Lo orgánico y el discurso - Norberto Ferreyra - E-Book

Lo orgánico y el discurso E-Book

Norberto Ferreyra

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Beschreibung

La referencia que concierne al modo de concebir la salud y la enfermedad o de considerar la normalidad, está siempre ligada al vínculo que encontremos entre lo orgánico y el discurso. El psicoanálisis permite interrogar esta ligazón en su práctica y en la reflexión que podemos hacer de las consecuencias del acto analítico. Norberto Ferreyra desarrolla exhaustivamente, en este libro, de un modo claro y a la vez preciso, los diferentes elementos a tener en cuenta si no desconsideramos que, este modo de "hacer relación", atañe a los seres hablantes porque pone en juego el deseo inconsciente. El cuerpo y el lenguaje se enlazan, por el hecho de hablar, en una situación de deseo tan singular en lo que podamos saber, que a veces, nos lleva a enfermar. En la lectura de este libro encontramos que, al buscar los diversos caminos de resolución de nuestros síntomas estos se hacen legibles si les damos el tiempo y el espacio a ser escuchados en la experiencia del análisis. Si decimos con J. Lacan que el inconsciente "es el misterio del cuerpo hablante", este libro nos permite transitar esos misterios desde una perspectiva clara y conceptual que enriquece la formación del analista y a la vez deja entrar quienes puedan interesarse por el discurso del psicoanálisis. Buenos aires, Julio 2019 Noemí Sirota

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NORBERTO FERREYRA

Lo orgánicoy el discurso

Editorial Autores de Argentina

Ferreyra, Norberto

Lo orgánico y el discurso / Norberto Ferreyra. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-0127-1

1. Psicología. I. Título.

CDD 150

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Dirección de proyecto y revisión de textos para e-book:María Gabriela Correia

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Índice

1. El vínculo entre lo orgánico y el discurso

Relación entre lo escrito y lo que habla. Diferencia entre palabra y lenguaje. El lenguaje y el objeto “a”. Relación al fantasma. La pulsión como expresión de dependencia del sujeto a un cierto significante. Lo orgánico y la eficacia simbólica. Lo orgánico como realidad última. Diferencia entre Wirklichkeit y Realität. Lo orgánico y lo biológico. Diferencia entre organismo y cuerpo. El yo como uno.

2. El organismo

Relación R.S.I. y el organismo. Las pulsiones y el organismo. R.S.I. y la lógica nodal. Relación entre el organismo, el Umwelt, y el medio en donde se desarrolla. El sujeto y el organismo. Muerte y castración. La enfermedad es un error.

3. Lo normal y lo patológico

La enfermedad como desmesura de la respuesta orgánica. El mal y la enfermedad. La enfermedad como error, como malentendido. El sujeto y lo orgánico. En forma de “a”.

4. Relación entre sujeto y organismo

El sujeto, el objeto y el organismo. El organismo y los órganos. El órgano y el goce. En forma de “a”. El sujeto y el Otro. El sujeto y el objeto “a”. El objeto “a” y el falo. Diferencia entre imagen del cuerpo y organismo. Relación a los cuatro objetos

5. El objeto “a” y los objetos parciales

Los cuatro objetos y las zonas erógenas. El sujeto y el significante. El valor significante de la imagen. Sistema de significantes. El saber y el cuerpo. En forma de “a”. Diferencia entre el Otro goce y el goce del Otro. El organismo y los órganos. La angustia y el organismo. El objeto parcial y el objeto de deseo.

6. El sujeto y la causa del deseo

Lo real en relación con la forclusión y a lo no sabido. No saber de la exclusión del goce sexual del Otro. El sujeto no es una unidad. Separación y castración. Corte y castración. No hay sujeto del goce sexual. El sujeto, el en forma de “a” y su relación al deseo. El goce del Otro y el deseo del Otro. La pulsión, el deseo y la falta. Diferencias entre objeto parcial, objeto de deseo y falta de satisfacción.

7. El discurso

Funciones del falo y el objeto “a”. La angustia es la verdad de la sexualidad. La castración es el valor. Angustia, entre el deseo y el goce. Diferencia entre castración y amenaza de castración. El objeto voz. El lenguaje no es la vocalización. Resonancia y vocalización. La voz y la vocalización. El significante es imperativo. Dos dimensiones del Otro. El deseo en relación con la carencia, la falta y la pérdida. El objeto anal. El objeto “a” y la demanda.

8. La relación con el lenguaje

No hay ‘un’ discurso orgánico, no hay discurso del discurso. No hay ‘un’ modo de reacción del organismo. Diferencia entre el organismo y la máquina. Diferencia entre el hombre y el animal. Un organismo se define por dar una respuesta. El organismo como organización. La existencia del sujeto. Constitución del sujeto. Evolución y aprendizaje. Diferencia entre conocimiento y saber.

9. El hombre como ser hablante

El organismo y su organización. La lógica y el sistema orgánico. Los tres principios lógicos: ‘la conjunción’, ‘la disyunción’, ‘la negación’. El cuerpo y su imagen. El cuerpo como unidad. Los objetos pulsionales y las zonas erógenas. El tiempo de la demanda y el tiempo del deseo. Metáfora y metonimia. El principio lógico analógico. El principio digital - Espacio y tiempo. La dimensión del decir. Lectura en el análisis.

10. El órgano del lenguaje

«La relación del lenguaje como órgano con el ser hablante es metáfora». El principio lógico analógico. El principio digital. Los tres principios lógicos: ‘la conjunción’, ‘la disyunción’, ‘la negación’. El organismo y su complejidad informática, biológica y orgánica. La dimensión espacio temporal. La función de los fonemas. El sonido, el sentido y lo escrito.

