Pasear, detenerse - Francesco Careri - E-Book

Pasear, detenerse E-Book

Francesco Careri

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Beschreibung

En su anterior libro Walkscapes. El caminar como práctica estética, Francesco Careri eleva a la categoría de arte el acto de caminar. En sus páginas nos descubre el andar como un instrumento cognitivo y creativo capaz de transformar simbólica y físicamente el espacio, un estudio que, con los años, ha acabado convirtiéndose en un clásico de la bibliografía sobre el caminar. Como continuación de este libro, Pasear, detenerse da un paso más allá e introduce en el caminar la experiencia de la pausa, del detenerse, surgida a partir de las acciones y las reflexiones que Careri ha ido elaborando a lo largo de veinte años en sus clases como artista, arquitecto y profesor del Laboratorio Arti Civiche de Università degli Studi Roma Tre. El libro recopila diversos artículos que nos conducen por Stalker, la muerte de Constant, las ciudades de los gitanos rom, diversas deambulaciones por ciudades latinoamericanas y otros episodios que nos abren nuevas miradas sobre el pasear y el detenerse. El corpus teórico y experimental de Careri se muestra en estas páginas con toda su fuerza y, como ya hiciera en su día con Walkscapes, nos introduce en un universo nuevo y sorprendente: el de la ética y la estética del caminar, y ahora, también, del detenerse.

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Editorial Gustavo Gili, SL

Via Laietana 47, 2º, 08003 Barcelona, España. Tel. (+34) 93 322 81 61

Valle de Bravo 21, 53050 Naucalpan, México. Tel. (+52) 55 55 60 60 11

FRANCESCOCARERI

PASEAR, DETENERSE

TRADUCCIÓN DE MAURICI PLA

 

 

Ilustración de la cubierta: Rafamateo

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

La Editorial no se pronuncia ni expresa ni implícitamente respecto a la exactitud de la información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tipo de responsabilidad en caso de error u omisión.

© de la traducción: Maurici Pla

© de los textos: Francesco Careri

y para esta edición:

© Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2016

ISBN: 978-84-252-2934-3 (epub)

www.ggili.com

Producción del ebook: booqlab.com

ÍNDICE

PREFACIO

MANIFIESTO

ARCHIPIÉLAGO STALKER

BOARIO STOP

DEL NAVEGAR Y DEL ECHAR EL ANCLA

¿ES AQUÍ LA NUEVA BABILONIA?

PIDGIN CITY

SANTIAGO DE CHILE

BOGOTÁ

SÃO PAULO

ARTES CÍVICAS

GLOSARIO

CABEZA ABAJO

ORIGEN DE LOS TEXTOS

PREFACIO

Este libro recopila diversos artículos escritos durante un período de 20 años, desde 1996 hasta hoy. Con él he intentado construir un puente entre el caminar y el detenerse, entre el ir y el estar, tal vez entre lo nómada y lo sedentario. Empiezo a considerar el hecho de detenerse como parte del andar, como una acción que quiere seguir siendo nómada, un largo estacionamiento en un recorrido imparable. Este libro puede ser leído como una reflexión sobre el hecho de tomar un sitio y tomar una posición, de hacerse cargo de un lugar y asumir una responsabilidad ética y estética en el momento de detenerse.

