Perros - Raymond Coppinger - E-Book

Perros E-Book

Raymond Coppinger

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Beschreibung

En esta obra encontraremos una brillante actualización sobre el mundo de los perros, cuál es su origen, por qué son diferentes a los lobos, cómo se han adaptado a distintos ambientes humanos y cómo pueden beneficiarse humanos y perros en su relación. Te permitirá conocer mejor a tu perro, con detalles que hasta ahora te habían pasado desapercibidos. Hay muy pocos biólogos que hayan escrito libros sobre perros. Se necesitaba un libro nuevo sobre perros, un libro basado en sus características biológicas, que explique lo que son, por qué son diferentes de los lobos, por qué difieren entre sí; por qué son como son y cómo sus relaciones con el ser humano pueden enriquecerse, de manera que ambas especies se beneficien. Esperamos que este libro satisfaga esta necesidad. Realizan una profunda revisión de las teorías de Konrad Lorenz y de la relación perro-humanos. Un estudio científico que te ayudará a ampliar tus conocimientos sobre los orígenes del perro, los variados trabajos que realizan y el modo en que los humanos han influido en la evolución, el desarrollo y el comportamiento del perro. Gracias al punto de vista profesional de los autores, podemos disfrutar de nuevas hipótesis de trabajo, nuevos planteamientos y una clara visión sobre todo aquello que hace que los perros sean perros. Esta obra es fundamental e imprescindible para todos los dueños de perros.

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P

ERROS

Un perro de los poblados. 1974 (Jerome Liebling)

PERROS

UNA NUEVA INTERPRETACIÓN SOBRE SU ORIGEN, COMPORTAMIENTO Y EVOLUCIÓN

Raymond CoppingeryLorna Coppinger

Traducción deJose Luis de VargasyPatricia Teixidor

Revisión técnica deBenigno Paz

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendido el tratamiento informático.

Título original:DOGS.A New Understanding of Canine Origin, Behavior and Evolution.

(Chicago: The University of Chicago Press 2001)

© Raymond Coppinger and Lorna Coppinger, 2001

Primera edición digital: 2014

Disponible en formato impreso en:www.knsediciones.com/es/libros/1216-perros.html

© De la traducción, Jose Luis de Vargas y Patricia Teixidor, 2004

© De la edición digital Kns ediciones 2014

© KNS EDICIONES S.C.

Apdo. 32

15780 Santiago de Compostela

Tlf/Fax: 981 51 92 81

Correo electrónico:[email protected]

Sitio web:www.knsediciones.com

Diseño de la cubierta: Charlie Leroy

Adaptación de la cubierta para la versión digital: Alberto Mosquera

Fotografías de portada cedidas por: Pablo Montiel y Royal Canin

Composición ePub: Esther Núñez

ISBN: 978-84-941852-0-5

Dedicamos este libro a ocho grandes perros y a Jane.

A Smoky, un perro de rehala de los poblados, que fue seleccionado para seguir a una bicicleta por el pueblo durante todo el día.

A Robbie, un collie de granja que debe su nombre al héroe de la película Tres camaradas, porque por aquel entonces éramos tres. Le encantaba venir en el maletero de nuestro pickup pero tenía la desconcertante costumbre de gruñir cuando menos lo esperábamos a los agentes de tráfico en medio de los cruces.

A Sitka, casi una perra de trineo, con el mejor sentido del humor de todos los perros que hemos tenido y que ignoraba tranquilamente todas nuestras ambiciones tempranas de convertirnos en etólogos.

A Scrimshaw, una pequeña (bueno, enana) welsh corgi, que no tenía ningún sentido del humor pero a la que conseguimos adiestrar mediante el condicionamiento clásico para “ponerse cara a la pared”, lo que divertía mucho a los invitados que venían a cenar a casa.

A Scoter, una amistosa Chesapeake Bay retriever, que perseguía pelotas de béisbol y nos las traía a la mano (pero se negaba a distinguirlas de los puercoespines). Solía ser muy dulce excepto cuando teníamos que quitarle las espinas.

A Tsrna, una perra guardiana de ganado Sarplaninac, que cuando la llamabas parecía tener sólo dos conductas en su repertorio: podía mirarte o no mirarte.

A Lina, una perra guardiana de ovejas italiana, a la que pusimos ese nombre por la tía Angelina Gentile que, al enterarse de que le habíamos puesto su nombre a la perra italiana, estalló en llanto y exclamó: “¡Es lo más bonito que alguien ha hecho por mí!”.

A Perro, un border collie que nos hacía difícil pensar que sólo era un perro.

A Jane, una border collie que nos recordaba constantemente que sólo era una perra.

Índice

DEDICATORIA

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS

PREFACIO:El tipo adecuado de perro

INTRODUCCIÓN:El estudio de los perros

¿Por qué estudiar a los perros?

¿Quién y cómo se estudia a los perros?

PRIMERA PARTE:

LA EVOLUCIÓN DEL PERRO BÁSICO: EL COMENSALISMO

Capítulo 1. Los lobos evolucionan en perros

La hipótesis de Pinocho sobre el origen de los perros

Domesticar al lobo

Adiestrar al lobo

Convertir al lobo en un animal doméstico

La especiación requiere poblaciones que evolucionen, no individuos

La especiación requiere la existencia de diferencias en la mortalidad

Capítulo 2. Los perros vagabundos de los poblados

La isla Mesolítica

Capítulo 3. Razas naturales

Las personas toman conciencia de los perros

SEGUNDA PARTE

LOS HUMANOS Y LOS PERROS DE TRABAJO: MUTUALISMO

Capítulo 4. La importancia del entorno en el desarrollo del perro

Perros guardianes del ganado

En la paridera: moldear el comportamiento

La trashumancia: repartir y mezclar genes

La trashumancia: la evolución de la forma y el tamaño

Origen de una raza: la selección por el color

Los perros de rehala

Capítulo 5. La conformación física de una raza

¿Cómo corren los perros de trineo?

La forma del equipo

Correr es un comportamiento social

La sociedad de los perros de trineo

El valor del estándar de raza

Capítulo 6. La conformación conductual

Perros de pastoreo, retrievers y pointers

La conformación conductual del border collie

Pautas motoras

TERCERA PARTE:

¿ES EL HOMBRE EL MEJOR AMIGO DEL PERRO? PARASITISMO, AMENSALISMO Y DULOSIS

Capítulo 7. Los perros domésticos

Medir los beneficios que suponen los perros domésticos para los humanos

Capítulo 8. Los perros de asistencia

CUARTA PARTE:

LA COLA QUE MUEVE AL PERRO

Capítulo 9. ¿Qué significa el nombre Canis familiaris?

Capítulo 10. La antigüedad del perro

Capítulo 11. ¿Por qué los perros tienen el aspecto que tienen?

¿Cómo cambiar el tamaño?

¿Cómo cambiar la forma?

La forma de la inteligencia

La rápida evolución de las razas

Neotenia, paidomorfismo y la evolución del perro a partir del lobo

CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

AGRADECIMIENTOS

En la realización de este libro ha contribuido de manera sustancial un gran número de personas. Nuestros múltiples estudiantes que han descubierto, al igual que nosotros, que los perros son sujetos de estudio fascinantes que te llenan de satisfacción. Colegas profesionales que disfrutan con animados debates académicos y a los que les gusta compartir sus puntos de vista opuestos y apasionantes. Cientos de personas que decidieron ofrecerse voluntariamente para probar el nuevo sistema de proteger su ganado con perros guardianes. Conductores de equipos de perros de trineo, adiestradores de retrievers y una serie de personas de distintos países que necesitan que los perros trabajen con ellos para conseguir resultados que nunca lograrían sin su ayuda. Personas minusválidas, que dependen de los perros para mejorar su calidad de vida. Dueños de perros domésticos, que nos obligan a enfrentarnos continuamente a la necesidad de seguir investigando para explicar las interacciones de los perros con los humanos.

