Naturalmente, un perro - Coqui Vega - E-Book

Naturalmente, un perro E-Book

Coqui Vega

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En este libro encontrarás: -Qué debes tener en cuenta antes de tener un perro -Metodología para una mejor convivencia: energía, equilibrio e instinto -Claves para entender el lenguaje canino -El paseo como base para que el perro esté equilibrado -Reconducir las conductas indeseadas -Cómo eliminar el estrés y sus consecuencias -Las conductas agresivas y cómo podemos gestionarlas -Cómo ayudar a tu perro a superar sus miedos -Terapias naturales como complemento -Herramientas para que tu perro sea más feliz... ¡Y tú también! Hace miles de años que convivimos con los perros. Ellos se han convertido en nuestros mejores amigos, en nuestros más fieles compañeros, pero ¿los entendemos realmente? ¿Sabemos cómo piensan y qué necesitan? ¿Les estamos dando la oportunidad de desarrollar toda su esencia para tener una vida plena y equilibrada? Demasiado a menudo la respuesta a todas estas preguntas es no. Convivimos con un perro y creemos que lo conocemos y sabemos todo lo que le hace falta, pero muchas veces no entendemos sus necesidades, los humanizamos y no los dejamos ser perros. Todo esto trae consecuencias: perros estresados, con muchos miedos, con ansiedad por separación, que destrozan cosas, gruñen, que no saben relacionarse con otros perros o con personas, que tiran tanto de la correa que se hace casi imposible poderlos pasear... ¿Te sientes identificado? La buena noticia es que todo esto puede cambiarse, y para ello solo hace falta entender a tu perro y comprender cuáles son sus necesidades, tener paciencia y darle lo que en realidad le hace falta. Porque si empatizas con él y lo comprendes conseguirás que esté feliz y realizado, y le darás una vida plena que podréis disfrutar juntos.

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Hace miles de años que convivimos con los perros. Ellos se han convertido en nuestros mejores amigos, en nuestros más fieles compañeros, pero ¿los entendemos realmente? ¿Sabemos cómo piensan y qué necesitan? ¿Les estamos dando la oportunidad de desarrollar toda su esencia para tener una vida plena y equilibrada?

Demasiado a menudo la respuesta a todas estas preguntas es no. Convivimos con un perro y creemos que lo conocemos y sabemos todo lo que le hace falta, pero muchas veces no entendemos sus necesidades, los humanizamos y no los dejamos ser perros. Todo esto trae consecuencias: perros estresados, con muchos miedos, con ansiedad por separación, que destrozan cosas, gruñen, que no saben relacionarse con otros perros o con personas, que tiran tanto de la correa que se hace casi imposible poderlos pasear...

¿Te sientes identificado? La buena noticia es que todo esto puede cambiarse, y para ello solo hace falta entender a tu perro y comprender cuáles son sus necesidades, tener paciencia y darle lo que en realidad le hace falta. Porque si empatizas con él y lo comprendes conseguirás que esté feliz y realizado, y le darás una vida plena que podréis disfrutar juntos.

Naturalmente, un perro

Coqui Vega

www.ushuaiaediciones.es

Naturalmente, un perro

© 2022, Coqui Vega

© 2022, Ushuaia Ediciones

EDIPRO, S.C.P.

Carretera de Rocafort 113

43427 Conesa

[email protected]

ISBN edición ebook: 978-84-19405-08-1

ISBN edición papel: 978-84-19405-07-4

Primera edición: diciembre de 2022

Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales

Foto de portada: Morocha y Lula. Imagen de Coqui Vega

Todos los derechos reservados.

www.ushuaiaediciones.es

Índice

Introducción reflexiva

Agradecimientos

Introducción

Metodología

Tres elementos: energía, equilibrio e instinto

Elemento: la energía

Cuando se adopta a un perro

Elemento: el equilibrio

Elemento: el instinto

Miedo canino

La agresividad en los perros

Estrés canino

Consejos para veterinarios... particulares

Herramientas naturales como ayuda

Concluyendo...

El autor

Introducción reflexiva

En estos años trabajando con animales, en particular con los perros, he tratado de entender por qué no hay un entendimiento del perro por parte del hombre. Hemos dicho en reiteradas ocasiones que el perro fue domesticado por el hombre hace unos 15 000 años, y la incomprensión y la falta de empatía de uno (el ser humano) hacia el otro (el perro) es muy difícil de encajar en un pensamiento imparcial y sin estar de parte de uno o de otro.

Hoy en día vamos notando una especie de ambigüedad en el trato de los canes. Por un lado, se crean más servicios y atenciones para ellos, como clínicas veterinarias, hospitales, hoteles, transportes, bares o spa, pero a la vez se percibe un maltrato más marcado y egoísta por parte del humano, que se jacta mencionando al perro como su mejor amigo. En muchos casos se dice mientras está sirviendo al humano, pero cuando ya no lo haga, pasará a tener la condición de enemigo.

Cada día salen al mercado más y más elementos con el fin de mejorar la relación y la convivencia con el perro en nuestra sociedad, pero en definitiva son para mejorar la convivencia del humano con el perro o hacerle más cómoda la vida a la persona que tiene un perro, sin pensar en que a su amigo eso no le va bien y sin percatarse de si el perro lo necesita1.

Claro está que este tipo de situaciones me llevan a sacar algunas conclusiones. Llevo más de diez años atendiendo casos de perros que no se adaptan a la vida que pretenden sus responsables, para que estos estén más cómodos y aliviados viviendo con sus perros. Cuando atiendo consultas como terapeuta canino, el 90% de los casos es porque el responsable manifiesta que lo está pasando mal por cómo se comporta el perro, y el 10% restante es porque la persona está realmente preocupada por el perro y por cómo está viviendo ante ciertas circunstancias de vida, como estrés, miedos, convivencia, etc.

Esto lleva a una triste conclusión, y es que en estos aproximadamente 15 000 años el perro ha seguido con su esencia, sus instintos básicos intactos, sus emociones inalterables, su sentido del olfato (que caracteriza a los perros y que es su herramienta más efectiva de su existir) fino y afectivo. Damos un ejemplo muy figurativo. Si una persona entra en la casa y huele comida, dirá: «Ummm, estás haciendo puchero» mientras destapa la olla para ver los ingredientes. Si es el perro quien entra en casa, pensará: «Ummm, están haciendo puchero, lleva calabaza, patatas, acelga, pimientos, apio». Ellos tienen la capacidad de separar aromas y olores.

Su vista es aguda. Pueden llegar a ver claramente de noche en plena oscuridad. Y su sistema auditivo es refinado y extremadamente efectivo para detectar presas o depredadores.

Han pasado 15 000 años del comienzo de su interacción con el humano y sigue siendo un animal de caza, depredador, con marcada conciencia de manada (o sea, son gregarios, territoriales y muy apegados a sus áreas de movimientos), con su lenguaje canino tal como heredaron de los lobos.

