Psicología popular de la esquizofrenia - Ernesto Flores Sierra - E-Book

Psicología popular de la esquizofrenia E-Book

Ernesto Flores Sierra

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 Esta apuesta no implica relegar el valor científico de la creación teórica y práctica, lo que se afirma es una crítica al modelo positivista y se propone la creación de una ciencia psicológica que se afirme en otros postulados epistemológicos críticos, históricos, basados en la praxis. Quien busque encontrar en la psicología popular modelos positivistas de explicación y creación encontrará que hay otras formas de construir ciencia, ciencia histórica, ciencia social, ciencia crítica y creadora.   La propuesta del presente texto consiste en identificar en la esquizofrenia un relato ideológico del poder que armado de un discurso cientificista ha construido a esta condición humana en una enfermedad, que cataloga a las personas esquizoides como enfermos para justificar, por un lado la represión y el control social sobre toda conducta que atente contra el orden impuesto, y además que convierte al sujeto psicotizado en el chivo emisario de todo el malestar social resultado de una sociedad que se levanta sobre la alienación de los seres humanos. El capitalismo es un sistema que se levanta sobre la acumulación de capital, la misma que se produce cuando el obrero enajena su fuerza de trabajo para producir mercancías, la misma que producen una plus-ganancia que no le es devuelta al trabajador, que luego se convierte en capital y que se enfrenta al obrero como trabajo muerto alienando al sujeto de su trabajo y el producto de su trabajo. La sociedad capitalista por tanto es una sociedad estructuralmente alienante y esquizofrenizante, y todos aquellos que somos separados de nuestro trabajo estamos esquizofrenizados.    

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INTRODUCCIÓN

LA PSICOLOGÍA POPULAR

PRIMERA PARTE

LA CONSTRUCCIÓN DE LA ESQUIZOFRENIA COMO ENFERMEDAD

INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA PARTE LA METODOLOGÍA HISTÓRICO CULTURAL

HISTORIA DE LA ESQUIZOFRENIA

LA OTRA HISTORIA DE LA ESQUIZOFRENIA

CONCEPTOS TEÓRICOS SOBRE LA ESQUIZOFRENIA: UNA PROPUESTA HISTÓRICO-CULTURAL.

LA RACIONALIDAD INSTRUMENTAL DEL ENCIERRO: LA NUEVA FORMA DE ACCIONAR DE LA PSIQUIATRÍA

SEGUNDA PARTE

PSICOTERAPIA DEL OPRIMIDO DE LA ESQUIZOFRENIA

METODOLOGÍA GENERAL DE LA SEGUNDA PARTE

BASES TEÓRICAS PARA EL TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE LA ESQUIZOFRENIA

PSICOTERAPIA DEL OPRIMIDO DE LA ESQUIZOFRENIA

El Hospital “San Lázaro” de Quito (Fragmento Literario)

INTERVENCIÓN COMUNITARIA PSICO- SOCIAL

Teatro Terapéutico Popular

Murales y arte popular

La Radio Popular Terapéutica “Endara Psike”

Psicodrama Popular

Calentamiento

Dramatización

Cierre

Otras técnicas

Relato de casos

BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

LA PSICOLOGÍA POPULAR

El desarrollo de la psicología en América Latina estuvo marcado por las condiciones históricas, culturales y sociales de la región: por un largo proceso de opresión colonial y por los miles de intentos revolucionarios que han buscado liberar al continente de los diferentes yugos extranjeros, así como de las oligarquías y burguesías criollas que han actuado como clases dominantes al servicio de los poderes internacionales sin generar nunca un verdadero proyecto nacional, democrático, de paz y de justicia social.