Además, algunos conductores de equipos de perros de trineo insistirán en que nos enseñaron todo lo que sabemos sobre perros y, en el caso de Charlie Belford, puede que exista bastante verdad en ello. Les estamos agradecidos por todas sus aportaciones, al igual que por las de los educadores de border collies, adiestradores de perros de caza, adiestradores de perros de asistencia, de perros de rehala y de los biólogos expertos en lobos y coyotes, con los que nos hemos divertido tanto trabajando a lo largo de los años. Varios amigos nos han seguido invitando a pasar algún fin de semana invernal con ellos, a pesar de que siempre llegamos con unos 16 perros de trineo, escandalosos y agotadores. Otros buenos amigos, como Erich Klinghammer y Günther Bloch, nos proporcionaron distintos foros para dar charlas y enfrentarnos con distinto público.

Hay varias personas que han contribuido mucho en la elaboración del libro. Craig Kling y Stanley Warner leyeron el primer borrador palabra por palabra, e intentaron “aligerar” nuestra jerga biológica. Steve Weisler nos obligó a rescribir la sección sobre las diferencias entre las distintas disciplinas que se dedican al estudio del comportamiento. ¡No sirvió de nada! Lynne Miller, aunque no le gustan nada los perros, también es un colega de primera y realizó con toda la energía de la que es capaz varias revisiones críticas de artículos científicos que no entraban en nuestro campo de conocimiento. Jerome Liebling y Kathy Doctor-Sargent nos donaron sus dibujos, por lo que nos sentimos honrados. Richard Schneider fue el genio responsables de los gráficos que elaboramos juntos pero no llegaron a publicarse.

Como resulta extraño leer un texto de dos autores escrito en primera persona del plural (“nos caímos del trineo”), hemos decidido cambiar después del prefacio y de la introducción a la primera persona del singular, aunque hayamos compartido todas las aventuras e investigaciones que aparecen en el libro. El libro está escrito por ambos, como muy bien sabe nuestra querida familia, que ha sido siempre paciente y nos ha brindado todo su apoyo.

PREFACIO:El tipo adecuado de perro

Nuestros comienzos con los perros se asemejan a las experiencias infantiles de millones de niños de Estados Unidos. Ambos tuvimos nuestro primer perro cuando contábamos once años. En las siguientes cuatro décadas hemos tenido, puesto nombre y trabajado con alrededor de 3.000 perros. El primero de Lorna fue un tricolor mezcla de razas, bastante alto, de pelo corto y orejas caídas, procedente de una granja cercana. El de Ray fue un mestizo de color negro, pequeño, de pelo corto y orejas en forma de tulipán que venía de una camada que había nacido detrás de un almacén en la ciudad. Compartimos nuestro primer perro diez años después cuando, en la graduación de Lorna, Ray se presentó con un lustroso can como regalo, de orejas caídas, cruce de collie y pastor. Durante los siguientes años vivieron con nosotros bastantes perros más –dos cachorros de beagle increíblemente hermosos, dos sabuesos increíblemente feos, una especie de setter muy entusiasta y un complaciente setter inglés–. Con la llegada de los hijos aparecieron nuevos perros en nuestras vidas: un pequeño y malhumorado pembroke corgi galés para Karyn y una docena de retrievers de la bahía de Chesapeake para Tim, que los crió y entrenó para la caza y los trabajos de campo.

El cambio hacia una relación profesional con los cánidos se produjo cuando estábamos en la universidad estudiando Biología. El tema de estudio de Ray era el comportamiento animal, y especialmente la investigación sobre la evolución de las tramas de color en las mariposas tropicales y las reacciones a nuevos estímulos de las aves criadas en cautividad. La investigación de Lorna versaba sobre la agudeza visual de las aves, y sobre cómo ésta las convierte en depredadores muy eficaces de los cultivos. Mientras tanto, en nuestra casa de campo el bosque de pinos se iba llenando de perros de trineo con sus respectivas casetas. Habíamos adquirido una hembra blanca de malamute y como suele ocurrir a los que se inician en las carreras de trineos, lo siguiente que advertimos fue que teníamos cinco perros de trineo, luego diez y luego... llegó un momento en que incluidos los cachorros teníamos ya 50. Durante los 12 años que duró esta carrera contrarreloj probablemente vimos, discutimos, entrenamos, compramos, vendimos, aceptamos, rechazamos e hicimos correr a más de 1.000 huskies. Nuestras conversaciones no giraban en torno a otra cosa que no fueran perros. Aprendimos mucho de ellos aunque, a decir verdad, también tuvimos un maestro en una ciudad cercana, el doctor Charles, “Charlie” Belford.

Belford era veterinario y habíamos oído hablar de él porque era un renombrado campeón de carreras de trineos. Fue gracias a él por lo que nos metimos en este deporte. También porque teníamos un husky blanco de pura raza con las orejas cortadas que se supone era hijo de una perra de trineo, que lo había parido durante la famosa carrera Mush Moore a campo traviesa; por esta razón estábamos convencidos de que era un gran perro de tiro. Como Belford era un famoso conductor de trineos tirados por perros (en aquel tiempo uno de los tres mejores del mundo), creímos que sería capaz de reconocer la calidad y el pedigrí de nuestra perra. Nos plantamos con Stika en la clínica de Belford para vacunarla y esperamos muestras de admiración que nunca llegaron a producirse; al final tuvimos que recalcarle que aquélla era una perra de trineo. “¿Cómo lo saben?”, preguntó. Le hablamos sobre sus antecedentes familiares, sobre Mush Moore y todo aquello y, de nuevo, preguntó: “¿Ha tirado esta perra alguna vez de un trineo?”.

Si por lo menos nuestro ahora querido amigo nos hubiera dicho entonces que no había forma de saber mirando a un perro parado si era capaz o no de tirar de un trineo en una carrera; si al menos nos hubiera dicho que un perro corredor de trineo tiene que tener la fisonomía apropiada del perro corredor; si simplemente nos hubiese explicado que no importa cuáles sean los ancestros del perro si éste tiene el tamaño y la complexión adecuadas... El hecho de ser un malamute o un siberiano no quiere decir necesariamente que puedan correr. Pero no, tuvimos que aprenderlo todo solos, empezando desde cero.

Uno de nosotros decidió demostrarle a Belford que la naturaleza de Sitka podría ser reeducada y entrenada para tirar trineos. Así fue como la granja comenzó a llenarse de perros porque resultó que Sitka necesitaba ayuda, y los perros supuestamente de trineo que habíamos adquirido (todos siberianos de pura raza), eran “tan buenos” como ella, por lo que necesitamos a muchos para lograr que tiraran de un trineo –y nunca lo hacían demasiado rápido–. En pocos años, Ray se doctoró y consiguió su primer trabajo real como profesor en el Hampshire College. Al mismo tiempo empezó a cambiar los siberianos por huskies de Alaska que Belford había desechado de su formación. El equipo de 16 que había configurado a lo largo de los años llegó a correr tan rápido como cualquier otro en los circuitos de Canadá y Nueva Inglaterra. En alguna ocasión incluso fueron los vencedores. También Karyn lideró un equipo de cinco perros que ayudaron a aumentar el número de trofeos. El equipo de Ray finalmente consiguió una distinción en los circuitos de carreras en los años setenta debido a su líder, un border collie poco corriente llamado Perro. Perro fue un regalo de un profesor de Estadística del cercano Amherst College. Él y su familia se mostraron un tanto reticentes a deshacerse de su perro, a pesar de que éste se pasaba el día persiguiendo a los coches. Perro se convirtió en un perro conductor, un líder de los que se encuentran una vez en la vida. Era más alto y desgarbado que la mayoría de los border collies, muy rápido y mantenía al equipo de Alaskas en la pista, respondiendo inmediata y acertadamente a los gritos de “¡gee!” o “¡haw![1]”. Por aquel entonces Sitka ya hacía tiempo que había dejado las carreras y vivía apaciblemente retirada.

