Asistente personal - Kristi Gold - E-Book

Asistente personal E-Book

Kristi Gold

0,0
2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

¿Perdería para siempre a Kira y a su hijo? Al recibir el encargo de atender a un misterioso millonario, la diplomática Kira Darzin no esperaba que su tarea incluyera el dormitorio, pero en cuanto la ardiente mirada de Tarek Azzmar se fijó ella, Kira fue incapaz de resistirse. Su inesperado embarazo y la identidad secreta de Tarek se convirtieron en una amenaza para la familia real a la que ella veneraba. Hijo ilegítimo del difunto rey de Bajul, Tarek juró vengarse del padre que lo rechazó. Y Kira representaba una complicación por muy atraído que se sintiera por su sensual belleza.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 158

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2015 Kristi Goldberg

© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Asistente personal, n.º 2064 - septiembre 2015

Título original: The Sheikh’s Secret Heir

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-6816-8

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Epílogo

Capítulo Uno

Kira Darzin, jefa de administración de palacio del pequeño país de Bajul, estaba acostumbrada a que el rey la convocara de improviso, pero al llegar a su despacho y ver sentado junto al escritorio a un hombre espectacularmente guapo, se quedó paralizada.

Con el cabello negro perfectamente cortado, un traje de chaqueta gris marengo y zapatos italianos, tenía el aspecto de un millonario. Sus masculinas manos se apoyaban en los brazos de la butaca, y su gesto altivo le dotaba del aire de un alto ejecutivo.

Cuando Kira clavó su mirada en los negros ojos de Tarek Azzmar se quedó hipnotizada, tal y como le había sucedido una fatídica noche, hacía poco tiempo. Como entonces, percibió una aplastante seguridad en sí mismo, pero también intuyó profundos secretos y se sintió atraída hacia un lugar en el que ya había estado antes con él, y con otro hombre de su pasado. Un lugar al que se había jurado no volver.

También tuvo la extraña sensación de que parecía ser él quien gobernaba la corte, y no Rafiq Mehdi, el monarca de Bajul. A ello contribuyó la sorprendente ausencia de este. En su lugar, el señor Deeb, asistente personal del rey, saludó a Kira, que apenas escuchó sus palabras, abrumada por la presencia de Tarek que, levantándose, desplegó su metro ochenta de pura virilidad.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Kira recuperó la suficiente presencia de ánimo como para fingir que solo conocía al empresario marroquí por haber coincidido con él en algunos de sus encuentros sociales.

–Es un placer volver a verlo, señor Azzmar –dijo con una sonrisa forzada.

–El placer es mío, señorita Darzin.

El énfasis que puso en la respuesta le invocó perturbadoras imágenes en la mente a Kira. Besos apasionados, una noche de indescriptible placer... Seguida de seis semanas sin recibir ni tan siquiera un mensaje de él.

Ese amargo pensamiento la devolvió al presente.

–¿Qué puedo hacer por ustedes, caballeros?

Tarek le dedicó una sonrisa sensual, como la que había vencido su resistencia la primera vez que se habían visto.

–El señor Deeb se lo explicará.

El hombre calvo de mediana edad se ajustó las gafas.

–Estoy aquí en representación de su excelencia. Tanto yo como el señor Azzmar necesitamos su ayuda.

Kira asumió que querrían que organizara una cena de estado.

–Lo siento, pero no tengo la agenda conmigo. Si me dan una fecha…

–No se trata de eso –dijo Tarek–. La necesito para diez días, quizá para dos semanas.

Kira no comprendía qué tipo de acontecimientos podía requerir tanto tiempo de preparación.

–¿Le importaría darme más detalles?

–El señor Azzmar necesita una ayudante personal –explicó Deeb–, y el rey Mehdi le ha ofrecido sus servicios hasta encontrar a una sustituta.

Kira pensó que no podían estar hablando en serio, pero el gesto de Tarek le indicó lo contrario. Angustiada, empezó a pensar frenéticamente en excusas que justificaran su negativa.