Dentro de esta permanente conflictividad social, se implantará desde las instancias oficiales (Estados, Ministerios, Universidades) una psicología colonial y colonizante al servicio de la dominación, que cumplirá un papel de regulación y control social, actuando, acorde con la propuesta de Néstor Braunstein, como un aparato ideológico encargado de someter a todos aquellos que irrumpan en la “normalidad” con comportamientos no deseados por el orden social imperante, es decir, los locos, los niños, los delincuentes, las comunidades, los pueblos, los luchadores sociales, las mujeres, las minorías sexuales, los excluidos y empobrecidos. Armada de las premisas ideológicas de la dominación, esta psicología, ha generado todo tipo de prácticas de control de los empobrecidos y marginados; empotrada en las instituciones de salud, control, religiosas y educativas, y ha buscado generar dispositivos disciplinarios para regular los comportamientos al servicio de la reproducción de plusvalía absoluta, aquella producción que fue condenada en Latinoamérica por el desarrollo desigual del capitalismo, la dependencia, la semifeudalidad y la colonialidad.

Existirá en la región otra psicología, aquella de la élite letrada, la que se implantó trasladando nociones del sujeto europeas ajenas a nuestra realidad; se presentará ante las élites como una nueva forma de distinción y acumulación de capital cultural, marcará la distancia entre los desposeídos y los “herederos”, que debatirán sus malestares pequeño burgueses en un espacio de alejamiento de la realidad, que generará la tranquilidad del gusto y la distinción. Una psicología ajena a la realidad y a las demandas de los sectores populares, una psicología elitista, una psicología a quien la realidad siempre le resultó “pestilente” y ante su arremetida, optó por la huida fantasmal, quedando, con el paso de los años como un rezago de un pasado que hace mucho tiempo sucumbió ante el peso de la historia; y que aislado de la realidad vive en las fantasías imaginarias de una filosofía burguesa, que dejó de corresponderse con el mundo que buscó explicar.

En medio de este panorama nacerá la psicología propia de Latinoamérica, la psicología social, política o comunitaria, popular; tendrá como antecedentes inmediatos el pensamiento socialista latinoamericano, la pedagogía del oprimido y la teología de la liberación.

El pensamiento socialista latinoamericano tuvo su primer gran impulso a comienzos del siglo XX, con el aporte de José Carlos Mariátegui, quien desarrollará las nociones marxistas aplicadas al contexto de la región andina y que iniciará un camino de construcción de una visión del pensamiento revolucionario propio del sub-continente; la demanda de un “socialismo que no sea calco, ni copia, sino creación histórica” será el mandato que seguirán las propuestas revolucionarias americanas, tanto a nivel teórico como a nivel práctico, y que propondrán una visión socialista revolucionaria basada en un estudio de las particularidades del desarrollo económico, y la necesidad de generar estrategias de poder. La continuidad de este proceso de desarrollo tendrá que ver con la producción teórica que se desprende de la Revolución Cubana en 1959, y los procesos guerrilleros en el continente, donde los aportes del Che Guevara, Agustín Cueva, Camilo Torres, los teóricos de la dependencia, etc., marcarán una apuesta de lectura de la realidad que será imposible de no ser pensada si se busca desarrollar pensamientos y prácticas que respondan a las necesidades de los pueblos de la región.

En general se puede plantear que los fundamentos del pensamiento socialista latinoamericano son la existencia de una estructura económica capitalista dependiente semifeudal y neocolonial, condenada a la producción de materias primas y plusvalía absoluta para enriquecer a los grandes centros de concentración de capitales; la necesidad de una revolución que contemple dos momentos, un primero en el cual las clases populares desarrollen la base económica retardataria y una segunda en la cual se avance hacia una sociedad dialécticamente superior a la actual, con la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción, y el camino revolucionario hacia el socialismo.

La Pedagogía del Oprimido será uno de los grandes aportes del pensamiento latinoamericano al pensamiento universal; su principal autor será Paulo Freire, quien desarrollará una crítica al modelo pedagógico del capitalismo que es develado como un modelo al servicio de los capitales y encargado de reproducir el orden de dominación; propondrá que la educación actual es de tipo bancario, puesto que se basa en la idea de que el profesor tiene que depositar conocimiento en las mentes, aparentemente vacías de los educandos, quienes se convierten en recipientes pasivos de ideología, que cuando terminan su proceso de deformación se convierten en eficientes fuentes de plusvalía, incapaces de crítica, pensamiento y revolución.

