El precio de la libertad - Matéo Maximoff - E-Book

El precio de la libertad E-Book

Matéo Maximoff

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Beschreibung

Al pedirme escribir el prefacio de una de sus novelas, El precio de la libertad, Matéo Maximoff me da un honor y un placer. Porque me da la oportunidad de expresar mi gusto por la obra y mi estima por el autor. En el mundo nómada, Maximoff fue un precursor como novelista. La cultura gitana ha permanecido mucho tiempo completamente ignorada. Hasta una época reciente su literatura era únicamente oral, compuesta por una gran cantidad de poemas, relatos, cuentos en diversos dialectos de la lengua romaní, repetidos de generación en generación, con inventos, modificaciones, que los transforman, los vuelven siempre los mismos y siempre nuevos. Se cuentan a la puesta del sol, cerca de la hoguera del campamento, o en las casas de madera o en las tiendas. Los cuentos (paramishi) son mayormente, tomados del folclore de países balcánicos, pero el gitano es el personaje central, y tiene el mejor papel. Los especialistas han escrito estas historias al dictado, o las han grabado, lo que permite más espontaneidad a quien narra, más exactitud al transcriptor. Hay cuentos publicados en su dialecto original, con traducción y comentario. Si en el futuro la lengua dejara de usarse, subsistirán al menos esos testimonios. Entre los gitanos, Maximoff es el primer narrador que se expresa, pluma en mano, en francés. Hijo de un gitano de la tribu kalderash y de una manouche, él es miembro de un grupo que vivió antaño en Rumanía, después en Rusia, antes de llegar a España y Francia. A medida que nos aproximamos a la guerra de 1914 su familia ya está presente en la región parisina. Maximoff es un narrador nato, no limitado a la literatura fantástica. Describe las costumbres de su entorno, las que están en vías de desaparecer y las que se perpetúan, colaborando con los Etudes tsiganes como el Jounal of the Gypsy Lore Society. Con el título Tsiganes, escribió en colaboración con Otto Dactwyler el texto de un álbum de fotografías (cerca de un centenar) tomadas en Francia y España (Zurich, Büchergilde Gutemberg, 1959). En una obra colectiva dirigida por Karl Rinderknecht, Tsiganes, nómades mystérieux, publicado en 1973 en Lausanne, ediciones Mondo (con versiones en alemán e italiano), ha redactado un artículo titulado Du premier cri au dernier soupir (Del primer grito al último suspiro). Con experiencia en distintas áreas, Matéo Maximoff ha sido trabajador manual, como calderero ambulante (sabemos que trabajar el cobre es característico de su tribu: la palabra kalderash deriva de la palabra caldärar que significa calderero). Desde 1964 su labor como pastor y predicador de la Misión Evangélica le proporcionó actividades y responsabilidades suplementarias. Él viajó mucho, hasta el país originario de los gitanos, la India. Al final de la Segunda Guerra Mundial Matéo Maximoff debuta en la literatura, publicando (en 1946) en Flammarion una novela de tradición gitana, Les Ursitory, escrita en 1939. Antes, numerosas novelas habían dado una imagen, más o menos fiel o convencional (algunas veces completamente falsa) de los gitanos, descritos por los no gitanos. La historia de los ursitory se vincula a una tradición balcánica, adoptada por los gitanos. Un poco después del nacimiento de un bebé, los ursitory, se reúnen. El futuro del bebé, no tiene apelación posible. Las circunstancias de su muerte serán decididas en ese momento. La tradición de los ursitory se mantiene en algunos países. Se ha publicado un estudio sobre Les sources folkloriques du roman tsigane « les Ursitory » de Matéo Maximoff. Vincula el tema gitano a una leyenda balcánica, particularmente rumana, que deriva de la leyenda de las tres parcas de la mitología griega. La segunda novela, Le Prix de la liberté (1955) también se sitúa en Rumanía. Me parece oportuno ubicarla en su contexto histórico. En los principados rumanos, Moldavia y Valaquia, los gitanos tuvieron durante mucho tiempo

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El precio de la libertad
El fin de quinientos años de esclavitud gitana en Rumanía
Matéo Maximoff
Kohelet
Contents
Title Page
Colección Matéo Maximoff
Prefacio
Nota de la editora
El precio de la libertad
Primera parte
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Segunda parte
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Tercera parte
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Epílogo
About The Author
Colección Matéo Maximoff
La primera edición francesa de Les Ursitory escrito en 1939 fue publicada justo después de la Segunda Guerra Mundial, en 1946. Durante la guerra Matéo sufrió el horror de los campos de concentración, como muchos otros de su pueblo. Por eso pasaron muchos años hasta la publicación del primer libro.
Matéo era parte del pueblo gitano, siempre viajando, en una época donde muy pocos sabían leer y escribir. Y él lo sabía. Como narrador tenía un gran talento y se atrevió a escribir. 
