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Miniserie Deseo 207 Todo empezó con una simple petición, que durante tres días fingieran que se gustaban. Cuando Alexandra Gold canceló su propia boda, con un coste estimado en un millón de dólares, se convirtió en una apestada. Por lo tanto, la única manera de evitar ir sola a la boda del año y mantener a raya la pluma de Little Black Book, la maliciosa cuenta de internet, era llevar a un novio falso. El candidato casi perfecto era Ryder Carson, arquitecto, y el mejor amigo del hermano de Alexandra. Desgraciadamente, aunque muy tentador, Ryder le estaba totalmente prohibido. A medida que la celebración fue caldeándose, empezaron a saltar las chispas entre ellos. ¿Sería cuestión de tiempo que Little Black Book aireara su secreto?
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Seitenzahl: 231
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2022 Karen Booth
© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Cita falsa para una boda, n.º 207 - diciembre 2022
Título original: How to Fake a Wedding Date
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1141-242-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Alexandra Gold tenía muchas razones para tomarse un descanso de las bodas. Después de todo, tan solo habían pasado catorce meses desde que canceló la suya y aún se estaba reponiendo de los acontecimientos que tuvieron lugar aquel día. No era capaz de recordar todos los detalles, pero los fragmentos se presentaban en su cabeza como si se tratara de una película de serie B. La llamada de teléfono que realizó llorando a su madre, el largo trayecto hasta los Hamptons para devolverle el imponente anillo de diez kilates a su prometido y, por supuesto, los apodos que le habían puesto en los tabloides desde entonces. Novia pija a la fuga. Tornado Devoramillones. Y el favorito de Alex, Fundemillones.
Tenía todas las razones del mundo para odiar las bodas, pero no era así. Eran la señal de que el amor y la esperanza aún importaban, tal vez no en la vida de Alex, pero sí en las de otras personas, como su amiga Chloe Burnett.
–Mi madre me sugirió linternas chinas en la piscina durante la recepción de boda, ¿qué te parece? –le preguntó Chloe a Alex por telefóno.
Alex estaba sentada en la parte trasera de su SUV negro. Iba a ir a almorzar con su hermano Daniel. Al otro lado de la ventana, la silueta de Manhattan aparecía difuminada por la bruma. En agosto, la ciudad podía resultar totalmente insufrible y, además, estaban en medio de una ola de calor de dimensiones épicas.
–Me encanta esa idea. Dan mucho ambiente. No sé por qué no se me había ocurrido antes. Lo voy a mirar.
Alex puso la llamada en el altavoz para poder escribir una nota en su teléfono móvil.
–No sé… A veces me pregunto si mi madre se está excediendo un poco…
–No. Las madres son así.
Alex lo sabía de primera mano. Su madre había tirado la casa por la ventana en los preparativos de la boda. Y, tal y como ella misma descubrió más tarde, su progenitora había estado demasiado implicada también en la petición de mano.
–Dios, lo siento –dijo Chloe–. No debería haber dicho eso. Espero no haberte herido los sentimientos.
Alex dejó escapar un profundo suspiro. Sí, ella tenía una relación difícil con su madre, pero esa no era la razón por la que había decidido cancelar la boda.
–Chloe, no te preocupes. Estoy bien.
–¿De verdad? Este último año ha sido muy duro para ti. Estoy convencida de que ayudarme a mí con mi boda no te puede estar resultando fácil.
–No te preocupes por mí. Te quiero mucho y te vas a casar. Eso es lo único que importa.
–No te lo habría pedido si no fueras maravillosa en todo lo que haces.
–Oh… muchas gracias.
Sinceramente, el talento de Alex en aquel campo era heredado. Su madre se había pasado treinta años de su vida siento una de las organizadoras de boda de más éxito en el noreste de los Estados Unidos. Los incontables eventos de los que Alex había sido testigo le habían llevado a especializarse en el diseño floral de lujo. Había conseguido levantar un boyante negocio creando extravagantes adornos florales para hoteles, eventos de trabajo, y sí, por supuesto, cientos de bodas.
–¿Has tenido suerte en lo de encontrar acompañante para la boda? –le preguntó Chloe.
