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Ambientada en 1888, la historia gira en torno al caso de la señora Mary Sutherland, una mujer con grandes ingresos gracias a los intereses de un fondo creado para ella. Ella está prometida con un silencioso londinense que ha desaparecido recientemente. Las dotes detectivescas de Holmes apenas son puestas a prueba ya que este caso se convierte en algo muy elemental para El prometido, Hosmer Angel, es un personaje peculiar, bastante callado, y bastante reservado respecto a su vida. La señora Sutherland solo sabe que él trabaja en una oficina en Leadenhall Street, pero nada más específico que eso. Todas las cartas a ella están escritas a máquina, incluso la firma, y él insiste que le responda a través de la oficina de Correos local.El clímax de esta triste relación llega cuando el señor Angel abandona a la señora Sutherland en el altar el día de su boda.The story revolves around the case of Miss Mary Sutherland, a woman with a substantial income from the interest on a fund set up for her. She is engaged to a quiet Londoner who has recently disappeared. Sherlock Holmes's detective powers are barely challenged as this turns out to be quite an elementary case for him, much as it puzzles Watson.The fiancé, Mr. Hosmer Angel, is a peculiar character, rather quiet, and rather secretive about his life. Miss Sutherland only knows that he works in an office in Leadenhall Street, but nothing more specific than that. All his letters to her are typewritten, even the signature, and he insists that she write back to him through the local Post Office.The climax of the sad liaison comes when Mr. Angel abandons Miss Sutherland at the altar on their wedding day.
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Veröffentlichungsjahr: 2014
Colección Biblioteca Clásicos bilingües
Un caso de identidad/A Case of identity
©Ediciones74,
www.ediciones74.wordpress.com
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Valencia, España
Diseño cubierta y maquetación: Rubén Fresneda
Imprime: CreateSpace Independent Publishing
ISBN: 978-1502435460
1ª edición en ediciones74, septiembre de 2014
Título original de la obra: A Case of Identity
Obra escrita en 1891 por Arthur Conan Doyle
Traducida al castellano en por Vicente García Aranda.
Vicente García Aranda (1825 Alicante-1902 Valencia)
Esta obra ha sido obtenida de www.wikisource.org
Esta obra se encuentra bajo dominio público
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de su titular, salvo excepción prevista por la ley.
Arthur Conan Doyle
Un caso
de identidad
A Case of Identity
Las aventuras de Sherlock Holmes
biblioteca clásicos bilingües
Arthur Conan Doyle
Un caso de identidad
–Querido amigo ––dijo Sherlock Holmes mientras nos sentamos a uno y otro lado de la chimenea en sus aposentos de Baker Street––. La vida es infinitamente más extraña que cualquier cosa que pueda inventar la mente humana. No nos atreveríamos a imaginar ciertas cosas que en realidad son de lo más corriente. Si pudiéramos salir volando por esa ventana, cogidos de la mano, sobrevolar esta gran ciudad, levantar con cuidado los tejados y espiar todas las cosas raras que pasan, las extrañas coincidencias, las intrigas, los engaños, los prodigiosos en-cadenamientos de circunstancias que se extienden de ge-neración en generación y acaban conduciendo a los resul-tados más extravagantes, nos parecería que las historias de ficción, con sus convencionalismos y sus conclusiones sabi-das de antemano, son algo trasnochado e insípido.
––Pues yo no estoy convencido de eso ––repliqué––. Los casos que salen a la luz en los periódicos son, como regla general, bastante prosaicos y vulgares. En los informes de la policía podemos ver el realismo llevado a sus últimos límites y, sin embargo, debemos confesar que el resultado no tiene nada de fascinante ni de artístico.
––Para lograr un efecto realista es preciso ejercer una cierta selección y discreción ––contestó Holmes––. Esto se echa de menos en los informes policiales, donde se tiende a poner más énfasis en las perogrulladas del magistrado que en los detalles, que para una persona observadora encierran toda la esencia vital del caso. Puede creerme, no existe nada tan antinatural como lo absolutamente vulgar.