Esta primera novela fue seguida rápidamente por otras dos: Le Prix de la liberté (1955) y Savina (1957). En noviembre de 1961 Matéo tuvo una experiencia espiritual que cambió su vida. Esto se descubre en sus obras posteriores. Matéo siguió como comunicador de la cultura gitana, y recorrió treinta y tres países dando testimonio de su encuentro con Dios.
Obras publicadas por Editorial Kohelet:
Los Ursitory, los ángeles del destino (2024)
El precio de la libertad (2024)
Savina, amar hasta enloquecer (2024)
Otras obras que serán traducidas próximamente:
La septième fille (1958)
Condamné à survivre (1984)
La poupée de Mameliga (1986)
Vinguerka (1987)
Dites-les avec des pleurs
Ce monde qui n´est pas le mien (1992)
Routes sans roulottes (1993)
Título original: LE PRIX DE LA LIBERTÉ
Primera edición en Editorial Kohelet: abril de 2024
Primera edición en francés en 1955
Copyright © Matéo Maximoff (1981 segunda edición)
Copyright de la traducción © Elizabeth Giuffré
ISNI: 0000000514234809
Copyright del prefacio © François de Vaux de Foletier
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano:
© Editorial Kohelet
C/Circunvalación Encina 23, 7 C
18015 Granada (España)
www.kohelet.es
ISNI 0000 0000 7101 8807
ISBN: 978-84-128139-6-8
Depósito legal: GR 1192-2024
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar y escanear algún fragmento de esta obra.
Esta es nuestra esperanza.
Esta es la fe con la que vuelvo al Sur.
Con esta fe seremos capaces de cortar
de la montaña de la desesperación
una piedra de esperanza.
Con esta fe seremos capaces
de transformar las chirriantes disonancias
de nuestra nación
en una hermosa sinfonía de fraternidad.
Con esta fe seremos capaces
de trabajar juntos,
de orar juntos,
de luchar juntos,
de ir a la cárcel juntos,
de ponernos de pie juntos por la libertad,
sabiendo que un día seremos libres.
Martin Luther King
Prefacio
Al pedirme escribir el prefacio de una de sus novelas, El precio de la libertad, Matéo Maximoff me da un honor y un placer. Porque me da la oportunidad de expresar mi gusto por la obra y mi estima por el autor.
En el mundo nómada, Maximoff fue un precursor como novelista. La cultura gitana ha permanecido mucho tiempo completamente ignorada. Hasta una época reciente su literatura era únicamente oral, compuesta por una gran cantidad de poemas, relatos, cuentos en diversos dialectos de la lengua romaní, repetidos de generación en generación, con inventos, modificaciones, que los transforman, los vuelven siempre los mismos y siempre nuevos. Se cuentan a la puesta del sol, cerca de la hoguera del campamento, o en las casas de madera o en las tiendas. Los cuentos (paramishi) son mayormente, tomados del folclore de países balcánicos, pero el gitano es el personaje central, y tiene el mejor papel. Los especialistas han escrito estas historias al dictado, o las han grabado, lo que permite más espontaneidad a quien narra, más exactitud al transcriptor. Hay cuentos publicados en su dialecto original, con traducción y comentario. Si en el futuro la lengua dejara de usarse, subsistirán al menos esos testimonios.
Entre los gitanos, Maximoff es el primer narrador que se expresa, pluma en mano, en francés. Hijo de un gitano de la tribu kalderash y de una manouche, él es miembro de un grupo que vivió antaño en Rumanía, después en Rusia, antes de llegar a España y Francia. A medida que nos aproximamos a la guerra de 1914 su familia ya está presente en la región parisina.
Maximoff es un narrador nato, no limitado a la literatura fantástica. Describe las costumbres de su entorno, las que están en vías de desaparecer y las que se perpetúan, colaborando con los Etudes tsiganes como el Jounal of the Gypsy Lore Society. Con el título Tsiganes, escribió en colaboración con Otto Dactwyler el texto de un álbum de fotografías (cerca de un centenar) tomadas en Francia y España (Zurich, Büchergilde Gutemberg, 1959). En una obra colectiva dirigida por Karl Rinderknecht, Tsiganes, nómades mystérieux, publicado en 1973 en Lausanne, ediciones Mondo (con versiones en alemán e italiano), ha redactado un artículo titulado Du premier cri au dernier soupir (Del primer grito al último suspiro).
Con experiencia en distintas áreas, Matéo Maximoff ha sido trabajador manual, como calderero ambulante (sabemos que trabajar el cobre es característico de su tribu: la palabra kalderash deriva de la palabra caldärar que significa calderero).
Desde 1964 su labor como pastor y predicador de la Misión Evangélica le proporcionó actividades y responsabilidades suplementarias. Él viajó mucho, hasta el país originario de los gitanos, la India.
Al final de la Segunda Guerra Mundial Matéo Maximoff debuta en la literatura, publicando (en 1946) en Flammarion una novela de tradición gitana, Les Ursitory, escrita en 1939 La prensa subrayó la importancia como «el primer documento literario sobre la vida y la mentalidad de los gitanos, escrito por un gitano».
Antes, numerosas novelas habían dado una imagen, más o menos fiel o convencional (algunas veces completamente falsa) de los gitanos, descritos por los no gitanos.
