1,99 €
Este libro es una selección de aquellos poemas escritos por Emily Dickinson sobre el tema de la muerte. «En la obra de Dickinson hay una modernidad tan radicalmente alejada de sus contemporáneos que sus mejores poemas parecen flechas lanzadas hacia nuestro presente, o más allá. La suya es una poesía del pensamiento, cuya valentía conduce a indagar en lo que literalmente no puede ser pensado o figurado. De ahí que el tema de la muerte, en el que se centra esta selección de poemas, sea para ella una obsesión ineludible, hasta el punto de formar el campo semántico más amplio de su variado corpus. Hay, en este libro, una Emily Dickinson bien distinta a la imagen dulcificada que de ella se ofrece en ocasiones. Está la Dickinson más oscura, nihilista a veces, silenciada o marginal en otras antologías de su obra, pero también la más atrevida, aquélla cuyo lenguaje es más eléctrico, implacable y visionario: esos ojos destinados a ver lo invisible, más allá de todas las barreras, adornos o disfraces. Los ojos de Emily Dickinson y los nuestros que leen sus palabras, tan asombrosamente lúcidas y nuevas, un siglo y medio después». Rubén Martín
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Este libro es una selección de aquellos poemas escritos por Emily Dickinson sobre el tema de la muerte. «En la obra de Dickinson hay una modernidad tan radicalmente alejada de sus contemporáneos que sus mejores poemas parecen flechas lanzadas hacia nuestro presente, o más allá. La suya es una poesía del pensamiento, cuya valentía conduce a indagar en lo que literalmente no puede ser pensado o figurado. De ahí que el tema de la muerte, en el que se centra esta selección de poemas, sea para ella una obsesión ineludible, hasta el punto de formar el campo semántico más amplio de su variado corpus. Hay, en este libro, una Emily Dickinson bien distinta a la imagen dulcificada que de ella se ofrece en ocasiones. Está la Dickinson más oscura, nihilista a veces, silenciada o marginal en otras antologías de su obra, pero también la más atrevida, aquélla cuyo lenguaje es más eléctrico, implacable y visionario: esos ojos destinados a ver lo invisible, más allá de todas las barreras, adornos o disfraces. Los ojos de Emily Dickinson y los nuestros que leen sus palabras, tan asombrosamente lúcidas y nuevas, un siglo y medio después». Rubén Martín
Emily Dickinson
Emily Dickinson, 2010
La tradición occidental se ha demorado hasta la segunda mitad del siglo XX en reconocer a Emily Dickinson como una de las figuras más visionarias y renovadoras de su tiempo, no inferior a Baudelaire, Hölderlin, Whitman o Rimbaud en cuanto a su influencia. La manera en que sus textos iluminan y traspasan las poéticas del imagism, el modernismo anglosajón en su conjunto o la llamada «poesía del silencio» (el mismísimo Paul Celan los tradujo y leyó en profundidad) bastaría para concederle ese estatus.
Aun así, la obra minimalista y aparentemente caótica de la poetisa de Amherst —y esto no es sino otra prueba de su carácter crucial— sigue siendo un reto para la visión lineal de la historia literaria, una anomalía salvaje dentro de su ideal ordenación. En cierto modo, menospreciar a Dickinson, igual que hicieron los pocos que leyeron sus poemas mientras ella vivía, supone asirse a la seguridad de una tradición que difícilmente asume lo extraño, lo marginal; aunque hoy día ese menosprecio se traduzca en ademanes más sutiles, como la ceguera de quienes han tratado de expurgar su poesía de sus rarezas, considerándolas incluso (machismo ad hoc) como arbitrarios caprichos de una dama excéntrica.
En la obra de Dickinson hay una modernidad tan radicalmente alejada de sus contemporáneos que sus mejores poemas parecen flechas lanzadas hacia nuestro presente, o más allá; tal vez a eso se deban tales reacciones defensivas por parte de las mentes más conservadoras. Quizá el único elogio que hace justicia a la escritora se lo debamos a Harold Bloom: «Exceptuando a Shakespeare, Dickinson demuestra más originalidad cognitiva que ningún otro poeta occidental desde Dante (…). Lo que sus críticos siempre subestiman es su asombrosa complejidad intelectual. Ningún lugar común sobrevive a sus apreciaciones; lo que ella no rebautiza o redefine, lo revisa hasta dejarlo difícilmente reconocible» (El canon occidental).