Es necesario por lo tanto desarrollar una pedagogía dialógica y democrática, donde el educando aporte a la construcción de un conocimiento crítico de la realidad que tenga como perspectiva la emancipación; la educación popular tiene que romper con el modelo de dominación y dar paso a un modelo liberador, tanto en su forma, como en su contenido, siendo además una educación clasista. Aníbal Ponce, en Educación y lucha de clases, describirá como la educación a lo largo de la historia ha estado marcada por un componente de clase, y que por lo tanto dentro del capitalismo es una educación burguesa al servicio de la clase dominante. Es necesario desarrollar una educación proletaria al servicio de los sectores empobrecidos, la educación de los oprimidos es liberadora o es una educación que reproduce la opresión social.

La propuesta desarrollará una gigantesca metodología de intervención enmarcada dentro de la llamada “Educación Popular”, basada en técnicas que permitan la participación de los educandos en su propio proceso educativo como agentes activos, que construyan conocimiento en diálogo con las propuestas teóricas sobre las problemáticas, y que partan de lo concreto; generen alternativas de explicación teóricas propias, y vuelvan a la realidad como práctica transformadora que al mismo tiempo genera nuevas ideas sobre las nuevas problemáticas. Las técnicas además son problematizadoras, democráticas, horizontales, culturales, humanas, espirituales y comprometidas con la revolución.

La Teología de la Liberación por su parte, será el planteamiento nacido en el seno de la Iglesia Católica de construcción de una iglesia de los pobres, que replantee las nociones oficiales de los organismo eclesiales y se comprometa con la construcción del “Reino de Dios” en la tierra, luchando para transformar las condiciones de opresión que afectan al “pueblo de Dios”. Las ideas de la Teología de la Liberación se desprenden del Concilio Vaticano II, y promoverán un cambio en la Iglesia latinoamericana tradicionalmente aliada de los grupos de poder económicos, y conformará toda una oleada de sacerdotes revolucionarios y progresistas que llevarán la opción por los pobres hasta sus últimas consecuencias.

Camilo Torres planteará la concordancia entre el cristianismo verdadero y el marxismo, proponiendo que ambos luchan por los pobres y la libertad, haciendo realidad el mandato de construir el Reino de Dios en la Tierra, y que por lo tanto el deber de todo cristiano era hacer la Revolución. Así mismo propondrá que el amor al prójimo es un mandato primario, y que la única forma de amar efectivamente al prójimo es luchando para realizar en el reino de este mundo la justicia social y la paz; y que esto solo será posible en el Socialismo. Otros grandes exponentes de la Teología de la Liberación serán Ignacio Martín Baró, Ernesto Cardenal, Monseñor Leonidas Proaño, Monseñor Romero, Manuel Pérez, Domingo Laín, el padre Pepe Manangón, entre otros.

La comunión dialéctica de estas tres escuelas de pensamiento y acción crearán la base adecuada para el desarrollo de una Psicología que responda a las necesidades de los pueblos de la región y que participe activamente de los procesos de liberación del continente. Una psicología con un compromiso social y una opción por los oprimidos, una psicología con una metodología y una epistemología nacida de la realidad y una práctica transformadora y emancipadora. Ignacio Martín Baró abrirá la puerta a pensar una psicología política que responda a las necesidades sociales y aspiraciones de los pueblos y comunidades, para lo cual la Psicología debe dejar de lado su aura de “imparcialidad” y necesita asumir como propias las demandas de los empobrecidos frente a los Estados burgueses, el Imperialismo y el Capital. La Psicología Social es un instrumento de crítica y desideologización, es un instrumento de construcción de tejido social para la Liberación.