La historia de los ursitory se vincula a una tradición balcánica, adoptada por los gitanos. Un poco después del nacimiento de un bebé, los ursitory, se reúnen. El futuro del bebé, no tiene apelación posible. Las circunstancias de su muerte serán decididas en ese momento.
La tradición de los ursitory se mantiene en algunos países. Se ha publicado un estudio sobre Les sources folkloriques du roman tsigane « les Ursitory » de Matéo Maximoff. Vincula el tema gitano a una leyenda balcánica, particularmente rumana, que deriva de la leyenda de las tres parcas de la mitología griega.
La segunda novela, Le Prix de la liberté (1955) también se sitúa en Rumanía. Me parece oportuno ubicarla en su contexto histórico. En los principados rumanos, Moldavia y Valaquia, los gitanos tuvieron durante mucho tiempo, un estatus especial: el de esclavos. No era una medida penal. Era un medio de tener un artesano local eficiente. Los gitanos eran hábiles en el ejercicio de diversos oficios, principalmente herreros, albañiles y alfareros, se habían vuelto indispensables; pero ellos detestaban las tareas largas, y no se quedaban mucho tiempo en el mismo lugar. Al negarse a la sedentarización fueron esclavizados y terminaron perdiendo su independencia. Los primeros gitanos mencionados en archivos rumanos, a mediados del siglo XIV ya eran esclavos; siguieron así, con pocas excepciones, hasta la mitad del siglo XIX. Se dividían en tres clases: los esclavos del Estado o del príncipe, llamados esclavos de la corona, los esclavos del clero (capitales, diócesis, monasterios), y los esclavos de los amos o terratenientes. 
Los propietarios tenían la facultad de dar, legar o cambiar sus esclavos. Los precios variaban según la edad, salud y aptitudes. Los esclavos eran obligados a hacer una gran variedad de trabajos, sea en el exterior (los gitanos de los campos, agricultores, jardineros o madereros), o en el interior de la morada o en la vecindad cercana (eran los gitanos de la corte). A los trabajos manuales se sumaban las profesiones artísticas. Cuando terminaba el trabajo del día, los esclavos olvidaban las penas gracias a la música y la danza. Los amos valoraron esas dotes e incorporaron al personal de sus mansiones orquestas de calidad.
Las relaciones entre propietarios y esclavos variaban mucho, según el carácter del propietario. El esclavismo en los dominios señoriales no excluía la familia y el afecto mutuo. Entre el amo y sus esclavos existía un intermediario, el administrador, que podía ser despótico.
A partir del siglo XVIII las reformas atenuaron progresivamente la suerte de los esclavos. Bajo la influencia de las ideas liberales de Occidente, los rumanos tomaron conciencia de esta anomalía: la permanencia de la esclavitud en un país europeo y cristiano. Muchos edictos de liberación fueron promulgados en el siglo XIX, dentro de los principados: el último en 1856. Antes algunas familias ya habían liberado espontáneamente a todos sus esclavos.
François de Vaux de Foletier
Nota de la editora
Matéo Maximoff nos describe la vida e historias de los roms, hombres gitanos de los Balcanes y de Europa del Este, de sus mujeres, las romni, sus tribus, viajes, creencias, tradiciones y costumbres.
Debemos tener en cuenta que su primer libro se escribió en 1939 y el segundo en 1955. Hoy podemos encontrar frases, situaciones que nos resulten chocantes, reflejo del cambio social que hemos vivido con respecto a la revalorización de la mujer, de los niños y adolescentes. Recordemos que nuestra sociedad no siempre fue como la conocemos hoy. Hubo tiempos donde ni siquiera existía el concepto de infancia o adolescencia, por ejemplo. Donde era normal que los niños trabajaran en lugar de tener el derecho al juego y a la educación.
He decidido dejar algunas frases que hoy pueden resultar políticamente incorrectas para ser fiel al texto original del autor.  Y para que podamos hacer un ejercicio de reflexión desde la perspectiva histórica. Y también pensemos cuántas de estas situaciones aún requieren un cambio en nuestro entorno. Machismo, violencia, matrimonios impuestos, falta de comunicación dentro de las familias o grupo, son males que afectan a muchos grupos sociales, sin distinción de etnia o nivel socioeconómico. Matéo Maximoff tuvo la valentía de describir a su pueblo desde una óptica realista, sin ocultarnos nada.
En este libro aborda un tema desconocido para muchos: la esclavitud de los gitanos en Rumanía durante varias centurias
Por otro lado, a lo largo del libro aparece la palabra vaivoda. Era el título que se daba a los soberanos de Moldavia, Valaquia y Transilvania. La palabra proviene del eslavo vaivod y significa ‘príncipe’.
El precio de la libertad
Primera parte
Los esclavos
Capítulo 1
I
El campo rumano en primavera es el más bello que uno puede imaginar. A mitad del siglo XIX los carros se cruzaban por caminos y carreteras, atravesando los campos bajo la sombra de árboles en flor. Se oían los alegres cantos de innumerables aves migratorias, regresando con el buen tiempo desde países lejanos. A la distancia, sobre las cimas de las montañas, la nieve recuerda a los humanos que el invierno acaba de terminar.