Las reflexiones de Bloom apuntan hacia el núcleo más inexpugnable, a nuestro juicio, de la obra de Dickinson, el lugar donde reside parte de su más auténtica originalidad. Estamos ante una poesía del pensamiento, cuya valentía conduce a indagar en lo que literalmente no puede ser pensado o figurado. De ahí que el tema de la muerte, en el que se centra esta selección de poemas, sea para ella una obsesión ineludible, hasta el punto de formar el campo semántico más amplio de su variado corpus.
La diferencia respecto a tantos poetas que han tratado este asunto obedece a una cuestión de rigor e intensidad: una insistencia en pensar la muerte no como un hecho filosóficamente aceptable, integrado en la vida y humanizado en sus múltiples mitologías (de las cuales Dickinson, a veces, prefiere no escapar: véase la Muerte como caballero galante de los poemas 712 y 1445), sino como un acontecimiento del que nada puede saberse, que sólo se puede rozar a tientas, para inmediatamente certificar el propio fracaso. Un laberinto sin hilo ni Ariadna:
De Vacío en Vacío —
un Sendero sin Hilo
Pisé con pies de Autómata —
y detenerse — morir — o avanzar —
eran indiferentes —
(761)
Añade después: «If end I gained / It ends beyond»: si alcanzo el fin, más lejos finaliza. Una imagen que resume parte de la problemática del tema en cuestión: un punto de fuga inalcanzable y cegador del pensamiento, al que se trata de acceder con la propia escritura, hollando el blank, el espacio vacío, el blanco de la página.
Para situarnos en la órbita de Dickinson sería preciso desconfiar, en la medida de lo posible, de la lógica romántica de lo inefable kantiano; el «ser-para-la-muerte» de Heidegger tampoco explicaría la desconcertante angustia que atraviesa muchos de estos poemas. Más revelador resulta acogerse al filósofo que más ha indagado en la relación entre muerte, escritura y pensamiento, Maurice Blanchot, concretamente en El espacio literario:
Lo que me hace desaparecer del mundo no puede encontrar en él su garantía (…). No se puede pensar la muerte más que dudosamente, porque pensar la muerte supone introducir en el pensamiento lo absolutamente dudoso, como si para pensar auténticamente esta certeza debiéramos dejar que el pensamiento se abismase en la duda y en lo inauténtico, como si cuando nos esforzamos en pensarla debieran quebrarse la firmeza y la verdad del pensamiento.
Del mismo modo, la muerte en Emily Dickinson no se cifra en algo esencial que subyazca a un fenómeno, aunque pueda tantear esta forma en ocasiones; no se reduce a la ansiedad de la conciencia de la finitud, aunque sin duda esté presente. Más bien se trata, ante todo, de un problema de conocimiento, un hecho que pese a constituir la única certeza de la vida provoca una falla, una tachadura, una imposibilidad ante la cual lenguaje y mente se colapsan, se resquebrajan. Recordemos la paradoja de Epicuro: la muerte no es nada, pues cuando existimos, ella no existe, y cuando aparece, nosotros desaparecemos. Ya en el temprano poema 50 (fechado en 1858), sólo inocente en comparación con los que después vendrían, nombra el acto de morir con el eufemismo «caminar en el Enigma» («walk within the Riddle»). Nadie podrá testificar acerca de él: así, seis años más tarde, se referirá al «camino de la muerte» como «la Proeza Blanca» (the White Exploit) que «una vez que se logra, anula el poder / de comunicarla» («Once to achieve, annuls the power / Once to communicate», poema 922). Incapacidad del pensamiento que la autora describirá con insistencia:
La mente es tersa — inmóvil —
satisfecha como el Ojo
en la Frente de un Busto,
que sabe — que no puede ver —
(305)
Más explícita es la serie de textos en los que la poetisa trata de escenificar su propia muerte. La metáfora de la ceguera reaparecerá en el poema 465, «I heard a Fly buzz — when I died», donde el sonido del vuelo de una mosca es el último rescoldo físico de un mundo que desaparece en la agonía:
… se interpuso una Mosca —
con un Zumbido Azul — confuso y vacilante —
entre la luz — y yo —
y luego declinaron las Ventanas —
y no pude ver para ver —
La imagen desconcierta e inquieta, pero encaja en esta lógica expresiva: dado que la muerte es la abstracción suprema, sólo un dato sensorial concreto —el zumbido del insecto— puede dar cuenta de la escena, ser al mismo tiempo intruso y garantía de su representación; la consciencia se aferra a este único asidero, dado que el resto no es más que una caída en el vacío de lo desconocido. «No pude ver para ver»: la mirada se desploma, pero también el sentido del lenguaje que la enuncia, como si entre el significado de dos palabras idénticas se estableciera de pronto una barrera infranqueable.