En este momento, después de siglos y siglos de desapego de sus hábitats naturales y sus costumbres ancestrales, si a un perro lo dejásemos solo en campo se las arreglaría perfectamente para sobrevivir de la caza, para poder dormir en madrigueras y cobijarse del frío, calor, lluvia o nieve y podría huir de depredadores si fuera necesario. Porque esa parte, esa condición y esa habilidad instintiva, aún están en sus genes, listas para ser usadas en el momento que le sea preciso.

Hablaba de una triste conclusión, porque el humano en esos 15 000 años junto al perro o el perro junto al humano, como prefieran interpretarlo, ha perdido toda la esencia animal, aquella que traía desde millones de años (de la Edad de Piedra según estudios, hace unos dos millones o dos millones y medio de años). Se dice: «El hombre ha evolucionado». Bueno, según se vea, puede ser una evolución o una involución. ¿Qué significa esto de evolucionar para algunos? ¿Tener la capacidad de crear herramientas, máquinas y todo tipo de artilugios para que tecnológicamente estemos mejor, o tengamos una vida más cómoda y de más conocimientos, o de más y mejores descubrimientos en medicina, a nivel espacial, transporte, comunicaciones, etc.? Sí, mucha gente considera que en realidad se está mejor de la manera en que estamos ahora que en la época de las cavernas (por dar un parámetro de comparación). Claro, pero no es este aspecto de evolución el que en realidad es el más importante sobre lo que me refiero. Es por culpa de la tecnología y de la modernidad del mundo industrial, de las fábricas en líneas, de la globalización y de todo el menjunje de «evolución» que tenemos hoy, que existe una involución espiritual, un alejamiento sistemático en lo instintivo. Hemos dado unos cuantos pasos al costado de la evolución propia de la especie para caminar por un camino paralelo al resto de los animales, que nos lleva inexorablemente a no poder regresar nunca más a las raíces de nuestra creación.

Se ha perdido la capacidad de los instintos más elementales, entre ellos la capacidad de adaptación. Doy un ejemplo. Un perro se adapta a climas de frío, de calor húmedo y/o extremo, pero muy pocos seres humanos podrían vivir en climas de esta naturaleza sin la ayuda de la tecnología; hablo de si no tuviéramos abrigos, aires acondicionados, coches preparados para altas o bajas temperatura o diversos terrenos... y ni hablar de cazar con nuestras propias manos para alimentarnos. Sin embargo, repetimos constantemente que los humanos somos seres superiores.

Todo esto, para bien o para mal, fue a causa de la domesticación del perro, o mejor dicho, del lobo (Canis lupus) que luego pasó a ser el perro actual (Canis lupus familiaris). Es decir, la domesticación del perro doméstico generó que el hombre que por entonces era nómada se volviera definitivamente sedentario, al darse cuenta de que los perros domesticados podían desempeñar la labor de guarda de sus cultivos para que no se los comieran los animales silvestres y que también podían cuidar muy bien del ganado para que no fuera presa fácil de otros animales. El hombre entró en la rueda de explotación de sectores de tierras, tanto para cría de ganado como para el cultivo, sembrando en gran escala lo que tocaba en cada estación.

A partir de ese momento comenzó a regir la maldición más grande del humano: la propiedad privada. A causa de este acontecimiento, miles de guerras se han proclamado, miles de peleas tribales se ha producido, problemas limítrofes entre países, entre familias, vecinos y todo tipo de personas han llegado a disputarse y agredirse por defender algo que supuestamente es suyo. En ese preciso momento, el mundo dejó de ser de todos para convertirse en tierras de algunos. De forma figurativa podemos decir que el planeta Tierra ha pasado a ser un globo terráqueo, donde el ser humano va pinchando alfileres de colores para marcar lo que es suyo como propiedad privada.

Esto es algo que con los animales no pasa, ni pasará. Este planeta es de todos ellos y lo cuidan y mantienen en equilibrio contante por el bienestar de ellos mismos. Los perros no son menos, a pesar de que han pasado tanto tiempo con los humanos. Ellos siguen manteniendo ese equilibrio emocional y ancestral de que pertenecen al ecosistema, y no se han movido un milímetro, ni para un lado ni para el otro. Indudablemente son diferentes al resto del reino animal, por la sencilla razón de que han sido domesticados, viven en casas o están en perreras, en protectoras o son explotados para beneficios del humano haciendo algún tipo trabajo, o en criaderos para su comercialización, en experimentos para la ciencia o miles de situaciones que día a día viven, pero no porque ellos lo hayan elegido, sino porque son obligados. Es decir, no han evolucionado en este aspecto, sino que son sometidos a vivir estas circunstancias.

Y la otra cuestión y la más destacada en la cual he podido comprender y plantear el porqué de la situación de muchos perros de la actualidad es que ellos, como todos los animales del planeta, no han desarrollado el ego, y esta seguramente es la condición más marcada que diferencia al perro del hombre.

El perro no tiene ego, por lo que se muestra tal como es, natural y simple y lleno de amor incondicional en cualquier situación a que lo estemos sometiendo, aun cuando su responsable lo maltrate física o psíquicamente; ya lo puedes acariciar, castigar, felicitar o reñir, que él seguirá demostrando amor, cariño y comprensión en todo momento.

Los perros no hacen discriminación entre ellos porque sean de una raza o de otra, porque uno sea más viejo, esté enfermo o le falte una pata. Para ellos es un ser, una energía, y entienden que hay que tratarlo como tal, respetarlo y compartir con quien sea, en la condición que sea, más guapo, más esbelto o lo que fuere; es decir, los perros, como todos los animales del planeta, no tienen ego. Por tal motivo hay armonía, paz o amor entre ellos y sobre todo comprensión en su misma especie, algo que los humanos no tenemos ni entre nosotros.

Por este motivo, en la mayoría de los casos, cuando una persona somete a un perro en una competición de belleza o de habilidades (los mal llamados «deportes para perros») para que gane o explote sus condiciones mejor, en realidad está luchando con su propio ego.

También, cuando un perro no cumple con las expectativas de su responsable, tanto en obediencia o en la tarea encomendada, este se enfada, precisamente porque le puede parecer que si no tiene control de su perro no tiene control de sí mismo o de su entorno. Eso es ego, y su pensamiento es: «Él puede más que yo», sin ponerse a pensar que el perro es de otra especie distinta y no razona con él.

Fíjense en la frase que siempre dicen los responsables de perros desobedientes: «Lo estamos educando para que se porte bien». Muy poca gente, pero muy poca, dice: «Estamos aprendiendo a entendernos con el perro». En la primera expresión sale a relucir el ego («lo estamos educando…»), como diciendo: «Yo lo sé todo, el que no sabe es él». Y en la segunda se ve la empatía y el entendimiento («estamos aprendiendo…») hacia el perro.

