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Holly se ha mudado a la mansión de Chloe para escapar del hombre que le envía cartas amenazadoras. Juntas, las dos mujeres llevan a cabo una misión de rescate, sacan al gravemente enfermo Ethan de la soledad de su cabaña y lo llevan a la calidez de la antigua mansión.Holly prepara la gran inauguración del pub, que abre sus puertas un día antes de Nochebuena. Cuenta con la ayuda del apuesto, pero bastante molesto, Baptiste, que resulta conocer al hombre que la está amenazando. Baptiste y Holly empiezan a elaborar un plan para que se haga justicia con un hombre que lleva mucho tiempo escapando de la ley. Chloe escapa de su propia tristeza prometiendo a Ethan investigar lo que de verdad ocurrió con su novio, Colin. La policía parece creer que el joven Ethan es culpable, pero Chloe está convencida de que puede demostrar su inocencia.Esta es la tercera parte de Enredo de Navidad en Snowdonia.-
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Lilly Emme
Tercer domingo de Adviento
Translated by Ana Lydia García del Valle
Saga
Enredo de Navidad en Snowdonia – Parte 3
Translated by Ana Lydia García del Valle
Original title: Jultrubbel i Snowdonia: 3
Original language: Swedish
Copyright © 2019, 2021 Lilly Emme and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726922905
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
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Los copos de nieve caían lentamente sobre el capó del coche. Me quedé mirando conmocionada el crucifijo que había rayado. Esto era muy serio. Sabía que el reverendo Blade era peligroso, pero esto era mucho peor de lo que podía imaginar en mi peor pesadilla. Se había vuelto totalmente loco.
Recogí el sobre blanco y regresé lentamente. Cerré la puerta y me cercioré de que quedaba cerrada con llave.
—¿Qué fue lo que se le cayó? —preguntó Chloe. Se apartó los largos cabellos que le tapaban la cara y se estiró para intentar ver.
—Por favor, estate quieta mientras te pongo la venda —ordenó Lucy empujando a Chloe hacia la silla para terminar de curar la rodilla herida.
—Pero ¿qué dice la nota? —volvió a preguntar Chloe.
—No es una nota, es una carta.
Lucy y Chloe me observaban con tanta intensidad que aparté la mirada hacia la ventana. La nieve caía copiosamente.
—Necesito lámparas para iluminar esta parte —señalé pasando la mano por el alféizar de la ventana— y un abeto en aquella esquina. Tiene que ser un abeto auténtico. ¿Crees que puedo conseguir uno de verdad, Lucy?
—Holly, pequeña, ¿has visto otras cosa que no sea naturaleza aquí en Snowdonia? Claro que podemos hacernos con uno —respondió Lucy y volvió luego a la tienda.
Cuando Lucy salió de la habitación, me serví un vaso de agua y me lo bebí de un trago.
—Había pensado que podía abrir las puertas justo antes de Navidad —le conté a Chloe—. Pero ahora no sé si tendré fuerzas —continué mientras miraba el sobre.
—Pues claro que tienes que abrir el pub. Dame eso —pidió Chloe y me lo arrancó de la mano.
—¿Qué significa esto? —preguntó cuando terminó de leer.
—Es solo una tontería…, nada de qué preocuparse.
—A mí me suena a amenaza —precisó y leyó la nueva frase en alto.
Quien no se aferra enseguida al temor del Señor,
pronto verá su casa arruinada…
Me encogí de hombros como para demostrarme a mí misma que ya no me afectaba. En realidad era justo lo contrario. En algún lugar profundo de mi ser estaba temblando, atemorizada. Pero no quería que se notase, así que saqué el recipiente con masa de pizza y quité el plástico que lo cubría. Espolvoreé un poco de harina sobre la tabla y comencé a trabajar con unos trozos de masa.
—Tienes que denunciar a ese loco a la Policía —apuntó Chloe con voz decidida.
—Nada de Policía —repliqué.
Amasé tres bases redondas de pizza. Saqué la salsa de tomate que había preparado el día anterior. Una mezcla de tomates encurtidos, pimientos asados, tomate concentrado, aceite de oliva, ajo machacado y sal que había pasado por el robot de cocina. La extendí sobre las bases de pizza y la cubrí de lonchas de salami, champiñones frescos, mozzarella y abundante queso cheddar rallado; luego, algunas especias, y listas.
—¡Ya está! —exclamé limpiándome las manos en el delantal—. Es hora de meterlas al horno.
—¿Qué vas a hacer con la carta? —preguntó Chloe.