No es de extrañar que el idiolecto dickinsoniano, atravesado de silencios y cortocircuitos sintáctico-semánticos, alcance su radical necesidad en estos momentos en los que la mente trata de acceder a esta región de lo impensable. Prueba de ello es el final del poema «I felt a Funeral in my Brain», descripción aterradora y obsesiva de un proceso de desintegración mental:
y entonces una Tabla se quebró en la Razón,
y comencé a caer, y caer más —
y me di contra un Mundo, en cada choque,
y en ese instante — terminé de saber —
(280)
«And then a Plank in Reason, broke, / And I dropped down, and down — / And hit a World, in every plunge, / And finished knowing — then» —. De nuevo la cuestión del conocimiento, desfigurada en una ambigüedad intraducible: «I finished knowing» puede significar tanto «terminé por saber» como «dejé de saber», acceder al conocimiento o perderlo. En el lapso entre estos dos significados opuestos habita gran parte de la fuerza de esta composición.
Otras imágenes inolvidables: «Ésta es la Hora de Plomo — / recordada tan sólo si se la sobrevive» («This is the Hour of Lead — / Remembered, if outlived», 341); «El abismo de no ser contemplada — / marginada en la Oscuridad — / con la Conciencia suspendida — / y la Existencia bajo Llave» («The chasm not to be surveyed — / But skirted in the Dark — / With Consciousness suspended — / And Being under Lock», 777), o el escalofriante estoicismo de estos versos: «Éste es el premio de la Vida — morir — / Mejor si es de una vez — / que hacerlo a medias — y luego recobrarse / para un Eclipse más consciente» («Tis Life’s award — to die — / Contenteder if once — / Than dying half — then rallying / For consciouser Eclipse», 762).
«Un Eclipse más consciente»… Diferentes estrategias, distintos modos de aproximar el misterio de la muerte: no sólo encontramos escenificaciones imaginarias o intuiciones abstractas como las anteriores, sino un corpus de poemas que describen secuencias concretas de agonía de terceras personas. La experiencia de Emily Dickinson como enfermera debió de proporcionar un material valiosísimo a su ya de por sí mórbida imaginación, en textos dotados de un realismo insólito, sólo equiparables a los que escribiera en pleno siglo XX Gottfried Benn (en Morgue), con intenciones y medios bien distintos.
Uno de los ejemplos más significativos sería el poema 519; invitamos al lector a leerlo en su totalidad, en este volumen. Resulta sorprendente el materialismo de esta descripción del tránsito de la vida a la tumba, con toda una sintomatología: la cosificación de la persona que agoniza —designada con el pronombre neutro, it—, el entumecimiento del cuerpo, la cada vez mayor inexpresividad del rostro (asombroso aquel «multiplicó la indiferencia — / como si sólo le quedase Orgullo») y, finalmente, la caída del ataúd en la fosa, tras un progresivo despliegue del campo semántico de la rigidez, la inercia, la pasividad. Y también la frialdad de la voz narradora: «that was all», eso fue todo, como contestando a una pregunta implícita.
No menos cruda es la narración de dos suicidios con arma de fuego, en los poemas 1062 y 1686. La poetisa nos sitúa como espectadores del suceso y de los confusos pensamientos del suicida, sin dejarnos intuir una explicación ni aventurar ninguna lectura moral. El primero de ellos termina con una pasmosa nota de nihilismo acentuada por una violenta elipsis:
Buscó a tientas, por si Dios estaba allí —
y a tientas regresó hacia Sí Mismo —
Acarició el Gatillo, con expresión ausente,
y comenzó a vagar fuera del Mundo.
Como vemos, la aprehensión de la muerte en Dickinson se desprende a veces de toda idealización, para buscar el hecho en estado puro. Ninguna mitología que pudiera aligerar el peso de la muerte: tan sólo el acto físico de morir, y el desmoronamiento de las máscaras:
Me gusta cómo luce la Agonía,
pues sé que es verdadera —
Los hombres no simulan la
Ansiedad, ni fingen un Espasmo —
(241)
Al intentar asumir el instante de la muerte, la poesía de Dickinson realiza también un proceso de reflexión cuyo objetivo es desechar toda versión falsificada o tranquilizadora de esta realidad última. En contraste con algunos textos de religiosidad casi mística (como el bellísimo «I see thee better in the Dark», 611, incluido en este libro), encontraremos otros en los que ironiza sobre las promesas de la religión, como en el epigramático poema 1017:
Morirse — sin la Muerte
y vivir — sin la Vida
es el Milagro más difícil
encomendado a la Fe.
