Amor mundo - José María Arguedas - E-Book

Amor mundo E-Book

José María Arguedas

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Beschreibung

Amor mundo (1967) es un libro de José María Arguedas, que contiene los relatos: «El horno viejo», «La huerta», «El ayla» y «Don Antonio». En ellos el adolescente Santiago, asiste a episodios acontecidos en una hacienda en los Andes peruanos. Podría decirse que Amor mundo es un libro erótico. Sin embargo, aquí el sexo es una vorágine perturbadora, sórdida y ramplona. La virilidad es en Amor mundo un ejercicio de poder y dominio, ajena al amor romántico o al descubrimiento del deseo. Los personajes aquí retratados buscan, por igual, provocar gozo, sufrimiento y sumisión. Este es un libro que identifica la masculinidad subalterna del niño Santiago y la masculinidad dominante del hacendado don Guadalupe. La interacción de ambos personajes se da a través de una dinámica de aprendiz-maestro. Ambos intentan resolver cómo sus identidades son jugadas básicamente en el terreno de las relaciones sexuales. En consecuencia, cómo el sexo masculino involucra relaciones de poder y placer con las identidades femeninas detrás de la culpa. Los cuatro cuentos de Amor mundo poseen gran unidad temática y argumental. En ellos, la mujer asume la forma de la naturaleza violada por el hombre y se narra la traumática iniciación sexual del niño Santiago. - «El horno viejo» es un relato sobre la traumática iniciación sexual de un niño de nueve años. En el relato es forzado por el patrón a ver una violación y, más tarde, a participar. - «La huerta» es una continuación, con los mismos personajes, de la historia de «El horno viejo». Las relaciones sexuales son aquí desagradables y aun traumáticas para el chico Santiago. - «El ayla» prosigue con el tema de la iniciación sexual, violenta y repugnante para Santiago. - Finalmente, en «Don Antonio» encontramos a Santiago crecido. Ya es un jovenzuelo. Don lo Antonio lleva a un burdel tras una conversación sobre el sexo del hombre con su mujer, con su querida y con su puta.

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Seitenzahl: 55

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José María Arguedas

Amor mundo

Barcelona 2023

Linkgua-edición.com

Créditos

Título original: Amor mundo.

© 2023, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de la colección: Michel Mallard.

ISBN CM: 978-84-9897-362-4.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-616-1.

ISBN ebook: 978-84-9953-659-0.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Los relatos 7

El horno viejo 9

La huerta 21

El ayla 31

Don Antonio 39

Libros a la carta 51

Brevísima presentación

La vida

José María Arguedas Altamirano (Andahuaylas, Perú, 18 de enero de 1911-Lima, 2 de diciembre de 1969). Es considerado como uno de los tres grandes representantes de la narrativa indigenista en el Perú, junto con Ciro Alegría y Manuel Scorza.

Arguedas fue criado por los sirvientes indios de su casa paterna y, prácticamente, desde que nació, se impregnó de la cultura indígena propia de la región de Andahuaylas, Apurimac. Aprendió el quechua y se familiarizó con las costumbres indígenas al punto de centrar el fondo de su obra literaria en buscar la redención de los indígenas y de su cultura.

Este acercamiento no solo se dio por haber vivido con ellos desde su niñez sino también por su dedicación consciente al estudio científico de la etnología y el folklore popular.

Cuando llegué a la universidad leí los libros en los cuales se intentaba describir a la población indígena, me sentí tan indignado que consideré que era indispensable hacer un esfuerzo por describir al hombre andino, tal y como yo lo había conocido.

Los relatos

El tema por excelencia de la obra de José María Arguedas es la confrontación entre dos culturas: la andina de origen quechua y la urbana de raíces europeas. Nacido en Andahuaylas, en el corazón de la zona andina más pobre y olvidada del país, estuvo en contacto desde la infancia con los ambientes y personajes que incorporaría a su obra. Por esta razón su obra revela el profundo amor del escritor por la cultura andina peruana, a la que debió su más temprana formación.

Arguedas representa, sin duda, la cumbre del indigenismo peruano. En sus relatos se advierte la problemática que terminaría por presidir toda su escritura: la vida, los azares y los sufrimientos de los indios en las haciendas y aldeas de la sierra del Perú.

