Bernie Sanders - Jonathan Tasini - E-Book

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Jonathan Tasini

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Beschreibung

El famoso senador independiente de Estados Unidos, con una carrera de treinta y cinco años en el servicio público, hizo campaña para la presidencia de Estados Unidos, movilizando a gente de todo el país, poniendo la justicia económica, racial y social en el centro de atención.El objetivo era construir un movimiento para recuperar el país de manos de los ricos y poderosos, y devolverlo a su legítimo propietario, el pueblo estadounidense. El mensaje resonó con fuerza en el Partido Demócrata y en las filas republicanas independientes, así como en la clase trabajadora y amplios sectores de la clase media, incluyendo millenials, personas mayores, inmigrantes, veteranos, ambientalistas, sindicalistas, etc. Jonathan Tasini recopila en este volumen algunos de los mejores discursos, declaraciones públicas y entrevistas de Bernie Sanders, dejando claro su espíritu en defensa de las clases populares a través de una serie de propuestas básicas que constituyen una de las agendas políticas más amplias e inclusivas de Estados Unidos. Una lectura obligada para cualquiera que comparta una visión de futuro común, sostenible y justa, y sobre todo que esté dispuesto a intentar cambiar el curso de la historia.

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Prefacio

He participado en política durante toda mi vida, ya sea ensobrando, haciendo campaña puerta a puerta bajo toda clase de circunstancias climatológicas o trabajando codo a codo con los políticos. De modo que mi alerta de pamplinas se activa con facilidad en presencia de la mayor parte de los políticos... y salta con frecuencia, incluso en presencia de aquellos con quienes estoy de acuerdo.

Hace unos años sucedió algo. En el transcurso de un par de días del año 2013 pasé unas cuantas horas charlando con Bernie Sanders con el fin de hacerle una entrevista para la revista Playboy. A ciencia cierta, fue un placer —por desgracia, una experiencia demasiado poco habitual— charlar con un congresista que tenía una comprensión realmente compleja y bien informada de los asuntos que afectan a la población. Se trata de una comprensión profunda, asentada sobre una visión del mundo que pretende representar a las personas corrientes, y no porque dé buenos resultados en las encuestas, sino porque Bernie cree en lo que dice.

Cuando salí del despacho de Bernie Sanders, aparte de la energía que se recibe en el transcurso de un buen intercambio de ideas, me quedé con una sensación inusualmente persistente de que había algo distinto: autenticidad.

La autenticidad es difícil de simular. Y, como todos sabemos, los políticos de todas las procedencias dedican muchas horas y gastan muchos millones de dólares para tratar de decir a los votantes, esforzada y, a menudo, cómicamente, «yo soy como tú; soy de verdad».

Pero la autenticidad es fácil de explicar. Es una sensación primaria: «Aquí está. Esto es lo que yo creo en lo más profundo de mi ser. No tengo que convocar a un séquito de asesores sesudos y demás aduladores para que me digan lo que debo creer. Esto soy yo».

Esta es la esencia de Bernie Sanders. Nada de pamplinas. Opiniones y creencias sin adornos.

Ahora, en su afán por convertirse en presidente de Estados Unidos, Bernie lleva esa autenticidad a la escena nacional. Mientras escribo estas palabras, decenas de miles de personas se han congregado ya para oírle decir la verdad en encuentros y mítines multitudinarios celebrados en polideportivos y salones de todo el país.

Digámoslo con claridad: es un político con éxito electoral, elegido en cuatro ocasiones alcalde de Burlington, en Vermont (como independiente) desde 1981; que ha sido el solitario representante del estado de Vermont en la Cámara de Representantes de Estados Unidos entre 1990 y 2006; y que, por último, accedió al senado estadounidense en el año 2006.

Todo lo cual despierta la pregunta acerca de su estimulante campaña para llegar a la Casa Blanca que algunos han formulado: ¿por qué el congresista independiente con una trayectoria más larga en la institución, que se describe a sí mismo sin vacilar como socialista democrático, emprende en las primarias del Partido Demócrata la carrera para ser presidente?