–No.
–Pensaba que habías conocido a un chico la semana pasada.
–Él se enteró de quién soy, más concretamente, de lo que soy, por lo que la conversación terminó muy rápidamente. Me suele ocurrir con los hombres últimamente. Ni siquiera me miran. Se limitan a salir corriendo en la dirección contraria.
–Eso es injusto. En realidad, no te conocen. No eres ninguna de esas que dicen de ti en la prensa amarilla.
–No puedo culparlos. Ninguno de ellos quiere terminar saliendo en las revistas. Algo así puede arruinar la vida de cualquiera.
–Me sorprende que seas capaz de hablar al respecto. Eres tan fuerte…
«¿De verdad lo soy? La mayoría de las veces solo estoy fingiendo».
–Lo intento.
–Si hay algo positivo en todo esto, al menos cancelaste la boda antes de que apareciera Little Black Book.
Little Black Book era una cuenta anónima que había surgido había unos pocos meses en una red social. Se dedicaba a publicar chismes y secretos familiares malintencionados y dañinos sobre algunas personas a las que Alex conocía, entre las que se encontraban Chloe y la madre de esta.
–No quiero ni pensar lo que habrían publicado sobre mí.
–A Parker le preocupa mucho que quien está detrás de todo esto se cuele en nuestra boda.
Parker Sullivan era el prometido de Chloe, un agente deportivo cuyo cliente más importante había sido el primer objetivo de Little Black Book. La agencia de Chloe había intervenido y los dos se habían enamorado. Todo había terminado por arreglarse, pero, desde entonces, Parker había emprendido una cruzada personal para desenmascarar a quién estaba detrás de Little Black Book.
–No quiero que te preocupes por eso. Taylor ha instalado en la casa un buen equipo de seguridad.
Taylor Klein era la otra mejor amiga de Chloe y Alex. Iba a organizar la boda de Chloe y Parker en la casa de verano que su familia tenía en Connecticut.
–Además, la lista de invitados es muy reducida y solo has dado acreditaciones a la prensa más selecta, ¿no?
–Así es. No podía obviarlos a todos porque, si lo hubiera hecho, nos enviarían helicópteros a sobrevolar el jardín de Taylor. He invitado a representantes de algunas publicaciones en las que sé que puedo confiar.
Alex no le quería decir nada a Chloe, pero, algunas de esas publicaciones tan selectas no habían sido demasiado amables con ella después de que cancelara su boda. Tal vez no la habían insultado como otras publicaciones, pero habían escrito sobre ella describiéndola como una pobre niña rica. Alex no quería que tuvieran pena de ella, sino que la dejaran en paz. Por eso, estaba deseando encontrar un acompañante para la boda de Chloe, un hombre guapo con el que pudiera bailar para que todo el mundo, si le estaban prestando atención, pensara que había conseguido dar un discreto giro a su vida.
El coche se detuvo frente al restaurante.
–Chloe, me tengo que marchar. Voy a almorzar con mi hermano.
–¿Quieres que le diga a mi madre que se ocupe ella de las linternas?
–No. No pasa nada. Ya me ocupo yo.
Alex se despidió de Chloe y, tras colgarse el bolso del brazo, se bajó del coche con la ayuda del chófer. Su hermano la estaba esperando justo al otro lado de la puerta, en el interior del restaurante.
–Hola, guapo –le dijo mientras se ponía de puntillas y le daba un beso en la mejilla.
–Veo que sigues llevando las gafas de sol en interiores –comentó Daniel mientras le hacía una señal a la camarera.
–Así es mejor. Por si me ve alguien. Todo el mundo tiene una cámara en el teléfono móvil. Así es más difícil que me hagan una fotografía.
–Señor Gold –le dijo la camarera a Daniel–, ya tenemos preparada su mesa.
–Genial –replicó Daniel. Se hizo a un lado y le indicó a su hermana que pasara primero. Entonces, la siguió hacia el interior del comedor.
Alex mantuvo la mirada al frente, sin hacer caso al resto de los comensales. Por suerte, era bastante tarde para almorzar y el restaurante no estaba excesivamente lleno. La camarera los condujo hacia una mesa que estaba en un rincón y Alex se colocó de espaldas a la mayor parte del restaurante. Entonces, se quitó las gafas.