Pero también puede ser leído como un libro sobre Stalker, o mejor dicho, sobre mi experiencia personal de Stalker, sobre todo lo que he aprendido de Stalker y sobre todo lo que, como profesor, sigo aprendiendo en mis clases como artista, arquitecto y profesor en el Laboratorio di Arti Civiche [Laboratorio de Artes Cívicas]. Estas acciones y reflexiones me han permitido elaborar prácticas para explorar los lugares y estar en ellos, intentos de abrir —al menos para mí— vías posibles que permitan expandir el campo de acción de la arquitectura, abandonar la claustrofóbica habitación disciplinar e iniciar una aventura capaz de ir transformando el mundo. De hecho, Stalker ha sido, y sigue siendo, ante todo una aventura existencial, ética y estética. Una poesía urbana, iniciada con numerosos amigos a principios de la década de 1990 en Roma, que ha logrado sobrevivir y expresarse lejos de los focos del espectáculo contemporáneo. Es más, a pesar de haber permanecido oculta, tiene una gran cantidad de admiradores que la han conocido sobre el terreno y que la han convertido en una experiencia directa mediante caminatas, acciones territoriales, talleres… Y eso es así porque Stalker siempre ha encontrado el modo de salir a la luz, cambiando repentinamente de dirección, haciendo desaparecer sus huellas, utilizando distintos nombres, sin llegar a publicar jamás un auténtico libro (aunque existen algunos que pueden descargarse en la Red, y otros en curso).

Por tanto, este libro empieza en el punto en que termina mi primer libro, Walkscapes. El andar como práctica estética,1 y, por tanto, también en la vuelta a Roma realizada con Stalker en 1995 y en la primera parada realizada en el Campo Boario en 1999. Luego pasa a la metáfora del navegar, a las derivas y a los muelles, para detenerse después a profundizar en la historia de Caín y Abel y en su relación con el gesto del ka, el símbolo del eterno errar en busca del Otro. Desde ahí, sigue peregrinando por la muerte de Constant y por una nueva lectura crítica del Urbanismo Unitario, y va en busca de la Nueva Babilonia narrando los años pasados en las ciudades de los rom y su apartheid en los nuevos campos de concentración. Se detiene también en Pidgin City y el mundo de las ocupaciones habitacionales, donde lo informal vuelve a ser un recurso y la autoconstrucción una vía de escape que es posible practicar y que permite construir nuevos espacios a escala real a partir de las posibilidades constructivas, de las luchas y de los deseos de sus habitantes. De ahí, el libro parte hacia Sudamérica, la escuela más avanzada para las grandes ciudades informales venideras, andando por Santiago de Chile, Bogotá y São Paulo, entre vacíos de memoria, amnesias censoras, espontáneos laberintos y retóricas de la seguridad. En homenaje a Patrick Geddes, el libro concluye con un artículo sobre el urbanismo itinerante y la evolución peripatética de “Artes Cívicas”, el curso donde se enseña a perder tiempo para ganar espacio, a andar y a tropezarse con alguien, a entrar en ciertos lugares para detenerse en ellos y hacer arquitectura, a saludar cuando llegamos y cuando nos vamos. Contiene además un glosario de palabras que me ayuda a transmitir todas estas cosas y un manifiesto cabeza abajo.

 

 

1 Careri, Francesco, Walkscapes. El andar como práctica estética [2002], Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2013, 2ª ed.

MANIFIESTO

1999

Revolução

We want a revolution

non for the arts ma pour la vie authentique

Freedom of art is also freedom from art

Revolution to lay in the arms of a new mother

revolución que te llega por territorios vírgenes

rivoluzione per l’emancipazione degli affetti e

delle passioni

Revolução é recordar aos indivíduos que eles

são livres

Passioni

We swim in this empathic process where

cada cual es Cupido

Aonde as setas vazias fazem nascer amor

donde autónomas productions du sens

secernent improvisos patios de conciencia

Erramos tras landas instabiles

tra stati d’animo fortuitamente revelados

besides las islas de la rappresentazione

beyond los mares de l’esperienza

Territoire

Arquitectura is a beach

Fazer amor antes

de fazer um projecto

Territoire is a neighbour

an autonomous producer of space

that makes questions about tiempo

Territory itself wants a revolution

quiere nuevas historia y geografía

cherche l’emancipation de ses passions

desidera un’erotizzazione senza limiti

ARCHIPIÉLAGO STALKER

1996

La Zona es tal vez un sistema muy complejo de

trampas…

no sé lo que ocurre allí en ausencia del hombre,

pero apenas llega alguno, todo empieza a moverse.