Sin duda, en parte es una cuestión práctica. En medio del sistema bipartidista imperante, a menos que sea uno multimillonario, es prácticamente imposible ganar unas elecciones siendo independiente (y, como demostró Ross Perot, ser multimillonario ni siquiera lo convierte en pan comido). Por otra parte, tiene que ver con la promoción de una marca política y con la corrupción intrínseca de unas elecciones estadounidenses alimentadas por súper Comités de Acción Política (por sus siglas en inglés, PAC, Political Action Committee) a partir de la sentencia del caso Citizens United contra la Comisión de Elecciones al Gobierno Federal, un asunto en el que, como se podrá leer en este libro, Bernie deposita una pasión vehemente.

Pero hay algo más. En una conversación que mantuvimos allá por el año 2013, pregunté a Bernie si pensaba que la gente entiende el concepto lucha de clases, que ocupa un lugar central en sus discursos cuando explica cómo la brecha histórica entre ricos y pobres está desgarrando la nación.

Me respondió lo siguiente: «A veces, se me acerca gente para decirme que soy muy valiente por decir las cosas que digo. Yo les respondo: “No soy valiente. Eche un vistazo a los tipos que quieren conceder más exenciones fiscales a los multimillonarios y recortar los programas de gasto para las familias trabajadoras. Eso sí que es de valientes, pues la inmensa mayoría de la población estadounidense cree que es una locura”. Los sondeos indican: “No recorten las prestaciones de la Seguridad Social; no recorten las prestaciones de Medicare; no recorten las prestaciones de Medicaid. Pidan a las empresas grandes y multimillonarias que paguen más impuestos”. La pregunta política es por qué los republicanos no han quedado reducidos a la categoría de un simple tercer partido marginal, con una representación de un 15 por ciento. La respuesta es que la mayoría de la gente no percibe que haya una gran diferencia entre los dos partidos. Los demócratas son demasiado dispersos y su mensaje es tan poco claro que los estadounidenses no perciben la verdadera diferencia».

Esta es la esencia de su fe en que puede ganar: está seguro de que si habla con osadía, con claridad, con honestidad y con sinceridad puede convertirse en el candidato demócrata a la presidencia y el partido que lidere puede ganar en todas partes —en los cincuenta estados— y relegar a la minoría a un Partido Republicano retrógrado, contrario a los trabajadores y a favor de las grandes empresas. Sería un partido transformado, con un abanderado que no vacilaría en decir exactamente lo que opina, como expone este libro, tanto si camina por las calles de Newark, Tampa, Eugene, Detroit o Dallas, ya sea caminando desde el sur más profundo hasta el Medio Oeste, o viajando desde un fulgurante océano a otro.

El objetivo de este libro es presentar de forma sucinta la autenticidad y los logros de Bernie, una serie de ideas que él considera un programa ganador porque, con independencia de las etiquetas que se quiera adherir al mensajero, refleja con exactitud los deseos y creencias de la mayoría de la gente. Nadie debería subestimar —y Bernie tampoco lo hace— el reto que supone llegar a la Casa Blanca: es un camino muy empinado por toda una serie de razones logísticas y organizativas.

Pero lo que se expone aquí solo es una cosa: la senda que ha trazado hasta la victoria es viable porque, dada su autenticidad, sus opiniones son las opiniones de Estados Unidos.

Bernie Sanders es portador de una esperanza y una imagen para el siglo XXI de un Estados Unidos de América que sea solidario, sostenible y más justo y equitativo.

Me he propuesto ser breve. Todos los capítulos son breves. Cada uno de ellos se puede leer de forma independiente, en función del interés del lector. Me he acostumbrado a las palabras directas de Bernie, sobre todo en sus discursos ante el pleno del Senado o la Cámara de Representantes, o en las declaraciones que hace, pues suele incluir explicaciones y descripciones muy concretas del problema en cuestión de tal modo que cualquier lector pueda entenderle. Cada capítulo cuenta con una breve introducción mía, en la que se exponen algunos antecedentes, y concluye con las medidas o acciones específicas que Bernie ya ha adoptado para poner en marcha sus ideas.

Es importante subrayar un elemento del título de este libro. Todo esto es lo que yo creo que son las ideas principales de Bernie Sanders; no todas sus ideas. Quería que este libro estuviera disponible enseguida y pudiera servir como herramienta de trabajo y organización práctica. Permite al lector sacar conclusiones sobre la visión del mundo y la filosofía general de Bernie e indagar en busca de otros puntos de vista adicionales acerca de cuestiones no recogidas en estos capítulos.

Espero que las palabras aquí expuestas ayuden a los individuos a exponer los argumentos de la candidatura de Bernie a un familiar, un vecino, un amigo o un compañero de trabajo.