Sonreí y negué con la cabeza.
––Entiendo perfectamente que piense usted así ––dije––. Por supuesto, dada su posición de asesor extraoficial, que presta ayuda a todo el que se encuentre absolutamente des-concertado, en toda la extensión de tres continentes, entra usted en contacto con todo lo extraño y fantástico. Pero veamos ––recogí del suelo el periódico de la mañana––, va-mos a hacer un experimento práctico. El primer titular con el que me encuentro es: «Crueldad de un marido con su mu-jer». Hay media columna de texto, pero sin necesidad de leerlo ya sé que todo me va a resultar familiar. Tenemos, na-turalmente, a la otra mujer, la bebida, el insulto, la bofetada, las lesiones, la hermana o casera comprensiva. Ni el más ramplón de los escritores podría haber inventado algo tan ramplón.
––Pues resulta que ha escogido un ejemplo que no favorece nada a su argumentación ––dijo Holmes, tomando el pe-riódico y echándole un vistazo––. Se trata del proceso de separación de los Dundas, y da la casualidad de que yo in-tervine en el esclarecimiento de algunos pequeños detalles relacionados con el caso. El marido era abstemio, no existía otra mujer, y el comportamiento del que se quejaba la esposa consistía en que el marido había adquirido la costumbre de rematar todas las comidas quitándose la dentadura postiza y arrojándosela a su esposa, lo cual, estará usted de acuerdo, no es la clase de acto que se le suele ocurrir a un novelista corriente. Tome una pizca de rapé, doctor, y reconozca que me he apuntado un tanto con este ejemplo suyo.
Me alargó una cajita de rapé de oro viejo, con una gran amatista en el centro de la tapa. Su esplendor contrastaba de tal modo con las costumbres hogareñas y la vida sencilla de Holmes que no pude evitar un comentario.
––¡Ah! ––dijo––. Olvidaba que llevamos varias semanas sin vernos. Es un pequeño recuerdo del rey de Bohemia, como pago por mi ayuda en el caso de los documentos de Irene Adler.
––¿Y el anillo? ––pregunté, mirando un precioso brillante que refulgía sobre su dedo.
––Es de la familia real de Holanda, pero el asunto en el que presté mis servicios era tan delicado que no puedo confiárselo ni siquiera a usted, benévolo cronista de uno o dos de mis pequeños misterios.
––¿Y ahora tiene entre manos algún caso? ––pregunté inte-resado.
––Diez o doce, pero ninguno presenta aspectos de interés. Ya me entiende, son importantes, pero sin ser interesantes. Precisamente he descubierto que, por lo general, en los asuntos menos importantes hay mucho más campo para la observación y para el rápido análisis de causas y efectos, que es lo que da su encanto a las investigaciones. Los delitos más importantes suelen tender a ser sencillos, porque cuanto más grande es el crimen, más evidentes son, como regla general, los motivos. En estos casos, y exceptuando un asunto bastante enrevesado que me han mandado de Marsella, no hay nada que presente interés alguno. Sin embargo, es posible que me llegue algo mejor antes de que pasen muchos minutos por-que, o mucho me equivoco, o ésa es una cliente.
Se había levantado de su asiento y estaba de pie entre las cortinas separadas, observando la gris y monótona calle lon-dinense. Mirando por encima de su hombro, vi en la acera de enfrente a una mujer grandota, con una gruesa boa de piel alrededor del cuello, y una gran pluma roja ondulada en un sombrero de ala ancha que llevaba inclinado sobre la oreja, a la manera coquetona de la duquesa de Devonshire. Bajo esta especie de palio, la mujer miraba hacia nuestra ventana, con aire de nerviosismo y de duda, mientras su cuerpo oscilaba de delante a atrás y sus dedos jugueteaban con los botones de sus guantes. De pronto, con un arranque parecido al del nadador que se tira al agua, cruzó presurosa la calle y oímos el fuerte repicar de la campanilla.