Por eso Naturalmente, un perro está enfocado a que todas aquellas personas que vayan a tener o tienen un perro, no importa la edad, tengan una herramienta fácil de comprensión y de aplicación para un mejor entendimiento con el can. Ponerse a la altura de un perro no es rebajarse ni menospreciarse, es empatizar con una especie muy distinta en aspecto, costumbres e instintos que nosotros. Es muy dignificante como seres sintientes y espirituales que somos poder volver a sentirnos animales y venidos a la naturaleza, como todo ser vivo de este planeta, a formar parte de ella y no apartarnos por decisión propia, solo por estar movidos por el ego y el materialismo. Siempre pido con todo respeto e ilusión que dejemos de ser tan humanos y seamos más animales.

Terminando de escribir esta reflexión, justo en este momento se está viviendo una situación inédita, histórica e inmensamente importante para la humanidad, un confinamiento sin precedentes en estos tiempos que vivimos. Los seres humanos han sido atacados por un bichito de dimensiones milimétricas (según fuentes oficiales mide entre 400 y 500 nanómetros) que han llamado COVID-19. Esto nos da la pauta de lo pequeños y frágiles que somos los seres humanos ante organismos tan diminutos y menos inteligentes como este virus en cuestión.

Pero en mi modesta opinión, a nivel global tiene su parte positiva que le sucedan estos acontecimientos a una sociedad que, como decía antes, ha perdido o está perdiendo por completo la conexión con el entorno, con su entorno natural, que es lo más triste, por culpa de la tecnología o lo que llaman «evolución».

Esta experiencia, maravillosa por cierto, de estar confinados en nuestros hogares, nos permitirá abrir los ojos, ampliar la mente, comprender que la vida no solo es trabajo, obligaciones, tener bienes materiales, acumular medallas de honor, etc. Que la vida es algo más. Esta reclusión o esta especie de claustro que nos toca pasar puede ser que sirva para la meditación, la reflexión y la comprensión de lo que nos estamos perdiendo por culpa de esta vida tecnológica de «evolución» y volvamos a retomar la empatía hacia nuestra especie, hacia los animales (y sobre todo a los llamados «de compañía»), hacia la naturaleza en general... Que volvamos a conectar con la Pachamama («Madre Tierra» en lengua indígena de los pueblos de Los Andes centrales de América del Sur). Que nos ayude a ser más solidarios, empáticos y que nos quite ese grado de ego que todos padecemos. Es un buena circunstancia para comenzar de nuevo. Creo que es un buen momento para decir que estamos volviendo a poner los pies en la tierra, a encontrarnos con nosotros mismos y a entender el conjunto de lo natural.

Este tiempo de reclusión servirá para conectar más con el perro que tenemos en casa, pasaremos más tiempo con él, pasearemos juntos más veces al día y seguramente muchos de ustedes se darán cuenta que ese ser de cuatro patas tiene emociones, energía llena de buenas vibraciones, que tiene expectativas de que seamos mejores responsables con él y nos devolverá amor incondicional en todo momento y en todo lugar.

También podemos aprovechar este confinamiento de apenas unas semanas para sentir en carne propia la falta de libertad de no poder moverse hacia donde uno quiera y en el momento que lo desee. Pónganse en la piel de los perros que están confinados de por vida en protectoras o perreras y que no tienen la posibilidad de salir libremente o de pasear con alguien por bosques o montañas. Es valioso este encierro para empatizar con todos ellos y comprenderlos.

Veo en este momento, debajo del roble del patio de casa, a mi manada de cuatro perros, todos tumbados en perfecta conexión y armonía con la tierra, absolutamente ajenos a los problemas de esta pandemia, y es simplemente porque ellos no tienen miedo, vibran en una frecuencia de amor y equilibrio emocional y viven con plenitud el presente.

Naturalmente, un perro está enfocado a que podamos comprender, entender y empatizar mucho más con ellos, a los que llamamos «el mejor amigo del hombre». Que así sea. Lo espero fervientemente.

1 Hablo de esto en mi libro ¿Amor o maltrato?, publicado en esta misma editorial.

Agradecimientos

En mi vida no he tenido un acierto tan bueno como haber elegido esta profesión. Trabajar con los perros me ha dado la oportunidad de sentirme realizado y encontrar el equilibrio emocional que tanto había buscado, lo que lleva al camino inexorablemente de la FELICIDAD. Hoy creo tener el mejor trabajo del mundo (al menos, el mejor trabajo que puedo pretender en este momento de mi vida), me da la posibilidad de trabajar con animales, disfrutar la y de la naturaleza, conectar con ella, jugar con ellos, compartir momentos fascinantes, emocionarme por cada acción, preocuparme por ellos, conocer a diversas personas, todas maravillosas, involucradas de la mejor manera con sus perros, que se ocupan y preocupan para pulir detalles para que la convivencia y la relación con sus perros sea cada día mejor.

Da mucha satisfacción terminar una terapia, no solo por haber podido ayudar al perro, sino también cuando las personas te agradecen el cambio que han experimentado, que, dando este paso para ayudar a sus perros, han logrado también ayudarse ellas mismas, encontrando el equilibrio emocional y energético que no sabían que podía aflorar y experimentar en su mismo ser.

Estoy seguro de que el hecho de vivir las veinticuatro horas del día con perros, trabajar con ellos, compartir gran parte del día con estos nobles animalitos ha logrado en mí que sea capaz de pensar como un perro, sienta y vea la vida como uno de ellos. Es sabido que los canes viven el hoy, el ya, el momento, sin tener que llevar la carga pesada de lo vivido anteriormente y sin preocuparse en el futuro próximo; ellos disfrutan el instante de vida en que están viviendo y lo gozan plenamente. Esta filosofía permite poder vivir con tranquilidad y sin el estrés de lo pasado o pensar en lo que vendrá.

Está firmemente comprobado que los estados depresivos de una persona son producto de pensar en exceso en el pasado, y la ansiedad es causa de pensar demasiado en el futuro. Por ello podemos deducir sin temor a equivocarnos que los animales, en general, viven mejor que nosotros, ya que viven el presente, sin tener en cuenta el pasado ni el futuro, lo que podemos llamar «equilibrio existencial».

Otro aspecto importante en mi existencia fue el gran cambio que tuve a nivel personal, al tener la necesidad y la obligación de tener una energía adecuada, firme (pero justa), sin ser muy alta ni muy baja, para permitirme poder ser el líder energético de la manada, de mi manada, en todo momento, sea cual sea la situación de la vida. Este equilibrio es muy necesario para poder comprender, interpretar y ayudar a un perro, ya sea paciente o sea propio.

Agradezco a todos aquellos que de una manera u otra han aportado para que yo me realizara, logrando mis objetivos profesionales. Agradecido estoy de mis amigos. Agradezco a Valeria, que con ella recorrí un camino de tres años de vivencias y experiencias con perros con la apertura de un hotel canino sin jaulas, donde al tener la oportunidad de vivir las veinticuatro horas con los canes llegué a convertirme en uno más de ellos. Este centro y hotel canino fue para mí la gran biblioteca a cielo abierto para tener los conocimientos que hoy tengo.

