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Zu Recht gilt der Don Quijote als der erste moderne Roman. Sein Umfang indessen macht es dem Leser nicht einfach, ihn im Original zu lesen. Die Auswahl, die der renommierte Hispanist Hans-Jörg Neuschäfer zusammengestellt hat, bietet etwa ein Viertel des Originaltextes mit ausführlichen Lesehilfen. Textausgabe in der Originalsprache, mit Übersetzungen schwieriger Wörter, Nachwort und Literaturhinweisen. E-Book mit Seitenzählung der gedruckten Ausgabe: Buch und E-Book können parallel benutzt werden.
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Seitenzahl: 475
Miguel de Cervantes
El ingenioso hidalgo
Don Quijote de la Mancha
Selección
Herausgegeben von Hans-Jörg Neuschäfer
Reclam
2007 Philipp Reclam jun. GmbH & Co. KG, Stuttgart
Gesamtherstellung: Reclam, Ditzingen
Made in Germany 2017
RECLAM ist eine eingetragene Marke der Philipp Reclam jun. GmbH & Co. KG, Stuttgart
ISBN 978-3-15-960905-8
ISBN der Buchausgabe 978-3-15-019710-3
www.reclam.de
Inhalt
Zur Ermutigung des Lesers
Primera Parte
Capítulo primero Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha
Capítulo II Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote
Capítulo III Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero
Capítulo IV De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta
Capítulo V Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero
Capítulo VI Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo
Capítulo VII De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha
Capítulo VIII Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación
Capítulo IX Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron
Capítulo X De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno, y del peligro en que se vio con una turba de yangüeses
Capítulo XI De lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros
Capítulo XII De lo que contó un cabrero a los que estaban con don Quijote
Capítulo XIV Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor, con otros no esperados sucesos
Capítulo XX De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha
Capítulo XXII De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir
Segunda Parte
Dedicatoria Al Conde de Lemos
Capítulo primero De lo que el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad
Capítulo II Que trata de la notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la sobrina y ama de don Quijote, con otros sujetos graciosos
Capítulo III Del ridículo razonamiento que pasó entre don Quijote, Sancho Panza y el bachiller Sansón Carrasco
Capítulo V De la discreta y graciosa plática que pasó entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza, y otros sucesos dignos de felice recordación
Capítulo VII De lo que pasó don Quijote con su escudero, con otros sucesos famosísimos
Capítulo VIII Donde se cuenta lo que le suce-dió a don Quijote yendo a ver su señora Dulcinea del Toboso
Capítulo IX Donde se cuenta lo que en él se verá
Capítulo X Donde se cuenta la industria que Sancho tuvo para encantar a la señora Dulci- nea, y de otros sucesos tan ridículos como verdaderos
Capítulo XXX De lo que le avino a don Quijote con una bella cazadora
Capítulo XXXI Que trata de muchas y grandes cosas
Capítulo LXXI De lo que a don Quijote le sucedió con su escudero Sancho yendo a su aldea
Capítulo LXXII De cómo don Quijote y Sancho llegaron a su aldea
Capítulo LXXIII De los agüeros que tuvo don Quijote al entrar de su aldea, con otros sucesos que adornan y acreditan esta grande historia
Capítulo LXXIV De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo y su muerte
Editorische Notiz
Nachwort
Wörterverzeichnis
Hinweise zur E-Book-Ausgabe
[5] Primera Parte
[7] CAPÍTULO PRIMERO
Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha
Parodistische Einführung eines ›Helden‹, der durch zuviel Lektüre geistig gestört ist, der sich selbst erst erfinden muss, der zudem nicht in einem fernen Sagenland lebt, sondern in der nahen Mancha, dazu – als hidalgo, d. h. als Angehöriger der niedersten und verarmten Adelsschicht – unter bescheidensten materiellen Bedingungen, und der, mit 50, schon sehr alt ist in einer Zeit, in der die meisten Menschen früh sterben.
————
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocínflaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su [8] hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturasverosímiles se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año), se [9] daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas intricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: … los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza.
Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el [10] sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para solo ello. […] Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto, graduado en Sigüenza) sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero delFebo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentíano le iba en zaga.
En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era [11] verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. […]
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos, del imperio de Trapisonda; y así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa a poner en efecto lo que deseaba.
Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vio que tenían una gran [12] falta, y era que no tenían celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que, encajada con el morrión, hacían una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza, y sin querer hacer nueva experiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.
Fue luego a ver su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real […], le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque (según se decía él a sí mesmo) no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; […] y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e [13] imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante, nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo.
Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde, como queda dicho, tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que sin duda se debía de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por [hacerla] famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él:
[14] – Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendido: «– Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante?»
¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado (aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le dio cata dello). Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se [15] encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea delToboso, porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.
la condición y (el) ejercicio: hier: gesellschaftlicher Stand und Tätigkeit.
el astillero: Lanzengestell.
la adarga: (Leder-)Schild.
el rocín (pey.): Gaul, Klepper.
flaco/a: dünn, mager.
el galgo: Windhund; hier: Jagdhund.
el salpicón: kleingehackte Fleischreste (Art Fleischsalat).
los duelos y quebrantos: vermutlich eine Fastenspeise.
la lenteja: Linse.
el palomino: junge Taube.
la añadidura: Zusatz, Zugabe (
añadir:
hinzufügen).
el sayo de velarte: Wams aus feinem Tuch (
el sayo:
langer Leibrock).
las calzas de velludo: Hosen aus Samtstoff.
el día de entresemana: Werktag.
el vellorí: einfaches Tuch.
el ama: hier: Haushälterin.
ensillar: satteln.
la podadera: Baumschere.
frisar (los cincuenta): die fünfzig streifen, auf die fünfzig zugehen.
de complexión recia: von robustem Körperbau.
enjuto/a de rostro: mit hagerem Gesicht (
enjuto/a:
dürr).
Quijada, Quesada, Quejana: burleske Namensherleitungen, die an »Kinnlade«, »Käse« und »weinerliches Klagen« denken lassen, also gerade nicht an ›Heldisches‹. Der wahre Name – Alonso Quijano – wird erst im letzten Kapitel des Zweiten Teils enthüllt, nachdem der Protagonist dem Rittertum abgeschworen hat und wieder ›er selbst‹ geworden ist.
los autores: Cervantes ahmt hier den Usus der Ritterromane nach, die, obwohl rein fiktiv, so taten, als seien sie das Resultat historischer Forschung.
la conjetura: Annahme.
verosímil: wahrscheinlich, glaubwürdig.
ocioso/a: untätig, müßig.
el desatino: Torheit.
la hanega:
la fanega:
Flächenmaß (etwa dem dt. Morgen entsprechend).
Feliciano de Silva: populärer Vielschreiber, der zwischen 1514 und 1532 mehrere Fortsetzungen des
Amadís
veröffentlichte.
intrincado/a: vertrackt.
el requiebro: Schmeichelei; hier: Liebeswerben.
el desafío: Herausforderung, Zweikampf, Duell.
hallar: finden.
la sinrazón: Unrecht.
la fermosura (arc.):
la hermosura
(auch im Folgenden oft anlautendes
f
statt
h
, wenn Don Quijote spricht, der, um ein wahrer fahrender Ritter zu sein, bisweilen in ›mittelalterliches‹ Spanisch verfällt).
desvelarse: aufwachen; hier: sich wachhalten.
desentrañar: ergründen.
resucitar: neu beleben, auferstehen.
Sigüenza: galt als zweitrangige Universität der gleichnamigen Stadt.
Palmerín … Amadís … Caballero del Febo: Ritterromanhelden.
Palmerín … Amadís … Caballero del Febo: Ritterromanhelden.
Palmerín … Amadís … Caballero del Febo: Ritterromanhelden.
Palmerín … Amadís … Caballero del Febo: Ritterromanhelden.
el maese: Meister.
acomodar: anpassen, passen.
melindroso/a: ängstlich.
la valentía: Mut, Tapferkeit.
no ir(se) en zaga a alg.: jdm. nicht nachstehen.
enfrascarse en algo: sich einer Sache hingeben.
turbio/a: trübe.
la pendencia: Händel, Streit.
el disparate: Unsinn, Quatsch (
disparatar:
Unsinn reden).
asentársele algo (fig.): etwas verinnerlichen (
asentarse:
sich setzen).
no había otra historia cierta en el mundo: Genau darin besteht Don Quijotes Irrtum und Verrücktheit: die Phantastik der Ritterromane für realistisch zu halten und deshalb auch die ihn umgebende Wirklichkeit nach ihrem Vorbild zurechtzubiegen.
el caballero andante: fahrender Ritter (wie die Helden des Ritterromans).
el agravio: Beleidigung.
el imperio de Trapisonda: das Kaiserreich Trapezunt (einer der Nachfolgestaaten des Byzantinischen Reiches, 1204–1461).
el orín: Rost.
el moho: Schimmel.
luengo/a: lang.
aderezar: zubereiten, herrichten.
la celada de encaje: Kinnschutz, der mit der Sturmhaube verbunden ist (
el encaje:
Einsatz).
el morrión: Sturmhaube.
suplir: ergänzen.
tornar a (+ inf.): etwas wieder tun.
diputar: befinden.
más cuartos que un real: Wortspiel mit der Doppelbedeutung von
cuarto:
(1) ein Viertel Real (der Real, eine Silbermünze, war die Grundeinheit des spanischen Münzsystems), also ein minderwertiges Geldstück; (2) Pferdekrankheit.
