El Tiempo en un Análisis - Norberto Ferreyra - E-Book

El Tiempo en un Análisis E-Book

Norberto Ferreyra

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Beschreibung

En el siguiente texto, producto de la enseñanza que practicamos en la Escuela Freudiana de la Argentina, podrán encontrar la pista para situar cómo juega la dimensión del tiempo en la experiencia de un análisis y su articulación con las estructuras clínicas. Si hay algo que le debemos a la genialidad de Freud, es la advertencia respecto de las leyes que rigen dentro del sistema inconsciente. Con el descubrimiento del inconsciente, quedan cuestionados el PNC aristotélicos y una concepción del tiempo en tanto lineal. La ausencia de contradicción, el carácter atemporal y la sustitución de la realidad exterior por la psíquica, son su fundamento. A partir de allí, nos interrogamos cómo construye el analizante su tiempo de hablar, en correlación a su neurosis, ya sea porque se adelante, se demore, o suspenda su acto. Sea porque el tiempo quedó congelado en una imagen, o porque no hay tiempo, la referencia a lo temporal es ineludible. La transferencia supone que el analizante puede tomar su palabra y hacerse de un tiempo para decir de las marcas de su trauma, allí donde lo contingente devino determinación. Para aquellos interesados en una lectura seria acerca de cómo opera en la transferencia la función de "espera" que da lugar al surgimiento de un decir en tanto acontecimiento, los invitamos a la lectura de este ebook, que tiene mucho para decir al respecto. María Gabriela Correia.

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El Tiempo en un Análisis

De la eternidad a la contingencia

Osvaldo Arribas Noemí Ciampa Clelia Conde María Gabriela Correia Norberto Ferreyra Úrsula Kirsch Patricia Mora Marta Nardi Juana Sak Noemí Sirota Perla Wasserman

Norberto José Ferreyra El tiempo en un análisis : de la eternidad a la contingencia / Norberto José Ferreyra. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2916-9

1. Ensayo. I. Título. CDD A864

DIRECCIÓN DE PROYECTO EBOOK: MARIA GABRIELA CORREIA. CORRECCIÓN POR EFA: HELENA CASAS, IRENE GLECER, ALICIA HIGGINS. REVISIÓN: MARÍA GABRIELA CORREIA

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de Contenido

Prólogo

De la eternidad a la contingencia

Clelia Conde-Norberto Ferreyra

La lógica temporal en nuestro discurso

Juana Sak-Marta Nardi

Tiempo de hablar

Perla Wasserman-Osvaldo Arribas

La temporalidad del duelo y el fin de análisis

Úrsula Kirsch-Noemí Sirota

Lo presente y lo actual. Neurosis y compulsiones

María Gabriela Correia-Patricia Mora

La promesa y la dimensión del deseo: el futuro

Noemí Ciampa-Marta Nardi

Prólogo

Este nuevo libro, El tiempo en un análisis. De la eternidad a la contingencia, se suma a la colección que desde hace varios años hace extensivo a la comunidad lo producido en distintas prácticas de enseñanza y formación que se desarrollan en la Escuela Freudiana de la Argentina.

En esta ocasión, viene a ocupar su lugar en la serie el Curso de Verano dictado en 2018. Tanto la elección y propuesta del título como la organización del curso —cuyos módulos temáticos constituyen los capítulos del presente libro— estuvieron a cargo de los integrantes de la Secretaría de Enseñanza bajo la orientación y coordinación de su responsable, Marta Nardi.

En el recorrido por las distintas clases, que hoy se nos brindan para ser leídas, el lector encontrará indicaciones y notas de lectura, así como ejes de orientación valiosos para quienes elegimos volver a entrar, cada uno y cada vez, al discurso del psicoanálisis.

Los enseñantes del curso: Osvaldo Arribas, Noemí Ciampa, María Gabriela Correia, Clelia Conde, Norberto Ferreyra, Úrsula Kirsch, Patricia Mora, Marta Nardi, Juana Sak, Noemí Sirota y Perla Wasserman nos brindan esta vez en forma escrita los desarrollos que han producido sobre los siguientes ejes: “De la eternidad a la contingencia”, “Lógica temporal en nuestro discurso”, “Tiempo de hablar”, “La temporalidad del duelo y el fin de análisis”, “Lo presente y lo actual. Neurosis y compulsiones” y “La promesa y la dimensión del deseo”.

Sostener que la temporalidad que se pone en juego en nuestra práctica es lógica y no cronológica difiere del movimiento que reduce la nachträglich freudiana que Lacan recupera como après coup a la simple y banal concepción de una linealidad invertida. Lo que Freud rechaza en el inconsciente es el tiempo en su sentido aristotélico, medible en cuanto un antes que se continúa en un después.

