El viaje más corto - Colleen Collins - E-Book
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El viaje más corto E-Book

Colleen Collins

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Beschreibung

Tres días podían cambiarlo todo... No podía haber dos personas más diferentes que el millonario Dirk Harriman y la bailarina Belle O'Leary. Él era un magnate de las comunicaciones mientras que ella hablaba con sus animales. A él le gustaba el champán caro, ella sólo esperaba que los refrescos estuvieran bien fríos. Belle era impulsiva, extravagante y la mujer más interesante que Dirk había conocido en toda su aburrida vida. La atracción sexual fue inmediata y ambos se dejaron llevar. Dirk se lo estaba pasando mejor que nunca, pero ¿qué pasaría a la mañana siguiente?

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 1999 Colleen Collins

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El viaje más corto, n.º 5544 - marzo 2017

Título original: Married After Breakfast

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Publicada en español en 2004

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-687-8788-6

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

PrepÁrate, Amorcito, para el viaje más caluroso y trepidante de tu vida.

Una planta rodadora atravesó la autopista y Belle recordó una vieja canción del Oeste. Era una pena no tener radio en el viejo jeep. La música hubiera amenizado el viaje. Comenzó a tararear.

—¿Deseas alguna canción en especial?

La calurosa brisa del desierto despeinaba aún más su ya alborotada y corta melena. Tenía suerte de que le gustara conducir con la ventana bajada, ya que tras un pequeño incidente ésta había quedado inutilizada.

A pesar del aire que entraba por la ventanilla, atravesar el desierto de Nevada a la hora de comer en un caluroso día de mediados de julio era duro. Belle había planeado salir antes de Las Vegas, pero Amorcito le había entretenido. Iba con retraso. Tenía cuarenta y dos horas para llegar a Cheyenne, en el Estado de Wyoming.

Si tardaba más, perdería la oportunidad de empezar una nueva vida.

Aceleró y miró hacia el asiento del copiloto.

—¿No quieres escuchar nada en especial? Entonces elegiré yo… Muy bien, Amorcito, aquí va.

Belle empezó a tararear una canción mientras el jeep ascendía por una colina. Al llegar a la cima, el paisaje la dejó estupefacta. La dunas del desierto y el intenso azul del cielo formaban una imagen sorprendente. No entendía por qué la gente no la creía cuando decía que prefería el campo a la ciudad ¿Acaso a una corista de Las Vegas no podía gustarle nada que no tuviera luces de neón?

Su vida como corista tenía los días contados. Belle llevaba un tiempo pensando en cambiar de estilo de vida, tenía treinta y siete años, ya era mayor para seguir en el mundo del espectáculo. Llevaba tiempo preguntándose a qué podría dedicarse, no sabía hacer nada que no tuviera que ver con el escenario. Sin embargo, el día anterior, un abogado la había llamado para anunciarle que su tía Meg había muerto y que tenía setenta y dos horas para ir a Cheyenne y firmar los papeles del testamento. Si lo lograba, el pequeño restaurante llamado Blue Moon Diner, sería suyo. A pesar de la pena que sintió al saber que su tía había fallecido, no pudo evitar sonreír al escuchar el plazo que le daba Meg en el testamento. A su tía le encantaban los retos.

Si no llegaba a tiempo, el restaurante sería vendido a una gran cadena de restaurantes llamada Pancake. Belle había tardado veinticuatro horas en hacer las maletas y poner su jeep a punto.

Dejó de mirar el cielo y de repente vio cómo la parte delantera de su jeep estaba a punto de chocarse con un coche beige con una matrícula de california que ponía COMUNIC8.

Pisó el freno hasta el fondo. El jeep derrapó, se salió de la carretera y comenzó a bajar por un terraplén. Belle había perdido el control, pero no dejó de pisar el freno hasta que el coche chocó contra un cactus y se detuvo.

Belle tardó unos instantes en recuperarse del susto y cuando lo hizo miró a su alrededor. El coche estaba cubierto de arena y la puerta del asiento del copiloto estaba abierta de par en par.

Se quedó mirándola unos segundos como si no pudiera creerse lo que estaba viendo.

—¿Amorcito? —preguntó con la voz entrecortada.

De repente oyó ruidos en la parte trasera del jeep y vio que la jaula de Louie se había caído al suelo y el periquito revoloteaba nervioso, pero parecía estar bien ¿Y Amorcito?…

—¿Amorcito…? ¡Amorcito! —logró exclamar mientras se esforzaba por controlar el miedo que le estaba invadiendo.

