En su punto de mira - Karen Booth - E-Book

En su punto de mira E-Book

Karen Booth

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Beschreibung

Miniserie Deseo 205 Chloe no debía acercarse a Parker… ¿o sí? Chloe Burnett, publicista del mundo de los ricos y famosos, siempre había mantenido su vida personal y laboral estrictamente separadas, hasta que Parker Sullivan, agente deportivo y playboy reconocido, necesitó su ayuda. Little Black Book, una maquiavélica página de internet de cotilleos, había convertido en blanco de sus ataques a uno de los clientes de Parker. Si Chloe quería ganar aquella batalla en las redes sociales tenía que resistirse a la atracción que sentía por él. Sin embargo, un viaje de negocios a Miami le hizo romper sus estrictas reglas, a pesar de que Parker podría terminar rompiéndole a ella el corazón. Y, entonces, fue cuando Little Black Book la puso en su punto de mira.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2022 Karen Booth

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

En su punto de mira, n.º 205 - octubre 2022

Título original: The Problem with Playboys

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1141-240-7

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Chloe Burnett tenía una habilidad natural para las relaciones públicas. Había nacido con ella.

–Señorita Burnett. Tengo tres cosas para usted antes de que se marche.

Forrest Mack, el asistente personal de Chloe, asomó la cabeza por la puerta del despacho. Forrest era muy alto y corpulento. Todo el mundo solía dar por sentado que era un atleta profesional, pero, en realidad, aspiraba a ser jugador profesional de ajedrez y era un verdadero osito de peluche.

Chloe se reclinó en su butaca y miró al techo.

–No… Estaba a punto de marcharme… ¿Por qué tiene que hacerme mi madre estas cosas, Forrest?

Forrest consideró la pregunta como una invitación para entrar en el despacho e, inmediatamente, se puso a colocar los papeles de Chloe.

–No lo sé. Parece una mujer encantadora, pero me imagino que puede ser también exigente.

La palabra exigente ni siquiera conseguía describir a Eliza Burnett. La vida de la madre de Chloe era un largo culebrón en el que ella representaba el papel de matriarca rica sin suerte en el amor y Chloe era la hija adicta al trabajo a la que se le podía encargar cualquier cosa, incluso algo tan ridículo como ir a Long Island un viernes por la tarde y luego volver simplemente porque su madre no soportaba encontrarse cara a cara con su futuro exmarido.

–Va a estar en deuda conmigo por esto. Te lo aseguro.

Forrest asintió en silencio.

–¿Las tres cosas?

Chloe asintió mientras metía su ordenador en un elegante bolso de Prada decorado con berenjenas.

–El publicista de Thomas Henley quiere cambiar la reunión del lunes a las nueve para desayunar al martes a las ocho y media. Además, tenemos las grabaciones de las cámaras de seguridad de Dakota Ladd. No hay duda de que está robando, pero debería verlo usted misma.

Chloe respiró profundamente y se levantó

–La hora de la reunión no me importa, mientras no me desbarate la agenda. En cuanto a lo de Dakota, llama a su agente. Creo que podríamos tener que enviarla otro mes a rehabilitación. Aunque no le sirva de nada, al menos parecerá que está haciendo algo para recuperarse.

–Entendido.

Chloe pasó rápidamente al lado de Forrest.

–Un momento. ¿Cuál era la tercera cosa?

–Liam ya tiene el coche abajo, con un café con leche de coco y canela esperándola.

–Gracias –le dijo Chloe con una sonrisa a su maravilloso asistente–. Después de este pequeño recado, me voy a ir directamente a un bar, así que no tienes que esperar que regrese al despacho. Espero que disfrutes de tu fin de semana.

–Usted también, señorita Burnett.

Chloe salió de su despacho y atravesó la oficina mientras iba saludando a sus empleados con una leve inclinación de cabeza. Su equipo lo componían treinta y dos personas. Burnett RRPP crecía día a día. Si todo iba bien, trabajaría como una loca hasta que cumpliera los cincuenta y luego vendería la empresa para retirarse a disfrutar de la vida en una playa. La gestión de crisis en el mundo de los negocios y del entretenimiento no era su sueño, pero se le daba muy bien resolver problemas, tanto que le hacía ganar mucho dinero.

Se montó en el ascensor y bajó hasta el aparcamiento, donde su conductor, Liam, le abrió rápidamente la puerta del todoterreno negro. Se montó en el vehículo y experimentó una enorme felicidad cuando vio el café que le esperaba sobre la bandeja junto con una botella de agua.