11. La lingüística y la lingüistería

Roman Jakobson. La fonética y la fonología. El cuerpo hablante. La tercera dimensión, espacio y tiempo. Percepción y memoria. El fonema vacío de sustancia y sentido. Unidades quantas y el sonido. El fonema y su valor lingüístico. Lo discreto y lo continuo. El fonema y sus tres tipos de invariantes.

12. El fonema y el significante

La pulsión y el significante. Diferencia entre fonética y fonología. La lingüística y la lingüistería. La significación y la palabra. El fonema y su valor lingüístico. El fonema y sus tres tipos de invariantes. Determinación y contingencia. Lo universal y la singularidad en la lengua. La letra y la significación. El fonema y el sonido. El cuerpo y su simbolización. Diferencia entre materialidad y sustancia.

13. El ser, el cuerpo y el falo

La letra y el fonema. El fonema y sus trazos distintivos. «La relación del lenguaje como órgano con el ser hablante es metáfora». Los objetos parciales. La gramática. Discriminación y determinación. Determinación y contingencia. La lengua y lalengua. Los fonemas y las sílabas. La lingüística y la lingüistería. La significación y el sentido. Discurso interpersonal e intrapersonal. La significación y la voz. El fonema y el sonido. El Otro goce y el goce del Otro. El cuerpo y el goce fálico. El cuerpo simbolizado. El sujeto es signo del significante. El síntoma es signo del sujeto. Cuadro de la sexuación.

14. La dimensión del decir y el cuerpo

El sexo y la diferencia sexual - «La relación del lenguaje como órgano con el ser hablante es metáfora» - La metáfora del sujeto - La lengua y lalengua - La lingüística y la lingüistería - Cuadro de la sexuación - La existencia y el decir - La existencia del sujeto - El discurso y la negación - La sustancia gozante: el significante y el objeto “a”

Bibliografía

Sobre el autor

1. El vínculo entre lo orgánico y el discurso

Comenzaré con dos citas de Jacques Lacan y voy a explicar el sentido con que las traigo a colación (no el sentido que tienen). Una de las citas está en el Seminario II, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, capítulo XIX: «Uno, cualquiera, no sabe lo que puede suceder con una realidad hasta el momento donde se la reduce definitivamente a inscribirse en un lenguaje».

La segunda cita fue trabajada en mi Seminario Transferencia y sugestión, y se encuentra en el Seminario V,Las formaciones del Inconsciente, capítulo XXV: «La pulsión es la expresión manejable de conceptos que valen para nosotros, para los psicoanalistas, y que expresan la dependencia del sujeto en relación con un cierto significante».

¿Por qué estas dos citas?

Cuando se plantea lo orgánico y el discurso, se imagina que tiene que ver con el cuerpo y la palabra, o, para ser más específicos, con lo biológico y la palabra, con el soma, una duplicidad donde habría cierta determinación y donde lo orgánico tendría un valor de mayor determinación. Esta cuestión es la que intentaré desarrollar, y es algo que hace conceptualmente a la salud y a la enfermedad. Es decir, no hay valor de lo que tiene que ver con lo que es enfermo, lo que es sano y lo que es la normalidad, que no esté en relación con el vínculo entre lo orgánico y el discurso.

J A goce del A

J Φ goce fálico

En estas fórmulas, la ‘J’ proviene de Jouissance, en francés, que significa: ‘goce’ en francés, pero, como es una fórmula, se trata de letras que no se traducen. Tiene que ver con la primera cita. Si algo se escribe en un lenguaje determinado, por ejemplo, la ‘J’ y el símbolo Φ, que escribe el falo, no podemos traducirlo. No por un problema de traducción ni por un problema de dependencia cultural, sino porque es una escritura del goce del Otro, que es un concepto, un término de la teoría del psicoanálisis.

Se trata de la dimensión de lo que quiere decir que algo se inscribe en un lenguaje. Es decir, es un efecto que se reduce a lo que se puede decir en relación con ese lenguaje. Por ejemplo, cuando Newton descubre la ley de la gravedad, escribe una fórmula. La escribe en un lenguaje que tiene que ver, en ese caso, con la física, la matemática y la lógica de su tiempo. Y eso reduce lo que se puede decir, no lo que se puede escribir. Es decir, cuanto más se escribe, menos se habla.

El psicoanálisis, en este sentido, no es contradictorio, trata justamente de llegar a tener ciertas escrituras, que no son literatura, con el fin de que se reduzca lo más posible la posibilidad, no de hablar, sino de hablar para no decir nada. La cuestión es que algo pueda ser dicho. Se puede hablar, pero es importante que algo pueda ser dicho, pueda ser recortado, y en tanto y en cuanto más se inscribe en el lenguaje, menos se habla. La famosa frase de Lacan diciendo que prefiere un discurso sin palabras quiere decir, no que no se hable, sino que se diga algo en relación con las fórmulas que hacen que no se pueda hablar y sí decir.

Retomando la cita, Lacan está desarrollando cómo cada vez que se escribe algo es un avance del lenguaje respecto de lo que ese lenguaje trata: «cada vez que se escribe algo con ese lenguaje, se construye un mundo». «Un mundo» quiere decir una realidad que sería el fantasma. Por ejemplo, cuando se escribe una fórmula que hace al fantasma, el hecho de que ya esté escrita hace que esa realidad se reduzca a esa fórmula. Esa realidad se reduce y la fórmula reduce la realidad. No es una cuestión valorativa, es que la restringe y le da ciertas condiciones de existencia.

