Gürtel, la trama - David Fernández - E-Book

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David Fernández

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Beschreibung

"Este es un libro de pocos héroes y muchos villanos, un libro que escenifica los tentáculos de la corrupción. Ahí están la 'Gürtel', la 'Púnica', los papeles de Bárcenas, la 'Malaya'; casos que se confunden, casos que suponen toda una losa para el Partido Popular y que, de no ser por estos periodistas malditos, jamás habrían salido a la luz". Nacho Cardero, director de El Confidencial.

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Primera edición digital: noviembre 2015 Colección Investigación

Diseño de la portada: Juan Cruz Ortiz de Landázuri Diseño de la colección: Jorge Chamorro Edición: Juan Fernández Rivero Revisión: Juan Francisco Gordo

Versión digital realizada por Libros.com

© 2015 David Fernández © 2015 Libros.com

[email protected]

David Fernández

Gürtel, la trama

A Diana y a Jimena. Sin su apoyo no hubiera sido posible.

Índice

 

Portada

Créditos

Título y autor

Dedicatoria

Prólogo. Por Nacho Cardero

I. El soplón

II. El capo

III. El espabilado

IV. El pardillo

V. El corrupto

VI. Las gacelillas

VII. El tesorero

VIII. El instructor

IX. Los pijos

X. ‘Gürtel’, la trama

Anexo

Agradecimientos

Contraportada

Prólogo

Nacho Cardero

A David Fernández me lo encontré en ese antro de medianoche al que acuden los periodistas de investigación a lamerse las heridas. Allí se reúnen para compartir cuitas y maldecir entre dientes lo complicado, y en ocasiones peligroso, que se ha vuelto el negocio de la información. Empiezan denunciando la baja calidad democrática de nuestro país y los ataques a la libertad de expresión, y al cabo de las horas acaban apostándose las cervezas a ver quién resuelve los acertijos que les lanza la Policía a modo de sudoku, un juego enrevesado consistente en dar con la etimología de la nomenclatura que emplean las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para bautizar los casos: la operación ‘Emperador’, que se refiere a la trama china para el blanqueo de capitales de Gao Ping; el caso ‘Petrum’, que afecta a la familia catalana Sumarroca por un presunto delito de sobornos y cohechos, o la ‘Gürtel’, que es «cinturón» en alemán, amén del apellido de Paco Correa, el jefe de la trama de corrupción política que ha hecho tambalearse a todo un Gobierno de la nación.

Cada vez que me vienen a la cabeza estos aquelarres periodísticos de altas horas de la madrugada no puedo dejar de pensar en Mr. Bad News, el perfil que hizo Gay Talese de la persona encargada de los obituarios en The New York Times, un tipo anónimo del que no nos hubiéramos fijado ni desnudo si no hubiera sido por la fina pluma del maestro norteamericano. Los periodistas de investigación arrastran la aureola de «malditos». Nadie los conoce, duermen poco, fuman mucho y se enfrentan a los malos e incluso a sus propios editores por un sueldo magro que a duras penas les llega para la jubilación. Y todo al servicio de los lectores.

A David Fernández, autor del libro que ahora tiene entre sus manos, lo conocí con una carpeta bajo el brazo. Traía consigo un trabajo en el que llevaba meses y que no le querían publicar. Era un trabajo de alcance, contrastado, que afectaba a destacadas personalidades económicas del país. Le habían dicho: «Eso, al cajón». Algunos de esos directores que se pavonean por los platós de televisión dando lecciones de deontología profesional son los mismos que luego censuran e incluso prohíben aquellas informaciones que no convienen a sus financiadores.

Aquel trabajo terminó saliendo en El Confidencial, periódico que dirijo y en el que David trabaja actualmente. Nuestros quehaceres diarios no son sencillos. En muchas ocasiones, tampoco agradables. Pero los hacemos. Y los hacemos porque, sinceramente, creemos en ello.