Bucéfalo … Babieca: die beiden berühmten Streitrosse ihrer noch berühmteren Reiter (Alexander der Große und El Cid).
Bucéfalo … Babieca: die beiden berühmten Streitrosse ihrer noch berühmteren Reiter (Alexander der Große und El Cid).
al cabo: schließlich.
«don Quijote»: Sich
don
zu nennen ist eigentlich eine Anmaßung, denn
hidalgos
durften den Titel
don
nicht führen. Tatsächlich legt der Protagonist ihn am Ende des Romans ab, sobald er wieder der vernünftige Alonso Quijano geworden ist.
valeroso/a: tapfer.
el linaje: Herkunft.
derribar: abwerfen, niederwerfen.
rendir a alg.: jdn. bezwingen, jdn. besiegen.
hincarse de rodillas: sich niederknien.
Caraculiambro: witzige Zusammensetzung aus
cara
und
culo
.
vuestra merced: Euer Gnaden (
la merced:
Gnade, Gunst).
a su talante: nach seinem/ihrem Gutdünken (
el talante:
Art, Weise).
holgarse: sich freuen, frohlocken.
la moza labradora: Bauernmädchen.
dar cata de algo: einen Hinweis auf etwas geben (
la cata:
Probe).
desdecir: nicht entsprechen.
El Toboso: Wie alle im Ersten Teil aufgeführten Orte existiert auch dieser tatsächlich und lebt heute in der noch immer kargen Gegend recht gut als Touristenattraktion, an der »Ruta del Quijote«.
[16] CAPÍTULO II
Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote
Don Quijote beginnt seine Abenteuerfahrt und kehrt am Abend zum ersten Mal in einer jener ventas (Gasthöfe) ein, in denen sich ein sehr gemischtes Unterwegspublikum eine einfache Mahlzeit oder eine primitive Bettstatt zum Übernachten genehmigte. Längere Kapitelsequenzen des Ersten Teils spielen sich sogar in ein und derselben venta ab, die man venta central nennen könnte. Oft waren in den ventas auch käufliche Damen zugange (wie heute in manchen Fernfahrerkneipen an den durch die Mancha führenden Autobahnen). Don Quijote hält sie stets für züchtige Jungfrauen oder adlige Burgfräulein. Cervantes gibt uns hier zugleich Einblick ins Milieu der Picaresca.
————
Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que [17] satisfacer. Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo. Mas apenas se vio en el campo, cuando le asaltó un pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a la memoria que no era armado caballero, y que conforme a ley de caballería ni podía ni debía tomar armas con ningún caballero; y puesto que lo fuera, había de llevar armas blancas, como novel caballero, sin empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la ganase. Estos pensamientos le hicieron titubear en su propósito; mas, pudiendo más su locura que otra razón alguna, propuso de hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían. En lo de las armas blancas, pensaba limpiarlas de manera, en teniendo lugar, que lo fuesen más que un armiño; y con esto se quietó y prosiguió su camino, sin llevar otro que aquel que su caballo [18] quería, creyendo que en aquello consistía la fuerza de las aventuras.
Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mesmo y diciendo:
– ¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?: «Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada Aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel.»
Y era la verdad que por él caminaba. […]
Con esto, caminaba tan despacio, y el sol entraba [19] tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos (si algunos tuviera).
Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a todas partes por ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella […]. Diose priesa a caminar, y llegó a ella a tiempo que anochecía.
Estaban acaso a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman del partido, las cuales iban a Sevilla con unos harrieros que en la venta aquella noche [20] acertaron a hacer jornada, y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan. Fuese llegando a la venta que a él le parecía castillo, y a poco trecho della detuvo las riendas a Rocinante, esperando que algún enano se pusiese entre las almenas a dar señal con alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo. Pero como vio que se tardaban y que Rocinante se daba priesa por llegar a la caballeriza, se llegó a la puerta de la venta, y vio a las dos destraídas mozas que allí estaban, que a él le parecieron dos hermosas doncellas o dos graciosas damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando. En esto sucedió acaso que un porquero que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos (que, sin perdón, así se llaman) tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen, y al instante se [21] le representó a don Quijote lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal de su venida, y así, con estraño contento llegó a la venta y a las damas, las cuales, como vieron venir un hombre de aquella suerte armado y con lanza y adarga, llenas de miedo se iban a entrar en la venta; pero don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, alzándose la visera de papelón y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada les dijo:
– No fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno; ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran.
Mirábanle las mozas, y andaban con los ojos buscándole el rostro, que la mala visera le encubría; mas como se oyeron llamar doncellas, cosa tan fuera de su profesión, no pudieron tener la risa, […].