«To die — without the Dying»: la paradoja desvela que la idea de la muerte como tránsito hacia otra vida supone una sustracción, un hurto de esa realidad aterradora. Aun así, nos dice, preferimos aferrarnos a esa ilusión antes que al vacío de «la mano diestra de Dios»: «ahora aquella Mano está amputada / y a Dios no se le encuentra (…) / Mejor un fuego fatuo / que carecer de luz»( 1551). Asimismo, la fe religiosa aparece retratada como un maquillaje incapaz de disimular el horror en el poema 1100, «The last night that She lived», meticulosa descripción de las reacciones ante la agonía de una mujer, un texto en el que conviven el estupor y la ironía:
La última noche en que Ella estuvo viva
fue una Noche Normal,
excepto por la Muerte — esto para Nosotros
hizo distinta a la Naturaleza —
y que concluye así: «Nosotros — le arreglamos el Pelo — / y pusimos erguida la Cabeza — y después vino una espantosa calma / para imponerle normas a la Fe». Interesa aquí restablecer el diálogo con Blanchot y su teoría de la doble muerte: por un lado, la verdadera muerte, inasible, sin relación alguna con la vida, que no termina de llegar nunca, y por otro, una muerte falsa en tanto que dotada de un sentido, regida por «el placer de un final correcto, el deseo de hacerlo humano y decoroso, de liberarlo de su aspecto inhumano que, antes de matar a los hombres, los degrada por el miedo y los transforma en extrañeza»; un morir hipócrita que Dickinson, según esta perspectiva, denuncia y rechaza en algunos de sus poemas.
Quizá esta idea pueda arrojar luz sobre los crípticos versos finales de uno de los poemas mayores de la autora, «My Life had stood — a Loaded Gun» (754). Se trata de una compleja alegoría donde la «vida» del yo poético es representada por un rifle, que al final se reconoce dotado de la capacidad de matar, pero «sin el poder de morir»(«For I have but the power to kill, / Without — the power to die —»). Según Blanchot, lo que define la muerte es su carácter inseguro, diferido, un futuro que pese a su certeza contiene la angustia del instante indefinidamente prorrogado. Por tanto, quitarse la vida supone morir una falsa muerte:
Hay en el suicidio una notable intención de suprimir el futuro como misterio de la muerte: de algún modo, uno quiere matarse para que el futuro no tenga secretos, para hacerlo claro y legible, para que deje de ser la reserva oscura de una muerte indescifrable (…). La muerte voluntaria es negarse a ver la otra muerte, la que no se capta, la que nunca se alcanza, especie de soberana negligencia: alianza con la muerte visible para excluir la invisible.
En su particular asedio a la realidad cruda de la muerte, en su lógica poética, Dickinson no puede aceptar tampoco este atajo, como también sugiere el poema 1692 («Ni siquiera morir puedes, sin que los hombres / y la naturaleza se detengan / a concederte una mirada»). «El poder de morir» no está a su alcance, pues sería ése un morir inauténtico, nada que ver con las lentas o rápidas agonías que describe con un realismo sobrecogedor. La incertidumbre se establece también como clave y condición de la muerte en el poema de 1879 «We knew not that we were to live» (1462):
Que íbamos a vivir, no lo sabíamos —
tampoco cuando — tenemos que morir —
Nuestra ignorancia — es nuestra armadura —
O, dicho de otro modo, en un poema de dos versos:
No es el Apocalipsis — lo que — espera,
sino nuestros deshabitados ojos —
«Not “Revelation” — ’tis — that waits, / But our unfurnished eyes» (685) . Unfurnished se dice de los edificios desmantelados o sin amueblar; la casa de la mirada estará vacía, al fin, cuando llegue la hora. Unfurnished eyes: ojos destinados a ver lo invisible, más allá de todas las barreras, adornos o disfraces. Los ojos de Emily Dickinson y los nuestros que leen sus palabras, tan asombrosamente lúcidas y nuevas, un siglo y medio después.
R. M.
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!