«Es una obra de literaria por un lado, pero también de antropólogo, de etnólogo, de folclorista y de un extraordinario traductor de obras indígenas al español. Yo creo que esa obra debe ser leída por las nuevas generaciones porque es una manera de conocer el Perú profundo.»

Mario Vargas Llosa

El horno viejo

Dormía bien en la batea grande que había pertenecido al horno viejo. A su lado, sobre pellejos, dormía la sirvienta Facunda. Cerca del fogón, en una tarima hecha de adobes que en el día era utilizada como apoyo para los peones, dormía la cocinera, doña Cayetana.

—Apesta a indio y cebolla —dijo el caballero, en la puerta de la cocina.

Prendió un fósforo y llegó hasta la batea. Vio las ollas de barro y leña en el suelo, y agua sucia. No había obstáculo alguno para llegar a la batea:

—¡Ah, candelas! Al diablo éste le ponen buenos pellejos sobre la batea. El condenado siempre es condenado; como éste es blanquito, aunque esté de sirviente, aquí le sirven.

Despertó al muchacho punzándolo con el bastón en la garganta. El bastón tenía punta de metal. Alumbraba aún el fósforo.

—Levántate; acompáñame.

El muchacho se levantó. Estaba vestido. Siguió al caballero. En el patio preguntó:

—¿Adónde?

—Adonde has de ser hombre esta noche. ¿Cuántos años tienes?

—El 17 de febrero cumplí nueve.

—Temprano hay que ser hombre. Duermes bien.

—Duermo bonito.

—Yo también voy a dormir bonito. Ya verás.

Atravesaron el patio grande de la casa. Las blanquísimas lajas del piso flotaban en la noche; se veían sus irregulares formas. La oscuridad solo llegaba hasta cierta altura de las piedras, y el muchacho caminó en el patio como sobre barro de niebla. Pero en la plaza, inmensa, el silencio cubría el vacío; toda la tierra. Sopló un viento y los dos eucaliptos gigantes del cementerio cantaron.

—¿Adónde me llevas? —preguntó el muchacho.

—Adonde has de aprender lo que es ser lo que sea. ¡Sígueme!

Lo siguió por varias calles. Sobre los techos de las casas abandonadas y en los muros de las huertas lograban destacarse los troncos de algunos espinos feroces.

Subieron a un muro. El caballero dejó caer una piedra sobre la rodilla del chico:

—¿Te dolió? —dijo.

—No. Cayó debajo.

—¡Sígueme!

El muchacho comprobó que habían cortado los espinos a lo largo de la cima de un muro; luego saltaron a un corral. Allí vivía un chancho muy gordo; pero había también una pequeña mancha, seguramente de romaza verde. Cantaban los grillos en ese sitio: oyó el chico, con toda claridad, el contraste del ronquido del cerdo y la voz de los grillos. «Uno de esos grillitos está llorando», pensó. «Quizás no ha muerto. Aquí, el Jonás atraviesa grillos con una espina, por parejas, y les amarra un yugo de trigo, para que aren. No habrá muerto, pues, gracias a Dios.»

—¡Si es la casa de doña Gabriela, tu tía! —dijo el muchacho, al saltar de otro muro hacia un patio donde florecía un pequeño árbol de cedrón.

—¡Sígueme! —dijo el hombre.

Abrió con bastante cuidado la puerta que daba al interior de la casa. Hizo que el muchacho entrara. Estaba todo muy a oscuras.

—Agárrate de mi poncho —le dijo.

El caballero se dirigió, claramente y sin vacilaciones, hacia el dormitorio de doña Gabriela. No separaba el dormitorio de la llamada sala, por donde los dos caminaban a oscuras, sino una división de madera.

—No vienes solo. ¡No vienes solo! ¿A quién has traído? —preguntó doña Gabriela.

—A Santiago; para que aprenda lo más grande de Dios. ¡Háblale, muchacho; que vea que ya eres hombre!

—Yo soy —dijo él, en voz muy baja; el grillo herido y el eucalipto estaban en su voz.

—¡Anticristo! ¿Crees que te voy a dejar? ¿Crees? —habló la señora.

Santiago sintió un ruido en la cabeza.

—Me desvisto —dijo el hombre.

Prendió un fósforo.

—Mira, Santiago —dijo.

Solo un calzoncillo largo le cubría las piernas.

—Ahora me acuesto. Ahora oyes. Si quieres ver, ves. Aquí tienes el fósforo.