En los albores del discurso que practicamos, con el Proyecto… freudiano —y de la mano de una concepción absolutamente inédita de realidad— surge un nuevo orden de temporalidad.

Las distintas clases de este curso recorren un vasto camino desde la dimensión del tiempo descubierta por Freud en el inconsciente, pasando por los tiempos lógicos propuestos por Lacan, hasta la lógica modal temporal ligada a la escritura de las fórmulas de la sexuación. Recorrido vasto y riguroso que permite afirmar entre otras cosas que, si la cronología no se inscribe en el inconsciente, es porque no cesa de no inscribirse en él: sexo y muerte van al lugar de lo real imposible.

Sin duda, las teorías filosóficas-teológicas de las "verdades eternas" resultan un logrado refugio contra las angustias relativas al tiempo. Ellas plantean un universo en el que los acontecimientos se pretenden reducibles a condiciones iniciales y determinantes respondiendo así a un orden de necesidad que se opone y previene la irrupción de la contingencia, de lo accidental, de todo lo que conmueva el orden del ser.

El hablante enferma de eternidad, de alienación a los significantes de la determinación, a los significantes amo de la arbitrariedad divina, al fatal destino, desplegando una política singular con relación al tiempo que resiste de distintas maneras lo que sea del orden de contingencia que irrumpa y altere la regularidad de la ley, lo fijo de la determinación.

La experiencia del análisis cura al hablante de la eternidad, de ahí la relación estrecha entre la contingencia y el acto analítico. En 1915 Freud afirmaba que “… la exigencia de eternidad deja traslucir demasiado que es un producto de nuestra vida desiderativa como para reclamar un voto de realidad. También lo doloroso puede ser verdadero” (La transitoriedad, pág. 309, tomo 14, Amorrortu).

El tiempo resulta ser la estofa misma del análisis y, en el momento en que en la experiencia se introduce la contingencia —por el lado del analista y el acto analítico—, cesa de no escribirse la determinación y algo podrá entonces cesar de no escribirse: en Encore queda dicho cómo al final del recorrido la aparente necesidad revela no ser más que contingencia.

El libro de Norberto Ferreyra Trauma, duelo y tiempo. Una función atea de la creencia constituye una referencia fundamental en este libro, donde se articula con nuevas coordenadas el hecho de que el orden de temporalidad que se pone en juego en nuestra práctica es un tiempo que se caracteriza por ser un tiempo de hablar.

En el análisis se trata del tiempo de decir las cosas, que es siempre singular y que el analizante va construyendo en el recorrido de un análisis, llegando a apropiarse de "su" tiempo de hablar, pasando en este trayecto a dirigirse de un Otro al otro. Porque si llega al análisis hablándole al Otro o a los distintos objetos pulsionales que lo sustituyen, será llegando al final de la experiencia que el analizante caerá en la cuenta de que le está hablando a un otro.

El lector encontrará en este libro el argumento con que los enseñantes dan cuenta del análisis como una práctica con consecuencias en el orden del decir. En la sesión 15 de noviembre de 1977 del Seminario Momento de concluir, dice Lacan: “Decir tiene algo que ver con el tiempo. La ausencia de tiempo es algo que se sueña y es lo que se llama la eternidad”.

La contingencia entra por el acto analítico y es del orden del decir que se presenta como acontecimiento, una contingencia en la cual se revela un saber sobre lo no sabido, se revela un no sabido respecto del saber de la determinación. Corresponde al analista propiciar el tiempo de hablar, dar la regla fundamental con la que se abre un campo de resonancia en el que es posible que se construya esa dimensión del tiempo que difiere del tiempo medible de la ciencia o del mercado.

Es en la experiencia propiciada por el analista, por esa disposición a la escucha y a la espera que se crea el lugar —en una topología que articula el espacio y el tiempo— para la contingencia, para el advenir de un decir interpretante que conmueva la identificación al ser del falo, que descoagule el sentido de lo necesario de la determinación y posibilite al analizante un mayor grado de libertad respecto de la lógica de lo perenne, inmóvil y eterno.

En estas clases el lector podrá leer, a veces entre líneas, algunas advertencias que indican que el efecto de despertar que produce el acto analítico no debe confundirse con congelar al analizante en el instante de ver. Será necesario dar un tiempo de comprender, el de la repetición, el de las vueltas de la demanda, para que se vayan desgastando las sucesivas determinaciones que están en relación con el Otro.

