Terapia de pareja: el yo en la relación - Jim Crawley - E-Book

Terapia de pareja: el yo en la relación E-Book

Jim Crawley

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Beschreibung

Llevar a cabo un trabajo con parejas que sea beneficioso supone ser capaz de entender y atender tanto a las personas que la forman como la dinámica de la relación que se establece entre ellas. Terapia de pareja. El yo en la relación, explica con claridad cómo la psicodinámica y las teorías sistémicas conciben la terapia de pareja. Jim CRAWLEY y Jan GRANT, plantean ideas teóricas ilustrativas y exposiciones minuciosas del proceso de intervención y las técnicas de la terapia. Los autores proponen un marco útil y detallado para la evaluación. Esta obra hace especial énfasis en las cuestiones prácticas a las que se enfrenta el orientador o terapeuta, a su vez aborda de forma directa la mejor manera de tratar temas como la violencia doméstica, una aventura amorosa o el sistema de familia reconstituida.

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Jim CRAWLEY

Jan GRANT

La terapia de pareja

El yo en la relación

Traducción de

Roc Filella Escolà

Revisado por

Gabriel Dávalos Picazo

Psicólogo, terapeuta familiar y de pareja. Profesor de terapia familiar y comunicación conyugal en la Universidad CEU San Pablo, Madrid

Mar del Rey Gómez-Morata

Psicóloga y experta en mediación familiar

Ediciones Morata, S. L.

Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920

C/ Mejía Lequerica, 12 - 28004 - MADRID

[email protected] - www.edmorata.es

© Jim CRAWLEY y Jan GRANT 2008

Publicado en inglés por Palgrave Macmillan, una división de Macmillan Publishers Limited con el título Couple Therapy por Jim Crawley y Jan Grant. Esta edición ha sido traducida y publicada con el permiso de Palgrave Macmillan. Los autores han manifestado su derecho a ser identificados como autores de esta obra.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

© EDICIONES MORATA, S. L. (2010)

Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid

www.edmorata.es - [email protected]

Derechos reservados

ISBN digital: 978-84-7112-693-1

Cuadro de la cubierta: Reencuentro por Ana Cardona, reproducido con permiso de la autora.

A nuestras parejas, Shirley y Guy

Índice de contenido

Portada

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Agradecimientos

Introducción

CAPÍTULO PRIMERO: La psicodinámica de la relación de pareja: La teoría de las relaciones objetales

Principios básicos de los enfoques psicodinámicos de la pareja

La teoría de las relaciones objetales y la terapia de pareja

Conclusión

CAPÍTULO II: La psicodinámica de la relación de pareja: Psicología del self, intersubjetividad y teoría del apego

La inmersión empática

Las experiencias y transferencias de auto-objeto

La vulnerabilidad narcisista, el agravio y la cólera

La intersubjetividad

Los objetivos del tratamiento

La teoría del apego y la terapia de pareja

El amor y los enfoques relacionales

Conclusión

CAPÍTULO III: La reflexión sistémica sobre la pareja

Introducción

Algunos conceptos importantes de los sistemas familiares

La Teoría de BOWEN

Los sistemas de relación a lo largo del tiempo

Conclusión

CAPÍTULO IV: ¿Y qué hay del amor?

Introducción

Las emociones en la relación de pareja

La sexualidad y la terapia de pareja

Conclusión

CAPÍTULO V: La evaluación

Cómo empezar: ¿Compromiso terapéutico o evaluación previa?

El contenido de la evaluación: Un marco con cinco dimensiones

La estructura de la fase de evaluación

El proceso de evaluación

Conclusión

CAPÍTULO VI: La técnica

Lo fundamental de la relación terapéutica: Crear “una isla de seguridad”

La dirección de la sesión conjunta

Conclusión

CAPÍTULO VII: El proceso terapéutico

Las fases de la terapia

¿Con quién hablamos? ¿Sesiones individuales o conjuntas?

¿De qué hablan el terapeuta y la pareja en la sesión conjunta?

¿ ... y cómo hablamos de ello?

