Y no nos dejes caer - Walter Turco - E-Book

Y no nos dejes caer E-Book

Walter Turco

0,0

Beschreibung

Y no nos dejes caer es una suma de tres simples cosas:  Mi visión sobre un pueblo de la provincia de Buenos Aires —Pilar, mi pueblo— desde un punto de vista crítico hacia las formas populistas de administrar el estado municipal, solo preocupada por la continuidad de sus gestiones y nunca pensando que la solución a todos los problemas de la gente se consigue con educación y como consecuencia con cultura.  Una suma de las Editoriales de la Revista ABC Cooltural que dirigí entre 2005 y 2012, observando el quehacer cultural. Y una propuesta de administración de cultura —no basada precisamente en la organización de Kermeses y poniendo artistas sobre un escenario—, siempre creyendo que un programa de cultura debe ser tomado como una razón de estado. Además de algunas tristes anécdotas de mi paso por la función pública sin haber muerto en el intento. Mi padre siempre me decía: "Hay una sola manera de hacer bien las cosas, todas las demás formas son excusas de cómo no hacerlas bien…".

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 395

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Y no nos dejes caer

WALTER TURCO

Y no nos dejes caer

© de los textos: Walter Turco

© de esta edición: Editorial Tequisté, 2020

Coordinación editorial: M. Fernanda Karageorgiu

Corrección: María Belén Lacentra

Diseño gráfico y editorial: Alejandro Arrojo

Fotos de tapa y contratapa: Héctor Agustín Velardocchio

1º edición: octubre 2020

Producción editorial: Tequisté

[email protected]

www.tequiste.com

ISBN: 978-987-4935-54-0

Se ha hecho el depósito que marca la ley 11.723

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su tratamiento informático, ni su distribución o transmisión de forma alguna, ya sea electrónica, mecánica, digital, por fotocopia u otros medios, sin el permiso previo por escrito de su autor o el titular de los derechos.

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA

* Tequisté no se hace responsable ni directa ni indirectamente de ninguna de las informaciones, afirmaciones y expresiones, la falta de exactitud, licitud, veracidad y/o actualidad que puedan tener los contenidos de este libro. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la posición de la editorial.

--

Turco, Walter

Y no nos dejes caer / Walter Turco. - 1a ed. - Pilar: Tequisté. TXT, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-4935-54-0

1. Acceso a la Cultura. 2. Ensayo Sociológico. 3. Crítica Cultural. I. Título.

CDD 306.0982

--

A la memoria de Francisco Turco,

mi papá, Panchito…

A la esperanza de mis hijos,

Antón, Leandro, María Sol y Pedro.

Agradecimientos

A mi viejo, Pancho Turco; a Cacho —Héctor Velardocchio— por las fotografías; a los auspiciantes de ABC Cooltural, por confiar en mí y en este proyecto; a Alejandro y Fernanda de la editorial Tequisté, por su amable y cálida contención; a todos los que creyeron en algún momento (aunque fuera un poquito) que todo esto sería posible; y a los amigos de las juntadas de los terceros sábados que nunca se cansaron de escuchar la misma canción.

Prólogo

Estuve en varias ocasiones charlando y escuchando a distintas personas con las que me unía algún tipo de vínculo; se me ocurrió pedirles que escribieran un prólogo sobre este libro, pero aunque no se los dije directamente, no surgió un interés vehemente como yo lo haría con alguna obra de alguien que desde su entender desafía lo establecido y lo conocido para aportar un pretendido cambio cultural. Por ese motivo es que entre tantas cosas leídas he elegido como prólogo este pequeño pasaje de Luis Alberto Spinetta en el que habla de su obra, y enteramente me sentí identificado.

Desde ya que no le pedí permiso, ni ha sabido que he tomado esto textualmente para ocupar un prólogo en un libro sobre cultura, pero creo que no se opondría, casi que estoy seguro de ello.

Walter Turco

“No puedo evaluar lo que hago con el aplausómetro. Me importa un belín. La pregunta es, si un pintor que sabe que es bueno sabe también que no va a poder mostrar sus cuadros, ¿los pintaría? Más bien. Le chupa un huevo. Un novelista, un poeta que es capaz de escribir versos, ¿qué necesita? Nada; va a un bar, se pide un fresco y batata, se sienta y en el mantel, nomás, escribe las palabras. ¿Tecnología? Nada. ¿Costo? Cero. Si uno hace música y sabe que suena bien, no importa si otro cree que no es tan buena. ¿Qué? ¿La voy a parar y no la voy a componer? No. Me importa un pito. Es el aire para quien yo la estoy haciendo y es el aire el que me va a devolver lo que yo quiera sembrar allí. ¿Acaso una novela se aplaude? Se lee en soledad. El arte es un trabajo individual y suena dentro del recinto en el que se lo trabaja. De ahí a que se crea que es una necesidad que otro lo escuche hay un largo espacio. Y, por otro lado, cuando la música es buena, cura. Cura. Solo eso. Entonces, ahí sí hay que difundirla. No hablo de mí, por supuesto. Yo no sé qué curo. Más bien a alguno le debo desvirular el bocho, por los tonos que uso, ¿no? La música es algo que va más allá de si uno da recitales o no. Hay que librarse de todo eso y quedarse con la naturaleza del sonido, como para ver bien a qué jugamos con este lenguaje tan maravilloso. Y a mí, que me siento un pequeño músico, frente a músicas que son el cielo, me encanta poder difundir algunas ideas que creo que son válidas. Me encanta poder hablar de lo sagrado que tiene el sonido. De esa arcilla con la que, si se tiene la visión del cielo, se puede elaborar el cielo.”