Pero, en última instancia, y como suele decir Bernie, no se trata de Bernie. Se trata de nuestras posibilidades de encender la llama de una revolución política ejerciendo el poder colectivo para restaurar la democracia y la justicia.

Feel the Bern.[1]

Jonathan Tasini

[1] Feel the Bern es el eslogan de la campaña de Bernie Sanders para las elecciones primarias del Partido Demócrata. Encierra un juego de palabras intraducible. Combina el apelativo de Bernie Sanders con la expresión de uso común «Feel the burn», con la que se alude a la sensación de quemazón muscular tras un esfuerzo prolongado que reportará una mejor condición física posterior. (N. del T.)

Introducción

«Bernie ha sido un defensor incansable de los niños y ha promovido la financiación y legislación en favor del sostenimiento público de las necesidades básicas de las familias trabajadoras y sus hijos. A diferencia de muchos otros políticos, él sabe lo que cuestan el combustible de calefacción del hogar, la gasolina del coche, los cuidados infantiles y las matrículas universitarias».

DONNA BAILEY,

directora ejecutiva del Addison County

Parent/Child Center, Middlebury, Vermont[2]

«No hay ningún dirigente al que los habitantes de Vermont hayan respetado y votado de la forma en que respetan a Bernie porque saben que él siempre piensa mucho lo que dice y siempre defiende lo que piensa».

BILL MCKIBBEN,,

ecologista y escritor de Vermont[3]

El 26 de mayode 2015, un hermoso día en Burlington, Vermont, el senador Bernie Sanders presentó su campaña presidencial ante millares de seguidores entusiastas. Había dedicado muchos meses a sopesar si participaba o no en la carrera presidencial y a consultar a personas de todo el país. A muchos les decía que le encantaba el cargo que ocupaba en ese momento, desde el cual podía servir a los intereses de la población de Vermont. También decía que no se despertaba todas las mañanas con el deseo irrefrenable de ser presidente de Estados Unidos.

Pero, aun sabiendo con certeza el profundo reto financiero y físico que comporta una carrera presidencial por todo el país, reconocía también que el país está en crisis. Cree que es un momento singular porque personas de todo el espectro político, en todos los estados, anhelan soluciones que aborden la brecha histórica entre ricos y pobres, y porque ambos partidos políticos no han logrado presentar un liderazgo que anteponga a las personas.

Este es el texto completo de su anuncio, que ofrece una panorámica general de cuál es su concepción de una revolución política; una panorámica que el resto de este libro desglosa y analiza con más detalle. — J.T.

Muchas gracias a todos por haber venido y por el apoyo que me habéis prestado durante todos estos años: como alcalde de esta gran ciudad, como único congresista de Vermont y, ahora, como senador. Gracias también a mis amigos y compatriotas de toda la vida de Vermont: Bill McKibben, Brenda Torpey, Donna Bailey, Mike O’Day y Ben [Cohen] y Jerry [Greenfield], gracias por todo lo que hacéis y por vuestros muy generosos comentarios. Gracias también a Jerry Nelson por ejercer de moderador de este acto y por tu papel destacado en la agricultura de Vermont.

También quisiera dar las gracias por su cariño y apoyo a toda mi familia; a mi esposa Jane, a mi hermano Larry, a mis hijos Levi, Heather, Carina y Dave, y a mis siete preciosos nietos: Sonny, Cole, Ryleigh, Grayson, Ella, Tess y Dylan, que tanta alegría dan a mi vida.

Hoy, aquí, en nuestro pequeño estado —un estado pionero en la nación en tantos aspectos—, me enorgullece anunciar la presentación de mi candidatura a presidente de Estados Unidos de América.

Hoy, con vuestro apoyo y con el apoyo de millones de personas de todo el país, iniciamos una revolución política para transformar nuestro país desde el punto de vista económico, político, social y medioambiental.

Hoy nos ponemos en pie para decir con voz alta y clara: «Ya está bien. Esta gran nación y su gobierno pertenecen al pueblo, no a un puñado de multimillonarios, ni a sus súper Comités de Acción Política y sus grupos de presión».

Hermanos y hermanas: Ha llegado el momento de pensar en pequeño. No son tiempos para repetir las mismas viejas políticas de la clase dominante, ni las rancias ideas del núcleo y el entorno de la burocracia federal de Washington.