En el sur del continente, el fundador de la psicología social será Enrique Pichón-Riviere, que propondrá a la psicología política como una crítica de la vida cotidiana atravesada por la ideología y los intereses del capital. La psicología se convierte así en una herramienta de denuncia los problemas sociales normalizados en las colectividades empobrecidas, y genera alternativa de respuesta a los mismos desde la acción de los marginados entre los marginados, por ejemplo, la población psiquiátrica. La obra de Pichón-Riviere será continuada por Ana Pampliega de Quiroga, que desarrollará la crítica de la vida cotidiana y propondrá una práctica liberadora en la base de la acción del psicólogo social, que rescate el materialismo dialéctico e histórico y lo ponga en la base del debate teórico, convertido en un debate clasista.

Alfredo Moffatt tomando las ideas de Pichón-Riviere desarrollará la “Psicoterapia del Oprimido”; donde basándose en la experiencia de la “Peña Carlos Gardel” desarrollará una noción terapéutica anti-manicomial, que propondrá que el paciente psiquiátrico está enloquecido por el encierro y la medicación, y que es necesario que reconstruya sus vínculos con el medio social; esto le permitirá dejar de lado la condición de chivo emisario de la locura social y participar activamente de los procesos de emancipación. Para Moffatt el proceso de curación del encierro y la marginación es un proceso que se construye desde los vínculos sociales y culturales, y que encuentra su motivación central en el proceso de redignificación del paciente interno hasta convertirse en un sujeto político que participa del proceso de lucha general de los trabajadores reivindicando su ser-en-el-mundo y su dignidad como trabajador enloquecido. La psicología social propuesta por Moffatt es además una apuesta revolucionaria y libertaria, se realiza contra y a espaldas del poder, se realiza desde la radicalidad e inclusive desde la clandestinidad, se hace en palabras del maestro argentino “Sin plata y sin permiso”.

Martiza Montero desarrollará la propuesta de la construcción de una psicología de los oprimidos, y la denominará como Psicología Comunitaria; la misma que se caracteriza por ser una “psicología con la comunidad”, superando la noción de una “psicología en la comunidad”, es decir, no basta que el psicólogo esté en la comunidad, sino que es necesario que la comunidad en su dinámica de lucha contra el Estado y el Capital; se convierta en agente de su propia salud mental; el psicólogo no es quien resuelve los problemas de las comunidades, sino que actúa como un catalizador de las demandas y soluciones políticas que las comunidades dan a sus propias demandas, y que participa activamente en la lucha por resolverlas asumiendo una postura política.

Es importante mencionar que este planteamiento no implica negar el valor de los aportes de la psicología occidental; implica la aplicación creadora de los postulados, es decir, su desarrollo en la práctica concreta para resolver las problemáticas específicas de nuestras sociedades. Recoger los elementos teóricos y prácticos de la psicología implica su aplicación cultural, histórico, económico y social, y esto no puede realizarse sino se desarrolla desde la experiencia misma de la actividad terapéutica y desde asumir una postura por los oprimidos, no es por tanto una reproducción mecánica y aséptica, es una creación comprometida con los procesos de transformación social y la reivindicación de los sectores populares, que son las principales víctimas de la locura social y el empobrecimiento que el capitalismo genera.

Esta apuesta no implica relegar el valor científico de la creación teórica y práctica, lo que se afirma es una crítica al modelo positivista y se propone la creación de una ciencia psicológica que se afirme en otros postulados epistemológicos críticos, históricos, basados en la praxis. Quien busque encontrar en la psicología popular modelos positivistas de explicación y creación encontrará que hay otras formas de construir ciencia, ciencia histórica, ciencia social, ciencia crítica y creadora.

