Aventuras y desventuras de un viejo soldado II - Juan Saavedra Rojas - E-Book

Aventuras y desventuras de un viejo soldado II E-Book

Juan Saavedra Rojas

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Este libro es un homenaje a la vida en el ejército, escrito por un militar en retiro, Juan Sergio Saavedra Rojas, quien, valiéndose del derecho a sus recuerdos, de investigaciones bibliográficas y de conversaciones con sus excamaradas, articula un conjunto de relatos donde reivindica la memoria como un ejercicio para rescatar del pasado reciente aquellas experiencias que se mantienen válidas en el presente, como por ejemplo, el estilo de vida de un militar y su trayectoria en las filas del Ejército de Chile.

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©Copyright 2020, by Juan Sergio Saavedra Rojas [email protected] Colección Sendero de Cuentos «Aventuras y desventuras de un viejo soldado II» Cuentos chilenos, 132 páginas Primera edición: agosto 2020 Edita y Distribuye Editorial Santa Inés Santa Inés 2430, La Campiña de Nos, San Bernardo, Chile (+56 9) 42745447 Facebook: Editorial Santa Iné[email protected] Registro de Propiedad Intelectual N° 2020-A-3880 ISBN: 9789568675912 eISBN: 9789568675943 Edición Gráfica y Literaria: Patricia González Ilustración de Portada: Andrés Cotrina Edición de Estilo y Ortografía: Tania Guzmán Edición Electrónica: Sergio Cruz Impreso en Chile / Printed in Chile Derechos Reservados

Dedicatoria

«Un líder no debe perseguir solo el éxito personal; quien guía a otras personas hacia un objetivo, debe tener claro que ese objetivo beneficia a todos, sé una persona íntegra; lograr desarrollar un sentido de integridad moral es una exigencia inapelable para todo aquel que aspire a ser un líder con éxito».

Sun Tzu

«Cuando asumimos ser soldados, no dejamos de ser ciudadanos».

George Washington

«Para amar a Chile, no es necesario ser militar, pero no se puede ser militar sin amar profundamente a Chile».

Parada Militar 2016

En forma especial, a mi distinguido Comandante de Escuadra SG2º, don Alejandro Machuca Contreras, quien me enseñó a dar mis primeros pasos en esta institución llamada «Ejército de Chile».

A quienes, alguna fría mañana en el terreno, abrasaron, con sus manos, el jarro de la cantimplora para sentir el calor del café.

A quienes aprendieron a armar la mochila para soportar la carga durante largas jornadas de marchas y ajustaron sus botas para que las ampollas sean menos molestas.

A quienes sintieron el verdadero orgullo de recibir y bautizar el uniforme de la Patria frente a sus familias.

A quienes se les puso la piel de gallina cuando gritaron con orgullo «Sí, juro».

A quienes, al mirarse al espejo, disfrutaron ese momento donde podían observar que su uniforme de trabajo no era de «trabajo», sino de un estilo de vida.

A quienes, al enmascararse y pintarse la cara, sintieron la mística de algún ritual guerrero.

A quienes se les hincha el pecho escuchando el Himno Nacional y viendo nuestro pabellón subir a lo alto de un mástil.

A quienes, la distancia del hogar, el frío, calor, hambre, sueño, cansancio; les enseñó a valorar y disfrutar las cosas simples de la vida.

A quienes que de todo esto aprendieron y reforzaron conceptos como el respeto, integridad, sacrificio, valor, disciplina y tantas virtudes más para poder considerarse hombre de bien y un digno hijo de la Patria.

A quienes sintieron como un «hermano» al camarada que pasó por lo mismo, estando a su lado.

A los que se fueron, pero estuvieron ahí con nosotros en los mejores y peores momentos.

A todos mis camaradas... de ayer, de hoy y de siempre.

Juan Sergio Saavedra RojasEl autor

Explicación preliminar

En este presente trabajo literario, es preciso determinar, fundamentalmente, la necesidad de exponer la veteranía y experiencia de la actividad cotidiana habitual y frecuente de un grupo de hombres relacionados en torno de la profesión de las armas, a través de un lapso indeterminado de años de convivencia.

Entrega que se realiza sutilmente con la información de anécdotas, sucesos y acontecimientos que reflejan el deseo de ofrecer a otros, lo que se ha vivido y aprendido. Las personas sienten la necesidad de compartir sus memorias y recuerdos, para lo cual hay que estar dispuesto, siempre, a escuchar con paciencia e interés, aunque a veces puedan parecer muy minúsculos o con exceso de pormenores.

Nuestra existencia, constantemente, sufre cambios; no hay espacio para la cotidianeidad, momento a momento hay que enfrentarse con la realidad. Cómo no mencionar el eslogan que manifiesta «Todo tiempo pasado fue mejor», aunque no lo sea, no pasa de ser un truco melancólico de la mente, sin embargo, escribir sobre esas remembranzas es un trabajo sin tregua debido a lo que se escribe hoy, mañana ya es historia.

