Un beso apasionado - Jessica Lemmon - E-Book
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Un beso apasionado E-Book

Jessica Lemmon

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Beschreibung

Antes de la medianoche la había llevado a su cama. La secretaria Addison Abrams se había propuesto superar lo que sentía por Brannon Knox, su multimillonario jefe. Pero él tenía otros planes. Un inesperado viaje de trabajo había acabado convirtiéndose en una escapada de fin de semana, con baile de máscaras incluido. Antes de que la noche acabara y cayeran las máscaras, un beso apasionado había dado lugar a una aventura desenfrenada que los había dejado impactados. Ahora, Addi luchaba contra sus sentimientos, consciente de que un fin de semana no sería suficiente…

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

 

© 2020 Jessica Lemmon

 

© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Un beso apasionado, n.º 180 - agosto 2020

Título original: One Wild Kiss

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1348-631-4

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Capítulo Diecinueve

Capítulo Veinte

Capítulo Veintiuno

Capítulo Veintidós

Capítulo Veintitrés

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

«Inspira, espira. Solo es un hombre más».

Un hombre más, increíblemente apuesto con un impecable traje azul marino hecho a medida.

Un hombre más, con los ojos del mismo color que el bourbon.

Un hombre más, guapísimo, cuyo cabello lucía unas ondas perfectamente dibujadas por sus dedos, o tal vez por los de alguna mujer afortunada.

Un hombre más, que durante el último año se había hecho un hueco en su corazón y que además era su jefe, y por eso, quedaba fuera de su alcance.

Otro hombre más.

Addison Abrams comenzaba cada día repitiendo aquel mantra antes de entrar en el edificio ThomKnox y tomar el ascensor de cristal para dirigirse a la planta superior de la compañía tecnológica en la que trabajaba.

Un año antes, cuando había aceptado el puesto de secretaria ejecutiva del director general de la compañía, había supuesto que se encontraría con un directivo maduro. Sin embargo, había resultado ser un hombre seis meses mayor que ella que parecía sacado de la portada de una revista. Sí, era evidente que no se había esmerado mucho buscando información acerca de su posible futuro jefe. Se había encontrado con la oportunidad de trabajar para un directivo de ThomKnox y había enviado su currículum sin pensárselo.

–No he podido resistirme –le decía aquel hombre en ese instante, a la vez que dejaba delante de ella un pastelito cubierto de crema, su favorito.

A continuación encendió una vela dorada con una cerilla, que después agitó en el aire para apagarla. Ella siguió el rastro del humo hasta aquel rostro que veía cada día. Una vez más, se quedó embobada admirando su atractiva masculinidad. No parecía justo para el resto de los hombres del planeta que aquel hubiera acaparado los mejores genes.

–¿Quieres que te cante algo para celebrar el aniversario?

Brannon Knox le dedicó una amplia sonrisa que la desarmó.

Había estado intentando infructuosamente dejar de comérselo con la mirada. Suerte que tenía cara de póquer, porque no había sido capaz de superar el flechazo que había sentido desde el momento en que le había estrechado la mano en la entrevista de trabajo.

«Hola, soy Brannon Knox. Llámame Bran», recordó que le había dicho.

–No creo que cantar sea parte de tus competencias –dijo y se echó hacia delante para apagar la vela–. De verdad, no hacía falta que lo hicieras, pero te lo agradezco.

Brannon Knox no solo era el hombre más guapo que había conocido jamás. También era el más atento e inteligente con diferencia. Divertido, alto, encantador… y tremendamente sexy.

–Qué suerte tengo de tenerte.

Se metió las manos en los bolsillos del pantalón del traje y volvió la cabeza para asegurarse de que no había nadie detrás de él.

–Debería haber organizado una gran fiesta, pero no sé hacer nada sin ti –dijo y le guiñó un ojo.

A pesar de que estaba sentada, sintió que las rodillas le flaqueaban. Cuánto deseaba que aquello fuera una realidad y que la necesitara fuera de la oficina.

Especialmente en el dormitorio.

–Me alegro de oír que soy indispensable.

