Calila y Dimna - Varios autores - E-Book

Calila y Dimna E-Book

Varios autores

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Beschreibung

Calila e Dimna es probablemente uno de los textos literarios más antiguos de la narrativa universal. Su fuente más remota conocida hasta la fecha es el Panchatantra hindú, aparecido hacia el año 300. En el 540 se tradujo al pahlavi o persa literario, y poco después al sirio. El iraní Ibn Al-Muqaffa lo tradujo después al árabe con el título de Kalila wa-Dimna, en el siglo XIII. Fue este el texto que por encargo de Alfonso X fue traducido al romance de la Castilla de su tiempo. Las fábulas del Calila e Dimna destacan por su enorme plasticidad narrativa, la ironía y el juego con el tiempo, el lenguaje y la moral. Calila y Dimna, los personajes que dan título a la obra, son dos zorros que protagonizan gran parte de las historias contenidas en el libro. La obra está constituida por una serie de cuentos educativos —o exempla— escritos a la manera de fábulas que conforman una estructura muy repetida en la narrativa medieval, parecida a la del posterior Libro de Patronio o Conde Lucanor, escrito por el infante don Juan Manuel. Se trata, por tanto, de lo que se conoce como un «manual para la educación de príncipes». La finalidad de la obra es la de instruir al lector sobre cómo comportarse en la vida privada y en la vida pública, otorgando especial relevancia a la relación con los otros.

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Autores varios

Calila y Dimna Este libro es llamado de Calila y Dimna, el cual departe por ejemplos de hombres, y aves, y animaliasEdición y prólogo de Antonio García Solalinde

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título: Calila e Dimna.

© 2024, Red ediciones S.L.

Edición, prólogo y vocabulario de: Antonio García Solalinde

e-mail: [email protected]

Diseño de la colección: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-995-302-2.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-745-8.

ISBN rústica: 978-84-9642-864-5.

ISBN ebook: 978-84-9897-134-7.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Prólogo de Antonio García Solalinde 11

Introducción de Abdalla Ben Almocafa 17

El hombre que encontró un tesoro y es engañado por los cargadores 18

El ignorante que quiere pasar sabio 19

El que se duerme mientras le roban 20

El que queriendo robar a su compañero, resultó robado 21

El pobre que se aprovecha de lo que robaban 22

Capítulo I. Cómo el rey Sirechuel envió a Berzebuy a tierra de India 25

Capítulo II. Historia del médico Berzebuey 29

Del ladrón a quien hacen creer que la Luna sirve de escala 34

El amante que cae en manos del marido 36

El que desea hacer tallar una piedra y se le va el tiempo en oír cantar al jornalero 37

El can engañado por el reflejo agua 38

El que pasa de un peligro a otro 43

Capítulo III. Del león y del buey y de la pesquisa de Dimna y de Calila 45

Un rico mercader aconseja a sus hijos que no sean pródigos 45

Comienza la historia de Senceba 46

El que por huir de un peligro cae en otro 47

Del simio y la cuña 48

La vulpeja y el tambor 55

El religioso robado 57

La vulpeja aplastada por dos cabrones 58

La alcahueta y el amante 58

El carpintero, el barbero y sus mujeres 59

El cuervo y la culebra 62

La garra, las truchas y el cangrejo 62

La liebre y el león 64

Las tres truchas 68

El piojo y la pulga 70

El ánade y la Luna 74

De lo que pasó al camello con el león y sus compañeros 77

Los tittuy y el mayordomo del mar 81

Los dos ánades y el galápago 82

Los simios, la luciérnaga y el ave 87

El hombre falso y el torpe 88

La garza, la culebra y el cangrejo 89

Los mures que comían hierro 91

Capítulo IV. De la pesquisa de Dimna; y es el Capítulo del que quiere pro de si y daño de otro, que torna su hacienda 95

La mujer y el siervo 99

El médico ignorante que envenenó a la hija del rey 106

El labrador y sus dos mujeres 108

Los papagayos acusadores 112

Capítulo V. De la paloma collarada, y del galápago, y del gamo, y del cuervo; y es Capítulo de los puros amigos 115

El mur cuenta historia 121

La mujer del sésamo 122

El lobo y el arco 122

Capítulo VI. De los cuervos y de los búhos. Es ejemplo del enemigo que muestra humildad y gran amor a su enemigo, y se somete hasta que se apodera dél, y después le mata 135

Las liebres y la fuente de la Luna 140

La gineta, la liebre y el gato religioso 142

El religioso y los tres ladrones 144

La mujer del viejo 147

El diablo y el ladrón 147

El carpintero engañado 149

La rata cambiada en niña 151

La culebra y las ranas 155

Capítulo VII. Del galápago y del simio; y es Capítulo del que demanda la cosa antes que la recaude y después la desampara 161