En parte lo divertido de los perros de trineo fue ir descubriendo qué es lo que los hace buenos corredores. ¿Por qué los perros criados expresamente para tirar trineos, como los Alaska de Belford, hacen mejor el trabajo que otros perros que en ocasiones se utilizan, como los pointer, los setter irlandeses o incluso los siberianos? ¿Es por la naturaleza (genes) de los perros o por la educación que reciben (medio en el que se desarrollan)? Nuestras aficiones y profesiones se mezclaban a medida que comenzábamos a hacernos preguntas sobre los perros de trineo. Por ejemplo, ¿por qué sólo algunos perros forman pequeñísimas “bolas de nieve” de cristales de hielo entre los dedos de los pies durante las carreras? Hicimos un experimento comparando la sudoración de las patas de los huskies siberianos, las de los lobos y las de los coyotes, y descubrimos que los canes domésticos y los coyotes occidentales tienen una mayor densidad de glándulas sudoríparas en las patas que los coyotes orientales y los lobos. También nos preguntamos: ¿Cómo afectan las temperaturas o el entrenamiento a la capacidad de correr de los perros? Medimos la temperatura de los perros corredores de trineo, y concluimos que, con una temperatura ambiente de unos 15 grados, éstos no desprenden suficiente calor para contrarrestar la temperatura interna generada por el animal. Por encima de esos 15 grados centígrados, el excesivo calor interno acumulado los convierte en corredores ineficaces. Estos resultados nos proporcionaron información sobre la microanatomía y la fisiología de los perros de trineo, y demostramos así lo bien adaptados que están a cada ambiente específico. Publicamos los resultados en revistas científicas. Ray ajustó el manejo de su equipo en beneficio de los propios perros. Mientras tanto, Lorna terminó el doctorado y se dedicó a estudiar la historia de los perros de trineo y a hacer fotografías durante las carreras. Escribió el primer libro exhaustivo sobre la utilización de perros de trineo en el transporte de cargas, como apoyo en expediciones, en competiciones deportivas y sobre los hombres y las mujeres que conducían a esos perros y que lograron éxitos como adiestradores.

Más tarde, durante un año sabático que me concedió el Hampshire College, comenzamos a soñar en un proyecto que podría ser el sueño de cualquier estudioso de la conducta canina. La industria ovina necesitaba nuevas ideas para proteger a las ovejas de los depredadores, y los investigadores del Centro Internacional Winrock de investigación y capacitación del ganado en Arkansas estaban tratando de averiguar si era cierto que en Europa ciertas razas de perros ovejeros vivían entre los rebaños y protegían a las ovejas y cabras de los lobos, osos y ladrones de ganado. En aquel tiempo, en Estados Unidos “perro ovejero” significaba sólo un perro que guiaba al ganado. A los del Centro Winrock les gustó nuestro trabajo, en el que establecíamos las diferencias entre las distintas razas de perros de trineo, y nos preguntaron si queríamos ocuparnos de explorar las razas de perros pastores. Nos enviaron a una misión, que comenzó con la visita a granjas y ranchos a lo largo de todo el país. Karyn, con su carné de conducir recién sacado, y Ray, cogieron la camioneta de los perros y dibujaron una intrincada línea en el mapa de Estados Unidos. En marzo de 1977 cubrieron más de 14.000 kilómetros en busca de alguien que pudiera saber algo sobre perros guardianes de ovejas. En total sólo realizaron unas doce paradas productivas.

En Texas pasamos varios días persiguiendo a un komondor, un pastor húngaro guardián de rebaños. Su nombre era Maggie y se encargaba de proteger a cientos de cabras con las que vivía. Consiguió convencer a Ray y a Karyn de que realmente protegía a aquellas angoras de los omnipresentes coyotes y linces. Les comentamos a los de Winrock que si era posible que un perro hiciera eso, entonces podríamos conseguir 1.000 que lo hicieran –siempre que supiéramos cuál era el objetivo y tuviéramos al perro adecuado–. Durante el viaje pudimos hablar con un vaquero sobre su perro Bandit, un pastor cruce entre border collie y Queensland azul. El vaquero le había enseñado que cuanto más bajo le hablaba más enfadado estaba; así, en el futuro pudimos impresionar a los amigos con la capacidad auditiva del perro y su respuesta inmediata al percibir nuestros susurros, aunque estuviésemos a una gran distancia.

En aquellos días existía un razonable escepticismo ante la posibilidad de tener perros grandes en los mismos pastos que los rebaños –algo bastante comprensible–. Un ranchero de Texas compró con gran entusiasmo un par de komondor, pero rápidamente comenzó a tener problemas cuando los perros persiguieron y mordieron a las ovejas. Nos dijo que ya era bastante perjudicial que los depredadores ajenos diezmaran su rebaño, por lo que, decía, “es mucho peor cuando encima eres tú el que pagas por ellos”. También, nuestra experiencia como lectores infantiles de libros como Bob,Son of Battle, (Alfred Ollivant, 1924) nos confirmaba que los perros atacaban a las ovejas y se las comían. Nuestros perros de trineo nunca llegaron a matar nada más que el mejor pollo del corral del vecino.

Pero habíamos conocido a Maggie y con la ayuda del Centro Winrock y del Hampshire College viajamos a las tierras de pastos de Yugoslavia, Hungría, Suiza, Austria, Italia, Francia, Portugal y España; posteriormente a Turquía con la ayuda del Club Americano de perros pastores de Anatolia. Se suponía que era solamente un proyecto de investigación, pero como nos solía ocurrir no fuimos capaces de limitarnos a observar. Compramos cuatro cachorros en Yugoslavia y se los enviamos por vía marítima a la madre de Lorna en Boston. Ella se los entregó al primo de Ray, Barry, que los juntó con los cuatro que con anterioridad habíamos enviado desde Italia y los dos que mandamos desde Turquía. Cuando volvimos de Europa aquel primer verano (pasando por Escocia, donde habíamos recogido a seis border collies) nos dimos cuenta de que los cuatro cachorros de maremmano-abruzzese, los cuatro sarplaninacs yugoslavos y los dos pastores turcos se llevaban bastante bien. Mantuvimos a los 16 cachorros en el mismo redil, y la pregunta que nos hicimos fue la siguiente: ¿Cuál es la diferencia de comportamiento que existe entre un perro que conduce el ganado y un perro que lo protege, y cuándo aparecen estas diferencias en la vida de un cachorro?

Sabíamos, por supuesto, que los perros que conducen el ganado sirven para guiarlo, mientras que los perros guardianes lo que hacen es proteger a las ovejas, pero lo que buscábamos nosotros eran diferencias más profundas entre ellos. ¿Cuáles son las disparidades entre sus cerebros que hacen tan marcadamente distintos los comportamientos de guiar y proteger? ¿Y por qué son tan diferentes?

Entonces, vendimos los perros de trineo. Doce años de entrenamiento durante todo el otoño, carreras en invierno y mantenimiento en primavera y verano fueron suficientes. Ya era hora de buscar nuevos retos, alguna nueva y apasionante investigación.