—¿Me estás hablando a mí? —dijo un hombre que acababa de asomarse por la ventana del conductor. Aquel hombre tenía unos bonitos ojos grises y parecía haber corrido hasta allí porque no paraba de sudar y le costaba respirar.

—Es Amorcito —dijo ella muy afectada—. Creo que él… —comenzó a decir mientras señalaba al asiento del copiloto—. Está ahí fuera, inconsciente —de repente pensó en algo aún más horrible—. O quizá lo haya aplastado con el coche…

El extraño no parecía entenderla hasta que vio algo en el asiento trasero.

—Amorcito… Parece estar bien —le dijo mirando al periquito.

—Ése es Louie —estaba perdiendo el tiempo hablando con aquel extraño, su Amorcito estaba en peligro. Agarró la manivela de la puerta—. Tengo que salir fuera a buscar…

El extraño le tocó el brazo con suavidad.

—Te aseguro que no hay nadie en la carretera ni en la arena, ahora dime, ¿estás bien?

—Por supuesto que estoy bien, pero ayúdame a abrir la puerta.

—La manivela… —estaba mirando a la puerta como si nunca hubiera visto una igual—. No tiene manivela.

Belle se había olvidado del incidente que le había dejado con la ventana permanentemente bajada y sin manivela.

—Entonces, date prisa, ¡apártate! —Belle empujó con fuerza la puerta desde dentro—. Tengo que encontrar a Amor…

La puerta se abrió de repente y ella se cayó encima de él, el extraño olía a almizcle… Belle se apartó para mirarlo detenidamente, llevaba una camiseta blanca impecable y tenía un aspecto muy cuidado. No tardó en clasificarlo, parecía el clásico hombre de negocios, como Bernard, su prometido número dos. Eran hombres que actuaban guiados por la razón, por la lógica, nunca por el instinto.

—Te estoy pisando —le dijo ella.

—Y yo también a ti —respondió él.

Belle se apartó, no era momento para bromas.

—Debe estar en la carretera, seguramente inconsciente —dijo mientras se dirigía a la carretera.

—Ya te he dicho que no hay nadie allí —volvió a decir el hombre—. O por aquí cerca, he explorado los alrededores.

Belle decidió regresar al jeep para calzarse, la arena estaba ardiendo. Una vez dentro del vehículo, apoyó la cabeza sobre el volante.

—Me calzaré y lo buscaremos —dijo finalmente. El periquito agitó las alas nervioso—. No te preocupes, Louie, no tardaré.

Pero mientras se ponía las sandalias, las piernas le empezaron a temblar. Estaba claro que el accidente le había afectado, tal vez estaba bien físicamente, pero no emocionalmente. Además no sabía qué le había pasado a Amorcito, y Amorcito y Louie eran lo único que tenía…. De repente sintió mucho miedo y cerró los ojos. Tenía que tranquilizarse.

Segundos después abrió los ojos y vio que el hombre de la camiseta blanca la miraba muy preocupado.

—Vamos a ver si tu vehículo arranca —le dijo él.

—Es un jeep —le corrigió ella mientras se agarraba las rodillas. No le gustaba sentirse débil. Normalmente era ella la que se hacia cargo de todo cuando las cosas iban mal. Lo hacía tanto con sus seis sobrinos como con sus compañeras de trabajo, las veinte coristas que tenía a su cargo.

—Estás pálida, y ese «amorcito» tuyo… —el hombre dijo algo sobre alucinaciones y sacó el móvil del bolsillo—. Voy a llamar a los servicios de emergencia, necesitas que te vea un médico.

Ella no necesitaba ni médico, ni a un buen samaritano que lo único que hacía era perder el tiempo. Lo agarró del brazo.

—Si llamas yo… —le empezó a decir ella, pero se detuvo porque en aquel momento se oyó un suave maullido—. ¿Amorcito? —exclamó Belle mientras miraba en dirección al maullido.

Le apretó el brazo al extraño mientras sonreía encantada.

—¡Está aquí dentro! ¡Y está vivo! —exclamó llena de euforia mientras apartaba un periódico. Allí no estaba. Después se dirigió al asiento trasero y levantó su bolso. Tampoco estaba allí.

De repente Amorcito volvió a maullar y ella vio una pata negra y blanca que se asomaba por debajo de una camiseta tirada en el suelo del asiento del copiloto.

