Noticias del corazón - Carole Mortimer - E-Book

Noticias del corazón E-Book

Carole Mortimer

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Beschreibung

Estaba decidida a descubrir su secreto. Cuando Leonie llegó a la mansión inglesa de Rachel Richmond, la impresionaron el estilo sofisticado y la amabilidad de la famosísima actriz. La impresión que le causó Luke, el hijo de Rachel, fue algo muy diferente. Luke Richmond era un tipo frío y orgulloso que no sentía ninguna simpatía por Leonie y que estaba demasiado acostumbrado a salirse con la suya. Pero, por mucho que le pidiera que se marchara, a Leonie le habían encargado escribir la biografía de Rachel y no se iba a mover de allí... especialmente después de darse cuenta de que Luke escondía algo...

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Carole Mortimer

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Noticias del corazón, n.º 1421 - agosto 2017

Título original: Keeping Luke’s Secret

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-9170-097-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

LA DOCTORA Leonora Winston, supongo.

Leonie se volvió hacia la puerta del salón, donde un hombre la miraba con frío desdén.

Se le podría describir como «alto, moreno y guapo», pero ahí se terminaban los cumplidos porque también era arrogante y profundamente antipático. En sus ojos de color verde pálido había una frialdad que ni siquiera intentaba disimular.

«Pomposo» también era un adjetivo que le iría como anillo al dedo.

Y había un par de cosas más que la disgustaron. Lo primero, su nombre era Leonora, desde luego. Leo, por su abuelo paterno, Nora por su abuela paterna, pero nadie la había llamado nunca así. Todo el mundo la llamaba Leonie.

Y lo segundo, estaba segura de que cuando el explorador Stanley se dirigió al doctor Livingstone, estaba encantado de verlo. El hombre que la miraba desde la puerta no parecía en absoluto encantado de verla.

De hecho, todo lo contrario.

Era aparente por su forma de mirarla, con aquellos desdeñosos ojos de gato. No, aquel hombre no estaba contento de verla.

Y no sabía qué había hecho para provocar tal antipatía en un completo desconocido.

–Luke Richmond, supongo –replicó, levantando una ceja.

No pensaba dejarse amedrentar. No lo conocía de nada, pero si pensaba tratarla con tan mala educación, estaba dispuesta a devolver el golpe.

El hombre la miró con los ojos entrecerrados.

–Puede que esta situación le parezca divertida, doctora Winston…

–Por favor, llámeme Leonie –lo interrumpió ella–. Y creo que se equivoca sobre mi sentido del humor, señor Richmond. Esta situación no me divierte, más bien me sorprende.

–¿Porque esperaba ver a mi madre y no a mí? No se preocupe, verá a mi madre. Rachel es famosa por llegar siempre tarde –replicó él, cerrando la puerta con gesto impaciente–. Quería hablar con usted a solas antes de que se conocieran.

El sol entraba por la ventana, pero estar encerrada en una habitación con aquel hombre la hizo sentir un escalofrío.

No eran solo sus pálidos y fríos ojos. Era muy alto, casi un metro noventa, de hombros anchos y constitución atlética. Llevaba el pelo corto y vestía camiseta y vaqueros negros.

No parecía exactamente amistoso, pero su mal humor podría no tener nada que ver con ella. O quizá era grosero por naturaleza, de modo que no debía tomarlo como algo personal.

–Parece que ha habido un error, señor Richmond…

–Cualquier error, doctora Winston, habrá sido por su parte –la interrumpió él–. No sé qué subterfugio habrá usado para conseguir esta cita con mi madre, pero le aseguro…

–Señor Richmond…

–… no le valdrá de nada…

–Señor Richmond…

–… porque mi madre no concede entrevistas…

–¡Yo no soy periodista! –lo interrumpió Leonie, indignada.

–… ni piensa escribir su biografía –concluyó Luke Richmond sin prestarle atención–. Por razones obvias.