En ese domingo de primavera, la gente de los pueblos vecinos al campo, se dirigen hacia la gran ciudad; es la feria anual que atrae a todos los terratenientes —algunas veces seguidos de sus esclavos gitanos—, los ricos mercaderes, todos los ladrones del país, porque todos, sin excepción, se reencuentran para hacer negocios, vender, cambiar, comprar todo aquello que pueden necesitar o de lo que desean deshacerse; todo esto durante una semana. Hasta el próximo domingo, esta ciudad será la más poblada, no sólo de la provincia, sino de todo el país. En algunas horas las fortunas, los valores y los esclavos cambiarán de manos y de dueños.
El vaivoda Andrei, uno de los gobernantes más ricos, amigo íntimo del príncipe, no había faltado ni una sola vez a la feria de primavera, desde hace cuarenta años. Era un hombre grande, de espalda ancha, la barba fina cortada en punta, ojos formidables, y querido por todos, por ser justo y generoso. A pesar del buen tiempo el vestía un abrigo y gorro de piel; sentado en su carro, con las rodillas cubiertas, estaba solo con el cochero que conducía.
Detrás venía un hombre de unos cuarenta años, montado firme sobre su caballo, con aire rudo pero inteligente y mirada observadora. Era Yon, el administrador el verdadero amo de los dominios del vaivoda Andrei, jefe indiscutible de los cuatrocientos gitanos que trabajaban bajo sus órdenes para hacer fructificar la tierra del gobernador.
Después le seguían dos carros, en el primero, una decena de roms listos para ayudar a su amo en las compras; el segundo estaba vacío. Tan rico personaje no podía dejarlos ese día con sus ropas habituales: aunque muy modestamente vestidos, estaban limpios. Solo uno entre ellos parecía mejor vestido: era un hombre joven de unos treinta años que cumplía las funciones de secretario.
Cuatro guardias a caballo cerraban el convoy.
Los gendarmes se apartaron saludando, para dejar paso al vaivoda Andrei, quien no se dignó a dirigirles la mirada.
Al atravesar la puerta de la ciudad, la animación aumenta. A ambos lados de la carretera, los vendedores extienden sus mercancías. Es un verdadero desorden: hay toda clase de antigüedades, ropa usada, utensilios y baratijas inútiles, en busca de compradores. A medida que uno avanza la mercadería es más rica: están las suntuosas telas de seda con flores; un poco más lejos, a la derecha, las aves de corral, después los caballos, las mulas, los asnos; en fin, todo se vende.
Aunque uno no quiera, siente el olor de las patatas fritas, las salchichas y el maíz asado, más lejos están las frutas con su aroma característico y agradable.
Sí, todo se vende, hasta los seres humanos.
II
El mercado de esclavos está en pleno apogeo. El comerciante que está a la cabeza, tiene complexión de atleta y bigote caído, sostiene un látigo en la mano derecha, y recorre con la mirada a los eventuales compradores, habituado a reconocer su mundo.
El público se agita, se impacienta, y algunos hombres gritan e injurian al coloso que, indiferente a sus amenazas, haciendo como que no los oye, los domina desde su carro y desde su estatura, con aire burlón. Pone una gran sonrisa cuando ve el carro de Andrei que se abre paso a través de la multitud, porque el comerciante sabe que ese es su mejor comprador; así que comienza la venta:
—Señores, tengo el honor una vez más, y como cada año en esta época, de vender los mejores esclavos que uno pueda encontrar en todos los mercados del mundo. Yo, Constatin, el comerciante, ¡os desafío a demostrarme lo contrario!
Se detiene un momento, dando tiempo de acercarse al vaivoda Andrei, para examinar mejor la mercancía viviente.
—Nuestro amo, el poderoso vaivoda Jeremías, murió hace algunos meses, ha dejado todos estos esclavos y sus hijos; es a ellos a quienes venderemos hoy. Son los más fuertes de la región, y si dudáis de mi palabra…
Las familias fueron colocadas sobre el estrado. Para animar la venta, ponen a los gitanos en oferta, primero a dos familias y luego a tres.
Yon, el administrador, en nombre de su señor el vaivoda Andrei, compra cinco familias en dos grupos: aquellas que tenían pocos niños, comenzaron a apiñarse en el segundo carro.
Durante todo ese jaleo, se cruzaban miradas encendidas.
Las lágrimas corrían en silencio, porque un gitano, un rom, no tiene derecho a llorar por la desgraciada suerte de su hermano de etnia. El joven gitano llamado Isvan, aún no había dado una mirada rápida al segundo carro para ver si conocía a alguien entre los que vivirían con él desde ahora.
—Treinta ducados.