Entre 1977 y 1990 criamos y repartimos más de 400 perros para guardar el ganado en granjas y ranchos ovinos a lo largo de Estados Unidos y Canadá. La cantidad inicial de perros aumentó tras los sucesivos viajes a Europa y Turquía. Algunas de las becas que nos habían dado fueron ampliadas y el Departamento de Agricultura, Ciencia y Educación de Estados Unidos añadió tres años más de financiación. Seguimos los pasos de cada perro, registrando sus éxitos y fracasos durante 14 años. Estuvimos viajando durante mucho tiempo, observando a nuestros perros, durmiendo en los pastos de las montañas junto al ganado, dando conferencias en los zaguanes de las casas de los ranchos. Como parte de nuestras investigaciones, comenzamos a estudiar las variaciones de comportamiento en los perros que protegen al ganado, preguntándonos por qué algunos animales prestan atención a las ovejas y otros no. También nos planteamos qué mecanismos podía haber en los cánidos que los llevaran a la aparición de dos variedades tan distintas de perros pastores: los que conducen al ganado y los que lo protegen. Ambos tipos de perros trabajaban con ovejas (y a menudo con otras clases de ganado), pero su físico y su comportamiento eran muy, muy distintos. ¿Se debía acaso al adiestramiento, al medio en el que se habían desarrollado, o a los genes? En definitiva, ¿a la cría selectiva o a la naturaleza?

Los perros pastores son unos excepcionales sujetos de estudio para los ecologistas conductuales o los etólogos. Tenemos dos razas distintas –perros que conducen al ganado y perros que lo guardan– dentro de una sola especie (Canis familiaris), ambas elegidas para trabajar en el mismo medio (los pastizales), seleccionadas para reaccionar ante el mismo estímulo ambiental (ovejas), pero a las que su naturaleza genética les obliga a responder de dos formas marcadamente diferentes. El biólogo tiene que preguntarse cómo dos razas pertenecientes a la misma especie han evolucionado de forma que su comportamiento sea tan diferente. Además de las variaciones en el color del pelaje y el tamaño, estos dos tipos de perros se comportan como si hubieran sido “programados” de formas muy distintas.

Probablemente no exista otro lugar en la naturaleza donde se produzca una situación tan perfecta para el estudio comparativo de una especie. Los investigadores con frecuencia tienen problemas para distinguir qué aspectos de un determinado comportamiento se deben a la naturaleza genética y cuáles son producto del desarrollo y la crianza. Diseñar experimentos para comparar dos razas distintas es complicado, fundamentalmente porque una de ellas está siempre en el entorno equivocado. Si estuviéramos intentando averiguar si las diferencias de comportamiento son de origen genético, deberíamos observar a las dos razas en el mismo entorno ambiental con el fin de eliminar dicho entorno como variable experimental. Pero si han conseguido adaptarse a medios distintos, una de las razas siempre mostrará comportamientos atípicos debido a que no se encuentra en su medio natural.

Al estudiar perros pastores descubrimos por qué los perros son una de las especies más fascinantes de la tierra. Encontramos razas de una misma especie, animales sin diferencias apreciables en sus códigos genéticos, con altas tasas de fertilidad en sus cruces, que aun así aprenden de modo innato cosas distintas cuando crecen, incluso en el mismo entorno ambiental. Los seis border collies y los diez perros guardianes de ganado que compramos en 1977 habían nacido alrededor del 19 de abril en sus países de origen, y fueron trasladados a nuestra granja antes de cumplir las ocho semanas de edad, colocados en el mismo prado y cuidados por un variado grupo de adultos, niños y estudiantes. No había ninguna oveja a la vista. Cuando cumplieron diez meses los border collies comenzaron a portarse como una especie distinta, mostrando el comportamiento típico de su raza, la “posición de acecho”, tratando siempre de guiarse unos a otros. Los perros guardianes jugaban entre sí e ignoraban a los collies. Ninguno de ellos realizó la conducta de posición de acecho. Expresaba un ejemplo manifiesto de los efectos de las pequeñas diferencias genéticas.

En 1990 teníamos una gran cantidad de datos sobre los dos tipos de perros pastores. Habíamos observado a perros pastores en las perreras-laboratorio del Hampshire College, en los pastos a lo largo y ancho de Estados Unidos y en sus hábitats originarios del viejo mundo. Publicamos artículos y reportajes para las comunidades científicas y de granjeros. Después de dar a conocer los aspectos aplicados de las investigaciones, empezamos a observar con mayor detenimiento las implicaciones teóricas y prácticas de lo que habíamos descubierto.

Lo más destacable era el gran contraste entre ambos tipos de perros pastores. Cada uno mostraba comportamientos característicos, y cuanto más los estudiábamos más cosas aprendíamos sobre los efectos relativos de los genes y de la influencia del medio en su comportamiento adulto. Comenzamos a observar la relación absolutamente determinante que existe entre el desarrollo temprano del cachorro y sus capacidades para aprender y desarrollar una tarea siendo adulto. Las razones de estas sutiles diferencias en el comportamiento durante la cría comenzaron a ser evidentes. En este libro nos proponemos explicar estas diferencias y las razones por las que se producen, y así añadir una dimensión fundamental a lo que se conoce sobre los perros.

Se han escrito muchos libros sobre perros, sobre cómo seleccionarlos, criarlos, adiestrarlos; sobre su inteligencia, sus problemas de salud, sus disfunciones psicológicas, sus vidas interiores, sus vidas secretas y “amorosas”. Se ha ahondado en los dominios del perro y se ha intentado explicar su comportamiento. Existen buenos libros sobre adiestramiento, y nosotros conocemos a muy buenos adiestradores. Ambos nos explican las distintas técnicas de adiestramiento que existen, o los procedimientos para modificar alguna conducta problemática del perro, para que animales y personas disfruten de la convivencia en común. Pero el adiestramiento de los perros se realiza habitualmente utilizando las respuestas condicionadas. Éstas se basan en castigos y premios. Se castiga al animal por la respuesta errónea y se le premia por la correcta. Básicamente es el mismo método utilizado en el adiestramiento de ballenas, ratas o palomas. El enfoque utilizado y el vocabulario tienen sus raíces en el campo de la psicología, en el estudio de la mente y sus procesos.

Pero los perros no son ballenas, ratas ni, mucho menos, palomas; no responden al condicionamiento instrumental del mismo modo. Afortunadamente, son organismos completamente diferentes. Pero, ¿en qué consiste la diferencia? ¿En qué sentido son distintos? ¿Por qué lo son? ¿Cómo se produjo esta distinción, si esto en realidad importa?

Algunas personas que trabajan con perros conocen las respuestas a algunas de estas preguntas. Los adiestradores de perros de caza (para pluma) no pueden entrenar a los ejemplares jóvenes hasta que no muestran la conducta “de muestra”. Esta conducta es innata; se encuentra fijada en el cerebro del perro. Lo mismo ocurre en el border collie, que tiene la conducta de “acechar” grabada en su cerebro. Es imposible intentar que un cachorro guíe a las ovejas si no muestra la conducta de acechar. Lo que puede hacer un adiestrador de border collie es entrenar al perro para enseñarle cómo y cuándo utilizar esa conducta. Pero nadie puede entrenar a un perro para que adquiera la conducta de acechar o de muestra.

Hace algunos años, la gente que utilizaba a border collies para pastorear a sus ovejas lanzó una campaña en contra del registro de esta raza por la Asociación Americana de Criadores. Puesto que la conducta de acechar es un rasgo genético, puede ser eliminado y, si estos perros fueran criados para presentarlos en exposiciones caninas o como mascotas, los criadores se desharían sin duda de esta conducta. Nosotros nos hicimos con Perro porque mostraba esas conductas de vigilar, acechar y perseguir a los coches que pasaban por la calle durante todo el día. Un perro que muestra la conducta de acechar puede convertirse en una mascota problemática. Por otra parte, el hecho de criar border collies como mascotas tiende a eliminar aquellos ejemplares con una fuerte tendencia al trabajo. Uno no puede tener las dos cosas, como veremos. Así se explica por qué las personas que laboran con perros de trabajo prefieren tener a sus mejores ejemplares alejados de los mercados de mascotas y de las exposiciones caninas de belleza.