La primera vez que escuché hablar de Francisco Correa y Álvaro Pérez, cabecillas de la trama ‘Gürtel’, fue con motivo del libro que publiqué junto a Carlos Ribagorda sobre esas nuevas generaciones del Partido Popular que estaban llamadas a tener un papel preponderante en el futuro. Era principios de 2004 y los Correa y Pérez apenas pasaban de personajes de la discoteca Gabana, unos señores un tanto exóticos que pululaban organizando y desorganizando a su antojo en la formación popular. Nadie podía imaginar en ese momento que estos individuos, aparentemente inanes, conformaban una vasta red de corrupción política vinculada al PP en torno a Madrid y Valencia que pondría en jaque a Mariano Rajoy.

«En septiembre de 2002 fue el padrino de boda de Alejandro Agag. Hombro con hombro con el presidente. Cenaba con Bárcenas todas las semanas, con Aznar cada dos o tres meses. Cómo ibas a pensar que era un chorizo. No lo piensas, era un tío multimillonario». De esta forma describe José Luis Peñas, el «chivato» de la ‘Gürtel’, a su otrora compañero de fatigas Paco Correa. «Sin dinero, sin estatus, un matrimonio roto, un hijo al que le queda poco tiempo de vida… Se cumplen todos los condicionantes para que una persona decida cruzar la línea. Esa frágil frontera que separa lo legal de lo ilegal, lo ético de lo reproblable, lo honesto del delito. Siempre se puede elegir, y Correa decidió su camino», añade el autor del libro.

Este es un libro de pocos héroes y muchos villanos, un libro que escenifica los tentáculos de la corrupción, de cómo la corrupción llega a todo, lo abarca todo. No es sólo un caso. Son muchos y se van entreverando unos con otros hasta mimetizarse como dos gemelos que se diferencian únicamente por la raya del peinado. Ahí están la ‘Gürtel’, la ‘Púnica’, los papeles de Bárcenas, la ‘Malaya’… Casos que se confunden, casos que suponen toda una losa para el Partido Popular y que, de no ser por estos periodistas «malditos», jamás habrían salido a la luz.

David Fernández disecciona a esos personajes que, más allá del lujo y la ostentación, se esconden tras los números de sus encriptadas cuentas de Suiza. Más que una historia-río, lo que hace es elaborar un bestiario. La mano derecha de Correa es Pablo Crespo, alias ‘Maxwell Smart’; su mano izquierda, Álvaro Pérez, alias ‘el Bigotes’. Sus caras les sonarán porque se prodigan en los platós de televisión. La cárcel ha hecho mella en su carácter, pero no en su ADN. The show must go on.

En algunas páginas uno incluso entra en «modo compasión» con sus protagonistas. Los miembros de la trama eran poquita cosa, acaso unos «desgraciados», como los definen algunos testimonios del libro, y no hay cosa más peligrosa que un desgraciado sin facultades, pero con ambición. Mucha ambición. Como decía Adlai Stevenson: «El poder corrompe, pero la falta de poder corrompe absolutamente».

Es la ‘Gürtel’ un sainete de corruptos, chulos, amantes, putas y cabrones. Entre estos últimos se encuentra Luis Bárcenas, quien fuera tesorero del PP, también conocido como ‘Luis el cabrón’, al que Correa dice que llevó «1.000 millones de pesetas, a su casa y a Génova. Todo de adjudicación de obras de Fomento, cuando estaba Cascos». Si Correa es ‘Don Vito’, Bárcenas es il capo di tutti capi, el que manejaba el dinero, el que repartía sobres en Génova como el crupier que reparte cartas en el black jack del casino. Era una bicoca para los periodistas. Levantaba los labios para enseñar los dientes marfileños y ya había apertura para el día siguiente.

«Luis, sé fuerte», trató de tranquilizarle Rajoy cuando las cosas ya pintaban bastos. Aquel SMS estuvo a punto de costarle la presidencia. No lo hizo, pero quedó seriamente tocado desde entonces.

En la ‘Gürtel’ faltan nombres por salir. Algunos posiblemente no salgan nunca. David Fernández nos recuerda cómo han pasado desapercibidos algunos de los protagonistas de la trama —caso de José Ramón Blanco Balín—, que apenas han merecido unas líneas en la prensa. Además de ser el asesor fiscal que ayudó a Correa a esconder su dinero en el extranjero, Blanco Balín presume de pedigrí como empresario de éxito. En su agenda hay cerca de 1.200 entradas. Todas ellas relevantes. Si usted se considera alguien en este país y no está ahí, olvídese. Entre otros cargos, ocupó el puesto de consejero delegado en Repsol cuando mandaba Alfonso Cortina.