La cifra hace girar involuntariamente la cabeza a Isvan; era la voz bien conocida de Yon. Treinta ducados: ¿era el vaivoda o el administrador quien negociaba? La curiosidad domina los sentimientos de Isvan y por primera vez, mira atentamente el estrado. Cuatro gitanos solamente: el padre, un hombre de alrededor de cuarenta años, grande y musculoso; Constantine anuncia que este hombre ejerce la profesión de herrero. Sus dos hijos, tienen veintiún y veintidós años.
—Y la flor de todos los gitanos: Lena, diecisiete años.
­—Treinta y cinco ducados —grita una voz serena.
­—Cuarenta —dijo rápidamente Yon.
Entonces Isvan percibe que el vaivoda no ha dicho nada. Yon ha hecho la oferta por su cuenta o el viejo Andrei le había dado todo el poder. En cualquier caso, parece que Yon quiere comprar esta familia a cualquier precio. ¿Por qué? Probablemente él no los necesita.
Pero Isvan conoce a Yon, y la bella Lena quien, sobre el estrado busca esconderse detrás de sus hermanos, era motivo suficiente para que Yon ofreciera y se adjudicara los cuatro gitanos por cuarenta ducados.
Capítulo 2
I
Al caer la noche, el vaivoda y sus acompañantes llegan al castillo. A pesar de los baches del camino y del poco lugar en los carros, los gitanos no habían pronunciado ni una palabra.
Isvan, sentado detrás del primer carro, solo mira a Lena: «¡Qué bella muchacha!» —se dijo. No, no está pensando en él, porque sabe que será de Yon, como tantas otras antes que ella. «Es una pena» —pensó.
En el patio delante del castillo, Yon grita:
—¡Todo el mundo abajo!
Andrei lo llama desde la escalinata de su casa:
—¡Isvan!
Cuando escucha pronunciar su nombre, corre hacia él.
—Te dejo libre esta noche. Conduce a los nuevos al campamento y encuéntrales lugar hasta que ellos construyan sus barracas. Anota sus nombres, edad y profesión, y tráeme los registros mañana por la mañana.
Isvan solo podía obedecer. Bajó algunos escalones. Todos los roms esperaban sus órdenes: ahora él era el jefe. Con la mirada recorrió el grupo, y después se dirigió a un hombre:
—Padre, —dijo Isvan— conduce a los nuevos al campamento, os alcanzaré en un momento. Voy a buscar mis registros.
Rápidamente los dos grupos formaron solo uno, y el viejo los hizo salir del castillo. El campamento se encontraba aproximadamente a un kilómetro de allí.
El padre de Lena tocó el brazo al viejo y le dijo:
—Mi nombre es Petri.
—El mío Damo.
Los dos roms caminan juntos.
—¿El joven Isvan es tu hijo? —pregunta Petri.
—Sí —responde Damo.
—¿Con qué derecho da las órdenes? ¿Cuáles son sus funciones?
—Es inteligente —dijo Damo—, desde pequeño quiso aprender a leer y escribir. El amo lo supo, y como él mismo tiene dos hijos, y el menor es de la edad de Isvan, llevó a mi hijo a su casa, y le dio la misma educación que a sus propios hijos. El tutor que se ocupaba de los dos jóvenes señores, fue tomando cariño a Isvan, porque era listo y aprendía muy rápido.
—No ha respondido a mi pregunta —dijo Petri— pregunté cuál es su cargo.
—Sirve de secretario al amo, pero sobre todo dirige la importante biblioteca del castillo.
—¿Y eso le da derecho a darnos órdenes?
—No, él es esclavo como nosotros. Pero ha visto que el amo ha tomado la costumbre de darle órdenes, y es necesario que las ejecute porque confía en él.
Guardan silencio durante un centenar de metros, después Petri vuelve a preguntar:
—¿El amo es malvado?
—No, o raramente. Su hijo mayor es peor, vive en otro castillo, en el otro extremo de Rumanía, solo viene aquí una vez por año. El más joven de los hermanos, el de la edad de mi hijo, lleva muchos años en otro país, en Francia creo, dijo que, para completar sus estudios, pero pienso que es más una historia con una mujer, o con muchas mujeres…
—Entonces, ¿no sois tan infelices aquí?
—No mucho, pero está Yon…
II
Los esclavos antiguos esperaban en la entrada del campamento a sus nuevos compañeros de desgracia. La fraternidad era inmediata, se reconocían y se descubrían, aunque no eran parientes.
Fuera, una de las hijas de Damo puso madera encendida bajo el samovar. Había que apresurarse a preparar el té. Isvan iba a venir y sus visitas eran pocas y doblemente apreciadas. Sus hermanos y hermanas lo esperan siembre con impaciencia. La puerta quedó abierta y la joven muchacha, al pasar, escuchó estas palabras:
—En el camino me habló del administrador. Creo que su nombre es Yon. Por todas partes hay esclavos roms, y está Yon; y ¡por donde está Yon ellos mueren jóvenes!
