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Prometo amarme es un libro para mujeres que quieren sentirse dueñas de su propia vida y están convencidas de que el autoconocimiento y el amor propio las ayuda – rán a crear relaciones más auténticas con ellas mismas y con el mundo. Está escrito para mujeres que quieren vivir su feminidad a su manera, cuestionando los es – tereotipos y haciéndose cargo de su propia aventura de vida. También es una herramienta, una terapia, un espacio de autoanálisis que te brindará ayuda para co – nectarte con tu intuición, para sanar tus heridas, para concretar tus sueños, para aumentar la energía que necesitas para abrazar o soltar algo, para hacerte car – go de tus mejores y de tus peores momentos. Este libro te ayudará a amarte, a aceptarte, a empoderarte y a ser la mejor versión de ti misma.
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Seitenzahl: 203
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© 2021 Daniela Méndez
© 2020, Sin Fronteras Grupo Editorial
ISBN: 978-958-5191-07-5
Coordinador editorial:
Mauricio Duque Molano
Edición:
Juana Restrepo Díaz
Diseño y diagramación:
Paula Andrea Gutiérrez R.
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado: impresión, fotocopia, etc, sin el permiso previo del editor.
Sin Fronteras, Grupo Editorial, apoya la protección de copyright.
Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions
A todas las mujeres de este planeta que desean, CON TODA EL ALMA, amarse incondicionalmente.
Introducción
Guía de lectura
Primera parte
Conócete. Autoconocimiento y mundo interno
Un mundo llamado inconsciente
Deseo
Patrones y repeticiones
Nos hablamos de distintas maneras: Voz de la intuición y voz del superyó
Nosotras y las otras. Inspiración, comparación, identificación y ser nuestra propia versión
Vivimos para ser felices, no perfectas
¡Podemos crear muchos tipos de vidas! Maternidad física y creativa
Tu cuerpo sabe
Nuestros procesos internos como maestros
Enamórate de la aventura de conocerte
Segunda parte
El lado oscuro. Sombras, dolores y piedras en el zapato
Los traumas no nos condenan: De nuestros agujeros puede salir polvo de estrellas
Enojo
Miedo
Tristeza
Culpa
Secretos
Sanación
Cansarnos no es lo mismo que desgastarnos
El perdón como acto de creación
Inocencia versus ingenuidad
Tercera parte
Amor propio. Ámate mucho y profundo
Autoestima, autoimagen y autoconcepto
Amor propio
Empoderamiento
Cuarta parte
Ama sin vender tu alma. Relaciones
¿Te ha cegado el amor alguna vez?
¿Realmente quieres un compromiso?
Nuestros amados no son dioses ni superiores
Lo masculino en nosotras
El amor como espejo y oportunidad de crecimiento
El amor también lleva cuentas. El inconsciente sabe de economía
Las amigas son un tipo de amor
Recuperarnos del desamor
Quinta parte
Soluciones. Rituales, empujones y ayudas para tu matrimonio contigo misma
Mitos y realidades sobre la felicidad
Pasado pisado, presente activado
Aprende a leer tus sueños. Lecciones básicas sobre lectura de sueños y cómo llevar un diario de sueños
Rituales
Silencio para ir adentro y hacer realidad los sueños
El arte de pedir ayuda cuando la necesitamos
Aunque no hayas llegado al lugar ideal, en donde estás ahora hay un gran potencial que puedes aprovechar
Agradecimientos
Escribí este libro para aquellas mujeres que tienen infinitas ganas de conocerse, de sentir cómo funcionan, que quieren ser dueñas de su propia vida y están convencidas de que el autoconocimiento y el amor propio las ayudarán a crear relaciones más auténticas con ellas mismas y con el mundo.