Esbozó una sonrisa cortés y mantuvo a raya su nerviosismo, algo en lo que había conseguido ser una experta. Lo más difícil era ignorar aquella sensación cálida que se extendía desde el pecho a las piernas, pero lo estaba consiguiendo. Le resultaba difícil evitar aquella reacción física que le provocaba, puesto que mirarlo y desearlo iban emparejados.

Pero no hacía mucho que había tenido una llamada de alerta que le había hecho tomar una decisión, aunque su cuerpo todavía no lo sabía.

–Te daría el día libre si no tuviéramos un millón de cosas que hacer –dijo y arrugó el entrecejo–. Por cierto, ¿qué tengo que hacer hoy?

Le recitó su agenda de memoria: tenía una videoconferencia y dos reuniones.

–Nos da tiempo a tomar una taza de café antes de empezar el día –afirmó Bran y, una vez más, se volvió para mirar por detrás de él–. No veo al antipático del presidente. Venga, vámonos.

El antipático del presidente era el hermano mayor de Bran, Royce Knox. Unos meses antes, ambos hermanos habían optado a ocupar el puesto cuando su padre había decidido jubilarse. Bran estaba convencido de que su hermano le había ganado la partida porque era el primogénito, y Addi suponía que tenía razón. Bran era muy bueno en todo lo que hacía y tan capaz como su hermano mayor. A sus ojos, era el candidato ideal para todo.

Una vez nombrado presidente, Royce había descubierto otra buena noticia: iba a ser padre. La madre de su hijo, Taylor Thompson, era la directora de operaciones de ThomKnox. Era amiga de los Knox desde la infancia y la mujer con la que Bran había estado saliendo.

Se había comportado como una novia celosa durante el poco tiempo en que Bran y Taylor habían estado juntos. Y eso que su relación poco había tenido de romántica. Apostaría dinero a que aquellos dos no se habrían dado más de un beso. De hecho, nunca los había visto besarse.

Aquella versión de Addi había quedado atrás. Estaba decidida a pasar página y olvidarse del flechazo que sentía por Bran. Tenía que hacerlo. Su trabajo era importante y también su orgullo. No podía dedicar un momento más a desear a aquel hombre que no tenía ningún interés en ella.

–Me apetece un café, pero tengo que contestar estos correos electrónicos.

Prefería mantener separada su vida del trabajo. Pasaban mucho tiempo juntos ocupándose de temas laborales, tal y como le correspondía al ser su secretaria, y cada vez que había visto a Bran fuera de la oficina, había fantaseado con la idea de que podía surgir algo entre ellos. Pero recientemente había descubierto que era inalcanzable, al menos para ella.

–Venga, Addi –dijo reclinándose sobre su mesa–. Déjame que te invite.

Al final, acabó cediendo.

–De acuerdo, pero voy a pedir el mío con extra de sirope de vainilla. Y nata por encima.

Sacó el bolso del último cajón y se lo colgó del hombro.

Él se inclinó hacia ella, sonriendo.

–Para celebrar tu aniversario en ThomKnox, puedes ponerte encima lo que quieras.

«¿Qué tal si te pones tú?».

Su comentario inocente sacudió su cuerpo ansioso de sexo y la devolvió a la casilla de salida. Aquello iba a ser más difícil de lo que había pensado en un principio.

La llamada de alerta había sido cortesía de Taylor, la exnovia de Bran. Hacía no mucho que había sugerido que ella y Brannon hacían buena pareja, lo que significaba que se había dado cuenta de que Addi sentía algo por él. El peor momento de su vida no había sido cuando Bran había oído aquel comentario de Taylor, sino su reacción. En el largo pasillo que conducía al cuarto de la fotocopiadora, su rostro se había quedado desencajado con expresión de fastidio.

Addison había querido morirse.

Era como si hubiera sacado un cartel con letras mayúsculas que dijera: Yo no siento lo mismo por ti, Addison. Un mensaje que había pasado por alto durante demasiado tiempo.

Como le gustaba su trabajo y quería preservar lo que le quedaba de orgullo, le había parecido que lo más prudente era enterrar sus sentimientos. Llevaba muchos años siendo independiente, así que lo único que tenía que hacer era aplicar ese mismo principio a su corazón. Difícil, pero necesario.

