Príncipe y mendigo - Mark Twain - E-Book

Príncipe y mendigo E-Book

Mark Twain

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Beschreibung

Adaptación del clásico de Mark Twain. Esta novela cuenta la confusión de identidades entre dos chicos iguales pero diferentes, y las peripecias que atraviesan en su intento por sobrevivir y recuperar sus antiguas vidas.

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COLECCIÓN La puerta secreta

REALIZACIÓN: Letra Impresa

AUTOR: Mark Twain

ADAPTACIÓN: Elsa Pizzi

DISEÑO: Gaby Falgione COMUNICACIÓN VISUAL

ILUSTRACIONES: mEy!

Twain, Mark Príncipe y mendigo / Mark Twain ; adaptado por Elsa Pizzi. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Letra Impresa Grupo Editor, 2019. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-4419-86-6 1. Narrativa Infantil y Juvenil Estadounidense. 2. Literatura Infantil y Juvenil. 3. Novelas de Aventuras. I. Pizzi, Elsa, adap. II. Título. CDD 813.9283

>© Letra Impresa Grupo Editor, 2020 Guaminí 5007, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Teléfono: +54-11-7501-126 Whatsapp +54-911-3056-9533contacto@letraimpresa.com.arwww.letraimpresa.com.ar Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción parcial o total, el registro o la transmisión por un sistema de recuperación de información en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin la autorización previa y escrita de la editorial.

Esta colección se llama La Puerta Secreta y queremos invitarlos a abrirla.

Una puerta entreabierta siempre despierta curiosidad. Y más aún si se trata de una puerta secreta: el misterio hará que la curiosidad se multiplique.

Ustedes saben lo necesario para encontrar la puerta y para usar la llave que la abre. Con ella podrán conocer muchas historias, algunas divertidas, otras inquietantes, largas y cortas, antiguas o muy recientes. Cada una encierra un mundo desconocido dispuesto a mostrarse a los ojos inquietos.

Con espíritu aventurero, van a recorrer cada página como si fuera un camino, un reino, u órbitas estelares. Encontrarán, a primera vista, lo que se dice en ellas. Más adelante, descubrirán lo que no es tan evidente, aquellos “secretos” que, si son develados, vuelven más interesantes las historias.

Y por último, hallarán la puerta que le abre paso a la imaginación. Dejarla volar, luego atraparla, crear nuevas historias, representar escenas, y mucho, mucho más es el desafío que les proponemos.

Entonces, a leer se ha dicho, con mente abierta, y siempre dispuestos a jugar el juego.

LA LLAVE MAESTRA

Imaginen que, por casualidad, se encuentran con un chico o una chica que no tiene nada que ver con ustedes, salvo por el hecho de que… ¡son idénticos! Sí, no son hermanos gemelos separados al nacer, ni tampoco primos. Sencillamente son iguales. Y, por un rato, aprovechando esa coincidencia, deciden jugar a ser el otro. Además, este juego tiene un ingrediente que lo hace muy tentador: ese chico o esa chica son inmensamente ricos o pertenecen a la realeza. A ambas partes les resulta muy atractivo el cambio, porque experimentar una vida tan diferente es un desa-fío increíble. Entonces, sin dudar, adoptan la identidad del otro y emprenden la aventura.

Algo parecido le ocurre a Garfield en su segunda película, Un cuento de dos gatos. En el filme, Garfield va a Londres y allí lo confunden con Prince, un gato igual a él, que ha heredado un castillo. Al principio, Garfield disfruta de todas las ventajas de ser millonario, pero aparecen las dificultades cuando corre peligro su vida. Sucede que un hombre quiere adueñarse del castillo y, para eso, tiene que matar a Prince. Pero Prince no es Prince, sino Garfield. Y, como todo lo que suele protagonizar este gato es muy divertido, el problema desencadena muchas situaciones graciosas.

Un argumento similar tiene el musical de Barbie, La princesa y la costurera. En esta película, la muñeca es la princesa Anneliese y también Erika, una joven pobre igual a ella. Anneliese es raptada y Erika, haciéndose pasar por la princesa, intentará salvarla.