Lo escribí para quienes creen que ser mujer incluye miles de posibilidades, que quieren vivir la feminidad a su manera, cuestionando los estereotipos y haciéndose cargo de su propia aventura de vida. Para mujeres que quieren hacer lo mejor que puedan con lo que sí son y sí tienen, con su historia, sus poderes, sus sombras y sus partes rotas, con su estilo y originalidad. Para mujeres que están cansadas de sentirse culpables y quieren liberarse —sin echarle la culpa a nadie—, haciéndose responsables de su propia vida y de sus elecciones.
Lo escribí desde mi experiencia de mujer que se ha explorado infinitamente a sí misma, que ha trabajado con mujeres por muchos años, que ha escuchado y guardado en su corazón secretos y aventuras. Lo escribí también desde mi mujer curiosa que ha estudiado y estudia el alma femenina.
Deseo desde el alma ser para ti una voz amiga, compañera, inspiradora, que te anime a prometerte amor y respeto por ti misma hasta la muerte. Deseo desde el alma que este libro sea para ti una terapia, un espacio de autoanálisis; que leerlo te lleve a tener muchas citas contigo misma, a conectar con tu intuición, con los deseos más profundos y reales de tu corazón. Deseo que te acompañe a sanar heridas, concretar sueños con los que tienes mucho tiempo coqueteando, que te dé una buena dosis de la energía que necesitas para abrazar o soltar algo, para hacerte cargo de tus mejores y tus peores momentos. Deseo que te ayude a grabar en tu cuerpo y en tu alma que eres una mujer libre, que has vivido y vivirás todo tipo de momentos y que tienes toda una vida para descubrir y descubrirte.
Comencemos esta aventura juntas. Te doy la mano con absoluto respeto de tu libertad, porque sin duda, ¡la feminidad es un infinito de creatividad y posibilidades!
Frases clave para acompañarte:
Cada una en su mundo es un mundo.
La mujer perfecta no existe.
Vivimos para ser felices, no perfectas.
Cada una puede hacer cosas maravillosas con lo que sí es y sí tiene.
Ser mujer es un infinito de posibilidades.
De nuestros agujeros puede salir polvo de estrellas.
A mayor disfrute menor culpa.
Puedes leer este libro en orden o empezando por la parte que más necesites en el momento específico que estés viviendo. Está hecho para que puedas aprovecharlo leyéndolo completo o tomando solo el capítulo que te interese.
Comienza con una serie de capítulos dedicados al autoconocimiento, a ese mundo interno lleno de posibilidades que es nuestro ser de mujeres humanas, deseantes y poderosas: si quieres amarte mucho y profundo, es importante navegar hasta el rincón más recóndito de tu ser.
La segunda parte está dedicada a nuestro lado oscuro, nuestras sombras, dolores, vulnerabilidades y partes rotas, tan necesarias como toda la magia y los distintos poderes que viven en nosotras.
Después, podrás disfrutar de un parte completa dedicada a amarte como nadie, con capítulos sobre el amor propio, la autoestima y el empoderamiento, el aprovechamiento sabio y original de lo que sí eres y sí tienes en tu vida presente, para integrar tu pasado y construir tu futuro con creatividad, claridad y esperanza.
El penúltimo apartado está dedicado a las relaciones: podrás navegar en el amor a profundidad para que te atrevas a amar sin vender tu alma, estar en desventaja o poner al otro debajo de tus zapatos.
Para cerrar, encontrarás un apartado dedicado a las soluciones que puedes aplicar en tu día a día y en distintas facetas de tu vida. Encontrarás ideas, rituales, y algunas sugerencias para que las llenes de tu originalidad y hagas tu propia magia con ellas.
Cada una de nosotras es un planeta con sus propios modos y códigos de funcionamiento: todo esto conforma nuestro mundo interno. Uno quiere conocer lo que ama, a quien ama, y esto aplica también a nosotras cuando queremos construir un amor propio profundo, práctico y honesto. Estando atentas a nuestros movimientos, sensaciones y necesidades, podremos tener una visión más clara y poderosa, a la vez empática y compasiva, no solo sobre nosotras mismas sino también con las situaciones y las personas con las que nos relacionamos en el día a día.
