a ella. Merece la pena.
–¿Qué te hace pensar que estoy interesado en Nicole?
Lauren sonrió y se llevó a la boca la botella de cerveza que tenía en la mano para dar un pequeño trago.
–Quizá haya sido la manera en la que has estado observándola durante toda la tarde.
Ryan pensó que la hermanastra de Nicole tenía razón; había posado su mirada en ésta en numerosas ocasiones para lograr conocer un poco a la madre de su futuro hijo. Se percató de que en aquel momento Nicole se había unido a su hermana y cuñado. Los tres estaban disfrutando de una animada conservación. Observó cómo ella se colocaba una protectora mano sobre la tripa y lo buscaba con la mirada. No sabía qué había dicho su hermana para disgustarla, pero la angustia que reflejaba la cara de Nicole era obvia.
–Adelante –le animó Lauren.
–¿Adelante para qué?
–Para que la rescates. Sabes que quieres hacerlo.
–¿Es Nicole del tipo de persona que necesita que la rescaten? –preguntó él.
–Digamos que, si yo fuera ella, le habría dicho hace mucho tiempo a este grupo de sanguijuelas que se fuera al infierno. Pero se supone que ella es quien debe mantener la paz.
A Ryan le pareció que Lauren tenía la cabeza muy bien amueblada.
–Encantado de haberte conocido, Lauren.
–Lo mismo te digo, Ryan. Y buena suerte.
Él pensó que no iba a necesitar suerte. Tenía la ley de su lado. En ese momento se acercó al trío.
–¿Hay algún tipo de problema?
Beth negó con la cabeza y esbozó una falsa sonrisa… como todas las que le había visto esbozar.
–Hemos decidido no anunciar hoy el embarazo de Nicole.
A Ryan le gustó la idea ya que le daría más tiempo para establecer una nueva estrategia.
Pero se preguntó por qué aquella decisión había disgustado a Nicole. La miró a la cara, pero no encontró en ésta ninguna respuesta.
Lo que tenía claro era que debía dividir a aquel trío que quería quedarse con su futuro hijo. Y tenía que comenzar por el elemento más débil. El cuñado de Nicole… aquel avaricioso malnacido.
–Ryan Patrick ya ha llegado para comer contigo.
El anuncio de Lea provocó que los ya alterados nervios de Nicole se revolucionaran. Comenzó a escribir auténticas incoherencias en el ordenador. A continuación apretó el intercomunicador.
–No tenemos ninguna cita para comer juntos.
–Sí, la tenéis. Él telefoneó hace unas horas y yo la organicé.
Nicole sintió ganas de estrangular a su asistente.
–¿Qué quiere?
–Sólo hay una manera de descubrirlo –contestó Lea.
Enfurecida, Nicole prefirió no decir nada, por lo que apagó el intercomunicador y se levantó de la silla de su escritorio. Decidió que más tarde arreglaría las incoherencias que había escrito en el ordenador… ya que en aquel momento no sería capaz de hacerlo.
–Hazle pasar –dijo, utilizando de nuevo el intercomunicador–. Pero, Lea, no planees ninguna cita sorpresa más para mí. Y deja de hacer de casamentera. Está claro que te encanta.
Durante los anteriores años, Lea había realizado un considerable esfuerzo por encontrar un hombre que le hiciera a Nicole olvidar a Patrick. Pero ésta no era como su madre, la cual cambiaba de amante como de camisa, y prefería estar sola a estar con el hombre equivocado.
En pocos segundos la puerta de su despacho se abrió y Ryan apareció delante de ella. Iba vestido con un traje negro combinado con una camisa blanca. Llevaba una corbata azul cobalto que resaltaba el color de sus ojos. Nicole sintió cómo le daba un vuelco el estómago.
Se preguntó a quién se parecería su hijo, si a él o a ella. Lo que tenía claro era que aquel hombre tendría unos bebés preciosos. Pero se reprendió a sí misma y se dijo que el aspecto físico no importaba. Lo único importante era que el bebé estuviera sano.
–Nicole –la saludó él, asintiendo con la cabeza. La analizó con la mirada de arriba abajo–. ¿Estás preparada?
–¿Por qué estás aquí, Ryan? –exigió saber ella, nerviosa.
–Porque me gustaría saber algo más sobre la mujer que va a tener un hijo mío aparte de los escasos datos que aparecían en los ficheros de la clínica. Supongo que tú también querrás hacerme preguntas acerca de mi salud e historia, ¿no es así?
Nicole pensó que lo mejor que podía hacer era tener al enemigo cerca para así llegar a conocerlo un poco mejor. Y Ryan era precisamente aquello, su enemigo. Su sola presencia amenazaba todo lo que ella quería.
–Puedo estar contigo un par de horas.
–Es todo lo que necesitaremos.