Recuerden, además, el episodio de los Simpsons llamado The principal and the pauper. En él se descubre que Skinner, el director de la escuela de Bart, es, en realidad, un hombre llamado Tanzarian. Sucedió que, cuando eran jóvenes, estuvieron juntos en la guerra de Vietnam. Skinner fue dado por muerto y Tanzarian fue a Springfield a comunicárselo a la madre del director. Pero en lugar de hacerlo, tomó la identidad de su antiguo camarada. Hasta que, el día en que iban a homenajearlo porque cumplía veinte años como director, apareció el verdadero Skinner reclamando su lugar. La confusión se aclara y Tanzarian vuelve a su antigua vida de pandillero. Pero los ciudadanos de Springfield no están contentos con el Skinner auténtico por su forma de comportarse y le piden a Tanzarian que vuelva. Él al principio se niega, pero finalmente lo convencen. Entonces el juez Snyder decreta que, desde ese día, Tanzarian es Skinner y además ordena que no se vuelva a mencionar lo ocurrido, bajo pena de tortura. Skinner se queja y pide ser reconocido como héroe de guerra. Pero en lugar de esto, es echado del pueblo.

Los tres ejemplos tienen muchas coincidencias con Príncipe y mendigo porque son versiones de la novela. Y es que esta obra de Mark Twain, publicada por primera vez en 1882, ha tenido una gran repercusión. No solo la han leído millones de personas en todo el mundo, sino que también ha sido llevada al cine en adaptaciones más o menos parecidas al original, y que son las que ustedes conocen.

Como se imaginarán, el enorme éxito de Príncipe y mendigo se debe, entre otras razones, a lo atractiva que resulta la historia de dos seres idénticos en su aspecto pero con vidas absolutamente diferentes.

Ustedes ya saben lo que les sucedió a Garfield, a Erika y a Tanzarian cuando se hicieron pasar por otro. Ahora solo les falta conocer las aventuras del príncipe y del mendigo originales. No demoremos más, vayamos hacia atrás en el tiempo y entremos en el reino de Inglaterra, dispuestos a acompañar a estos dos chicos tan iguales y, a la vez, tan distintos.

1

DOS NACIMIENTOS

Voy a contarles una historia que a mí me contó una persona hace ya algún tiempo. A ella se la había contado su padre, a quien se la había contado su padre y a este, el suyo y así sucesivamente.

Tal vez sea verdad; tal vez, una leyenda. Quizá sucedió, quizá no… pero podría haber ocurrido. El caso es que cuentan que, a mediados del siglo xvi, en Londres nació un bebé en el hogar de una familia muy pobre. Su nombre era Tom Canty.

Ese mismo día y también en Londres, otro bebé llegó al mundo. Pero, a diferencia del primero, su familia era muy rica y poderosa. Aquel niño era nada más y nada menos que el heredero de la corona real, el príncipe Eduardo Tudor.

El nacimiento de Tom no fue recibido con alegría y solo le importó a la familia Canty. Para su padre, un hombre malo, borracho y ladrón, el niño era una carga. Y a su madre, una buena mujer acostumbrada a los maltratos de su marido, este bebé la preocupaba, pues solo tenía para darle una vida llena de privaciones.

En cambio, Eduardo había sido esperado con mucha ansiedad, no solo por sus padres, sino también por toda Inglaterra. Así que, durante varios días y noches, aristócratas y vasallos, ricos y pobres celebraron su nacimiento con danzas y canciones. Todos hablaban de Eduardo, el príncipe de Gales, que dormía entre ricas sábanas de seda, mientras el otro pequeño, Tom Canty, lo hacía envuelto en miserables andrajos.

2

LA VIDA EN EL BASURAL

Pasaron los años y Tom creció en El Basural, el miserable barrio en el que había nacido. Vivía en una casa pequeña y destartalada, en la que compartía su triste destino con sus padres y sus hermanas, las gemelas Bet y Nan.

Su padre, como ya hemos dicho, era un vago que obligaba a sus hijos a mendigar y les pegaba cuando volvían a su casa con las manos vacías. A Tom no le gustaba pedir limosnas, por eso era quien recibía los golpes más a menudo y se iba a la cama sin comer. Pero su madre, a escondidas y aunque ella estuviera muerta de hambre, siempre le guardaba un mendrugo de pan.