El analista espera la contingencia y asiente en cada repetición lo nuevo, la diferencia, evitando así que el análisis se eternice en el tiempo de comprender. El momento de concluir pone en juego la existencia de una legalidad que implica la contingencia, lo que cesa de no escribirse, dando lugar a una legalidad que no sea la del Otro. Porque, sólo si se admite la contingencia, la transferencia podrá advenir al momento de su disolución.

Podemos decir que en un análisis se trata de pasar —a partir de los dichos de la determinación— a un decir interpretante que como decir será del orden del encuentro contingente, haciendo lugar por el análisis a un pasaje de lo necesario y lo posible de las fórmulas del lado masculino de la sexuación a una apertura a lo contingente y lo imposible del lado femenino que orientan a lo real, al no-todo.

Podríamos seguir articulando en este prólogo muchas más cuestiones de las tantas tratadas en este libro que los enseñantes han brindado con tanta generosidad, así como es de destacar la labor de quienes han coordinado los grupos de discusión y los asistentes al curso que han contado con un tiempo para intervenir con sus comentarios y preguntas en un dispositivo que ha incluido cada vez un espacio de trabajo y discusión.

El que tienen frente a ustedes es el producto de una práctica que hace escuela de una enseñanza, en el que los distintos desarrollos —modulados por distintas voces— se retoman, se entrelazan, encabalgan y discuten entre sí permitiendo la apertura de un nuevo resonar, una resonancia distinta, que no podría ser sin los otros transportados por las distintas voces presentes, en el aquí y ahora, en el colectivo que es la Escuela.

Dice Antonio Porchia en Voces: “Ahora el instante, luego lo eterno. El instante y lo eterno. Y sólo el instante es el tiempo, porque lo eterno no es tiempo. Lo eterno es recuerdo del instante.

Adriana Hercman

Marzo de 2022

De la eternidad a la contingencia

Clelia Conde-Norberto Ferreyra

Marta Nardi: Vamos a comenzar el Curso de verano, nunca mejor puesto el nombre. "El tiempo en un análisis" es un tema que no es fácil de trabajar porque no hay un seminario en el cual ustedes se pueden apoyar. Les voy a hacer una aclaración —ustedes ya lo saben—: la idea o el concepto de tiempo para el psicoanálisis no es cronológico. Por eso el afiche, que tiene un detalle que no muchos han observado; cuando estábamos buscando para hacer el afiche, yo no sé cómo terminé en una página que se llama: Viajeros en el tiempo. Hay toda una hipótesis, hay fotos ahí, que ustedes pueden encontrar, donde se supone que hay personas del futuro metidas en esa foto. Es muy interesante. Una de las fotos es la del afiche que supone que esa aldeana va llevando un celular. En la foto original se descubrió, en el cuadro, que era un misal lo que llevaba. Le pusimos el celular para marcar que nosotros —ya lo vamos a ver— no necesitamos ningún aparato especial para viajar en el tiempo porque nuestro tiempo no es cronológico.

Hoy vamos a inaugurar este curso con la presentación, en primer lugar, de nuestra directora Clelia Conde, después Norberto Ferreyra, que creo que no necesita presentación. Y el tema es: "De la eternidad a la contingencia”.

Clelia Conde: Muchas gracias a la Secretaría de Enseñanza por ponerme en esta dura situación. Bueno, en principio, uno se preguntaba cuál es el tema del Curso de verano, y si uno dice "El tema del Curso de verano es el tiempo" sería como algo excesivamente acotado porque el tiempo no es un tema en el psicoanálisis, el tiempo es todo el psicoanálisis, es la estofa misma de la que está hecho el análisis, y el lugar donde se realiza, donde se lleva a cabo, en donde sucede, todo lo que se produce en un análisis. Esto vamos a tratar de demostrarlo, pero el título tiene un subtítulo también que es De la eternidad a la contingencia y me parece que es un punto muy interesante porque si uno se hiciera la pregunta de qué cura un análisis, yo pienso que sería posible decir que se cura uno de la eternidad.

Una manera sencilla de comenzar con el tema para introducir estos dos términos es recordar algunas cuestiones de la subversión que se produce en el psicoanálisis con Freud y con Lacan respecto del tiempo como diacronía, y algunas cuestiones respecto de eternidad y contingencia, y luego cómo estas cuestiones se pueden ver, cómo se juegan en las distintas estructuras.