—No sé. Supongo que nada. Parece que está tratando de hacerse con el control de mi vida. Digamos que no es la primera amenaza.
—¿Pero qué es lo que ocurre? ¿Quién es?
Metí las pizzas en el horno y cerré la puerta de un golpe.
—Es mi exjefe.
—¿Y por qué va por ahí rayando cruces en tu coche?
—Le entró una especie de obsesión por mí cuando trabajábamos juntos, por decirlo suavemente. Me odia, pero a la vez quiere siempre más de mí.
A Chloe parecía costarle asimilar lo que contaba. La entendí. Sonaba más a novela negra de saldo que a mi vida.
—Abandoné mi vida en Liverpool para refugiarme aquí. Nunca pensé que me encontraría en este lugar.
—Pero entonces, lo ha hecho, ¿no?
—Sí.
Y si te he entendido bien, la de hoy no ha sido su primera amenaza.
—Lleva haciéndolo un tiempo. También ha ido a la cabaña —contesté exhausta.
Era como si toda mi energía se hubiera esfumado.
—¿Pero qué son esas extrañas amenazas que envía?
—Son versículos de la Biblia. Él es sacerdote.
—¡No me digas! —exclamó Chloe.
Después de una breve charla con mi nueva amiga, entré en la tienda de Lucy para invitarla a almorzar. Estaba atendiendo a una mujer mayor que llevaba un sombrero de fieltro verde.
—¿Podrás pasar a tomar una pizza cuando hayas terminado? —pregunté a Lucy.
—¿Has abierto una pizzería? —preguntó la clienta mirándome con curiosidad.
—Sí…, bueno, en breve. Voy a volver a abrir el pub.
—Estás invitada a la inauguración la tarde del veintitrés de diciembre. Lleva a toda la gente que conozcas —indicó Lucy a la mujer del sombrero—. Que sepas que las pizzas de Holly son divinas.
Después de que la mujer cogiera su bolsa y saliera por la puerta me giré hacia Lucy.
—Pero qué astuta eres. No sabía que había decidido lo de la inauguración.
—Bueno, bueno, vas a ver que todo sale bien —respondió Lucy mientras limpiaba una imperceptible mota de polvo del mostrador—. ¿Sabes quién era esa?
—No.
—Era Ysbail, la presidenta de la asociación de danza de zuecos.
—¿Presidenta de qué?
—La danza de zuecos es bastante importante en esta zona —explicó Lucy y le mostró algunos extraños pasos. El zapato producía un fuerte golpe en el suelo cada vez que daba un paso—. Algo parecido a esto —continuó y luego recuperó el aliento.
—¡Caray!, qué inesperados talentos posees —alabé con una generosa sonrisa.
—Al principio, la gente bailaba con una herradura de verdad bajo la suela.
—Obviamente tengo mucho que aprender sobre Gales. Justo cuando creo que ya empiezo a conocer todo, llegas tú con una nueva tradición —comenté entre risas.
—El baile nunca fue realmente lo mío, pero los concursos de baile atraen a mucha gente, lo que implica un montón de clientes para tu pizzería —añadió Lucy sonriendo de oreja a oreja.
Sobre la marcha, la abracé. Su cariño era lo que me daba fuerzas para seguir adelante.
—¡Cariño! —exclamó Lucy dándome unas palmaditas en la espalda—. En un rato estoy ahí. Solo voy a hacer antes una llamada.
—Huele absolutamente genial —elogió Lucy al entrar por la puerta trasera—. He colocado un cartel en la tienda. Si me necesitan para algo, que toquen la campana con fuerza.
—¿No tienes miedo de que te roben? —pregunté mientras llevaba tres pizzas a la mesa.
—Aquí en Bach Tref Môr no hay ladrones —respondió Lucy y se sentó a la mesa.
Serví a Chloe y a Lucy una copa de vino tinto.
—Un brindis por la pizzería y por mis adorables invitadas —propuse.
—Y otro por las nuevas amistades —añadió Chloe.
Cuando todas dieron el primer bocado, se produjo un silencio total. Lo interrumpió el fuerte gemido que lanzó Chloe al probar su porción de pizza.
—¡Dios mío, qué buena está! ¡A partir de ahora, solo voy a comer este tipo de comida!
Solo le había bastado comer dos trozos para comprobar que estaba realmente buena cuando Baptiste entró por la puerta principal. Sus oscuros ojos me miraron con preocupación. Apreté las manos tan fuerte como pude debajo de la mesa.