–¿Les apetece tomar algo del bar mientras deciden lo que van a tomar? –les preguntó la camarera mientras colocaba dos menús sobre la mesa.
–¿Qué te apetece, Alex? –le preguntó Daniel.
–Algo frío, lo que sea, pero que tenga un poco de alcohol –respondió ella.
–Tenemos un vino rosado delicioso –sugirió la camarera.
–Perfecto.
–Yo tomaré lo mismo –dijo Daniel. Cruzó las manos sobre la mesa y miró directamente a su hermana con sus penetrantes ojos azules. Aquel había sido el comportamiento típico con su hermana durante el último año: la sacaba a almorzar, le sacaba información sobre cómo se encontraba y se la contaba a sus padres. Su padre estaba preocupado por Alex. Su madre, desilusionada.
–Bueno, cuéntame cómo estás.
–Estoy muy ocupada con mi trabajo. Tengo muchos eventos de empresas para los que hacer las flores y, por supuesto, están las bodas.
–Me alegro –comentó Daniel mientras le golpeaba suavemente la mano–. Es bueno que estés ocupada, aunque me gustaría que tuvieras que hacer menos bodas.
–No me queda otra.
La camarera les llevó las bebidas que habían pedido. Alex dio un largo trago al vino. Era exactamente lo que necesitaba.
–¿Estás ayudando mucho a Chloe?
–Sí. En realidad, estoy organizándole toda la boda.
–¿Con quién vas a ir?
Alex abrió el menú y comenzó a mirarlo, aunque ya sabía lo que iba a tomar: ensalada cobb con el aliño a un lado y sin huevo duro.
–De momento con nadie, pero sigo mirando.
–¿Mirando?
–Tengo dos opciones. Las aplicaciones de citas o que un amigo me empareje con alguien.
–No dices en serio de lo de las citas online, ¿verdad? Eso no me gusta ni un pelo. ¿Y si te fijas en un tío que sea un depravado? No voy a permitir que te vuelvan a hacer daño.
Daniel siempre se había mostrado muy protector con su hermana. En realidad, se sentía algo responsable por lo que ocurrió con el prometido de Alex, dado que él se lo había presentado.
–Así es como se liga hoy en día. Si no lo hago así, voy a tener que esperar que un amigo me busque pareja y, hasta ahora, nadie ha encontrado a un candidato al que no le importe que le vean conmigo.
–Yo me ofrecería a acompañarte, pero tengo una reunión muy importante en Londres la semana antes y había pensado quedarme el fin de semana. No me apetece mucho venirme antes, pero lo haría por ti.
Alex esperó a que la camarera anotara lo que iban a tomar para responder a su hermano.
–Te quiero mucho, pero no. ¿Ir con mi hermano? Sería mejor ir sola. No te ofendas.
Daniel lanzó un largo soplido y se reclinó sobre el respaldo de su butaca. Tenía el ceño fruncido y un gesto de concentración en el rostro, como si estuviera tratando de resolver un problema muy complicado.
–Necesitas a alguien que te conozca. Alguien en quien puedas confiar y en el que yo también pueda confiar…. Un momento –dijo mientras su rostro recuperaba un aspecto casi normal–. ¿Qué te parece Ryder? Sería perfecto.
–¿Cómo? ¿Ryder? No. No. Él no querría acompañarme a una boda.
Un patético nerviosismo se apoderó de ella. Se tomó de un trago lo que le quedaba de vino. ¿Por qué estaba sudando? ¿Por qué le latía tan rápido el corazón?
–¿Por qué no?
«Porque Ryder Carson es mi debilidad. Él es el hombre que llevo deseando más de una década. Porque es tu socio y mejor amigo. Porque me acosté en secreto con él hace cinco meses y no estoy segura de que mi orgullo se vaya a poder recuperar».
–No sé… No creo que él quisiera…
–Yo no creo que debas dar eso por sentado. Deberíamos preguntárselo –sugirió Daniel. En ese momento, le agarró repentinamente el brazo a Alex–. Dios mío. Se me acaba de ocurrir algo. Ryder es perfecto.