Lacan está planteando, justamente, que hay algo que queda fuera del lenguaje —no lo nombra aún—, que es el objeto “a”, y un discurso puede decir más cuanto menos habla; pero habla menos cuanto más de ese discurso pueda ser escrito. Me parece importante considerar que siempre hay un resto que no forma parte de lo que se habla ni de lo que se dice. Ese resto —el objeto “a”—, es lo que va a permitir que siempre quede algo por hablar y por decir, que no se puede escribir. No me refiero a los aforismos sobre la insistencia de la relación sexual, sino a que hay algo que está por fuera del lenguaje, algo a lo que no se accede, que no entra dentro de lo que se habla ni dentro del lenguaje. El objeto “a”, es algo que no se puede inscribir en el lenguaje, que queda por fuera de él.

Es muy importante, desde el momento en que la pretensión de la ciencia es poder inscribir «el todo» en un lenguaje. No es lo mismo ahora que en la época de Newton, pero el campo que se crea, por ejemplo, con la ley de la gravedad, permite que todo lo que entra en ese campo pueda ser escrito. Esto determina una realidad, pero no para Newton y la física, sino una realidad que, luego, cotidianamente, todos vivimos. Y esa ley no es una explicación, es algo que luego funciona para cualquier lazo social.

Es la diferencia que hay entre una ley y una explicación. Una explicación explica lo que sucede; una ley ordena, es decir, da un orden a lo que sucede. Una ley puede no explicar absolutamente nada.

La primera cita de Lacan tiene que ver con que cuando se dice «lo orgánico y el discurso» se nombran, quizás, dos realidades diferentes, dos realidades que son una, ‘lo orgánico y el discurso’, o ‘el soma y la psiquis’, o ‘el alma’. Y para el ser hablante ha tomado un lugar importante esa fórmula, como el enunciado de un fantasma. La hipótesis sería que cuando se plantea ‘lo orgánico y lo psíquico’, ‘lo psíquico y lo físico’, o ‘lo psíquico y lo somático’, en principio, se trata de términos de un fantasma.

La segunda cita no va en contra de lo anterior, sino que en el discurso del psicoanálisis se da como esa aparente, fantasmática y necesaria división para existir, entre orgánico y psíquico, y que empieza a objetar: «La pulsión es la expresión manejable de conceptos que valen para nosotros, para los psicoanalistas, y que expresan la dependencia del sujeto con relación a un cierto significante».

Habitualmente, podríamos decir, como psicoanalistas, que está la pulsión, está el significante, está la relación entre el cuerpo, lo simbólico y la corporeidad, donde la pulsión sería intermediaria entre la corporeidad y la lógica. Pero aquí Lacan dice algo más: existe esta relación entre el significante y el cuerpo, pero además dice que la pulsión es una expresión manejable de conceptos, lo cual va en la vía de una posible escritura que vale para nosotros.

Destaco, porque hace a la política del psicoanálisis, que Lacan no tiene ningún empacho en decir ‘para nosotros’, ‘para los psicoanalistas’, aunque a veces lo hace con ironía, y es porque está seguro en un discurso. Sabemos que los psicoanalistas tenemos vergüenza de decir que algo es para los psicoanalistas, y en ninguna ciencia sucede de esta manera. Si algo es para los psicoanalistas, es para que los psicoanalistas lo puedan decir así, en tanto están seguros (no asegurados, sino seguros) de estar dentro del discurso del psicoanálisis. Si esto sucede, uno puede decir que es para los psicoanalistas una vergüenza necesaria.

¿Qué expresan las pulsiones? La dependencia del sujeto en relación con un cierto significante. Y aquí Lacan no apunta ni al cuerpo y el significante, ni a la corporeidad y lo simbólico, ni al lugar de la pulsión; dice que es un concepto, que es la expresión de la dependencia del sujeto de un cierto significante. No es cualquier significante, es algún significante, es un significante que puede ser cualquiera. Y el uno cualquiera, que viene de la otra cita, tiene una relación de cierta equivalencia con esto.

Estas dos citas son la orientación en la que va a transcurrir este Seminario. Si se habla de lo orgánico y el discurso, se puede entender, aunque sea imaginariamente, que lo orgánico tiene eficacia simbólica. El discurso puede ser un comentario, una simbolización, un metalenguajear respecto de lo que pasa en lo orgánico. A veces se habla de cuestiones orgánicas como metáforas de algo que sucede a nivel de lo simbólico, y viceversa. En ese sentido, forma parte de un fantasma que, quizás, es necesario que exista.

El desarrollo que voy a hacer no se orienta a deshacer ningún fantasma, sino a ver cuáles son sus términos, sus por qué, qué implica o deja de implicar cuando se lo puede suspender, sobre todo, en el trabajo analítico.

Freud descubre el inconsciente a través de la teoría de los sueños, en un sueño del 23-24 de julio de 1895, y le escribe a Fliess: «Hoy he descubierto…». Descubre el inconsciente a raíz de su trabajo con el sueño de Irma, y llega a la conclusión de que ha descubierto esta dimensión, esta existencia del inconsciente, y su papel determinante en la conducta de los hombres y las mujeres, a través de la interpretación de ese sueño. No es el único lugar donde Freud habla de lo orgánico, pero en este caso lo hace en el momento mismo en que se produce este descubrimiento. En el relato del sueño de Irma, hay una parte donde Freud describe lo que veía en el fondo de la garganta de Irma, y lo pudo superar en vez de despertarse, lo que hace a cierto deseo de Freud que le permite ir más allá del terror frente al abismo de esa garganta. Pero, además, Freud pasa otra barrera. Estamos en 1895 y Freud está fundando el psicoanálisis, está encontrando cómo esa otra dimensión que él escucha en lo que le dicen, fundamentalmente, las mujeres histéricas, no es que explique las cosas, sino que ordena un campo, esa otra dimensión que es el inconsciente.