Luis Alberto Spinetta

Particularidades disfuncionales

Una gestión cultural de cuatro años es un suspiro en la vida de una ciudad, no digo que no alcancen, quizás alcanza con dos, pero es clave ser claro en el concepto de cultura que se pretende proponer a la ciudadanía, deben ser claras las señales, los gestos y las decisiones que se tomen con todas las explicaciones que hagan falta dar a los agentes culturales, los hacedores de la cultura y a las instituciones ciudadanas. Los que deben dar las explicaciones son los políticos, y aunque parezca que son una casta especial, no lo son; son ciudadanos comunes con cierta ambición y algunos con una cuota mayor de civilidad, espíritu solidario, respeto a las instituciones, y algún que otro conocimiento de temas propuestos a la población.

Con los artistas es otro tema, no distinto, pero otro modo. Los artistas deben seguir creando arte, nuestro sentido cultural institucional es con los ciudadanos, con los que van a generar la nueva cultura. Creo haber dicho más de una vez a quienes administran los bienes del Estado, o a quienes tienen responsabilidades en alguna institución que refieren a lo artístico o a lo cultural, que satisfacer las necesidades de artistas ya formados nada tiene que ver con un proyecto de cultura o enfocado a una propuesta cultural, a lo sumo podría ser asistencialismo o en mala forma, clientelismo político. Una buena observación del pensador George Steiner decía que en alguna parte un escritor rebelde, al igual que un filósofo, o un músico componiendo, embriagado en su soledad, dirá: “¡NO!” Una sílaba que contiene la promesa de creación…

Eso deben ser y hacer nuestros artistas: creativos, desafiantes y ambiciosos a pesar de la propia sociedad que los contiene; el estallido de una burbuja económica interesada en el espectáculo diría: “El Estado”, lo público es el problema; y el mercado, la solución. Siempre sembrando desorientación general y abultada desconfianza, y cuentan con buenos fieles servidores: los medios de comunicación y unos cuantos opinadores devenidos en funcionarios y gestores culturales.

Cuando Griselda Gambaro dio un discurso en la inauguración de la Feria de Frankfurt, dijo que el escritor debía estar casi en un permanente conflicto con la autoridad, entendiendo como autoridad al Estado, la industria editorial y los intolerantes que pretenden imponer cómo debemos vivir. Creo que el administrador de cultura, aunque fuese parte de ese Estado, debe estar en conflicto con su autoridad, conflicto amistoso, pero estar en alerta permanente, disentir, siempre del lado de los artistas, su lealtad no puede estar con la autoridad. Los artistas somos parte de la industria, somos trabajadores dentro de una industria, aunque muchas veces no se tenga real dimensión de ese status. Que nos pasemos la vida trabajando de lo que más nos gusta confunde a los que deben pagar por nuestro trabajo. Si cada uno de nosotros tuviera de qué vivir seguramente haríamos lo que más nos gusta en forma gratuita, pero ¡NO! Lo nuestro debe pagarse en tiempo y en forma. Hay acuerdos entre artistas y funcionarios municipales que no resistirían un análisis jurídico ni ético, pero ¿por qué los aceptan? porque quieren actuar, ser expuestos, ser publicados, pero los artistas somos así… un gran error, los artistas estamos solos y nadie nos defiende, por eso las administraciones municipales de cultura deben estar del lado de los artistas y, en cierta forma, alerta, en “amistoso conflicto” con la autoridad. Muy pocos artistas tienen agente, esos obtienen los mejores contratos, por cierto, pero la gran mayoría vive un estado terrible de indefensión ante ciertos usos y costumbres que debieran ser revisados y modificados y nunca ser defendidos desde el lugar del administrador del estado diciendo “porque siempre fue así”… vergonzoso.

Debo decir y escribir que para abordar todas estas propuestas, todas estas pretensiones y describir sus reales vivencias, me valgo de muchas personas, grandes y brillantes mentes que abundan y transitan por allí haciendo su parte y contando sus verdades. Si ellos piensan en algún momento y se preguntan: ¿quién recoge este guante? ¡Aquí, yo!

En algunos de estos párrafos hay citas de haber leído y escuchado a Claudia Piñeiro, vecina y consejera con la cual me he tomado los más ricos cafés escuchando su opinión. En la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires, dijo que un gesto trascendental para definir si se toma en serio a la literatura es: “la formación de lectores”. Nadie nace lector. Se llega a ser lector transitando un camino de iniciación. ¿Qué estamos haciendo todos, la industria, los promotores culturales, los escritores y especialmente el Estado para que haya cada día más lectores? Sin lectores no hay literatura; lo dijo Sartre: “La operación de escribir supone la de leer como su correlativo dialéctico (…) Lo que hará surgir ese objeto concreto e imaginario que es la obra del espíritu, será el esfuerzo conjugado del autor y del lector, solo hay arte por y para los demás”.

Entonces coincidimos en que necesitamos formar lectores, no cualquier lector se puede encontrar con cualquier texto si no se lo entrena, esta misma necesidad se puede trasladar a otros niveles de lectura y concluimos que las personas no están preparadas e instruidas para leer ningún texto. La democracia necesita ciudadanos, y la lectura forma ciudadanos con pensamiento crítico y diverso. Aun si no existiera competencia de los medios electrónicos; si una persona no está entrenada para leer, nunca elegirá esta opción. También está claro que, si un chico sale de la escuela primaria sin poder leer de corrido, no podrá ser lector. Hablamos de leer de corrido. Como primer paso debemos exigir que los alumnos terminen la escuela primaria con las habilidades indispensables para ser lectores. Lo tenemos que exigir no por la literatura, sino por ellos. De otra manera están condenados a la exclusión. Es una deuda de la educación que lleva décadas. Luego, buscar las maneras de transmitir el entusiasmo por la lectura. Si de verdad un país cree en la importancia de leer, agrega Claudia en su discurso, la promoción de la lectura debe ser una política de Estado.

Sin duda, con los matices y las particularidades que hacen a cada disciplina, esto puede trasladarse hacia las demás ramas de la expresión artística: la música, la plástica, la danza y el teatro.