Conclusión

CAPÍTULO VIII: La dinámica de la exposición de los problemas

La violencia doméstica

Las aventuras amorosas

La familia reconstituida con hijos de relaciones anteriores

La pareja polarizada

Conclusión

Epílogo: La supervivencia del terapeuta de pareja

La investigación y la terapia de pareja

Las consideraciones éticas en la terapia de pareja

La supervisión y la terapia personal para el terapeuta de pareja

Conclusión

Bibliografía

Otras obras de Morata

Información sobre los autores

Índice de autores y materias

Agradecimientos

Como ocurre con todos los que escriben sobre psicoterapia, somos conscientes de lo mucho que hemos aprendido de nuestros clientes, tanto de las parejas a las que hemos conseguido ayudar, como de aquellas en las que el aprendizaje ha sido fruto de la incapacidad de avanzar hasta obtener un buen resultado de la terapia. Los ejemplos clínicos que presentamos se basan todos en casos reales, aunque hemos modificado algunos detalles para proteger la confidencialidad. También deseamos dar las gracias a nuestros alumnos y profesionales a los que hemos supervisado que tanto nos han enseña do a lo largo de los años; a los Drs. Chris THEUNISSEN y Wendy-Lynne WOLMAN, por sus críticos y útiles comentarios al primer borrador de algunos capítulos; y a Ben MULLINGS, que colaboró en el apartado de la investigación sobre la terapia de pareja.

Introducción

No existe una definición de lo que constituye el “matrimonio” o “la pareja” que sea constante en el tiempo y en las diversas culturas. Cualquier relación de pareja, sea en forma de matrimonio legal (de iure) o de matrimonio informal (de facto), es en esencia un constructo social. La forma que adopta una determinada relación, las expectativas que despierta y la manera en que sus partícipes quieren vivirla, siempre estarán configuradas por factores sociales, culturales y religiosos y también por la articulación psicológica de las dos partes implicadas. De forma similar, el terapeuta de pareja aporta inevitablemente a la terapia su propia cultura, consciente e inconscientemente, en su contratransferencia hacia la pareja y hacia la relación entre ellos (GOULD, 2007). Hay que reconocer estas realidades, ya que son un componente esencial del contexto de la terapia que se propone ayudar a las parejas con dificultades en su relación.

En las últimas décadas, la relación de pareja en las sociedades occidentales se ha visto influenciada profundamente en dos sentidos. Primero, se han desarrollado nuevos métodos anticonceptivos, en particular los orales para las mujeres, que han roto en gran medida el nexo entre la actividad sexual y la procreación. Segundo, ha habido un proceso constante de cuestionamiento y cambio en el papel y el estatus de las mujeres en la sociedad. Estos cambios han afectado necesariamente a la relación de pareja, como también lo ha hecho la importancia cada vez mayor que hoy se da a la calidad de la relación, tanto desde la perspectiva de la satisfacción emocional y sexual, como desde la de la calidad de la compañía.

Hoy, lo habitual es que las parejas se unan en matrimonio formal o de facto a una edad superior, y que pospongan la decisión de tener hijos, si es que deciden tenerlos, durante unos años. Paralelamente a esta realidad se ha desarrollado el nuevo fenómeno de la pareja cuyos dos miembros tienen una carrera profesional. Entre otros cambios en la forma y la experiencia de las relaciones de pareja actuales, están la incidencia cada vez mayor de la familia reconstituida o de la familia mixta, la tendencia de los hijos a seguir viviendo con sus padres más años que en generaciones anteriores (o a dejar el hogar, para regresar a él durante una temporada o unos períodos más largos), y la aceptación progresiva en la comunidad de las relaciones entre personas del mismo sexo. Otro tema emergente y a menudo no reconocido en las democracias occidentales es que las personas se jubilan antes y viven más años, con lo que se crea una fase nueva y con frecuencia duradera en el ciclo vital de la familia, la de la pareja de la posjubilación.

A pesar de que las dificultades de relación son uno de los motivos principales por los que la gente acude a terapia, la especialidad de terapia de pareja es relativamente nueva. Empezó con el movimiento de orientación matrimonial de principios de los pasados años noventa. Sin embargo, solo en las últimas décadas la terapia de pareja ha empezado por fin a emerger como una modalidad particular de terapia. Al principio, dominaban en ella las ideas y los principios para la práctica de la terapia individual, en particular de la psicoterapia psicoanalítica (NICHOLS, 1988). La llegada de la teoría de los sistemas de la familia en la década de 1950 dio paso a nuevas y apasionantes formas de conceptualizar la estructura y la dinámica de la relación de pareja, pero entonces el trabajo con las parejas pasó a considerarse simplemente un subconjunto de la terapia de familia. Hoy, la terapia de pareja por un lado parte de las terapias individual y de familia, enriqueciéndose con ellas, y por otro posee su propia base de conocimientos.