Debo agradecer infinitamente a mi gran compañera María por el apoyo, la comprensión y la tolerancia, por involucrarse en cada cosa que se me ocurre hacer, experimentar o llevar a cabo, relacionada con los perros, dedicando parte de su valioso tiempo a mi tiempo, todo con el gran propósito de mejorar el bienestar de los perros, propios y ajenos.

Pero sin duda alguna, mi gran agradecimiento es para ellos, los protagonistas de este libro, para quienes estoy escribiendo este libro. Ellos son los causantes de mi inequívoca profesión actual, los grandes maestros que fueron, son y serán. Pero más que nada agradezco a ellos la filosofía y estilo de vida que tengo hoy en día, vivir, pensar y sentir como uno más de ellos.

Mil gracias a todos los perros que han pasado por mi vida.

Introducción

Lo que pretendo con este libro es poder transmitir a cada uno de ustedes un concepto distinto, comprensible y de fácil aplicación en el trato con un perro, sea propio (el que tenemos en casa) o un perro ajeno de la calle, de un vecino o de un amigo.

La práctica y la experiencia de mi parte, al tratar y trabajar con estos animalitos desde hace más de diez años, me han dado el conocimiento suficiente (quisiera saber mucho más, lógicamente, pero el tiempo hará esa parte) como para tener una idea de manejos apropiados bajo otra metodología que no sea la de castigo, ya obsoleta, por la que han tenido que pasar (y continúan pasando) muchos de nuestros amigos los perros. En ella, el sometimiento y el miedo eran moneda corriente para que un perro hiciera caso a su responsable, sin tener este último la menor empatía ni consideración de un ser vivo, sintiente y con emociones tan marcadas y desarrolladas como se ha demostrado en estudios recientes que poseen los perros. Y digo recientes porque después de vivir con nosotros desde hace aproximadamente 15 000 años, que hayan descubierto esto hace unas décadas podemos decir sin temor a equivocarnos que esto se detectó ayer.

La metodología muy de moda «en positivo», denominada así a la acción de premiar con comida o galletas a los perros para corregir sus conductas no deseadas por los responsables, está también fehacientemente comprobada que para temas de tratamientos de comportamientos indeseados no funciona.

Es necesario conocer un poco más a los perritos. En nuestra vida diaria nos encontramos a menudo con ellos, ya sea porque tenemos uno en nuestra casa o... ¿quién no tiene un amigo, vecino o familiar que tiene un perro? O simplemente nos encontramos con estos simpáticos animales en parques, plazas o centro comerciales. Hace ya miles de años que ellos viven con el ser humano, interactúan con nosotros y conviven en nuestra sociedad, por lo que es muy fácil que nos encontremos con ellos en cualquier momento y lugar.

En muchas oportunidades he podido observar lo mal que nos presentamos cuando nos encontramos con ellos, cómo nos dirigimos de forma equivocada y lo mal que lo pude pasar una persona si el perro no está muy de acuerdo con lo que hacemos con él en el primer contacto. Para poder hacerlo bien hay que presentarse a un perro de forma correcta, y la mejor forma es hacerlo en su lenguaje, el lenguaje canino, usando las llamadas «señales de calma», de las que hablaremos más adelante. Debo agregar que yo era uno de los que lo hacía muy, pero muy mal, cuando me presentaba a un perro desconocido, antes de comenzar a entenderlos y antes de trabajar profesionalmente con ellos.

Habrán visto alguna vez que muchos responsables de perros, cuando están paseando y se encuentran con otras personas que llevan perros, intentan o insisten en que su perro conozca a quien ha llegado a su lado. Esto es muy frecuente y no muchas veces es bueno, ya que los perros (como las personas) hay veces que no desean conocer a otro perro, o a ese perro en particular que insistentemente intentan presentarle. Suele ser porque no le ha gustado la energía, aunque puede haber otros motivos, pero lo importante es que, si no le interesa conocerlo, ¿por qué obligarlo en contra de la voluntad? Forzar esta situación no es bueno ni empático con el can. Esto me recuerda cuando a los niños los padres los obligan a saludar al tío que pincha con su barba, pese a que no quieren hacerlo. Es como una cuestión arraigada en la sociedad eso de insistir en algo que el otro no quiere realizar, por el motivo que sea. Esta situación muchos la aplican a su perro, y al final puede ocasionar una discusión o pelea entre estos perros. Por eso es muy importante saber hacer el acercamiento a otro perro, conociendo y entendiendo su energía, su lenguaje y empatizando con ellos, para no tener inconvenientes que se pueden evitar.

Hoy en día la relación que tengo con los perros es bastante satisfactoria, creo comprenderlos y creo que dentro de lo que un humano puede hacer con ellos, mediante la comunicación no verbal, mi trato es más adecuado a lo que ellos necesitan. La empatía es una cuestión importante en esto y este uno de los pilares fundamentales que debe primar en la relación can-humano. Luego está la energía, estable y tranquila, que debemos tener nosotros mismos, así como la comprensión total de su naturaleza de especie Canis lupus familiaris.

En las páginas de este libro plasmaré todas y cada una de las técnicas que aplico en las terapias de rehabilitación de perros (y de personas, porque nos vamos a ir dando cuenta de que la persona es un factor importante a la hora de evaluar un comportamiento inadecuado de un perro) y las formas de interactuar con todos los perros. Simplemente debes cambiar el concepto definitivamente: un perro es un perro y no un juguete, no es un elemento de cambio. O lo más difícil de lograr y que la gente debe cambiar radicalmente es el concepto de que un perro no es un humano. La mayoría de las personas se empeñan en aplicar la psicología humana para solucionar un problema canino, y no funciona así. ¡Ya quisiéramos! Todo sería más fácil para los perros (y para los humanos), pero lamentablemente no es lo que se debe aplicar para rehabilitar a un can en un comportamiento no deseado; solo hace falta EMPATÍA.

Empatía. Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.

Real Academia Española

Con este sistema de educación canina o adaptación canina, y basándome en este método, he comprobado después de 10 años de trabajo que ha dado resultados muy positivos. Está dispuesto de tres aspectos fundamentales: energía, equilibrio e instinto. Iré dando las pautas de estas herramientas, fáciles de aplicar, para que tengas un manejo sencillo pero efectivo para tener perros relajados y tranquilos, y así podrás disfrutar de ellos como nunca lo has hecho o has pensado que podrías hacer, compartiendo más tiempo y momentos con ellos, sobre todo momentos de relajación y conexión energética.

¿Cómo he llegado a crear este método? Pues basándome en dos grandes mentores. Para ello debería comentar un poco la historia de cómo he llegado a ser educador canino y/o terapeuta canino y a dedicarme profesionalmente a trabajar con perros.