Sin embargo, el pequeño Tom no era desdichado. Entre tanta miseria y maltrato, había encontrado un lugar donde lo pasaba realmente bien: la casa del padre Andrés, un bondadoso sacerdote, quien le enseñó a leer, a escribir y hasta algo de latín. Allí Tom se aficionó a leer cuentos de hadas, de genios y de poderosos reyes, y su cabeza se fue llenando de fantasía. Por las noches, acostado en su pobre cama de paja, se olvidaba del hambre y de las palizas, y daba rienda suelta a su imaginación. Soñaba despierto con la vida en un palacio, entre príncipes y nobles y, poco a poco, fue sintiendo un fuerte deseo de vivir como ellos. Entonces dejó de ir al río Támesis sólo para divertirse, y comenzó a hacerlo para asearse. Cambió su manera de hablar y sus modales y, lentamente, empezó a actuar como un príncipe y no como un mendigo.

Al principio, sus amigos se sorprendieron; luego, se rieron de él. Pero Tom estaba convencido de lo que hacía y, como sus lecturas y su inteligencia lo habían convertido en un chico fuera de lo común, con el tiempo, los otros niños llegaron a tratarlo con respeto, como a un ser superior.

Impulsado por sus deseos, Tom organizó una corte imaginaria, en la que él era el príncipe. Pero lo que realmente deseaba era ver un príncipe verdadero, de carne y hueso.

3

DOS CHICOS IDÉNTICOS

Una invernal mañana de enero, Tom se levantó hambriento y, como no había nada para comer, hambriento salió de su pobre casa. Vagabundeando de un lado a otro de la ciudad, sin fijarse hacia dónde iba, llegó a una zona de enormes mansiones, con hermosos parques. Allí divisó un edificio imponente, protegido por rejas doradas. Dos guardias vestidos con brillantes armaduras custodiaban la entrada, adornada con magníficos leones de piedra. Sí, era el palacio de un rey.

Tom se acercó a un grupo de personas que, junto a las rejas, admiraba los espléndidos carruajes que entraban y salían del palacio. Y desde allí vio a un chico vestido con traje de seda y raso que se paseaba por los jardines. El niño llevaba una espada en la cintura y, en la cabeza, un elegante sombrero rojo con plumas y piedras preciosas. Junto a él, varios caballeros, que seguramente eran sus criados, lucían vistosos trajes. ¡Era un príncipe de verdad! ¡Por fin el Cielo había escuchado los deseos de un desdichado chico mendigo!

Tom casi no podía respirar por lo emocionado que estaba y, para ver mejor, colocó su cara entre dos barrotes. Pero en eso, un guardia lo descubrió, lo sacó de allí con violencia y lo empujó hacia la multitud de curiosos mientras le gritaba:

–¡Ten mucho cuidado con lo que haces, mocoso harapiento! ¿Acaso crees que tu cara puede irrumpir en el palacio de Windsor?

La muchedumbre soltó una carcajada, pero el joven príncipe, que había visto lo sucedido, corrió a la puerta y exclamó, indignado:

–¡Cómo te atreves a maltratar a este pobre chico! ¡Aunque sea el más insignificante de los vasallos de mi padre!... ¡Abre la reja y déjalo entrar!

Ante la cercanía de Eduardo, los curiosos se sacaron el sombrero respetuosamente y luego aplaudieron y aclamaron:

–¡Viva el príncipe de Gales!

Los guardias abrieron la reja y Tom, el harapiento Príncipe de la Pobreza, entró en el palacio y estrechó la mano de Eduardo, el Príncipe de la Riqueza Ilimitada.

–Te ves cansado y hambriento. Ven conmigo –le dijo Eduardo Tudor y lo condujo hasta su habitación, un rico aposento del palacio.

Una vez allí, ordenó que le sirvieran manjares como Tom no había probado ni visto jamás, y que solo conocía por los libros. Los criados se retiraron y, mientras el mendigo comía, el príncipe se sentó a su lado. La vida de ese chico tan diferente de él lo intrigaba y comenzó por preguntarle su nombre.

–Soy Tom Canty, para servirlo, señor.

–¿Dónde vives, Tom Canty?

–Mi casa queda en El Basural.

–¡Qué nombres raros! Y dime, ¿tienes padres?

–Sí, señor, y dos hermanas gemelas, Nan y Bet.

–¿Y cómo son tus padres?