Estas palabras dichas por Petri, tenían un significado terrible. Él era un esclavo como todos los que estaban a su alrededor escuchando, pero nunca había querido rendirse ni ser amedrentado. Sus días en los calabozos habían sido muchos, por periodos más o menos largos. Siempre necesitaban un buen herrero y sus delitos nunca habían sido graves: solo insubordinación al administrador, castigada con algunos días en el calabozo. Tenía fama de luchador, pero nunca había golpeado a un extraño, porque el castigo hubiera sido más duro.
—Somos un pueblo libre, vuestro hijo Isvan debe ser consciente de esto. Cuando llegue, le preguntaré algunos detalles. No siempre hemos sido esclavos. Mirad los roms de las montañas. Ellos ignoran lo que son las cadenas en los pies, los grilletes en el cuello, los latigazos, el hambre y la sed.
—Ellos están fuera de la ley —dijo tímidamente Damo.
—¿Qué ley? —pregunta Petri—. No hay ley que pueda impedir a un ser humano vivir a su voluntad. Que nos dejen tranquilos, y nosotros dejaremos tranquilos a todos, pero mientras haya un grupo de roms viviendo en las montañas y en los bosques, y otro espere ser liberado, no tenemos idea de por quién, siempre seremos infelices. Yo, Petri, mis hijos y mi hija, cuando nos sea posible, iremos a encontrar a los otros.
Después se hizo silencio. Otra hija de Damo puso sobre el mantel los vasos para el té, mientras la primera traía el samovar. Llenaron los vasos y los pusieron delante de cada rom:
—Si el amo se entera, ¡nos matará a todos! —dijo Damo.
—No podrá —respondió Petri— nos necesita para trabajar. ¡Miraos! ¿De qué estáis vestidos? ¿Qué coméis? Nada. Y trabajáis diez a doce horas por día. Esto debe terminar. Es necesario que…
En ese momento una joven que estaba vigilando fuera, gritó:
—¡Viene Isvan!
III
Cuando Isvan entró muchos bajaron la cabeza; algunos por respeto, porque veían en él, al favorito del amo o al menos al futuro jefe de la tribu; otros le admiraban por su ropas bellas y elegantes, como la de los jóvenes señores cuando estaban en el castillo. Otros lo despreciaban por ser más libre que ellos, sin trabajar la tierra no le faltaba nada.
Sonreía radiante y mostraba todos sus dientes, tan blancos como la nieve. Isvan se quita su sombrero, tiene una palabra amable para cada uno, besa la frente de cada una de sus hermanas y estrecha cordialmente la mano a su hermano antes de abrazarlo. Se sienta entre su padre y Petri. Y se dirige a él:
—Creo que mi padre ya os ha dado la bienvenida entre nosotros. Me sumo a él.
—Joven —dijo Petri.
—Mi nombre es Isvan, haga el honor de llamarme así.
—Isvan, estamos felices de encontrar a otros roms. No obstante, debo decir la verdad: ¡hemos salido de un infierno para entrar en otro!
—No hay dos infiernos —responde Isvan— Ni hay dos dioses. Ignoro de qué hablabais antes de mi llegada, pero creo adivinarlo. Sé que todos habéis sufrido, y que esto no ha terminado. ¿Pero qué podemos hacer? ¿Revelarnos? Hace años pensaba así. Aquí mismo hemos considerado la posibilidad de hacerlo. Todos los meses uno de nosotros se atreve a levantar la voz; después se muere de hambre y de sed en un calabozo húmedo y oscuro. Si no muere, es por milagro. ¡Su castigo es por tres meses! ¿Revelarnos? Aunque venciéramos aquí, tendríamos a toda Rumanía y a toda Europa en nuestra contra. ¿Tenemos alguna posibilidad?
Después de este pequeño discurso Isvan bebió un sorbo de té, observando todo. Petri le dijo:
—¿Y los roms que están en las montañas? ¿No podemos ir y unirnos a ellos?
—Imposible —dijo Isvan— serían nuestra perdición y la suya. Lo que les hace fuertes no es su número, sino el ser pocos. Nadie se toma el trabajo de capturarlos. Pero imaginemos que fueran varios millares, entonces Rumanía y Hungría se pondrían de acuerdo para enviar a sus ejércitos y se acabarían los roms fuera de la ley. No Petri, la liberación no vendrá de allí.
Como había terminado su té, le llenan de nuevo su vaso, mientras Petri pregunta:
—¿Y cómo podemos esperar que suceda la liberación?
—Bien, voy a decirlo, porque hace más de diez años que acompaño al amo a la feria. Hace dos años vuestro valor hubiera sido al menos, de trescientos ducados.
Petri, sorprendido, no sabe qué responder.
—¿Está sorprendido? —dijo Isvan— Y puedo asegurar que no fue el amo quien os compró; él no habría pagado cuarenta ducados porque no los valéis.
—¿No? ¿Y por qué?
—Esa es la cuestión. Todo el mundo comienza a comprender. El reino del esclavismo se termina. Los vaivodas no compran más. Tienen miedo, y tienen razón.
—Entonces, ¿la liberación será pronto?
—Eso espero.
Los roms tomaron un poco de vino, levantando sus vasos a la salud de los recién llegados, porque ahora la esperanza renacía en sus corazones. Isvan llenaba su registro con alegría, cuando una joven gritó desde fuera:
—¡El administrador Yon!