Hace unos años comenzó a emitirse la serie El encantador de perros, de César Millán, serie que como a millones de personas me atrapó y me convertí en un gran seguidor de las emisiones de cada fin de semana, dejando de hacer lo que tuviera que hacer con tal de sentarme frente a la tele. Como a tante gente, me asombraba ver cómo hacía el manejo de los perros con técnicas tan simples y tan obvias, parecía mentira que se solucionara todo tan rápido y con tanta eficacia. Por supuesto que muchas personas siempre han creído que todo estaba preparado y que se cortaba buena cantidad de grabación hasta editar y pasar solo los minutos de la solución del problema de conducta.

Por el contrario, mientras la mayoría de la gente pensaba esto, yo estaba convencido de que esos métodos funcionaban, y como siempre fui un apasionado de los perros y teniendo dos buenos alumnos en casa (la bella Lula, una whesty de mi amiga Paquita, y mi propia perrita Morocha, rescatada de la perrera de Cubellas, en Barcelona), con el transcurso de los programas, y aplicando las técnicas que César Millán sugería, fui corrigiendo cosas de ellas que no me gustaban. Sobre todo, me basaba en el campo de la energía (relajada y tranquila).

De repente, los vecinos, que iban observando cómo yo iba pudiendo solucionar los problemas de mis perritas, comenzaron a llamarme para que viera a sus perros para cambiar ciertas cuestiones de comportamiento que no les gustaban. Ellos comenzaron a alentarme a que me pusiera en firme a estudiar y a trabajar con los perros, ya que veían en mí grandes posibilidades por mi conexión y mi buena energía al tratar con ellos. A decir verdad, nunca me había planteado trabajar en esto. Hasta ese momento, desde que había llegado de Mendoza (Argentina) me había dedicado a pintar casas y a colocar suelos flotantes de madera. Con esa profesión estaba muy conforme, me daba libertad, dinero y no me veía haciendo otra cosa por el momento. Pero a medida que me iba interesando e interiorizando más y más, y como ya comenzaban a llamarme más personas interesadas en que las ayudara con el problema de la conducta de sus perros, comencé a pensar seriamente en la posibilidad de titularme en esto de la educación canina.

Y decidí hacer un curso para ver cómo se me daba esto de ser educador canino. En internet solo se ofrecían cursos a distancia, que no me interesaban, y cursos presenciales con el método en positivo (muy caros, por cierto) que no iban en mi línea, pero era lo que había, no había más técnicas para elegir. Así que nada, pensé que como lo que buscaba era un título, un diploma para colgar en la pared y poder sacarle fotocopias para cuando necesitara presentar un currículum y poder contestar cuando me preguntaran si tenía estudios como educador canino, elegí uno, el más económico de todos, que se dictara en Barcelona, cerca de donde vivía, y me apunté. Unos cuatro meses de clases (solo los sábados y domingos) sin clases prácticas, solo teóricas y algún que otro vídeo para mostrar cómo es un perro y poca cosa más... Pero no pasaba nada, yo solo pretendía y quería ese diploma para colgarlo en la pared.

El primer día de clase me quedé pasmado, me di con una piedra en los dientes al escuchar comentarios tan adversos y denigrantes hacia ese señor de quien yo tenía como imagen de inspiración, que seguramente era mi motivador y a quien debía que me encontrara allí, sentado en esa aula. César Millán era comentado a cada momento por cada uno de los alumnos participante de ese curso como una persona que iba en contra del sistema, como una persona que está fuera de contexto en la época en que estábamos viviendo. Se referían a él no como el «encantador de perros», sino como el «maltratador de perros». Yo me quedé absolutamente callado y pensé: «Coqui, ni se te ocurra mencionar a César Millán y menos que aplicas sus principios basados en la energía, no vaya a ser que te pongan en la pizarra y te lapiden por pensar como él». No comenté jamás nada, ni que estaba en desacuerdo ni que estaba a favor, solo me limité a escuchar y callar. Total, en verdad lo que yo quería era un diploma que me acreditara como educador canino, luego seguiría poniendo en práctica lo aprendido por mis propios medios. Seguramente, de haber dicho una sola palabra, me hubieran encasillado y etiquetado sin piedad y hubiera estado marcado para siempre como alguien que también maltrataría cuando ejerciera esta profesión.

De todos modos, comprendía a esa gente. Lo de educación canina en positivo era lo que estaba de moda en ese momento, era, según ellos y lo siguen afirmando, «lo natural». Nada más alejados de la realidad. Este sistema no tiene nada de natural, ya que en la naturaleza los perros no se van premiando con salchichas o con galletas para perros unos a otros por hacer las cosas bien. En realidad, se premian con energía tranquila, estable y equilibrada, el premio real es llegar a un objetivo como manada, es decir, cazar una presa, llegar a un refugio o huir de un depredador con absoluto éxito. Estos son los premios que se dan ellos mismos como canes en la naturaleza y no trocitos de comida por las buenas acciones. Tengo la teoría de que un perro que hace todo por y para el premio (hablo en el caso de la educación canina), a la larga se vuelve tirano y manipulador, hará las cosas solo por la galleta, y cuando no se tenga el premio en el bolsillo dejará de hacerte caso y se irá a su aire pasando de ti o de quien sea.

Debo recalcar, como he venido diciendo siempre y en tantas ocasiones, que si bien no estoy del todo de acuerdo con César Millán, ninguno de nosotros le puede quitar el mérito (estemos o no de acuerdo con él) que fue a partir de su intervención televisiva que los perros fueron tenidos más en cuenta, que comprendimos y empatizamos muchísimo más con ellos. Muchos de nosotros nos dimos cuenta, desde la emisión del programa, que en nuestras casas había un ser vivo con emociones, que padece la tristeza, el desaire, sufre por el maltrato psicológico y/o el físico que se le pueda dar (intencionalmente o no) y que en general son un espejo de lo que nosotros sentimos y pensamos; por ende, son pura energía, como cualquier elemento físico que hay sobre la tierra. Claramente hubo un antes y un después de Millán en las vidas de muchos perros y eso se merece un agradecimiento inmenso. Aún queda mucho camino por recorrer para el entendimiento o la comprensión total con respecto a la convivencia con nuestros amigos los canes, pero el pistoletazo de salida se dio desde ese preciso momento.

Pasados los cuatro meses que duró el curso, tuve por fin mi ansiado título y pude decir: «Ya soy educador canino en toda la ley y por escrito». Después, lógicamente, seguí asistiendo a cursos, capacitaciones y participando en seminarios de distintas personas para seguir ampliando el conocimiento del mundo del perro, por supuesto siempre sin hacer mención a las técnicas que aplicaba, aprendidas de un programa de televisión, para evitar las críticas de otras personas que no estuvieran de acuerdo con esta metodología, ya que no era mi intención deliberar o poner en juicio las técnicas aplicadas por unos o por otros, simplemente mi sana intención era aprender de los perros. Pero el tiempo iba dándome la razón poco a poco, los casos que iba tratando se iban solucionando. Era y es sorprendente cómo algunas pequeñas malas costumbre de perros se solucionan en cuestión de minutos (echando por tierra todas las especulaciones de la gente que decía que en los programas de Millán estaba todo preparado) y que esos cambios que tenía el perro en su comportamiento no deseados son permanentes y perduran en el tiempo si se siguen unas pautas en el día a día de la convivencia con el perro. Todo problema de conductas no deseadas es solucionable.