–Me temo que tengo demasiadas responsabilidades en palacio. El príncipe Zain, su esposa e hijos, vuelven en tres días. La cuñada del príncipe Adan y el jeque Rayad, la semana que viene. Alguien tiene que hacer los preparativos para su llegada.

–Eso ya lo hemos resuelto –dijo Deeb–. Elena ha accedido a asumir sus responsabilidades hasta que termine su misión con el señor Azzmar.

A Kira le costaba creer que Elena, la antigua gobernanta y madre biológica del joven príncipe Adan, hubiera aceptado.

–Me contrató para poder retirarse. Es injusto pedirle algo así.

Deeb frunció el ceño.

–Es una orden del rey y Elena sigue obedeciendo sus órdenes.

Kira se mordió la lengua para no decir lo que el rey podía hacer con aquella orden.

–¿Y lo que yo opine da lo mismo?

Antes de que Deeb respondiera, Tarek dio un paso hacia él y dijo:

–¿Me permite hablar a solas con la señorita Darzin?

Deeb asintió.

–Por supuesto. Si me necesita, estaré en mi despacho.

En cuanto Deeb cerró la puerta tras de sí, Kira se volvió hacia Tarek con gesto contrariado.

–¿Se puede saber por qué no has rechazado la oferta de Rafiq dado lo que pasó entre nosotros?

Él se apoyó en el escritorio y se cruzó de brazos.

–No ha sido una oferta del rey. Lo he pedido yo.

–¿Por qué me has elegido cuando podría haberlo hecho cualquiera de las secretarias del palacio?

–No se trata de un trabajo de secretaria, y ninguna otra candidata me intriga como tú.

Kira fue hasta la ventana y, tras mirar unos segundos el montañoso paisaje, se volvió de nuevo hacia Tarek.

–¿Quieres decir que ninguna otra ha dormido contigo?

–Yo no recuerdo que durmiéramos aquella noche.

Tampoco Kira, pero sí recordaba un dato importante.

–Puede que no, y luego desapareciste sin dejar rastro. Pensaba que te habías mudado a Marruecos.

–¿Por qué iba a irme si acababa de reformar mi casa en Bajul?

Kira sabía que su hipótesis no tenía sentido. Como tampoco lo tenía haber permitido que su relación con él fuera demasiado lejos durante su estancia en Estados Unidos para la boda del primo de Rayad con Sunny, la hermana de Piper Mehdi.

–Me extrañaba no haberte visto en seis semanas –y le dolía, pero no estaba dispuesta a admitirlo.

–He estado de viaje.

–¿De mochilero? –preguntó ella con sorna.

Tarek la miró desconcertado.

–Rematando un acuerdo empresarial multimillonario.

Para hacerse aún más rico, pensó Kira, pero se guardó el sarcasmo.

–No creo que sea una buena idea que pasemos dos semanas juntos. Puedo ayudarte a buscar una sustituta.

Tarek fue hacia ella lentamente, clavándola en el sitio con la mirada.

–¿Vas a desafiar las órdenes del rey?

–Si le explico que estoy ocupada, lo entenderá.

Tarek sonrió provocativamente.

–¿Vas a decirle que hicimos el amor en el suelo de mi salón de baile?

El comentario le invocó otra serie de imágenes que Kira ahuyentó al instante.

–Claro que no. En primer lugar porque fue solo sexo. Segundo, porque me arriesgaría a perder mi trabajo. Me limitaré a decir que tengo la agenda ocupada.

Tarek se detuvo a unos centímetros de ella.

–Sabes que Rafiq Mehdi no aceptará esa excusa.

–Pues le daré otra –por ejemplo, un repentino viaje a Canadá para visitar a sus padres.

Tarek le retiró un mechón de cabello detrás de la oreja.

–Tus ojos me fascinan. Son de un azul oscuro excepcional, como lo es tu belleza.

«Ya empezamos». Sus tácticas de seducción habían metido a Kira en un lío ya en otra ocasión.

–No hace falta que me halagues. Ya has conseguido de mí lo que querías.

–Me encantaría volver a conseguirlo.

–¿De eso es de lo que se trata todo esto?

Afortunadamente, Tarek bajó la mano y Kira pudo respirar.