El lenguaje, no entendido de las señoras, y el mal talle de nuestro caballero acrecentaba en ellas la risa y en él el enojo, y pasara muy adelante si a aquel punto no saliera el ventero, hombre que, por ser muy gordo, era muy pacífico, el cual, viendo aquella [22] figura contrahecha, armada de armas tan desiguales […] le dijo:
– Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén dellecho (porque en esta venta no hay ninguno), todo lo demás se hallará en ella en mucha abundancia.
Viendo don Quijote la humildad del alcaide de la fortaleza, que tal le pareció a él el ventero y la venta, respondió:
– Para mí, señor castellano, cualquiera cosa basta, porque
mis arreos son las armas,
mi descanso el pelear, etc.
Pensó el huésped que el haberle llamado castellano había sido por haberle parecido de los sanos de Castilla, aunque él era andaluz, y de los de la playa de Sanlúcar, no menos ladrón que Caco, ni menos maleante que estudiantado paje, y así le respondió:
– Según eso, las camas de vuestra merced serán duras peñas, y su dormir, siempre velar; y siendo así, [23] bien se puede apear, con seguridad de hallar en esta choza ocasión y ocasiones para no dormir en todo un año, cuanto más en una noche.
Y diciendo esto, fue a tener el estribo a don Quijote, el cual se apeó con mucha dificultad y trabajo, como aquel que en todo aquel día no se había desayunado.
[…] las doncellas, que ya se habían reconciliado con él; las cuales, aunque le habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola ni quitalle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los ñudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera, y así, se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más graciosa y estraña figura que se pudiera pensar; y al desarmarle (como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo), les dijo con mucho donaire:
– Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera don Quijote
cuando de su aldea vino:
doncellas curaban dél;
princesas, del su rocino,
[…].
[24] Las mozas, que no estaban hechas a oír semejantes retóricas, no respondían palabra; sólo le preguntaron si quería comer alguna cosa.
– Cualquiera yantaría yo – respondió don Quijote –, porque, a lo que entiendo, me haría mucho al caso.
A dicha, acertó a ser viernes aquel día, y no había en toda la venta sino unas raciones de un pescado que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucía bacallao, y en otras partes curadillo, y en otras truchuela. Preguntáronle si por ventura comería su merced truchuela; que no había otro pescado que dalle a comer.
– Como haya muchas truchuelas – respondió don Quijote –, podrán servir de una trucha, porque eso se me da que me den ocho reales en sencillos que en una pieza de a ocho. […] Pero, sea lo que fuere, venga luego; que el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas.
Pusiéronle la mesa a la puerta de la venta, por el fresco, y trújole el huésped una porción del mal remojado y peor cocido bacallao y un pan tan negro y mugriento como sus armas; pero era materia de grande risa verle comer, porque, como tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía poner nada en la boca con sus manos si otro no se lo daba y ponía, y así, una de [25] aquellas señoras servía deste menester. Mas al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera si el ventero no horadara una caña, y puesto el un cabo en la boca, por el otro le iba echando el vino; y todo esto lo recibía en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada. Estando en esto, llegó acaso a la venta un castrador de puercos, y así como llegó, sonó su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar don Quijote que estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas, el pan candeal, y las rameras damas, y el ventero castellano del castillo, y con esto daba por bien empleada su determinación y salida. Mas lo que más le fatigaba era el no verse armado caballero, por parecerle que no se podría poner legítimamente en aventura alguna sin recibir la orden de caballería.
aguardar: warten.
el tuerto: Ungerechtigkeit, Unrecht.
enderezar: geradebiegen; wiedergutmachen.
enmendar: verbessern, korrigieren, berichtigen.
embrazar: etwa: umfassen.
la puerta falsa: hier: Hintertür.
el corral: Hof, Stall.
el alborozo: (innerlicher) Jubel.
armar caballero: zum Ritter schlagen.
(las) armas blancas … escudo: noch nicht mit Devise, Abzeichen oder Wahlspruch versehene Waffen und Schild.
titubear: schwanken, zögern.
toparse (con) alg.: jdn. treffen, auf jdn. stoßen.
el armiño: Hermelin.
venidero/a: kommend, zukünftig.
el rubicundo Apolo (fig.): der rosige Apoll; als Personifizierung der Sonne.
la faz: Antlitz, Angesicht.
la hebra: Faden, Strähne.
las arpadas lenguas: etwa: wohltönende Zungen (
arpado/a:
lieblich).
melifluo/a: honigsüß; hier (fig.): süßklingend.
el campo de Montiel: Gebiet der Mancha in den heutigen Provinzen Albacete und Ciudad Real (die ganze hochtönende Ritterroman-Rhetorik mündet einmal mehr in die prosaische Mancha-Landschaft).
apriesa:
aprisa:
eilig, schnell.
derretir los sesos (fig.): den Verstand aufweichen.
desesperarse: verzweifeln.
avenir: geschehen, sich ereignen (
avenir
auch: versöhnen).