Conocernos nos ayuda a crear un vínculo con nuestras distintas yo y con nuestra más profunda realidad. También implica conectarnos con nuestros poderes y nuestras sombras para, de esta forma, poder tener un estilo de vida, un propósito y unos amores más amables y saludables.
Somos “mujeres humanas”. Ser mujeres humanas significa que desde que nacemos hasta que morimos podemos hacer cosas maravillosas y también equivocarnos, sentirnos poderosas y también vulnerables. Sentir es algo femenino, no somos estatuas de Buda, diosas del Olimpo, ni la Virgen María que vemos en los altares. Hoy en día existe una tendencia a proponernos un autocontrol tal que casi hay que medir hasta qué porcentaje del corazón debemos meter en una relación. Pero hay cosas que no podemos suprimir de nosotras porque somos de carne, hueso y alma. Por eso somos humanas y mujeres, y es muy importante aceptarlo al emprender este camino de autoconocimiento.
El camino de conocernos nos lleva a descubrir, sorprendernos y emocionarnos con los distintos rincones de nuestro mundo interno que es el espacio que ocupan todos los deseos, miedos y posibilidades conscientes e inconscientes de nuestro cuerpo, mente y corazón.
Ser mujer es una construcción de toda una vida y conocernos es un trabajo activo hasta que cerremos los ojos y nuestra respiración se detenga; sin embargo, ganar sensibilidad con y por nuestras tendencias, gustos, límites, inspiraciones y movimientos nos ayudará a vivir con mayor libertad, porque si la vida tiene algo es: ¡Energía, esperanza y posibilidad!
El inconsciente es como un mar inmenso que vive en cada una y es distinto en cada mujer que habita este planeta. Es un espacio vivo y profundo que nos mueve aunque no nos demos cuenta. En él se encuentra lo más auténtico de nosotras: nuestros sueños, historias, deseos, heridas y miedos. Todo lo que se escribió en nosotras, aunque lo hayamos olvidado, se repite hoy en nuestros actos a través de los movimientos que él genera. Conocer el nuestro es una fuente de poder inmenso.
Todas hemos sentido alguna vez esa fuerza interior que nos lleva hacia lugares que aparentemente no queremos. Deseos que quisiéramos no desear, palabras que quisiéramos no haber dicho, tal vez el impulso de ir a lugares o seguir tomando decisiones, haciendo cosas que evidentemente nos hacen daño, que bajo ninguna “lógica” podemos entender pero que aun así seguimos haciendo sin ser capaces de resolver.
Tal vez hemos experimentado, de una manera u otra, que la “razón” y la “supervivencia” no siempre nos comandan, sino, ¿por qué volvemos a relaciones que nos hacen mal?, ¿por qué buscamos lugares donde no somos valoradas?, ¿por qué decimos que queremos cuidar más nuestro cuerpo, empezar una rutina de entrenamiento y mantenerla, pero no encontramos la voluntad ni la energía para ejercitarnos?, ¿qué nos frena?, ¿quién nos frena?
En el inconsciente están nuestros “ángeles” y “demonios”; eso que a veces llamamos “tentaciones”, porque nuestra tendencia natural es achacarle lo que no nos gusta o nos molesta a un tercero.
Pablo de Tarso, en la Biblia, lo dijo muy claro: “Lo bueno que quiero hacer no lo hago, y lo malo que no quiero hacer, lo hago”. Él lo definió como tentación, como pecado, porque ante la presentación inminente del inconsciente, al desear lo que se supone que no deberíamos desear, viene la religión, la espiritualidad, la civilización, a darnos una explicación: pecado, tentación, karma. Explicaciones que nos calman y que son válidas, pero que muchas veces nos quitan potestad y responsabilidad en las decisiones que tomamos, en las elecciones que hacemos y, por lo tanto, en el trabajo interno que nos llevaría a superar la tentación de una vez por todas o a bailar con ella sin que haga, o nos haga, tanto daño o nos produzca tanto sufrimiento.