¿Por qué un proyecto de cultura debe ser una razón de estado?

Cómo pasar por la administración pública sin morir en el intento

Hay golpes que son muy fuertes, contundentes, casi letales. y no me refiero a las pérdidas naturales: amigos, mascotas y familiares, en ese orden, se los llora un buen rato, duelen un tiempo y se los mantiene vivos con los mejores recuerdos posibles; pero aquellos golpes que no esperamos, los que caen sin aviso y no practicamos ni siquiera una forma de caer decorosa o simpática, nos golpean medio de atrás y medio de lado como para perder la línea absolutamente; y, en el momento de tocar el suelo, no hay cosa que nos frene, parece que justo en ese momento y lugar se abre un inmenso barranco y, como no reaccionamos inmediatamente, rodamos y, junto con nosotros, todo lo que teníamos en las manos y en la cabeza también. Algo así ocurre en el momento en el que uno se entera de las cosas que no puede evitar desde el lugar de ciudadano común, de esas cosas que la política siempre destruye y que no puede explicar, de lo políticamente correcto, de la gobernabilidad y de la coexistencia pacífica (pero entre políticos).

La política no puede explicar nada, nunca, la política no habla, siempre hay alguien dispuesto a explicar lo inexplicable, pero a los ciudadanos de a pie nos llegan las cosas ya resueltas, vaya a saber por quién, pero nunca pensando en la gente, ni en su beneficio. Todas las veces que hablé con quien ejerce la administración del Estado (fuera del color político que fuera y militara en cualquier ideología social o política) fue sobre cómo hacer, qué hacer, qué cosas son buenas de todas las existentes y cuáles sería bueno cambiar para lograr poner en marcha un programa de cultura que permita salirse de “la política”, evitar caer en las salidas comunes de organizar kermeses y poner artistas sobre un escenario.

Fue demasiado el tiempo que me llevó estudiar y prepararme para cada uno de los puntos (más de cien) que iban a abocarse en la gestión de la administración de cultura, las horas de entrevistas con gestores y hacedores culturales, las reuniones con artistas de todas las áreas involucradas: plástica, música, letras, danza y teatrales; directores y empleados de institutos privados de enseñanza de arte; directores y empleados de medios de comunicación radiales, escritos y audio visuales; establecer pautas para comprender las necesidades del ambiente artístico, las preocupaciones de quienes estudian seriamente desarrollar una carrera artística y de quienes, en forma profesional, viven de su vocación; necesidades y propuestas de quienes ejercen la docencia artística y de sus alumnos. Todo había sido estudiado y planificado. En todo este tiempo en que hablaba con todas estas personas era oportuno decirles que crean en un proyecto que fuera superador, un proyecto que sea de simple comprensión y cuentas claras con un presupuesto creíble y realista; creer que era posible establecer planes de realización en programas de cultura, que se iba a poder planificar planes de enseñanza artística sin depender del presupuesto y del color político de los docentes; que es necesario modificar estatutos y crear nuevas leyes u ordenanzas para delinear un trabajo serio en los empleados de cultura y en los docentes, que es necesario contar con un intendente que aprobara este proyecto y lo que pudieras poner en marcha; estoy seguro que muchas personas me creerían. El primer punto y el principal de este proyecto es la necesidad de quitar toda evaluación a prueba de resultados, ya que estos en cultura se ven o se evalúan a muy largo plazo. Una vez, mientras trabajaba para una fundación y realizaba un taller literario en el que trabajábamos con niños para crear y recrear cuentos, el presidente de esta fundación me preguntó cuándo íbamos a ver los resultados de esos talleres que hicimos durante dos años, mi respuesta siempre contundente fue: “nosotros, nunca”, aunque fuera en contra de mi propósito e incluso de mi presupuesto, quizá no le alcanzó mi explicación posterior, pero estoy convencido de que los resultados se verán cuando esos niños sean mayores o sean padres, el lugar que en sus vidas ocupe el “leer” y cuánto puedan transformar sus vidas a través de la lectura. De todas maneras, a pesar de esto, lo que no podía faltar era una planificación y un presupuesto acorde para comenzar a embarcarse seriamente en un programa o proyecto de cultura. Volviendo a las primeras líneas y al porrazo, lo mismo que cuando andás y te caés de la bicicleta, a medida que pasan los años cada golpe duele más; no soy Gandhi, el hindú, ni la madre Teresa de Calcuta; no comprendo, no supero, no perdono y, mucho menos, me olvido, soy muy humanamente humano para ver cómo año tras año se desperdicia otra oportunidad. No aprendo con los años, aprendo con los daños…

Desde que tengo uso de razón, pienso en modificar este concepto mal tomado y adoptado por cada institución en que se crea o establece una comisión de cultura; en que los que están en cultura deben encargarse de organizar las kermeses y poner artistas arriba de un escenario. Y muchos se preguntan, me lo preguntan (y durante mucho tiempo también me lo pregunté): ¿Cómo se modifica ese concepto? La respuesta es fácil: “Desde el Estado”.