Esta reunión de crónicas, cuentos y relatos ha sido un despertar y una intromisión al añejo pasado, pidiendo generosidad al intelecto y a la imaginación, sobre aquellos abriles dispersos. Algunos tristes y pesarosos; otros alegres, divertidos y graciosos como la vida misma y que perduran en nuestros corazones, arraigados y ocultos como un misterioso secreto, que se despiertan por un simple saludo de un amigo, como la lenta perorata de una composición poética.

La vida es un caminar de aprendizajes en forma permanente y constante; solo hay que tener el cuidado de no opinar acerca de lo que se ignora, y no temer al decir «No lo sé, pero lo averiguaré e investigaré». Siempre existirán hechos y sucesos de los cuales escribir un par de letras, (simples pelotudeces de antaño, en forma coloquial, opinarán y calificarán algunos) la diferencia está en realizar el cometido con dedicación, cariño, respeto y gratitud para con aquellos que el Supremo instala en tu camino.

«Antes de gritar, habla. Antes de hablar, susurra. Antes de susurrar, calla. Pues el silencio de palabras conduce al silencio de la mente. Y en este estado, se puede, por fin, escuchar el mensaje que llega de lo alto. Por eso suele ser parco en palabras».

Segmento de una oración tradicional tibetanaJuan Sergio Saavedra RojasEl autor

Prólogo

Se reivindica la memoria como un ejercicio para rescatar del pasado reciente aquellas experiencias que se mantienen válidas en el presente, como por ejemplo, el estilo de vida de un militar y su trayectoria en las filas del Ejército de Chile.

«Aventuras y desventuras de un viejo soldado II» no solo es la continuidad de la primera parte, sino que es –sin ambigüedades– un homenaje a la vida en el ejército, escrito por un militar en retiro, Juan Sergio Saavedra Rojas, quien, valiéndose del derecho a sus recuerdos, de investigaciones bibliográficas y de conversaciones con sus excamaradas, logra articular un conjunto de relatos en los que se rescata el valor de aprovechar cada día «aunque el viento sople en contra», gracias a la convicción de ser protagonistas de la propia historia. «No dejes que termine (el día) sin haber crecido un poco, / sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños. / No te dejes vencer por el desaliento».

Aunque el viento sople en contra como la muerte del conscripto Edgard Terrazas Borja producto de un derrame cerebral, la vida en situación de calle del exsoldado Luis Almendra, la arrogancia del instructor Caicedo, el accidente que casi le cuesta la vida al cabo Artes, las medidas disciplinarias que cambian si los involucrados son oficiales o clases, el desmayo de un clase ante el izamiento erróneo de la bandera en pleno acto cívico y el abandono de la ciudad de Calama que tantas riquezas le genera al país; a la vuelta de página, encontramos la esperanza de no dejarse vencer por el desaliento.

Ahí está la honradez de aquel soldado conscripto que ya en viaje hacia su pueblo, regresa al regimiento para informar a su superior que había entendido mal el mensaje, que su padre estaba vivo; el coraje de ese otro soldado, quien sin dinero para el pasaje debió pedir que lo llevara gratis el chofer y así cumplir con su llegada al regimiento; el reconocimiento a los héroes de 1978; la hazaña aún sin superar del capitán Alberto Larraguibel Morales como jinete del caballo Huaso; y, como la vida continúa en las nuevas generaciones, el viejo soldado juega con su nieto con soldaditos de plástico.

Sin embargo, la diversión también tiene cabida en los recuerdos de este viejo soldado. «El zorro con bototos» era una ramada que se hacía en Calama durante la celebración de las fiestas patrias y donde, según cuenta Saavedra Rojas, se pasaba muy bien; pero, para el resto del año están (estaban) los boliches y burdeles, además de los viernes de casino en el regimiento. Entre varias alternativas, se presenta «El Quijote», un lugar con música, cervezas y prostitutas. Y, en Santiago, «El mistral», «El bamby y «Los 4 gatos»; donde dicen que «todo el sueldo y mucho más se gastaba en San Diego, desde avenida Matta hasta la Alameda».

«Aventuras y desventuras de un viejo soldado II» de Juan Sergio Saavedra Rojas nos permite conocer el estilo de vida de los militares, el que nace con el juramento a la bandera y termina con la muerte misma.

Patricia González SáezPeriodista-Profesora de Lenguaje-Escritora-Editora

Aventuras y desventuras de un viejo soldado II

CARPE DIEM

«Carpe Diem, quam minimun crédula postero» (aprovecha el día, no confíes en el mañana). Las tropas romanas todos los días, en la formación a las seis de la mañana, saludaban con el grito «CARPE DIEM». En el año 8 a. de C., murió el poeta romano Quinto Horacio Flaco, simplemente Horacio, según los entendidos el más grande poeta lírico, autor de la señalada frase. La exclamación se hace famosa en la película «La sociedad de los poetas muertos», a raíz de un poema de Walt Whitman.