La propuesta del presente texto consiste en identificar en la esquizofrenia un relato ideológico del poder que armado de un discurso cientificista ha construido a esta condición humana en una enfermedad, que cataloga a las personas esquizoides como enfermos para justificar, por un lado la represión y el control social sobre toda conducta que atente contra el orden impuesto, y además que convierte al sujeto psicotizado en el chivo emisario de todo el malestar social resultado de una sociedad que se levanta sobre la alienación de los seres humanos. El capitalismo es un sistema que se levanta sobre la acumulación de capital, la misma que se produce cuando el obrero enajena su fuerza de trabajo para producir mercancías, la misma que producen una plus-ganancia que no le es devuelta al trabajador, que luego se convierte en capital y que se enfrenta al obrero como trabajo muerto alienando al sujeto de su trabajo y el producto de su trabajo.

La sociedad capitalista por tanto es una sociedad estructuralmente alienante y esquizofrenizante, y todos aquellos que somos separados de nuestro trabajo estamos esquizofrenizados. No obstante el proceso histórico de dominación han cargado en un grupo de la población el ser los portadores de este malestar y los ha condenado al encierro, la medicalización, el castigo, el abandono, la demencia, la marginación. Este grupo ha sido condenado precisamente por la ficción científico- ideológica de la existencia de una supuesta entidad clínica, una enfermedad llamada esquizofrenia, “enfermedad” que nunca ha sido comprobada que exista y que hasta ahora sigue siendo un interrogante irresoluto en el campo de la psiquiatría.

La población psiquiátrica son los excluidos entre los excluidos, de todos los sectores que conforman el proletariado moderno, son los marginados entre los marginados; inclusive los procesos revolucionarios de décadas anteriores nunca los consideraron un sujeto político, un sujeto capaz de actuar revolucionariamente para transformar la realidad. La condena ideológica ha surtido tal efecto que la misma historia de la Revolución ha olvidado a los mal llamados enfermos mentales, y no los ha considerado como actores de la liberación.

La psicología popular verá el potencial emancipador de la población psiquiátrica, desde los textos de la antipsiquiatría, hasta las propuestas de Moffatt contenidas en Psicoterapia del oprimido, plantearán la necesidad de la organización política de la persona esquizofrénica; y para poder llevar adelante este proceso es necesario partir de un cuestionamiento de la misma categoría de enfermedad, realizar un estudio materialista histórico de lo que significa ser esquizofrénico y proponer una alternativa terapéutica, no de la esquizofrenia, sino, del daño que la sociedad capitalista ha hecho en las personas condenadas a la locura; una opción psicológica por la locura, por los pacientes psiquiátricos, por los marginados entre los marginados, por aquellos que están tan excluidos que inclusive fueron expulsados de la realidad. El método Histórico-Cultural nos brinda esa herramienta científico- ideológica para generar una visión alternativa de la esquizofrenia como una condición humana, como una relación social que fue internalizada por los sujetos, como una forma de ser-en-el-mundo en el marco de una teoría de la personalidad.

PRIMERA PARTE

LA CONSTRUCCIÓN DE LA ESQUIZOFRENIA COMO ENFERMEDAD

INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA PARTE LA METODOLOGÍA HISTÓRICO CULTURAL

El paradigma que orienta la primera parte es el Histórico- Cultural, el mismo que está propuesto como un proceso conceptual y procedimental de tipo reflexivo y de crítica sistemática. Este planteamiento implica que se realiza la tarea investigativa desde una perspectiva situada de un sujeto situado, orientado por una explicación matricial histórico, cultural e ideológica, y que desde aquí construye una problematización de la problemática en cuestión, una construcción del objeto de estudio, la determinación de las unidades de análisis, la elaboración de conjeturas, la selección de métodos, la elaboración de conclusiones científicas, y la convalidación de saberes (Temporetti, 2018).

El centro de la metodología es la descripción crítica de los conceptos desarrollados por los distintos aportes científicos desde una perspectiva dialéctica. La metodología de la Psicología Histórico Cultural fue desarrollada por autores como Vygotsky, Luria, Leontiev, Rubinstein, y en el caso de la psiquiatría por Sluchevki, quienes desarrollaron una forma de construir psicología referenciada en lo social, en la educación, en los modelos históricos y en la crítica epistemológica y dialéctica para generar postulados teóricos.