Si había algo que había aprendido de sus padres, y probablemente lo único, era que no podía confiar en nadie para nada. Ni por dinero, ni por amistad ni desde luego por amor. Se le había olvidado nada más poner los ojos en el pequeño de los Knox. Tenía que recordarlo y metérselo en la cabeza para superar aquel enamoramiento.

Tal vez después de todo le vendría bien tomar ese café con Brannon. Era habitual que los compañeros de trabajo tomaran café juntos y su objetivo era alcanzar el escalón más bajo del amor platónico. No era un objetivo emocionante, pero ya había tenido demasiadas emociones por una temporada.

–Olvídate de él –murmuró, hurgando en su bolso a la búsqueda del móvil.

–¿Cómo dices? –preguntó Bran mientras salían.

–Ah, nada.

Addison le sonrió y sintió que el corazón se le encogía. Hacía poco que había asumido que aquel órgano no albergaba ni una pizca de sentido común.

 

 

La situación continuaba siendo embarazosa.

Desde que Bran había roto con Taylor y se había enterado de que Royce había sido nombrado presidente, no había dejado de enfrentarse a desafíos en el trabajo, y Addison Abrams era uno más.

Su secretaria era irreemplazable, una confidente con la que siempre podía contar. Habían encajado desde el primer día, y su desempeño y eficiencia lo habían ayudado a destacar en su puesto de director general. Si ella se fuera, él…

Había hecho realidad aquel dicho que decía que detrás de todo gran hombre había una gran mujer. Había cometido el error de pensar que Taylor era esa mujer, pero ahora veía claramente que era Addi.

Últimamente su relación con Addi era tensa y la culpa era del comentario de Taylor Thompson. No sabía si era porque Taylor estaba enamorada de Royce o porque las hormonas del embarazo le habían hecho decir eso, el caso era que había sugerido que Addi debía ser algo más que su secretaria y que hacían buena pareja juntos. Al oírlo, habían intercambiado una mirada de pánico.

Después del error que había cometido al salir con Taylor en su intento por hacerse con el puesto de presidente, Bran había decidido no cometer ninguno más. Pero desde entonces, había empezado a fijarse en Addison.

Su plan con Taylor había tenido poca visión de futuro. Había pensado que con ella a su lado, tendría mejor imagen para hacerse con el puesto de presidente. Pero se había equivocado. Después de unas cuantas citas, había optado por proponerle matrimonio en un intento desesperado por mejorar sus posibilidades de ocupar el cargo. En su momento, había encontrado sentido a su plan.

Por suerte, no había llegado a acotarse con ella. Era un alivio, puesto que si no, las vacaciones en familia se habrían vuelto una situación muy incomoda para todos.

¿Qué tenía eso que ver con Addi?

Poco después de que Royce ocupara el puesto de presidente y de que Taylor anunciara que estaba embarazada, Bran había empezado a pasar más tiempo en la oficina y, en consecuencia, a prestar más atención a su secretaria. Addi, ya fuera por restarle importancia a aquella sugerencia incómoda de que hacían buena pareja o simplemente por no herir su ego, parecía estar presente más de lo habitual.

Admiraba su desenvoltura y aplomo incluso cuando trataban los temas más nimios de trabajo. Se había fijado en sus piernas, largas y finas, y se había preguntado si sería como consecuencia de correr o de practicar yoga. Tampoco le había pasado por alto que siempre pedía la comida a algún restaurante cercano y que se quedaba a trabajar hasta tarde cuando él lo hacía.

En resumen, todo parecía indicar que era soltera.

El comentario de Taylor se había hecho un hueco en su subconsciente. Había empezado a pensar en Addi con frecuencia y no solo en el plano profesional, y de ahí la extraña conversación de aquella mañana. Por increíble que pareciera, le estaba resultando más difícil tratar con ella que con Taylor después de haber estado a punto de pedirle matrimonio.

El hecho de que se cumpliera el primer aniversario de Addi trabajando en ThomKnox era significativo. Si quería que siguiera allí, tenía que arreglar lo que estaba roto. No estaba seguro de si lo conseguiría con un café y un pastelito, pero al menos era un primer paso.