En este libro nos proponemos exponer una forma de concebir la relación de pareja y un marco para la práctica en el trabajo con parejas. Para ello partimos de una interpretación psicodinámica de la persona y de la forma en que su mundo psicológico configura su participación en una relación íntima con la pareja. También nos basamos en las ideas de la teoría de sistemas de la familia. Consideramos que la tensión entre la unión y la separación es una lucha permanente e inevitable para todo ser humano, que se traduce en un proceso circular y reflexivo tanto de búsqueda de la intimidad como de reacción contra ella, y por tanto en una vulnerabilidad en la relación de pareja. Esto es lo que pretende reflejar el subtítulo del libro: El yo en la relación.

La mejor forma de explicar el enfoque de la terapia de pareja que describimos en este libro es presentar a una pareja cuya relación pasa por momentos difíciles:

Robert y Tilda a sus cincuenta y tantos años aproximadamente, decidieron buscar ayuda para su relación. Tenían tres hijos, dos se habían ido ya de casa y el pequeño estaba empezando a mudarse. Acudieron a terapia por recomendación del psiquiatra de Tilda, después de que ésta fuera dada de alta en el hospital. Anteriormente, Tilda había pasado tres años sumida en una depresión, para la que se le recetaron antidepresivos. Las medicinas la ayudaron en cierta medida, pero cuando se tuvo que enfrentar al cuidado de su madre, aquejada de una enfermedad terminal, la depresión se agudizó y Tilda tuvo que ser ingresada.

Uno de los temas que surgieron mientras Tilda estaba en el hospital era la infelicidad que desde hacía mucho sentía en su matrimonio con Robert, hasta el punto de que no podía imaginarse seguir con él. Se quejaba sobre todo de que Robert estaba completamente abstraído en su negocio y así había sido durante años: realmente nunca se comunicó con ella y ahora se daba cuenta de que hacía tiempo que se sentía sola y falta de cariño. Por su parte, Robert tenía sentimientos encontrados respecto a su matrimonio: no quería separarse, pero también dudaba de que las cosas realmente pudieran mejorar mucho. Tenía la sensación de que Tilda enseguida se ponía “muy susceptible” cuando intentaba hablar con ella; nunca se planteaba las cosas de forma lógica; nunca intentaba solucionar los problemas conjuntamente, Robert se sentía sin fuerzas y sin ánimo para comunicarse en profundidad con ella.

Si se les preguntara por su situación, no hay duda de que Robert y Tilda dirían que su problema era la “mala comunicación”, pero ¿explica ésta adecuadamente las dificultades de su relación? ¿Qué oculta su incapacidad de comunicarse con mayor eficacia? ¿Cómo debe abordar el terapeuta la interpretación de la dinámica de relación de Robert y Tilda, para a partir de ella marcar el camino y los objetivos de las intervenciones posteriores dirigidas a introducir cambios en su relación?

Ambos, Robert y Tilda, tienen sus propias historias respecto a su evolución como personas.

Robert era el cuarto de cinco hermanos. Su padre era una persona afectuosa y amable, pero con poco peso en la familia. Robert lo recordaba siempre dispuesto a ceder ante su madre cuando surgía algún conflicto. Su madre procedía de una familia adinerada pero infeliz, era una mujer dura en el trato para quien no existían “tonalidades del gris”. Recurría al desprecio y la vergüenza como armas para mantener el control sobre los cinco hijos. Cuando Robert aún era muy joven, su padre fue condenado por un delito y pasó algún tiempo en la cárcel. Nunca se hablaba de ello en la familia, pero parecía que despertaba en todos un profundo sentimiento de vergüenza. Robert recuerda que cuando su madre se enfadaba con él solía decirle con tono despectivo: “Eres igualito que tu padre”. Éste murió cuando Robert tenía 16 años. Él y su hermana menor se quedaron en casa con su madre, él abandonó los estudios y se puso a trabajar, para así convertirse en “el hombre de la casa”. Dieciocho meses después, le diagnostican un cáncer terminal a su madre que muere cuando Robert tenía 17 años.