Aprovecha el día

No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte, que es casi un deber. No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario... No dejes de creer que las palabras y la poesía, sí pueden cambiar al mundo; porque, pase lo que pase, nuestra esencia está intacta. Somos seres humanos llenos de pasión, la vida es desierto y es oasis. Nos derriba, nos lastima, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa. Y tú puedes aportar una estrofa... No dejes nunca de soñar, porque solo en sueños puede ser libre el hombre. No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes, huye... «Yo emito mi alarido por los tejados de este mundo», dice el poeta; valora la belleza de las cosas simples, se puede hacer poesía sobre las pequeñas cosas. No traiciones tus creencias, todos merecemos ser aceptados. No podemos remar en contra de nosotros mismos, eso transforma la vida en un infierno. Disfruta del pánico que provoca tener la vida por delante. Vívela intensamente, sin mediocridades. Piensa que en ti está el futuro, y asume la tarea con orgullo y sin miedo. Aprende de quienes pueden enseñarte. Las experiencias de quienes se alimentaron de nuestros «Poetas muertos», te ayudarán a caminar por la vida. La sociedad de hoy somos nosotros, los «Poetas vivos». No permitas que la vida te pase a ti, sin que tú la vivas...

Al soldado retirado

recibido por WhatsApp

Estírese, soldado, y enderece su cuerpo, que ahí viene hacia nosotros, un «Militar retirado» en su ropa de civil engalanado, que ahora viste con desgano, no puede captarse lo que lleva guardado. Qué emociones sentirá al llegar a nuestro lado, él, que vistió nuestro uniforme casi treinta años, ¿qué recuerdos tendrá de este cuartel legendario que acuñó en sus mocedades, de bisoño soldado? Con las mismas ilusiones que nunca pasan de largo, ¡Junta los talones, soldado! Que estos militares de antaño descubren cualquier falla al dar la primera mirada. ¡Corrígete, soldado, y adopta la posición! Para que el «Militar retirado» no te vea mal parado. ¡Mira sus ojos! Se empañan cuando pasa saludando al izarse la bandera al son de nuestro Himno Patrio, hace todo lo posible por mantenerse aplomado. Y mostrar lo orgulloso que se siente, porque esta fe militar ¡es una sola, soldado! Empieza en la niñez y acaba en el camposanto, poca cosa se consigue con vestirse de paisano, si adentro la procesión sigue firme desfilando. ¡Saquen pecho, soldados, como nunca lo han sacado! Muestren bien su gallardía, como jamás la han mostrado que allí viene, a la derecha, con su ropa de paisano, un hombre que es un recuerdo de nuestras glorias de antaño. Que prestigió al Regimiento donde sirvió por muchos años, un hombre que luce un título, que deberíamos llevar grabado, en el alma, con acento venerado, y que solo en sus palabras dice; resumen sagrado, de la entrega de una vida, como fiel apostolado. Sin buscar otras conquistas que el honor de ser soldado ¡Atención, Regimiento, que ahí llega, a nuestro lado, un crisol de nuestra patria, «un militar retirado»! «Gracias, gracias, por sus servicios y entrega a la Patria».

Aneurisma fatal

En la guarnición militar, estaba todo preparado para celebrar un aniversario más de la batalla de La Concepción, en recuerdo de los 77 jóvenes soldados que combatieron hasta la muerte en la guerra del Pacífico, entre el 9 y 10 de julio de 1882.

Los nuevos soldados conscriptos juran fidelidad y lealtad a la bandera y a su patria, se aprenden de memoria el juramento para tan significativa ocasión inolvidable en sus vidas:

Yo, [grado y nombre del juramentado] juro por Dios y por esta bandera servir fielmente a mi patria, ya sea en mar, en tierra o en cualquier lugar, hasta rendir la vida si fuese necesario, cumplir con mis deberes y obligaciones militares conforme a las leyes y reglamentos vigentes, obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de mis superiores, y poner todo empeño en ser un soldado valiente, honrado y amante de mi patria.

Edgard Terrazas Borja, era uno de ellos, con entusiasmo y un futuro promisorio como cualquier joven de su edad, comprometido con su patria se encontraba realizando su Servicio Militar Obligatorio, en una unidad militar enclavada en el norte del país.

Los superiores jerárquicos, ante el compromiso y el esfuerzo realizado durante las preparaciones, deciden otorgarles permiso o salida francos, con la finalidad de que salgan a realizar invitaciones a sus familiares y amigos para que asistan a tan importante ceremonia y los acompañen, realzando con su presencia tan significativo acto como es el juramento a la bandera, celebrado cada año por el Ejército de Chile, en recuerdo de los 77 héroes de La Concepción.

Edgar se dirigió a su unidad fundamental, se vistió de civil, cuidadosamente fue guardando uno a uno los elementos de su cargo militar, dejándolos muy ordenados dentro de su casillero personal, y se integró a la columna de sus camaradas que se alistaban para dirigirse a la guardia de la unidad, en donde el comandante de guardia, realiza la última fiscalización y control, consultando si tienen algún problema o circunstancias que dificulten su acceso a su permiso franco.