—¡Amorcito! —exclamó mientras levantaba la camiseta.

Dirk Harriman miró aquella enorme bola de pelo negra y blanca que había aparecido debajo de la camiseta como si de un truco de magia se tratara. La mujer estaba mirándolo enternecida mientras lo acariciaba.

—Ay, Amorcito, Amorcito —Dirk frunció el ceño. Era el gato más enorme que había visto en su vida—. Ay, cariño, seguro que estabas muy asustado —le dijo la mujer mientras seguía acariciándolo—. ¿Quieres que te rasque la barriguita, no es cierto? —las bonitas manos de uñas interminables y cuidada manicura de aquella mujer cerraron la puerta del copiloto y después se dispusieron a rascar la barriga del felino.

Dirk sintió un escalofrío de placer al imaginarse aquellas manos sobre su abdomen. Aquel pensamiento lo sorprendió, el calor le debía estar afectando. Apartó aquella idea absurda de su cabeza y dejó de observar la barriga del gato. En su lugar se fijó en los delgados brazos de aquella mujer, el pelo rubio y corto. Llevaba una camisa… Dirk la miró fijamente, parecía una camisa de hombre.

Estaba claro que era una camisa de hombre, y además aquella mujer no parecía llevar sujetador.

—Es difícil creer que estuviera aquí, tan cerca, todo este tiempo —le comentó ella mientras seguía acariciando al gato.

—Sí, es difícil de creer —y también era difícil de creer que él estuviera a punto de abrasarse al sol y preguntándose si aquella mujer llevaba ropa interior. Era hora de poner los pies en la tierra, era hora de resolver aquello y de volver a ocuparse de sus negocios. Tenía dos días para llegar a Nuevo México o no habría trato.

Belle lo miró con los ojos humedecidos, estaba llorando de alegría. Aquellos ojos azules que había visto tan de cerca cuando ella se había caído sobre él.

—Intentemos arrancar el jeep —le propuso en un intento por olvidarse de sus absurdas ideas.

—Muy bien —respondió ella mientras se colocaba detrás del volante—. Un momento —lo miró. Su expresión se había suavizado y su tono de voz se había vuelto amable—. Antes de irme quisiera agradecerte tu ayuda, fuiste muy amable al pararte para ayudarme.

Al acercarse a él para hablarle, Belle se había inclinado y había provocado un hueco entre los botones de la camisa que Dirk no había podido evitar mirar.

—Arranca —dijo él de pronto. Estaba empezando a pensar que todo lo de aquel coche era grande, el gato, la camisa, los pechos…

—Ahora mismo —dijo ella mientras le guiñaba el ojo. Giró la llave.

Y no pasó nada.

Ella volvió a intentarlo.

Pero tampoco pasó nada.

Dirk metió la mano dentro del coche y abrió la puerta del conductor.

—Pasemos al plan B. Hace demasiado calor para que nos quedemos aquí para ver qué le pasa al jeep. Llevemos tus cosas a mi coche. Allí pondremos el aire acondicionado y pensaremos qué hacer.

En aquel momento, ambos se pusieron en marcha y en poco tiempo ya lo tenían todo preparado para trasladarse. Dirk llevaba una maleta vieja y la jaula con el periquito, que ya estaba más tranquilo. Ella se había calzado y llevaba a Amorcito en brazos. Al verla, él pensó que aquel gato debía pesar bastante más que la maleta y el periquito juntos, y que llevar a un animal peludo como aquél, debía ser como llevar puesto un abrigo de piel.

—Mi querido Amorcito, estuviste todo el rato haciendo señas para que supiéramos que estabas debajo de la camiseta, ¿no es así? Eres un gatito muy listo —Belle trataba al gato como si fuera un bebé y Dirk se preguntó cómo trataría a los hombres.

El periquito aleteó y él lo miró.

—Eso pensaba yo —le dijo Dirk al pájaro.

—¿Qué has dicho?

—Nada, tan sólo estaba hablando con Louie —debía estar volviéndose loco…

—Ah, bueno… Por cierto, ¿podrías llevar mi monedero? —ella estaba ocupada con Amorcito y señaló la parte trasera con la cabeza—. Es el rosa…

—Ya lo veo —tendría que estar ciego para no ver aquel monedero, era tan llamativo que aunque hubiera estado tirado en la arena del desierto, un avión lo habría visto. Dirk lo guardó y cerró la puerta del jeep.