Al poco tiempo llegaron a mi vida Kamut, un perro de agua español que adopté de la protectora Bú Bup Parc, en La Bisbal de Ampurdá (Girona), y Timi un simpatiquísimo y mordedor empedernido yorkshire que adoptó mi amiga Paquita en la misma protectora. Con ellos tuve que aplicar todos los conocimientos adquiridos para encarrilarlos, ya que venían con unas malas costumbres del refugio que no eran propias de perros normales, razones por las cuales no podían ser adoptados. Eran dos perros con vicios, malos modales y malos hábitos adquiridos, como suele ocurrir en algunos casos de perros que son dejados o abandonados y terminan en perreras; seguramente por estas razones fueron rechazados por sus familias humanas.

A los 6 meses de vida, Kamut había sido abandonado dos veces. Una vez lo encontraron vagando por la calle y lo llevaron a la protectora mencionada, donde fue adoptado por una familia, y al poco tiempo fue devuelto por su mal comportamiento. Nadie lo quería y estuvo hasta los ocho meses, cuando lo adopté yo. Timi, muy bello pero con un carácter muy irascible, mordía sin ningún motivo a cualquiera que quería interactuar con él, razón por la cual no hubo adoptante para este perrito hasta que mi amiga Paquita se fijó en él de casualidad por internet y lo llevó a su casa.

¿Y el resultado luego de las terapias? Sorprendente, en muy poco tiempo pasaron de unos gamberros titulados a perros casi normales, es decir, sociables, tranquilos y que podían estar en familia y en compañía de otros perros y/o personas, y con el tiempo llegaron a la normalidad que hoy podemos disfrutar plenamente. ¿Cómo fue el proceso? Con reglas tan simples como enseñándoles quien es el líder (energético) y dándoles actividades propias de y para perros, el qué hacer, durante algunos momentos del día para quemar la energía que tenían como buenos cachorros que eran, poniendo reglas y normas de adaptación a las casas donde vivirían el resto de sus vidas, socializando con perros y personas, paseando lo necesario para las quemas de energías adecuadas... Hoy Kamut y Timi ya son perros mayores de más de 10 años y por suerte han tenido y tienen una vida muy cómoda, tranquila y son unos perros adorables que nos están llenando de felicidad y bellos momentos durante todo el día.

Entonces vino otra encrucijada en mi vida: ¿a qué dedicarme, a pintar casas o a educar perros? La primera de mis profesiones ya la estaba ejerciendo desde hacía varios años, era un ambiente donde me había afianzado lo suficiente para tener unos clientes fijos y seguros, con amplias posibilidades de seguir creciendo profesionalmente y darme tranquilidad económica, que era lo que buscaba cuando llegué a España. Pero como siempre he sido un aventurero y he ido dejándome llevar por la ola, este golpe de mar hizo que decidiera tomar como otro ingreso económico de forma paralela la educación canina, así que por las mañanas trabajaba de pintor y por las tardes hacía de educador canino.

Mi pasión por esta segunda profesión hizo que poco a poco y en muy corto tiempo fuera dejando de lado mi primer trabajo, para dedicarme a tiempo total y por completo a los canes y a ayudar a sus responsables con conductas no deseadas o malos hábitos que hacían que lo pasaran mal, tanto la persona como el perro, y para lograr tener un perros equilibrados, tranquilos y sobre todo felices.

Me hubiera gustado comenzar mucho tiempo antes a trabajar con perros, pero seguramente el destino me tenía preparado el tiempo para que fuera en esta época y no antes.

El hecho de no tener ya dos trabajos hizo que pudiera emplear más horas a estudiar, investigar y perfeccionarme con cursos, seminarios, leyendo libros de distintos autores, buscando nuevas técnicas y aplicándolas con perros de amigos, vecinos y pacientes. Y ayudando en protectoras y perreras de manera altruista para tener la práctica suficiente y la posibilidad de aplicar las técnicas aprendidas. La verdad que para mí fue una experiencia alucinante, única e irrepetible.

A quien en la vida le falta un perro, no tiene la vida completa.

Metodología

Como educador y terapeuta natural canino, ¿en qué consisten realmente las terapias? Simplemente en enseñarles a las personas y, no a los perros. Ellos no tienen ningún tipo de problema. Partimos de la base de que los perros, como cualquier ser vivo, nacen sin problema alguno, sin estrés, sin malos hábitos, sin ansiedades, es decir, que un perro es un ser puro, un individuo en estado absolutamente equilibrado. Por este motivo es importante mostrarles a las personas el comportamiento efectivo con un perro, cómo empatizar, cómo conectar energéticamente y cómo poder hablar su idioma, y mostrar la forma sencilla de cómo se debe actuar ante las conductas indeseadas que pueda presentar el animal. Y siempre me empeño, básicamente y sobre todo, en enseñarles a los responsables a pensar como perro.

Es indudable que los inconvenientes de conducta y de adaptabilidad al medio que tienen los perros se los generamos nosotros, los seres humanos, con nuestras malas prácticas al interactuar con ellos, por desconocimiento. Es muy difícil para un perro, que tiene una esencia natural por excelencia de vivir en la naturaleza, a pesar de que la cantidad de años que hace que viven con los humanos, habitar en un medio urbano como es el nuestro. Como decía, es muy difícil adaptarse y vivir una vida normal de perro si no le ayudamos desde el primer momento a esa adaptación y la sensibilización a todo el entorno que lo rodea (ruidos urbanos, coches, ambulancias, fiestas, celebraciones, etc.), y será este para siempre su hábitat, en el que deba estar, vivir, comer y convivir con todo lo que para él no es natural, aunque para nosotros lo sea (aunque en realidad tampoco lo es), y es normal, porque nos hemos habituado a vivir en las grandes urbes.

¿Qué se trabaja con el responsable de un perro? Hay que darle todas las herramientas necesarias para una buena convivencia con el perro y a enseñarle el trato adecuado de su perro para todas y cada una las necesidades. Por ejemplo, saber cómo controlar al perro en situaciones complicadas. Se enseña a las personas para que sepan jugar adecuadamente con su perro, pero sin llegar a la excitación o la activación del can. Se ayuda a los responsables para que sepan cómo darle las actividades que necesita el perro para que no esté frustrado o ansioso, y sobre todo intento hacerle ver a la gente que, empatizando con él y aplicando la famosa vinculación de Amichien, se puede disfrutar mucho más. Y cuando digo mucho más, es eso realmente, mucho más, porque hay un entendimiento pleno, real y aunque no me gusta decirlo, porque en esto soy un incrédulo, hasta se puede decir un vínculo más natural… No sé si más natural, pero sí al menos más coherente, más ameno, más saludable y más divertido para ambos.