Tilda era la tercera de cinco hermanos, de una familia de clase obrera. Su padre era un hombre cariñoso, bondadoso y efusivo, pero no prestaba atención a sus hijos. La madre de Tilda había tenido una infancia desdichada: sus padres se divorciaron cuando ella aún era adolescente, siempre tuvo la sensación de que ni su padre ni su madre la querían. A ello se sumó la experiencia de la crueldad física y emocional de su padrastro y a los 16 años no aguantó más y se fue de casa. Tilda había tenido una relación difícil con su madre, a la que veía como una persona negativa, siempre buscando los fallos en los demás. Al ser la tercera de cinco hermanos solía sentirse aislada, pues los otros cuatro formaban dos parejas de edades parecidas. Lo mismo le ocurría en la escuela, donde la falta de confianza en sí misma muchas veces hacía que se sintiera marginada.

Robert y Tilda se conocieron de adolescentes y se casaron a la edad de 20 años. Ambos llevaron al matrimonio una “agenda” para las relaciones: su propia y exclusiva constelación de cosas que añoraban, temían u odiaban, unas que por intuición sabían cómo debían hacerse en una relación, y otras que les parecían difíciles o imposibles. Congeniaban: cada uno albergaba un sentimiento esperanzador respecto al otro, un sentimiento que se manifestaba con fuerza.

En el caso de Robert, la arrogancia y la obsesión por “estar activo” era lo que para él significaba ser hombre, marido y padre. Por debajo de esa arrogancia, anidaba un sentimiento de vulnerabilidad, una inseguridad y un ansia de aceptación y cariño, que no sabía expresar de ninguna manera, en especial a Tilda, la persona cuya opinión sobre él más le importaba. Tilda carecía de confianza, dudaba de que alguien pudiera entenderla o ayudarla con sus sentimientos, y había asumido algunas de las expectativas negativas de su madre por el hecho de ser mujer; a todo ello se sumaban dos abortos espontáneos, una aventura amorosa de Robert al inicio de su relación, y la obsesión de su marido por el trabajo. A Tilda la atrajeron la seguridad que Robert tenía en sí mismo, su firmeza, mientras que a éste le gustaba de ella su dulzura y su retraimiento. Estas actitudes presagiaban una proximidad, una intimidad y un cariño que él anhelaba. Pero al cabo de treinta años, todas aquellas cualidades que en su día los sedujeron eran precisamente el motivo de los desengaños y lamentaciones en su relación.

La relación de Robert y Tilda, los patrones de interacción que desarrollaron y los supuestos inconscientes e incuestionables sobre ellos como pareja y sobre cada uno en particular, eran producto de sus respectivas trayectorias en la vida y de la idea básica que cada uno tenía de sí mismo, como hombre y como mujer. El terapeuta que quiera entender por qué a Robert y Tilda les era tan difícil comunicarse y ayudarse mutuamente debe tener en cuenta todo lo dicho y luego, poder utilizar ese conocimiento de los dos para que puedan cambiar como personas y como pareja. En nuestra opinión, pues, la terapia de pareja debe considerar tanto la experiencia intrapsíquica como la historia evolutiva de cada miembro de la pareja y también del sistema interpersonal de su relación.

La explicación que haremos de la terapia de pareja tiene dos partes: los cuatro primeros capítulos ofrecen una perspectiva general de las formas de interpretar la naturaleza y el funcionamiento de la relación de pareja y los otros cuatro se centran en cuestiones prácticas. Es una estructura deliberada. Nos parece evidente que para el terapeuta responsable la primera tarea consiste en realizar una evaluación, con el objetivo de llegar a una interpretación y comprensión —aunque limitadas y provisionales— de las personas y de la relación de quienes buscan ayuda. Así sucede en todos los casos, tanto si se trata de intervenir con una persona, una pareja o familia, un grupo o con cualquier otra entidad. Para realizar una evaluación, el terapeuta debe poseer una sólida base teórica, que le permita comprender la dinámica de la entidad —el individuo, la familia, el grupo— con la que trabaja. Nos preocupa desde hace tiempo que muchos terapeutas formados en el trabajo con individuos o familias incluyen en sus servicios el trabajo con parejas, cuando la realidad es que, en el mejor de los casos, conocen solo de forma superficial la dinámica específica de la relación de pareja.