La Zona es tal y como la hemos creado nosotros, es

como nuestro estado de ánimo,

no sé lo que ocurre en ella, eso no depende de la Zona,

eso depende de nosotros.

Andréi Tarkovski, Stalker, 1979

La Zona en la que transcurre la película de Andréi Tarkovski es un territorio en el que, después de un aterrizaje extraterrestre, la naturaleza ha tomado un camino propio, sigue una evolución propia en un territorio mutante. Se trata de una región cercada, controlada por los militares y sometida al estudio de los científicos. Los únicos seres que frecuentan este nuevo universo mutante son los Stalker, unos extraños personajes místicos que conocen el modo de acceder a él y entran de forma intrusiva, puesto que la Zona es el único lugar en el que se puede tener esperanza. En la película, los Stalker van acompañados de dos figuras que personifican las dos formas de conocimiento: la científica, representada por un físico; y la humanista, representada por un escritor. Caminan sin seguir una senda concreta por un paisaje en constante transformación, sin pasado ni futuro. Se trata de una naturaleza donde el paisaje que apenas quedaba ha sido transformado en uno nuevo, donde incluso nuestra presencia provoca nuevas mutaciones y donde para andar hace falta tener una estrategia, o al menos un ritual. Los Stalker conducen hasta la habitación donde los deseos se verán cumplidos. Para hacerlo es preciso perder tiempo, hay que atravesar la Zona, hay que ser “digno de lo que acontece”.1

Del 5 al 8 de octubre de 1995, un colectivo de artistas y arquitectos romanos dimos una vuelta a pie por todas las zonas abandonadas de Roma; llamamos a esta acción “Stalker a través de los territorios actuales” y explicamos con distintos materiales: numerosas fotografías, un vídeo, un mapa, un diario de a bordo y un manifiesto.2 En dicho manifiesto Stalker describe los “territorios actuales” como: “Aquellas zonas olvidadas que forman el negativo de la ciudad contemporánea, que contienen en su interior la doble esencia del desecho y del recurso. Son lugares difíciles de comprender y, por tanto, difíciles de proyectar, puesto que no tienen una localización en el tiempo presente. Son lugares ajenos a los lenguajes del mundo contemporáneo, pero al mismo tiempo envían mensajes a quienes están dispuestos a recibirlos. En términos realistas, algunos podrían convertirse en zonas francas y someterse a distintas legislaciones. Son lugares donde los nuevos deseos ciudadanos podrían quedar satisfechos. Ahora bien, hoy por hoy son sobre todo un gran recurso, la única selva por donde todavía podemos perdernos, un territorio híbrido entre la ciudad y el campo, donde la naturaleza todavía puede evolucionar bajo formas imprevistas, producir espacios en equilibrio, espacios delicados que solo pueden cuidarse por medio del abandono. Conocer estos espacios, percibirlos en su devenir, representarlos sin necesidad de definirlos gracias a la representación involuntaria: este fue el sentido de nuestro viaje.”3