Pero sobre todo, lo que trato de hacer en cada terapia es lograr que el responsable o responsables del perro piensen como perros, que comprendan y entiendan los instintos naturales de la especie y, de esta manera, poniéndose a la altura de su perro, podrán ayudar desde el entendimiento y la empatía con mayor facilidad y celeridad.

Lógicamente que entiendo por natural que los perros estén libres, sueltos en la naturaleza, como los perros salvajes de África (el licaon) o los de Australia (el dingo), por nombrar alguno de ellos, y no tenerlos en el salón de casa encima del sofá, sacarlos con una correa cada equis horas para que hagan sus necesidades e ir a comprarles comida procesada. Con esto último se le desvirtúa al líder de la manada (o sea, el humano) el instinto cazador y pasa a tener instinto comprador. ¿Qué tiene de natural esto?

Pero bueno, esto es así y debemos vivir con los perros, y mientras hay que hacerles la vida más fácil, ya que no tienen ninguna culpa de lo que están viviendo con los humanos. Ese es nuestro objetivo, o el mío como terapeuta canino. Aunque no lo parezca, ellos lo pasan mal viviendo en un medio no natural (ni para ellos ni para nosotros), con una vida que no han elegido. Me refiero a que un perro no ha elegido al responsable humano que lo ha adoptado, y tampoco hacer actividades para las que no está preparado, como el agility, carreras o caza a nivel deportivo (mal llamados deportes), por dar unos ejemplos. Y simplemente no ha elegido vivir en una casa sin hacer las actividades propias de su especie.

Planteo en qué consisten las terapias que aplico porque me baso en otros aspectos que muchos educadores caninos no plantean a la hora de ayudar al perro en un problema de comportamiento no deseado, y significa ir más allá y ver la parte emocional o energética del perro para trabajar desde la raíz o desde el fondo el problema que le aqueja al perrito. He tenido la oportunidad de escuchar de boca de otros educadores caninos que la forma de plantear la educación con premios es la forma natural de educar a un perro. Pero me pregunto: ¿un perro, en su estado natural, es premiado con galletas cada vez que hace algo bien, o se le premia con energía? ¿Un perro salvaje africano con una riñonera dando premios a sus cachorros cada vez que los llama y vienen?... No lo veo. Aunque tengo que matizar que, a mi entender, en realidad el hecho de usar comida con los animales está bien si es para el adiestramiento canino (perros detectores de drogas, perros de asistencia o salvamento, al margen de mi opinión sobre estas prácticas), que es muy distinto a la educación canina.

Perdonen que siempre tengo que hacer esta reflexión, pero me pone muy mal el hecho de tener que usar comida para sobornar al perro para que el humano esté feliz, sin pensar que hay otras formas más fáciles y más acordes a la naturaleza del can para su adaptación al medio que le toca vivir, sin entrar en conflicto con el humano. Por ejemplo, buscar en la parte energética emocional, trabajar y tratar con el estrés malo que lo altera o buscar por qué no conecta con su responsable; buscar, encontrar y solucionar ese problema de vínculo que pueda tener.

Cuando menciono que el sistema que explicaré en este libro es un sistema o método propio, me refiero a que, sacando las mejores cosas de diversos mentores, hice la aplicación en conjunto de tres elementos que he creído fundamentales para ayudar al perro y su responsable a llevar una vida más fácil y de mejor entendimiento entre ambos. Después de tantos años de aplicarlo, creo fervientemente que funciona. Estos tres puntos o aspectos son:

- La energía. Pensando en que César Millán está en lo cierto sobre lo importante que es la energía para el buen manejo de un perro, ellos son nuestra energía y nosotros su energía. Si trabajamos sobre este aspecto, con energías ni muy altas, ni muy bajas, el perro entra en sintonía con el ser humano y hay una simbiosis muy bonita de ver y sentir cuando estamos conectados con ellos. Podremos tener un perro perfectamente adaptado a nuestro sistema de vida y, de esta forma, disfrutar y tener felicidad en la convivencia diaria. Más adelante iré explicando cómo aplico esto de la energía y cómo lograr la comunicación energética con ellos.

- El equilibrio. Es algo que se me ha ocurrido porque, por experimentarlo, sé positivamente que un perro equilibrado es más fácil de adaptar y de comunicarse con él. Un perro equilibrado emocionalmente puede pensar y resolver cuestiones que un perro con ansiedad o estrés difícilmente podrá ejecutar. Y luego, lo fundamental, un perro debe estar equilibrado emocional y físicamente por su bienestar, por su salud mental y porque en definitiva debe vivir feliz y en armonía, para sentirse bien con él mismo y su entorno, sea de humanos (llámese ciudad o pueblo) o en el entorno de la naturaleza.

- El instinto. Es el tercer factor que aplico en mis métodos de trabajo, basándome en el leguaje canino o «señales de calma», cuya descubridora es la señora Turid Rugaas. Y como es obvio, es más fácil que los humanos hablemos o interpretemos el lenguaje canino que nosotros intentemos que ellos hablen el nuestro, por lo que es fundamental que todos aquellos que tienen perros en casa o trabajan con ellos sepan y aprendan este lenguaje, simple y eficaz a la hora de interactuar. Y poder entender a un perro desde el punto de vista del instinto ayuda a los responsables a comprender por qué los perros realizan ciertos actos. Es un factor fundamental que los responsables aprendan el lenguaje canino, por ello dentro de las terapias que hago marco como obligatorio aprender las señales de calma para mejorar la convivencia con el perro, para aceptar, empatizar y comprender los comportamientos que el humano no desea que tenga su perro.

Estos tres aspectos en este método forman los pilares básicos de la metodología, lo que permite la comunicación, la estabilidad emocional y la capacidad del perro para interpretar todo lo que necesitas de él y tú interpretas de forma absolutamente más clara lo que él necesita de ti. Otro planteamiento bastante distinto y desde otro punto de vista es que la gente o los responsables de los perros solo piensan lo que ellos necesitan del perro: que no ladre, que no rompa cosas, que se porte bien, que se quede quieto... Esto sería la parte manual o física, a nivel emocional. El humano le dice al perro: «Necesito que estés conmigo porque estoy muy solo». O: «Necesito que me cuides porque tengo mucho miedo». O se dice del perro: «Me es una gran ayuda para tal cosa». Pero por fortuna alguien se a puesto a pensar: «¿Y qué es lo necesita el perro de nosotros los humanos?». Allí es donde comienza la verdadera aplicación de esta terapia y la simbiosis perro-humano, para que las dos partes tengan cubiertas al menos el mínimo de las necesidades existenciales como manada no natural de dos especies tan distintas (y a la vez tan iguales) como Homo sapiens y Canis lupus familiaris.

