Socaire y el capitán loco - Pilar Lozano Rivera - E-Book

Socaire y el capitán loco E-Book

Pilar Lozano Rivera

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Beschreibung

Socaire es la mejor amiga de un capitán que estudia las profundidades en un buque oceanográfico. Quiere viajar con él, pero a bordo no se permiten extraños, y mucho menos niños, que lo preguntan todo y quieren tocarlo todo... Con la ayuda de su gran amiga la tortuga Tomasa, encuentra la solución para viajar con su amigo sin que nadie la vea. Una solución tan loca como el mismísimo capitán loco.

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Socaire

y el capitán loco

Primera edición en digital, junio de 2024

Segunda edición en Panamericana Editorial Ltda., enero de 2024

© Pilar Lozano

© 2023 Panamericana Editorial Ltda.

Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57) 601 3649000

www.panamericanaeditorial.com

Tienda virtual: www.panamericana.com.co

Bogotá D. C., Colombia.

Editor

Panamericana Editorial Ltda.

Ilustraciones

Olga Cuéllar

Diagramación

Iván Correa, Martha Cadena

ISBN DIGITAL 978-958-30-6894-2

ISBN IMPRESO 978-958-30-6773-0

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso del Editor.

Hecho en Colombia - Made in Colombia

A mis nietos Aitana y Lorenzoy a mis sobrinas nietas Ileana, Rebeca y Sabrina.

Contenido

El capitán loco

Socaire

Una ronda submarina

Volando bajo el mar con Tomasa

Una oreja grande, grande como una casa

Una cama para abrir y cerrar

Los vestidos de velo de medusa y retacitos de algas

La niña burbuja

Socaire escoltada por Serafín

La leyenda de las tres mujeres

¡Casi la descubren!

Socaire y las estrellas

Una revoltosa a bordo

El final de un maravilloso encanto

Socaire regala parte de su sonrisa

Y al mirarla recordaba a Socaire

El capitán loco

Había una vez un capitán loco. Bastaba mirarlo para saber que era diferente a los demás que existían en el universo. Tenía los ojos tan negros y pícaros que parecían reír siempre. Los ojos nunca se ríen, pero los del capitán loco sí.

Cada una de sus mejillas estaba atravesada por una profunda arruga. No era señal de los años, sino de los gestos que hacía. El capitán loco hablaba más con gestos que con palabras.

Cuando quería demostrar seriedad, juntaba tanto las cejas que los ojos se hundían como si quisieran mirar para adentro.

A los marineros les prohíben cubrir su cabeza con cabellos de más de medio centímetro de largo, pero él lucía con orgullo una larga cabellera.

—Quiero ser el único capitán al que se le pueda tomar del pelo —decía guiñando el ojo al peluquero.

Y el peluquero, que entendía muy bien lo que el capitán expresaba con morisquetas, se las ingeniaba para recortar menos cabello del que obligaba el reglamento.

En las mañanas, la primera tarea que cumplía era blanquear aún más sus zapatos siempre blancos. Odiaba los uniformes sin planchar y la mugre. Esto lo hacía igual a todos los marineros.

Dominaba las maneras de gobernar un barco, pero lo que más lo emocionaba era el momento de atracar. ¡Se requiere tanta exactitud y destreza para conducir el buque hasta el muelle!

Por eso, a medida que daba órdenes a los marineros, “parar máquinas”, “babor diez”…, su cuerpo se iba llenando de una especial sensación.

En el trabajo era disciplinado y estricto, pero luego dedicaba su descanso a las travesuras. Muchos afirman que lo vieron bailando y tratando de sostener un plato sobre la cabeza; lo hacía durante noches enteras y completamente solo.

Para quienes conocían al capitán, esta facilidad para pasar de la rigidez al desorden era una señal innegable de su locura.

Pero algo más desconcertaba a sus compañeros: no deseaba, como la mayoría de los hombres, tener un hijo varón para que creciera igual a él como si fuera una copia. Siempre soñó con arrullar a una niña.

Tal vez esta forma distinta de pensar fue la que lo llevó a ser tan amigo de Socaire.

Ah…, lo olvidaba. El capitán loco tenía las orejas muy grandes y era tan tierno…

Socaire

Socaire tenía nueve años. Se llamaba María Isabel, pero su abuelo, que le enseñó los secretos de la pesca, le decía cariñosamente “mi pequeña Socaire”.

—Socaire —explicó un día el abuelo—, quiere decir “al abrigo del viento”.

A ella le gustó tanto que olvidó su viejo nombre.

Tenía los ojos, la nariz y la boca pequeños. Le encantaba llevar el cabello largo tejido en trenzas. Solo lo dejaba libre cuando soplaba el viento. Entonces se iba a correr por la playa o a montar en columpio.

Prefería andar descalza. Era tanto lo que alcanzaba a sentir con los pies…

Para los mayores, Socaire fue siempre una niña extraña: amaba más los balones que las muñecas. Rabiaba porque no podía brincar tan alto como su gastada pelota de letras.

Cuando tenía dos años creía que al crecer podía elegir ser cualquier cosa. Ella anhelaba ser pelota. Solo así podría saltar tan alto como deseara.

A Socaire la hacía feliz correr, jugar con el viento y montar en columpio.

Recordaba muy poco a su madre: había muerto mucho tiempo atrás. A su padre jamás lo conoció. Creció al lado de su abuelo y con él pasó largas horas en el mar. Sí, Socaire se crio en una canoa arrullada por el mar y por su abuelo pescador.

Patroneaba la canoa casi desde la edad en que pudo sostenerse en pie. Era ayudante en las jornadas de pesca. Se encargaba de golpear los peces para dejarlos sin vida sobre la tabla del bote. Esto la entristecía, pero era el oficio del cual vivían.