Una manera simple de explicar la eternidad, o sea lo que sería la eternidad para el psicoanálisis, es la equivalencia del ser al falo. Es una equivalencia que se establece a partir de lo pulsional, es decir, a partir de la satisfacción de la demanda. El ser —ustedes saben— fija una esencia, la mantiene. Y de alguna manera, no hace lugar al accidente, no hace lugar al tropiezo, fundamentalmente entonces no hace lugar a la contingencia. Falo es lo perenne, en tanto ya lo hemos visto muchas veces en este Curso, decir falo es lo mismo que decir todo, y dado que es una identificación a un ser que no existe que es el falo materno también es una manera de decir nada. Es decir que la eternidad es todo, y por ser todo es nada, no es algo. Por eso es tan importante salir de ahí. La eternidad tiene como características algo del orden de lo inmutable que, por otra parte, funciona resistiendo la aparición de la contingencia. En ese sentido, para todo neurótico es importante hacerse una política del síntoma respecto del tiempo y mantenerse ajeno a estos accidentes y a estos tropiezos, en tanto son esas contingencias, esos accidentes y esos tropiezos los que pueden hacer caer lo perenne, lo inmutable, lo eterno, que —como todos sabemos— consiste en una identificación. Es decir, cualquier cuestión de la contingencia puede hacer caer esa identificación.

De alguna manera, decir que el psicoanálisis cura de la eternidad entendida como un tiempo sin tiempo es lo mismo que decir que cura de una cierta estupidez. Si ustedes piensan en la etimología de la palabra estupidez resulta quelo que es estúpido es algo que queda como tumoral, es decir, como un túmulo que encubre un vacío, queda fijo, no tiene nada adentro, pero no se mueve. Esa es la etimología de estupidez. Estupidez que desde la neurosis uno podría decir que tiene que ver con, por ejemplo, la duda de si algo podría haber sucedido de otra manera o cómo debería suceder; la lectura de los signos, estar todo el tiempo en relación con el fantasma leyendo los signos que indican si eso que sucedió, sucedió o no sucedió, qué hubiera pasado si hubiera sucedido distinto. Todos esos juegos —vamos a decirles así— mentales que realizamos los neuróticos en relación con intentar ser los amos del tiempo.

Según las estructuras podemos indicar primero el obsesivo como amo del tiempo, aquella estructura en donde lo fundamental es tratar de borrar la huella para impedir que algo haya sucedido o volver a ponerla para propiciar que algo suceda. Todas las neurosis tienen su política del tiempo, por ejemplo, lo que sería el tiempo anticipado de la fobia, el adelantarse para que la marca no suceda, como si fuera posible que la marca cayera en algún tiempo justo, en algún tiempo garantizado. Así, por ejemplo, cuando algo que produce fobia como el aleteo de la paloma o la cucaracha que sale del escondite, el temor es ante eso imprevisto, contingente, que hace caer la identidad y la perennidad de la identificación. Por otra parte, la histeria muestra la estructura misma de lo que sucede en el psicoanálisis con el tiempo que es todo lo que tiene que ver con el desvío, la procrastinación, mantener el deseo insatisfecho. De todas maneras, ustedes saben que Freud decía que la histeria sufre de reminiscencias, es decir, cualquier cuestión del presente va a estar coloreando, dándole un tinte, al pasado. También, tenemos el tiempo detenido de la inhibición donde el sujeto prefiere pagar con la pérdida del tiempo antes que pagar con que la pérdida se inscriba en un tiempo. O tenemos también la actualidad de la compulsión, esa diferencia tan importante que hace Norberto Ferreyra en el libro Trauma, duelo y tiempo1, entre lo que es actual y lo que es presente. Y también podemos pensar en lo que es la imagen fija en la perversión, en donde el tiempo aparece como congelado. Sobre todo, ese tiempo congelado va a tener que ver con una relación particular a la angustia porque es la angustia la que es una señal que indica un tiempo en donde algo estaría por suceder. Y después tenemos el tiempo del embudo temporal en la psicosis que es un asunto que no voy a desarrollar, pero queda mencionado.

Volvamos a las cuestiones esenciales del tiempo. La constitución del sujeto va a suponer un primer momento, un primer momento del trauma, en el que la contingencia hace su entrada, es decir, hasta el momento en que algo se constituye como trauma eso que sucedió era perfectamente azaroso, perfectamente aleatorio. Pero luego, una vez que eso produce su marca, eso aleatorio a partir de la marca y de las vueltas de la repetición se vuelve determinación. Ustedes van a escuchar a lo largo del trabajo —y eso es interesante para discutir después— que entre eternidad y determinación hay como una relación lógica bastante importante porque una vez que el trauma está constituido eso va a constituir una determinación. Si podemos decir de qué está enfermo el neurótico, tenemos que decir que está enfermo de determinaciones, es decir, siempre va a estar leyendo las cosas que le suceden, aun las más alejadas, las que aparentemente están más alejadas, siempre como ratificaciones de su determinación traumática. Es por eso por lo que la contingencia tiene una relación tan estrecha con lo que tiene que ver con el fin de análisis, por eso en el título vamos "De la eternidad a la contingencia", al lugar en el que se da la contingencia. La contingencia va a estar en el fin de análisis, pero la contingencia fundamentalmente está en la transferencia, en cómo aparece lo pulsional en la transferencia.