Estos entrenadores y adiestradores muestran una comprensión del comportamiento del perro con una base fuertemente arraigada en la biología y en la psicología cognitiva. Comprenden que los perros son organismos biológicos que crecen y actúan dentro de los parámetros de sus restricciones biológicas.

Otras personas que trabajan con perros y que usan técnicas instrumentales estándar con frecuencia llegan a la conclusión de que están obviando algo. Por ejemplo, los adiestradores de perros para personas minusválidas son conscientes de que al menos el 50% de los perros que comienzan el entrenamiento no lo terminan o al menos no salen lo suficientemente cualificados para “graduarse”. Piensan que lo que necesitan es un perro “mejor”. Los dueños de mascotas se quejan del comportamiento de sus perros cuando éstos mordisquean los muebles, aúllan durante toda la noche o sufren “ataques de ansiedad”. ¿Podría ser que muchos de estos problemas se resolvieran prestando atención al desarrollo de los cachorros, exponiéndolos a temprana edad y de modo sistemático a las situaciones que se encontrarán en su vida adulta?

Hay muy pocos biólogos que hayan escrito libros sobre perros. Lo que aprendimos desde que llevamos a Sitka a la consulta del doctor Belford nos ha hecho ver con claridad que se necesitaba un libro nuevo sobre perros, un libro basado en sus características biológicas, que explique lo que son, por qué son diferentes de los lobos, por qué difieren entre sí; por qué son como son y cómo sus relaciones con el ser humano pueden enriquecerse, de manera que ambas especies se beneficien. Esperamos que este libro satisfaga esta necesidad.

Hemos intentado tratar por igual a todos los perros que aparecen en este libro. Pero nos damos cuenta de que, aunque se supone que somos científicos imparciales y objetivos, también somos fervientes admiradores de los cánidos. Por esto, a lo largo del libro pueden salir a relucir nuestros prejuicios y podemos cometer errores. Si nuestros preceptos son infundados, pedimos disculpas. Si las partes controvertidas generan discusiones que dan lugar a una mejora en las relaciones con los perros, entonces no nos importará sufrir las críticas y continuaremos admirando a estos animales (y a sus simbiontes humanos), más aún si cabe.

[1] Nota del traductor: expresiones utilizadas por el conductor en el deporte mushing (de los perros de trineo), cuando quiere que los perros giren a la derecha (orden “gee”) o a la izquierda (orden “haw”)

INTRODUCCIÓN: El estudio de los perros

¿POR QUÉ ESTUDIAR A LOS PERROS?

Como biólogos podríamos calificar a la especie perro doméstico (Canis familiaris) como un triunfo, puesto que desde un punto de vista biológico los perros son un verdadero éxito[2]. Lo que esto significa es que estos animales han sufrido una transformación desde su forma ancestral, el lobo, y hoy viven convertidos en canes domésticos en un número enormemente significativo. El perro como especie tiene menos de 15.000 años, un mero instante en términos evolutivos[3]. Por el contrario, el lobo lleva alrededor de 5 millones de años en la tierra y hoy se encuentra en proceso de extinción.

Los perros domésticos abundan y son muy comunes por todo el mundo. Sus parientes salvajes en la familia de los cánidos también abundan pero en un número mucho menor y en áreas mucho más reducidas. Un cálculo aproximado del número de miembros de estas familias en el mundo nos muestra esta diferencia (véase tabla).

La cifra de 400 millones de perros en el mundo significa que existen aproximadamente 1.000 veces más canes que lobos. Si éstos son los ancestros del perro, esto quiere decir que los perros han conseguido un gran éxito biológico que sobrepasa con creces a sus antepasados.

En los últimos 150 años las discusiones sobre a partir de cuál de los cánidos salvajes desciende el perro han atraído a muchos y notables investigadores (abordaremos este tema brevemente al final de este libro), aunque la respuesta “correcta” no tiene demasiada importancia para el tema que nos ocupa. Utilizamos el término “lobo” para referirnos al ancestro del perro porque es un término corto y claro que se reconoce con facilidad. Si los perros primigenios no descendían de un animal llamado Canis lupus, descendían de algo muy parecido.

A menudo, cuando una especie evoluciona convirtiéndose en otra, ésta se adapta mejor a los cambios en el nicho biológico que la anterior. Las nuevas especies se desarrollan y las antiguas se convierten en fósiles. Las regiones que una vez ocuparon los lobos las pueblan hoy los perros, que son capaces de adaptarse a hábitats muy cambiantes. Los perros gozan ahora de una distribución en el mundo mucho mayor de la que tuvieron nunca los lobos.

El éxito biológico de esta especie puede ser cuantificado, podemos medirlo con sólo contar o pesar sus poblaciones. Este “éxito” biológico sólo quiere decir algo así como que existen muchos más kilos de perros en el mundo que de lobos. En América del Norte, por ejemplo, hay más de 50.000 lobos, de los cuales el 95% vive en Canadá; a su vez existen más de 100 millones de perros en estos tres países de Norteamérica (Canadá, México y Estados Unidos), esto es, dos mil veces más perros que lobos.

En Estados Unidos nuestros colegas estiman que hay 52 millones de perros animales de compañía, lo que implica que viven 130 veces más perros domésticos en América que lobos en todo el mundo. Por tanto, contamos a los lobos de la tierra por cientos de miles, mientras que contamos a los perros por cientos de millones.

Nadie conoce con exactitud las cifras precisas de cualquiera de estas especies. Quizá hayamos subestimado algunas y sobrestimado otras, pero estamos convencidos de que si alguien se decidiera a elaborar un censo fiable mediante imágenes por satélite, probablemente constataríamos que existe una cantidad enormemente mayor de perros que del resto de sus parientes salvajes. Con toda probabilidad el perro es el carnívoro más numeroso y con la distribución geográfica más amplia.

Ésta es una historia sobre el éxito evolutivo. ¿Pero de qué historia evolutiva se trata? ¿Es éste un proceso de tipo darwinista?

El hecho de que los perros surgieran de los lobos como una forma distinta hace no más de 15.000 años es un auténtico milagro de la evolución que implica un extraordinario proceso evolutivo. Los perros –como si de un fantástico camaleón se tratara– han desarrollado un sinfín de formas diferentes. Muy probablemente exhiban mayor variedad de constituciones y tamaños que ningún otro mamífero que haya existido nunca. Como adultos sexualmente maduros, poseen el mayor rango de formas y tamaños comparados con cualquier especie de vertebrado que haya pisado la tierra. ¿A qué se debe esto?

Darwin pensó que la evolución siempre progresaba de lo simple a lo complejo. Cada nueva especie estaba más especializada que aquella a la que reemplazaba. Esta premisa se cumple con los cánidos. El lobo tiene la constitución básica de un depredador; no es un especialista, sino más bien un generalista. Si los comparamos con otros grandes carnívoros depredadores, los lobos no corren demasiado rápido, tienen mandíbulas relativamente débiles y no ven demasiado bien. Los felinos corren más rápido, muerden con más fuerza y ven mejor que los cánidos. Algunos biólogos argumentarían que los lobos tienen un complejo comportamiento social tan sólo superado por los humanos, pero esto es una exageración; muchos otros carnívoros, como los ungulados, e incluso los roedores, poseen comportamientos sociales tanto o más complejos que el de los lobos.

Los lobos y sus parientes no han cambiado mucho en los últimos 5 millones de años; de hecho, algunos expertos aseguran que no han mejorado en los últimos 4 millones de años. Son depredadores básicos, eficaces y muy extendidos, aunque no se les da muy bien adaptarse a los cambios. Con frecuencia se utilizan como especie indicadora, es decir, aquella en la que el más mínimo deterioro en su hábitat natural provoca un inmediato descenso de los individuos que lo componen. No parecen ser capaces de adaptarse a la expansión de la civilización de la forma en que lo hacen los coyotes. La población de coyotes aumenta a medida que avanza la expansión humana, mientras que la de lobos disminuye.