Ha llegado el momento de que millones de familias trabajadoras se unan, revitalicen la democracia estadounidense, pongan fin al desmoronamiento de la clase media de nuestro país y garanticen que nuestros hijos y nietos puedan disfrutar de una calidad de vida que les reporte salud, prosperidad, seguridad y alegría; y de que vuelvan a hacer de Estados Unidos el líder mundial de la lucha por la justicia social y económica, por la sensatez medioambiental y por un mundo en paz.

Compatriotas estadounidenses: este país se enfrenta hoy día a problemas más graves de los que le hayan aquejado en cualquier otra época desde la Gran Depresión y, si incluimos la crisis planetaria del cambio climático, podría suceder perfectamente que los retos que afrontamos ahora sean más acuciantes que en cualquier otra época de nuestra historia moderna.

Esta es la promesa que os hago para esta campaña. No solo lucharé para proteger a las familias trabajadoras de este país, sino que todos vamos a construir un movimiento de millones de estadounidenses que están preparados para alzarse y contraatacar. Vamos a llevar esta campaña directamente a la gente: mediante mítines urbanos, con conversaciones puerta a puerta, en las esquinas de las calles y a través de las redes sociales; y para eso está, a propósito, BernieSanders.com. Esta semana estaremos en New Hampshire, Iowa y Minnesota; y no es más que el principio de una intensa campaña de base.

Digámoslo con claridad. Esta campaña no se trata de hablar de Bernie Sanders. No se trata de hablar de Hillary Clinton. No se trata de hablar de Jeb Bush, ni de ningún otro. Esta campaña trata de las necesidades del pueblo estadounidense y de cuáles son las ideas y propuestas adecuadas para responder con eficacia a esas necesidades. Mi campaña, la de alguien que jamás en su vida ha lanzado consignas políticas para desprestigiar a los adversarios, estará impulsada por temas y debates serios; no por chismorreos políticos, no por temerarios ataques personales, ni por difamaciones. Esto es lo que creo que el pueblo estadounidense quiere y merece. Espero que los demás candidatos coincidan conmigo y espero que los medios de comunicación permitan que se desarrolle en estos términos. En una sociedad democrática, la política no debería recibir el tratamiento que recibe un partido de béisbol, un concurso televisivo o un culebrón de radio. Corren tiempos demasiado difíciles para hacer eso.

Permitidme que dedique unos minutos a aludir someramente a algunos de los temas que desarrollaremos en los próximos meses y que, a continuación, os ofrezca un esbozo de Programa para Estados Unidos que, de hecho, abordará estos problemas y nos conducirá a un futuro mejor.

Desigualdad de renta y riqueza

Hoy día vivimos en el país más rico de la historia del mundo, pero este hecho significa muy poco para la mayoría de nosotros porque casi toda esa riqueza es propiedad de un diminuto puñado de individuos, que son quienes la controlan. En Estados Unidos hay ahora más desigualdad de renta y riqueza que en cualquier otro país importante de la Tierra, y la brecha existente entre los más ricos y todos los demás es más amplia que en cualquier otro momento desde la década de 1920. El asunto de la desigualdad de renta y riqueza es la cuestión moral más importante de nuestro tiempo, es la gran cuestión económica de nuestro tiempo y es la gran cuestión política de nuestro tiempo. Y nosotros la abordaremos.

Permitidme que hable con claridad. Hay algo profundamente equivocado en el hecho de que el 0,1 por ciento más rico de la población posea casi tanta riqueza como el 90 por ciento más pobre, y en que el 99 por ciento de toda la riqueza nueva que se crea vaya a parar al 1 por ciento más rico. Hay algo profundamente equivocado en que, como hemos visto en los últimos años, el número de millonarios y multimillonarios haya aumentado en el mismo periodo de la historia en el que millones de estadounidenses trabajan más horas a cambio de un salario más bajo, y en el que tenemos la tasa de pobreza infantil más elevada de cualquier país importante de la Tierra. Hay algo profundamente equivocado en que una familia posea más riqueza que los 130 millones de estadounidenses más pobres. Este grotesco grado de desigualdad es inmoral. Es fruto de una economía errónea. Es insostenible. Este tipo de economía amañada no es propia de aquello en lo que se supone que consiste Estados Unidos. Esto tiene que cambiar y, como presidente vuestro, lo cambiaremos juntos.