Se acomodó y se puso a trabajar inmediatamente realizando llamadas, enviando correos electrónicos y viendo por fin las temidas grabaciones en el móvil. Dakota había trabajado en Hollywood desde los cinco años, lo que había afectado mucho a su manera de ser. Se mostraba proclive a toda clase de malos comportamientos, pero lo de robar en tiendas era su problema más persistente. Cuando alguien recibía siete millones de dólares por una película, no beneficiaba a su imagen que la pillaran robando pendientes de diez dólares en una tienda de bisutería de un centro comercial. En opinión de Chloe, Dakota estaba pidiendo ayuda a gritos, pero Dakota siempre rechazaba las súplicas que Chloe.

El teléfono vibró con un mensaje. Era de Taylor Klein, una de las mejores amigas de Chloe. Las dos, junto con Alexandra Gold, eran amigas desde que estaban en la Escuela Baldwell para chicas, al norte de Nueva York. Habían estado allí seis años, en los que compartieron confidencias y problemas y que las hicieron inseparables. Habían pasado ya doce años desde su graduación, pero seguían siendo uña y carne. El hecho de que las tres vinieran de familias de una clase social similar hacía que les resultara fácil comprenderse las unas a las otras. Además, las tres vivían en Manhattan, por lo que no les resultaba difícil mantener el contacto.

 

No me puedo creer que no me hayas dicho lo de @LittleBlackbook.

 

Taylor le había enviado un enlace con ese nombre.

El trabajo de Chloe era estar a todo y a todos. Estar en lo más alto del mundo de las relaciones públicas significaba que nada se le podía pasar por alto, pero no tenía ni idea de qué era aquello.

 

No sé de qué me estás hablando.

 

Chloe se imaginó que no sería nada de importancia. Si lo fuera, ya lo sabría.

 

¿En serio? Pero si es el tema de conversación de todo el mundo.

 

Totalmente desconcertada, Chloe buscó el enlace. La foto de perfil era muy sencilla: dos letras doradas contra un fondo negro. SA. La biografía era breve, pero críptica.

 

«Podría haber sido un escándalo. En vez de eso, estaba escondido a la vista de todos. Ahora es mi momento para revelar secretos. Todos y cada uno de ellos».

 

El número de seguidores captó la atención de Chloe. Casi un millón, una cifra muy elevada para un único post. ¿De qué se trataba?

El breve post tan solo daba un pequeño retazo de información adicional. Las letras doradas eran de la portada de un diario encuadernado en piel negra. El libro estaba muy raído en las esquinas. Parecía ser muy viejo. Y caro. En realidad, todo parecía ser totalmente inofensivo. Entonces, Chloe leyó el resto del texto.

 

«Si te mueves en círculos de los ricos y poderosos, tal vez quieras mirar por encima del hombro. @LittleBlackBook probablemente ya tenga algo sucio sobre ti. Si no, lo conseguirá».

 

Chloe sintió un escalofrío por la espalda. ¿Quién estaba detrás de aquello? ¿Y qué significaban las iniciales SA? Se sentía intrigada y, además, aquella sensación se veía acompañada por una fuerte anticipación. Parecía como si alguien en alguna parte fuera a ver cómo todos sus secretos salían a la luz. Sintió pena por ello. Consolaba a gente con aquella clase de problemas todos los días y luego trataba de ayudarles a decidir qué hacer con sus vidas y cómo seguir adelante. Si había gente rica y poderosa que estaban a punto de ver cómo se aireaba su ropa sucia, eso significaba que podrían convertirse en nuevos clientes para Chloe.

 

Muy interesante. Gracias por enviármelo.

 

Inmediatamente aparecieron los tres puntitos que indicaban que Taylor estaba escribiendo.

 

¿Sigue en pie lo de tomar algo esta noche?

Creo que sí. Voy a Long Island, a la casa del que pronto va a ser el exmarido de mi madre, para recoger sus últimas cosas.

¡Pero si eso son dos horas de ida y dos de vuelta! ¿No puede pagar a alguien para que se ocupe de eso?

Es mi deber como hija.

Está bien. ¿Vas a ver a tu hermanastro?

 

Parker Sullivan, el hermanastro de Chloe, era un engreído agente deportivo con un listado de clientes, una cuenta bancaria y un físico que lo refrendaban. Un playboy de la cabeza a los pies. En realidad, no se conocían. El matrimonio de su madre con el padre de Parker había sido muy breve. Por supuesto, Chloe se había puesto a husmear en la red y tenía que admitir que había mirado bastantes fotografías suyas. Desde un punto de vista meramente subjetivo se podía afirmar que daba gusto mirarlo.