Veamos el relato: En un amplio hall. Muchos invitados, a los que recibimos. Entre ellos, Irma, a la que me acerco en seguida para contestar, sin pérdida de momento, a su carta y reprocharle no haber aceptado aún la «solución». Le digo: «Si todavía tienes dolores es exclusivamente por tu culpa.» Ella me responde: «¡Si supieras qué dolores siento ahora en la garganta, el vientre y el estómago!… ¡Siento una opresión!…» Asustado, la contemplo atentamente. Está pálida y abotagada…».

Podríamos decir que no es una barrera, que hay un cambio que le abre a Freud la posibilidad de pasar de discurso. Y luego dice: «Pienso que quizá me haya pasado inadvertido algo orgánico».

Hay que situarse, no en la cabeza de Freud porque es imposible, pero sí en las coordenadas de los discursos que existían en ese momento, en la referencia que hace Freud a lo orgánico. Evidentemente, esta referencia ya está trabajada con alguna otra cosa, y Freud lo sabe, es lo que le aparece como objetable en su trabajo, es lo primero que se le aparece como objeción: si se le habría pasado inadvertido algo orgánico. Ahí se indica ya un lugar de lo orgánico en la obra de Freud, que es muy importante, aunque después vaya más allá: lo orgánico es aquello que puede a veces pasar inadvertido, y hace a la existencia de algo como malestar.

Para Freud es una preocupación, y quizás también para muchos de nosotros en algún momento, cuando pensamos que quizás se nos pasó inadvertido algo orgánico. Es muy importante tener en cuenta esta preocupación, no en el sentido que quizás tenía para Freud en ese momento, sino con el sentido que ahora, con la ciencia más desarrollada, va cobrando lo orgánico como ‘realidad última’. Para la ingeniería genética es ‘la realidad última’, lo cual es religioso, evidentemente. Esta realidad última forma parte del discurso de la ideología de la ciencia, y es algo con lo que se debe contar. Ahora ya no es tan simple decir que uno tiene miedo de no haber advertido algo orgánico, porque ¿qué cosa? ¿El cromosoma 25 en la vuelta 60 del ADN? Puede ser, ¿y? No es que no sea un problema, sino que hay algo que tiene que ver con lo orgánico que aparece en una posición imaginariamente simbólica, y que hace que lo orgánico sea siempre el asiento de ‘la realidad última’; aún ahora. A veces para nosotros mismos.

En el Seminario IV, La relación de objeto y las estructuras freudianas, Lacan lo llama la stuff, ‘la materia primitiva’. Dice en ese Seminario: «En los analistas, la referencia al fundamento orgánico responde tan sólo a una especie de necesidad de seguridad que los lleva a entonar una y otra vez esa cantinela en sus textos, como quien toca madera. Es una referencia a la materia primitiva que está en el origen de todo lo que ocurre».

Es muy importante esta cuestión. Por ejemplo, cuando Stephen Hawkins propone la teoría del Big Bang, sería necio negarla como el comienzo de la existencia de la vida, de los seres vivientes. En ese sentido, ahí mismo nos interroga. Esa materialidad, esa stuff, en el origen de la vida, la existencia de determinadas materialidades, sería necio decir que no existen.

Sí se podría decir, para reorientarnos, que aún eso mismo que es dicho así, como stuff, ya forma parte de un discurso. Si no, habría un discurso natural sobre lo natural. Este es el punto en primer término, cuando se toma lo orgánico como ‘la realidad última’.

En los años sesenta, dos profesores de la Facultad de Psicología presentaban algo que estaba muy en boga en ese momento, era una teoría de los diferentes niveles de integración. Aquí no se trata de un nivel de integración y/o de evolución, en cuanto al discurso del psicoanálisis. Se podría decir que lo que es presentado por la biología o por la ingeniería genética como ‘la realidad última’ refiere no sólo una necesidad lógica y de existencia, sino una necesidad que está en relación con lo real, sin lo cual no existiría nada. La cuestión que subrayo es que cuando uno se entera de que esto existe es porque hay un discurso que dice que existe.

No es un problema la teoría del Big Bang, verificable o no, porque sus supuestos son los más acertados hasta ahora, aunque tenga sus opositores, lo importante es que es una teoría que puede ser aceptada porque está en relación con un discurso. El problema es cuando se la convierte en la realidad última, dándole un lugar que es cómodo para todos, aún para los psicoanalistas. Lo orgánico nos puede advertir que no todo depende del inconsciente y darnos cierta prudencia, clínicamente, pero no es ninguna realidad última. Pero el punto es qué le permite a Freud seguir con el caso de Irma en lugar de detenerse en esa objeción. Freud puede seguir, meterse en la garganta de Irma, en esa imagen devoradora de la fobia que es la garganta de Irma, luego de que ha pasado por esa objeción: ¿se trataría de algo orgánico? No lo detiene esta pregunta, que está en el relato del sueño, es una objeción que Freud se hace, tomado por los discursos con los cuales está trabajando. Esta objeción no lo detiene, y sigue metiendo la cabeza donde la estaba metiendo. Con todo lo que quiere decir esto.

No hay que confundir la necesidad de que algo exista, a nivel del stuff, como dice Lacan, con lo orgánico tomado como una realidad última. Por ejemplo, es necesario que exista algo para que un cuerpo se sostenga, el esqueleto o la musculatura. Hay cierto orden en el organismo que es necesario que exista. Otra cuestión es el lugar que tiene esa existencia, pues si lo tiene, es por un discurso que dice o escribe algo constituyendo una realidad. La realidad que se construye pertenece a ese discurso. En este sentido, surge una confusión cuando se interpreta la materialidad de una realidad como última, como explicación de todas las cosas. Tal como sucede al hablar de Dios.