Economía

Pero no se trata solo de desigualdad de renta y de riqueza. Se trata de la trágica realidad de que en los últimos 40 años ha venido desapareciendo la gran clase media de nuestro país, otrora envidia del mundo. A pesar del explosivo desarrollo de la tecnología y del incremento de la productividad de los trabajadores, la renta familiar media es casi 5.000 dólares más baja de lo que era en 1999. En Vermont, y por todo el país, no es raro que las personas tengan dos o tres empleos solo para tratar de reunir los ingresos suficientes para sobrevivir y disfrutar de unas cuantas prestaciones básicas de atención sanitaria.

Lo cierto es que la cifra de desempleo real no es del 5,4 por ciento que leemos en los periódicos. Si incluimos a los trabajadores que han dejado de buscar empleo, o a quienes trabajan a tiempo parcial pero querrían trabajar a tiempo completo, se aproxima al 11 por ciento. El desempleo juvenil supera el 17 por ciento y el desempleo juvenil entre población afroamericana es muy superior. Es vergonzoso que, hoy día, tengamos 45 millones de personas que viven en la pobreza, muchas de las cuales ocupan empleos de baja remuneración. Son las personas que se esfuerzan a diario para reunir el dinero con que alimentar a sus hijos, pagar la factura de la electricidad o poner gasolina en el coche para ir a trabajar. Esta campaña trata de esas personas y de nuestra clase media en apuros. Trata de la creación de una economía que funcione para todos, y no solo para el 1 por ciento.

El caso Citizens United

Compatriotas estadounidenses: permitidme que sea lo más rotundo posible y que os diga lo que ya sabéis. Como consecuencia de la catastrófica sentencia del Tribunal Supremo en la sentencia del caso Citizens United, el sistema político estadounidense se ha visto corrompido por completo y los cimientos de la democracia estadounidense se están viendo socavados. Lo que en esencia ha dicho el Tribunal Supremo es que no era suficiente que la clase multimillonaria fuera propietaria de gran parte de nuestra economía. Ahora pueden ser propietarios también del gobierno estadounidense. Y eso es precisamente lo que están tratando de hacer.

La democracia estadounidense no se basa en que haya unos multimillonarios capaces de comprar candidatos y elecciones. No se basa en que los hermanos Koch, Sheldon Adelson y otros individuos extraordinariamente ricos gasten miles de millones de dólares en elegir candidatos que hagan más ricos a los ricos y más pobres a todos los demás. Según las informaciones de prensa, solo los hermanos Koch, una única familia, va a gastar más dinero en este periodo electoral que los partidos demócrata o republicano. Esto no es democracia. Esto es oligarquía. En Vermont y en los mítines urbanos que hemos celebrado sabemos lo que se supone que es la democracia estadounidense. Significa «una persona, un voto» —donde todos y cada uno de los ciudadanos tienen voz por igual— y no la eliminación de los votantes. Y ese es el tipo de sistema político estadounidense por el que tenemos que luchar y por el que lucharemos en esta campaña.

Cambio climático

Cuando hablamos de nuestra responsabilidad como seres humanos y como padres, no hay nada más importante que dejar este país y el planeta en su totalidad de tal forma que sea habitable para nuestros hijos y nietos. El debate al respecto ha terminado. La comunidad científica ha hablado con voz casi unánime. El cambio climático es real. Está producido por la actividad humana y ya está causando problemas devastadores en Estados Unidos y en todo el mundo.

Los científicos nos dicen que si no transformamos con valentía nuestro sistema energético para apartarlo de los combustibles fósiles y orientarlo hacia las energías sostenibles y eficientes, la temperatura del planeta podría ser entre 2 y 6 grados centígrados más alta antes de que acabe este siglo. Es catastrófico. Significará más sequías, más hambrunas, elevación del nivel del mar, más inundaciones, más acidificación de los océanos, más perturbaciones atmosféricas extremas, más enfermedades y más sufrimiento humano. No debemos permitir que suceda, no podemos permitir que suceda y no permitiremos que suceda.

No es ningún secreto que hoy día hay en Estados Unidos una desafección generalizada hacia la política. En las elecciones de mitad de mandato celebradas en noviembre de 2014 no acudió a votar el 63 por ciento de los estadounidenses, el 80 por ciento de los cuales eran jóvenes. Todos los sondeos, uno tras otro, indican que los ciudadanos ya no confían en nuestras instituciones políticas y, dado el poder que tienen los grandes capitales en el proceso político, albergan dudas muy serias acerca de cuánto importa de verdad su voto, o de si los políticos tienen alguna idea de lo que está sucediendo en sus vidas.