Creo que sí. Le escribió a Taylor.

 

¡Buena suerte! Llámame cuando hayas terminado. ¡Necesito esa copa!

Por supuesto.

 

Chloe decidió que debía enviarle un mensaje a Parker para informarle de su llegada. El abogado de su madre le había dado a Chloe el número de teléfono de Parker, pero aún no se habían comunicado.

 

Hola, Parker. Soy Chloe. Estaré en casa de tu padre en poco más de una hora. Te agradecería mucho si pudieras preparar las cosas de mi madre. Ella quiere que todo se haga tan rápido como sea humanamente posible.

 

Claro, hermanita.

Chloe frunció el ceño. Rápidamente escribió una respuesta.

No soy tu hermana.

Lo siento. Hermanastra.

Chloe ni siquiera conocía a Parker, pero ya se había formado una opinión de él. Otro tipo rico, guapo a rabiar, que no tenía nada que perder.

 

No por mucho tiempo. El divorcio está a punto de ratificarse.

Todavía no.

 

–¡Qué idiota! –murmuró Chloe en voz alta, sabiendo que Liam ni se daría por aludido ni la contestaría.

Aparentemente, todo lo que había oído sobre Parker Sullivan era cierto. Chloe no quería ni pensar en cómo iba a ser conocerlo cara a cara. Ella tenía una cierta debilidad por los hombres engreídos. Le parecía oír a sus amigas Taylor y Alexandra regañándola y diciéndole que se alejara de él.

Una hora más tarde, llegaron al superelegante enclave de Sagaponack. Chloe había estado en aquella parte de Long Island muchas veces, principalmente para asistir a fiestas en los Hamptons. No le impresionaban ni los kilómetros de impecable y verde césped ni las magníficas mansiones, porque había crecido rodeada de aquella opulencia. Era consciente de que el lujo ocultaba muchas cosas. Secretos. Engaños. También, si se era afortunado, amor y amabilidad. Sin embargo, el dinero hacía que todo fuera mucho más complicado.

Liam detuvo el coche junto a una verja de hierro forjado, marcó el código temporal que les habían dado y atravesó las puertas para dirigirse hacia la casa. A ambos lados del acceso, había preciosos setos cortados y amplias extensiones de césped. Frente a ellos, estaba la mansión propiedad de George Sullivan, el padre de Parker. Allí habían vivido varias generaciones de Sullivan, todos banqueros o financieros. A Chloe le agradaba que Parker hubiera cambiado de modo de vida y se hubiera dedicado a un negocio totalmente diferente.

Liam detuvo el coche frente a la imponente puerta de la mansión, a la que se ascendía por una amplia escalera de piedra. Descendió del vehículo y lo rodeó para ir a abrirle la puerta a Chloe. Ella giró las piernas y tomó la mano de Liam. Como no era particularmente alta y el coche era muy grande, la falda se le enganchó un poco al descender y enseñó más pierna de lo que le habría gustado. Al apoyar los pies sobre el suelo empedrado, sintió que los tacones se le tambaleaban sobre la irregular superficie. Rápidamente se estiró la ropa y levantó la mirada. Entonces, vio a Parker en la puerta. Su espeso cabello castaño, esculpidos rasgos y penetrantes ojos azules grisáceos eran aún más impresionantes en persona. Sin embargo, fue el gesto de su rostro lo que le llamó la atención. Había sido testigo de lo que le había ocurrido con la falda. Y había disfrutado con cada segundo.

 

 

Parker no había anticipado que vería tanto de Chloe la primera vez que se conocieran. Aquella breve imagen de los cremosos muslos había provocado que toda la zona de las caderas se le caldeara más de lo aconsejable. Mejor aún fue el escote cuando ella se inclinó para estirarse la falda. No tenía un busto generoso, pero sí muy atractivo. Se imaginó cómo aquellos senos llenarían perfectamente el hueco de sus manos.

Mientras se dirigía hacia la puerta principal, Chloe era poesía en movimiento. Las caderas se contoneaban dentro de la ceñida falda y las esbeltas piernas cobraban aún más protagonismo con unos tacones de infarto. Había visto fotografías de ella. Todas mostraban un rostro muy hermoso, enormes ojos castaños y una espléndida cabellera rojiza. Sin embargo, la versión en carne y hueso era imponente. Parecía que Parker se había descargado una de sus fantasías para hacerla realidad. Chloe era la clase de mujer con la que soñaba cuando no tenía compañía femenina y necesitaba una vía de escape.