Mención especial merece Arturo Gianfranco Fasana, ese bróker de nacionalidad y chequera suizas al que le sacan cierto parecido con Keyser Soze, el misterioso personaje de Sospechosos Habituales. Fasana forma parte de la mitología de los periodistas de investigación. Es un arcano al igual que ‘Soleado’, la celebérrima carpeta que el financiero guarda bajo siete llaves y en la que, cuenta la leyenda, se encuentran escondidas las fortunas de las más destacadas personalidades de España. Algunos plumillas pactarían con el diablo por acceder a esa información.

Fasana es uno de los nuestros, podría haber dicho cualquier miembro de la trama ‘Gürtel’, «un hombre elegante. Muy elegante. Mirada penetrante, pelo cano y ojos azules. Cortés, educado, con un tono de voz radiofónico […]. Le encantan los caballos y el fútbol. Reside en una de las zonas más adineradas de Ginebra. A 20 minutos en coche, bueno, más bien a diez minutos porque alterna en sus desplazamientos un Porsche Carrera 4S con un Ferrari F430 Spider, está la sede de su empresa, Rhône Gestion». Lo describe Fernández con pinceladas a lo Scorsese, atendiendo a las características del personaje.

La ‘Gürtel’ no es un caso cualquiera, sino epítome de una época que comenzó a quedar en evidencia en 2007, año de la implosión, espoleta de una crisis institucional, política, económica y social sin precedentes en nuestro país. El sistema peligraba. Esas estructuras de poder controladas desde la Transición se desmoronaban como un castillo de naipes y la corrupción afloraba por doquier. Oleadas y oleadas. No había suficientes páginas en los periódicos para tanta noticia de ladrón de guante blanco.

En un intento desesperado por taponar las fugas del barco, los poderes fácticos trataron de ayudarse unos a otros incluso dentro del conflicto pecuniario e ideológico con vistas a mantener los privilegios, impulsando un movimiento centrípeto y de autoprotección para blindar su estatus. ¿Cómo lo hacían? Acallando las voces disonantes. Las presiones de estos poderes sobre los medios de comunicación han resultado evidentes en los últimos años, cuando la libertad de expresión, más que un derecho fundamental, se asemejaba a una fábula de Esopo.

La prensa digital —donde la calle se expresa sin cortapisas y con contundencia— y libros como Gürtel, la trama han de servir para congraciarnos con el buen periodismo, ese tan necesario para la salud de nuestra joven democracia. Hacen falta profesionales de pluma valiente como David Fernández y medios fuertes, libres e independientes que publiquen la información que el resto calla. Eso es noticia. Lo demás son notas de prensa. Lo que más preocupa y también lo que más le dispara la adrenalina a un director de periódico es saber que tiene una gran historia con la que sorprender a sus lectores. Este libro lo es.

Retomando a Gay Talese, «necesitamos más periodistas que desconfíen del poder». Este país le debe mucho a estos sabuesos de pluma rápida y algún día, más pronto que tarde, se lo terminarán reconociendo.

I. El soplón

 

El inmueble no destaca por su belleza. Tiene una estructura rectangular, de fachada blanca y sólo dos plantas. Nada más entrar uno se da de bruces con el mostrador. Detrás de él aparece un tipo cincuentón, con barba desaliñada y unas ojeras pronunciadas. Es el jefe de edificio del Centro Cultural de Aravaca, en Madrid, y su nombre es José Luis Peñas Domingo, madrileño del barrio de Lavapiés, cincuenta y un años. Desplegado a su lado, mientras atiende a un usuario del centro, tiene el periódico abierto por una página. Un titular le ha llamado la atención: «Dos jueces afines al PP juzgarán el caso ‘Gürtel’». «Esto es de coña», se ríe. Menudo día. Acaba de recibir una notificación municipal. Una multa de tráfico. Otra más. ¿Cuántas lleva?, ¿más de cien?