En un libro de Georges Canguilhem, Lo normal y lo patológico, que contiene trabajos de los años ‘43 y ‘63, donde todavía no había muchos descubrimientos en biología molecular ni en ingeniería genética, refiriéndose a los avances de la ciencia en genética, hay una frase que dice: «Entonces, lo que sucede ahora es que la herencia es la sustancia». Es una frase muy inteligente, económica y bien dicha, que ubica las cosas en el punto justo. Y el autor de este libro es médico.

La cuestión es si se trata o no de la realidad última, si se ubica a lo orgánico como realidad última. Se lo podría dar vuelta con una maniobra y ubicar ahí al discurso, un discurso con los términos al revés, y hasta se podría llegar a ser muy convincente, pero alterando un orden que no depende de lo orgánico y el discurso, sino de cuál sería el discurso que presenta al discurso. Ahí habría una contradicción. Una cuestión es hablar de la realidad última como si estuviera en un lugar, por ejemplo, en la herencia, en la sustancia, en Dios, y otra cuestión es hablar de una realidad ‘x’ tomando a lo orgánico como lo que constituye cierta realidad, por lo que se pueda haber engendrado como realidad al escribirla. Una cosa sería anunciar que esa realidad última está en algún lugar, y otra muy distinta es trabajar con lo que ella misma ejerce como realidad efectiva.

Es muy interesante, porque es lo que va a conducir a Lacan a hablar de la Wirklichkeit, que es diferente a la Realität, porque esa realidad efectiva no es sustancial, no está en algún lugar como el fundamento de algo, es la realidad en su ejercicio y su eficacia misma de realidad.

Para Freud, la Wirklichkeit, esta realidad que no es la Realität, es activa en su efectividad simbólica. Podría ser la realidad última, como cualquier otro concepto, si se hiciera de ese concepto una realidad última. Lo interesante es que esta realidad no sea última, sino que se practique el ejercicio mismo al que esta realidad nos obliga.

Estas letras indican para el psicoanálisis, para los psicoanalistas, la construcción de un determinado discurso y de una determinada realidad. Tendríamos que agregar la fórmula del fantasma. Esas letras constituyen una realidad, y una cosa es leer esas letras y estudiarlas, y otra es usarlas en el ejercicio del saber que se puede hacer con ellas. No como una realidad última, sino ocupándose del ejercicio del saber que ellas transmiten, y dejándose trabajar por ese saber. Son dos posiciones diferentes. Una tiene que ver con lo universitario, la otra con el deseo.

J A

Φ A

S (Ⱥ)

En principio, estas son las cuestiones que me interesaba plantear sobre lo orgánico. Ahora me voy a referir al discurso.

En el Escrito Más allá del principio de realidad, Lacan dice: «Una concepción como esa distingue, por tanto, dos órdenes en los fenómenos psíquicos: por una parte, los que se insertan en algún nivel de las operaciones del conocimiento racional; por la otra, todos los demás: sentimientos, creencias, delirios, asentimientos, intuiciones, sueños».

Lacan plantea y critica los términos de una concepción que divide en dos a los fenómenos psíquicos. Dice: «Los primeros han necesitado del análisis asociacionista del psiquismo; los segundos deben explicarse por algún determinismo, extraño a su ‘apariencia’ y denominado ‘orgánico’ por el hecho de reducirlos, ora al sostén de un objeto físico, ora a la relación de un fin biológico».

Son palabras totalmente actuales.

Se podría considerar que nombra, aparte de los fenómenos psíquicos propios del conocimiento o el trabajo intelectual, a los fenómenos psíquicos que se relacionan con sentimientos, creencias, intuiciones, sueños, que sólo tendrían una realidad ilusoria y que rápidamente se los relaciona con las pulsiones y el afecto. Lacan dice que cuando se habla de lo orgánico en relación con estos fenómenos, es para encontrar un objeto físico o un fin biológico que los justifique. Entonces se recurre a un fin biológico y a las pulsiones. Y es interesante porque en el Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Lacan se pregunta si las pulsiones pertenecen al orden biológico.

Pues bien, siguiendo con otra cita que está en el Seminario XXV, El momento de concluir, vamos a tratar de establecer si las pulsiones pertenecen o no al orden biológico. Es decir, si es a lo orgánico que se desprende del orden biológico, donde pertenecen las pulsiones. Ya ahí introducimos una variante, porque este planteo dice que lo orgánico se desprende de un orden biológico, una realidad que se constituye conforme a un orden biológico.

Entonces, lo orgánico que se desprende de ese orden, ¿es biológico? La pulsión, ¿se desprende, como lo orgánico, respecto de un orden biológico? ¿O es aquello que puede llevar el nombre de orgánico en tanto se desprende del orden de un discurso? Nosotros elegimos este discurso y vamos a situarlo, y a partir de ahí se van a ir oponiendo entre sí lo orgánico y el discurso, lo cual, en algún sentido, falsea la cuestión, pero es operativo en este momento.

¿Por qué? Porque siempre hay un producto orgánico. En Freud está escrita una ecuación muy simple, cuando nace un hijo existe la posibilidad de que sea un hijo o un falo. Un falo que es un hijo, o un hijo que también tiene su valor fálico. Ahora bien, un hijo es un producto orgánico, aunque suene feo decirlo así. Este producto orgánico puede ser tomado como una realidad última, y queda sólo como falo y no como hijo. O este producto orgánico es tomado en el discurso como un hijo del discurso que lo engendró —el discurso de los padres—, aunque no por eso deje de tener un valor como producto orgánico, un producto del órgano. El falo ordena toda la significación en relación con lo orgánico.