Volviendo a la explicación del por qué no se trabaja seriamente en una Dirección de Cultura, no lo sé a ciencia cierta, creo que nunca sabré cómo es que ocurre casi tácitamente, como que hay un pacto de silencio sobre ese tema, yo me pude armar una respuesta elegante como para decir por allí que habla de la gobernabilidad y de todas esas cosas incomprensibles “de la política” para mí, que le permiten al gobernante administrador del estado poder negociar con los distintos sectores opositores la suerte de aparecer en bastantes fotos sonrientes para la prensa, codearse o estrechar la mano de algún artista… y realmente poco importa; el hecho es que ocurre y al único que le importa es a mí, o a alguien, o a alguno al que le pregunten y que luego escucha la sencilla frase “hay otras cosas más importantes.” No puedo físicamente escuchar nada más, soy egoísta, no puedo pensar en mis amigos y saber que seguramente tienen problemas mucho más serios que este que ahora expongo. Pero ¿qué les pasará a los funcionarios? ¿Qué problemas tienen? Qué cosas les impiden defender un proyecto que saben cómo se construye, que muchas veces han guiado a construir, incluso en el seno de su propia familia, que muchísimas veces han opinado y aportado montones de ideas y sugerencias para corregir y agregar a lo ya propuesto. Uno sale de allí, de la administración pública, aturdido y llorando, sin que se note (creo). Todo lo que uno había pensado para realizar en el proyecto de cultura se encuentra sorpresivamente con que ese proyecto no sirve, las ideas no sirven, que uno no sirve; y es así de real (y, si se quiere, esperable o previsible de alguien que no es servil ni sirviente para la política) que se necesita que el funcionario sea más fiel al salario que a las ideas, ¡sino no servís!; y, si no, no se entendería la cantidad de barbaridades imbéciles que nos enteramos a diario y vemos publicadas como grandes ideas sin ningún tipo de sentido, ningún tipo de vergüenza, y vacías de contenido, claro.

A partir de allí comienzo a elaborar esta idea de explicar mejor en qué consiste un proyecto de cultura, para qué “sirve” y por qué se necesita que un proyecto de cultura sea considerado una razón de estado.

Cuando una comunidad o un barrio se distrae en las tareas cotidianas de supervivencia, sus habitantes comienzan a transitarla con gran indiferencia, y la ciudad sigue su marcha sin prestarles atención a los temas realmente importantes.

La llegada maliciosa

Sabemos que la propaganda proselitista (política) efectiva apela a los sentimientos de la audiencia más que a su capacidad de razonamiento, metiéndose en la cabeza de las personas una y otra vez con fórmulas sencillas, sobre amor u odio, bien o mal, atacando a un supuesto enemigo haciendo referencia a argumentos intencionalmente seleccionados. Aunque estas prácticas solo se vean en regímenes totalitarios, la tentadora práctica de sus métodos es muy peligrosa para cualquier democracia. La proliferación de noticias falsas, la desinformación a través de las redes sociales, la existencia de un público deseoso de escándalo y entretenimiento, los medios de comunicación obsesionados con la medición de audiencia, los líderes apoyados sobre resentimientos y cambiando de opinión, con la siembra de confusión a sus seguidores. Los responsables de administrar el Estado están emitiendo tweets como si fueran adolescentes tratando de ganar un concurso, verborrágico sin tomar responsabilidad alguna con sus dichos y menos con su función. La propaganda es un mecanismo mediante el cual se engaña a la gente respecto de cómo puede hacer realidad sus metas impidiéndole ver qué es lo correcto; esto se logra con tiempo y con dinero, claro, apelando a las emociones de tal forma que el debate racional se hará a un lado, contaminar las conversaciones con estereotipos negativos, erosionar lo razonable, y establecer nuevas normas de respeto y responsabilidad mutua. Respaldar argumentos que son falsos con comentarios extravagantes e incomprobables, promover una imagen distorsionada del lugar (pueblo, ciudad o barrio) como un sitio disfuncional por la actual circunstancia de cosas que sufre los efectos de la ausencia del Estado que, de esa manera, es vulnerable a todo lo que les pasa y que necesitan de “él” para restaurar el orden.

Denunciar a este mesías como mentiroso es no entender el proceso publicitario y de propaganda; ellos transmiten poder al definir la realidad, y esa realidad que ofrecen es muy sencilla, con el objetivo de cambiar el sistema de valores. Los hechos tergiversados, la noticia falsa, los datos incomprobables, los argumentos reduccionistas suelen usar un lenguaje que parece apoyar ideales democráticos: libertad, igualdad y razón objetiva. Precisamente, al triunfar, el único fin es socavar esos ideales, la publicidad sin dudas provocó miedos que evitaron el debate racional; guiones sociales le dan sentido y legitiman estas acciones, afectan la información que adquirimos a través de la percepción, y se resiente el tejido social impidiendo la revisión contrastando hechos contradictorios emocionalmente conectados con nuestra identidad a la cual ayudamos a legitimar con creencias que se temían en momentos previos.

Consejo:

Dejar de dar importancia y valor a todo lo que no es hermoso, útil o alegre…

El incalculable valor de la cultura

Para el que le interesan los números o solo le sirven para oponerse a un proyecto que no puede comprender o dimensionar en forma tangible o una medida en moneda para que cada peso invertido tenga en algún momento un rédito o justifique su aplicación en un presupuesto municipal. Por eso el título de este párrafo inicia con la palabra mágica “incalculable” porque no podemos ni vamos a dimensionar a ciencia cierta el medible valor de la cultura. Para esta altura del libro, me imagino, ya debe resultar aburrido para quien no se apasione por este tema, le pido disculpas, aunque no le devolveré el dinero, pero le propongo hacer un pequeño ejercicio para que justifique ante los suyos; todos los problemas que le aquejan socialmente, todo lo que le llame la atención y le genere un cuestionamiento tiene una respuesta en lo cultural.

Hasta ahora se llevan años de no intentarlo, en años de probar con “la nada”, bueno, nada, no: ¡kermeses y músicos sobre el escenario! Y si tuvo o tiene la oportunidad de viajar, vea cómo otras ciudades han resuelto sus problemas sociales y culturales; pero no se quede en un asalto, en una violación, o en un feminicidio, ese es “uno”; vea a los 150.000 que por cada “uno de esos” respetan a su semejante, respetan las leyes, convive sin excluir.

Está de más que yo lo diga aquí en este libro, pero es así, solo con educación y cultura se solucionan los problemas de la comunidad. Digo que está de más porque ya lo han dicho cientos de personas brillantes, pero nada fue tomado en cuenta, solo si se le daba “algo” en forma directa y en su mano.