Lo gracioso de todo esto es que él no ha cometido la infracción. No conduce el BMW Mini matrícula 4978 CBW culpable de «estacionar, sin el distintivo que lo autoriza, en lugar habilitado para el estacionamiento con limitación horaria». La frase se repite, en una cascada de multas que no paran de llegar en los últimos años. La conductora se llama Carmen Rodríguez Quijano, pero las sanciones siempre le llegan a Pepe Peñas porque el vehículo está a su nombre aunque nunca lo haya utilizado. «Nunca», repite. En cierta medida es una gran ironía. Cada vez que el cartero le notifica una multa rememora el pasado que le ha marcado la vida, le ha señalado para siempre, lejos aún de poner punto y final a una pesadilla que no tiene visos de finalizar nunca.

De momento, ese pasado sigue siendo presente. Pepe Peñas está imputado en el caso ‘Gürtel’. El hombre que destapó una de las mayores tramas de corrupción de nuestro país está acusado de asociación ilícita, cohecho continuado, fraude continuado a las Administraciones Públicas, prevaricación y malversación. La Fiscalía solicita para él casi seis años de prisión. Pero, ¿quién es Pepe Peñas?, ¿un soplón?, ¿un traidor?, ¿un justiciero?, ¿un despechado?, ¿un héroe?, ¿o sólo un ciudadano ejemplar? «Buena pregunta, sí. Me han llamado de todo. Para mucha gentuza he sido un chivato, lógico. Un héroe seguro que no soy, pero un tipo valiente, sí. Tuve que dominar el miedo muchas veces para seguir adelante», señala.

Peñas debutó en la vida política en 1999, cuando el PP le mandó a Parla (Madrid), una ciudad que no conocía de nada, para ser concejal de la oposición en un municipio gobernado tradicionalmente por el PSOE. Peñas, abogado, con estudios también de geografía e historia, había conocido en un máster de dirección de empresas a Guillermo Ortega, entonces edil en Majadahonda y secretario de organización del PP madrileño. «Fue suya la idea de mandarme a Parla. Pero en enero de 2000 me repescó y empecé a trabajar como administrativo del grupo municipal del PP en el Ayuntamiento de Majadahonda y luego como asesor mientras compatibilizaba mi puesto como concejal en Parla».

En el año 2001 Guillermo Ortega se hizo con la alcaldía y en junio de 2003 nombró a Peñas su concejal de Medio Ambiente y luego responsable del área de Urbanismo y Obras. Peñas y Ortega trabaron una buena amistad, incluso vivieron en la misma calle, vecinos del exministro socialista Pedro Solbes. En el Ayuntamiento Peñas conoció a Carmen Rodríguez Quijano, alias ‘la Barbie’, que desembarcó en julio de 2001 como jefa de prensa del Consistorio procedente de una agencia de sondeos llamada Vox Publica. Ahora, mirando con perspectiva, sabiendo todo lo que ha pasado, se entiende perfectamente cómo Carmen Rodríguez se convirtió en poco tiempo en la mano derecha del regidor hasta llegar a ser su jefa de gabinete. ‘La Barbie’ controlaba a Guillermo Ortega, un títere en manos de quien mandaba realmente desde la sombra, el marido de Carmen: Francisco Correa Sánchez.

«El poder y la influencia de Correa eran tales que incluso el alcalde, Guillermo Ortega, me recomendó que les invitara a mi boda. Yo no los conocía. Sólo sabía que Carmen iba a ser mi compañera en poco tiempo y que su marido era un tipo importante, muy respetado en el PP». Peñas se casó en junio de 2001 en Ponferrada (León), de donde es su mujer. Y en una de las mesas del banquete se sentaron Carmen y Francisco. «Me bastó luego poco tiempo para saber realmente quién era Correa. En septiembre de 2002 fue el padrino de boda de Alejandro Agag. Hombro con hombro con el presidente. Cenaba con Bárcenas todas las semanas, con Aznar cada dos o tres meses. Cómo ibas a pensar que era un chorizo. No lo piensas, era un tío multimillonario».