Gatos gordos, monederos llamativos, camisas de hombre… Aquella mujer parecía haberse propuesto rodearse de cosas extrañas.

—Hace mucho calor, démonos prisa —dijo mientras comenzaba a caminar. De repente se detuvo.

—¿Qué pasa? —preguntó ella.

—Esas sandalias…

Ella miró sus sandalias. Eran de color rosa, un rosa muy intenso.

—¿Se me han desatado?

—No, no, están atadas —llevaban tiras de tela del mismo color que el bolso—. Pero tienen tacón.

Ella lo miró fijamente.

—Casi todos los zapatos tienen tacón.

—Pero no un tacón tan alto, te va a costar andar con ellas.

—No son tan altas, además, tengo las botas de andar en la maleta —Belle murmuró algo en voz baja y comenzó a andar muy resuelta y decidida.

Dirk tuvo que reconocer que se movía bien con los tacones, incluso en la arena. Aquella mujer no solamente andaba, sino que tenía estilo. La siguió.

—Amorcito parece estar bastante tranquilo.

—Ha tomado una pastilla.

Dirk se detuvo.

—Dime que no las compras en la calle.

Ella frunció el ceño y después sonrió.

—No seas tonto, ha tomado un calmante. Los viajes le ponen nervioso, he tenido que comprarle calmantes esta mañana en el veterinario.

Nadie había llamado nunca tonto a Dirk Harriman. Era el director de las empresas Harriman y la gente solía llamarlo, señor o señor Harriman, pero nunca tonto. A él le gustaba que la gente lo tratara con normalidad, que lo llamaran por su nombre. Sin embargo, nadie solía hacerlo . Nadie salvo su asistenta Lucy y su mejor amigo, Ray.

Nadie le había llamado tonto.

Él la miró. Le alegraba haberla hecho sonreír. Su expresión y sus rasgos parecían haberse suavizado con aquel gesto.

El periquito volvió a agitar las alas.

—Louie actúa como si él también necesitara un calmante, pero él es así. Siempre está llamando la atención —Belle se fijó en la jaula—. Pobrecito, se te ha caído el agua.

—Yo tengo agua en el coche —Dirk miró la hora. Eran las doce y media y el coche no estaba muy lejos.

A pesar del calor, el accidente y las penurias que había vivido el gato, Dirk se sonrió. Él siempre evitaba relacionarse con extraños y en aquella situación había logrado rodearse de extraños y ayudar a los animales y a…

—¿Cómo te llamas? —le preguntó él mientras admiraba la forma en que su pelo brillaba con la luz del sol.

—Belle, Belle O’Leary.

—Es un nombre muy melódico —dijo mientras lo repetía en voz baja.

—Mi familia es muy melódica, nos encanta cantar juntos. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

—Dirk Harriman —ella no parecía reconocerlo—. ¿Así que cantas?

—No, sólo tarareo.

En la cima del terraplén estaba la carretera. Él sabía que llevaba ropa cómoda y que no le costaría subirlo a pesar de estar cargado. Después de pensar aquello miró al gato más enorme del mundo, que seguía mirando fijamente a su dueña. A Belle le costaría subir con el peso del felino y con aquellos zapatos de tacón.

—¿Quieres que cambiemos? ¿Llevo yo a tu Amorcito y tú te encargas de Louie?

—No. Es un gato muy asustadizo, quiere estar cerca de mí.

Dirk se preguntó si aquella mujer trataba siempre a aquel gato como si fuera una persona.

—De acuerdo, sigamos —Dirk no quiso volver a mencionar el tema de sus zapatos y se dirigió a la cima. Cuando llegó a la carretera se giró, esperaba ver a Belle muy abajo y se sorprendió al verla subir poco después que él.

—Lo has conseguido —le dijo él.

—¿Acaso lo dudabas? —tomó aire—. ¿Qué pensabas? ¿Que me quedaría abajo esperando a que vinieras a salvarme?

Dirk notó que Belle abandonaba una vez más la amabilidad de hacía unos instantes.

Él se encogió de hombros y le sonrió con inocencia. Tal vez aquella mujer llevara tacones rosas y no llevara sujetador, pero no parecía gustarle que la trataran como a una mujer indefensa. Él señaló hacia adelante.

—Mi coche está allí…

Al ver el coche y la matrícula, ella se quedó paralizada.

—¡El coche beige! —exclamó mientras lo miraba fijamente—. Me salí de la carretera por tu culpa.