Cultura es un concepto que va cambiando a cada momento, en cada tiempo y en cada lugar. Ahora consideramos cultura a los videojuegos, la gastronomía, las redes sociales o los grafitis, cuando en los años 50 no era así, ni en los ´80 era así. Depende mucho de cada sociedad, pero podríamos decir que está relacionada con la forma de vivir y nuestros valores de identidad, patrimoniales y artísticos. Y queda muy en evidencia en cada cosa que generalmente (porque me pasa) observamos en la sociedad, desde el éxito de un producto hasta una forma de comportarse por un número importante de personas; eso también es cultura.

Se puede pensar en un valor o equivalente económico para el trabajo del desarrollo de la cultura, muy alto, sin dudas. La actividad artística (y su equivalente comercial) es un sector que en países normales aporta hasta el 2,5% del PBI, y ha alcanzado hasta el 3,3% cuando se han tenido en cuenta las actividades vinculadas a la propiedad intelectual. Tanto como la agricultura, la ganadería y la pesca que en muchos países promedian un 3% del PBI. La actividad artística vinculada a la cultura genera puestos de trabajo, crea empresas, genera ingresos, proyección internacional, innovación; y arrastra de manera indirecta a otros sectores como el turismo. ¡En EE.UU., la industria audiovisual (Hollywood) al igual que en la costa azul europea, es uno de los motores de la economía! Cientos de microemprendimientos podría una ciudad como esta poner en valor con solo tener en cuenta la periferia de lo artístico: libros, señaladores, posters, cd´s, estampados, diseñadores, escenógrafos, modistas, sastres, maquilladores, vestuaristas, estilistas, sonidistas, iluminadores, fleteros, choferes (UBER), contadores, abogados, liquidadores de impuestos, productores de seguros, agentes de viaje, medios de comunicación, etc., etc., etc., creo que la lista puede seguir…

Sin embargo, en pueblos como estos no hay una actitud valiente al emprendimiento, individual o colectivo; en mínimas sociedades o en empresas tampoco es fomentado por las entidades crediticias, bancarias o institutos de cultura; las familias no apuestan por el progreso individual de sus hijos (salvo contadas excepciones), se apuesta a la continuidad de la empresa o del negocio familiar y eso es una cultura muy difícil de modificar cuando las situaciones macro de las economías provinciales o nacionales hacen muy difícil el progreso en estabilidad que impide la planificación y la proyección de nuevos emprendimientos. No justifico, pero los entiendo por esto de lo cultural.

Por eso surgió la propuesta desde la administración del Estado en la Secretaría de cultura de la creación de un Instituto Municipal de Cultura que administre la cooperadora de cultura y dé fomento, por medio de micro créditos, a las actividades artísticas, con la implementación del mecenazgo, la relación con el empresariado local para la reglamentación de ordenanzas y la aplicación de leyes nacionales y provinciales para el fomento a través de los Ingresos Brutos y el Impuesto a las ganancias. Está todo inventado, solo hace falta organizarse y tomar la decisión de encarar en forma seria la administración de cultura desde el estado.

Toda persona, todo grupo o elenco que se relacione en la cultura a través de lo artístico logra mayor bienestar, mejor calidad de vida, cohesión social, hasta beneficios en la salud, valor educativo e identidad como miembro de un grupo. Sabemos que las personas movidas por su propia voluntad o llamadas desde un spot publicitario acuden a todo tipo de reuniones artísticas, que han ido a un concierto y han empezado a emocionarse, sonreír y moverse, vincularse; allí no existen grietas o muros. Lo artístico, en el escenario; y lo cultural, debajo, en la grada, en los pasillos, o en los bares y restaurantes luego de culminado el evento, reconocerse a los pocos días si reconocen o si son reconocidos por haberse visto, por haber compartido, algunos lo llaman magia, pero no, es cultura, es vincularse, es reconocerse, alegrarse por encontrar a un par, a un igual. Habrá quien diga que estos son casos aislados, pero son datos cualitativos reales que llegan mucho más a una sociedad que parece estar aburrida. Está probado que las personas que van al cine, al teatro, a conciertos, sobre todo en compañía, se sienten más felices, cohesionadas e integradas. Además, tanto los consumidores de cultura de élite —museos, ballet, teatro…— como los de productos de la industria cultural —cine, música pop, tango, folklore…—, suelen tener un nivel educativo más alto. Puesto así suena y parece elitista, pero es verdad que así como el correlato de la escritura es la lectura, a quien damos la posibilidad de leer, enterarse, informarse y cultivarse sobre arte, en cualquiera de sus disciplinas, alcanza para su vida privada y profesional, un mayor nivel educativo.

Se sabe que las autoridades europeas reconocen todos estos beneficios, pero nuestro gasto público en cultura en relación con otros países europeos es bajo, muy bajo; y en nuestro caso, casi nulo. Solo se gasta en sueldos de personal cerca del 1,4% del presupuesto municipal y casi un 0,6% en mantenimiento de edificios que incluyen alquileres, servicios básicos (agua, luz y gas) y telefonía e internet.

Ni la ciudadanía, ni las empresas ni la administración municipal acaban de ver todo el valor económico y social que aporta a la cultura la actividad artística. Creo honestamente que no les importa, que no es verdad ninguno de sus enunciados, todos sus discursos en este tema están vacíos de contenido, no son capaces de discutir cinco minutos sobre alguno de todos estos temas, respetando incluso su desconocimiento, su ignorancia y hasta su intención de que nada de esto ocurra en su pueblo. Yo defiendo que es un bien público, como la educación o la sanidad, porque cuando uno la consume nos acabamos beneficiando todos: reducción de los índices de criminalidad, democracia de mejor calidad, mayor rendimiento educativo, mayor valor en identidad, más innovación… Miremos los países serios, las ciudades que admiramos, que son los que más cultura consumen, e imitemos su implicación desde lo público en el acceso a la cultura que tiene la ciudadanía.