Para entender cómo es posible que Correa manejara Majadahonda a su antojo hasta el punto de colocar a su esposa en un cargo de relevancia hay que contextualizar la situación política de este municipio en esos años. Guillermo Ortega había heredado la alcaldía en mayo de 2001 de las poderosas manos de Ricardo Romero de Tejada, que había ocupado el sillón de primer edil durante los 12 años anteriores. Romero de Tejada era secretario general del PP madrileño cuando su nombre apareció sospechosamente ligado al «Tamayazo», la deserción de dos diputados del PSOE que provocó el triunfo de Esperanza Aguirre en 2003. Ortega, por su parte, al que Correa apodaba ‘la Rata’, era un hombre fácil de convencer, al que el dinero y el lujo le fascinaban. Se dio entonces la combinación perfecta, el caldo de cultivo necesario para que Correa campara a sus anchas por Majadahonda.

«Correa no sólo gestionó la obtención de adjudicaciones públicas para determinadas empresas, sino que puso a disposición del alcalde, Guillermo Ortega, y de los también imputados Juan José Moreno Alonso [concejal de Hacienda], José Luis Peñas Domingo y Carmen Rodríguez Quijano sus sociedades para, mediante la simulación de operaciones con el Ayuntamiento y entidades públicas de esa localidad, detraer fondos del mismo, tanto para sí como para los cargos públicos implicados y para el propio Partido Popular», reza en el sumario judicial. Incluso el propio alcalde, Guillermo Ortega, creó una empresa tapadera, Creative Team S.L., para cobrar sus comisiones.

Así, en Majadahonda, las empresas controladas por Correa se llevaron las campañas municipales de «Infoeuro» y «Manual de Identidad Corporativa», campañas que tuvieron una «sobrefacturación acordada» de 38.000 euros para que todos se llevaran su parte. La unión de empresas FCC-SUFI se llevó el millonario contrato de limpieza urbana y recogida de basuras por el que el Ayuntamiento pagó 26,1 millones. A cambio, Ortega recibió 150.630 euros y Correa, 360.793 euros, dinero que finalmente acabó en Suiza. Las empresas de Correa también se adjudicaron la Oficina de Atención al Ciudadano, por la que el alcalde Ortega se llevó otros 120.000 euros como gratificación. Además, el entramado de Correa facturó al Ayuntamiento 445.000 euros en servicios que finalmente no prestó. Por todo esto, ente los años 2001 y 2005, el alcalde Ortega recibió al menos 270.000 euros en metálico de la trama y 86.600 euros en regalos, principalmente viajes. Y el PP municipal, otros 133.600 euros. Dos buenos pellizcos.

—El sumario dice que usted también se enriqueció ilícitamente en esos años. Que recibió 50.000 euros de la trama y otros 7.800 en regalos y viajes —se le argumenta a Pepe Peñas.

—Es falso. Los 7.800 euros fueron dos viajes, a Roma y Lanzarote. Los hice con la agencia de Correa porque su mujer se sentaba a mi lado en el Ayuntamiento y teníamos buena relación. Pero los pagué yo, de mi bolsillo. El otro dinero dice la Fiscalía que lo recibí, pero lo tiene que demostrar. Sólo son apuntes de la contabilidad ‘B’ de Correa que dicen que me los dio a mí, pero no me dio nada. Ahí está mi patrimonio. Yo no recibí nada —asegura Peñas.

Un pastel demasiado goloso

Lo cierto es que el pastel era demasiado goloso para que se lo comieran unos pocos. Correa y Ortega controlaban a su antojo los contratos municipales, pero la guinda en esos años era el ladrillo. Y eso era caza mayor. Romero de Tejada no le había dado todo el poder a Ortega. Sí, este tenía la alcaldía, pero la empresa pública que manejaba el suelo, Pammasa, la controlaba Narciso de Foxá, hombre de confianza de Romero de Tejada. Empezó entonces una guerra sin cuartel, con dos bandos claramente enfrentados: por un lado la dupla Romero de Tejada-De Foxá, y por el otro el dúo Ortega-Correa. «Romero de Tejada manejaba en la sombra todas las operaciones urbanísticas de Majadahonda», señalaría Ortega en febrero de 2014 en una entrevista en Estrella Digital.

