Un Caso de Identidad - Arthur Conan Doyle - E-Book

Un Caso de Identidad E-Book

Arthur Conan Doyle

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Beschreibung

"Un Caso de Identidad" es un clásico misterio de Sherlock Holmes escrito por Arthur Conan Doyle. La señorita Mary Sutherland busca la ayuda de Holmes para encontrar a su prometido desaparecido, el Sr. Hosmer Angel, quien desapareció en circunstancias misteriosas. A medida que Holmes investiga, descubre una red de engaños e intrigas familiares que revela verdades inesperadas.

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Seitenzahl: 32

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Un Caso de Identidad

Arthur Conan Doyle

SINOPSIS

"Un Caso de Identidad" es un clásico misterio de Sherlock Holmes escrito por Arthur Conan Doyle. La señorita Mary Sutherland busca la ayuda de Holmes para encontrar a su prometido desaparecido, el Sr. Hosmer Angel, quien desapareció en circunstancias misteriosas. A medida que Holmes investiga, descubre una red de engaños e intrigas familiares que revela verdades inesperadas.

Palabras clave

Suplantación, engaño, identidad.

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

Un Caso de Identidad

 

—Mi querido amigo —dijo Sherlock Holmes mientras nos sentábamos a ambos lados del fuego en su alojamiento de Baker Street—, la vida es infinitamente más extraña que cualquier cosa que la mente del hombre pueda inventar. No nos atreveríamos a concebir las cosas que en realidad son meros lugares comunes de la existencia. Si pudiéramos salir volando por la ventana de la mano, sobrevolar esta gran ciudad, remover suavemente los tejados y espiar las cosas extrañas que ocurren, las extrañas coincidencias, los planes, los propósitos cruzados, las maravillosas cadenas de acontecimientos que se suceden a lo largo de generaciones y conducen a los resultados más extravagantes, toda ficción, con sus convencionalismos y sus conclusiones previstas, resultaría rancia y poco provechosa.

—Y sin embargo, no estoy convencido de ello —respondí—. Los casos que salen a la luz en los periódicos son, por regla general, lo suficientemente calvos y vulgares. Tenemos en nuestros informes policiales el realismo llevado a sus límites extremos, y sin embargo el resultado no es, hay que confesarlo, ni fascinante ni artístico.

—Hay que emplear cierta selección y discreción para producir un efecto realista —observó Holmes—. Esto es necesario en el informe policial, donde se hace más hincapié, tal vez, en los tópicos del magistrado que en los detalles, que para un observador contienen la esencia vital de todo el asunto. Dependiendo de ello, no hay nada tan antinatural como el lugar común.

Sonreí y negué con la cabeza.

—Comprendo perfectamente lo que piensa —le dije—. Por supuesto, en su posición de consejero no oficial y ayudante de todos los que están absolutamente desconcertados, a lo largo y ancho de tres continentes, entra usted en contacto con todo lo que es extraño y estrafalario. Pero aquí —recogí del suelo el periódico de la mañana— vamos a ponerlo a prueba en la práctica. Este es el primer titular que me encuentro: "La crueldad de un marido hacia su mujer". Hay media columna impresa, pero sin leerla sé que todo me es perfectamente familiar. Está, por supuesto, la otra mujer, la bebida, el empujón, el golpe, la contusión, la hermana comprensiva o la casera. El más burdo de los escritores no podría inventar nada más burdo.

—En efecto, su ejemplo es desafortunado para su argumento —dijo Holmes, cogiendo el periódico y echando un vistazo a lo largo del mismo—. Se trata del caso de la separación de Dundas y, por casualidad, yo me dedicaba a aclarar algunos pequeños puntos relacionados con él. El marido era abstemio, no había otra mujer, y la conducta que se le reprochaba era que había adquirido el hábito de terminar cada comida sacándose la dentadura postiza y arrojándosela a su mujer, lo cual, como usted comprenderá, no es una acción que se le ocurra a la imaginación del narrador medio. Tome una pizca de rapé, doctor, y reconozca que le he ganado con su ejemplo.

Le tendió su tabaquera de oro viejo, con una gran amatista en el centro de la tapa. Su esplendor contrastaba tanto con sus modales hogareños y su vida sencilla que no pude evitar hacer un comentario al respecto.