Puerto Lápice: (noch immer) verkehrsreicher Pass, über den heute die Autobahn Madrid–Andalucía führt.
averiguar: ausfindig machen, herausbekommen.
la majada de pastores: Hirtenpferch, Schäferhütte (
la majada:
Pferch).
la venta: Ausschank, Schenke.
acaso (adv.): vielleicht; hier: bei Gelegenheit, zufällig.
la moza del partido: etwa: Prostituierte.
la moza del partido: etwa: Prostituierte.
el harriero:
el arriero:
Maultiertreiber.
acertar a (+ inf.): zufällig etwas tun.
el chapitel: Dachhaube; Turmhelm.
el puente levadiza: Zugbrücke.
la cava: hier: Burggraben.
a poco trecho: in geringer Entfernung.
la rienda: Zügel.
el enano: Zwerg; Anspielung auf die Ritterromane, in denen Zwerge auf den Burgzinnen die Ankunft der Gäste durch Fanfarenstoß ankündigten.
la almena: Zinne.
la caballeriza: Reitstall.
solazarse: lustwandeln.
el porquero / la porquera: Schweinehirt, -in.
el rastrojo: Stoppelacker.
la manada: Herde.
sin perdón: Anspielung auf die noch heute beachtete Regel, dass man Vulgäres (hier
puercos
) eigentlich nur
con perdón
aussprechen kann.
colegir: folgern, schließen.
alzar: erheben, hochheben.
la visera de papelón: Visier aus dünnem Karton.
no fuyan:
no huyan:
Don Quijote redet die ›Damen‹ im ›mittelalterlichen‹ höfischen Stil der Ritterromane an. Auch die folgenden
el desaguisado:
Unrecht, Beleidigung, und
ca:
denn, sind Archaismen; und
vuestras mercedes:
Euer Gnaden, ist gewiss nicht die passende Anrede für diese Frauen.
atañer: angehen, betreffen; hier: sich gehören (
tocar
hat hier die gleiche Bedeutung).
la doncella: Jungfrau.
el mal talle: hier (fig.): hässlicher; lächerlicher Eindruck (
el talle:
Figur).
la figura contrahecha: hier etwa: Karikatur (
contrahecho/a:
verwachsen, unförmig).
amén de (prep.): außer.
el lecho: Bett.
la abundancia: Fülle, Überfluss.
el alcaide: Burgvogt.
el castellano: Burgherr.
mis arreos son las armas …: Don Quijote zitiert hier und im Folgenden populäre Romanzen (
los arreos:
Geschirr; hier: Schmuck).
los sanos de Castilla: Im eigentlichen Wortsinn sind damit rechtschaffene Leute gemeint; in der Gaunersprache aber sind
los sanos
verschlagene Diebe.
Sanlúcar: Stadt in der Provinz Cádiz in Andalusien, die als Hochburg der Picaresca galt.
Caco: Cacus, Sohn des Vulkan, galt als Langfinger.
el/la maleante: Gauner(in).
el estudiantado paje: etwa: ein mit allen Wassern gewaschener Page.
la peña: Fels, Stein.
apearse: absteigen.
la choza: Hütte.
el estribo: Steigbügel.
la gola: Hals- und Brustschutz.
ser menester: notwendig sein.
consentir: zulassen, gestatten (
el consentimiento:
Zustimmung).
el donaire: Anmut, Grazie, Witz.
yantar (arc.):
comer
.
la dicha: Glück (
dichoso/a:
glücklich).
el abadejo … el bacallao … el curadillo … la truchuela: bedeuten alle: Stockfisch.
el abadejo … el bacallao … el curadillo … la truchuela: bedeuten alle: Stockfisch.
el abadejo … el bacallao … el curadillo … la truchuela: bedeuten alle: Stockfisch.
el abadejo … el bacallao … el curadillo … la truchuela: bedeuten alle: Stockfisch.
por ventura: vielleicht.
la trucha: Forelle.
porque eso se me da …: etwa: das ist so wie wenn …
la tripa: Gedärm, Bauch.
trújole:
le trajo.
mal remojado/a: schlecht gewässert, eingeweicht.
mugriento/a: schmutzig.
horadar: durchbohren, hindurchstecken.
la caña: Schilfrohr.
a trueco de:
a trueque de:
für, im Tausch gegen.
la ramera: Hure.
[26] CAPÍTULO III
Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero
Ein Wirt aus der Picaresca erteilt den Ritterschlag.