Fuera, bajo el sol californiano, el edificio de oficinas se elevaba sobre una explanada de césped salpicada de palmeras y flores, que atravesaron hasta la cafetería de enfrente. El Gnarly Bean servía el mejor café de todo el estado.

–Me encanta este sitio.

Los labios de Addison se curvaron en una sonrisa que hizo resplandecer su mirada azul. Iba vestida de amarillo y llevaba el pelo recogido en una coleta. Era imposible que su belleza pasara desapercibida. Se había dado cuenta el mismo día en que la había contratado, pero no le había dado importancia. Antes de su obsesión por convertirse en presidente, se le había dado muy bien compartimentar su vida.

Bran tiró del pomo cilíndrico de la puerta de cristal y le hizo un gesto para que lo precediera, deteniéndose un instante para deleitarse con el aroma del café. ¿Había algo más placentero en la vida que un buen café?

De manera automática, los ojos se le fueron a las piernas de Addi. Sí, había otras cosas más placenteras.

–Yo invito –le recordó al verla buscar la cartera.

Por un segundo, le pareció que sus brillantes ojos azules se posaban en su boca antes de que sus labios pronunciaran un «gracias». Seguramente se lo había imaginado.

Después de todo lo que había pasado durante los últimos meses, lo peor era que no se reconocía. No le había pedido salir a Taylor porque sintiera algo por ella, sino porque pensaba que su unión le convertiría en un mejor candidato. Era como si un extraterrestre se hubiera apoderado de su cuerpo. Bran era el Knox simpático y despreocupado; Royce, el pragmático y analítico.

–Deberíamos hacer esto más a menudo –dijo Bran.

Ella lo observó atentamente, con gesto indescifrable.

Todo iba bien de momento.

–Buenos días, Addi.

El barbudo camarero la recibió junto a la barra con una sonrisa, a la vez que tensaba los músculos de sus antebrazos para llamar la atención sobre sus tatuajes. Patético.

–Hola, Ken, ¿cómo estás?

Addi lo saludó con efusividad y Bran se sintió celoso. ¿Acaso le gustaban los tipos con barba y tatuajes?

De repente se sintió como un aburrido oficinista trajeado cuyo único cometido fuera pagarle el sueldo. Nunca le había interesado a quién le sonreía Addi hasta que había dejado de sonreírle a él. Echaba de menos la tranquilidad de los buenos tiempos, de cuando eran simplemente jefe y secretaria, antes de que Taylor dijera que hacían buena pareja y de que Royce sugiriera que su mujer perfecta estaba más cerca de lo que pensaba.

Siempre había disfrutado del día a día sin preocuparse del futuro. Qué tiempos.

Ken dijo una tontería y Addi rio, seguramente por cortesía. Bran se colocó entre ellos y la sonrisa de Ken se tornó desafiante.

–Quiere nata montada encima y le he prometido darle todo lo que quiera. Hoy es nuestro primer aniversario, ¿verdad, Addi?

Ella se sonrojó y sonrió tímidamente ante el comentario de Bran.

–Sí –convino ella.

–Enhorabuena –dijo Ken y tocó la pantalla para introducir la comanda.

A pesar de su felicitación, Bran no pensaba que lo decía en serio.

Y aunque estaba decidido a retomar la vía para ganarse de nuevo la confianza de su secretaria, le parecía conveniente asegurarse de que Ken no pisara terreno en el que no era bienvenido. Además, Addi podía aspirar a alguien mejor que aquel camarero peludo, así que debía poner a aquel tipo en su lugar.

Después de todo, ¿no debían los jefes proteger a sus empleados más preciados?

 

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Addison estaba rememorando el comportamiento de Bran en el Gnarly Bean del día anterior cuando Taylor Thompson apareció en su despacho.

–Toc, toc. Deberías pedir que te pusieran una puerta. Cualquiera se te cuela aquí.

Taylor se refería al panel que separaba a Addi del resto de la oficina y del despacho de Bran, que estaba a la izquierda de su mesa.