Los perros tienen formas y comportamientos nunca observados en los lobos. A diferencia de éstos –que, básicamente, cuando se ha visto uno se han visto todos– los perros son siempre interesantes. Si tomamos, por ejemplo, cualquier comportamiento específico siempre hay una raza de perro que puede superar a cualquier lobo. Si los comparamos con los lobos, los perros de trineo pueden correr distancias más largas, los galgos pueden correr más deprisa, los sabuesos tienen mejor sentido del olfato, los borzois tienen mayor agudeza visual y una mejor percepción de la profundidad. Algunos dirían que cognitivamente hablando el lobo es más inteligente que el perro. Quizá lleven razón pero nuestra objeción es que, si es tan inteligente, ¿por qué no se puede enseñar a un lobo a pastorear un rebaño, a traer una pelota, a cobrar una pieza, o a guiar a un ciego por las atestadas calles de una ciudad?

El mensaje fundamental que nos gustaría enfatizar en este libro es que los perros son en primer lugar y por encima de todo seres biológicos únicos, y no meras subespecies del lobo. Cada perro representa en sí mismo un producto terminado, resultado de una serie completa de acontecimientos biológicos significativos. Nuestro perro tumbado bajo el coche en un día caluroso no es el equivalente a un lobo evolucionado en su cueva ficticia. Es un animal altamente evolucionado, nuevo, muy especializado, con comportamientos adaptados a su nicho biológico.

Pero cuando leemos libros que comienzan diciendo: “Los perros están estrechamente emparentados con los lobos...” y continúan haciendo comparaciones entre las conductas de unos y otros, nos preguntamos cómo sería recibida una afirmación tan superficial en un libro que comenzara de este modo: “Los humanos están estrechamente emparentados con los chimpancés...”. Los perros pueden estar emparentados con los lobos pero esto no significa que se comporten como ellos. El género humano está estrechamente emparentado con los chimpancés pero eso no nos convierte en subespecies de chimpancés, ni hace que nos comportemos como ellos.

Otro problema que surge en el estudio de los perros es la tendencia de los investigadores a considerar a los animales domésticos como formas distintas de sus parientes salvajes. Contemplan a las especies domesticadas como si avanzaran a través de un proceso evolutivo inadecuado. Tal vez piensen que la adaptación y evolución de los perros no ha sido “natural” y por tanto los consideran una especie inferior. Muchos científicos ven a los animales domésticos como formas degeneradas de una especie, no dignas de estudios serios. Suponemos que piensan esto porque creen que los animales domésticos han perdido los rasgos biológicos “normales” que les permitirían sobrevivir en un medio salvaje. Esta distinción se ve ampliamente reforzada en la mayoría de los sistemas educativos. En el ámbito universitario anglosajón, la ciencia que estudia a los animales domésticos se encuentra en algún departamento de Agricultura, no de Zoología. La ciencia animal tradicionalmente no ha estado muy interesada en el comportamiento; para la zoología, por ejemplo, las gallinas no son ni siquiera aves. Esta ciencia apenas se ha ocupado de enseñar algo sobre los perros, porque éstos son casi exclusivamente un dominio de la medicina veterinaria, e incluso dentro de ésta se presta poca atención a su comportamiento. Por tanto, los que nos sentimos fascinados por el comportamiento de los canes nos vemos atrapados entre las dos disciplinas. Somos algo anómalo en todos los departamentos académicos.

Entonces, ¿de dónde procede la información que existe sobre los perros? Principalmente, ha sido recopilada por personas de diversas disciplinas, como la ciencia animal, la psicología animal o el adiestramiento canino de campo. A pesar de que los perros pueden aportar pistas clave sobre la conducta de los mamíferos, y sobre todo acerca de su herencia y su adaptación, en contadas ocasiones nos encontramos con biólogos cualificados que se centren en el estudio del comportamiento del perro. Lo que resulta verdaderamente fascinante de los perros es la rapidez con la que la selección de una conducta particular puede conducir a una forma distintiva de conducta (casi sin que nos demos cuenta). Este nuevo individuo puede desarrollar este comportamiento mejor que cualquier otro ejemplar (raza o especie). No se ha demostrado que ningún otro perro sirva para guiar al ganado de forma tan eficaz como los perros pastores. Ningún otro animal terrestre puede recorrer distancias maratonianas a la velocidad con que lo hacen los perros de trineo. Un equipo de perros tirando coordinadamente de un trineo a través de un paisaje nevado es una de las estampas más bellas que se pueden contemplar en la naturaleza. Esos canes no parecen ser formas degeneradas. El refinamiento del comportamiento del perro es exquisito. Cualquier raza de perro se comporta de forma más compleja que cualquier lobo. Por tanto, desde un punto de vista darwinista el perro debería ser visto como un avance evolutivo digno de estudio en todas las disciplinas tradicionales de la biología.

Aunque nosotros somos conscientes de que los perros son extraordinarios, mucha otra gente no parece darse cuenta de hasta qué punto lo son. Muchas personas no poseen la información suficiente para observar a los perros bajo el prisma adecuado. Durante las carreras de trineos constantemente nos preguntaban si nuestros perros tenían sangre de lobo. En numerosas ocasiones la gente nos comentaba que los esquimales criaban a sus perros entre lobos para hacerlos mejores, más fuertes y rápidos. Estos comentarios nos mostraban la apreciación errónea que realmente existe alrededor de los perros, puesto que los que hablan así están tratando al perro como una raza inferior (al lobo, suponemos), que puede ser mejorada si se cruza con lobos. Estas personas no saben que precisamente en ese hábitat los perros de trineo son superiores al lobo. Por tanto, cruzar a un perro de trineo con un lobo no sólo sería una digresión evolutiva, sino una degradación en el comportamiento de ambos. Los lobos no son perros de trineo y no han sido seleccionados para ser como tales; no son capaces de realizar este tipo de trabajo tan bien como lo hacen los perros de trineo. ¿Por qué razón íbamos a querer convertir a nuestros excelentes perros de trineo en unos animales que, no solamente no estarían preparados para correr en competiciones, sino que además provocarían problemas de comportamiento en el equipo de perros?

A medida que observamos las adaptaciones de los perros, comenzamos a reconocer que las relaciones con los humanos tampoco están demasiado claras. Los viejos clichés y tópicos tales como “el mejor amigo del hombre” no siempre se adecuan al perro. Cuando exploramos las relaciones sociales entre perros y humanos desde un punto de vista biológico, encontramos un retrato muy distinto del que conocemos. Ser “el mejor amigo del hombre” no es una definición ecológica, es decir, no determina la relación entre los perros y su entorno. ¿Qué ocurre en el caso contrario? ¿Son acaso los humanos los mejores amigos de los perros? Si fuéramos auténticos ecólogos de la conducta, definiríamos los términos y probaríamos las hipótesis. El nombre para este juego biológico es supervivencia. Para sobrevivir, los animales deben comer, evitar los peligros y reproducirse. ¿En qué beneficia al perro cobrar una pieza? ¿En qué ayuda a un animal tirar con fuerza de un trineo? ¿Le produce algún beneficio biológico a un perro guía ser elegido para esta tarea tan humanitaria? ¿Son los perros meros esclavos educados para desarrollar trabajos como lo haría un robot, o existe alguna recompensa inherente para el perro en estos casos descritos?

Pensamos que las respuestas a algunas de estas preguntas podrían ser negativas, y en muchos casos podría no reportar ningún beneficio biológico para el perro el hecho de entrar en una relación simbiótica con el género humano. ¿Por qué debería la gente escandalizarse al pensar, por ejemplo, en los cantantes de ópera castrados privados de su potencial reproductivo muy jóvenes sólo por el hecho de mantener una bella voz para regocijo de los aficionados al bel canto, y no escandalizarse ante la idea de mutilar a un perro para que mantenga su dócil comportamiento juvenil en beneficio de un dueño ciego?