IV
Que los roms recordaran, Yon ni ningún otro administrador había venido al campamento de noche. Era necesario tener un motivo importante para que Yon se molestara para ir a un lugar donde sabe que es odiado y que corre el riesgo de ser asesinado. Debía estar muy seguro de sí mismo para osar aventurarse en medio de los esclavos, solo, sin escolta. Cuando la joven gritó “Es Yon”, ningún rom dudó de que su peor enemigo estaba cerca. Aunque la barraca de Damo estaba bien vigilada, era posible que Yon hubiera escuchado alguna palabra de la conversación de los roms. Además, habían hablado en su lengua y Yon conocía solo algunas pocas palabras, no las suficientes para seguir una conversación animada.
Yon era odiado por los roms y lo sabía. Pero haciendo justicia, él solo ejecutaba escrupulosamente las órdenes que recibía.
Tenía alrededor de cuarenta años; era un hombre bastante guapo y musculoso. Sobre él circulaban rumores terribles. En su juventud había tenido varias amantes entre las jóvenes gitanas. Decían que las había forzado, no fue porque ellas habían cedido a sus deseos. Le reconocían la paternidad de algunos niños, pero Yon jamás se había ocupado de ellos. El mayor ya tenía veinte años, nunca había recibido ayuda o un trato favorable de su padre.
Así que después de algunos años Yon no había elegido más amantes entre las gitanas. Se necesitó mucho tiempo para comprenderlo. El administrador del vaivoda cortejaba ahora a muchachas y mujeres de su pueblo, y corrían rumores que una de las tres sobrinas del vaivoda Andrei había tenido relaciones pecaminosas con él. Pero esos rumores habían sido sofocados rápidamente.
Era sorprendente que un hombre tan cruel no hubiera sido asesinado por los esclavos. Pero un día el vaivoda había dicho a Damo: «Si Yon muere por vuestra culpa, mi furor será terrible. Mataré a cincuenta de vosotros, y el primero será Isvan.» Así que la vida de Yon era sagrada para todos.
Yon, como un capitán sobre su caballo, se dirigió directamente hasta la barraca de Damo, y todos los roms que estaban delante se apartaron para dejarlo pasar. Isvan, el único que puede hablarle directamente, sale de la fila y le pregunta:
—¿A qué debemos el honor de esta visita?
—¿Cómo? ¿Eres tú, Isvan? —dijo Yon— creí que ya habías regresado.
—No, pienso pasar la noche aquí.
—De acuerdo. He venido a ver si todo va bien, y deseo conocer un poco mejor a los recién llegados.
—¿No es preferible que los visitéis mañana? Ya está muy oscuro.
—Tienes razón. Seguid divirtiéndoos.
Y levantándose sobre los estribos, Yon echa una mirada a su alrededor. No parece encontrar lo que busca. Isvan le dijo:
—¿Queréis que os acompañe hasta el castillo?
—¿Por qué? ¿Corro peligro? —pregunta Yon.
Isvan sonríe, pero no responde, mientras Yon da media vuelta con su caballo y desaparece rápidamente en la noche.
Lena mira discretamente a través de la cortina de una ventana.
Capítulo 3
I
Después de la partida del administrador Yon, los roms se quedan perplejos en el umbral de la barraca de Damo. Nadie sabe qué decir o hacer. Finalmente, Isvan dice:
—Entremos para hablar.
Pero ¿de qué hablar? ¡La presencia de Yon entre ellos había sido tan inesperada! Era mala señal. Ninguno dudaba, pero nadie se atrevía a decirlo.
Posiblemente los recién llegados no tenían idea del suceso. Por eso, una vez sentados, Petri pregunta:
—¿Sabéis porque motivo Yon ha venido aquí esta noche?
—Creo saberlo —dijo Isvan— pero quiero estar seguro para no equivocarme. Es siempre lo mismo, ¿me comprendéis?
—Si, pero ¿qué debo hacer? —pregunta Petri.
—No podemos aconsejaros —dijo Demo— vuestra hija está en peligro. Antaño Yon se la hubiera llevado a su casa, sin que nosotros pudiéramos impedirlo. Ella no corre peligro, al menos por esta noche.
—¿Y mañana? —pregunta Petri.
—¿Mañana? ¿Qué podremos hacer si Yon ha decidido llevarla? Isvan ha dicho que fue él quien os ha comprado.
—Pero no fue él quien nos ha pagado.
—La única manera —dijo Damo— y puede que no sirva de nada, es tratar de advertir al amo.
—¿Creéis que me escuchará? ¿A mí, un esclavo recién comprado? ¿Las lágrimas de Lena podrían conmoverlo?
—Dudo que os reciba —dijo Damo—. Hay otra solución, a veces es mejor que la desgracia. Pero nada te obliga a aceptar.
—Decidme.
—Bueno —dijo Damo— si mañana alguien anuncia al amo que Lena está prometida, Yon lo sabrá y al amo no le agrada que Yon se lleve a las muchachas comprometidas.