Cuando tomo un caso de un perro que tiene un problema cualquiera, les enseño a los responsables estos tres factores de trabajo, y realmente la gente se involucra de tal manera que es maravilloso, primero porque es muy fácil y sencillo, segundo porque los resultados son casi inmediatos y porque al final se termina teniendo un vínculo con el perro tal que nunca se hubieran imaginado que pudiera ser así. Más allá de que el perro cambia de conducta no deseada por el responsable y pasa a ser un perro normal, para ser finalmente un perro feliz. Es notable verle el cambio de expresión en la cara cuando comienza a tener este vínculo cómplice de amigo, de compañero con su responsable, dejando de lado el estrés o la situación que le aquejaba y hacía que su comportamiento no fuera el adecuado.

Pasa de la exaltación a ser un perro relajado, de ser un perro temeroso a convertirse en seguro de sí mismo, a controlar sus ansias y a ser más manejable. Cuando me refiero a manejable, no estoy diciendo a que es más sometido ni nada por el estilo, simplemente a tener una comunicación más fluida y sencilla, a la vez que con simples gestos o miradas puedes lograr que hagan cosas que nunca imaginaste.

Tuve un caso en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) de Koki, un perro de 6 años que se apoderaba del sofá y no había manera de moverlo de allí. Cuando lo hacía, adquiría una conducta extremadamente agresiva, mordía a cualquier miembro de la familia indistintamente. Era tal la situación que se habían planteado «dormirlo», porque los actos de conductas agresivas superaban lo que esa familia podía tolerar. Así que me llamaron para ver qué se podía solucionar. Una vez que hice la entrevista y el diagnóstico y aceptaron las condiciones de trabajo de la terapia a aplicar, nos pusimos manos a la obra con Koki. Al cabo de una semana aplicando las técnicas que he comentado ya se podía hacer bajar a Koki del sofá con un gesto a distancia, y lo podía hacer cualquier miembro de la familia. De esta manera pudieron disfrutar nuevamente del sofá, estar la familia en armonía y paz y, sobre todo, lo más bonito, que Koki fue indultado y llegó a vivir hasta casi los 16 años, cuando murió finalmente de viejito.

Casos como este que he tenido me hacen pensar que todo se puede, solo hay que trabajarlo. Nada sale solo y sin esfuerzo, pero cualquier persona de cualquier edad puede aplicar las técnicas y tener resultados fabulosos sin problemas, solo, vuelvo a recalcar, se trata de conectar con nuestras emociones, nuestras energías primarias y pensar como perro, así el camino se allana con mucha facilidad para la rehabilitación de un can, tenga este la edad que tenga. Digo esto ya que mucha gente se cree que un perro adulto no puede ser reencausado a tener una vida tranquila si tiene un comportamiento malo desde hace muchos años. Bien, no hay edad para ayudar a un perro a tener la estabilidad que necesita, emocional, energética o física para hacer la adaptación al medio correctamente.

Los perros, al ser tan simples mental y emocionalmente, al tener menos problemas o conflictos que nosotros los humanos, inmediatamente se rehabilitan y vuelven a estar en condiciones estables, en todos los sentidos. El ejemplo es Koki, que cuando hicimos la terapia tenía 6 años, que para un perro ya es edad adulta.

Cuando alguien adopta a un perro y lo lleva a su casa, pretende que sea un amigo, un compañero, para realizar con él la mayor cantidad de actividades posibles, como pueden y deben ser paseos, ir al parque, o al bosque a buscar setas, o a nadar a la playa, e incluso a un bar a tomar algo (no estoy de acuerdo en llevar a los perros a los bares, pero los hay que lo toleran bien), en fin, una lista muy larga de «ir a...». Pero si el perrito tiene problemas de conducta, no podremos ni siquiera sacarlo a pasear, ya que los paseos pueden ser una tortura por lo que tira, cómo ladra o porque se angustia. He conocido casos de perros de tamaño pequeño que han llegado a tirar a sus responsables al suelo. ¿Qué sucede entonces después de esto? Por ejemplo, no se saca más al perro a pasear; al no salir a caminar, el perro se pone estresado y ansioso, manifestándolo con conductas indeseadas. Esto se convierte en un círculo vicioso, el «efecto rebote» del que siempre hablo.

Explicaré con un ejemplo práctico qué es el efecto rebote. Es como golpear con una raqueta una pelota de tenis contra un frontón: mientras más fuerte le damos, más fuerte rebota hacia nosotros, y si seguimos subiendo la intensidad del golpe de raqueta, la pelota rebotará con más fuerza en la pared. Llegará un momento que será incontrolable y se perderá el control de la pelota, porque saldrá disparada en otra dirección o porque no podremos atraparla por la violencia con la que viene hacia nosotros. ¿Qué ha pasado? Perdimos el control. Pero el control o el dominio de la situación lo hemos perdido nosotros mismos. Hemos perdido la pelota; no tiene vida propia, ella se mueve por el impulso que nosotros le propinamos (energía en este caso) con una raqueta que nosotros manipulamos y usamos para dar el golpe. Entonces, claramente el control lo hemos perdido nosotros. Entramos en crisis por la situación, generamos una energía quemada innecesariamente, un esfuerzo físico por demás, perdemos concentración, a mayor estrés, más pérdida de capacidad de coordinación, perdemos el control del golpe, perdemos el dominio de la pelota y, sobre todo y lo peor, perdemos el control de nosotros mismos. Por ende, entramos en estrés, ansiedad y hasta nos sentimos frustrados ante una situación que no podemos dominar, porque nos ha superado.

Si nos detenemos, tomamos aire, nos relajamos y pensamos un poco, y volvemos a tomar la pelota con la mano para comenzar nuevamente y la observamos, veremos que está igual, no ha sufrido cambios en absoluto, sigue teniendo el mismo color amarillo flúor, sigue siendo tan acolchada como antes y tan redondita como siempre, no ha perdido nada de su aspecto físico. Miramos un instante la raqueta y es exactamente igual que cuando la cogimos al principio, no ha sufrido modificaciones, están estos elementos como cuando comenzamos el juego, somos nosotros los que hemos tenido el cambio y el trauma. Nuestra energía bajó o subió (hubo un cambio, en definitiva), se hace menos positiva y pasamos a no confiar en nosotros mismos, a «yo no puedo», y a cargarnos de esa energía negativa y de mala onda que hace que perdamos coordinación, concentración y perdemos el dominio de nosotros mismos.

¿Y si después de este juego que se nos fue de las manos, comenzamos otro más controlado? Tomamos aire y nos mentalizamos de que «yo puedo». Ya con esta afirmación nos estamos dando un toque de energía positiva, de confianza y comenzamos otro juego, pero más relajados y tranquilos, a golpear la pelota con la raqueta, con golpes enérgicos, sí, y a la vez suaves, con la misma fuerza siempre, es decir, manteniendo unas constantes, un equilibrio en todos los movimientos. La pelota golpearía siempre a la misma velocidad, mantendríamos siempre la concentración de lo que estamos realizando y lograría estar así minutos, largos minutos disfrutando de un ejercicio que nos hará relajar, tranquilizar, quemar grasas y nos llenaríamos de energía, pero de la buena, la que nos alimenta el espíritu y nos reconfortará físicamente, de la que nos hace sentir bien y en forma.