Nuestro recorrido partió de la estación abandonada de Vigna Clara. Construida para los mundiales de fútbol de 1990, jamás llegó a utilizarse y en la actualidad se presenta como una nueva ruina contemporánea. Luego el viaje prosiguió a través de los campos, los ríos y las líneas férreas, a lo largo de una franja exterior ceñida al centro de Roma, más allá de la periferia de la década de 1950. A lo largo del recorrido los habitantes del lugar, los pastores, los pescadores, los campesinos y las comunidades de albaneses y polacos, nos dejaron atravesar sus “propiedades” indicándonos los senderos, las zonas peligrosas, las vías de entrada y de salida. Estas gentes han creado una auténtica red de información: se reconocen entre ellos a kilómetros de distancia. Ellos son las principales fuentes para el conocimiento de los lugares, los auténticos guías del territorio. Poseen un control absoluto del mismo, lo conocen en todos sus pliegues, trazan los recorridos. Casi siempre hay una especie de sendero al final del cual hay un agujero en la red por el que se puede pasar. Es posible atravesar las calles, las vías férreas y las trazas urbanas para luego volver a entrar en la Zona por otro agujero. Por todas partes hay lugares de paso: peñascos apoyados en un muro para poder saltar por encima, una verja con los barrotes separados, una tabla sobre un foso, una valla con las puntas dobladas. Siguiendo todas estas señales, visitamos ciudades en las riberas de los ríos, grutas dentro de los cañones, tiendas de campaña dentro de los cañaverales, parques sobre los viaductos, iglesias que parecían naves industriales y fábricas en desuso que parecían catedrales. Anduvimos por un espacio intermedio, un paréntesis en la ciudad, con los chalés y las viviendas intensivas siempre a punto de aparecer en el horizonte, siempre presentes en el encuadre. Y sin necesidad de ningún montaje se sucedía una secuencia de geografías heterogéneas, con un espacio y un tiempo propios, sometidas sin interrupción a nuestra percepción. Visitamos ruinas romanas en el mismo estado en que las vieron Johan Wolfgang von Goethe, Nicolas Poussin y Giovanni Battista Piranesi, espacios surreales y neorrealistas donde todavía vagabundean los personajes de Federico Fellini y Pier Paolo Pasolini.

Durante los últimos años, el debate sobre la ciudad ha puesto encima de la mesa categorías nuevas que permiten interpretar el territorio metropolitano. Cada vez más, se utilizan expresiones como “ciudad difusa”, “no lugares” o “lugares periurbanos” para definir aquellos espacios urbanos que crecen y se multiplican en esta galaxia indefinida que es actualmente la metrópolis contemporánea. Ahora bien, estas investigaciones se interesan sobre todo por las concentraciones de materia de dicha galaxia, por los “llenos”; es decir, por los tejidos y las estructuras urbanas; nunca han desplazado su punto de vista hacia el inmenso “vacío” que contienen esos tejidos y estructuras. Por el contrario, el viaje de Stalker consistió en una travesía por el interior de estos vacíos, observando la ciudad construida desde el exterior y permitiendo una lectura de la misma desde un punto de vista móvil e inmerso en las dinámicas del territorio. Entonces pudo verse claramente cómo las partes llenas de lo construido —es decir, los distintos fragmentos de ciudad— podían interpretarse como las islas de un archipiélago cuyo océano es un gran vacío informe. Stalker navegó por los distintos mares, demostrando que es posible atravesarlos a pie en su totalidad y sin solución de continuidad.

Si a los parques y a los grandes vacíos urbanos se añaden todas las tierras de nadie, los márgenes abandonados llenos de zarzas, etc., podremos observar que el vacío sigue ramificándose a distintas escalas, constituyendo el fondo sobre el que flotan las estructuras urbanas a las que, utilizando un término físico, podemos llamar clusters: cúmulos informes donde la materia se concentra y se organiza formando estructuras. A pesar de su complejidad, el dibujo de la ciudad al que se llegaría sumando los espacios vacíos podría volver a leerse como una forma mediante el uso de geometrías complejas. Se trata de una forma que la civilización contemporánea ha construido “espontáneamente” para sí con el fin de autorrepresentarse, con independencia de las teorías de arquitectos y urbanistas, y por ello puede considerarse el resultado de un proceso natural, un proceso dinámico y complejo que, al igual que los procesos de formación de las nubes y las galaxias, puede ser descrito por la geometría fractal.4