Una de esas «razones obvias» era la biografía no autorizada de la famosa estrella de cine, Rachel Richmond, que apareció en las librerías dos años antes. Una biografía llena de comentarios subidos de tono y especulaciones sobre su vida privada.

Otra «razón obvia» debía ser aquel hombre, pensó Leonie.

Treinta y siete años, guapo, ganador de dos Oscar por sus guiones de cine, Luke Richmond era un hombre de éxito. Un hombre del que cualquier padre se sentiría orgulloso.

Pero él no tenía padre.

Rachel Richmond, estrella del cine y el teatro durante cincuenta años, nunca se había casado y nunca le dijo a nadie quién era el padre de su hijo.

Durante los años sesenta, cuando los estudios esperaban que sus actores fueran ejemplo de moralidad, el hecho de ser madre soltera podría haberle costado su carrera profesional.

Pero Rachel Richmond permaneció soltera. Llevaba a su hijo con ella a todas partes y acabó convirtiéndose en el epítome de la maternidad. El público no solo aceptó que no estuviera casada, sino que aplaudió su decisión.

Las especulaciones sobre la identidad del padre continuaron durante algún tiempo, pero la actriz guardó silencio y, al final, todo quedó en eso: especulaciones.

Leonie se preguntó cómo habría soportado Luke Richmond esas especulaciones o si Rachel le habría confiado la identidad de su padre.

Si era así, jamás había dicho una palabra a los medios de comunicación.

–Creo que se equivoca sobre la razón de mi presencia aquí, señor Richmond…

–Creo que, al menos yo, he sido perfectamente claro, doctora Winston –la interrumpió él de nuevo–. Estoy seguro de que es usted una estupenda biógrafa. De hecho, sé que lo es. Leí su biografía sobre Leo Winston.

Leonie parpadeó, sorprendida. No se le habría ocurrido pensar que a aquel hombre le interesaría su libro.

–No fue difícil de escribir. Leo es mi abuelo.

–Ya lo sé. Pero además de ser su abuelo, también fue un as en la manga de los servicios secretos ingleses durante la Segunda Guerra Mundial.

–Así es –murmuró Leonie.

–Mi madre leyó el libro antes de prestármelo. Pensaba que la vida de su abuelo podría convertirse en un buen guion –dijo Luke Richmond entonces.

Ella hizo una mueca. Conociendo a su abuelo, nada lo horrorizaría más.

–Mi abuelo prefiere ser conocido por su trabajo como historiador.

–Un auténtico Pimpinela Escarlata del siglo XX –replicó Luke Richmond, desdeñoso–. Aunque, después de darle vueltas al asunto, decidí que la historia ya estaba un poco trillada.

Si quería ser insultante, lo estaba consiguiendo. Por eso Leonie decidió no darle la satisfacción de replicar airadamente.

–¿Le dio usted vueltas al asunto? –preguntó, mirando el reloj. Rachel Richmond llegaba quince minutos tarde a su cita.

–Su abuelo me convenció de que un guion sobre su vida no le interesaría a nadie… sobre todo a él. Además, no nos poníamos de acuerdo sobre el actor que lo interpretaría en la pantalla.

Leonie lo miró entonces, sorprendida. No sabía que hubiese hablado con él. Ni siquiera lo había mencionado…

–Mi abuelo es un hombre difícil.

Luke Richmond la miró entonces con un esbozo de sonrisa.

–Desde luego. Y parece que ese es un rasgo que usted ha heredado.

Ella se quedó atónita. No sabía qué le había hecho a aquel hombre para que se portara de forma tan insultante, pero era hora de decirle cuatro cosas.

–Señor Richmond…

–¡Leonie, no sabes cómo siento llegar tarde! –Rachel Richmond eligió aquel momento para aparecer en el salón como un soplo de aire fresco.

No aparentaba setenta años en absoluto. Con un elegante vestido verde y el pelo rubio cortado a media melena, parecía veinte años más joven.

–Ah, estás con mi hijo.

–Pues sí…

–¿Sabes una cosa? Eres monísima, Leonie.