El asno sin corazón y sin orejas 165

Capítulo VIII. Del religioso y del can; es el Capítulo del hombre que hace las cosas rabiosamente, y a que torna su hacienda 169

El religioso que vertió la miel y manteca sobre su cabeza 169

Capítulo IX. Del gato y del mur 173

Capítulo X. Del rey Varamunt y del ave que dicen Catra 177

Capítulo XI. Del rey Cederano y de su alguacil Belet y de su mujer Helbed 183

Las dos palomas 193

El simio y las lentejas 194

Capítulo XII. Del arquero y de la leona y del anxara 203

Capítulo XIII. Del religioso y de su huésped 205

El cuervo y la perdiz 205

Capítulo XIV. Del león y de anxahar religioso 207

Capítulo XV. Del orebce y del simio y del castigo y de la culebra y del religioso 217

Capítulo XVI. Del hijo del rey y del hidalgo y de sus compañeros 223

Las palomas y el tesoro 231

Capítulo XVII. De las garzas y del zarapico 233

El simio y la medicina 235

Los gatos y el lobo 238

El ratón y el gato 242

Capítulo XVIII. De la golpeja y de la paloma y del alcaraván; y es el Capítulo del que da consejo a otro y no lo tiene para sí 247

Vocabulario 251

Libros a la carta 263

Introducción de Abdalla Ben Almocafa

Los filósofos entendidos de cualquier ley y de cualquier lengua siempre pugnaron y se trabajaron de buscar el saber, y de representar y ordenar la filosofía; y eran tenidos de hacer esto. Y acordaron y disputaron sobre ello unos con otros, y amábanlo más que todas las otras cosas de que los hombres trabajan, y placíales más de aquello que de ninguna juglería ni de otro placer; ca tenían que no era ninguna cosa de las que ellos se trabajaban, de mejor premia ni de mejor galardón que aquello de que las sus ánimas trabajaban y enseñaban. Y pusieron ejemplos y semejanzas en la arte que alcanzaron y llegaron por alongamiento de nuestras vidas y por largos pensamientos y por largo estudio; y demandaron cosas para sacar de aquí lo que quisieron con palabras apuestas y con razones sanas y firmes; y pusieron y compararon los más destos ejemplos a las bestias salvajes y a las aves.

Y ayuntáronseles para esto tres cosas buenas: la primera, que los fallaran usados en razonar, y trobáronlos, según lo que se usaban, para decir encubiertamente lo que querían, y por afirmar buenas razones; y la segunda es, que lo fallaron por buena manera con los entendidos por que les crezca el sabor en aquello que les mostraron de la filosofía cuando en ella pensaban y conocían su entender; la tercera es, que los fallaron por juglaría a los discípulos y a los niños. Y por esto lo amaron y lo tuvieron por extraña cosa, y quisieron estudiar en ello y saberlo; que cuando el mozo hubiere edad: y su entendimiento cumplido, y pensare en lo que dello hubiere decorado en los días que en ello estudió, y amare lo que ende ha notado en su corazón, sabrá ende que habrá alcanzado cosa que es más provechosa que los tesoros del haber y sería atal como el hombre que llega a edad y falla que su padre le ha dejado gran tesoro de oro y de plata y de piedras preciosas, por donde le excusaría de demandar ayuda en vida.

Pues el que este libro leyere sepa la manera en que fue compuesto, y cual fue la intención de los filósofos y de los entendidos en sus ejemplos de las cosas que son ahí dichas. Ca aquel que esto no supiere no sabrá que será su fin en este libro. Y sepas que la primera cosa que conviene al que este libro leyere, es que se quiera guiar por sus antecesores que son los filósofos y los sabios, y que lo lea, y que lo entienda bien, y que no sea su intento de leerlo hasta el cabo sin saber lo que ende leyere. Ca aquel que la su intención será de leerlo hasta en cabo, y no lo entendiere ni obrare por él, no hará pro el leer, ni habrá dél cosa de que se pueda ayudar.

Y aquel que se trabajare de demandar el saber perfectamente, leyendo, los libros estudiosamente si no se trabajase en hacer derecho, y seguir la verdad, no habrá dél fruto que cogiere si no el trabajo y el lacerio.

El hombre que encontró un tesoro y es engañado por los cargadores

Y será atal como el hombre que dijeron los sabios que pasara por un campo, y le apareció un tesoro, y después que lo hubo, vino un tal tesoro cual hombre no viera, y dijo en su corazón: «Si yo me tomare a levar esto que he fallado, y lo levare poco a poco, hacérseme ha perder el gran sabor que he dello. Mas llegaré peones que me lo lleven a mi posada, y desí iré en pos dellos». Y hízolo así, y levó cada uno dellos lo que pudo levar a su posada, e hiciéronlo desta guisa hasta que hubieron levado todo el tesoro. Y desí esto hecho, fuese el hombre para su posada y no falló nada, mas falló que cada uno de aquéllos había apartado para sí lo que levara, y así no hubo dende salvo el lacerio de sacarlo. Y esto por cuanto se acuitó, y no sopo hacer bien su hacienda por no ser enviso.