————
Y así, fatigado deste pensamiento, abrevió su venteril y limitada cena; la cual acabada, llamó al ventero y, encerrándose con él en la caballeriza, se hincó de rodillas ante él, diciéndole:
– No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero, el cual redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano.
El ventero, que vio a su huésped a sus pies y oyó semejantes razones, estaba confuso mirándole, sin saber qué hacerse ni decirle, y porfiaba con él que se levantase, y jamás quiso, hasta que le hubo de decir que él le otorgaba el don que le pedía.
– No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, señor mío – respondió don Quijote –; y así, os digo que el don que os he pedido y de vuestra [27] liberalidad me ha sido otorgado es que mañana en aquel día me habéis de armar caballero, y esta noche en la capilla deste vuestro castillo velaré las armas […].
El ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de oírle semejantes razones, y, por tener que reír aquella noche, determinó de seguirle el humor; y así, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía, y que tal prosupuesto era propio y natural de los caballeros tan principales como él parecía y como su gallarda presencia mostraba; y que él, asimesmo, en los años de su mocedad, se había dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo, buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga, Islas de [Riarán], Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba y las Ventillas de Toledo y otras diversas partes, donde había ejercitado la ligereza de sus pies [y] sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas y engañando a algunos pupilos, y, [28] finalmente, dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda España; y que, a lo último, se había venido a recoger a aquel su castillo, donde vivía con su hacienda y con las ajenas, recogiendo en él a todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y condición que fuesen, sólo por la mucha afición que les tenía y porque partiesen con él de sus haberes, en pago de su buen deseo.
Díjole también que en aquel su castillo no había capilla alguna donde poder velar las armas, porque estaba derribada para hacerla de nuevo; pero que en caso de necesidad él sabía que se podían velar dondequiera, y que aquella noche las podría velar en un patio del castillo; que a la mañana, siendo Dios servido, se harían las debidas ceremonias, de manera que él quedase armado caballero, y tan caballero, que no pudiese ser más en el mundo.
Preguntóle si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca, porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído. A esto dijo el ventero que se engañaba; que, puesto caso que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los autores dellas que no era menester escribir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había de creer que no los trujeron; y así, [29] tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros están llenos y atestados, llevaban bien herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles; y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recibían, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría, trayendo por el aire, en alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud, que, en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido. Mas que en tanto que esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen proveídos de dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse; […] y por esto le daba por consejo, pues aún se lo podía mandar como a su ahijado, que tan presto lo había de ser, que no caminase de allí adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas, y que vería cuán bien se hallaba con ellas, cuando menos se pensase.
[30] Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad, y así, se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba y, embrazando su adarga, asió de su lanza, y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche.
Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de caballería que esperaba. Admiráronse de tan estraño género de locura y fuéronselo a mirar desde lejos, […]. Antojósele en esto a uno de los harrieros que estaban en la venta ir a dar agua a su recua, y fue menester quitar las armas de don Quijote, que estaban sobre la pila; el cual, viéndole llegar, en voz alta le dijo:
– ¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que jamás se ciñó espada! Mira lo que haces, y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento.
No se curó el harriero destas razones (y fuera [31] mejor que se curara, porque fuera curarse en salud); antes, trabando de las correas, las arrojó gran trecho de sí. Lo cual visto por don Quijote, alzó los ojos al cielo y, puesto el pensamiento (a lo que pareció) en su señora Dulcinea, dijo:
– Acorredme, señora ma, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo.
Y diciendo estas y otras semejantes razones, soltando la adarga, alzó la lanza a dos manos y dio con ella tan gran golpe al harriero en la cabeza, que le derribó en el suelo tan maltrecho, que si segundara con otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara. Hecho esto, recogió sus armas y tornó a pasearse con el mismo reposo que primero. Desde allí a poco, sin saberse lo que había pasado (porque aún estaba aturdido el harriero), llegó otro con la mesma intención de dar agua a sus mulos y, llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote palabra y sin pedir favor a nadie, soltó otra vez la adarga y alzó otra vez la lanza, y, sin hacerla pedazos, hizo más [32] de tres la cabeza del segundo harriero, porque se la abrió por cuatro. […]
Los compañeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual, lo mejor que podía, se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas. El ventero daba voces que le dejasen, porque ya les había dicho como era loco, y que por loco se libraría, aunque los matase a todos. […]
No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego, antes que otra desgracia sucediese. Y así, llegándose a él, se disculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna; pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento. […]
[…] el castellano, trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los harrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas; y, leyendo en su manual (como que decía alguna devota oración), en mitad de la leyenda alzó la mano y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su mesma espada, [33] un gentil espaldarazo (siempre murmurando entre dientes, como que rezaba). Hecho esto, mandó a una de aquellas damas que le ciñese la espada, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción, porque no fue menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya habían visto del novel caballero les tenía la risa a raya. Al ceñirle la espada dijo la buena señora:
– Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura en lides.