A medida que viajamos por el mundo estudiando a los perros, observamos las diferentes maneras de relación que se establecen entre ellos y las personas. Algunas resultan muy evidentes. La mayoría de los canes todavía viven como animales salvajes, buscando comida en las basuras de los pueblos, sin que la gente les preste atención. Algunos perros de pastoreo tienen relaciones de mutua ayuda con sus dueños. Otros perros actúan como parásitos de los humanos, aceptando su comida y poniéndoles en peligro con sus mordiscos y enfermedades. En otros casos, los humanos capturan y encierran en jaulas a poblaciones enteras de perros en nombre de “la pureza de la raza” o “la mejora de la raza,” haciéndoles adoptar las formas más extrañas y convirtiéndolos, sin duda, en auténticos monstruos. Estos animales llevan vidas empobrecidas. Juegan o corren sólo cuando a los humanos les place y algunos son físicamente incapaces de hacerlo porque su extraña constitución les predispone a llevar vidas dolorosas, repletas de enfermedades. Muchos de estos perros han nacido en jaulas, granjas de crianza de producción masiva creadas para obtener beneficios comerciales con su explotación. Algunos son criados con el único propósito de que los investigadores prueben en sus carnes la virulencia de patógenos y células cancerígenas. En el caso de estos mejores amigos, son únicamente sus tejidos los que sirven para la humanidad.

Para nosotros resulta obvio que de los 400 millones de perros que hay en el mundo, sólo un pequeño porcentaje tenga una auténtica relación de cooperación con los humanos. Sólo unos pocos ayudan en alguna tarea, como sugiere la típica imagen del “niño con su perro”. Nosotros no queremos sugerir que este tipo de relaciones con los perros estén necesariamente equivocadas, sólo creemos que no debemos engañarnos sobre nuestra verdadera unión con los canes en nuestros días. Continuar con los actuales programas de cría que impiden que entren nuevos genes a la reserva genética de una determinada raza resulta de muchas formas cruel para los perros. Multitud de razas puras ya sufren deformidades físicas, algunas seleccionadas a propósito, otras surgidas de estas reservas genéticas estancas. Las enfermedades mentales son así mismo evidentes, especialmente cuando la gente ignora o descuida el desarrollo temprano de su perro.

En este libro exploraremos la naturaleza de alguna de estas alianzas simbióticas, para que el lector pueda obtener una percepción fundada en conocimientos biológicos de lo que los humanos están haciendo con los perros. Nos gustaría que esta visión de los perros pudiera ayudar a cultivar mejores relaciones entre ellos y nosotros los humanos.

¿QUIÉN Y CÓMO SE ESTUDIA A LOS PERROS?

Las poblaciones de animales pueden ser estudiadas de maneras diferentes por distintos tipos de especialistas. Cuando los ecólogos hablan de la forma de relacionarse de personas y perros, utilizan un vocabulario distinto al que manejan los economistas cuando, por ejemplo, exploran los aspectos económicos de esta relación. La gente tiende a pensar que la relación entre personas y perros es buena, que supone un beneficio mutuo para ambas especies. Supuestamente las personas ganan algo por tener un perro, o quizá el perro realiza algún trabajo útil y por ello es recompensado con vacunas contra las enfermedades, protección ante cualquier peligro y comida y oportunidades para reproducirse.

Pero desde el punto de vista de la ecología la idea del beneficio mutuo ha dejado de ser considerada como una verdad irrefutable y plantea preguntas como éstas: ¿Se puede realmente considerar la relación simbiótica entre perros y humanos como mutualismo? ¿Qué otra cosa podría ser? Los ecólogos definen cuatro relaciones simbióticas principales, entre las que el mutualismo es sólo una de las posibilidades:

El comensalismo es una relación simbiótica en la que una especie se beneficia pero la otra no. Existen millones de perros en todo el mundo que viven rebuscando entre las basuras de las ciudades. Al vivir cerca de las personas logran un beneficio alimentario, mientras que éstas no reciben ningún provecho de estos animales o, si lo hacen, éste es insignificante. Habrá personas que argumenten que los perros ayudan a limpiar las ciudades, porque se comen los desperdicios. En este caso también deberíamos dar la misma consideración a ratas y mapaches. Lo cierto es que existen tantos perros que llevan una vida comensalista en las ciudades y pueblos del planeta, que somos de la opinión de que los núcleos de población pudieron haber servido de “inspiración” inicial a los lobos para convertirse en perros.

El mutualismo es la relación que se presume que existe hoy día entre las personas y los perros. Para apoyar esta afirmación lo primero que suele señalarse es que los perros tiran de trineos, cuidan del ganado o vigilan las casas. Con la amplia experiencia en trabajar con perros que nos respalda no podríamos negar esta afirmación. Pero habrá quien sostenga que es cruel utilizar a un perro para tirar de un trineo, puesto que no le reporta ningún beneficio. Es cierto que por definición una relación de mutuo provecho debe beneficiar a ambas partes, no sólo a una de ellas. Una gran parte de este libro está dedicada a los perros que trabajan junto a personas que los necesitan, e intentaremos demostrar por qué algunas de estas relaciones son recíprocas y otras no.

El parasitismo define la relación entre dos especies que viven juntas pero una de ellas lo hace a expensas de la otra. Aunque es posible que no sea bien acogida, vamos a defender la idea de que algunos perros domésticos se han convertido en parásitos de los humanos. Nos cuestan más de lo que nos proporcionan. Más adelante postularemos otro tipo de relación, una subcategoría del parasitismo llamada dulosis. La dulosis implica esclavismo, cuando una especie captura y utiliza a individuos de otras especies y hace que trabajen en su beneficio. Estamos resignados al hecho de que posiblemente perderemos esta discusión, pero estamos seguros de que lo haremos porque la gente no estará de acuerdo con nosotros, no porque puedan aportar datos en contra de nuestra teoría.

Existe otra vía por la cual podríamos perder credibilidad en el argumento del parasitismo, que constituye la cuarta forma de simbiosis: el amensalismo. Éste se produce cuando dos especies viven juntas y una de ellas hace daño a la otra, con frecuencia sin intención y sin que le reporte beneficio alguno. Si podemos demostrar que los perros de compañía se encuentran en una extraña posición, atrapados genéticamente en pequeñas poblaciones endogámicas (llamadas razas puras), que les llevarán a una eventual destrucción, resultará obvio que este tipo de relación es perjudicial para el perro y no demasiado beneficiosa para los humanos.

La existencia de relaciones de parasitismo o amensalismo no debería ser tomada como base para hacer desaparecer a los perros de nuestras vidas. Por el contrario, los hechos comprobados deberían ser utilizados como puntos de partida para cambiar y avanzar hacia un mutualismo real.

Existen en todo el mundo poblaciones de perros que viven con seres humanos en un tipo u otro de relación simbiótica, pero en el caso de los perros hay un aspecto más que añadir. Para ellos la simbiosis (cualquiera que ésta sea) con las personas es siempre obligada. “Obligada” en este contexto es un termino biológico. Un parásito obligado es un animal que está forzado a ejercer esta función en una determinada especie animal. Por ejemplo, las lombrices que parasitan a los perros no pueden vivir en un humano, un gato o en cualquier otra especie. Su adaptación específica les obliga a vivir en el medio intestinal canino.

Algunas relaciones simbióticas son obligatorias para ambas especies. La bacteria fijadora del nitrógeno en los alisos es un ejemplo claro. Ambas especies se necesitan mutuamente para vivir. Esto no ocurre en la relación simbiótica entre perros y humanos, puesto que mientras que los perros domésticos no pueden vivir alejados de los humanos, éstos pueden sobrevivir perfectamente sin los canes.