Cuando pensamos estas cuestiones en relación con el tiempo me parece importante recordar que el primer acto freudiano, en un sentido, fue ese pasaje de la hipnosis a lo que es el análisis mismo con la consideración de la transferencia. Y la hipnosis, justamente, lo que hace es poner en cuestión lo que sería un tiempo diacrónico, porque lo que Freud ahí constata es que no se trata de que uno constituya algún eslabón perdido en la cadena histórica, por más traumático que ese eslabón sea como se producía en la hipnosis, y Freud decía: Sin ninguna resistencia la persona entregaba la verdad de su trauma y, por lo tanto, Freud suponía que restituyendo esa verdad a su lugar original, es decir, mostrando la serie de causalidades que armaban la determinación, era posible la caída del síntoma. Sin embargo, más adelante, Freud constata que esto no tenía ninguna consecuencia. Es decir, no se trata de un tiempo diacrónico. Y ahí Freud dice algo muy importante —o por lo menos me parece muy lindo cómo está dicho— y es que como el síntoma es un adversario digno sólo podemos combatir con él en presencia. Y remarca mucho esta cuestión de que el síntoma es una potencia actual. Es decir, el síntoma está hecho de un anudamiento de presente, pasado y futuro; futuro en relación con el deseo, pasado en relación con el trauma y presente es lo que se muestra como el llamado que el síntoma es. Pero el presente no está presente hasta que no se engarza respecto de la transferencia y ese engarce va a suceder a partir de algo del orden de lo pulsional, que va a trabajar mi compañero Norberto Ferreyra, según ha dicho. Bueno, es decir que lo que descubre Freud ahí es que el descubrimiento de las determinaciones no hace sino reforzar la eternidad de la posición. Es decir, todo lo que tiene que ver con el sentido, con las determinaciones, refuerza la cuestión y vuelve al síntoma más difícil de alcanzar. En cambio, la transferencia respecto de este síntoma, de este anudamiento, podemos decir que hace presente, hace aparecer esta potencia actual.

Entonces, ya desde Freud podemos decir que no se trata de un saber sobre la verdad, sino de algo que es del orden de la articulación. No se trata de que hay algo que falta, sino de cómo el sujeto se articula en relación con eso. Esta es una articulación que se produce, vamos a decir así, en el lugar en donde se produce el análisis, y donde se produce el análisis es en el decir, en el hablar. Quiere decir que esto que se presenta como determinación podemos referirlo a todo lo que aparece como lo dicho. Y lo que es del orden del decir es lo que aparece como una función del corte, es decir, lo que aparecería como contingente en un sueño, en un lapsus, en un acto fallido. El decir es lo que se presenta como un acontecimiento, como algo contingencial respecto de un no sabido que hace aparición respecto de ese saber de las determinaciones. Es decir, la contingencia no está sólo al final del análisis, sino la contingencia es la estofa misma de lo que va sucediendo. Pero esta contingencia no sucede contingentemente. Esta contingencia va a tener que ver con que haya un lugar en relación con el analista, un lugar en donde esa contingencia sea esperada. El esperado lo remarco en la dimensión del tiempo que tiene la espera. Es esperado, quiere decir que se crea el lugar, porque esto es lo que Lacan señala en relación con el tiempo, el tiempo y el lugar están topológicamente intrincados, es decir, ahí en donde el analista espera, espera en la escucha, se va a producir contingentemente. Luego, por supuesto, es necesaria la interpretación.