–Eres la directora de operaciones. Puedes venir cuando quieras.

–Ay, Addi. Me siento como una foca.

Taylor se pasó la mano por el vientre abultado que se adivinaba bajo su vestido negro de Dolce& Gabbana.

–Tonterías, estás muy guapa. ¿Qué tal va todo? –preguntó Addi.

–¿Te refieres al trabajo, al embarazo, a la boda o a mudarme a vivir con Royce?

La vida de Taylor había cambiado drásticamente en los últimos meses, por lo que estaba asimilando muchas cosas a la vez. No hacía tanto que Addi, al encender la luz del cuarto de la fotocopiadora, se había encontrado con Royce y Taylor besuqueándose en el armario del material.

Por suerte, esos días habían quedado atrás. En aquel momento había sentido celos de la relación de Taylor y Bran. Ahora, apenas podía creer lo inmadura que había sido. Era evidente que Taylor había encontrado en Royce a su alma gemela.

Después de aquello, Addi se había disculpado con Taylor por haberse mostrado distante, sin mencionar que estaba enamorada de Bran, y le había propuesto que fueran amigas. Le parecía una mujer tan estilosa como entrañable.

Taylor se sentó en la silla que había delante de la mesa de Addi.

–Nunca he estado tan ocupada, pero a la vez estoy contenta porque siento que he encontrado mi sitio. No sé si tiene sentido lo que digo.

–Completamente –contestó Addi sonriendo.

Ella solía pensar lo mismo hasta que Bran había empezado a actuar de una manera extraña. Como el numerito del día anterior con el camarero de la cafetería. Ken y Bran parecían haberse enfrentado en una suerte de duelo moderno. No había quien entendiera a los hombres.

–Es increíble que consiga hacer algo teniendo en cuenta que no puedo tomar cafeína –comentó Taylor.

–Yo me moriría –replicó Addi, escondiendo la taza de café detrás de la pantalla.

–Es el precio que hay que pagar por tener un hijo o hija sanos. Se me hace extraño no saber cómo referirme al bebé.

–¿No quieres saber el sexo?

Addi no sería capaz de soportar la intriga si estuviera embarazada.

–Sí y no. Mi relación con Royce ha sido una continua sorpresa. ¿Por qué no dejar que este bebé también lo sea? –dijo acariciándose el vientre.

–No sabes cuánto me alegro por ti.

Addi lo decía de corazón. Taylor estaba radiante y no solo por el embarazo. Siempre que estaba con Royce su rostro se iluminaba.

–¿Habéis puesto ya fecha para la boda?

–Todavía no –contestó Taylor y se quedó contemplando el diamante de su anillo de compromiso–. Sé que acabaremos casándonos, pero no tenemos prisa.

Dejando a un lado los besuqueos del armario y aquel embarazo inesperado, Taylor había sabido superar los altibajos de la vida con una soltura que Addi confiaba tener algún día.

–Felicidades atrasadas. Ayer hiciste un año con nosotros, ¿verdad? Vi a Bran con un par de pasteles.

–Qué curioso, solo me dio uno –comentó divertida Addi entornando los ojos y tratando de disimular lo que sentía por él–. Tengo suerte de trabajar para alguien tan atento. Otros jefes no se preocupan por sus empleados.

Había rechazado la ayuda económica de sus padres cuando había dejado de seguir sus reglas. Cinco años atrás, había pagado un precio muy alto al separarse de ellos para seguir su propio camino. Había pasado temporadas alimentándose solo con patatas y se había retrasado en el pago de facturas en más de una ocasión. Pero todo eso formaba parte ya de su pasado. En ThomKnox había encontrado su sitio. La pagaban bien y los directivos eran personas encantadoras. Jack Knox, el padre de Bran, siempre la había tratado con respeto y cariño.

Aunque a punto había estado de estropearlo todo. ¿Por qué? ¿Por enamorarse como una colegiala? Nunca más.

No volvería a trabajar en compañías que se aprovechaban de los más débiles para pavimentar sus mansiones con lingotes de oro. Los Knox, y Taylor pronto formaría parte de la familia, eran buena gente. Addi era una persona sensata y no iba a dejar que una atracción pueril la distrajera de lo que era realmente importante.