Sólo unos pocos de los seis billones de personas que habitan en el mundo dependen de los perros para algo. Si los perros desaparecieran de la faz de la tierra mañana, los seres humanos sobrevivirían a la tragedia sin demasiados problemas. Pero si los seres humanos desaparecieran, los perros se extinguirían poco después. Imaginamos que si la raza humana desapareciera lentamente, los perros domésticos evolucionarían en algo parecido a los dingos. Pero lo que es seguro es que tendrían que evolucionar porque parece poco probable que en su forma actual pudieran competir en un mundo salvaje.

El hecho de que los perros estén obligados a vivir junto a las personas significa que éstas pueden ejercer cierto poder sobre ellos, forzándoles incluso a llevar cualquier tipo de relación. Muchas de estas relaciones pueden ser tan reconfortantes como se desee, mientras que otras son muy difíciles tanto para los perros como para las personas.

Existe una amplia variedad de especialistas interesados en los perros: pueden ser etólogos, ecólogos de la conducta, psicólogos cognitivos, neurocientíficos, antropólogos biológicos, biólogos evolutivos y conductistas. Normalmente en las universidades estos investigadores están asociados a los departamentos de Zoología, Antropología o Psicología aunque también los encontramos en los de Ciencias Animales y Veterinaria; hace poco ha surgido una nueva especialidad llamada Antrozoología.

Sin embargo, a pesar de que existen en el mundo unos 400 millones de perros, se realiza muy poca investigación sobre su comportamiento en las universidades; gran parte de lo que conocemos acerca de los perros lo hemos tomado prestado del estudio de otras especies. Lo que un neurocientífico descubre sobre las terminaciones nerviosas de los pulpos lo aplica a las terminaciones de los humanos o de los perros. Los ojos de cualquier especie de mamífero funcionan igual que los de cualquier otra. Si sabes cómo ven los lobos, tendrás una idea muy aproximada de cómo ven los perros. Esto se conoce como el principio de homología, que asume que los órganos relacionados evolutiva o filogenéticamente se comportan de manera similar.

Los zoólogos, psicólogos y antropólogos creen que el comportamiento funciona de forma adaptativa tanto en un sentido evolutivo como en un sentido ontogenético. El comportamiento es una sinergia entre la naturaleza genética del animal y el medio en el cual se encuentra. Esta sinergia resulta de la naturaleza multiplicada por el ambiente y no, como se creyó hasta los años cincuenta del siglo pasado, de la naturaleza más el ambiente. Donald Heeb afirmó claramente en 1953 que tratar de determinar qué era más importante, la naturaleza o la crianza, era como intentar decidir cuál de las dos, la anchura o la longitud, era más importante para calcular el área de una superficie.

Aun cuando los estudiosos del comportamiento animal en diferentes departamentos tienden a coincidir en los principios básicos, también suelen poner el énfasis en distintos aspectos de la ecuación. Los psicólogos animales están interesados en el desarrollo del comportamiento. Dentro de la psicología representan lo que los embriólogos en la zoología, en el sentido de que los psicólogos estudian el desarrollo del comportamiento, mientras que los embriólogos se centran en el desarrollo de la estructura física. Los biólogos suelen centrarse en la forma de comportarse del animal en un medio particular. Los antropólogos abordan la historia y la evolución de la simbiosis entre animales y personas. En el mundo canino existe un enorme afán por aplicar los descubrimientos procedentes del laboratorio a los problemas del mundo real. Así, las facultades de Veterinaria se inclinan más por contratar a psicólogos clínicos que a etólogos, y un veterinario que aplique principios de comportamiento a problemas específicos es posible que se considere a sí mismo como un psiquiatra animal. El comportamiento animal es complicado, por lo que no podemos enfocar su estudio bajo un punto de vista único para descifrarlo.

Cuando a mediados del siglo XX surgió el estudio del comportamiento animal como disciplina académica se libraron algunas amargas batallas acerca de los distintos enfoques y el significado de los resultados. Principalmente se centraron en la controversia de la naturaleza frente a la cultura. Durante los años cincuenta y sesenta los psicólogos americanos y los etólogos europeos discutieron enconadamente, y cuando en 1973 los etólogos europeos Konrad Lorenz, Niko Tinbergen y Karl von Frisch recibieron el Premio Nobel por (principalmente) inventar el campo de estudio del comportamiento animal, hubo bastante resentimiento en este lado del atlántico entre los pioneros de las ciencias de la conducta. ¡No era de extrañar!

En estos momentos no existen en teoría diferencias fundamentales entre antropólogos, psicólogos y biólogos ¿Por qué resucitar cuestiones ya enterradas? Un nuevo enfoque podría ayudar a resolver problemas significativos que aún persisten en el mundo canino, puesto que existe una clara separación entre los académicos que estudian el comportamiento animal y los adiestradores que trabajan con los perros diariamente. Aunque la prensa popular trata de tender puentes, es difícil conseguirlo y los viejos mitos continúan deslizándose en los discursos. Quizá la escasez de estudios específicos sobre comportamiento canino ha interferido en nuestra comprensión de esta especie. Tal vez gran parte de la información que hemos inferido sobre el comportamiento del perro ha sido tomada, sin el rigor necesario, del estudio de otras especies como ratas y lobos. Puede ser también que los periodistas hayan estado demasiados prontos a aceptar un nuevo y extraordinario descubrimiento procedente de estudios de laboratorio, sin darse cuenta de que los científicos también pueden malinterpretar los datos o llegar a conclusiones no fundamentadas con el suficiente rigor. Consideramos asombrosa la forma en que los genetistas discuten sobre razas de perros como si fueran antiguas especies, aisladas sexualmente, que hubieran sido seleccionadas artificialmente en el sentido darwiniano para el servicio de las personas. Algunos investigadores que deberían saber más que nadie sobre el tema escriben acerca de genes responsables de determinadas conductas, como el amor al agua de los terranovas o el amor al pastoreo de los border collies. Algunos expertos en conducta canina establecen analogías sin rigor: los lobos forman manadas, por tanto, si quieres enseñarle un truco a un perro tienes que ser el jefe de la manada, ser el “lobo alfa”.

Parte del problema reside en la propia historia del comportamiento animal. Quizá nos serviría de ayuda conocer lo que los psicólogos y etólogos pensaban sobre los perros en los años cincuenta del siglo pasado.

Los etólogos se preguntaban: ¿Qué es lo que hacen los animales? Estaban interesados en el comportamiento típico de la especie, al que solían llamar innato o instintivo. Asumían que el comportamiento de una determinada especie era una adaptación evolutiva (genética). Los etólogos elaboraban etogramas, una forma de inventario de los patrones motores del animal, es decir, las posturas adoptadas por él. John Fentress y Peter McCloud, de la Universidad de Dalhousie, lo dijeron de la mejor forma posible en un artículo en 1986: “Es a través de la producción de secuencias integradas de movimientos como los animales expresan las reglas con las que interactúan y se adaptan a su entorno físico, biológico y social”.

Dos de los patrones motores de un perro que manifiesta miedo ante un extraño que se acerca ilustran secuencias de movimiento integradas que expresan las reglas de los canes (ver página 32). Un perro macho que levanta la pata trasera para orinar exhibe un patrón de comportamiento que se encuentra dentro del etograma del perro pero no del gato. Del mismo modo, los perros guardianes del ganado y los perros que guían al ganado tienen un conjunto distinto de reglas, que hacen que los dos tipos actúen de manera distinta en presencia de las ovejas.

Hay gente que opina que esos primeros etólogos han evolucionado hasta convertirse en los modernos ecólogos de la conducta. Otros, pensamos (y esperamos) que no se han extinguido todos los etólogos.

Los ecólogos de la conducta