Veamos otro ejemplo: el llamado para los cristianos “pecado original”. Adán culpa a la mujer, la mujer culpa a la serpiente... No asumimos nuestras “maldades” interiores y nuestras sombras con valentía, ¿por naturaleza...? ¿Por tendencia...? Tal vez porque, ante las sombras, hemos recibido castigos y sanciones. Entonces nuestra naturaleza, más que el reconocimiento de la propia responsabilidad, busca su defensa. Según la Biblia, Dios nos mandó a la Tierra como “castigo”, a trabajar por el pan y a parir con dolor pero, si vemos más allá, en el castigo también tenemos la oportunidad de conocernos, de crear; ¿acaso hoy en día no hemos descubierto que podemos ganar dinero haciendo lo que amamos o parir con dolor, pero también con mucha paz y placer, o ponernos la epidural si no queremos sufrir de más? Nos confesamos y nos mandan a rezar varios padrenuestros, pero aprender a convivir con nuestras sombras es algo que nadie nos soluciona ni nos va a solucionar. Allí nos toca ponernos a crear bajo nuestra absoluta responsabilidad.
El inconsciente es también la cultura, no es solo un mundo interno y oculto; es una relación que el sujeto pone en el otro, en el que busca, en el que rechaza. Es un “animal político” que busca las relaciones para mantenerse vivo. El inconsciente existe desde que existe el ser humano. Fue Freud el que le dio “vida” o más bien el que le puso nombre. Muchas veces, algo comienza a existir para nosotras o para el mundo, cuando se le pone un nombre.
Cuando uno se da cuenta de que hay un mundo más indomable, rebelde, que escapa de “la moral y las buenas costumbres” y que ese mundo es nuestro, está adentro, no es de la vecina, ni de la mamá, ni del demonio de turno, uno comienza a reconocerse de una manera más real y honesta; comienza a trabajar desde un lugar diferente donde se ve y aprende sobre sus reales prioridades, se escucha más atentamente cuando habla, se da cuenta cuando está diciendo algo por decirlo, incluso cuando dice algo que realmente no quiere, empieza a descubrir un mundo de deseos que estaba en secreto. Destapar ese mundo, destapar ese secreto, es una puerta a la libertad de ser, sentir, expresarse, vivir... Destapar ese mundo es dejar de actuar contra nuestra propia corriente, aprovechando nuestras mareas internas o calmándolas cuando nos piden algo, que sabemos por experiencia, que, a mediano o largo plazo, nos hará daño.
Nuestro inconsciente se manifiesta de distintas maneras, a través de:
Nuestras palabras: lo que repetimos, lo que decimos una y otra vez.
Nuestros actos: lo que hacemos una y otra vez, dándonos o no cuenta, cómo nos relacionamos, las personas que elegimos para acompañarnos, los trabajos que preferimos, los hobbies que practicamos, en lo que decidimos entregar nuestro amor y nuestro tiempo.
Nuestros sueños: en los sueños hay una sabiduría inmensa porque en los sueños la moral está más “débil”; en ellos de algún modo nos sentimos más “libres” y “omnipotentes”; menos vulnerables y castigables. Lo que soñamos no tiene castigo en la vida real más que el castigo que nosotras nos demos a nosotras mismas.
Nuestros lapsus: lo que decimos sin querer, lo que se nos sale como si fuera un error, pero que en realidad puede ser una buena pista de lo que hay en nuestro interior. Por ejemplo, decimos que olvidamos a X, pero se nos sale su nombre con el nuevo novio o pareja; tal vez no lo olvidamos tanto; quizá de alguna manera está presente en nuestras vidas porque fue y es importante para nosotras. No quiere decir que queremos volver a estar con él, pero sí, probablemente, que uno no olvida tan automáticamente a la gente importante, ni olvida tan fácilmente, como a veces nos queremos convencer.