La interpretación actúa sobre una dimensión del tiempo, y me gustaría señalar de qué manera. Hemos visto, trabajado, a lo largo del curso —y lo sabemos porque es de lo que trabajamos—, para el ser hablante no hay un objeto de la pulsión, y esto es concomitante, homólogo, lógicamente idéntico a decir que el lenguaje no tiene un referente. Es decir, cada vez que la interpretación hace algo respecto del dicho, de algo que sucede como dicho o señala como un decir, va a estar interviniendo sobre cuestiones que se refieren a la pulsión. ¿De qué manera? Cuando se señala un equívoco, se produce un corte o hay una escansión sobre un determinado significante, ese significante muestra la estofa de la que está hecho. Es decir, se despega de su referencia, muestra la estructura de la que está hecho el sujeto y de la que está hecho el lenguaje, muestra que no está atado al referente. Y en eso mismo es donde despega el objeto. Esto lo va a explicar Norberto Ferreyra. Entonces, ¿qué significa esto? Que la interpretación va a ser un efecto sobre la dimensión temporal porque al mostrar el equívoco y al mostrar una distancia respecto del referente va a crear la posibilidad de nuevas sustituciones, descoagula y va provocando la posibilidad de nuevas sustituciones. Las sustituciones son algo que genera el tiempo, es decir, la metáfora es la madre del tiempo, o sea, en la medida en que es posible sustituir una cosa por otra cosa es que salimos de esta lógica de la eternidad y de la equivalencia del ser y del falo.

Bueno, voy a volver a empezar por otro lado, pero sigue siendo lo mismo. Cuando pensamos en Freud, en cómo Freud presenta el tiempo, hay algo que aparentemente podría ser paradojal porque Freud dice, por un lado, que en el inconsciente no hay tiempo, y, por otro lado, dice que los sueños, los lapsus, etc., funcionan por retroacción, es decir, no sólo que no hay tiempo, sino que el tiempo que hay es completamente diferente al tiempo diacrónico; la retroacción y el no hay tiempo. En un punto uno podría decir "¿cómo se cruza esto?" Pero me parece que es la manera en que Freud deja establecido (hasta que llegue Lacan con su versión de las dimensiones del tiempo, el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir) un mojón respecto de que hay un tiempo sincrónico, el tiempo de la eternidad, el tiempo del código, el tiempo del Otro, y el tiempo diacrónico, el tiempo de la subjetividad, el tiempo en que el sujeto va a articularse en su discurso respecto de un deseo, que siempre está en el futuro. Es decir, cuando Freud muestra esta cuestión paradojal lo muestra de diversas maneras. También parecería algo paradojal y muy interesante porque me parece que tiene que ver con los tiempos del análisis, que hay un momento en que Freud habla del déjà raconté, ya contado, en donde el analizante dice: "Pero esto pensé que ya se lo había contado". Y, por otro lado, también Freud se refiere a momentos en que alguien cuenta algo muy importante, algo esencial para el análisis, algo que tendría una consecuencia incisiva para lo que sucede, el analizante puede llegar a decir: "Siempre lo he sabido". Entonces este es el tiempo que marca el psicoanálisis, ese tiempo entre "ya lo conté" y "siempre lo supe", nunca "lo estoy sabiendo", siempre parece haber un desajuste fundamental entre el sujeto y lo que sería su tiempo. Porque… ¿dónde está el tiempo del sujeto? El tiempo del sujeto está en el trabajo que se da el ser hablante para darse el tiempo. Es decir, en ese tiempo de eternidad hay una necesidad que tiene que ver con darse un tiempo; dar/tener, del ser al tener. Darse un tiempo que es el tiempo que el sujeto va a encontrar entre ese instante de ver y el momento de concluir. El momento de comprender que es el momento en que el tiempo es el de las vueltas de la demanda, de la repetición, el momento del descubrimiento o del ordenamiento o del desgastamiento de las sucesivas determinaciones que se encuentran siempre en relación con el Otro, con ese lugar en donde está lo eterno, los significantes en la sincronía. Y es respecto de este lugar del Otro que en las vueltas de la demanda en el análisis se va a volver a encontrar por la transferencia con algo del orden de la contingencia. Y eso es lo que va a provocar que ese Otro se torne en un otro. Porque la contingencia no le sucede nunca al Otro por la eternidad. La contingencia siempre le sucede al otro, al pequeño. Siempre tiene que ver con algo del orden del semejante, del par, etc. Bueno, lo que llamaríamos el tiempo de comprender es el tiempo que tiene que ver con el tiempo del decir, pero no sólo con el tiempo del decir de las sucesivas sesiones en el que se va hablando, sino en el decir en el momento en el que se está hablando en el análisis, porque ese decir va a estar afectado por las escansiones, por la interpretación y por las maneras particulares, singulares, de decir de cada uno, es decir, nadie habla de la misma manera, ni con el mismo ritmo, ni con la misma velocidad, etc. El analizante necesita ese tiempo y ese tiempo de decir para irse ubicando respecto de un trayecto, un trayecto necesario.