Al escribir un libro de esta índole, inevitablemente hemos tenido que tomar decisiones y trazar límites sobre el material que podíamos abarcar. La diversidad de relaciones existentes: parejas del mismo sexo, compañeros bisexuales, familias reconstituidas y mixtas (de orígenes o culturas diversas); constituye un campo muy importante para la práctica profesional. Cada tema tiene su propia bibliografía. En lugar de tratar cada uno de estos temas por separado, decidimos ilustrar algunos de ellos, con ejemplos clínicos seleccionados que incluimos a lo largo del texto. Así como es importante estar familiarizado con la bibliografía sobre el tema que nos ocupa, también lo es trabajar con nuestra propia contratransferencia al interpretar y relacionarnos con parejas que plantean realidades que tienen muy poco que ver con nuestra propia experiencia. Por lo que a la bibliografía se refiere, quisiéramos destacar la obra de Gill GORRELL-BARNES (2004)*, sobre la terapia de familia en estos tiempos de progresiva diversificación de la estructura familiar, y dos artículos recientes de nuestro colega Jac BROWN, sobre la terapia con parejas del mismo sexo (BROWN, 2007a, b).

* De esta autora Morata ha publicado Cómo ayudar a los niños durante la separación y el divorcio, DOWLING, E. y GORELL-BARNES, G. (N. de la E.)

CAPÍTULO PRIMERO

La psicodinámica de la relación de pareja: La teoría de las relaciones objetales

Cada persona aporta a la relación de pareja unas expectativas, deseos, fantasías, conflictos y formas de comportarse particulares. Parte de este material es consciente y moldeable con las intervenciones terapéuticas que desarrollan las habilidades de los miembros de la pareja de escuchar, negociar, comprometerse y “jugar limpio”. Sin embargo, gran parte de lo que genera el conflicto constante en la pareja se encuentra en el ámbito del inconsciente, lleva una pesada carga afectiva, tiene sus orígenes en las relaciones tempranas, y es mucho menos manejable que los intentos conscientes de reestructurar las interacciones de forma positiva (DONOVAN, 2003). Creemos que el terapeuta de pareja ha de saber comprender y trabajar con las ansiedades, los conflictos internos y las expectativas que subyacen en los ciclos repetitivos de conflicto de las parejas con problemas, si quiere tratar con eficacia los que se le exponen para su consideración.

Afortunadamente, hoy existe una serie de “mapas” conceptuales con los que el terapeuta puede comprender mejor la psicodinámica de la relación de pareja. En este capítulo y el siguiente exponemos los modelos y conceptos teóricos que más útiles nos han sido para entender mejor la dinámica inconsciente que actúa en la pareja. Entre ellos están la teoría de las relaciones objetales aplicada a la terapia de pareja (CLULOW y MATTINSON, 1989; DICKS, 1967; RUSZCZYNSKI, 1993; SCHARFF y SCHARFF, 1991; SIEGEL, 1992), los enfoques interpsicológico e interaccional (LIVINGSTON, 2001; SHADDOCK, 2000; SOLOMON, 1989), los modelos basados en el apego (BOWLBY, 1988; JOHNSON, 1996, 2002) y el planteamiento tradicional (MITCHELL, 2002).

De un modo u otro, todos estos modelos destacan aspectos diferentes de la teoría psicoanalítica, pero comparten una serie de principios básicos y fundamentales de cada uno de los sistemas psicoanalíticos. Sin embargo, nosotros nos centraremos en ilustrar por qué son relevantes para comprender la dinámica de la pareja. Entre estos principios nucleares están el inconsciente dinámico, la transferencia y la forma de manifestarse el estrés y la lucha por el poder en la relación de pareja.

Principios básicos de los enfoques psicodinámicos de la pareja

El inconsciente dinámico

En todos los planteamientos analíticos de la terapia de pareja, el principio básico y de mayor importancia es que la conducta está determinada por motivaciones inconscientes y también conscientes. Siendo las inconscientes las que hay que explorar y entender para poder ayudar a la pareja a alcanzar un equilibrio. Estas motivaciones inconscientes evolucionan a partir de la infancia, cuando el niño en desarrollo se construye un “modelo de trabajo” (BOWLBY, 1988) de las relaciones y de cómo funcionan. Este modelo de trabajo del mundo interior del niño se corresponde con las primeras experiencias que éste tiene de los padres, los hermanos y otros cuidadores, y con la forma en que todos ellos hayan satisfecho o desatendido las necesidades y los deseos del niño. Como dice RUSZCZYNSKI (1993):