El inconsciente también nos enseña que no siempre buscamos lo que nos hace bien. Que hay algo en nosotras que busca “más allá del placer”; Freud lo llamó pulsión de muerte. El inconsciente nos enseña que a veces lo que deseamos es también lo que más tememos. Nos aterra la idea de aburrirnos al alcanzar lo que tanto buscábamos, nos espanta pensar que tal vez pueda no gustarnos eso que tanto anhelábamos, o que no lo queramos lo suficiente como para sobrellevar los momentos en los que las cosas se pongan difíciles: nos da miedo el ensayo y el error, la decepción... y por eso saboteamos la búsqueda una y otra vez (Por ejemplo: deseo casarme, pero cada vez que salgo con un hombre que desea compromiso —como yo—, le encuentro un defecto. Me da miedo enfrentarme a todo lo que implica hacer realidad ese deseo que llevo tantos años albergando y que tal vez ha sido hasta el motor de mi vida). Para aliviar este miedo, querida, te ayudará recordar que la vida, en su continuo movimiento, siempre nos brinda la oportunidad de inventarnos nuevos cuentos y nuevas metas: ¡Alcanzar un deseo no nos quita el permiso para desear otras cosas! La vida, la personalidad y el deseo, en realidad, están en un eterno “en construcción”.
Además, el inconsciente nos muestra nuestra fealdad, nuestra maldad; esto no es tan fácil aprender a verlo; menos aprender a amarlo y a abrazarlo. No queremos ser nosotras las “villanas”. Nos enseñaron que las princesas, las villanas o las brujas eran personajes bien separados y distintos. Queremos que sean otras las malas o las princesas, porque hoy también queremos negar muchas veces nuestros deseos de princesas, pero cuando aprendemos a ver nuestra propia maldad, nuestra propia incompletud, nuestro propio masoquismo, o nuestro propio deseo de ser princesas liberadas o salvadas, aprendemos a vivir mejor con eso o, al menos, a estar más advertidas y a sufrir un poco menos. Tal vez te funcione mucho mejor estar advertida de tus celos, de tu tendencia a la tristeza, de tu adicción a los hombres dominantes para poder transformar eso en algo que te genere menos daño; para aprender a ganar y a mantener en equilibrio tu sistema consciente e inconsciente de una nueva manera; porque te cuento que el inconsciente, además, es experto en economía, ¡nunca pierde! Entonces, si solo vemos el “golpe”, decimos “oh, pobrecita”, pero tal vez el inconsciente gana con el goce que le produce ponerse en el lugar de víctima.
El inconsciente, como está en un mundo subterráneo y a la vez evidente a través de nuestras palabras, de nuestros sueños y de lo que hacemos, ni siquiera necesita que vayamos muy atrás en el pasado. En el presente nos muestra información poderosa: repite, sueña, habla, dice, elige, con lo que es, tiene, con sus experiencias (o vivencias) e historia. Un gran desafío es aprender a mirarlo más directamente; aprender a escucharnos en él y con él, sin reprocharnos tanto. Tal vez hay cosas que no podemos decir en el trabajo o a los demás, pero sí a nosotras mismas; entonces, cuando cultivamos la intimidad, podemos aprender a escucharnos hablar desde ese mundo desconocido para hacerlo más conocido.
Conocer y estar advertidas de nuestro inconsciente, oculto y evidente, nos ayuda a camuflarnos menos, a excusarnos menos, a cuidarnos en nuestras zonas vulnerables y a potenciarnos en nuestras zonas de fuerza. Podemos empezar a navegar en él para ponerle nombre y apellido a nuestro propio mar, a los continentes, ríos, lagos e islas que en él habitan.
