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Para Anya, la bailarina, la danza lo es todo. Su cuerpo es su instrumento, al que ha dominado a la perfección, y nunca pierde el control de sí misma o de su cuerpo. Hasta un verano abrasador en el que conoce al maestro de ballet de Nueva York, quien hace que pierda su equilibrio por completo.Este relato corto se publica en colaboración con la productora fílmica sueca, Erika Lust. Su intención es representar la naturaleza y diversidad humana a través de historias de pasión, intimidad, seducción y amor, en una fusión de historias poderosas con erótica.-
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Seitenzahl: 20
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Marguerite Nousville
LUST
El maestro de ballet
Original title:
Balletmesteren
Translated by: Copyright © 2019, 2019 Marguerite Nousville and LUST, an imprint of SAGA, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726204858
E-book edition, 2019 Format: EPUB 2.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
Para mí, el ballet siempre ha sido la manera de llegar a lo sublime. Mi cuerpo era un instrumento que afinaba con disciplina estricta, nutrición controlada y un tiempo de descanso programado para alcanzar la perfección en todo sentido. Era un acto de equilibrio constante, tanto dentro como fuera del escenario, cuando entrenaba como cuando descansaba. Sabía con exactitud cuánto debería practicar, cuánta proteína, carbohidratos y diversos nutrientes necesitaba consumir, y cuántas horas de descanso debía tomarme. Las noches de esparcimiento o los bollos con crema no formaban parte de mis planes, pero nunca me fue difícil evitarlos. Jamás hubo nada que me tentara tanto como para comprometer mi danza.
El control que conseguí tener sobre mi cuerpo, debo admitir, era lo suficientemente embriagador por sí solo. El momento en que alcancé la mayor felicidad fue cuando descubrí cómo la fuerza de mis músculos me permitía, casi sin esfuerzo, brincar y fluir por el aire, dar vueltas en el escenario con la ligereza de un perfecto copo de nieve. Desafiaba la gravedad como si sirviera a un propósito mayor. Con un pie delante del otro y brincos gráciles me abrí paso en el cuerpo de ballet hasta aterrizar entre los solistas. No había nada demasiado difícil para mí ni nada que me pudiera desequilibrar.