–¿Perfecto? No sé de qué estás hablando, pero preferiría que cambiáramos de tema…
–Ryder y yo llevamos un tiempo tratando de cortejar a Geoffrey Burnett, el tío de Chloe. Estoy seguro de que él estará en la boda. Si Ryder está allí también, en un ambiente mucho más relajado, podría ser la oportunidad perfecta para que pueda charlar con él y consiga que Burnett acceda a reunirse con nosotros.
Alex decidió que, por mucho que le apeteciera que Ryder fuera su acompañante, era muy mala idea. No podía permitir que Ryder volviera a humillarla. Él había herido sus sentimientos cuando se marchó en medio de la noche sin despedirse de ella. ¿Podría haber algo peor que el hombre que llevaba toda una vida deseando que le diera con la puerta en las narices?
–¿Quieres utilizar a tu hermana para firmar un contrato?
–Si nuestro estudio de arquitectura consiguiera hacerse con los proyectos de Geoffrey Burnett, estaríamos cubiertos durante años. Podríamos comprar un estudio más grande y contratar más personal. Y, lo más importante, evitaríamos que esos proyectos cayeran en manos de nuestros competidores. Sin embargo, no es solo eso. Además, quiero protegerte a ti y a tu corazón. Sé que Ryder nunca te haría daño dado que nunca, nunca, intentaría nada romántico contigo. Tiene ventajas para todos.
Uffff… Alex se aclaró la garganta. Daniel no conocía a Ryder tan bien como creía.
–¿Qué te parece?
–Es una idea absurda –replicó ella. Dolorosa. Y ridícula.
–Pensaba que Ryder te caía bien. Te cae bien, ¿verdad?
Alex cerró los ojos y esperó no ir al infierno por mentirle a su hermano a la cara.
–Es majo.
Ryder Carson estaba sentado en su despacho, tratando de centrarse en los planos que tanto le disgustaban. Eran para un complejo de oficinas en Long Island, la clase de proyecto que Ryder solía concebir con facilidad y que siempre dejaba zanjado a la primera. Sin embargo, no era así en aquella ocasión. El cliente tenía una larga lista de cambios, que él no podía dejar en manos de ninguno de sus delineantes.
Justo cuando estaba empezando a formársele un fuerte dolor de cabeza, oyó que una voz le hacía levantar la vista de los planos.
–Daniel, esto es una tontería. Olvídalo. Tengo que volver a mi trabajo.
El pánico se apoderó de él al darse cuenta de a quién pertenecía esa voz. Alex Gold, la hermana de Daniel, su socio. El corazón empezó a latirle con fuerza. Las palmas de las manos empezaron a sudarle. No había visto a Alex desde marzo, cuando se acostaron juntos. Nadie lo sabía. Absolutamente nadie. Y menos mal. El hermano de Alex era mucho más que el socio de Ryder en los negocios. Era su mejor amigo. El éxito de Gold y Carson, el estudio de arquitectura que tenían juntos, se basaba en la sólida relación que había entre ellos. Por eso se sentía tan nervioso por ver a Alex. Aquella noche en la que se acostaron juntos había terminado cuando él se marchó del apartamento mientras dormía.
–Te prometo que no tardaré mucho –dijo Daniel en el vestíbulo antes de llamar a la puerta del despacho de Ryder–. ¿Tienes un momento? –le preguntó mientras asomaba la cabeza por la puerta.
Ryder sintió que el alma se le caía a los pies.
–¿Estás solo? –replicó, aunque conocía perfectamente la respuesta. Necesitaba un par de segundos para enfrentarse a la mujer que tenía todos los motivos del mundo para estar furiosa con ella.
–No. Alex está conmigo –comentó Daniel mientras invitaba a Alex a pasar.
Alex entró en el despacho con la cabeza bien alta. Aquella actitud hizo que a Ryder se le pusiera el corazón en la garganta. Llevaba un vestido negro, sin mangas, que se ceñía a cada curva de su delicioso cuerpo. No se podía creer que la hubiera tocado. Era una mujer prohibida para él, la hermana de su mejor amigo y socio en los negocios. La adorada hija del hombre que les había dado el dinero a Ryder y a Daniel para crear su estudio de arquitectura.