Dirk la miró sorprendido.

—Señora, yo no hice nada para echarla de la carretera —él comenzó a caminar hacia el coche, esperando que ella lo siguiera.

—¿Señora? Lo dices como si fuera la madame de un burdel.

El periquito volvió a agitar las alas.

Dirk siguió andando mientras se preguntaba de qué lado estaría Louie. Él trataba a las mujeres con respeto y eso significaba dirigirse a ellas con cortesía les gustara o no, por lo menos él no la había llamado tonta.

Llegó al coche y buscó las llaves en el bolsillo. Belle se acercaba. Parecía furiosa.

—Tu forma de conducir hizo que me saliera de la carretera —le dijo al llegar al coche.

Abrió la puerta de atrás y dejó a Louie sobre el asiento, después se incorporó.

—Propongo que continuemos hablando dentro del coche y con el aire acondicionado.

Ella dudó un momento, pero después se acercó a la puerta y entró en el coche. Si no hubiera estado de mal humor, Dirk habría alabado la forma en que había llegado hasta el coche con aquel enorme gato y los tacones tan altos, pero estaba claro que no era un buen momento así que decidió entrar en el coche. Una vez dentro encendió el aire acondicionado.

—Esto nos quitará el calor.

Después Dirk salió del coche y fue al maletero a guardar el equipaje de Belle. Cuando terminó miró la matrícula de su coche.

Aquella placa hacía referencia a la comunicación, el sector al que había dedicado toda su vida laboral. Él era el director de revistas, programas de televisión y otras empresas del mundo de la comunicación. Se había enfrentado a mucha gente en interminables reuniones, y siempre había logrado ser el vencedor gracias a sus grandes dotes comunicativos.

Sin embargo, tenía la impresión de que Belle O’Leary iba a ser una dura adversaria.

Capítulo 2

 

Dirk se sentó frente al volante y cerró la puerta, el aire frío del aire acondicionado era reconfortante. Unos segundos después miró a Belle.

Desgraciadamente, ella no parecía tan a gusto como él. Seguía molesta y se limitó a mirarlo muy ofendida antes de girarse para atender a Louie. Belle había colocado un periódico debajo de la jaula y Dirk pensó que a pesar de estar enfadada debía ser una persona muy considerada. Aquel rasgo aparentemente contradictorio le dio qué pensar. Belle parecía ser mucho más compleja de lo que aparentaba.

Al girarse para llenar el bebedero de Louie con una botella de Evian, la camiseta de Belle se levantó, y Dirk no pudo evitar fijarse en sus deliciosas curvas. Tenía unos muslos increíbles, ¿cómo podía tener unas piernas así de atléticas? Janine, la ex novia con la que había estado prometido, hacía ejercicio todos los días, pero no tenía unos muslos como aquellos. Quizá tenía algo que ver con su profesión…

—Me he tomado la libertad de… —dijo Belle mientras se giraba—. ¿Qué estás haciendo? —le preguntó estupefacta.

—Estaba… —no podía decir la verdad, no podía decir que había estado admirando sus muslos. Le ofreció su sonrisa más encantadora—. Me estaba preguntando a qué te dedicas.

Ella no se movió pero frunció el ceño, abrió la boca para decir algo pero después se detuvo y le mostró la botella de Evian.

—Louie tenía sed así que me tomé la libertad de echarle de esta botella de agua mineral —se volvió a sentar en el asiento del copiloto—. ¿Por qué te preguntabas a qué me dedico?

El gato, que estaba tumbado a los pies de Belle, lo miraba fijamente, como si estuviera acusándole de algo.

—¿Tu gato nunca parpadea?

—Por supuesto que parpadea —miró a Amorcito unos segundos—. Es que está… Meditando, ha sido un día muy duro.

Aquella mujer hablaba como si supiera todo lo que sentía su gato, ¿acaso tenía telepatía con el felino?

—Yo sí sé a qué te dedicas tú. Trabajas en la comunicación —le dijo. Pronunció la última palabra de tal forma que se dio cuenta de que seguía resentida.

—Es mi palabra favorita —dijo mientras sacaba el móvil del bolsillo.

—Y la última palabra que yo vi antes de salirme de la carretera.

Dirk se dio cuenta de que Belle estaba agarrando la botella de agua con demasiada fuerza. Después de todo, no sabía nada de ella, tal vez tenía junto a él a una luchadora profesional…

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Belle.