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Ana es una despistada, tanto que un día, sin saber cómo, llega a un país lejano donde la gente viste de verde y las costumbres son muy distintas: las cosas tienen nombres raros y las tareas son más divertidas que los juegos. Ahí le hacen burla por ser diferentes y la obligan a cambiar de nombre y seguir sus reglas. ¿Logrará Ana defender su identidad y volver a casa, donde es querida y aceptada? Una historia fantástica sobre la tolerancia y la inclusión.
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Seitenzahl: 18
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Hinojosa, Francisco
Ana, ¿verdad? / Francisco Hinojosa ; Iustraciones de Diego Álvarez. – México : SM, 2021 Primera edición digital – El Barco de Vapor. Serie Azul
ISBN : 978-607-24-4310-5
1. Desarrollo de la personalidad – Cuenos infantiles 2. Inclusión – Literatura infantil
Dewey M863 H56
Para Aurelia
F. H.
Para Fabiana,
mi sobrina favorita
D. A.
Ana era una niña despistada. Sus papás le decían siempre que estaba en las nubes, que vivía en la luna, que habitaba en las estrellas.
Tan despistada era, que un día salió de su casa rumbo a la panadería para comprar el pan dulce de la cena y se perdió.
Cruzó la calle dando saltitos. Al llegar a la avenida, esperó pacientemente a que el semáforo se pusiera en verde; pasó junto a la panadería de don Silvestre y se siguió de frente durante un buen rato.
Poco a poco, conforme avanzaba, comenzó a sentir cada vez más frío. Tanto, que ya no lograba cobijarse con sus propios abrazos.
Justo cuando empezaban a caer los primeros copos de nieve, llegó a un lugar extraño que nunca antes había visitado.
Toda la gente vestía de verde y llevaba impermeables y paraguas del mismo color.
–¡Pero, niña! –le dijo una señora–, ¿cómo es posible que salgas a la calle sin tu resbalagua y sin tu paragotas?
–Es que... –trató de decir Ana, pero le castañeteaban tanto los dientes que no pudo seguir.
–Vamos, vamos –continuó la señora, y compartió con ella su impermeable y su paraguas–, en la cuadra siguiente está mi casa. Desde allí les podrás llamar a tus papás para que pasen a recogerte. Salir a la calle sin resbalagua, con este clima, ¡qué locura! ¿Cómo es posible que te hayan dejado salir así?
Al llegar a la casa de la señora, el semblante de Ana cambió. El calor que emanaba de la chimenea volvía el lugar confortable y placentero. Todo se veía muy limpio: las paredes, blanquísimas; la plata de las charolas, brillante; la alfombra, recién peinadita; los muebles, sin una brizna de polvo.
Una niña y un niño jugaban sobre un tablero un juego que ella no conocía.
–¿Qué es eso?
–¿Qué es qué? –se sorprendió el niño.
–Eso que están jugando.