Y por ende, si el entendido alguna cosa leyere deste libro, es menester que lo afirme bien y que entienda lo que leyere, o que sepa que ha otro seso encubierto. Ca si no lo supiere, no le terná pro lo que leyere, así como si hombre levase nueces sanas con sus cascas, y no se puede dellas aprovechar hasta que las parta y saque dellas lo que en ellas yace.

El ignorante que quiere pasar sabio

Y no sea atal como el hombre porque decía que quería leer gramática, que se fue para un su amigo que era sabio, y escribióle una carta en que eran las partes de fablar, y el escolar fuese con ella a su posada, y leyóla mucho; pero no conoció ni entendió el entendimiento que era en aquella carta, y la decoró, y súpola bien leer. Y acertóse con unos sabios cuidando que sabía tanto como ellos, y dijo una palabra en que yerró. Y dijo uno de aquellos sabios: «Tú yerraste en lo que decías, ca debías decir así». Y dijo él: «¿Cómo yerré? Ca yo he decorado lo que era en una carta». Y ellos burlaron dél por que no la sabía entender, y los sabios tuviéronlo por muy gran necio.

Y por esto cualquier hombre que este libro leyere y lo entendiere, llegará a la fin de su intención, y se puede dél aprovechar bien, y lo tenga por ejemplo, y que lo guarde bien. Ca dicen que el hombre entendido no tiene en mucho lo que sabe ni lo que aprendió dello, maguer que mucho sea. Ca el saber esclarece mucho el entendimiento, así bien como el óleo que alumbra la tiniebla, ca es la oscuridad de la noche. Ca el enseñamiento mejora su estado de aquel que quiere aprender. Y aquel que supiere la cosa y no usare de su saber, no le aprovechará.

El que se duerme mientras le roban

Y es atal como el hombre que dicen que entró el ladrón en su casa de noche y sopo el lugar donde estaba el ladrón, y dijo: «Quiero callar hasta ver lo que hará, y de que hubiere acabado de tomar lo que quisiere, levantarme he para se lo quitar». Y el ladrón anduvo por casa, y tomó lo que falló, y entre tanto el dueño dormióse; y el ladrón fuese con todo cuanto falló en su casa, y después despertó y falló que había el ladrón levado cuanto tenía. Y entonces comenzó el hombre bueno a culparse y maltraerse, y entendió que el su saber no le tenía pro, pues que no usara dél.

Ca dicen que el saber no se acaba si no con la obra. Y el saber es como el árbol, y la obra es la fruta; y el sabio no demanda el saber si no por aprovecharse dél. Ca si no usare de lo que sabe, no le tendrá pro. Y si un hombre dijese que otro hombre sabía otra carrera provechosa, y andodiera por ella diciendo que tal era, y no fuese así, haberlo hían por simple, y atal como el hombre que sabe cuál es la vianda buena y mala, y desí véncele la golosina y el sabor de comer, y come la vianda mala, y deja de usar de la buena. Y el hombre que más culpado es en hacer las malas obras y dejar las buenas, así como si dos hombres fuesen que sirviese el uno al otro, y fuese el uno ciego, y cayesen amos a dos en un hoyo; que más culpa habría el que tenía ojos que no el ciego en caer.

Y el sabio debe castigar primero a sí, y después enseñar a los otros. Ca sería en esto atal como la fuente que beben todos della y aprovecha a todos, y ella no ha de aquel provecho cosa ninguna; ca el sabio, después que adereza bien su hacienda, mejor adereza a los otros con su saber. Ca dicen que tres maneras de cosas debe el seglar ganar y dar: la primera es ciencia, la segunda riquezas, y la tercera codiciar de hacer bien. Y no conviene a ningún sabio profazar de ninguna cosa, haciendo él lo semejante ca será atal como el ciego que profazaba al tuerto.

ni debe trabajar provecho para sí por dañar a otro, ca este atal que esto hiciese sería derecho que le aconteciese lo que aconteció a un hombre.

El que queriendo robar a su compañero, resultó robado

Y dicen que un especiero tenía sésamo, él y un su compañero, cada uno dellos tenía una bujeta dello, y no lo había en toda esa tierra más de lo que ellos tenían. Y el uno dellos pensó en su corazón que hurtase lo de su compañero, y puso una señal sobre una bujeta, en que estaba el sésamo de su compañero, por que, de que viniese de, noche a lo hurtar, que la conociese por la señal. Y puso una sábana blanca encima dello por señal. Y descubrió esto que quería hacer a un su amigo, por que fuese con él de noche a lo hurtar. Y el otro no quiso ir con él hasta que le prometió de darle la mitad dello.

Y después su compañero vino, y falló la sábana cubierta sobre su sésamo, y dijo: «Verés qué ha hecho mi compañero por guardar mi sésamo de polvo; púsole esta sábana, y dejó lo suyo descubierto». Y dijo: «Mas razón es que esté lo suyo guardado que no lo mío». Y quitó la sábana y púsola sobre el sésamo de su compañero. Y después que fue de noche vinieron su compañero y el otro a hurtar el sésamo. Y anduvo catando y atentando hasta que topó en la señal que tenía puesta; y entonces tomó el sésamo que estaba debajo, pensando que era lo de su compañero, y era lo suyo, y dio la mitad dello a aquel amigo que entró con él a lo hurtar. Y luego, cuando fue de día, vinieron él y su compañero amos a dos a la botica. Y cuando vio que el sésamo que levara era lo suyo, calló y no osó decir nada, ca tuvo que en saberlo su compañero era mayor pérdida que el sésamo.

Y pues el que alguna cosa demanda, debe de demandar cosa que haya fin y término que fenezca; ca dicen que el que corre sin fin, aína le puede fallecer su bestia. Y es derecho que no se trabaje en demandar lo que término no ha, ni lo que otro no hubo ante que él, ni se desespere de lo que puede ser y puede haber. Y que ame más el otro siglo que a este mundo; ca quien ama a este mundo poca mancilla ha cuando se parte dél. Y dicen que dos cosas están bien a cada un hombre: la una es religión y la otra es riqueza. Y esto semeja al fuego ardiente que toda leña que le echan arde mejor.

Y el entendido no se debe desesperar ni desfiuzarse; ca por aventura será acorrido cuando no pensare.

El pobre que se aprovecha de lo que robaban

Y esto semeja a lo que dicen que era un hombre muy pobre, y ninguno de sus parientes no le acorrien a le dar ninguna cosa. Y seyendo así una noche en su posada vio un ladrón. Y dijo entre sí: «En verdad no hay en mi casa cosa que este ladrón tome, ni pueda levar. Pues trabájese cuanto pudiere». Y buscando por casa qué tomase, vio una tinaja en que había un poco de trigo. Y dijo entre sí: «¡Par Dios!, no quiero yo que mi trabajo vaya de balde». Y tomó una sábana que traía cubierta, y tendióla en el suelo, y vació el trigo que estaba en la tinaja en ella para lo levar. Y cuando el hombre vio que el ladrón había vaciado el trigo en la sábana para se ir con ello, dijo: «A esta cosa no hay sufrimiento. Ca si se me va este ladrón con el trigo, allegar se me ha mayor pobreza y hambre; que nunca estas dos cosas se allegaron a hombre que no lo llegasen a punto de muerte». Y desí dio voces al ladrón, y tomó una vara que tenía a la cabecera del lecho, y arremetió para el ladrón. Y el ladrón, cuando lo vio, comenzó a huir, y por huir cayósele la sábana en que levaba el trigo, y tomóla el hombre y tomó el trigo a su lugar.

Mas el hombre entendido no debe allegarse a tal ejemplo como aquéste, y dejar de buscar y hacer lo que debe para demandar su vida; ni se debe guiar por aquellos a quien vienen las aventuras sin albedrío de sí o trabajo; ca pocos son los hombres que trabajan en demandar las cosas en que alleguen grandes haciendas. Ca todo hombre que entendimiento haya, y pugne que su ganancia sea de las mejores y de las más leales, que esquive todas las que probó trabajosas y le hicieron haber cuidado y tristeza. Y no sea tal como la paloma que le toman sus palominos y se los degüellan y por eso no deja de hacer otros luego. Ca dicen que Dios, cuyo nombre sea bendicho, puso a toda cosa término a que hombre llegue. Y el que pasa dellas es atal como el que no llegó a ellas, ca dicen que quien se trabaja deste siglo es la su vida contra sí, y al que se trabaja deste siglo y del otro es su vida a par de sí o contra sí.

Y dicen que en tres cosas debe el seglar enmendar en la su vida: y afiar la su ánima por ella, la segunda es por la hacienda deste siglo, y por la hacienda de su vida y vivir entre los hombres. Y dicen que algunas cosas hay en que nunca se endereza buena obra: la una es gran vagar; la otra es menospreciar los mandamientos de Dios; la otra es creer a todo hombre lisonjero; la otra es desmentir a otro sabio. Y el hombre entendido debe siempre sospechar en su asmamiento y no creer a ninguno, maguer verdadero sea, y de buena fama, salvo de cosa que le semeje verdad; y cuando alguna cosa dudare, porfíe y no otorgue hasta que sepa bien la verdad. Y no sea atal como el hombre que deja la carrera y la ha perdido, y cuanto más se trabaja en andar, tanto más se aluenga del lugar donde quería llegar; y es atal como el hombre que le cae alguna cosa en el ojo, y no queda de le rascar hasta que le pierde; ca debe el hombre entendido creer la aventura, y estar apercibido, y no querer para los otros lo que no querría para sí.

Pues el que este libro leyere piense en este ejemplo, y comience en él. Ca quien supiere lo que en él está, excusará con él otros, si Dios quisiere.

Y nos, pues leemos en este libro, trabajamos de le trasladar del lenguaje de Persia al lenguaje arábigo, y quisimos y tuvimos por bien de atraer en él un capítulo de arábigo en que se mostrase el escolar discípulo en la hacienda deste libro; y es esto el capítulo.

Capítulo I. Cómo el rey Sirechuel envió a Berzebuy a tierra de India

Dicen que en tiempo de los reyes de los gentiles, reinando el rey Sirechuel, que fue hijo de Cades, fue un hombre a que decían Berzebuey, que era físico y príncipe de los físicos del reino; y había con el rey gran dignidad y honra, y cátedra conocida. Y como quier que era físico conocido, era sabio y filósofo, y dio al rey de India una petición, la cual decía que fallaba en escrituras de los filósofos que en tierra de India había unos montes en que había tantas yerbas de muchas maneras, y que si conocidas fuesen y sacadas y confacionadas, que se sacarían dellas melecinas con que resucitasen los muertos; e hizo al rey que le diese licencia para ir buscarlas, y que le ayudase para la despensa, y que le diese sus cartas para todos los reyes de India, que le ayudasen por que él pudiese recaudar aquello por que iba.

Y el rey otorgóselo y aguciólo; y envió con él sus presentes para los reyes donde iba, según que era costumbre de los reyes cuando unos enviaban a otros sus mandaderos con sus cartas por lo que habían menester. Y fuese Berzebuey por su mandado, y anduvo tanto hasta que llegó a tierra de India. Desí dio las cartas y los presentes que traía a cada uno de aquellos reyes, y demandóles licencia para ir buscar aquello por que era venido. Y ellos diéronle todos licencia y ayuda. Y duró en coger estas yerbas y plantas gran tiempo, más de un año, y volviéndolas con las melecinas que decían sus libros, y haciendo esto con gran diligencia. Desí probólas en los finados, y no resucitaron ningunos; y entonces dudó en sus escrituras, y cayó en gran escándalo, y tuvo por cosa vergonzosa de tornar a su señor el rey con tan mal recaudo.

Y quejóse desto a los filósofos de los reyes de India. Y ellos dijéronle que eso mismo fallaron ellos en sus escrituras que él había fallado, y propiamente el entendimiento de los libros de la su filosofía y el saber que Dios puso en ellos son las yerbas, y que la melecina que en ellos decía son los buenos castigos y el saber, y los muertos que resucitasen con aquellas yerbas son los hombres necios que no saben cuándo son melecinados en el saber, y les hacen entender las cosas, y explanándolas aprenden de aquellas cosas que son tomadas de los sabios, y luego, en leyendo aprenden el saber y alumbran sus entendimientos.

Y cuando esto sopo Berzebuey buscó aquellas escrituras y hallólas en lenguaje de India y trasladólas en lenguaje de Persia, y concertólas. Desí tornóse al rey su señor. Y este rey era muy acucioso en allegar el saber, y en amar los filósofos más que a otri, y trabajábase en aprender el saber, y amábalo más que a muchos deleites en que los reyes se entremeten. Y cuando fue Berzebuey en su tierra, mandó a todo el pueblo que tomase aquellos escritos y que los leyesen, y rogasen a Dios que les diese gracia con que los entendiesen, y dioles aquellos que eran más privados en la casa del rey. Y el uno de aquellos escritos es aqueste libro de Calila y Dimna.

Desí puso en este libro lo que trasladó de los libros de India, unas cuestiones que hizo un rey de India que había nombre Dicelem, y al su alguacil decían Burduben; y era filósofo a quien él más amaba. Y mandóle que respondiese a ellas capítulo por capítulo, y respuesta verdadera y apuesta, y que le diese ejemplos y semejanzas y por tal que viese la certidumbre de su respuesta, y que lo ayuntase en un libro entero, por que lo él tomase por castigo para sí, y que lo dejase después de su vida a los que dél descendiesen.

Y era el primero capítulo del león y del buey, que es después de la historia de Berzebuey el menge.

Capítulo II. Historia del médico Berzebuey

Mío padre fue de Mercecilia, y mi madre fue de las hijasdalgo de Azemosuna y de los legistas. Y una de las cosas en que Dios me hizo merced, es que fui yo el mejor de sus hijos. Y ellos criáronme lo mejor que pudieron, gobernándome de la mejores viandas que pudieron hasta que hube nueve años cumplidos; y desí pusieron me con los maestros. Y yo no cesé de continuar en aprender la gramática y de meter la mi cara a sutileza y a buen entendimiento, a tanto que vencí a mis compañeros y a mis iguales y valí más que ellos, y leí libros y conocí y sope sus entendimientos, y afirmóse en el mi corazón lo que leí de las escrituras de los filósofos. Y decoré las palabras de los sabios, y las cuestiones que hacían unos a otros, y las disputaciones que hacían entre sí.

Y mantuve esto con mi entendimiento y concertélo con la opinión que yo tenía, y sope que eran acordados en los cursos del año y de los meses y de los días, y en las naturas de los cuerpos y en las cosas de las enfermedades y en las maneras de sus melecinamientos y de su salud. Y pusiéronlo por escrito y plúgome de lo saber. Y comencé a leer sus libros hasta que los entendí; y vi las maneras de los cuerpos, las cosas de las maletías y las maneras del melecinamiento. Y sope en ello a tanto que me metí a melecinar enfermos. Y después que lo comencé, di a mi alma a escoger en estas cuatro cosas que los hombres demandan en este siglo y se trabajan de las haber y las codician. Y dije: «¿Cuál destas cuatro cosas debo demandar según la cuantidad del mi saber, y cuál es la que me hará alcanzar lo que he menester, y si lo pudiere haber, deleites o fama o riqueza o galardón del otro siglo?».

Y vi que demandando ayuntado todas cuatro cosas, el que demanda llega a cualquier dellas que quisiere. Y fallé que la melecina era cosa loada cerca de los entendidos, y no denostada de los sabios y de las leyes y de las setas. Y fallé que el más santo de los físicos es aquel que no quiere haber por su física salvo el galardón del otro siglo. Y comedí en mi corazón, y fallé que todas las cosas en que los hombres se trabajan son fallecederas. Y yo no vi a ninguno de, mis antecesores que su allegar lo hiciese durable en este mundo, ni que lo librase de la muerte y de lo que aviene después della. Y fallé en los libros de la física quel más piadoso físico es aquel que primeramente comienza a melecinar su alma y sus enfermedades; y el que es en mejor estado es aquel que con su física trabaja en enmendar su estado para el otro siglo, y que no torna el arte de la física por mercaduría y por ganar la riqueza deste mundo.

Y el que quiere por su física haber el galardón en el otro siglo, no le menguaba riqueza en este mundo. Y es en aquesto atal como el labrador que siembra las legumbres en la tierra por haber mieses y ha de aquesto cuanto quiere. Con todo aquesto no le mengua y de haber algunas yerbas de que se ayude y se aproveche. Y tuve por bien de perseverar en esto por haber galardón en el otro siglo, y merecimiento de Dios. Y no quise por esto haber el apostura deste mundo; que sería tal como el mercader perdidoso que vendió sus piedras preciosas por vidrio que no valía nada, y pudiera haber del precio dellas gran riqueza para en toda su vida.

Y comencé a melecinar los enfermos so esperanza del galardón del otro siglo; así que no dejé enfermo que yo hubiese esperanza de lo guarecer y de lo sanar de su enfermedad con mi melecinamiento, que no metiese mi poder en lo guarecer. Y al que yo por mí mismo pude sanar, hícelo y no le metí en mano de otri; y al que no pude esto hacer dejé y su melecinamiento y dejéle las melecinas que había menester, y no quise haber galardón ni merecimiento de aquellos a quien esto hice. Y no había envidia de mis iguales ni de los que habían más haber que yo, ni del bien que Dios les había dado. Mas era el mío mayor cuidado y a lo que más me inclinaba y de lo que más me trabajaba, que pugnase más quél en saber, y en me trabajar en haber galardón de Dios.

Y estuve en esto un tiempo hasta que vencí al saber deste mundo, y contendí conmigo por el algo que veía haber a los otros. Y yo no quise al salvo contender con mi alma y defenderla de no se apartar de las cosas que nunca hubo ninguno que por ellas no apocase su algo y que no acreciese su lacerio. Y remembraron me las penas que había de sufrir después que deste mundo partiese por la hacer olvidar aquellas cosas de que había sabor. Y díjele: «¡Ay alma!, que no has vergüenza de hacer comunidad con los perezosos, necios, en amar este mundo fallecedero; ca aquel que alguna cosa ha dél no es suyo ni finca con él, y no lo aman salvo los engañados negligentes. Conviértete desta necedad y desta locura, y métete con toda tu fuerza a hacer algún bien para el otro siglo, y guárdate de lo llevar en traspaso, y no te asegures en él.

»Y miémbrate en cómo en este cuerpo ha muchas ocasiones y cómo es lleno de malas cosas lijosas; y son, por todas, cuatro humores que sostienen la vida mezquina que ha de fallecer, así como el ídolo descoyuntado que cuando sus miembros son compuestos y puestos cada uno en su lugar, ayuntan los con engrudo, que los hace tener unos con otros, y cuando es quebrantado el plego cáensele las juntaduras y deshácese todo: ¡ay alma!, no te engañes en la compañía de tus amigos y de tus bien querientes y no hayas desto gran codicia; pues que a la fin la tu compañía se ha de partir. Y esto es atal como la cuchara de palo que es siempre usada en la calentura y en cabo quiébrase sirviendo y encímase su hacienda a ser quemada en fuego.

»¡Ay alma!, no tomes placer en ser ayuntada con tus querientes y con tus amados en ayuntar haberes, ayuntándolos por haber amor y gracia de ellos, que serías en esto atal como el sahumerio que quema a sí y han holgura los hombres con su olor. ¡Ay alma!, no te fíes en las riquezas y en las dignidades en que se alegran los mundanos; ca éstos no saben en cuán pequeñas cosas están hasta que las pierden. Y acaece así como a los cabellos, que cuando los hombres tienen en la cabeza péinalos y úntalos con las mejores unturas que puede, y después que son fuera de la cabeza, halos hombre asco de ver.

»¡Ay alma!, persevera en melecinar los enfermos y no te tire dello el afán de la física porque los hombres no lo saben. Mas asma de un hombre que librase a otro de algún mal o lo escapase de alguna cuita hasta que lo tornase a la paz y a la forgura en que era, si este atal debe haber galardón según Dios: pues ¿cuánto debe haber de galardón el físico que por galardón de Dios melecina muchos y los saca de gran peligro con la ayuda de Dios? ¡Ay alma!, no se te aluengue el otro siglo por que hayas a inclinar a éste; ca serías en tomar lo poco y dar por él lo mucho, así como el mercader que había una casa llena de oro y de plata, y dijo en sí: “Si la vendiere a peso alongarse me ha”, y vendióla a ojo por mal precio».

Y habiendo esta contienda con mi alma, no falló carrera ninguna para me vencer, y confesóse y conoció el menosprecio de aquellas cosas a que se acostaba, y perseveró en bien por ganar el otro siglo. Y no me estorbó esto de haber buena parte de este mundo y de la privanza de los reyes ante que fuese a India; y después que torné hube más de lo que quería. Y estudié en la física, y fallé que el físico no puede melecinar a ninguno con melecina que le asegure de enfermedad toda su vida; y no sope cómo el guarecer tuviese pro, no seyendo el hombre seguro de no tornar a la enfermedad, le de acrecentar en otra cosa más fuerte.

Y por ende fallé que las obras del otro siglo son las cosas que libran a los hombres de sus enfermedades. Y fallé que la enfermedad del ánima es la mayor enfermedad. Y por eso desprecié la física y trabajéme de la ley, y hube ende sabor; y dudé en la física y no fallé en sus escrituras mejoría de ninguna ley. Y fallé las leyes mucho alongadas, y las setas muchas, y aquellos que las tenían habíanlas heredado de sus padres, y otros que las tenían habidas por fuerza, y otros que querían haber por ellas este mundo y que se trabajaban a ganar con ellas en sus vidas, y otros entendidos de simples voluntades que no dudan que tienen la verdad, y no tienen buena razón a quien les hiciese cuestión sobre ello. Y todos se enfingíen que tenían derecho y que los que contra ellos eran que yacían en yerro y en perdimiento. Y vi entre ellos gran contrariedad en el criador y en las criaturas, y en el comienzo en la fin del mundo.

Y tuve por bien de otorgar a los sabios de cada una ley, sus comenzamientos y ver qué dirían, por razón de saber departir la verdad de la mentira, y escoger y amparar la una de la otra; y, conocida la verdad, obligarme a ella verdaderamente, y no creer lo que no cumpliese y ni seguir lo que no entendiese. E hice esto, y pregunté y pensé y no fallé ninguno dellos que me diese más que alabar a sí y a su ley y denostar al ajena. Y vi manifiestamente que se inclinaban a sus sabores, y que por su sabor trabajaban y no por derecho; y ni fallé en ninguno dellos razón que fuese verdadera ni derecha, ni tal que la creyese hombre entendido y no la contradijese con razón. Y después que esto vi no fallé carrera por donde siguiese a ninguno dellos; y sope que sí yo creyese a alguno dellos lo que no supiese, que sería atal como el ladrón engañado que habla en un ejemplo.

Del ladrón a quien hacen creer que la Luna sirve de escala

Y fue así que andaba una noche, un ladrón sobre una casa de un hombre rico, y hacía Luna, andaban algunos compañeros con él. Y en aquesta casa había una finiestra por donde entraba la luz de la Luna al hombre bueno. Y despertó el dueño de la casa y sintiólos y pensó que tal hora no andarían por sus tejados salvo ladrones. Y despertó a su mujer y díjole: «Habla quedo, que yo he sentido ladrones que andan encima de nuestro tejado; y dime cuando los sintieres cerca de aquí: ¡Ay marido! ¿No me dirás de qué llegaste tantas riquezas como habemos? Y cuando yo no te quisiere responder, sigue me preguntando hasta que te lo diga». Y hízolo así como le mandó el marido, y oyó el ladrón lo que ella dijo. Y entonces recudió el hombre a su mujer: «Tú, ¿por qué lo demandas? Ca la ventura te trajo gran algo; come, bebe y alégrate, y no me demandes tal cosa, ca si te lo yo dijere, no so seguro que lo no oiga alguno, y podría acaecer cosa por ello que pesara a mí y a ti». Y dijo la mujer: «Por la fe que me debes que me lo digas, ca no oirá ninguno lo que dijéremos a tal hora». Dijo el marido: «Yo te lo diré, pues que tanto lo quieres saber. Sepas que yo no ayunté todas estas riquezas, salvo de ladronía». Y dijo la mujer: «¿Cómo puede eso ser, ca las gentes te tenían por hombre bueno?».

Y dijo él: «Esto fue por una sabiduría que yo fallé al hurtar, y es cosa muy encubierta y sutil de guisa que ninguno no sospechaba de mí tal cosa». Y dijo la mujer: «¿Cómo fue eso?». Respondió él y dijo: «Yo andaba la noche que hacía Luna y mis compañeros conmigo, hasta que subía en somo de la casa do quería entrar, y llegaba a alguna finiestra por donde entraba la Luna y decía siete veces: “saulan, saulan”. Desí abrazábame con la Luna y entraba por la finiestra y descendía por ella a la casa, y no me sentía ninguno cuando caía; e iba de aquella casa a todas las otras casas. Y después que tomaba lo que fallaba, tornaba al lugar donde descendía, y abrazábame con la Luna y subía a la finiestra; y en este estado gané todo esto que tú ves».

Y cuando esto oyeron los ladrones plógoles mucho dello y dijeron: «Más habemos ganado desta casa que nos no queríamos, y deste saber que nos dende habemos, nos debemos más preciar que de todo cuanto ende ganaremos». Desí estuvieron grande hora quedos, hasta que cuidaron que el dueño de la casa era adormecido y su mujer otrosí, y después que cuidaron ser ciertos desto, levantóse el caudiello dellos y fuese para la finiestra, que estaba en somo de casa, por do entraba la luz de la Luna, y dijo siete veces: «saulan, saulan», y abrazóse con la luz por descender por ella a la casa, y cayó cabeza ayuso. Y levantóse el dueño de la casa y dióle tantos de golpes hasta que le quedó, diciendo el ladrón: «Yo merezco cuanto mal me has hecho, porque creí lo que me dijiste y me engañé con vanidad».

Y yo, después que me guardé de no creer las cosas de que no era seguro de no caer en peligro de muerte, dejéme de todas las cosas dudosas y metíme en hacer pesquisas de las leyes y en buscar las más derechas. Y no fallé en ninguno de aquellos con quien yo hablé esto, buena respuesta quel yo debiese creer. Y dije en mi corazón: «Tengo por seso, pues así es, de me obligar a la ley de míos padres». Pero fue buscando si habría a esto alguna excusación y no la fallé. Y mémbrome el dicho de un hombre que comía feo y era tragón, y dijéronle que comía mal y feo, y él dijo: «Así comían mis padres y mis abuelos». Y no fallé ninguna excusación porque no debiese fincar en la ley del padre, y quíseme dejar de todo y meterme a hacer pesquisas de las leyes y estudiar en ellas. Y estorbóme la fin que es cerca y la muerte que acaece tan aína como cerrar el ojo y abrirlo. Y había fechas algunas obras que no sabría si eran buenas, donde por aventura mientras me trabajase de pesquerir las leyes detenerme hía de hacer algún bien, y morría ante que viese lo que quería.

El amante que cae en manos del marido