Incluso en las cuestiones de género la participación artística en la cultura les hará sentir y emocionarse, mejorará su rendimiento académico, sus empleos… La inclusión cultural les permitirá llegar a la inclusión social. Y así haremos avanzar a nuestra sociedad.

¿Por qué hay que educar en arte y cultura?

Cada niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo un artista una vez que hemos crecido.

Pablo Picasso

Art Madrid publicó este artículo con motivo de la 14ª Feria de Arte Contemporáneo 2019, todo lo que yo pueda agregar sería redundante aunque está implícitamente escrito en varios pasajes. No hay salida hacia el futuro si no es por este camino, todo lo que no conduce, todo lo que propone el populismo ya se ha probado y no se llega a ningún lado. Hay que darle a la comunidad un sacudón de realidad (planteado desde el Estado, claro). Se podrá hacer desde alguna institución o desde una fundación; y aunque los resultados sean altamente satisfactorios, no nos alcanzarían como sociedad, por eso insisto que debe hacerse desde el Estado.

Aun al día de hoy, la necesidad de educar en arte y cultura sigue siendo un tema de debate que está sobre la mesa. Comúnmente se piensa que la cultura, a cuya creación contribuimos todos, surge por generación espontánea y no necesita de mantenimiento o atención. Pero, muy al contrario, la cultura como fenómeno social, y el arte, como una de sus manifestaciones tangibles más concretas, requieren de la aportación de todos. Solo cobra verdadero sentido cuando se produce un intercambio consciente entre el legado histórico y la identidad que la cultura transmite y los nuevos usos y significados de valor que las modernas sociedades le atribuyen. Bien entendida, la cultura no necesita muchos recursos para que se desarrolle, ya que, como fenómeno social que es, surgirá y crecerá allí donde haya individuos. Pero lo que sí es necesario hacer es “educar” en la importancia y puesta en valor que la cultura tiene per se, porque sin esta labor educativa se produce un destrozo del pasado, una depreciación del acervo creado durante siglos y una pérdida de los referentes inmediatos que dotan de sentido a nuestra propia sociedad contemporánea.

Lejos de lo que pudiera pensarse, educar en arte y cultura es mucho más que instruir en historia y técnicas artísticas. El arte es una manifestación expresiva que surge en un contexto concreto y, como tal, transmite gran parte de los elementos que determinan la cultura de ese tiempo y ese lugar. Difícil sería pensar que los creadores renacentistas reflejasen en sus obras la preocupación por el cambio climático, como sí sucede en la actualidad, o que los autores de la nueva generación plasmen con el mismo afán las escenas religiosas que fueron el leit motiv por excelencia de la pintura de antaño. Por eso mismo, dar cabida al arte y a la cultura en las aulas es canalizar un conocimiento colectivo labrado a lo largo de los siglos y que constituye el mejor vestigio de nuestra identidad como individuos pertenecientes a un contexto particular.

La Unesco ha señalado que el dominio de la cultura y las artes es fundamental para el desarrollo de las personas. Por este mismo motivo, incentiva a diseñar programas educativos que incorporen estas ramas del conocimiento. Los beneficios son diversos: la educación en arte propicia el pensamiento alternativo y la búsqueda de soluciones creativas a los problemas, favorece cualidades como la tolerancia y la sensibilidad, ayuda a que se aprecie la diversidad y se abra un diálogo intercultural, además de desarrollar otras habilidades intelectuales y creativas del individuo.

¿Por qué el arte se sigue viendo como algo reservado para unos pocos? Del mismo modo que otras disciplinas igualmente necesarias para el desarrollo, como las actividades deportivas, asociadas a valores colaborativos y a la psicomotricidad, el arte y la cultura requieren la misma atención. En los últimos años varias voces han puesto de manifiesto los beneficios asociados a la formación en arte desde edades tempranas. Más que una cuestión de conveniencia, es, en realidad, un contenido esencial para el desarrollo que acompañará al individuo en las distintas etapas de la vida. Conceptos de absoluta actualidad y tan demandados en el mundo empresarial moderno como la creatividad, la imaginación o la innovación tienen su base en los estímulos inculcados desde pequeños. En la actualidad, la inteligencia y el aprovechamiento de las cualidades no se ciñe exclusivamente a ser hábil con el lenguaje y las matemáticas. El fomento del pensamiento alternativo y la solución de problemas ingeniosos, con sus conocidas aplicaciones en el mundo del emprendimiento, están íntimamente asociadas a la formación en arte.

Numerosos estudios plantean un cambio de enfoque al incorporar las artes en la educación. Los beneficios son innumerables y alteran los esquemas preconcebidos y heredados aún hoy sobre la permanente búsqueda de la exactitud en los resultados, propia de materias como las matemáticas. La naturaleza impredecible de la creación artística ayuda a desarrollar el pensamiento crítico y a generar vías alternativas de raciocinio. Las nociones de correcto e incorrecto se difuminan y se da cabida a vías de expresión que favorecen nuevas estructuras de discurso lógico. No existe una forma única de inteligencia, y es evidente que la integración del arte y la cultura en el proceso de aprendizaje es necesaria. Esperemos que esta paulatina toma de conciencia se traduzca en la incorporación de nuevas herramientas y recursos educativos desde la infancia. Solo es posible amar y entender aquello que se conoce.