No será fácil combatir esta enajenación política, este cinismo y esta indignación legítima. Eso es seguro. Pero eso es exactamente lo que, juntos, tenemos que hacer si queremos dar la vuelta a este país; y de eso es de lo que se trata en esta campaña.

Y para aglutinar a la gente necesitamos un programa progresista sencillo y directo que hable de las necesidades de nuestro pueblo y que nos ofrezca una visión de un Estados Unidos muy diferente. ¿Cuál es ese programa?

Empleo, empleo, empleo

Empieza por los puestos de trabajo. Si nos proponemos en serio invertir de verdad el declive de la clase media, necesitamos un programa de empleo federal contundente que vuelva a poner a trabajar a millones de estadounidenses en puestos de trabajo con una remuneración decente. En una época en la que las carreteras, los puentes, las redes de distribución de agua, los ferrocarriles y los aeropuertos están desmoronándose, la forma más efectiva de crear con rapidez un número significativo de puestos de trabajo es reconstruir nuestras maltrechas infraestructuras. Esta es la razón por la que he presentado una proposición de ley para invertir un billón de dólares en un periodo de cinco años con el fin de modernizar las infraestructuras materiales de nuestro país. Esta iniciativa legislativa crearía y sostendría, al menos, 13 millones de puestos de trabajo bien remunerados, al tiempo que volvería nuestro país más productivo, eficiente y seguro. Y prometo que, como presidente, convertiré esta proposición de ley en legislación efectiva.

También seguiré oponiéndome a nuestras actuales políticas comerciales. Durante décadas, los presidentes de ambos partidos han apoyado acuerdos comerciales que nos han costado millones de puestos de trabajo bien remunerados cuando las grandes empresas estadounidenses han cerrado las fábricas aquí y las han trasladado a países con bajos salarios. Como presidente, mi política comercial quebrará ese ciclo de acuerdos que crean riqueza a costa de la población trabajadora de este país.

Subida de salarios

Seamos sinceros y reconozcamos que ahora millones de estadounidenses trabajan a cambio de unos salarios absolutamente inaceptables. El actual salario mínimo federal de 7,25 dólares por hora es un salario de hambre y hay que subirlo. El salario mínimo debe convertirse en un salario de vida, lo que significa elevarlo hasta los 15 dólares por hora en los próximos cinco años, que es exactamente lo que han hecho hace poco en Los Ángeles, cuya decisión aplaudo. Nuestro objetivo como nación debe ser garantizar que ningún trabajador a tiempo completo viva en la pobreza. Además, debemos establecer la igualdad salarial para las mujeres trabajadoras. Es inadmisible que las mujeres ganen 78 centavos por cada dólar que obtienen los hombres que realizan idéntico trabajo. También debemos poner fin al escándalo según el cual millones de asalariados estadounidenses, que a menudo ganan menos de 30.000 dólares al año, tengan que trabajar 50 o 60 horas semanales... sin cobrar las horas extras. Y las bajas por enfermedad y las vacaciones pagadas deben estar garantizadas para todos.

Abordar la desigualdad de riqueza y renta

Esta campaña va a enviar un mensaje a la clase multimillonaria. Y es el siguiente: no se puede tener todo. No puede haber grandes exenciones fiscales mientras los niños de este país pasan hambre. No se puede seguir trasladando nuestros puestos de trabajo a China mientras millones de personas carecen de empleo aquí. No se pueden ocultar los beneficios en las islas Caimán y otros paraísos fiscales mientras haya necesidades insatisfechas masivamente por todos los rincones de este país. La codicia tiene que terminar. No se puede obtener beneficio de todas las ventajas que ofrece Estados Unidos si se niega uno a aceptar sus propias responsabilidades.

Esta es la razón por la que necesitamos un sistema fiscal justo y progresivo, que haga que los individuos más ricos y las empresas con mayores beneficios empiecen a pagar los impuestos que les corresponden.

Reforma de Wall Street

Ha llegado el momento de acabar con las mayores instituciones financieras del país. Wall Street no puede seguir siendo una isla encerrada en sí misma que apueste billones de dólares en arriesgados instrumentos financieros a la espera de que el público acuda al rescate. Si un banco es demasiado grande para quebrar, es demasiado grande para existir. Necesitamos un sistema bancario que forme parte de la economía productiva creadora de empleo, no un puñado de bancos mastodónticos en Wall Street que incurran en actividades temerarias e ilícitas.