La relación con nuestro inconsciente nos ayuda a evitar ser manipuladas, no solo por el: “todas somos así, todas hagamos esto, este es el único modo para ser feliz”, sino incluso por nosotras mismas y nuestras pulsiones de muerte; nos ayuda a aprender a pensar por nosotras mismas, con la libertad y el bienestar que merecemos; nos ayuda a resistir, a no pasar al acto ciegamente, ¡a aprender a llevar el deseo de libertad con coraje! Nos ayuda a ser mujeres realmente libres y felices, no porque tengamos una vida perfecta sino porque podemos aprender a amar nuestra vida perfectamente imperfecta, con sus zonas expuestas y sus zonas escondidas; con sus zonas vacías y sus zonas llenas; con lo que sabemos que existe y con lo que un día se nos muestra y nos sorprende; con lo que creíamos superado y aún nos duele; con esa fuerza que creíamos que no teníamos pero que, sorprendentemente, descubrimos que sí, que estaba, un poco escondida, pero presente, viva y fuerte.
Es el amor por nosotras mismas lo que permite a la palabra aparecer, empezar a ponerle voz y letra a esas sensaciones y pensamientos que nos dan vueltas y que callamos por vergüenza. También es el amor o la confianza lo que permite que nuestras palabras más honestas aparezcan frente a otro, como un analista, un terapeuta, una amiga en quien confiamos, y a quien le pedimos ayuda honesta.
Saber del inconsciente es aprender a descubrir el sentido de nuestra propia vida. Es aprender a ver cómo escribimos nuestra historia, es honrarla y darnos cuenta de que tenemos la oportunidad de seguirla reescribiendo a cada momento mientras nuestro corazón lata.
El deseo es eso que nos mueve queriendo o sin querer, que nos mantiene despiertas, vivas, con ganas y esperanza. Es lo que queremos de verdad, desde lo más profundo de nuestra alma. Es nuestro punto más auténtico de originalidad, rebeldía y libertad.
Con nuestros deseos pueden pasarnos varias cosas:
No sabemos lo que de verdad queremos, nos sentimos perdidas, indecisas o confundidas.
Tenemos una lista muy grande de deseos que nos desconcentra al momento de trabajar por ellos y alcanzarlos.
Alcanzamos algo que supuestamente deseábamos y resulta que ya no nos complace tanto.
Como el deseo nos mueve tanto, nos mantiene vivas, soñando, esperanzadas, a la conquista, solemos darle miles de vueltas para no alcanzarlo; la búsqueda nos mantiene con esa sensación de adrenalina. A veces nos pasa, de hecho, que cuando alcanzamos eso que “deseábamos”, sentimos que pierde su valor. Una de las cosas que nos hace sufrir y nos desconcentra es justo eso: desear algo supuestamente y dejar de desearlo cuando lo alcanzamos. Por ejemplo, querías un trabajo X o vivir en un lugar X y cuando lo logras es como si nada... Quizás no era lo que esperabas o ni siquiera nos damos cuenta que no lo celebramos. ¡Hasta ese colmo llegamos!
Evolucionar, madurar y vivir nuestra propia experiencia femenina es aprender a valorar nuestros deseos, a celebrarlos, a sostenerlos y a dedicarles tiempo. Y puede que en este camino nos pase que alcancemos algo anhelado y resulte que no era lo que esperábamos, que no complazca a nuestra alma como imaginábamos; sin embargo, no será este el patrón sino solo una excepción.
Desear es distinto a querer. Podemos querer algo y además desearlo; podemos solo quererlo o desearlo sin quererlo. Parece un trabalenguas, pero...