La primera parte del texto realiza un estudio histórico de la construcción por parte de la psicología oficial de la esquizofrenia, desde las tempranas reflexiones pre-científicas, pasando por el periodo clásico, el periodo médico y las diferentes interpretaciones psicológicas, procurando encontrar las continuidades y contradicciones que en dicho proceso se fueron generando. Este proceso permite realizar una descripción etiológica, semiológica y clínica amplia de la cual el lector puede obtener sus propias conclusiones respecto a la complicada tarea de definir esta forma de ser-en-el mundo. Se finaliza este estudio estudiando la propuesta generada por la psicología no oficial, fundamentalmente el movimiento llamado anti-psiquiátrico, marcando un contrapunto con la concepción oficial, y desarrollando la crítica dialéctica desde una perspectiva radical. De la misma manera, la validez formal y metodológica de la crítica de los antipsiquiatras queda expuesta para la apreciación del lector desde una perspectiva de saberes aparentemente antagónicos, pero que en el desarrollo brindan elementos para una comprensión más abarcativa del fenómeno y la fenomenología de la esquizofrenia.

Esta crítica permite construir un modelo histórico- cultural de explicación de la esquizofrenia. Es decir, permite la elaboración de una síntesis contradictoria de un desarrollo científico e ideológico. Se ha tomado como referencia los postulados generales de la Psicología Histórico-Cultural para esbozar una propuesta de comprensión del ser esquizoide que se sustente críticamente en el desarrollo previo, y que procure construir una explicación histórica y social. La metodología de Vygotsky es aplicada a una problemática que el autor apenas pudo esbozar debido a su temprano fallecimiento, y que procura mantenerse fiel al marco metodológico desarrollado por los autores soviéticos.

En este sentido el estilo ensayístico del estudio no procura generar un marco subjetivista de interpretación de la problemática expuesta, sino que continúa la tradición inaugurada por Vygotsky respecto a que la producción científica alcanza un estado de desarrollo al momento en que puede ser traducida al lenguaje cotidiano enmarcado en el cuidado del texto. Esta propuesta desarrollada en Pensamiento y lenguaje del año 1930, será la conclusión necesaria de una visión científica de la psicología donde el desarrollo cultural de las funciones superiores estaba marcado por el desarrollo del lenguaje, la cultural, la experiencia estética y la afectividad. El texto construido como ensayo, es un ensayo metodológica y estéticamente científico. La apuesta busca ser popular en la forma y el contenido.

HISTORIA DE LA ESQUIZOFRENIA

El problema de la locura es fundamentalmente histórico y social; la clasificación de ciertos comportamientos como patológicos es un proceso que se desarrolló en el marco de la Modernidad, y que condenó a ciertos sujetos cuyo comportamiento rompía con las normas generales de conducta socialmente deseable, a convertirse en chivos emisarios de la locura social, del orden económico alienante, del malestar generado por el proceso de desarrollo civilizatorio al servicio del capital; y a estos emisarios del malestar se los llamó locos, e históricamente se los convirtió en “enfermos mentales”, buscando encontrar desde esta etiqueta la explicación de una “enfermedad” que no se originó en el soma, sino en la estructura misma de la sociedad moderna.

La historia oficial de la esquizofrenia será un continuo intento de demostrar que ciertas conductas no comunes en la sociedad actual son patológicas y constituyen indicios de la presencia de una enfermedad. La clasificación del comportamiento esquizoide como una patología, es un proceso histórico e ideológico; se origina a inicios de la modernidad y se desarrolla a lo largo de la misma, influenciada por las nociones generales de la medicina y la psicología, sin lograr hasta la fecha actual dar una explicación concluyente sobre esta alteración y menos alcanzar a catalogarla ciertamente como una enfermedad.