–Debes de ser Parker –le dijo ella mientras ascendía por la escalera como una diosa.

–Y tú debes de ser Chloe –respondió extendiendo la mano.

Durante un instante, los dos permanecieron así, con las manos unidas y mirándose a los ojos. La electricidad que surgió entre ambos fue inmediata y sorprendente. Parker tenía química con muchas mujeres, pero nunca había sido hermanastro de ninguna de ellas.

–¿Quieres sacarme las cosas de mi madre o prefieres que entre?

–Directa al grano, ¿eh?

–Sí. He quedado con una amiga para tomar una copa. No quiero llegar tarde.

Parker se hizo a un lado y la invitó a pasar.

–Es una pena. Creo que deberíamos conocernos al menos un poco. Después de todo, mi padre estuvo casado con tu madre.

–Durante menos de ocho meses –replicó Chloe–. Siento decírtelo, pero para mi madre fue uno más.

–Te entiendo. Los matrimonios de mi padre cada vez son más breves. Dentro de poco, empezará a pedirle a su abogado que redacte los papeles del divorcio en la fiesta de compromiso. Sin embargo, insiste en casarse. No entiendo por qué se molesta.

Chloe lo miró de un modo que indicaba que le había sorprendido aquel comentario.

–Eso es precisamente lo que yo le pregunto constantemente a mi madre. ¿Por qué te permites enredarte en la vida de otra persona? Es mejor que te acuestes con él, te vayas de fiesta y de vacaciones y ya está. No me parece que sea tan difícil mantener una relación sin compromiso, ¿verdad?

–Estoy totalmente de acuerdo –dijo Parker. Si Chloe supiera lo mucho que lo estaba excitando en aquellos momentos… –. Al cien por cien.

Chloe miró a su alrededor y vio la caja que estaba sobre una de las elegantes butacas.

–¿Son esas las cosas de mi madre?

–Eso es todo.

–¿Cómo? No. Imposible.

–No hay nada más. Una fotografía enmarcada tuya, unos cuantos frascos de perfume y algunas joyas. A mi padre le encanta comprarles joyas a las mujeres. Es un idiota.

Chloe sacudió la cabeza llena de contrariedad.

–Me encanta que mi madre me haya hecho venir hasta aquí para recoger una caja que simplemente se podría haber enviado por correo.

–Bueno, mira el lado positivo. Mi padre me hizo lo mismo. No se fiaba que uno de sus empleados se ocupara de este asunto y no quería hacerlo personalmente.

Chloe sonrió, lo que dejó a Parker sin aliento.

–Pues saber que no soy la única en este barco hace que me sienta mucho mejor.

Parker extendió los brazos.

–Bienvenida al barco. Tenemos culpabilidad parental, fondos de inversión considerables, todo el bourbon que puedas beber y, sin tienes suerte, una buena herencia cuando todo esté dicho y hecho.

Chloe soltó una breve carcajada.

–No me extraña que la gente diga que es muy difícil negociar contigo.

Parker sintió que se sonrojaba ligeramente. Se metió las manos en los bolsillos y miró al suelo.

–Hago todo lo que puedo por mis clientes. Eso es todo.

–Acabas de firmar a Marcus Grant, ¿verdad?

A Parker le sorprendió que Chloe conociera detalles sobre su vida profesional.

–¿Sigues el mundo del deporte?

–El fútbol no mucho. Me gusta más el baloncesto. Sin embargo, conozco a muchos alumnos del colegio al que asistió Marcus. No está lejos de al que fui yo y sigo las noticias con mucha atención. Deformación profesional.

–Ah, entiendo. Bueno, me alegra saber que se ha ido corriendo la voz sobre Marcus.

–Es una estrella en alza. Buen contrato para un novato, con una comisión aún más grande por la firma y contratos publicitarios multimillonarios.

–¡Vaya! –exclamó Parker. Su interés por Chloe iba acrecentándose–. Veo que prestas mucha atención, ¿no?

Chloe se encogió de hombros.

–Nunca sé dónde puede haber un potencial nuevo cliente para mí. Y los deportistas parecen tener por costumbre lo de meterse en líos.

Parker sacudió vigorosamente la cabeza. Se sentía tremendamente protector con su nuevo cliente.