–No. Es verdad que necesito una ayudante de confianza. Eres inteligente y amable, y los Mehdi te tienen en alta estima. Eso no significa que no podamos disfrutar de nuestra estancia en mi casa de la playa.

Kira se quedó sin habla. Bajul era un país de interior.

–¿Piensas llevarme al extranjero?

–Sí, a Chipre, donde estoy preparando la inauguración de un exclusivo hotel. Por eso necesito tu ayuda.

Kira imaginó preciosas playas, atardeceres románticos y baños nocturnos.

–¿Y cuál sería mi papel? –preguntó suspicaz.

–Quiero que tomes las últimas decisiones sobre la cocina y la decoración del interior. También que asesores al encargado en la contratación del personal.

–No estoy especializada en interiorismo –dijo Kira, aunque era su pasión.

–¿No estás al cargo de la reforma del palacio que comenzará en unos meses? ¿Y no eres responsable de todos los eventos que se celebran en el palacio, incluida la comida y la decoración?

Era evidente que estaba bien informado.

–Sí, pero…

Tarek le posó un dedo en los labios para hacerla callar.

–No voy a obligarte a acompañarme. Pero sí te pido que consideres mi oferta.

Kira no dudaba de que ese sería su único pensamiento a partir de ese momento… antes de decirle que no.

–¿Cuándo quieres una respuesta?

–Mañana por la mañana. Mi avión saldrá por la tarde.

Kira miró la hora.

–Muy bien. Te contestaré lo antes posible. Ahora mismo tengo una cita.

Tarek la miró con severidad.

–¿Tienes un nuevo amante?

–No, una cita médica –contestó Kira, aunque no fuera de su incumbencia.

La expresión de Tarek se tornó preocupada.

–¿Te pasa algo?

Estaba cansada y nerviosa, pero eso no le impedía hacer su trabajo.

–Solo es una segunda visita tras una mala gripe –dijo, pasando junto a Tarek de camino a la puerta.

–Chipre es el lugar perfecto para recuperarse de una gripe –dijo Tarek cuando ya tenía la mano en el picaporte.

–¿No te preocupa que te exponga al ojo público?

Tarek esbozó una sonrisa.

–Ya me has expuesto en una ocasión y lo disfruté enormemente.

Kira puso los ojos en blanco.

–Tarek, si no abandonas las insinuaciones no vas a convencerme.

Él fingió una expresión inocente.

–Solo puedo prometer que lo intentaré. Y que haré que tu viaje merezca la pena.

Sus métodos para conseguirlo eran lo que preocupaba a Kira.

–Lo tendré en cuenta. Ahora, he de irme.

Tarek sorteó la distancia que los separaba en una fracción de segundo, le tomó la mano y se la besó.

–Hasta nuestro próximo encuentro.

«Si es que lo hay», pensó Kira a la vez que se marchaba precipitadamente. El sentido común le indicaba que no debía ir con él a ninguna parte, y menos a un lugar exótico en que pudiera olvidarse de sus problemas… y perderse.

Tenía que recordar que Tarek era el tipo de hombre que había decidido evitar. Y en cuanto le dijera que no iba a acompañarlo, no habría ninguna razón para volver a hablar con él.

–Estás embarazada.

Kira miró atónita a la doctora Maysa Mehdi a la vez que, sentada en la camilla de exploración, se estiraba la falda.

–¿Disculpa? –preguntó con la voz quebrada.

Maysa rodó el taburete hacia ella y se retiró su larga trenza por encima del hombro.

–Cuando mandé tus pruebas al laboratorio, pedí un análisis de embarazo debido a tu sintomatología. Ha salido positivo.

Kira se pellizcó el puente de la nariz y cerró los ojos.

–No puede ser verdad.

–Me temo que sí. No pareces contenta con la noticia.

Kira abrió los ojos y suspiró lentamente.

–No lo comprendo –dijo, consternada–. Primero, porque he tomado la píldora durante años. Y segundo, porque solo he tenido relaciones sin protección en una ocasión.

Maysa estudió el informe que sostenía en el regazo.

–Veo que no has solicitado una renovación de la píldora en los dos últimos meses.