Reforma de la financiación de

campañas electorales

Si somos serios con la creación de puestos de trabajo, con el cambio climático y con las necesidades de nuestros niños y ancianos, debemos ser rigurosamente serios con la reforma de la financiación de las campañas electorales y la necesidad de introducir una enmienda constitucional que anule la sentencia del caso Citizens United. Ya lo he dicho con anterioridad y volveré a decirlo. No designaré el Tribunal Supremo a ningún juez o jueza que no haya dejado claro que promueve la anulación de esa catastrófica sentencia que está minando nuestra democracia. A largo plazo, tenemos que dar un paso más e instaurar la financiación pública de las elecciones.

Invertir el cambio climático

Estados Unidos debe liderar el mundo en la tarea de invertir el sentido del cambio climático. Podemos hacerlo si transformamos nuestro sistema energético apartándolo de los combustibles fósiles, orientándolo hacia la eficiencia energética y hacia energías sostenibles como la eólica, la solar, la geotérmica y la de la biomasa. Es preciso mejorar el aislamiento de hogares y edificios; es preciso que nuestro sistema de transporte sea eficiente desde el punto de vista energético y debemos instaurar un impuesto sobre el dióxido de carbono para acelerar la transición que nos aleje de los combustibles fósiles.

Atención sanitaria para todos

Estados Unidos sigue siendo el único país importante del planeta que no garantiza la atención sanitaria para todos como un derecho. A pesar de los modestos beneficios obtenidos con la Affordable Care Act [Ley de Atención Sanitaria Asequible], 35 millones de estadounidenses siguen careciendo de seguro médico y muchos más están infraasegurados. Sin embargo, seguimos pagando mucho más per cápita por atención sanitaria que cualquier otro país. Estados Unidos debe unirse al resto del mundo industrializado y garantizar la atención sanitaria para todos como un derecho avanzando hacia un sistema en el que Medicare atienda a todos y el Estado sea quien se haga cargo de esos costes.

Proteger a los más vulnerables

En una época en la que millones de estadounidenses se desviven para mantenerse a flote desde el punto de vista económico, en una época en la que está aumentando la pobreza entre la tercera edad, en una época en la que millones de niños viven en la pobreza severa, mis colegas republicanos, en el marco de su recién aprobado presupuesto, están tratando de empeorar aún más una situación ya terrible. No van a creerme, pero el presupuesto republicano deja a 27 millones de estadounidenses sin seguro médico, impone recortes drásticos en Medicare, deja a millones de estadounidenses con bajos ingresos, incluidas mujeres embarazadas, al margen de los programas de nutrición y dificulta aún más a las familias de clase trabajadora que puedan pagarse la universidad o llevar a sus hijos al programa de atención a la infancia Head Start. Y, además, para añadir un insulto a la injuria, ofrece grandes exenciones fiscales a las familias más acaudaladas de este país mientras suben los impuestos a las familias trabajadoras.

Pues bien, permítanme que, con todo respeto, diga a mis colegas republicanos que discrepo de este enfoque. En lugar de recortar los gastos de la Seguridad social, vamos a ampliar las prestaciones de la Seguridad Social. En lugar de recortar el presupuesto del programa Head Start y la atención infantil, vamos a avanzar hacia a un sistema universal de educación preescolar para todos los niños de este país. Como nos recordó Franklin Delano Roosevelt, la grandeza de una nación no se mide por lo que brinda a los más solventes, sino por cómo trata a las personas más necesitadas. Y ese es el tipo de nación en que debemos convertirnos.

Universidad para todos

Y si hablamos de educación, permitidme que sea muy claro. En una economía global enormemente competitiva necesitamos la fuerza de trabajo mejor formada que podamos alumbrar. Es una insensatez y contraproducente para los intereses de nuestro país que centenares de miles de jóvenes brillantes no puedan permitirse asistir a la universidad, y que otros muchos millones dejen las enseñanzas universitarias con una montaña de deudas que les suponen un lastre durante décadas. Eso debe terminar. Esta es la razón por la que, como presidente, lucharé para que la matrícula sea gratuita en las universidades públicas, así como para que se reduzcan de forma sustancial los tipos de interés de los préstamos universitarios.

Guerra y paz