–Alex… –consiguió decir–. Hola.
Ella se sentó frente al escritorio y cruzó las piernas. Hermosas pantorrillas besadas por el sol y unos esbeltos tobillos.
–Ryder –replicó ella con una sonrisa forzada. Sus profundos ojos castaños brillaban con una intensidad que resultaba difícil de describir. La primera palabra que se le ocurría era «fuego», como si ella fuera capaz de prenderle fuego si así lo deseaba. Aquella no era la Alex a la que él estaba acostumbrado, dulce y amable. Alex nunca lo había mirado como si quisiera hacerle pedazos.
–Me alegro de verte, Alex –comentó él a duras penas–. ¿Qué te trae por aquí?
–Creo que tengo la manera de resolver el problema que tenemos con Geoffrey Burnett y, al mismo tiempo, ayudar a Alex también –dijo Daniel mientras se acercaba al escritorio y se colocaba junto a Ryder.
Alex sacudió la cabeza.
–Estoy segura de que estarás de acuerdo en que es una idea descabellada.
Ryder no estaba seguro de qué le parecería lo que Daniel iba a sugerirle. Seguía atónito por la actitud beligerante de Alex. Ella estaba tan furiosa como se había temido. Sin embargo, quería saber lo que su amigo le iba a sugerir.
–Si significa que podemos solucionar el problema que tenemos con Geoffrey Burnett, soy todo oídos.
–Te cuento –empezó Daniel–. Alex está desesperada por encontrar un acompañante.
–¡Daniel! –le espetó ella–. ¿Tienes que decirlo así?
–Oh. Lo siento. Alex necesita un acompañante. Lo necesita y mucho.
–¡Oye! –exclamó ella–. Esta idea que has tenido no tiene que ver solo conmigo. Tú fuiste el que dijo que podrías aprovechar esta oportunidad para hacer negocios. Estoy segura de que a vosotros os interesa más eso que ninguna otra cosa.
A Ryder le interesaba mucho conseguir un acuerdo con Geoffrey Burnett, pero no terminaba de comprender cómo era posible que las dos ideas estuvieran relacionadas.
–¿Un acompañante?
–Sí. A la boda de Chloe Burnett –contestó Daniel–. A Alex le preocupa que, si no lo tiene, la prensa aprovechará el hecho para volver a decir crueldades sobre ella en los periódicos.
–Lo dices como si yo fuera una delicada florecilla, Daniel, y no lo soy. Simplemente no quiero volver a estar entre sus garras. Mi vida sería mucho más agradable si me dejaran en paz.
–¿Y has pensado en mí para este cometido? –le preguntó Ryder con incredulidad.
–Sí. Es evidente, ¿no? Yo voy a estar en Londres el día de antes de la boda, así que no puedo acompañarla –replicó Daniel.
–Se le ha olvidado mencionar que no pienso ir acompañada por mi hermano –intervino Alex–. Eso no tendría el efecto deseado.
–Lo importante de todo esto –comentó Daniel– es que podría ser nuestra verdadera oportunidad con Geoffrey si puedes charlar con él en un ambiente mucho más relajado. Además, puedo confiar en que ti para que acompañes a Alex a la boda sin que ocurra nada.
–Claro, por supuesto. Porque es Alex.
«Y tú, Daniel, crees que yo nunca haría algo así. Pero ya lo he hecho».
–Exactamente. Nada de líos románticos –afirmó Daniel como si fuera una verdad universal aceptada por todo el mundo–. Porque sabes que sería capaz de matarte. Nuestra amistad se terminaría y nuestra asociación en los negocios se acabaría para siempre.
–Principalmente porque estarías muerto, Ryder –le dijo Alex.
–Esto es solo porque os quiero a los dos –afirmó Daniel con un tono de voz visiblemente afectado.