Cuando se dice que la pulsión es un producto orgánico, ¿conviene al discurso del orden biológico o no? Por ejemplo, la satisfacción que la pulsión exige y puede alcanzar, ¿es una satisfacción que, respecto de las zonas erógenas, tiene que ver con lo somático? Es decir, ¿es la satisfacción somática de una excitación en una determinada zona erógena lo que constituye la satisfacción de la pulsión? Es una pregunta para situar si la pulsión tiene origen biológico.

Si a un ser viviente, en su relación al discurso que lo engendra, le es imposible subjetivar aquello que lo ha engendrado, va a ser siempre objeto de aquello que lo subjetivó, que lo engendró. Es una constante, una ley del psicoanálisis. Pero hay esta otra dimensión que hace a la posibilidad de que haya un sujeto ahí y no sólo sea este producto fálico. El falo, como realidad última de su existencia; pero no en la dialéctica del ser y el tener, sino congelado, que no pasa del ser al tener en la dialéctica de la castración. En este sentido, puede ser la psicosis, o también una psicopatología de la vida cotidiana al respecto.

Con respecto a la satisfacción en relación con la pulsión. Si la pulsión pertenece al campo biológico, si calmar la excitación de la zona somática que corresponde a una zona erógena era el «éxito» de la función de la pulsión, el acabamiento del acto del recorrido de la pulsión, y hay una satisfacción, entonces sí, esta pulsión pertenecería al orden biológico. Pero existen varias cuestiones que dicen que no; vamos a una muy simple.

Se puede discriminar analíticamente —en el sentido didáctico de separar— este organismo que es el humano hablante, como diferente de los órganos que también como organismo posee. Es una discriminación necesaria; sin embargo, a nivel del espejo esta discriminación es necesaria en lo que es el otro. El estadio del espejo es cómo yo me veo en el otro, pero también cómo me veo como organismo. No como órgano, sino como algo que hace a la unidad de un funcionamiento.

Si estoy de este lado del espejo y veo la imagen, evidentemente veo esta unidad que hace a mi funcionamiento como Yo y como sujeto, con todas sus variantes. Lo evidente es que me apoyo en la imagen de ese otro, identificando dónde mi Yo puede surgir en relación con una represión o una posibilidad de ignorancia de mis órganos. En ese sentido, se llama cuerpo fragmentado, corps morcelé, en el estadio del espejo, que se divide y se particulariza en mi cuerpo, y tomo como una unidad a mi organismo en la imagen del otro. Esta imagen del otro es una imagen del organismo que soy o que tengo, según sea. No me refiero al cuerpo, hay una diferencia. El cuerpo entra en la dialéctica del goce, no es algo previo ni anterior, está en el medio. La imagen del otro, en tanto es una imagen en el espejo, me da la seguridad de que soy uno, porque me da una unicidad que hace a mi organismo, y así me deshago de las distintas afecciones de los órganos que hacen a mi organismo. Veo esta unidad del organismo en el otro.

El hecho de hablar y nombrarme ‘yo’ es poder pasar por esta experiencia. Alguien que tiene lamentablemente, un accidente, algo muy traumático respecto de este estadio del espejo, no puede identificar al uno que hace a su organismo, y se queda recluido o tomado por esto que no ha alcanzado a unificarse, a hacer uno en su cuerpo a través de esta imagen del organismo. Es la imagen del cuerpo, pero el cuerpo se hace una manera de nombrar libidinalmente que es el organismo.

Esta referencia tiene que ver con que hay siempre una función que hace a lo orgánico, que defino así: es una unidad, y la llamamos organismo porque es su unidad misma la que se sostiene y funciona en relación con la realidad, o el Umwelt, el medio ambiente.

En cualquier orgánico viviente, por ejemplo, las células del cáncer, se pueden diferenciar distintas relaciones que siguen respecto de otras células. Esta diferencia es con respecto a lo que detectan como diferente, siempre en función de recortarse como uno. Las leyes de la biología no pueden ir en contra de la lógica. Es una opinión acerca de lo orgánico y el discurso. Algo tiene que diferenciarse como uno en el exterior para poder ser discriminado. Pero para que eso se discrimine como uno, aquello mismo que está discriminando también tiene que diferenciarse como uno. A partir de discriminar, diferenciar como uno, este uno puede aparecer afuera, pero es algo que se discrimina como uno. Teniendo en cuenta el estadio del espejo, si puedo decir ‘yo’ es porque existe esta discriminación del yo como uno, como ese otro. En relación con esa imagen me puedo apoyar en una unidad que me hace y me permite decir yo. Esta unidad está basada en la proyección del semejante, que hago equivalente, idéntica, con la diferencia necesaria para que yo pueda existir y decir yo.

Lacan desarrolla que, si este uno que discrimina el Yo, ese uno fuera de él —y que en la pantalla sería lo «exterior»— no sería más que porque ese uno se discrimina a sí mismo. Existe una relación entre este uno que se cierra como un organismo, y ese otro que también es otro organismo, al que llamamos semejante. Se puede diferenciar como uno en tanto hay uno que lo diferencia. Es fundamental, porque, ¿qué es lo exterior? No se trata de lo que es primero, sino que en el proceso de esta lógica se vuelve necesario que haya uno que cuente uno para que el otro pueda ser contado como uno.