Y ustedes van a ver que ese trayecto, como marca Lacan en sucesivas circunstancias, es en extensión y en tiempo, siempre el tiempo es a su vez espacio. Por ejemplo, en el Estadio del espejo2, algo que tiene que ver con la proyección, cómo se incorpora el yo en la proyección de una superficie, pero a su vez concierne a un instante, el instante de la mirada, y también concierne a un tiempo, el tiempo del giro. Entonces, siempre hay algo que está articulado entre algo del orden de la extensión que tiene que ver con el cuerpo, y algo del orden de lo temporal.

Entonces, el sujeto va a necesitar el tiempo para procurarse un deseo. Porque si no hubiera ese tiempo —y esto es lo que sucede muchas veces en las neurosis actuales, todo lo que tiene que ver con la compulsión—, sería inmediato el quedar coaptado por el objeto del deseo, y ese objeto del deseo, como sabemos, es incestuoso. Por lo tanto, si se llegara de una manera directa a la manera del instinto al objeto del deseo eso implicaría la abolición inmediata del deseo. Quiere decir que el sujeto necesita darse un deseo por procuración, como en la histeria a través de la otra, de las diversas maneras que he nombrado que se hacen estas políticas del tiempo, en la perversión o en la neurosis obsesiva, porque es necesario darse ese tiempo para poder articularse al deseo, para poder ubicarse, para poder ubicarse en ese tiempo que tiene relación con el imperativo freudiano que es "donde eso era Yo debo advenir”.

El famoso aquí y ahora al que nos instan los cognitivistas es completamente contrario a la estructura, pero no es cierto que no hay un aquí y ahora, es posible llegar a un aquí y ahora, voy a decir de qué manera pienso yo que es eso. Esta cuestión del aquí y ahora me parece que tiene una relación importante entre esa caída de la identificación que hace a la caída de la eternidad y la llegada de la contingencia. Porque cuando Lacan habla, por ejemplo, de la cuestión del fin de análisis o habla de qué sucede con el sujeto una vez que esa eternidad ha caído, como el Otro, como el lugar de un todo saber ha caído. Lacan dice que no es que queda un sujeto nihilista, un sujeto pesimista, sin ningún entusiasmo por nada, porque sería invendible, realmente. Él dice que el sujeto va a creer allí. Es la primera vez que me doy cuenta de que "y croire" en francés debe estar escrito y Lacan lo debe haber dicho, pero es la primera vez que me doy cuenta de que ese adverbio, esa partícula que es lày en francés es tanto un "ahí" como un "ahora", es decir, la cuestión de la creencia.

La creencia que, como ustedes fueron escuchando, tiene toda la relación con la dimensión del tiempo en el análisis porque no podría haber esa dimensión del tiempo si la escucha no estuviera del lado del analista, la espera en la escucha, y del lado del analizante la suposición de un saber, que no es un saber, es una suposición. Y la suposición es algo que se produce en el tiempo, en la articulación con el tiempo. Es decir, el final del análisis tendría una relación con el creer allí y el creer hoy, también, en ese presente porque es eso lo que hay, una vez que la eternidad está caída.

Cuando lo vemos en relación con la constitución subjetiva, un ejemplo como muy tonto porque lo conocemos todos y es fácil de seguir, pero tiene una sutileza interesante, es el ejemplo del Caso Juanito3. Juanito estaba todo el tiempo tratando de producir trayectos, trayectos en el espacio y el tiempo, y se le producía continuamente una paradoja entre el momento en que salió uno, el momento en que llegó el otro, por momentos parece incoherente, paradojal, porque está buscando como perdido, está tratando de crear una distancia con ese objeto incestuoso de su deseo, pero no pudiendo conseguirlo. Me pareció interesante este ejemplo porque parece decir lo contrario, pero dice lo mismo. Hay una intervención interesante que hace Freud. La intervención que hace Freud es una intervención que hace aparecer una determinación, un cierto punto que Masotta llamaría como “un estado de derecho”. Ustedes saben que el estado de derecho va a tener que ver con que tiene que haber algo, si no lo hay, falta. No es lo mismo que el estado de hecho, que es lo que tendría que ver más con lo real. El estado de derecho va a implicar que, si hay un orden, hay un simbólico, si algo falta es notorio que eso falta. Entonces, en el caso de Juanito esos intentos de construir un tiempo en el espacio, un espacio en el tiempo, un lugar para su sujeto, estaba fallado por como estaban construidas las relaciones entre el padre y la madre, y entre ellos y sus propios padres. Freud hace una cosa genial respecto de la determinación, le dice: “Yo supe que iba a haber un niño que se iba a llamar Juanito, siempre supe que iba a querer mucho a su madre y que por eso iba a odiar a su padre”. Sin embargo, hay algo muy interesante respecto de eso porque él establece un estado de derecho a partir del cual Juanito puede empezar a organizar los trayectos con un poquito más de tino, a pesar de que uno diría que la interpretación no se corresponde con ese padre que no se deja odiar. No obstante, algo ordena. Y es muy interesante porque no es una determinación a la manera en que el neurótico arma su determinación haciéndose causa de aquello que fue contingencia. No es el sujeto el que, en el caso de lo que dice Freud, es la causa del coito de los padres, ha estado allí, sabe lo que sucedió, sabe cómo debería haber sido, cómo sería mejor… Bueno, todo lo que sabemos que cada uno sabe respecto de sus padres y de su neurosis. No, sino que Freud hace un corrimiento porque eso es para todos los niños, no se refiere a él en el lecho de sus padres, hay una especie de para todos que está en ese estado de derecho que le va a permitir a Juanito organizar un poco sus recorridos.