–De ninguna manera. Marcus no. Está totalmente limpio. Entrena como una bestia, no sale de fiesta y va a la iglesia todos los domingos. Ni bebe ni toma drogas ni ninguna de las otras cosas que suelen tomar tus clientes.

Chloe frunció el ceño y se cruzó de brazos.

–Algunos de mis clientes son inocentes de las cosas que les acusa la prensa. E incluso aunque hayan hecho algo malo, te puedo asegurar que ninguna persona es totalmente inocente. Ser una celebridad puede resultar muy estresante. Todo el mundo está mirando constantemente. Es imposible no cometer ningún pequeño desliz.

–Marcus no es así. Él va por el camino estrecho y recto mientras se hace rico con su inmenso talento.

–Eso significa que tú también te haces rico.

Parker se encogió de hombros.

–Por supuesto. Soy su agente. En realidad, aunque mi cliente no fuera tan perfecto, no entiendo la obsesión por tener una reputación perfecta. ¿Qué pasa si haces algo malo? Lo resuelves y sigues con tu vida. El resto del mundo también lo hará tarde o temprano.

–Eso no es siempre cierto. La reputación de una persona es muy importante. Puede ejercer un fuerte impacto en su vida profesional y en su familia. Incluso puede conseguir que su vida amorosa sea una pesadilla. El control de daños es un objetivo muy válido.

–No veo por qué.

Chloe dejó escapar un gruñido de frustración que a Parker le resultó increíblemente sexy. Quería saber si podría hacerlo desaparecer con un beso. Reclamar su boca y hacer que Chloe olvidara por qué estaba tan enfadada. O, mejor aún, hacer que se desfogara con él en la cama.

–Estamos hablando de mi negocio. No me verás a mí insultar al tuyo.

–¿Y qué puede haber que criticar sobre ser un agente deportivo? Es una línea de trabajo perfectamente legítima. De hecho, tiene décadas de historia.

–Te aseguro que mi negocio es totalmente legal.

–No estoy diciendo que no lo sea. Si puedes convencer a la gente para que te dé montones de dinero por lo que haces, me alegro por ti.

Chloe se acercó al lugar donde estaba la caja y la recogió.

–Me marcho.

Parker extendió los brazos.

–Dame. Deja que te la lleve.

Chloe se apartó de él.

–Estoy bien. Puedo sola.

Parker no estaba dispuesto a pelear con ella. Sabía que la había enojado con sus comentarios, pero simplemente estaba siendo sincero. No iba a adoptar una opinión que no tuviera de verdad solo porque quisiera que ella se sintiera mejor.

–Como digas.

Chloe se dirigió hacia la salida, pero rápidamente pareció darse cuenta de que no podía hacer una salida digna con la caja. Parker se acercó para abrirle la puerta. Cuando le rozó el hombro con el torso, sintió una descarga eléctrica por todo el cuerpo. Le encantaba haber despertado la ira de Chloe, pero la atracción seguía latente. Era como ramas secas esperando que alguien encendiera una cerilla.

–Adiós, Parker –le espetó ella mientras salía por la puerta.

–Adiós, Chloe. Un placer conocerte. Espero que nos volvamos a encontrar pronto.

–Sí, claro.

Chloe no se molestó en mirar atrás. Se limitó a bajar la escalera. Desde la puerta, Parker vio cómo ella le entregaba la caja al chófer y se montaba en el coche. Era mucho más hermosa en persona de lo que había imaginado. En cierto modo, era una suerte que no se hubieran conocido hasta que sus padres estaban a punto de divorciarse. No habría podido contener la atracción que sentía hacia ella, aunque Chloe hubiera sido su hermanastra.

Vio que el coche se alejaba y cerró la puerta. Fue a prepararse algo de beber. Acababa de echar unos cubitos de hielo en un vaso cuando recibió un mensaje. ¿Sería de Chloe? Aquel pensamiento lo llenó con una profunda sensación de satisfacción. Se sacó el teléfono del bolsillo.

No era Chloe. El mensaje era de Marcus.

 

Tenemos un problema.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Chloe se sintió muy molesta durante las dos horas que duró el trayecto de vuelta a la ciudad. Parker la había dejado totalmente fuera de juego.

Se parecía a todos los hombres ricos que había conocido a lo largo de su vida. Una inagotable fuente de seguridad en sí mismo irradiaba de él y parecía acrecentar aún más su atractivo físico. La arrogancia fluía de él con naturalidad y Chloe se sentía furiosa por haber permitido que la afectara. Su cuerpo se sentía inquieto, como si poseyera en su interior un exceso de energía. Por supuesto, sabía lo que aquello significaba en realidad. Frustración sexual. Habían pasado meses desde la última vez que estuvo con un hombre y el deseo la tensaba por dentro. Anhelaba sentir las caricias de alguien como Parker.