Lacan, en el Seminario XVI, De un Otro al otro, desarrolla lo que sería en lo real de un organismo la posibilidad de este conteo simbólico que hace que exista uno en tanto pueda contarse como algo discriminado, como uno, con toda la ambivalencia de la lengua castellana, por fuera de ese uno que cuenta.

La cita es la siguiente, de la clase del 7 de mayo de 1969: «Y lo que se instituye, lo que se ordena en mi discurso es que esos efectos de la cuenta simbólica, en el orden de lo imaginario —lo imaginario es el orden por el cual lo real de un organismo, un real completamente situado, se completa por un Umwelt—, la cuenta tiene, a nivel de lo imaginario, este efecto de hacer aparecer allí lo que llamo el objeto “a”». Es una cuestión local, se trata de una relación lógica-topológica que sostiene ese real.

Cada vez que se inscribe y escribe algo con un lenguaje, no se sabe, hasta que no está escrito, qué consecuencias va a tener para la realidad. Lo que sí es seguro, y Lacan lo desarrolla en el Seminario II, es que cada vez que se inscribe algo en un lenguaje, menos se habla. Hay una relación entre lo escrito y lo que se habla. Lacan prefiere un discurso sin palabras, pero sin palabras no quiere decir que no se diga. Existe una diferencia entre la palabra y el lenguaje, y cuanto más se escribe, cuanto más hay de lenguaje en cualquier discurso, menos se habla. Ahora bien, si sucediera que todo fuera lenguaje, la discusión sería un puro formalismo, porque si todo fuera lenguaje, no se hablaría.

Por eso, cuando se dice que es una pretensión necesaria para el discurso del psicoanálisis la existencia de cierta escritura no es en la orientación de llegar a que todo quede escrito. Si fuera posible escribir todo y se escribiera, entonces no se hablaría, porque ya no existiría más la función de la palabra. Quedaría el trabajo de ese saber que es el lenguaje universitario, pero sin que nadie hable. Lo que hace posible que siempre quede algo por hablar, pues lógicamente está por fuera del lenguaje, es el objeto “a”.

El objeto “a” no es exactamente un objeto. La existencia del objeto “a”, como un punto importante en relación con la lógica del significante y lo real, es lo que resguarda, de hecho y no por una intencionalidad, lo que va a quedar siempre por fuera de las leyes del lenguaje. En tanto haya algo por fuera, ese algo hace que se hable. Es el punto al que remite la frase de Lacan en L’Etourdit (el atolondradicho): «Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en eso que se escucha». Esa frase hace a la realidad de la práctica del psicoanálisis. Su existencia se debe a que hay algo que no entra dentro de las leyes del lenguaje: el objeto “a”.

Lacan plantea cómo esta cuenta simbólica, que se desarrolla en el imaginario, sirve para fundar lo real de un organismo. Esto da lugar a que se transforme un orden que hace a lo real del organismo, y lo que surge como producto de este organismo es contar uno y contar otro. Este es el producto orgánico. Lacan hace aparecer allí al objeto “a”. Ya no plantea, como en el Seminario II, como aquello que queda exactamente por fuera de las leyes del lenguaje. Es eso lo que daría la posibilidad de que algo se pueda hablar o pueda ser dicho.

Lacan está planteando que aparece allí, en cuanto se puede contar, que está antes de que se cuente, pero no es una anterioridad lógica. Es necesario que se pueda contar para que algo aparezca y se sume. Sería la fórmula (1 + a), que nunca se puede llegar a terminar de contar, sin embargo, aparece como efecto de la cuenta, como efecto simbólico sobre lo imaginario. Entonces, aparece algo de la inconmensurabilidad que tiene la misma función que, en otro nivel, cuando hay algo por fuera del lenguaje que es el sostén de que se pueda seguir hablando. El objeto “a” aparece si es posible esta cuenta simbólica.

Por ejemplo, si alguien, por determinadas circunstancias, queda en esta situación de responder como producto orgánico solamente, no es que no haya sujeto, pero es un sujeto que no puede ser representado. Es evidente que la cuenta no llega a producirse, entonces no aparece el objeto “a”. Pero no quiere decir que no esté, porque si no aparece quiere decir que todo puede ser especularizable. Siempre hay algo que escapa al todo que busca el lenguaje en tanto saber, que permite y da garantías. No me refiero a una cuestión moral, sino discursiva, a la práctica de un discurso. Entonces, permite y da garantías de que algo va a seguir haciéndose, según el discurso del que se trate. Es muy importante que haya algo que no sea especularizable a nivel de lo imaginario, lo simbólico en el estadio del espejo, que está a nivel del organismo, que queda por fuera y es lo que permite hablar.

Lacan lo desarrolla de diversos modos. El resto es resto en cuanto es lo que queda después de una operación, como la división lo indica, y puede ser activo o inactivo. Por ejemplo, en la psicosis hay una función del resto que puede no tener posibilidad de aparecer como activo, porque no activa la diferencia que surge y cae entre uno y otro, en el espejo. Sabemos que hay una diferencia. Hay algo que no es especularizable, y la marca aparece allí. Pero puede no aparecer porque todo puede ser especularizable, entonces se queda por fuera y no puede hablar. Aunque hable es imposible que entre dentro de alguna significación, porque lo que organiza el discurso en cuanto significación, el falo, no lo toca en su significación, aunque sí con su existencia, en cuanto está identificado a la existencia misma de ese significante.

El significante tiene dos modos de actuar. Ejerce su existencia, el S1, y su marca, que recorta un sujeto, se produce por esta existencia. Ahí existe un significante, por lo que se nos notifica como sujeto, por eso es que en la psicosis también hay sujeto, bajo la existencia de un significante.