–Bueno, he venido para ver si Bran ya había llegado –dijo Taylor mirando hacia su despacho apagado.

–Tenía una reunión a primera hora. No creo que tarde mucho –replicó Addi mirando la hora–, Puedes esperarle aquí si quieres.

–No, está bien. Ya volveré más tarde. Por cierto, ¿va todo bien entre Brannon y tú? –preguntó Taylor mientras se ponía de pie.

–¡Claro! ¿Por qué no iba a ser así?

–Venga, Ad. Hay confianza entre nosotras. He visto cómo lo miras.

¿Tan evidente era?

–Me cae muy bien, pero no me interesa en ese sentido –mintió.

–Lástima.

–Nos compenetramos muy bien en el trabajo.

Era una curiosa forma de describir su relación.

–Cierto –dijo Taylor, aunque no parecía muy convencida–. Dile que necesito verlo. Y tómate una taza de café por mí.

Addi se quedó viendo a Taylor alejarse con un pellizco en el estómago. Era lo que sentía cada vez que no decía la verdad, pero trató de calmar su conciencia diciéndose que pronto sería verdad.

Algún día se sentiría tan inmune a Bran como él a ella.

Capítulo Tres

 

 

 

 

 

Cuando Taylor pasó por delante, Bran salió del cuarto de la fotocopiadora y la interceptó. De camino a su despacho, había oído la conversación de las dos mujeres y se había dado media vuelta antes de que se percataran de su presencia y las cosas entre él y su secretaria se complicasen aún más.

–Hola, Bran. Vengo de tu despacho.

–Lo sé –replicó y se cruzó de brazos–. Os he oído.

Taylor hizo una mueca, pero enseguida se justificó.

–No te enfades.

Bran la tomó del brazo y la arrastró al cuarto de la fotocopiadora. Luego, cerró la puerta.

–Tienes que dejar de hacerlo.

–¿Hacer qué?

–No puedes hacer que dos personas se enamoren solo porque sean guapos –dijo Bran y arqueó una ceja–. Lo sabes muy bien.

–Ja, ja. Esa no es la única razón.

Por la forma en que Taylor se quedó mirando el suelo, había algo sospechoso.

–¿Qué otra razón habría?

–¿Qué quieres decir?

La conocía lo suficientemente bien para saber que su inocencia era fingida.

–Taylor…

–Solo quiero que seas feliz. Me preocupas.

Taylor era una mujer muy dulce.

–¿Te preocupo?

–Sí. Estuviste a punto de pedirme matrimonio.

–Eso fue un error.

–Es obvio. Pero me gustaría verte con una buena chica. Y a Addi le gustas, a pesar de lo que dice.

–Taylor, no eres mi madre, no tienes que buscarme pareja. Haz caso a Addi. La estás asustando y no quiero que se vaya o quedaré degradado al departamento de tecnología, con Cooper.

Jayson Cooper era el excuñado de Bran. Taylor rio ante el comentario de Bran. Cooper y Gia, la hermana de Bran, trabajaban codo con codo en el departamento de tecnología. Era el alma de ThomKnox.

–Lo único que digo es que tienes derecho a ser feliz.

Le puso la mano en el hombro, contento de tener una amiga que se preocupaba tanto por él.

–Estoy intentando encontrar mi sitio. No estoy celoso de Royce por haber sido nombrado presidente ni nada por el estilo –dijo y le dirigió una mirada significativa–. Además, salir con Addi no va a hacerme más feliz. En todo caso, acabará mal y me sentiré más solo que nunca. ¿No querrás que me busque una secretaria como la de Royce, verdad?

Melinda era muy eficiente, pero también aterradora. Como si estuviera leyendo sus pensamientos, Taylor se estremeció.

–No, mejor Addi.

–Bueno, pues dejémoslo estar –dijo Bran y abrió la puerta del cuarto de la fotocopiadora–. ¿Para qué querías verme? ¿Quieres que vayamos a la sala de reuniones?

–Estoy muerta de hambre. ¿Qué te parece si vamos a picar algo?