La ciudad se desarrolla mediante una dinámica que resulta difícil de programar debido a la gran cantidad de variables en juego: un proceso en el que participan las acciones interrelacionadas de distintas fuerzas locales, a menudo en contraste entre ellas, además de la acción planificadora de una inteligencia centralizada. Por ello, los clusters se desarrollan adoptando una forma y una estructura en las zonas más probables, y en el marco del proceso general de crecimiento dejan, entre ellos y en su interior, áreas vacías, zonas no estructuradas. Las estructuras y los vacíos se distribuyen de forma irregular y presentan la característica de la autosimilitud, una propiedad intrínseca a los fractales. Al igual que ocurre en las estructuras naturales complejas que poseen esta misma característica (las costas, las montañas, las nubes), podemos afirmar que la forma fractal de la ciudad no posee un tamaño a una escala definida, lo que significa que no todas las ciudades tienen una forma fractal a la misma escala: el área metropolitana de París expresa dicha forma a una escala distinta de las de Berlín o Londres. Ahora bien, podemos afirmar que a partir de una escala determinada es posible reconocer una forma de la ciudad caracterizada por clusters de distinto tamaño que se agrupan en torno a uno central. Uno de los resultados interesantes de este proceso es la formación de un borde irregular en torno a la materia que permite que el vacío se adentre en ella. Se trata de un fenómeno que puede observarse claramente en las áreas marginales, en las zonas periféricas aún no estructuradas de forma definitiva y en constante transformación.

En nuestra exploración de la ciudad pudimos verificar con gran exactitud las características descritas anteriormente. También la lectura de la cartografía permite ver, por una parte, la evidente discontinuidad de la ciudad construida y, por otra, la continuidad y la capacidad de penetración del sistema de vacíos. Es decir, la Forma Urbis de Roma es mucho más compleja que la que suele presentar la ciudad radial, atravesada por dos cuñas de vacíos, y se parece más a la forma de un archipiélago: un archipiélago fractal. Al desarrollo de dicha forma han contribuido tanto unas condiciones ambientales específicas (el sistema orográfico de los barrancos y los valles, el sistema hidrogeológico de los ríos y los canales, el clima, la vegetación) como las condiciones culturales (la historia antigua y la reciente, la especulación inmobiliaria, el crecimiento abusivo, las cuestionables intervenciones del planeamiento público). El sistema de grandes vacíos urbanos está formado por el conjunto de parques históricos, por las numerosas áreas sometidas a sujeciones arqueológicas o ambientales, por las grandes áreas industriales y ferroviarias en desuso y por las grandes infraestructuras. Ahora bien, podemos constatar además la presencia importante de áreas intersticiales que, sumadas a las anteriores, favorecen la conexión y la continuidad del sistema de vacíos; es decir, del mar, o mejor dicho, de los mares del archipiélago.

Lo que hasta ahora hemos llamado vacío posee en realidad distintas identidades, y no es tan vacío como pueda parecer. En su mayor parte, se trata de espacios olvidados, borrados de nuestros mapas mentales, algo así como amnesias urbanas. Allí donde no hay ninguna forma de control aparente, se vive en una informalidad y, a menudo, en una ilegalidad difusas, con unas reglas propias. Los límites de estos territorios se desplazan constantemente siguiendo unas relaciones de fuerzas en mutación y, con frecuencia, arbitrarias. Son espacios nómadas que logran sobrevivir moviéndose una vez alcanzan un viaducto, una nueva comunidad, el cercado ilegal de un huerto, un punto de descarga de mercancías, una parcelación e incluso un parque. En estos momentos, el futuro de muchas de las áreas que atravesamos es objeto de discusión en las administraciones municipales. Muchos elementos del sistema de vacíos que se consideran degradados y que deben ser recalificados deberán también saturarse para dejar espacio a nuevos fragmentos de ciudad. Sin embargo, podrían aplicarse maneras alternativas de desarrollar la ciudad conservando su naturaleza de archipiélago. Roma, ciudad que a lo largo de la historia siempre creció sobre sí misma a través de estratificaciones, podría desarrollarse no solo mediante el añadido de nuevas “manzanas” en su periferia exterior, sino también por medio de la destrucción y la reconstrucción de algunas partes de su interior, o incluso mediante la superposición y la densificación de las partes construidas. De hecho, sería posible seguir construyendo en el interior de muchos de los barrios de construcción económica y popular de las décadas de 1970 y 1980,5