Don Quijote le preguntó cómo se llamaba, porque él supiese de allí adelante a quién quedaba obligado por la merced recibida, porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón natural de Toledo, que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase doña Tolosa. Ella se lo prometió, y la otra le calzó la espuela; con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la de la espada. Preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera, [34] y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual también rogó don Quijote que se pusiese don, y se llamase doña Molinera, ofreciéndole nuevos servicios y mercedes.
Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vio la hora don Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras, y, ensillando luego a Rocinante, subió en él, y abrazando a su huésped, le dijo cosas tan estrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves palabras, respondió a las suyas y, sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir a la buen hora.
venteril: etwa: einer Schänke entsprechend mager (von
la venta
).
fasta:
hasta.
otorgar un don: etwa: eine Bitte gewähren, eine Gabe bewilligen.
redundar en: beitragen zu, führen zu.
la alabanza: Loblied, Lob.
porfiar: beharren.
velar: wachen.
el socarrón: Spötter, Schelm.
el barrunto: Verdacht, Vermutung.
el humor: hier: Laune.
andar acertado/a: hier: recht haben (
acertar:
treffen).
gallardo/a: nobel, stattlich.
asimesmo:
asimismo:
ebenfalls, gleichfalls.
la mocedad: Jugendzeit.
de Málaga …: im Folgenden alles Orte der Picaresca.
hacer tuertos: Unrecht zufügen;
recuestar viudas: Witwen nachstellen;
recuestar viudas: Witwen nachstellen;
deshacer doncellas: Jungfrauen entehren;
engañar pupilos: Waisen hereinlegen; also: wie ein
pícaro
das genaue Gegenteil dessen machen, was vom Ritter erwartet wird.
audiencia: Gerichtssaal.
el tribunal: Gericht.
ajeno/a: fremd, anderen gehörig.
partir: teilen; hier: den Leuten die Hälfte abnehmen.
no traer blanca: etwa: keinen Heller haben (
la blanca:
alte spanische Kupfermünze, das niederste Geldstück).
puesto caso: obwohl.
trujeron:
trajeron
(von
traer
).
llevar bien herradas las bolsas: gut mit Geld gefüllte Taschen bei sich tragen.
la arqueta: kleine Truhe, Kästchen.
el ungüento: Salbe.
el encantador / la encantadora: Zauberer(in).
la redoma: Phiole, Fläschchen.
la virtud: Tugend (
virtuoso/a:
meisterhaft, tugendhaft).
la llaga: Wunde.
el escudero: Schildknappe.
proveerse de algo: sich mit etwas eindecken.
las hilas: Scharpien; hier: Verbandszeug.
el ahijado: eigtl.: Patenkind; hier: Schützling.
presto (adv.): schnell.
la pila: Wassertrog.
con gentil continente: mit Grazie.
el armazón de caballería: die feierliche Waffenausstattung des Fahrenden Ritters.
admirar: hier: jdn. in Erstaunen versetzen.
antojósele a uno: es fiel einem ein (
antojarse:
in den Sinn kommen, sich in den Kopf setzen).
la recua: Gruppe von Lasttieren.
atrevido/a: kühn, verwegen (
el atrevimiento:
Kühnheit, Frechheit).
ceñir: umgürten.
no se curó:
no hizo caso:
etwa: er achtete nicht darauf.
trabar de las correas: in die Verbindungsschnüre (zwischen den einzelnen Waffenteilen) greifen.
arrojar: werfen.
acorrer alg.: jdm. beistehen.
la afrenta: Provokation, Beleidigung, Herausforderung.
avasallado/a: ergeben (
avasallar:
unterwerfen).
desfallecer: schwinden, fehlen.
el trance: entscheidender Moment.
el amparo: Schutz.
maltrecho/a: übel zugerichtet.
segundar: sofort wiederholen, gleich noch einmal tun.
el maestro: Meister; hier: Chirurg.
aturdido/a: verblüfft; hier: bewusstlos.
desembarazar: frei machen.
repararse: sich schützen.
desamparar: im Stich lassen, verlassen.
negro/a: hier: verdammt!
la desgracia: Unglück, Unheil.
la insolencia: Unverschämtheit.
asentar: aufschreiben.
la cebada: Gerste.
el manual: Gebetbuch, Handbuch; hier: das oben erwähnte Geschäftsbuch.
devoto/a: gläubig, gottergeben.
la leyenda: hier: Verlesung.
el espaldarazo (hist.): Ritterschlag.
la desenvoltura: Zwanglosigkeit.
la proeza: Heldentat.
tener a algo/alg. a raya: etwas/jdn. im Zaume halten.
venturoso/a: glücklich.
la ventura en lides: Glück im Kampf (
la lid:
Kampf).
alcanzar: reichen, erreichen.
el remendón / la remendona: Flickschneider(in) (
remendar:
ausbessern).
las tendillas de Sancho Bienaya: Buden auf dem (damals sehr belebten) Sancho-Bienaya-Platz in Toledo.
la espuela: Sporn.
el honrado molinero: Das Adjektiv
honrado/a
ist ironisch gemeint: die Müller standen nicht gerade im Ruf der Ehrlichkeit.