Después del frío desdén de Luke Richmond, la calidez de Rachel la tomó por sorpresa. Aunque no había duda de que no estaba fingiendo. Sus ojos verdes brillaban de alegría y aquella sonrisa que había entusiasmado a millones de admiradores en todo el mundo parecía envolverla como un rayo de luz.

Aunque lo de «monísima», por agradable que fuera el cumplido, no le pegaba demasiado. Era demasiado alta, su apariencia absolutamente profesional con un traje de rayas grises, el pelo rubio corto al estilo Meg Ryan.

No era una mujer bella en absoluto: ojos grises, nariz respingona, labios generosos y barbilla firme. Pero nada del otro mundo.

De hecho, parecía exactamente lo que era: una historiadora, como su abuelo.

–Gracias –murmuró por fin, observando con el rabillo del ojo la sonrisa burlona de Luke Richmond.

Ella misma se sentía un poco incómoda con las efusiones de la famosa actriz.

–Deberías soltar su mano, Rachel. La estás avergonzando –dijo él entonces.

Leonie se puso colorada.

–No me está avergonzando en absoluto. Señorita Richmond, su hijo parece tener la impresión de que he venido a molestarla…

–No es solo una impresión, es la verdad.

–Luke, por favor –lo regañó su madre–. Leonie aún no entiende tu sentido del humor.

¿Sentido del humor? ¿Aquel hombre tenía sentido del humor? Solo una madre demasiado indulgente podía pensar eso.

–Creo que te equivocas, Rachel. Yo creo que la doctora Winston me entiende perfectamente.

Desde luego que lo entendía. Era él quien estaba completamente equivocado sobre sus razones para visitar a la actriz.

–Señorita Richmond…

–Por favor, llámame Rachel. Luke, cariño, ¿le has pedido a Janet que sirva el té aquí?

–No…

–Pues hazlo, cielo –lo interrumpió su madre severamente, tomando a Leonie del brazo–. ¿Te apetece dar un paseo por el jardín antes de tomar el té? Quiero que me cuentes muchas cosas. Nunca había conocido a una mujer historiadora. Debe ser emocionante triunfar en un campo que, hasta ahora, había estado casi exclusivamente reservado a los hombres…

Leonie escuchaba a medias. En realidad, Rachel Richmond no la dejaba hablar y ella estaba demasiado distraída observando la expresión furiosa de su hijo. Estaba claro que si pudiera echarla a patadas de allí, lo haría.

–De verdad, estoy encantada de conocerte. Me gustó muchísimo tu último libro.

–Mi primer libro –la corrigió Leonie–. Y el último. Por ahora.

–Espero que no, querida.

–Señorita Richmond…

–Por favor, llámame Rachel –insistió la actriz–. Todo el mundo me llama así. Incluso mi hijo.

Leonie no se encontraba cómoda llamándola por el nombre de pila. Aquella mujer era una estrella de cine, un icono para sus admiradores, aún capaz de despertar el interés de las multitudes cada vez que hacía una aparición pública, aún capaz de atraer a miles de personas a un teatro las raras veces que decidía subirse a un escenario.

Y en persona era tan estrella como en la pantalla.

–Rachel, tu hijo parece creer que…

–No te preocupes por Luke –la interrumpió ella–. Es muy protector. Y siempre ha sido un chico tan serio –añadió, afectuosamente.

–¿Chico?

A los treinta y siete años, Luke Richmond no era precisamente un crío.

Rachel rio suavemente.

–Para mí siempre será un chico. Y te aseguro que ladra, pero no muerde.

Leonie lo dudaba. Muy seriamente.

Pero que Luke Richmond fuera un arrogante y un idiota no debía importarle en absoluto. No pensaba verlo más de lo que fuera absolutamente necesario.

–Se está haciendo tarde, señorita Richmond… Rachel.

–¿Cuánto has tardado en llegar a Hampshire?

–Una hora. Y me temo que tengo otra cita en Londres, así que…

–Ha sido un detalle que dejases de lado tus planes para venir aquí. Un sábado, ni más ni menos. Me temo que, últimamente, no voy nada a Londres.