–He estado tan ocupada que me he olvidado. Y tampoco la necesitaba –o no la había necesitado hasta que Tarek Azzmar se había colado en su vida como un ladrón de corazones y había roto su autoimpuesto celibato.

Maysa sonrió.

–A veces las cosas no salen como las hemos planeado. ¿Cómo se va a tomar el hombre en cuestión la noticia?

Kira no tenía ni idea. Ni siquiera estaba segura de que fuera a decírselo.

–La verdad es que no lo sé. Lo conozco muy poco y lo que pasó nos tomó a ambos por sorpresa.

–Si es un hombre de honor –dijo Maysa–, aceptará la responsabilidad de su paternidad.

Kira habría querido decir que lo era, pero todos los indicios señalaban en la dirección opuesta.

–El tiempo lo dirá.

Maysa se puso en pie.

–Entre tanto, debes cuidarte y descansar más.

Aunque Kira siempre había soñado con tener hijos, no era algo que estuviera en sus planes inmediatos, especialmente con lo ocupada que estaba en palacio.

–No sé cómo equilibrar el embarazo y el trabajo. Y no quiero pensar cuál va a ser la reacción de mis padres.

Maysa frunció el ceño.

–¿No se alegrarán?

–Mi madre es canadiense y tiene una mentalidad abierta, así que no habrá problema. Pero mi padre es de Bajul y muy tradicional. No estará contento de que su hija esté embarazada sin haberse casado.

Maysa le puso una mano en el hombro a Kira.

–Si decides que no es el momento oportuno, puedes plantearte una adopción.

Siendo ella adoptada, aunque poca gente lo sabía, tenía sentimientos contradictorios al respecto.

–No sé si sería capaz de entregar a mi bebé a unos desconocidos.

–Algunos pensamos que es lo más generoso que una mujer puede hacer con un hijo. En cualquier caso, no tienes que tomar la decisión de inmediato. Voy a recetarte unas vitaminas.

Mientras Maysa escribía la receta, Kira se puso en pie y se masajeó la zona lumbar. Al menos tenía una explicación para el cansancio y las náuseas que había estado experimentando. Y tendría que formular un plan de futuro y decidir si debía incluir o no al padre de su hijo.

Súbitamente se planteó aceptar la oferta de Tarek. Podría descansar dos semanas y le daría tiempo a averiguar si quería hijos, y si podría ser un buen padre. Si no se daban ninguna de las dos condiciones, podría tomar las decisiones correspondientes.

En cuanto volviera a palacio, lo buscaría y le haría unas cuantas preguntas sobre su propuesta. Solo entonces determinaría si pasar más tiempo con él era un riesgo asumible.

–La señorita Darzin está aquí para verlo, señor Azzmar.

Tarek alzó la mirada hacia la joven que había contratado recientemente.

–Hágale pasar, Adara.

Cuando la joven se fue, Tarek dejó a un lado los papeles que estaba revisando y esperó la entrada de Kira, que llegó tan hermosa como la primera vez que la había visto, al otro extremo de una sala, durante una recepción.

Kira se estiró la chaqueta y se pasó una mano por la corta melena antes de comentar:

–Veo que has terminado con la decoración.

–Me alegro de verte.

–Gracias –dijo Kira con fría cordialidad–. El despacho tiene un aspecto muy distinto a la última vez que lo vi.

Una ocasión que Tarek no había olvidado. La visita guiada de la recién construida mansión había terminado en un apasionado encuentro en el suelo del gran salón de baile.

–Faltan por terminar las suites de la tercera planta. ¿Qué tal te ha ido en el médico?

–Me ha dado el alta definitiva –Kira se adentró en la habitación y fue a mirar los libros de una estantería que había detrás del escritorio–. Veo que tienes gustos muy eclécticos respecto a tus lecturas. No sabía que te interesara la novela negra.

Tarek se aproximó lentamente.

–¿Has venido para hablar de mis gustos literarios?

Kira se volvió hacia él.

–En realidad quería hablar del viaje a Chipre, por si decido acompañarte.

Tarek se animó al pensar que Kira estaba considerando la proposición.