Escribir sobre lo que escribía en una época me resultó desafiante al ver mi preocupación por un Estado ausente en cuestiones culturales, a pesar de ocuparse en “tratar bien” a algún artista ya formado, darle una beca a alguno que estuviera en la “mala” o darle un puesto de trabajo para que dé clases en algún taller municipal; organizar alguna que otra fiesta popular o kermés alrededor de alguna plaza. Más que eso no hubo, no se ocupó y no le interesó en ocuparse; gran sorpresa al conocer la propuesta de otros partidos políticos, de otros actores políticos que no pasaban de mejorar o maquillar, por más o por menos, un poquitito lo ya planteado. Y la mayor gran sorpresa: cuando tuve la oportunidad de formar parte de un grupo político que llegó al gobierno; y la gran oportunidad de demostrar en la administración de cultura cómo se podrían llevar a cabo los temas que, propuestos para una comunidad, iban a dar avance a la cultura popular desde la administración del Estado; nada más lejos a lo propuesto, duré lo que dura un GAS dentro de un canasto…

Cómo ser un administrador de cultura en la función pública sin morir en el intento, esquivar todas las opciones de caer en el populismo y ver cómo la desidia personificada en empleados municipales diciendo NO a todo, atomizados corporativamente para que nada suceda, nada los motivaba, nada los unía, salvo el desprecio permanente por los valores de quien piensa distinto y se manifiesta de acuerdo a su sentir; la dificultad de entender esa grieta y pensar hasta dónde personalmente la podía yo generar, preguntarme hasta el hartazgo si yo generaba ese rechazo que demostraban quienes no dudaban en entorpecer cualquier decisión que generara un cambio, incluso luego de dejado el cargo y preguntado a los mismos agentes el motivo, no tenían argumento, excusa o peor aún, algún proyecto que defender u oponer. Me arriesgo a pensar que la estigmatización había llegado por quienes sin leer esta revista o estas editoriales simplemente se les hizo saber que el autor, yo, era un zopenco* (*Nota del traductor: “un boludo”). Y algo de eso habría, incluso en los que supuestamente estaban de este lado de la grieta y sin decir nada ni emitir opinión sobre el tema acompañaron mi llegada a ser funcionario de cultura; docentes que no eran tales, solo un 20% en la planta municipal; la imposibilidad de acceder a presupuesto para el área; la excusa del momento era la herencia recibida, cuando sabían por mi proyecto que el presupuesto de cultura no movía ninguna aguja del presupuesto municipal; no poder contratar docentes de cada área artística, se me había dicho que por cada empleado dado de baja en el área podía contratar a alguien en reemplazo, sin aumentar la carga pública con más empleados y a sugerencia del intendente de no despedir a nadie. Incluso a los mal llamado “ñoquis” se los pasaba a disponibilidad para que encontraran un destino municipal que les permitiera cobrar el sueldo sin ir a trabajar.

Una vez realizada la reubicación de los agentes municipales y dadas las bajas necesarias, tampoco se me permitió ingresar docentes para las distintas áreas artísticas; en este punto (y creo que está aclarado en otro párrafo de este libro) no existía en ese momento una herramienta clara desde el área de RR.HH. (Recursos Humanos) para contratar a los docentes por hora o por módulos, al igual que se hacía en las entidades de enseñanza públicas y privadas. Ahora sé que sí fue creada esa forma de contrato en empleados municipales. Además, me encontré con empleados administrativos con un nulo conocimiento de administración, ni lo mínimo en computación, nada expeditivos en resolución de cuestiones administrativas, solo sabían usar la computadora para redes sociales. Por eso, el proyecto incluía la inmediata capacitación del personal en dos o tres veces al año no sólo en cultura, sino también en la administración y las RR.PP. (relaciones públicas) que tanto se les pide a los empleados en el trato con la ciudadanía desde las oficinas municipales; y el tiro del final cuando reconozco que: ¡YO NO SIRVO! A nadie, claro, ni a mi padre, a quien agradezco me haya educado de esta manera y mucho menos a “dirigentes políticos” a los cuales prácticamente habría que agradecer en forma de deidad el poder pertenecer de alguna manera a formar parte del gobierno. El proyecto está al alcance de cualquiera, física e intelectualmente, clarísimo en la confección y en cómo llevarlo adelante, lo que se necesita y eso sí fue, es y será quizá mi gran déficit, haber convencido (algo en lo que no creo, porque convencer es meter una idea en otro que no tiene); encontrar a las personas adecuadas al fin propuesto, juntarse con personas que sintonicen y den por claro las bases, solo discutir el “cómo”, nunca discutir la propuesta y mucho menos quiénes pueden llevarla adelante.

Así y todo, fui juntando los pedazos (de mí) y fui pensando en la idea de este libro que, muy acorde a la foto de tapa, regalada por mi amigo, el fantástico fotógrafo Cacho Velardocchio, dice: “Y NO NOS DEJES CAER…” en el populismo, claro; cómo ser funcionario de cultura y no morir en el intento. Cómo no permitir que el populismo use los espacios de cultura para hacer lo de siempre: palabras y soluciones fantásticas a problemas inexistentes, y no ocuparse seriamente y embarcarse en programas de cultura y fomento de lo artístico.

Transcribo esas editoriales y explico en lo posible desde mi lugar de espectador de la cultura, lo que pueda dar lugar a pensar un programa de cultura desde la administración pública.

Desde esa observación, quise hacer una recopilación de las distintas editoriales que escribí para la Revista ABC Cooltural que tuve el gusto de dirigir entre el año 2005 y el 2012, y poder comentarlas ahora con la experiencia de lo ya vivido y de qué modo pude observar que todos los problemas que tiene una sociedad responden a su cultura y por qué un proyecto de cultura debería ser tomado como una cuestión de Estado. Dar prioridad a sus propuestas tanto como la salud o la obra pública de infraestructura y poder comprobar que el presupuesto para una Secretaría de Cultura no mueve ninguna aguja al presupuesto municipal y que tanto bien hace, y que resultados fantásticos se pueden obtener a corto, mediano y largo plazo.

Editorial 1

Junio de 2005

Buenos días, tardes o noches, (tachar lo que no corresponda).