Quería contarles —después podemos volver a algunas cosas que quedaron ahí, me quedó el deseo insatisfecho, en fin, lo lamento— que ayer, cuando ya del tiempo no podía más, empecé a mirar un libro de Stefan Zweig que era un autor muy amado por Freud, mirándolo al sesgo, encontré una frase que no es que lo estaba leyendo, sino que cayó en el instante de ver, cayó sobre esta frase que permite palpar muy bien lo que es esa encrucijada de diacronía y sincronía en el tiempo del análisis, entre la determinación y lo que luego será el "habrá sido". Dice: "En ese instante creí que sentía, que era la mujer que había querido ser tuya". Como declaración complicada, pero certera. Y después me dio bastante gracia porque la novela se llamaba El corazón impaciente.4

Norberto Ferreyra: Buenas tardes. Primero quiero agradecer a Marta Nardi y a todos los integrantes de la Secretaría de Enseñanza la realización de este curso y que me hayan invitado a dar esta clase.

Clelia Conde me "exigió" que explicara algunas cosas que no sé si voy a explicar, pero, bueno, el modo en que lo dijo, dijo mucho más quizás de lo que yo podría decir en toda esa exposición para mí tan atractiva respecto de esta cuestión.

Lo primero que hay que decir en este sentido es que hablar del tiempo del análisis es ya algo muy pretencioso porque eso que significaría que cada cuestión en la vida tiene su tiempo, el análisis, el tiempo del mercado, el tiempo de las ciencias, no es que exactamente no es así, pero sí hay algo particular porque el tiempo del análisis tiene que ver con —creo que lo dijo Clelia, y si no, estaba muy bien entredicho en lo decía— que el tiempo del análisis es un tiempo de hablar. No es un tiempo para hablar. Esto es una diferencia importante, por más que uno va a las sesiones para hablar, es un tiempo de hablar. Es decir, hay una distancia entre que uno va a hablar para tal cosa y el tiempo de hablar. El hablar es otra cosa que el querer hablar. El hablar está constreñido por lo que uno escucha o es escuchado en lo que dice, en vez el “para hablar” es simplemente un anhelo, por eso muchas veces dicen: “no tengo nada que decir”, y es, efectivamente, lo que tiene que decir es eso, y podrá hablar o no, pero ya tuvo eso que decir. Pero no es que viene para hablar. Pasar de venir para hablar a darse cuenta de que hay un tiempo de hablar es toda una primera etapa del análisis muy importante. Es decir, disponer el tiempo que es un tiempo de hablar y otra cosa es que disponga un tempo para hablar. Entonces ya el hablar analizante es mucho más, en un sentido, sereno, aunque mucho más angustiante porque no le hace causa a él de lo que dice.

En este sentido, el tiempo de análisis y la eternidad plantean un problema porque la eternidad, como lo dijo Clelia y está en muchos lados, es asegurarse la posibilidad no de que algo no cambie, sino más bien de algo permanezca, igual tampoco porque puede cambiar todo, pero lo que no cambie en los análisis de la eternidad es que no cambie la situación de deseo. Este es un término que usa Lacan en el Seminario V en donde habla de la situación de deseo para referirse al deseo, obviamente, creo que ahí está el deseo insatisfecho, pero ahí en el Seminario lo importante es que habla de una situación, y si habla de una situación habla de un tiempo, o mejor dicho un momento, en donde se da esa situación en un tempo necesariamente, porque una situación es una coordenada de varias situaciones, de varias cuestiones, que son reales, imaginarias y simbólicas, pero es una coordinación de esto. Una situación no está aislada, no es algo, es una situación lo que a alguien lo pone en situación de desear o ser deseado.