Ryder respiró profundamente por la nariz. Miró primero a Alex y luego a Daniel. Entonces, volvió a mirar a Alex, lo que fue un error porque, en ese momento, le fue imposible apartar los ojos de ella. Hacía años que conocía a Alex y siempre se habían llevado muy bien. Durante años y años, habían disfrutado de una cómoda amistad. Sinceramente, jamás había tenido pensamientos románticos hacia ella hasta la fiesta de Año Nuevo en casa de Daniel, cuando ella le besó. Antes de ese momento, nunca se había permitido pensar en ella como pareja precisamente por los motivos que Daniel había explicado. Ese beso lo había cambiado todo. Había abierto las compuertas de unos sentimientos incontenibles. Por eso, Ryder había decidido apartarse, tomar su abrigo y salir del apartamento de Daniel tan rápido como pudo. Antes de poder hacer algo malo. Antes de hacer algo que pudiera arruinar su vida.
Entonces, Alex y él se encontraron en una fiesta benéfica en marzo. Aquella noche, Daniel no estaba presente y Alex era una verdadera delicia. Divertida, encantadora y tan sexy que Ryder casi no podía pensar. Aquella noche, cedió a la tentación. Ciertamente, parecía tener una debilidad hacia ella. No lo había sabido hasta que Alex no se lo había hecho ver. ¿Terminaría metiéndose en más problemas si accedía al plan de Daniel?
–¿Y qué conllevaría exactamente?
–Bueno, tendrías que esforzarte en pasar todo el tiempo que puedas con Geoffrey Burnett –le dijo Daniel mientras se volvía a mirar a Alex–. Alex tendrá que estar allí para el ensayo, la ceremonia y el banquete, así que tendrás oportunidades de sobra de hablar con él.
Ryder no se había referido exactamente a eso. Tal vez debería tener dos conversaciones separadas, la de negocios con Daniel y la personal con Alex.
–No hay problema. Creo que probablemente tengas razón. Esto podría darnos una gran ventaja sobre otros estudios que suspiran por conseguir sus contratos.
–La ventaja sería increíble –le corrigió Daniel.
–Ahora, creo que deberíamos averiguar lo que Alex quiere. Es más importante que el aspecto empresarial –dijo Ryder mientras miraba a Alex.
Hubo un instante en el que las miradas de ambos conectaron y él vio el recuerdo de la mujer que lo tentó con su delicadeza y su vulnerabilidad. La mujer que no estaba furiosa con él. Aquel recuerdo lo asustó, pero también le dio de pleno en el corazón. Sentía mucho lo que ella había tenido que pasar a lo largo del último año. Si acompañarla a la boda la ayudaba de alguna manera, estaba dispuesto a hacerlo.
–Gracias por tenerme en cuenta en todo esto –dijo Alex mientras miraba de reojo a su hermano–. Tienes que fingir que te gusto durante tres días. Comportarte como si fueras mi novio.
–Nada demasiado exagerado –le recordó Daniel.
–¿Vas a dejar que termine? –le espetó Alex–. Solo necesito que tu presencia sea sólida, pero no molesta. Es decir, el chico guapo que me da la mano y me lleva una bebida, pero que no atrae demasiada atención.
Ryder tuvo que contener una sonrisa. Resultaba agradable oírle decir que pensaba que él era guapo.
–Puedo hacerlo.
–¿Ves? Esto es perfecto –dijo Daniel. En aquel momento, su teléfono empezó a sonar. Se lo sacó del bolsillo de los pantalones–. Tengo que dejaros. Ya podéis vosotros organizar solos todos los detalles, ¿de acuerdo?
–Sí, claro que somos capaces –replicó Alex. Se levantó de la butaca y le dio un abrazo de despedida a su hermano–. Gracias por invitarme a comer. Y gracias por preocuparte por mí.
–Por supuesto. Siempre.
Ryder había sido testigo del afecto que se profesaban los dos hermanos en incontables ocasiones. Esa era en parte la razón por la que nunca había visto a Alex como más que una amiga. Ryder era hijo único y, por lo que veía entre Daniel y Alex, se había perdido una parte muy bonita de la vida.
Daniel se excusó y dejó a Ryder y a Alex solos. La puerta del despacho se quedó abierta, pero no por eso Ryder se sintió más tranquilo.
–Jamás me lo habría imaginado.