—No es mala idea —dijo Petri— ¡Lena es excelente! Pero no está prometida.
—No importa —dijo Damo— tenemos muchos jóvenes aquí, podéis elegir. Por supuesto, ese compromiso no tendrá ninguna validez entre nosotros. Nuestro deseo es salvar del deshonor a vuestra hija.
Cada uno da su opinión. Los viejos discuten, muchos proponen a sus hijos, esperanzados de que el compromiso ficticio más tarde se convierta en real.
Antes de aceptar al que sea, Petri quiere informarse sobre todos los jóvenes, incluido Isvan. Por eso pregunta a Damo:
—¿Cuánto tiempo hace que Isvan es viudo?
—Hace ocho años.
—¡Ocho años! —dijo Petri— ¿no ha vuelto a casarse?
—No.
—Pero eso no le impedirá hacer el papel de prometido durante un cierto tiempo. Tengo mucha confianza en Isvan, es el único que puede acercarse al amo sin temor.
Es verdad, la propuesta de Petri no tenía nada de deshonrosa; había que salvar la pureza de una muchacha de su pueblo, y cuando el peligro hubiera pasado, él sería libre de su compromiso. Lena se casaría con otro. ¿Qué oportunidad tenía él, un viudo apuesto de treinta años? Se necesitaba más, para ser el esposo de una joven hermosa de diecisiete años. Tenía una probabilidad sobre cien, había que salvarla, y era, sin duda, el único que podría hacerlo. Él también tenía hermanas, y podía repetirse la misma situación. Si el rechazaba, ¿quién podría entonces salvar a sus hermanas? Isvan miró primero a Petri y luego a su padre:
—No tengo opción. Acepto desempeñar el papel.
II
Hubo un momento de risas, después se hizo silencio nuevamente y Damo tomó la palabra:
—¿Dónde habéis visto una noche de compromiso sin la novia? Os aconsejo hacer las cosas como deben ser hechas. Uno nunca sabe con Yon. Hemos visto que es capaz de todo. Es posible que él o uno de sus condenados hombres merodeen alrededor del campamento. Hay que dar al evento un aspecto veraz. Así que divirtámonos, no demasiado, porque mañana, nosotros, los antiguos esclavos, trabajamos. Demos la impresión de festejar realmente un compromiso.
Petri no sabe qué decir. ¿Puede tomarse la cosa tan en serio Damo? ¿No buscará aprovechar la ocasión para demandarle después una promesa que él no hizo? Pero, ¿qué otra cosa se podía hacer? Aunque debiera entregar a Lena a Isvan, era mejor que dejarla a un gadyo (extranjero). Así que dijo:
—Tienes razón Damo, creo que Lena ya lo sabe. Es necesario que ella haga su papel. Para ella, será un ensayo para el futuro. Ferkini, hijo, ve a buscar a tu hermana.
Tan rápido como el muchacho salió de la barraca, Isvan dice a quienes lo rodeaban:
—¿Cuándo os dije yo que era un tonto?
Hubo una risa general. Ferkini entró trayendo a Lena de la mano. Ella apenas comprendía. Iba a comprometerse con Isvan, mejor dicho, a fingir hacerlo porque había que salvar alguna cosa. ¿Pero de quién? ¿Del administrador? Sin embargo, éste no le quería hacer ningún mal. Él apenas había mirado. Decididamente, su mentalidad de diecisiete años no lograba entender.
—¡Viva la novia!
—¡Y ahora la música! —gritó Damo.
Sin tardar se pudo escuchar a los violines y los címbalos: la hora del matrimonio, acompañada de cantos y el ritmo de las palmas. La alegría era general y rápidamente se olvidaron de que era un simulacro de compromiso. Ya poco importaba: ¿no era mejor disfrutar la noche, sin preocuparse por el mañana?
Lena se sentó al fondo de la gran barraca, rodeada de otras muchachas jóvenes, que cantaban a coro. Aunque era un cantor mediocre, Isvan también hizo su parte. Ni una vez había mirado a Lena desde que ella había danzado. No quería dar la impresión de estar verdaderamente enamorado de ella. «Es terrible, se dijo, deseo a esta chica, es necesario que sea mi mujer.» Isvan dijo: «es necesario», como si estuviera persuadido de que no podría ser de otro modo.
—Se terminó —dijo Damo— hemos hecho todo lo necesario. Ya es más de medianoche y mañana tenemos trabajo.
Cada uno regresó a su barraca. Los nuevos se acomodaron donde pudieron. Se puso una cama para Isvan, así como para los dos hermanos de Lena.
III
Isvan fue despertado por su hermana, Mara. Ella fue a despertar igualmente a todos los que habían dormido esa noche en la barraca de Damo. Mara había preparado el té, como lo hacía cada mañana para los hombres de su familia que iban a trabajar.
Isvan habló poco. Pensaba en su entrevista con el vaivoda. No sería tan fácil que le creyera, como había sido con su tribu. El amo pediría ver a su novia, y sus deseos eran órdenes. Es más, ningún rom