Otra cuestión es S1 → S2. Ya no se trata del término sujeto, sino de que solamente existe el significante. El sujeto existe porque existe el significante, pero la relación a la existencia que tiene como sujeto no le permite salir o ir más allá de esa invitación de existencia. Se podría considerar que jamás va a poder acercarse a un saber sobre eso. Para que haya un saber tiene que ser representado, de S1 a S2, lo cual no dice que el sujeto exista. Es producto de una confusión decir que el sujeto existe porque va de S1 a S2; el sujeto ahí está representado, existe en relación con la existencia de un significante. Alguien, como sujeto en la psicosis, puede existir por estar marcado por un significante. Por uno que cumple esta función; pero jamás va a poder constituir un saber respecto de esa existencia de un significante. En S2 va a ser representado.

Con respecto a la relación al otro y al “a”, decía que aparece en el estadio del espejo, y que es algo que se le resta a la imagen, es decir que la imagen es no toda. Eso produce la posibilidad de que exista el Otro, porque hay cierta extracción de este “a” que hace que el Otro exista.

Lacan dice: en forma de “a”. Quiere decir que el Otro toma forma como instancia simbólica en tanto exista esta función del “a”, que es sustraído al Otro. Lacan plantea que el Otro, que existe como tal, no coincide con el S2, que es el saber sobre esta determinación que hace a la existencia de un sujeto, no a su representación, porque puede existir como sujeto y no ser representado. Este saber se inscribe en el Otro, en un significante que se hace con algún significante del Otro, pero no coincide con el Otro. Esta hiancia entre el saber y el Otro es lo que hace al A tachado, a la castración en el Otro. Si el saber coincidiera con el Otro, nos encontraríamos en un dominio donde no habría función del “a”. No es que algo falte en el dominio del Otro. Sólo podría faltar esta diferencia entre el saber, que se inscribe en el lugar del Otro, y el Otro. Existe una diferencia de dimensión entre el S2 y el Otro. Esa hiancia tiene que ver con la castración y con el no saber, en ese lugar se va a transformar la relación entre el Otro y el S2, que nunca coinciden.

6 de agosto de 2004.

2. El organismo

Hoy me voy a referir muy en particular al libro de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Voy a trabajar dos partes, una que tiene que ver con el Seminario XVI, De un Otro al otro, capítulo XIX, cuando Lacan plantea la cuestión del organismo y del Umwelt, respecto de lo cual voy a hacer unas precisiones que ya están en juego, pero sólo en la enunciación.

‘Lo orgánico’ nombra muchas cosas. Voy a especificar lo que tiene que ver con lo que es un organismo y su desarrollo. Primero, la cita de Lacan que plantea la cuestión de Lo orgánico y el discurso, que se encuentra en el escrito Más allá del principio de realidad: «Una concepción como esa distingue, por tanto, dos órdenes en los fenómenos psíquicos: por una parte, los que se insertan en algún nivel de las operaciones del conocimiento racional; por la otra, todos los demás: sentimientos, creencias, delirios, asentimientos, intuiciones, sueños. Los primeros han necesitado del análisis asociacionista del psiquismo; los segundos deben explicarse por algún determinismo, extraño a su ‘apariencia’ y denominado ‘orgánico’ por el hecho de reducirlos, ora al sostén de un objeto físico, ora a la relación de un fin biológico».

Toda la ideología que se desprende cuando se dice ‘orgánico’ está condensada en estas frases. Hay una tendencia a asociar las emociones y los sentimientos con lo que tiene una base orgánica, que es un objeto físico o, lo que es lo mismo, un fin biológico. No es un prejuicio que sólo tiene que ver con la medicina o las ciencias biológicas, se extiende también a muchos de nosotros, psicoanalistas, que caemos en el mismo prejuicio casi sin quererlo. El prejuicio es que las emociones tienen una base orgánica, que son «profundas».

En este párrafo, con respecto a la base orgánica, Lacan dice que el determinismo orgánico es «extraño a su ‘apariencia’». Esto significa que hay un salto en aquellos que explican por el objeto físico o el fin biológico los sentimientos, las emociones y todo eso que se dice en palabras.

Es necesario leer el capítulo XIX del Seminario XVI, De un Otro al otro, donde Lacan define varios puntos importantes acerca de la relación entre lo real, lo imaginario y lo simbólico, y sus relaciones con lo viviente en cuanto organismo. Un organismo tiene una organización, pero la organización no es equivalente al organismo. Si hablamos de organismo, nombramos algo distinto a una organización, aunque pueda contenerla. En este sentido, si se dice que algo tiene un fin biológico, como por ejemplo el comer, se quiere decir que es necesario hacerlo para ingerir tal cantidad de proteínas. Es una ideología, una cosa es la ciencia y otra cosa es la ideología de la ciencia. Lo que se desprende es que el ingerir tal o cual cosa tiene solamente un fin biológico porque responde a una causa biológica, que es la necesidad de alimentarse. Pero no es eso sólo, ni tampoco se trata de un nivel de integración, como decían hace muchos años José Bleger y otros autores, tanto en el psicoanálisis como en la reflexología pavloviana. Sino que el fin biológico determina la cuestión, determina de dónde proviene la causa.

En el escrito Más allá del principio de realidad, Lacan define una relación particular. Trata lo que es un organismo, luego introduce las pulsiones y la relación de lo real, lo imaginario y lo simbólico con lo que es un organismo, con el desarrollo y la supervivencia de un organismo, planteando en qué consiste su introducción en lo simbólico.

Lacan define lo real como una suerte de abolición acabada de todo material simbólico, lo cual implica que en lo real nunca puede faltar nada. Es decir, define lo real como aquello donde no puede haber ninguna falta.