–Yo tampoco –suspiró ella–. Puedes negarte si quieres. No es demasiado tarde.
Ryder se sintió como si estuvieran tirando de él en direcciones opuestas. Daniel y él tenían un montón de razones por las que necesitaban a Geoffrey Burnett. Además, no podía no ayudar a Alex si ella lo necesitaba. Sin embargo, ¿podía confiar en que no la tocaría, en que no la besaría? No.
–No voy a negarme.
–Déjame recordarte que hay una historia entre nosotros que podría complicar las cosas, aunque supongo que podríamos decir que la nota que me dejaste de noche cerró la puerta totalmente.
Ryder rodeó el escritorio y se metió las manos en los bolsillos.
–Siento haberme marchado así. De verdad. Pensé que era lo mejor para todos. Para ti, para tu hermano y para mí. Es demasiado complicado. Y, considerando todo lo que has pasado, lo último que necesitas son complicaciones.
Alex dudó un instante. Entonces, asintió.
–Tienes razón.
–Entonces, ¿qué hacemos ahora?
–Lo he pensado en el coche mientras veníamos aquí desde el restaurante. No creo que podamos simplemente presentarnos juntos en la boda y comportarnos como si fuéramos pareja. La prensa sabe distinguir muy bien las relaciones falsas y, si llegaran a sospechar, me acribillarían otra vez.
–¿Y cómo podemos evitarlo?
–Dos cosas. Primero. Una cita. En la ciudad. Haré que Chloe se lo sople a la prensa. Nos verán juntos y pensarán que es el comienzo de algo.
–¿Y la segunda?
–Ahora mismo. Me acompañas a la calle y me das un beso de despedida. Para empezar a dar que hablar…
Ryder tragó saliva.
–Está bien.
–Vamos. Estoy segura de que te acuerdas cómo se hace.
Alex se colgó el bolso del brazo y se dirigió hacia la puerta. Ryder la siguió y juntos tomaron el ascensor para llegar al vestíbulo principal. No dejaba de preguntarse cómo sabía Alex que eso era precisamente lo que tenían que hacer. ¿Lo habría estado planeando? No parecía probable.
–Si hacemos esto ahora, luego la cita, no parecerá nada del otro mundo cuando lleguemos juntos a la boda.
–¿Y eso es lo que esperas, que no parezca nada del otro mundo?
–Exactamente.
¿De verdad podría resultar tan fácil?
–Está bien. ¿Cuándo y dónde tendremos esa cita?
–El próximo jueves –dijo ella mientras se dirigían hacia la puerta principal–. El día antes del fin de semana de la boda. Te llamaré para decirte a qué hora y dónde.
–Tienes mi número, ¿verdad? –le preguntó Ryder mientras salían por la puerta giratoria del edificio. El ambiente de aquel día de agosto era agobiante y no ayudaba a aliviar la tensión que sentía por aquel beso.
Alex se detuvo en la acera.
–Sí. Sigo teniendo tu número a pesar de que me dejaste esa nota tan horrible.
Ryder le agarró el brazo. El contacto pareció golpearle justo en el centro del pecho. No se había imaginado tanta fuerza, pero le había sacudido hasta lo más profundo de su ser. Lamentaba haberle hecho daño marchándose de aquella manera, pero, en ocasiones, la vida ofrecía elecciones difíciles. Estaba seguro de que, en aquella ocasión, había tomado la decisión correcta.
–Lo siento, Alex. De verdad.
–Estoy segura. Acabemos ya con esto.
Sin esperar ni un segundo, Alex le agarró los brazos, se inclinó sobre él y le plantó un beso en los labios. Fue como si la Tierra se saliera de su eje y lanzara a Ryder a través del espacio. Justo cuando él empezó a devolverle el beso, Alex se apartó. Sus labios se quedaron vibrando y su cuerpo ardía más que el aire caliente que los rodeaba.
–Te enviaré un mensaje, Ryder.
–Alex, esa nota fue por tu bien. Lo creo sinceramente.
Ella sacó las gafas de sol del bolso y se las puso sobre el hermoso rostro.
–En ese caso, perfecto. Porque es lo único que me preocupa.