La capacidad emocional e intelectual del bebé es muy limitada, de ahí que sea incapaz de aprehender la “realidad” de quienes lo rodean y que tienda a experimentar los sentimientos de forma extrema. Las experiencias “buenas” se idealizan y dan lugar a la fantasía de la omnipotencia y las experiencias “malas” se convierten en aterradoras y persecutorias. Este mundo interno representa una realidad convincente, según la que se interpretan las situaciones externas. Las formas en que el ser humano se relaciona con su entorno y con los otros que lo habitan se caracterizan por estas primeras experiencias ... Sin embargo, quedan residuos de las imágenes más primitivas, que pueden reactivarse a partir de determinadas situaciones, relaciones o sucesos de la vida. Cada relación nueva que se da a lo largo de la vida se experimenta con el telón de fondo de estas imágenes internas, las más “maduras” y también las más primitivas.

(RUSZCZYNSKI, 1993, págs. 7-8.)

Las relaciones íntimas activan en todos nosotros estas primeras imágenes internas y experiencias. Cuando en un matrimonio se revive este material arcaico, sin que suponga excesiva amenaza al yo adulto o sexual de cada persona, es posible que se traduzca en un crecimiento y un avance. En estos matrimonios, cada uno de sus miembros piensa que el amor del otro lo sostiene con suficiente seguridad (CLEAVELY, 1993).

Sin embargo, cuando estas imágenes interiorizadas derivan de unas experiencias negativas de la infancia, por ejemplo el abandono o el maltrato, es probable que generen una gran dificultad en la relación de pareja. En efecto, las relaciones de pareja abren la oportunidad de empezar a ocuparse de los conflictos no resueltos de estas tempranas experiencias. Inconscientemente, tendemos a repetir la dinámica de las primeras relaciones, una realidad que se debe en parte a que en la actualidad podemos ponernos en contacto con la experiencia vivida y encontrar una forma mejor de abordarla. También puede haber una presión para que se repita la dinámica en un intento por convertir la relación de pareja en una relación ideal. Cuanto más dañada esté la primera experiencia relacional, más necesitará la relación de pareja albergar esperanzas y deseos, cuyo mantenimiento se hará cada vez más difícil (CLEAVELY, 1993). La idea del inconsciente dinámico se ha utilizado para destacar la interacción entre la dinámica de la relación actual y la de relaciones pasadas. Existe una activa interacción entre los procesos conscientes e inconscientes. El inconsciente es dinámico en el sentido de que busca manifestarse constantemente, por lo general ante otra persona que pueda satisfacer las necesidades y los deseos reprimidos (RUSZCZYNSKI, 1993). El inconsciente nunca está fijo, sino en un estado de flujo, pues las relaciones nuevas modifican los viejos esquemas y los viejos “modelos de trabajo” influyen en las nuevas relaciones.

La transferencia

La transferencia se puede entender como el proceso por el que el patrón de relación actual de la persona se configura inconscientemente por la experiencia que esa persona haya tenido de relaciones fundamentales en sus primeros años de vida, en especial durante la primera infancia. Algunas de estas primeras experiencias relacionales fueron lo que la persona necesitaba en su momento —unas experiencias “suficientemente buenas”, en expresión memorable de WINNICOTT (1965)— para facilitar un posterior desarrollo emocional. Otras experiencias relacionales no fueron “suficientemente buenas”: fueron decepcionantes o simplemente no existieron, o tal vez resultaron demasiado agobiantes desde la perspectiva del grado de ilusión o frustración que implicaron, para el óptimo desarrollo emocional. Juntas, estas experiencias “suficientemente buenas” y “no suficientemente buenas” sientan la base sobre la que la persona desarrolla su “agenda para la relación” propia e inconsciente, el patrón exclusivamente personal de lo que la persona busca, espera, teme y añora en sus relaciones adultas. Tal patrón se convierte en la lente subjetiva a través de la que la persona de forma instintiva, e inconsciente, percibe y experimenta y por consiguiente gestiona u organiza su experiencia de las relaciones. Aquello que la persona inconscientemente espere ver o que ocurra en su relación será a lo que reaccione, con independencia de lo que la otra persona se proponga. Así ocurre en especial en las relaciones en las que los sentimientos tengan mucha importancia, o en los momentos de incertidumbre, ansiedad o tensión en la relación (GRANT y CRAWLEY, 2002).