Ella tomó su bolso y se acercó a la puerta del despacho. Él abrió ésta al verla acercarse y le colocó una mano en la cintura para guiarla cuando pasó por su lado. Nicole sintió cómo todas las células de su cuerpo se alteraban… lo que provocó que se diera contra el marco de la puerta.
Ryan la agarró por el brazo y la estabilizó.
–Ten cuidado.
Las miradas de ambos se encontraron y a ella se le aceleró el corazón. Se preguntó por qué tenía él que tener aquel efecto en sus sentidos. A continuación apartó el brazo.
–Pasadlo bien –les deseó Lea, sonriendo sin mostrar ningún tipo de arrepentimiento–. No te apresures en volver. Lo tengo todo controlado.
–Regresaré a tiempo para mi próxima cita –contestó Nicole, frunciendo el ceño ante su asistente.
–La cita que tenías a las dos se ha retrasado hasta las cuatro. Si quieres, puedo posponerla hasta mañana.
–No te atrevas.
–Bueno, de todas maneras come tranquila. Tienes mucho tiempo.
Aquello no era precisamente lo que Nicole había querido que oyera Ryan, ya que había deseado tener alguna excusa para estar con él muy poco tiempo. Pero no dijo nada y lo acompañó fuera del edificio hasta llegar a su Corvette, el descapotable negro que había visto aparcado el día del picnic en el patio de la casa de Beth. Él le abrió la puerta del acompañante y ella se sentó en el asiento de cuero del vehículo con mucho cuidado de no rozarle.
Entonces Ryan se dirigió a montarse en el coche por la puerta del conductor. Una vez que lo hizo, el interior del vehículo se vio embargado por su fragancia.
–¿Por qué te disgustó que tu hermana decidiera no anunciar tu embarazo? –preguntó al arrancar el motor.
–No me disgustó –mintió ella, pensando que sus sentimientos no eran asunto de aquel hombre.
–No me gustan ni respeto a los mentirosos –comentó él, dirigiendo el coche a la calzada.
–Me gusta que las cosas salgan según lo previsto y Beth cambió en el último minuto lo que habíamos planeado. Eso es todo. No hay mayor problema.
Pero, en realidad, sí que había un problema. Hacía una semana, su hermana había estado encantada con la idea de anunciarle a todo el mundo el embarazo. Y Nicole no había comprendido por qué había cambiado de opinión. No sabía si era porque había comenzado a tener dudas acerca de adoptar a su bebé al haberse enterado de que no era de su marido. O tal vez era Patrick el que tenía dudas.
Observó el perfil de Ryan y apartó la mirada de inmediato. Mirando por la ventanilla del coche, se preguntó si su bebé, si el bebé de Beth, heredaría los maravillosos genes de su padre.
–¿Dónde vamos? –preguntó al ver que entraban en una zona residencial.
–A mi casa –contestó él.
–No creo que sea buena idea –respondió ella, pensando que aquello sería demasiado personal.
Pero Ryan aparcó el vehículo junto a una motocicleta negra que había en una plaza de aparcamiento privado y apagó el motor.
–¿Preferirías discutir nuestra inusual situación en público, donde quizá alguien pueda oírnos?
–Humm… no –contestó Nicole–. ¿La motocicleta es tuya?
–Sí.
Ella pensó que aquello le convertía en una persona a la que le gustaba correr riesgos… lo que no indicaba que fuera un buen padre potencial. Entonces abrió la puerta del coche y se bajó de éste.
Ryan la guió hacia unos ascensores y, cuando entraron en uno de éstos, presionó el botón para ir al piso superior. En cuanto las puertas del ascensor volvieron a abrirse, Nicole pudo ver un espacioso vestíbulo que tenía un moderno techo de cristal y una fuente en el centro.
–Es muy bonito.
–Gracias, yo diseñé el edificio.
El pánico se apoderó de ella al percatarse de la cantidad de dinero que debía de tener el padre de su futuro hijo. Ni Beth, ni Patrick, ni ella misma podrían permitirse económicamente mantener una batalla legal contra él. A ninguno de ellos les faltaba el dinero, pero Ryan pertenecía a otro nivel completamente distinto. Era multimillonario.
Él abrió una puerta y le indicó a Nicole que lo siguiera. Reuniendo todo el coraje que tenía, ella entró en los dominios de aquel hombre.
La puerta daba a un enorme salón que tenía unos amplios ventanales que ocupaban toda una pared. El suelo era de un bonito mármol y los muebles muy estilosos y modernos.
Se acercó a una de las ventanas y, al mirar a través de ésta y observar las impresionantes vistas que había del río Tennessee, sintió mucho vértigo. Entonces se apartó apresuradamente del cristal y observó que, a su izquierda, había una enorme terraza.
Decidió acercarse de nuevo a mirar por la ventana y vio que enfrente del edificio de Ryan había un muelle con barcos.
–¿Es alguno de ésos tuyo? –preguntó, señalando los barcos.