La idea es abrir un espacio de expresión de todos los ámbitos relacionados con el desarrollo del ser humano, para una exposición permanente, para y de los artistas, y columnas de opinión para todo tipo de expresión, que incluyan los movimientos artísticos; y dar lugar a la palabra de los que sienten que todo quehacer cotidiano hace a la cultura de su pueblo.

Partiendo de la definición de “cultura” que dice que es TODO LO QUE HACE EL HOMBRE, podemos dar la oportunidad de que toda persona que así lo desee y sienta un compromiso con los suyos y para con los demás pueda formar parte de este proyecto escribiendo cartas, opinando a través de las notas, o participando al exponer sus obras.

Hay alguna nota que otra que muestra al hacedor que consideramos exponente de su generación, asistimos a todos los eventos que nos invitan, y elegimos de la música que nos gusta una forma particular de hacértela llegar. Seguramente recibiremos cartas; críticas, de las lindas y de las otras, todas serán publicadas; daremos al lector la seguridad de que su opinión no cae en saco roto, y sabiendo que su opinión precisamente es opinable y, así, será expuesto a que alguien le conteste por este medio; ayudaremos a nuestros gobernantes, del ámbito local, les mostraremos las cosas que nos afectan en la cotidianeidad en nuestro desarrollo armónico. No será una columna de denuncias; sino, todo lo contrario, buscará colaborar con ellos.

Entrevistaremos a funcionarios, sabremos quiénes son en persona, quiénes velan por nuestro patrimonio público; y a profesionales que nos contarán sus vivencias cuando eran estudiantes y su desempeño en nuestra comunidad, una forma de despertar vocaciones.

Todos los días los medios bombardean a sus audiencias lo peor de su existencia y sus ejemplos: robos, asaltos, crímenes, muerte y toda muestra de ejemplos egoístas.

Aquí existe una columna para esos eternos románticos y altruistas.

La posibilidad de leer y publicar sus cartas y poemas de amor.

Mirar el deporte pilarense desde un banco, pero lejos del estadio mismo. Es bueno saber resultados, récords, marcas de algún deportista, pero será gratificante conocerlo. Poner el punto en el desarrollo personal de ese deportista en esa disciplina; descubrir qué cosas lo apasionan de la actividad, saber los pro y los contras de la esta y de llevarla o desarrollarla de forma profesional, y también saber de sus gustos personales.

El arte de la cocina, desde la vista de un chef y desde la vista de un ama de casa; recetas, secretos y, sobre todo, cómo comprar los alimentos, suplementos, dietas y algunos vinos.

Una interesante historieta graficada, con dos jóvenes con sus problemáticas actuales y un filósofo que se las trae, cuentos, relatos e historias que también publicaremos.

El desafío está planteado, para nosotros no será fácil y, ojalá, lo sea para ustedes. Haremos un ida y vuelta de casi todo lo que nos pase, pondremos un club cooltural para beneficio de nuestros suscriptores, descuentos en comercios, entradas a conciertos y eventos artísticos, trabajaremos junto con la dirección de cultura municipal y también nos divertiremos.

Hay una página web a la que invitamos a visitar, una pared para escribir graffitis, encuestas, producciones fotográficas y una disquería virtual: “Paladares exquisitos” donde podrás adquirir los discos que no se consiguen en esos lugares que todos conocemos.

Bien, esto está, arrancamos y solo queda la respuesta, la tuya, la de los artistas, la de todos los que hacen diariamente “cooltura”. Nos vemos en el Nº2

N. de la R1: página web: www.abcooltural.com.ar

(A registrarse ya).

N. de la R2: ¿por qué ABC?

Porque son los colores que me gustan: Azul, Blanco, Celeste.

Editorial 2

julio de 2005

Gracias, gracias, muchísimas gracias, qué fantástico lo que ha pasado, tantas emociones juntas, en lo personal y en el equipo, solamente puedo agradecer todas las muestras de afecto, las opiniones, las críticas, los mails, los apoyos económicos, las adhesiones, las suscripciones, las puertas que se nos abrieron, ¡y las que se cerrarán!

Lo que nos pasó en la página web el día del lanzamiento fue todo un embotellamiento de mensajes, verdad que uno en la intimidad cree que lo merece, pero ¿será para tanto?

Y sí, ya estamos en la calle, pero no en los kioscos, solo por suscripción, por Internet, y en dos lugares específicos en los que, a cambio de algo útil, te llevás la revista y, de paso, hacemos algo bueno. Por ejemplo, en Caritas Parroquial, llevás un alimento o una ropa en desuso; y, en la Casa de la Cultura, un libro o un útil escolar, y la revista es tuya.

Pusimos en marcha la disquería virtual “Paladares Exquisitos”, entrás por la página web, votás las encuestas, y pedís el cd o dvd que te gusta; y con un importante descuento y buen precio te lo llevamos a tu casa. Pusimos en marcha también el club cooltural, descuentos en distintos comercios, solo para suscriptores, un beneficio que vale la pena aprovechar.

Ya nos hemos presentado en sociedad, gracias a los colegas y a otros medios que se hicieron eco de nuestra propuesta, ¿cuál es nuestra propuesta?

Acercar a los artistas a la gente, simplemente eso, enterarte de cosas tan simples y cotidianas que hasta pensás que es alguien como vos.

Distintas maneras de mostrar al artista, a sus obras; y no es fácil, pero lo hacemos. Decididamente apoyamos a la Dirección de Cultura (nota principal) más allá de todo el disenso, y a pesar de que estamos de acuerdo en muchas cosas, bien nos decía el funcionario municipal, necesitamos volver a mirarnos, a reconocernos y a apoyarnos.

Te seguimos sugiriendo exquisitos platos de manos de nuestro chef, mostramos hacedores en el deporte y en lo profesional, recomendamos algunos discos, alguna que otra película, la opinión de un profesional en estos trastornos modernos; y, gracias a ustedes, seguimos adelante.

Nos vemos en el Nº 3.

Editorial 3

setiembre de 2005