Pero no Parker. Estaría mal. Su madre se volvería loca.

Liam la dejó en el restaurante en el que había quedado con Taylor.

–Llámeme cuando esté lista y volveré a recogerla –le dijo después de abrirle la puerta.

Chloe se colgó del brazo el bolso, que era su Hermès favorito, y descendió del coche.

–En realidad, si me pudieras llevar el ordenador y las cosas del trabajo a mi apartamento, tomaré un taxi. Así tú te puedes ir a tu casa y ver a tu familia.

–¿Está segura, señorita Burnett? Es mi trabajo.

–También es tu trabajo estar con tu esposa. ¿Cuánto tiempo queda para que nazca el bebé?

–Dos semanas.

–Exactamente. Vete a casa.

–De acuerdo, señorita Burnett. Que tenga un buen fin de semana.

–Igualmente.

Chloe entró en el restaurante e inmediatamente vio a Taylor sentada a la barra tomando un dark and stormy, su bebida favorita. Taylor era una mujer muy bella. Tenía el cabello rubio con raíces oscuras y una piel maravillosa. Sus ojos castaños eran casi tan oscuros como la noche. Era una mujer inteligente y amable, pero se sentía perpetuamente frustrada. Buscaba incesantemente algo que por fin le hiciera ser totalmente feliz.

–Hola –dijo al ver a Chloe. Se bajó del taburete para abrazarla. Llevaba una chaquetilla corta negra de estilo victoriano, unos pantalones vaqueros de estilo boyfriend y unos tacones de vértigo. Era un look muy arriesgado que Chloe desearía tener el valor de ponerse.

–¿Cómo estás? –le preguntó Chloe mientras se sentaba a la barra junto a su amiga.

–Es viernes y ya casi me he tomado mi primera copa. Te aseguro que las cosas podrían ser mucho peor –comentó Taylor mientras se tomaba lo que quedaba de su cóctel–. ¿Quieres lo mismo?

–Claro. ¿Pedimos también algo de comida? Me muero de hambre.

Taylor llamó al camarero, que les dedicó una resplandeciente sonrisa.

–¿Qué os pongo, chicas?

–Dos de esto –le dijo Taylor mientras señalaba el vaso–. Y unas patatas fritas con trufa.

–Y una de esas tostas con setas y mozzarella fresca –añadió Chloe.

–Enseguida –replicó el camarero–. Si queréis algo más, llamadme.

Taylor se volvió a mirar a Chloe.

–¿Qué te parece lo del Little Black Book? Ya sabes, el enlace que te envié esta tarde.

–¿Por qué me lo preguntas? Estás obsesionada.

Taylor se encogió de hombros.

–Ya sabes que me encanta el escándalo, en especial si puede hacer caer a algún rico y famoso.

–Me resulta extraña esa actitud en ti. Tu familia es rica y poderosa. ¿Y si son ellos los que terminan en el disparadero?

–Eso no me preocupa. Los secretos de mi familia son muy aburridos, como la aventura que tuvo mi abuela con el jardinero. Claro que lo entenderías si hubieras visto al jardinero –comentó Taylor riéndose. En aquel momento, el camarero les dejó sus bebidas sobre la barra–. Salud –añadió levantando el vaso.

–¿Por qué brindamos?

–¿Por la amistad? Es lo único en mi vida que parece estable.

–Por la amistad entonces –afirmó Chloe mientras entrechocaba suavemente su vaso con el de Taylor.

Se imaginaba dónde iba a ir a parar aquella conversación. Desde que terminó la universidad, la vida había sido difícil para Taylor. Le había costado encontrar un trabajo o una profesión que le resultara satisfactoria. Su vida amorosa había discurrido por un terreno muy parecido. Atraía a los hombres constantemente, pero la mayoría terminaba rompiéndole el corazón.

–¿Hay algo que quieras decirme?

Taylor suspiró.

–¿Te has imaginado que las cosas no me van bien por el tono de mi voz?

–¿Es por tu trabajo o por un hombre?

–Trabajo. A los hombres los tengo a raya. Ya sabes que fue una de mis resoluciones para el Año Nuevo.

–Estamos ya en marzo. La mayoría de la gente ha roto ya sus resoluciones a estas alturas.