Antequera: Stadt in der andalusischen Provinz Málaga.
la posada: Gasthof; hier: Beherbergung.
[35] CAPÍTULO IV
De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta
Die ersten Abenteuer verdeutlichen sogleich das ebenso fundamentale wie komische Missverhältnis, das zwischen dem mittelalterlichen Ritterideal und der empirisch erfahrbaren Alltagswirklichkeit besteht. In beiden hier geschilderten Fällen bringt erst das Eingreifen des ›Ordnung‹ stiftenden Ritters die Welt so richtig in Unordnung.
————
La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo. Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para [36] el oficio escuderil de la caballería. Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea, el cual, casi conociendo la querencia, con tanta gana comenzó a caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo.
No había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba, y apenas las hubo oído, cuando dijo:
– Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión, y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos. Estas voces, sin duda, son de algún menesteroso, o menesterosa, que ha menester mi favor y ayuda.
Y volviendo las riendas, encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían. Y a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años, que era el que las voces daba, y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprehensión y consejo. Porque decía:
– La lengua queda y los ojos listos.
[37] Y el muchacho respondía:
– No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios que no lo haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato.
Y viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo:
– Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza (que también tenía una lanza arrimada a la encina adonde estaba arrimada la yegua), que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo.
El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió:
– Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado, que cada día me falta una; y porque castigo su descuido, o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente.
– ¿«Miente» delante de mí, ruin villano? – dijo don Quijote –. Por el sol que nos alumbra que estoy [38] por pasaros de parte a parte con esta lanza. Pagadle luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego.
El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban setenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que […] no eran tantos; porque se le habían de descontar y recibir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado, y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo.
– Bien está todo eso – replicó don Quijote –; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado; que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo; y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado; así que, por esta parte, no os debe nada.
– El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.
– ¿Irme yo con él – dijo el muchacho – más? ¡Mal [39] año! No, señor, ni por pienso; ¿porque en viéndose solo me desuelle como a un San Bartolomé?
– No hará tal – replicó don Quijote –: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto; y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recibido, le dejaré ir libre y aseguraré la paga.
– Mire vuestra merced, señor, lo que dice – dijo el muchacho –; que este mi amo no es caballero ni ha recibido orden de caballería alguna; que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar.
– Importa poco eso – respondió don Quijote –; que Haldudos puede haber caballeros; cuanto más que cada uno es hijo de sus obras.
– Así es verdad – dijo Andrés –; pero este mi amo, ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo?
– No niego, hermano Andrés – respondió el labrador –; y hacedme placer de veniros conmigo; que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados.
– Del sahumerio os hago gracia – dijo don Quijote –; dádselos en reales, que con eso me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado; si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a [40] castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones, y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada.
Y en diciendo esto, picó a su Rocinante, y en breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos, y cuando vio que había traspuesto del bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado Andrés y díjole:
– Venid acá, hijo mío; que os quiero pagar lo que os debo, como aquel deshacedor de agravios me dejó mandado.
[…]
Y asiéndole del brazo le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto.
– Llamad, señor Andrés, ahora – decía el labrador – al desfacedor de agravios; veréis cómo no desface aquéste. Aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temíades.
Pero, al fin, le desató y le dio licencia que fuese a buscar su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrés se partió algo mohíno, jurando de ir a [41] buscar al valeroso don Quijote de la Mancha y contalle punto por punto lo que había pasado, y que se lo había de pagar con las setenas. Pero con todo esto, él se partió llorando y su amo se quedó riendo.
Y desta manera deshizo el agravio el valeroso don Quijote; el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicísimo y alto principio a sus caballerías, con gran satisfación de sí mismo iba caminando hacia su aldea, […].
En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquéllos tomarían, y, por imitarlos, estuvo un rato quedo; y al cabo de haberlo muy bien pensado, soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza. Y habiendo andado como dos millas, descubrió don Quijote un grande tropel de gente, que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia. Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie. Apenas los divisó don Quijote, cuando se [42] imaginó ser cosa de nueva aventura; y, por imitar en todo cuanto a él le parecía posible los pasos que había leído en sus libros, le pareció venir allí de molde uno que pensaba hacer. Y así, con gentil continente y denuedo