Querer es sentir el anhelo de tener, alcanzar o amar algo; de cierta manera tiene que ver con “idealizar”: suponemos que eso o ese nos traerá alguna satisfacción y que algo de lo que no tenemos, nos entregará. Creemos que logrando lo que queremos, estaremos y nos sentiremos mejor y sí, puede que así sea, si somos honestas y trabajamos atentas. Sin embargo, podemos querer cosas porque creemos que nos toca, nos corresponde, porque todos las quieren. Por ejemplo: quiero un trabajo estable, aunque todo el tiempo estoy inventando proyectos, sueño con eso, soy buena en ello, pero quiero algo estable, tal vez porque así me enseñaron que debía ser; deseo emprender, pero no me atrevo, tengo miedo o me muero de ganas, pero creo que es imposible, inalcanzable. Este es un ejemplo de cómo querer y desear pueden ir por caminos distintos. Deseo emprender desde lo más profundo de mi alma, pero quiero un trabajo estable porque me da miedo someterme a la incertidumbre de emprender y estaré más tranquila con mi querer que con mi deseo. Es súper válido dejar deseos en alto si no nos sentimos preparadas para trabajar por ellos o para enfrentarlos. Sin embargo, es importante y saludable hacerlos conscientes y tenerlos presentes: “Deseo tener un proyecto propio, pero aún no estoy lista y quiero dedicarme a esto que también me encanta, por un tiempo”.
Cuando el deseo nos es extraño o nos resulta raro, es posible que lo pongamos fuera; lo llamamos “tentaciones, mi otra yo, me puse loca, no sé en qué estaba pensando”; podemos decir también: “Hice lo que no quería y no sé por qué lo hice”. Nuestro deseo real a veces nos produce un poco de vergüenza y una sensación de desconocimiento o sorpresa. A veces nos lleva a hacer cosas como una ráfaga, con mucha fuerza.
Otras veces nos encontramos con muchas dificultades para alcanzar algo que supuestamente “queremos”; entonces, nos damos cuenta de que el mayor obstáculo somos nosotras mismas. Nos preguntamos: “Si lo quiero, ¿por qué no hago lo que sé que es una solución para mi problema?”. Sentimos un “freno”, como lo llamó alguna vez una mujer en las consultas. Cuando sentimos ese freno descubrimos, por propia experiencia, que el querer y el deseo no siempre van por el mismo lado.
Los deseos se manifiestan en lo que realmente hacemos, en nuestros actos, en nuestros sueños. Queremos estar mejor, pero deseamos seguir en una relación que nos hace mal. Para cambiar el deseo de lugar es necesario descubrir dónde está. ¿Está en ese hombre que me hace mal? ¿Qué me da él que me hace desearlo? ¿Tal vez compañía, cuidado? Quizá lo que deseo es lo que él me da. Pero eso también pueden dármelo mis amigas, mi familia u otros hombres. Y, ¡bingo! Desenmascaramos algo, podemos clarificarnos un poco más y buscar lo que queremos en un lugar más sano.
Otro ejemplo: Tienes un problema de salud y sabes las rutinas de ejercicio, la alimentación y el estilo de vida que te favorecen, pero sientes un freno, buscas excusas para no hacer nada de lo que te conviene e, incluso, haces lo contrario. Dices que quieres mejorar tu salud pero, estando enferma, logras que te cuiden y en realidad tu deseo es ser cuidada; lo disfrutas, pero no lo reconoces.
Cualquier deseo es válido, querida, hasta que te encante que te cuiden siempre, pero es importante que lo reconozcas y te hagas responsable de él. Y es que reconocerlo, tener la mayor claridad que puedas contigo misma, te ayudará a sentirte más tranquila, a ir más directo a lo que necesitas, dando menos vueltas y evitándote sufrimientos innecesarios.
Tengo que contarte que el deseo va más allá de la moral; a veces deseamos cosas que no son tan buenas o son prohibidas y la vergüenza de reconocerlas nos hace dar mil rodeos. Lo que pasa es que en ocasiones decidimos que queremos algo, pero no lo deseamos y necesitamos trabajo personal, valentía y honestidad para aceptarlo. Ayuda mucho reconocer nuestra división, lo que hacemos queriendo, lo que hacemos sin querer, pero igual hacemos, y lo que deseamos bien íntimamente aunque no lo digamos ni lo aceptemos.
Desenmascarar nuestro deseo y alinearlo con lo que queremos le da fuerza. Fortalecer el deseo es importante para sostener el proceso de hacernos cargo de él, abrazarlo y valorarlo. Llegar a donde proyectamos y disfrutar nuestra vida y sus logros al máximo.