Lo habitual es que la transferencia se produzca cuando el cliente reacciona de forma inconsciente al terapeuta de acuerdo con estos patrones establecidos en los primeros años de vida mediante las relaciones con los padres y los hermanos. La transferencia incluye los sentimientos hacia el terapeuta, las expectativas sobre cómo comportarse y lo que el cliente prevé del terapeuta (GRANT y CRAWLEY, 2002). Por ejemplo, es posible que el cliente espere gustar al terapeuta o que és-te lo apruebe, que se muestre crítico, que lo comprenda, que lo maltrate, que lo ignore o que lo abandone.

Sin embargo, la transferencia no sólo se produce en las relaciones de terapia. Surge en todas las relaciones: con la pareja, amigos, amantes, jefes y demás, en especial en las relaciones de cierta importancia o intensidad (BALINT, 1993; GRANT y CRAWLEY, 2002). Sin darnos cuenta, damos por supuesto que los demás reaccionarán con nosotros tal como antes se nos trató, en particular por parte de nuestra madre, padre o hermanos. Y así nos comportamos de acuerdo con tales supuestos (GRANT, 2000). Participar de una relación despierta tantas fantasías y expectativas inconscientes que lo más probable es que la transferencia mutua sea muy intensa. Una transferencia que puede incluir las transferencias idealizantes más positivas, o las experiencias de transferencias más difíciles, hostiles o de rechazo.

Las parejas llevarán a la terapia su “transferencia más centrada” hacia el otro miembro. Pero también llevarán una transferencia contextual compartida (SCHARFF y SCHARFF, 1991). Ésta se refiere a las esperanzas y los temores comunes respecto a la capacidad del terapeuta de proporcionarles un sostenimiento terapéutico para su relación de pareja. En el Capítulo VII hablaremos con mayor detalle de las transferencias contextual y centrada.

La ansiedad y la defensa

El papel de la ansiedad y la defensa es esencial para comprender la dinámica evolutiva de la pareja. Todos experimentamos alguna que otra vez impulsos o sentimientos que nos provocan ansiedad. Esta ansiedad, a su vez, genera una defensa o un mecanismo protector. Las defensas ayudan a proteger a la persona de la ansiedad y el conflicto insoportables. Reducen el efecto de una experiencia amenazante, porque la pasan del ámbito consciente al inconsciente (GRANT y CRAWLEY, 2002; JUNI, 1997). De esta forma, las defensas pueden favorecer la autoestima, y proteger a la persona de los impulsos sexuales o agresivos peligrosos, de los sentimientos dolorosos o de temor.

En la relación de pareja, la proyección y la identificación proyectiva (dos mecanismos de defensa de los que hablaremos más adelante, en este mismo capítulo) son especialmente importantes. Con la proyección, el yo puede negar rasgos y necesidades como la agresividad, la ambición, la dependencia, la restrictividad y el control o la falta de control y proyectarlos a la pareja (GRANT, 2000; GRANT y CRAWLEY, 2002). Este proceso puede interactuar con la identidad de género (GRANT y PORTER, 1994). Por ejemplo, el varón puede proyectar sus necesidades de dependencia a su pareja femenina y así experimentar a ésta como un ser “necesitado”. Esta defensa permite al varón distanciarse de sus propias necesidades de dependencia y mantener su identidad masculina de un ser autónomo (GRANT, 2000). También los rasgos positivos se pueden proyectar. Por ejemplo, la mujer puede proyectar su calma y sensibilidad a su pareja masculina y así dar por supuesto que será él quien asuma estas cualidades para la pareja. Esto la protege de tener que preocuparse de su propia insensibilidad hacia los demás.

Gran parte de la terapia tiene que ver con ayudar a las parejas a eliminar sus mutuas proyecciones. A veces, éstas son muy intensas y están fuertemente afianzadas. Por ejemplo, Nick, casado con Alison, ha tenido una serie de aventuras. Sin embargo, no puede soportar la ansiedad de contemplar el impacto que su conducta ha producido en la relación y, en lugar de hacerlo, acusa continuamente a Alison de querer abandonar el matrimonio e iniciar relaciones extramatrimoniales.

Otra defensa habitual en las relaciones de pareja es utilizar la ira, el control, el alejamiento y el rechazo para defenderse de los sentimientos de tristeza y vulnerabilidad. Estos sentimientos despiertan la ansiedad que se trata con el uso de las emociones secundarias, aquellas que cubren las emociones primarias que a menudo se reactivan desde la infancia debido a la intensidad de la relación de pareja. Por ejemplo: