Caracola. Una cognición femenina - Natalia Sierra Freire - E-Book

Caracola. Una cognición femenina E-Book

Natalia Sierra Freire

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Beschreibung

Caracola es un primer intento de romper con la epistemología del sujeto y aportar a los debates de las epistemologías del sur que, como fantasmas,recorren los territorios de la Andinia. En diálogos con las teorías críticas de origen europeo, sobre todo con la Escuela de Frankfurt, marcados por una distancia geográfica y cultural, y en un largo proceso de conflictos cognitivos y existenciales, nos dimos cuenta de que el problema de la epistemología occidental es el sujeto en su forma más que en sus contenidos históricos y teóricos. Esta reflexión se divide en cinco ensayos: 1) Del dominio del sujeto a la emancipación femenina. 2) La caracola. 3) La caracola cognitiva. 4) Lacomunidad que conoce. 5) El arca zapatista y la huella de la otra humanidad.

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Motivos

Ensayo 1

Ensayo 2

Ensayo 3

Ensayo 4

Ensayo 5

Referencias

Motivos

Tenemos la sensación de que la humanidad se enfrenta a uno de sus descensos y caídas civilizatorias más radicales y violentas, que amenaza con hundirla en una profunda crisis ecológica, social, simbólica y ética de dimensiones catastróficas, que podría poner en riesgo a la especie y su proyecto de vida en el planeta. El tránsito hacia una nueva civilización es incierto, tanto por los altos niveles de destrucción ecológica y social cuanto por las anunciadas mutaciones tecnológicas de la vida humana. Lo cierto es que nos encontramos en un punto de inflexión, no solo civilizatorio sino de la propia especie humana, sea por ruina biológica o por alteración tecnológica.

El debate que exige este escenario topa las fibras profundas de la cognición humana; la manera de comprenderse en su relación con la naturaleza que habita y que la habita, en su relación con las otras especies animales, en sus interrelaciones sociales, en su relación más compleja que es con el propio misterio de su existencia. Es decir, en la forma en que existe, en la que es. El debate es epistemológico, lo que se cuestiona es la forma humana que desaparece en su deformación y la posibilidad de otra forma que resguarde la vida en el planeta, como condición obligada de la permanencia de la vida humana. Los hombres y las mujeres de este siglo XXI tenemos una urgencia: o reinventamos la forma de nuestra vida y detenemos la deformación irreversible de la misma, o aceptamos nuestra desaparición en la incapacidad de asumir con responsabilidad el destino de nuestra especie y el cuidado del planeta.

Caracola es un primer intento de romper con la epistemología del sujeto y aportar a los debates de las epistemologías del sur que, como fantasmas, recorren los territorios de la Andinia1.

En diálogos con las teorías críticas de origen europeo, sobre todo con la Escuela de Frankfurt, marcados por una distancia geográfica y cultural, y en un largo proceso de conflictos cognitivos y existenciales, nos dimos cuenta de que el problema de la epistemología occidental es el sujeto en su forma más que en sus contenidos históricos y teóricos.

La forma del sujeto exterioriza su contenido histórico patriarcal y sus contenidos teóricos de colonización y dominación. Su forma misma muestra sus límites cognitivos desde la perspectiva de la razón emancipadora. No importa que los contenidos particulares cambien de sujeto instrumental a histórico o crítico, sigue siendo sujeto, su forma sigue siendo la misma. Esta implica que sea un sujeto de dominación y no otro. Es determinante de sus contenidos de dominación patriarcal y colonial. Y es transitoria, de ninguna manera absoluta ni trascendente. Una más entre las distintas formas que el conocimiento humano, y la misma materia humana, ha adquirido en su historia como especie. Una forma de la vida humana, no la Forma con mayúsculas ni la verdadera.

La única manera de emancipación posible es, entonces, remplazar la forma sujeto por otra, para lo cual era necesario primero definir las coordenadas que la estructuran y sobre las cuales se construye su imagen. Al tiempo que construía su estructura y su imagen, la demolía para llegar a ese previo a su aparecer, e imaginar otra forma posible que la sustituya. Con tal propósito, esta reflexión se divide en cinco ensayos: 1) Del dominio del sujeto a la emancipación femenina. 2) La caracola. 3) La caracola cognitiva. 4) La comunidad que conoce. 5) El arca zapatista y la huella de la otra humanidad.

El primer ensayo, «Del dominio del sujeto a la emancipación femenina», intenta realizar una deconstrucción crítica del sujeto en la época de su decadencia hegemónica, que pone fin a una forma humana que se inicia en la Europa de la Alta Edad Media y se expande durante cinco siglos hasta alcanzar niveles planetarios. La desconstrucción propuesta se lleva a cabo dibujando la morfología del sujeto y sus signos de deformación paulatina, en un juego de comparación crítica y dialéctica con lo femenino encubierto en y por su forma. Esta estrategia discursiva responde a la necesidad de pensar formas alternativas de la vida humana que, en su discontinuidad con el sujeto, puedan ser la continuidad de lo humano.

El segundo ensayo, «La caracola», indaga una forma posible de organización de la vida que contenga la huella de una nueva humanidad. Una forma alternativa al sujeto y a la civilización moderna capitalista que se ha desarrollado en estos últimos cinco siglos. Se pone en debate la idea de la caracola como forma posible de una otra manera, no solo de organización de la existencia humana sino de su pensar, una forma menos violenta que la desplegada por el sujeto patriarcal y colonial. Esta otra forma, en su movimiento circular y espiral, se cree, genera un refugio que posibilita a las comunidades humanas franquear la catástrofe civilizatoria actual y dibujar los primeros trazos de la trayectoria de otra civilización.

El tercer ensayo, «La caracola cognitiva», es un intento de contribuir al debate epistemológico que se desarrolla en América Latina en la perspectiva de la descolonización de sus saberes.

Se presenta para la discusión una alternativa de conocimiento frente al dominio de la ciencia que, en su deriva instrumental, se convirtió en saber tecno-científico distanciado y en muchos aspectos contrapuesto al destino humano. El texto desarrolla, en rasgos muy generales, las características de lo que se denomina la «caracola del conocimiento». Esta aventura cognitiva plantea una posible otra manera de comprensión y construcción del mundo y del destino de la humanidad. Otra manera de conocer que proponga una alternativa al conocimiento centrado en el Sujeto y abra una cognición biocéntrica.

El cuarto ensayo, «La comunidad que conoce», presenta un conjunto de líneas generales de una posible alternativa epistemológica al mando cognitivo del sujeto. Para este fin, se recoge como punto de apoyo lo que consideramos la mejor crítica a la relación de sujeto-objeto, como núcleo fundamental del conocimiento científico, desarrollada por la teoría crítica europea. Con este recurso teórico y recogiendo algunas de las discusiones de la teoría anticolonial de América Latina, se traza ciertas características sociales generales de lo que puede ser una forma de conocimiento que se sustrae al imperio del sujeto y su método científico instrumental.

El ensayo cinco, «El arca zapatista y la huella de la otra humanidad», realiza un ejercicio de interpretación de los llamados Caracoles Zapatistas que, en el marco de la actual crisis civilizatoria, pueden ser considerados uno de los ensayos humanos que buscan sobrevivir a la modernidad capitalista en su decadencia. Los pueblos zapatistas con sus Caracoles intentan una nueva forma de lo humano en la estructura de la caracola, en la cual a manera del Arca de Noé navegan en este diluvio de signos inconexos y residuos simbólicos dejados por las múltiples crisis de la civilización del sujeto. Los Caracoles Zapatistas, entre otras aventuras humanas, son redefiniciones de la forma de vida simbólica en el intento de resguardar la semilla y perseverar en nuestra existencia. Una forma de vida que detenga el proceso de destrucción de la naturaleza y de la sociedad, provocados por la expansión del capitalismo en su llamada época tardía.

Este texto es una caracola que nace de la experiencia y se expande con las voces y reflexiones colectivas.

Quito, 2021

________________________

1 Término para nombrar nuestro continente, cuya ««Cordillera Matriz Andina» va desde la Patagonia hasta Alaska estrechándose y sumergiéndose en el estrecho o istmo de Panamá y surgiendo luego otra vez poderosa, en las cordilleras de lo hasta hoy llamado «Centro-América», que dan forma a los volcanes que son la viga maestra del territorio de Panamá, pasando por Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala, complejizándose luego en México, Estados Unidos, Canadá y finalmente Alaska, territorios donde le cambian de nombre» (Lajo, 2016).

Ensayo 1

Del dominio del sujeto a la emancipación femenina

Mis primeras discusiones acerca de la dominación masculina y las luchas feministas abrieron en mí un gran interrogante, que ha sido un fantasma que recorre mis pensamientos desde hace muchos años y que organiza esta breve reflexión sobre el dominio del sujeto, y la necesaria emancipación femenina. Nunca, hasta ese momento, me pregunté sobre el significado de lo femenino. Nací mujer y mi identificación civil lo ratificó, así que no puse interés en indagar sobre algo que simplemente estaba dado. Sin embargo, cuando hice consciente el poder masculino y sus privilegios, y en referencia a ello, lo dado fue objetado. Entonces, me pregunté ¿qué significa ser mujer? Recordé que hace muchos años una amiga transfemenina me había hecho esa pregunta, formulada de otra manera: ¿qué se siente tener eso que tienes que te hace mujer de nacimiento?

Di vueltas en torno a esa pregunta, y las posibles respuestas eran todas en referencia a la identidad masculina. En la dialéctica funcional, lo femenino es lo que no es masculino, de manera que sirve como la negación que afirma esa identidad dominante, esa autoridad que se expresa en la categoría Sujeto. No el sujeto con minúscula, sino el Sujeto con mayúscula, esa entidad cognitiva que ha organizado el mundo moderno. Pensé, entonces, que la respuesta a la pregunta que, como fantasma, rondaba mi pensamiento exigía revisar esa categoría protagónica de la episteme moderna. No en su construcción, sino en su deconstrucción crítica hecha por pensadores europeos que, desde mi punto de vista, más han aportado a esa línea de pensamiento.

Me encontré de pronto en medio de la cartografía teórico-crítica de la primera Escuela de Frankfurt, sobre todo en el trabajo de Adorno y Horkheimer (1969) en que sostienen que la identificación del momento afirmativo de la relación social instaura la forma sujeto. La relación social, como todo vínculo que establece el estar juntos, supone lo previo al encuentro donde este solo es una posibilidad aún no dada. Entonces, la relación como encuentro-afirmación es gracias al no-es-aún, al no encuentro, a la negación. Cuando el momento afirmativo se cosifica-eterniza, la relación deja de ser un encuentro de los distintos y se convierte en la verdad del uno. Se olvida el aún-no, el previo necesario para que la relación sea; con ello desaparece la multiplicidad azarosa de la posibilidad del encuentro y la socialización, pero se ha ganado la causalidad controlada. Nace así la forma sujeto y con ella la identidad falocéntrica del uno y su inherente dominación masculina. La forma sujeto implica la lógica del mando como organización de la vida humana, y los contenidos de esta dominación son la forma misma del sujeto. Por efecto de su cosificación, la forma sujeto, en su desarrollo y expansión, tiende necesariamente a su deformación; como, en estricto sentido, no es una relación sino una estructura rígida, no se transforma y por lo tanto, en su desgaste, se deforma. La proporción de lo humano desaparece en lo inhumano e incluso en lo no-humano.

En el actual momento de la civilización, asistimos a la decadencia o deformación de la forma sujeto, que amenaza con tragarse la vida humana en lo informe, en la ausencia de forma que es en sí misma ausencia de sentido, ausencia de mundo. Al parecer este proceso es irreversible y su duración puede tomar cientos de años. Años que serán muy duros para la humanidad que los padece y para la humanidad que tenga que padecerlos.

Los declives civilizatorios se inician con la deformación de la vida, es decir la tergiversación de proporciones, regularidades, límites, códigos; la cartografía cognitiva y simbólica tiende a desdibujarse. Estos momentos son de extrema confusión, angustia y miedo; pues hay escasas certeza y seguridad en nuestras percepciones, pensamientos y acciones cotidianas e históricas. La humanidad se enfrenta a su fragilidad, a su vulnerabilidad; momentos en los que se desatan emociones como la angustia, el miedo, la ira, que hacen difícil la supervivencia. La desfiguración de la vida conlleva comportamientos no adaptativos, ya que no hay coordenadas que seguir, no hay pautas claras de comportamiento que orienten la experiencia cotidiana. Desde Bourdieu (2002), se diría que no hay disposiciones (habitus) para la acción práctica que organice la cotidianidad de las personas. Desde Jameson (1991), no hay una cartografía cognitiva.

¿Cuál es la forma sujeto que se deforma en su expansión? No es fácil hacerse una imagen mental de ella. Trataba de imaginar, en el movimiento de deformación, la forma que perdía proporciones; vino a mi mente el plano cartesiano. Dos rectas numéricas se cruzan en el punto cero y forman un cuadrado de cuatro cuadrantes. El mundo queda contenido en las coordenadas de asociación entre los valores de las equis (X) y los de las yes (Y), toda la riqueza humana se remite al punto de origen y a los desplazamientos que se realicen desde allí. La totalidad del mundo simbólico, incluidas las personas, es reducida a puntos y ubicada en los cuadrantes sobre la base de las coordenadas de asociación X y Y, desde donde se valorizan dentro de la lógica cuantitativa: se ubica la recta horizontal X, si está a la izquierda del punto de cruce 0 (cero) con la recta vertical Y tienen un valor negativo, y si está a la derecha es positivo. En la recta vertical Y, si está arriba del punto de cruce con X es positivo, y si está hacia abajo es negativo. La vida se transforma en un asunto de sumatoria y sustracción, y su movimiento va de menos a más si la suerte acompaña; caso contrario, será de más a menos.

Entendí geométricamente las dicotomías de la dominación del sujeto, empezando por aquella inherente a él: sujeto-objeto, hombre-naturaleza, hombre-mujer, civilizado-bárbaro, desarrollo-subdesarrollo, centro-periferia, norte-sur, cristiano-pagano, rico-pobre, bueno-malo, etc. Si ubicamos estos dispares en el plano cartesiano: el hombre blanco, adinerado y civilizado, sin duda, se encontrará en el cuadrante de la Y hacia la derecha y de la X hacia arriba; vivirá en algún norte global y será bueno. La mujer negra o indígena pobre y no civilizada se hallará en el cuadrante de la Y hacia la izquierda y de la X hacia abajo; seguramente vivirá en algún sur global y será mala. Siempre quedan los cuadrantes intermedios —el más/menos hacia la izquierda de la Y, y hacia arriba de la X y el menos/más hacia la derecha de la Y, y hacia debajo de la X— en los que se encuentra la posibilidad de ser un poco menos desfavorecido. Cuadrantes intermedios que prometen que siempre habrá la posibilidad de que esa mujer avance hacia un cuadrante menos negativo para que su vida se valorice y progrese, eso sí, en la medida en que abandona su ser femenino y su cultura. La triple dominación del sujeto —patriarcado, colonialismo y capitalismo— adquirió su forma de mando y privilegio en el plano cartesiano.

Me pregunté: ¿en qué cuadrante estaré ubicada, qué valor tendré en esta lógica de menos a más? ¿Estaré a la derecha de la Y, y arriba de la X? De ninguna manera, soy mujer. ¿Quizá a la derecha de la Y, y debajo de la X? Tampoco, soy mujer de la Andinia. Me encontraré a la izquierda de la Y, y hacia arriba de la X. Esta podría ser, porqué a pesar de ser mujer andinia, soy profesora universitaria, aunque, por ser una universidad del Tercer Mundo, posiblemente caiga en el cuadrante de la Y hacia la izquierda y de X hacia abajo. Si el horizonte de referencia no es el planeta, sino en mi pequeño país del sur, entonces quizá sí me encuentre en el cuadrante de la Y hacia la derecha y de la X hacia arriba. Comprendí que esta forma sujeto se extiende y coloniza toda la vida social con sus cuadrantes numéricos; allí los seres humanos son ubicados, ordenados y configurados para avanzar o retroceder, para sumar o restar en la lógica de la progresión, del crecimiento. Si las flecha que van hacia la derecha como a la izquierda de la Y, y hacia arriba y hacia debajo de la X indican un continuo infinito en ambas direcciones, se entiende que el avance o el retroceso, la suma o la resta de la vida humana no tiene límite.

Los que avanzan y suman serán los ganadores y privilegiados, serán los que mandan. Las que retroceden y restan serán las perdedoras y no favorecidas, serán las que obedecen. Los ganadores serán cada vez menos y las perdedoras cada vez más. Para 2019, «un 1 % de la población tiene más recursos que el 99 % de la población del planeta» (Andino y Prat, 2019). Los ganadores de 2020 son hombres blancos; Jeff Bezos: $ 194 000 millones; Bill Gates: $ 123 000 millones, Microsoft; Mark Zuckerberg: $ 107 000 millones, Facebook; Elon R. Musk: $ 98 500 millones, CEO; Bernard Arnault: $ 86 400 millones; Warren Buffett: $ 82 500 millones (Bloomberg, 2020). «En 2021, se calcula que habrá en el mundo 435 millones de mujeres y niñas viviendo en extrema pobreza, una subida de 47 millones como consecuencia del impacto de la COVID-19» (EFE, 2020). Es fácil observar cómo, en el cuadrante de la Y a la derecha y de la X arriba, se encuentra un grupo reducido de hombres blancos y multimillonarios cuyas fortunas tienen el crecimiento infinito propio de la dinámica de acumulación y centralización del capital. Por el contrario, en el cuadrante de la Y a la izquierda y de la X hacia abajo se encuentran millones de mujeres enmiseradas, producto de la violencia machista, la expropiación colonial y la explotación capitalista.

De la Y hacia la derecha y de la X hacia arriba la sumatoria de poder, capital y privilegio se presenta abierta hacia el infinito: siempre es posible sumar más a costa de lo que sea, y eso explica la obscena dominación, acumulación y consumo en los nortes globales. De la Y hacia la izquierda y de la X hacia abajo, la sustracción de poder, capital y privilegio también se presenta abierta hacia el infinito: siempre es posible restar más, hasta los perversos niveles de sometimiento, miseria y postergación en los sures globales. Por cualquiera de las dos direcciones de la recta numérica, el avance vertiginoso de su crecimiento provoca la deformación de la vida, sea como abundancia o como escasez. Cualquiera de las dos desdibuja los límites que hacen posible la forma humana y su cartografía.

La vida social se mueve dentro de esta estructura de valoración rígida e irreversible, que condena a las personas a tener como referencia el punto de cruce, punto cero, del tiempo lineal del plano cartesiano, tiempo del progreso moderno. El punto cero es expresión de la autorreferencialidad del yo cartesiano que ha negado toda alteridad, para erigirse como núcleo del sujeto. Hemos sido convertidos en individuos-puntos a imagen y semejanza del núcleo del sujeto, a partir de él ubicados, alineados y alienados en los cuadrantes del plano cartesiano, y obligados a movernos en el tiempo lineal de las rectas numéricas y su crecimiento infinito. La riqueza y diversidad humana, así como su heterogeneidad y sus infinitas posibilidades, se reduce a las coordenadas de la asociación entre los valores de las equis (X) y los de las yes (Y); todo se remite al punto de origen donde se cruzan las dos rectas y a los desplazamientos que se realicen desde allí.

El tiempo lineal de la forma sujeto estira y descuartiza el tiempo circular de la comunidad, de la economía de la subsistencia, de la democracia comunitaria y asamblearia, de la sabiduría común y cotidiana, e impone el tiempo de la producción industrial de la economía capitalista, del consumo mercantil, de la política estatal de los representantes, del conocimiento especializado y académico. Un tiempo que avanza y se acelera en su carrera desenfrenada al crecimiento obsceno (producción, consumo y acumulación); que no se tuerce hacia atrás, que no se fuga de las coordenadas perpendiculares, que comprime la complejidad de la vida a las dos dimensiones básicas de la existencia humana. Tiempo irreversible y uno, donde el pasado ya pasó y es pasado que no retornará jamás; tiempo donde se impone la mirada hacia el futuro ya determinado. Tiempo de ansiedad que obliga a correr hacia un futuro modelado por el cálculo económico, que, por su velocidad, se desintegra en la nada y colapsa como sin sentido. El tiempo, en esta forma, es un avanzar vertiginoso que destruye su propio movimiento, su velocidad destroza las mismas coordenadas que lo definen.

La forma sujeto, en su movimiento de sumatoria y sustracción, que expande la doble afirmación (hacia la derecha y hacia arriba) y la doble negación (hacia la izquierda y hacia abajo) se deforma y con ello deforma la vida social. Una expresión de esta dinámica numérica que desfigura por sumatoria son los llamados, por Augé (2000), no-lugares, que invaden el planeta. Todo se vuelve en extremo fugaz y efímero, nada deja huella, todo lo sólido se disuelve en la virulencia mercantil. Los lugares antropológicos históricos o vitales (afectivos, emocionales), donde se produce el encuentro y el reconocimiento interhumano, agonizan.

El planeta se llena de autopistas, aeropuertos, habitaciones de hoteles, supermercados, centros comerciales, estaciones de metros, fábricas, yacimientos mineros, plataformas digitales (Uber, Cabify, Tinder, Facebook, Instagram, etc., etc.), centros de entretenimiento reales y virtuales, rostros y cuerpos plásticos, muñecas inflables, cadenas de comida rápida, clubes de vacaciones, centros turísticos globales, grandes cadenas hoteleras, etc. Desaparece la huella personal, la singularidad. La identidad como construcción social es reemplazada por las identidades digitales otorgadas por las redes sociales virtuales. Cada vez menos se da la relación cara-a-cara donde se puede leer las historias inigualables e irrepetibles de la experiencia humana singular. Colapsan las relaciones afectivas y eróticas que son reemplazadas por catálogos de compañeros sexuales que se exponen como mercancías desechables.

La comunicación desaparece en una producción infinita de monólogos digitales que no estructuran discursos, apenas imágenes reducidas a su mínima expresión, que exhiben las emociones en emoticones e igualan las pasiones en un inventario empobrecido de sentimientos y afectos. Las personas son disminuidas a un número de identidad, de tarjeta de crédito, de WhatsApp, a un código de consumidor. Somos entes fugaces moviéndonos de un no-lugar a otro no-lugar sin poder afincar; sin poder estar situados en un territorio. No hay mapas, ni cartografía; damos vueltas y volvemos una y otra vez de manera compulsiva a los mismos sitios idénticos; repetimos automáticamente los mismos actos irracionales, pensando que hacemos algo diferente que nos llevará a alguna esquina, donde nos cruzaremos con alguien y se dará el milagro de la sociabilidad.

«Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no-lugar» (Augé, 2000, p. 45). El planeta ha dejado de ser el hogar de la humanidad, los hogares particulares también desaparecen en medio de cubículos-habitaciones impersonales, que solo sirven para pasar a dormir como en cualquier hotel. Los sitios de trabajo como las fábricas, los centros reales o virtuales de servicios, los centros educativos o el Estado no son lugares de la reproducción humana, son no-lugares; fábricas de la producción mercantil, donde los seres humanos son reducidos a pequeñas e insignificantes piezas de la gran maquinaria: partículas anónimas de la sociedad global. En estos no-lugares se da una aparente seguridad, a cambio de lo cual nos sometemos a la disciplina del sujeto productor y consumidor.

Los no-lugares tienen la forma de los cuadrantes cartesianos, cuya aplicación perfecta está en las líneas de fábrica y la automatización industrial. Todo se ha convertido en un cuadrante de producción y consumo: el espacio terrestre, aéreo y marítimo está construido para la circulación acelerada de autos, camiones, metros, barcos y aviones que movilizan mercancías (fuerza de trabajo (trabajadores) y capital (consumidores). La llegada de la pandemia del COVID-19, que frenó de golpe esta velocidad y confinó trabajadores y consumidores, permite ver nítidamente los cuadrantes mercantiles en su vacuidad.

La ciudad, el gran cuadrante hiperpoblado, está pensada para la circulación de trabajadores asalariados y consumidores (en atención a la lógica mercantil de producción, distribución, circulación y consumo). Espacio de la individualidad solitaria, solipsista y narcisista. Dejó de ser la morada de la familia y de la comunidad; dejó de ser el espacio de los barrios, las plazas y la habitación de los urbanitas. Se convierte cada vez más en un lugar de paso, absolutamente provisional, efímero y anónimo. Los mapas urbanos no son más que catálogos de espacios insubstanciales para turistas (museos, reservas ecológicas, iglesias, centros históricos). Las comunidades que habitan son convertidas en no-lugares turísticos, incluidas las villas miseria en Argentina o las favelas en Brasil (BBC, 2012).

La globalización se extiende, borra las diferencias y aparecen los no-lugares. Los barrios con sus plazas, sus parques, sus casitas y su redondez ceden el espacio a las edificaciones verticales en las cuales, a pesar del hacinamiento, pocos se conocen, mucho menos socializan, y nadie se preocupa del otro. Las tiendas del barrio van agonizando frente a las transnacionales de los mega y micromercados, idénticos todos ellos, que se colocan por fuera de los contextos culturales diferentes. Los cafés históricos que eran parte del tejido social-comunitario, lugares de encuentro de los vecinos, desfallecen ante la llegada de las franquicias transnacionales como Starbucks, Sagrado, Juan Valdez, etc. Las plazas y parques públicos adquieren una misma estética en cualquier gran ciudad del planeta; convertidas en sitios sin identidad y sin historia, se petrifican y dejan de acoger y brindar la posibilidad de inscribir identidad y relación. La identidad se reproduce como virus destruyendo las coordenadas y, con ellas, el movimiento.

Los no-lugares de la sumatoria avanzan y borran los lugares históricos, los disuelven en sus restos de producción, restos de mercancías, restos de vida y producen los no-lugares de la sustracción, del cuadrante de la doble negación (de la Y a la izquierda y de la X hacia abajo).

Así, por fuera del cuadrante de la doble afirmación (de la Y hacia la derecha y de la X hacia abajo) la sociedad se disuelve en la pobreza extrema, la violencia, la inseguridad; la inhumanidad de los campos de refugiados, del capital mafioso, de las transnacionales del crimen, de las barracas miseria. Es decir, ahí donde los lugares-territorios han sido destruidos y están destinados a desaparecer o a degradarse progresivamente por el capital, el machismo y la colonización agresiva. En estos espacios de la vida residual, las mismas coordenadas del plano cartesiano han sido disueltas, se desdibujan y los individuos-puntos pierden la ubicación otorgada por la forma sujeto en su deformación, en una inundación de signos inconexos, de puntos sin fijación.

La mayor parte de la población mundial es empujada al cuadrante de la doble negación. Esta excesiva concentración, por un lado, se convierte en una fuerza de atracción negativa que se traga los límites que lo separan de los cuadrantes intermedios y amenaza con extenderse a los dominios del cuadrante de la doble afirmación. Por otro lado, deforma las rectas numéricas como coordenadas de referencia para el movimiento y paraliza el tiempo. El peso muerto del cuadrante de la doble negación tuerce al plano cartesiano y expulsa a millones de seres humanos por fuera de su ámbito ya deformado. La imagen plástica de esta desfiguración del mundo es la imagen del Titanic hundiéndose en las frías aguas del océano, donde sus formas desaparecen.

En el cuadrante de la doble negación impera el desorden propio de los muladares civilizatorios, donde crecen la marginalidad social, el crimen, la violencia, el desasosiego. Los territorios (físicos y simbólicos) se desdibujan, se disuelven en un pantano de masas humanas expulsadas, de signos rotos, de relaciones quebradas, de naturaleza desgarrada. No hay rutas ni caminos que nos lleven a algún lugar: más aún, no hay lugares a donde ir.

En los cuadrantes de la doble afirmación de los nortes globales, la forma sujeto y su sentido desaparecen por exceso de poder, capital y privilegio, que se muestra en la violencia extrema, la producción destructiva y la obscenidad del consumo mercantil. La identidad, la constancia, la permanencia, la relación, la humanidad misma se diluyen en la fugacidad y la inmediatez del consumo, exigido para permanecer dentro del cuadrante de la doble afirmación o al menos en los cuadrantes intermedios. Las personas son convertidas en consumidores compulsivos, narcotizadas por las mercancías que circulan alrededor de ellas, atrapadas en este objeto residual que destruye la palabra. En los cuadrantes de la doble negación de los sures globales desaparece el sentido por depresión en el consumo real y angustia por el consumo ideológico. En estos muladares de miseria y basura mercantil, las personas mismas son convertidas en objetos residuales, en población de desecho; de reserva laboral pasan a ser reserva biológica. Según informes económicos: «Aproximadamente 1300 millones de personas viven en la pobreza multidimensional, lo que representa casi una cuarta parte de la población de los 104 países para los que se calcula el IPM de 2018. De estos 1300 millones, casi la mitad, el 46 %, viven en la pobreza severa y sufren carencias en al menos la mitad de las dimensiones que cubre el IPM» (PNUD, 2018).

Por su parte, OXFAM indica:

El año pasado se produjo el mayor aumento de la historia en el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares, con un nuevo milmillonario cada dos días. En 12 meses, la riqueza de esta élite ha aumentado en 762 000 millones de dólares. Este incremento podría haber terminado con la pobreza extrema en el mundo hasta siete veces. El 82 % de la riqueza generada durante el último año fue a parar a manos del 1 % más rico, mientras que la riqueza del 50 % más pobre no aumentó lo más mínimo. La riqueza extrema de unos pocos se erige sobre el trabajo peligroso y mal remunerado de una mayoría. Mientras las mujeres ocupan mayoritariamente los empleos más precarios, prácticamente todos los súper ricos son varones. Los Gobiernos deben favorecer la creación de una sociedad más igualitaria a base de dar prioridad a los trabajadores y a los pequeños productores agrarios en vez de a los más ricos y poderosos. (Oxfam, 2018)

La forma de vida sujeto ha provocado una catástrofe ecológica social y simbólica. Algunos informes plantean: «A menos que se emprendan acciones drásticas para cambiar los sistemas económicos y sociales, el mundo tendrá que enfrentar el colapso ecológico y la extinción masiva de especies, según un informe de evaluación mundial exhaustivo hecho público hoy por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES)» (Cajías, 2019). En el ámbito social, el desempleo, el subempleo, el empleo informal, el empleo vulnerable, la deformación de las más importantes instituciones sociales (familia, Estado, Iglesia), la ampliación colonizadora del mercado, la destrucción de la comunidad, el crecimiento de las adicciones, de la criminalidad tanto de subsistencia cuanto del poder, etc., generan índices de violencia cada vez más elevados que destruyen los acuerdos sociales básicos (Ferrajoli, 2005). En el aspecto simbólico, hay un desdibujamiento de las cartografías mentales; los símbolos se transforman en signos flotantes vaciados de sus contenidos históricos, políticos, culturales, afectivos.

El espacio social de la vida se encuentra desfigurado por una especie de pornografización de la experiencia cotidiana. Lo social es un cuerpo cercenado y sus órganos se exhiben de forma separada, virulenta y efímera como si no tuvieran un cuerpo, un espíritu, una emoción. Es un espectáculo pornográfico de órganos que flotan en un océano de miembros sueltos, de órganos sin cuerpo. El exceso de órganos expuestos en su flotación termina deserotizando, desestetizando, desexualizando, despolitizando a la sociedad y hundiéndola en un océano de apatía, de desidia donde el deseo —esa fuerza oscura y terrible que produce sentido— desaparece. El exceso de consumo de códigos provoca que estos desaparezcan como sentido y, con él la misma forma de la vida del sujeto se deforma en su «contrario»: una materia amorfa. Todo lo sagrado se banaliza y todo lo sólido se desvanece, produciendo la catástrofe simbólica.

El por-venir de lo femenino

En el deseo de contestar a la pregunta ¿qué es ser mujer?, ¿qué es lo femenino?, y habiendo ubicado la forma sujeto que niega lo femenino, me arriesgo a ensayar un juego de comparación dialéctica no funcional, entre la forma humana que pudo ser y no fue, y la forma sujeto impuesta por la modernidad capitalista. Haré un salto al pasado, justo allí donde no fue, en ese aún-no previo al acontecimiento de la relación, allí donde se encuentra la infinita posibilidad de combinaciones, de encuentro, de relaciones posibles y alternativas a la forma sujeto. Haré ese salto al pasado para descubrir la fuente de fecundidad, la fuente de la vida.

La multiplicidad femenina vs. la unidad del sujeto

Es indudable que el nacimiento del sujeto, como categoría explicativa de lo humano, supuso la destrucción de los múltiples mundos otros y de sus multiplicidades simbólicas, así como el sacrificio de la naturaleza en su soberanía significante.

¿Qué significa la destrucción de las multiplicidades simbólicas, la destrucción de las múltiples comunidades de vida?

Primero y fundamentalmente la destrucción de lo femenino, en cuanto la multiplicidad es la cualidad y el acto en que la realidad sustantiva de lo femenino se afirma como femenino. La multiplicidad es la propiedad sustantiva de lo femenino, lo que hace que lo femenino sea femenino, sea lo que es y como es. Lo femenino en tanto que multiplicidad es la condición fundamental de lo diverso, compuesto, polifacético, complejo, heterogéneo, distinto y contradictorio.

Lo diverso viene del verbo divertere, que significa girar en dirección opuesta, lo que implica el acto por excelencia de la subversión de lo unidireccional y unidimensional del mando, en la medida en que lo desmiente como posibilidad de ordenamiento empobrecido o reducido de la existencia.

El prefijo di (divergencia) expresa la separación —negatividad— como fundamento de la vida. La raíz del verbo verteré