–La verdad es que tendré que irme dentro de poco y…

–¿No te encanta la primavera? –la interrumpió Rachel de nuevo, señalando alrededor–. Todo es nuevo. La vida se llena de esplendor.

A ella también le gustaba la primavera, pero sobre todo porque significaba el final del largo invierno. Odiaba llegar a la universidad de noche y marcharse de noche.

–Rachel, me llamaste la semana pasada para pedirme que viniera a verte. ¿No crees que sería buena idea decirme para qué?

En realidad, la llamada había pillado a Leonie completamente por sorpresa. Aunque Luke Richmond parecía pensar que era ella quien había pedido la reunión.

Una impresión que le gustaría corregir, si tenía oportunidad.

No sabía cuál era el propósito de Rachel al invitarla a su casa y ella no parecía tener prisa por explicarlo. Pero estaba segura de que no sería para hacerle un sitio entre «los ricos y famosos», como había dicho Jeremy.

Jeremy…

Leonie sonrió al pensar en su compañero de universidad, un mago de la informática que lograba transmitir su amor por la tecnología a los alumnos.

«Los opuestos se atraen», pensó entonces. Ella, interesada en el pasado, Jeremy en la tecnología que dominaría el futuro.

Él era la razón por la que no quería llegar tarde a Londres. Habían quedado para cenar…

De repente, Rachel soltó su brazo y se volvió para mirarla, muy seria. En aquel momento sí parecía tener su edad.

–¿No está claro por qué te llamé, querida?

–Solo dijiste que querías hablar conmigo.

–Pero… entonces, ¿no sabes por qué te he invitado a venir a mi casa? –preguntó la actriz, con gesto de incredulidad.

–No, no lo sé.

–Ah, ya veo. Verás, leí tu libro sobre Leo Winston…

–Tu hijo me lo ha comentado –dijo Leonie. No sabía por qué, pero no le salía llamar a Luke Richmond por su nombre de pila–. Y me alegro mucho de que te gustase…

–Pero no te he pedido que vengas hasta aquí solo para felicitarte por el libro. Podría haber hecho eso por teléfono. No, querida Leonie, te he pedido que vengas porque quiero que escribas mi biografía. Una biografía oficial –dijo Rachel Richmond entonces.

Ella la miró, sorprendida.

¡Rachel Richmond quería que escribiera su biografía!

No podía decirlo en serio.

Capítulo 2

 

EN SERIO? –exclamó Jeremy.

–Por lo visto, sí –le confirmó Leonie–. Dice que lleva años buscando a la persona adecuada para escribir su biografía.

–Y ha decidido que eres tú. ¡Qué suerte!

–Intenté explicarle que yo no soy exactamente biógrafa…

Pero sus protestas se habían quedado en nada. Rachel insistió en que quería que fuese ella quien escribiera la biografía que sus admiradores llevaban años esperando. Que después de leer la de Leo Winston, estaba segura de que escribiría su historia con la misma verdad y la misma pasión.

–¿Cómo que no? –sonrió Jeremy–. Y una biógrafa estupenda, además.

Jeremy era un chico guapo con cara de niño. Su pelo rubio, un poco largo, le caía sobre los ojos azules. Y eran de la misma estatura cuando Leonie no llevaba zapatos de tacón.

–Muchas gracias, joven.

–Sigo sin poder creerlo. ¡La biografía de Rachel Richmond!

Tampoco ella podía creerlo. Y a pesar de que sería un paso adelante en su carrera, no estaba segura de que fuese buena idea.

No era el volumen de trabajo. De hecho, disfrutaría inmensamente investigando la vida de tan sensacional estrella de cine. La razón de su desgana para aventurarse en tal empresa podría describirse en dos palabras: Luke Richmond.

No había tomado el té con ellas, pero Leonie no tenía duda de cuál sería su reacción cuando Rachel le dijera que iba a escribir su biografía.

No habría forma de convencerlo de que no era idea suya. Por eso le había pedido una semana para pensárselo…