No obstante, las distintas experiencias teóricas y empíricas desarrolladas, nos llevan a concluir que la “enfermedad” parece ser un comportamiento que no se explica por una alteración del orden orgánico-cerebral, sino que es el resultado de una sociedad estructuralmente enferma que condena a los sujetos a la condición de chivos emisarios del malestar general. Podemos decir que por lo tanto la “ciencia de la locura” ha transgredido los propios postulados del método científico. No ha partido de la realidad misma en base a experimentos o estudios, no ha explicado, dicha realidad en base a la formulación de leyes y regularidades, o a demostraciones racionales; sino que, partiendo de las necesidades de regulación y orden social, ha convertido un prejuicio en ciencia, y se dedicó a demostrar que ese prejuicio era correcto; encontrándose con que, la realidad, la ciencia misma, jamás le permitió comprobarlo y, recurriendo a una práctica, supuestamente científica, se convirtió en un instrumento de dominación, tortura y encierro.

Michael Foucault en su texto La historia de la locura en la época clásica, propone que en los albores de la modernidad todos aquellos que mostraban comportamientos que rompían el orden social del mundo medieval eran vistos como “posesos”, “seres extraños”, y que debían ser expulsados de los reducidos muros de las pequeñas ciudades medievales, en proceso de convertirse en las primeras sociedades burguesas. Recordando que durante los siglos anteriores estos mismos sujetos, habían sido atormentados por ser considerados endemoniados, brujas, según la larga clasificación hecha por los dominicos en el famoso “Malleus Malleficarum”, donde se describe las variadas formas como los posesos demoniacos se disfrazan y dando muestras claras de cómo debían ser identificados.

La llegada de la sociedad moderna, trajo consigo el proceso de la “Gran Expulsión” de los locos, los mismos que debían ser alejados de las sociedades de la época mediante edictos y prácticas que permitieran a las nacientes ciudades burguesas librarse de esos “indesables”, siendo la “Stultifera Navis” (la barca de los locos) el ejemplo mítico y dramático de las prácticas de la naciente modernidad respecto a la locura: expulsar todos aquellos comportamientos que atentaban contra la naciente razón y que ponían en tela de juicio el relato que los europeos estaban construyendo sobre sí mismos.

Una vez que la peste de la lepra había abandonado la vida de los europeos, llegó el momento de encontrar un nuevo sujeto de encierro y de miedo, para llenar los vacíos leprosorios medievales, y este sujeto, fue el “loco”, ese sujeto extraño, que espantó por siglos al hombre medieval, y que ahora cuestionaba el naciente mundo racional del hombre renacentista. Los centros de internamiento fueron creciendo y se convirtieron en gigantescas instituciones que daban un sentido a las ciudades de la época, habíamos llegado a lo que el autor llamó la época del “Gran Encierro”. Los locos, los delincuentes, los vagabundos, los extraños, eran internados en estos gigantescos centros, en estos misteriosos espacios de encierro que requería la razón moderna para asentarse como el único criterio de verdad, encerrando y ocultando esa “locura” que era la parte negada y oscura del mismo pensamiento que estaba imponiéndose a raíz de la revolución copernicana de Descartes.

Sabemos que en esta época las casas de encierro no eran centros médicos, sino como los denomina Foucault, centros “jurídicos-administrativos” (Foucault, 2014) donde la población no deseable de las ciudades debía ser castigada para poder ser regulada al orden naciente, o bien encerrada para no perturbarlo. En estos lugares (los viejos hospicios) la burguesía, el clero y la nobleza, encerraban todo aquello que perturbara la inestable armonía de las sociedades prerrevolucionarias; hospicios, centros de caridad, hospitales, prisiones, cumplían las mismas funciones de “lugares malditos”, donde las clases dominantes determinaban el mundo que estaba naciendo, encerrando en ellos a todas aquella perturbación que demostraba que algo muy oscuro se ocultaba tras las poderosas luces del pensamiento ilustrado.