–¿Qué te gustaría saber?

–¿Me aseguras que solo nos ausentaríamos dos semanas?

–A no ser que surja algún inconveniente. En cualquier caso, si quisieras marcharte antes, podrías hacerlo.

Kira se cruzó de brazos e intentó sonreír.

–¿Así que no planeas mantenerme como rehén contra mi voluntad?

Tarek pareció ofenderse.

–Jamás mantendría a una mujer cautiva.

–Eso es tranquilizador.

–¿Alguna otra pregunta?

–Sí. Sigo teniendo dudas sobre tus motivos.

–¿Temes que intente seducirte? ¿Que te convenza de que hagas el amor conmigo en mi playa privada, en mi piscina privada o en mi gran ducha de vapor?

Kira lo señaló con el dedo.

–Eso es precisamente lo que me preocupa.

Tarek optó por fingir inocencia.

–Si no me equivoco, la primera vez que hicimos el amor…

–La única vez que hemos tenido sexo –lo cortó Kira.

Tarek confiaba en cambiar pronto esas circunstancias, pero pensaba utilizar la persuasión, no la coerción.

–Como estaba diciendo, no te obligaría a hacer nada que no quisieras. Y te aseguro que mi motivación es profesional, aunque te puedo asegurar que no tengo nada en contra del placer.

–Eso es lo que me preocupa –dijo ella, pasando a su lado y ocupando la butaca que él había dejado vacía.

Él la siguió y se sentó frente a ella en un sofá de cuero. Sus ojos siguieron el movimiento de la mano de Kira cuando esta se recorrió el muslo para estirarse la falda. Al instante imaginó aquella mano sobre su cuerpo y tuvo que hacer un esfuerzo para borrar la imagen de su mente.

–Estate tranquila. Si vienes, y eso es lo que quieres, mantendré las distancias.

–Eso es lo que quiero –dijo Kira, pero una vacilación en su mirada le indicó a Tarek que no estaba convencida.

–Respetaré tus deseos –a no ser que la palpable química que había entre ellos dictara lo contrario.

Kira no parecía llegar a confiar en él.

–Tarek, eres un magnífico hombre de negocios, pero eres un hombre. Posees dos cerebros y en un momento dado, utilizarás el segundo. Vas a tener que ejercer un férreo control sobre ti mismo.

Tarek decidió no discutir ese punto.

–Contarás con tu propia habitación y solo tendrás que soportar mi presencia durante las reuniones de trabajo.

Kira hizo girar la alianza de plata que llevaba en un dedo.

–Escucha, me agrada tu compañía, y ha sido así desde la primera vez que nos vimos. Es solo que en este momento no es eso lo que quiero.

Satisfecho con que hiciera aquella admisión, Tarek la observó.

–¿Así que disfrutaste de nuestro encuentro?

Kira vaciló unos segundos.

–Supongo que debo reconocer que sí, con la excepción del suelo de mármol.

–Por eso te dejé colocarte encima de mí.

–Después de haberme tenido debajo.

–Solo para desnudarte lo antes posible y recorrerte con mi boca y preparar tu cuerpo para…

–No hace falta que sigas.

Tarek no pudo reprimir una sonrisa.

–Ah, demasiado tarde. Teniendo en cuenta tus gemidos, creo que no te desilusioné.

Kira se puso en pie y suspiró.

–No estoy de humor para recuerdos. Me vuelvo al palacio.

Tarek se levantó a su vez.

–¿Vendrás mañana al avión?

Cuando Kira guardó silencio, Tarek contuvo el aliento, expectante.

–Te lo diré esta noche, cuando vengas a cenar al palacio.

Tarek frunció el ceño.

–¿Cómo sabes que estoy invitado?

Kira lo miró con sarcasmo antes de cruzar la habitación.

–Mi trabajo es saber todo lo que hacen la familia real y sus apreciados invitados –dijo, marchándose.

Una vez se fue, Tarek miró la hora, se sentó tras el escritorio e hizo su llamada diaria a la otra mujer de su vida. Pasaron unos segundos antes de que lo saludara la dulce voz familiar:

–¿Ahlan?