La batalla final se libró por una parcela, la RN-1, bautizada como «Valle de los olivos», que Majadahonda sacó a concurso por 47,1 millones y donde estaba autorizada la construcción de 261 viviendas libres (a 600.000 euros cada una el premio era de 156 millones de euros). ¿Quién la iba a sacar a la venta? Narciso de Foxá quería que fuera Pammasa, mientras que Ortega pugnó porque fuera directamente el Ayuntamiento. Al parecer cada bando tenía una constructora favorita para llevarse el premio gordo. La disputa acabó en el despacho de Esperanza Aguirre. El 16 de enero de 2005, cuando Aguirre se disponía a iniciar un viaje oficial a China con empresarios madrileños, Ortega se presentó en el aeropuerto de Barajas y le contó a Aguirre lo que había. «Necesito pruebas», le contestó ‘la lideresa’. Guillermo Ortega elaboró entonces un documento de 56 páginas para que la presidenta comprendiera que Narciso de Foxá y Ricardo Romero de Tejada habían creado una trama de corrupción en el municipio, en ese mismo municipio en el que Ortega y Correa habían creado ya la suya. Para resumir, entre tramas andaba el juego.

Aguirre regresó de China. «Y fuimos a ver a Aguirre a Génova. Mientras Ortega le entregaba el documento oíamos por la puerta de su despacho que decía que no quería ver a esos hijos de puta, por nosotros, Juanjo Moreno y yo. Suponemos que tomó partido por De Foxá», explica Peñas. El resultado de la contienda fue que Guillermo Ortega acabó fuera del Ayuntamiento sustituido por un Narciso de Foxá que se había hecho con el apoyo de diez concejales para acabar con Ortega. Aguirre le recolocó como presidente de la empresa pública madrileña Puerta de Toledo para que tuviera su puestecito y se callara, y José Luis Peñas y Juan José Moreno Alonso, los dos ediles díscolos, se quedaron solos y fueron expulsados del PP.

«En el despacho de Ortega, y con el teléfono puesto en el sistema de manos libres, yo escuché a Aguirre decirle a Guillermo Ortega que o me echaba a la puta calle o ya se iba olvidando del puesto en El Mercado de Toledo». Peñas era primer teniente de alcalde y con la renuncia de Ortega él debía ocupar el sillón de la alcaldía. «Días antes me reuní con Francisco Granados. Me había pedido que convocara un Pleno para votar el nombramiento de Narciso de Foxá. Le dije que no, que por la tarde me iba a la Guardia Civil a poner una denuncia por lo que estaba pasando en la empresa pública Pammasa. Por eso Aguirre pidió mi cabeza y la de Juanjo Moreno». Al final Ortega cumplió las órdenes de ‘la lideresa’, destituyó a Peñas y a Moreno, convocó el Pleno para que le sustituyera Narciso de Foxá, y él se fue obedientemente en febrero de 2005 a presidir la empresa pública Puerta de Toledo, con más sueldo que cuando era alcalde de Majadahonda. Peñas y su compañero Moreno terminaron la legislatura como concejales no adscritos. «No hice caso a Cristina Cifuentes, que en otra cita me dijo que no hiciéramos ruido y que nos metiéramos en la nevera», concluye Peñas.

Obviamente, lo primero que hizo Narciso de Foxá fue cargarse a la mujer de Francisco Correa. La echó del Ayuntamiento justo un día después de la marcha de Ortega. Y empezó a marginar a Peñas y a Moreno. Durante el tiempo que fueron concejales sin grupo el Ayuntamiento les impidió participar en las comisiones informativas e incluso les negó de forma sistemática el derecho al voto. (Peñas denunció cada uno de esos Plenos, más de 100, y el Tribunal Constitucional ya le ha dado la razón en 54 sentencias, dictaminando que se vulneraron sus derechos fundamentales de participación política).

La hidra de Lerna

Un solo cuerpo, varias cabezas. La hidra de Lerna, monstruo de la mitología griega, tenía la capacidad de regenerar dos cabezas por cada una que perdía. Todas sus testas vivían en un solo tronco que les obligaba a compartir el mismo destino. Con la hidra de la corrupción pasa en cierto modo lo mismo. Algunos protagonistas de los sumarios judiciales más importantes de este país, como las cabezas de la hidra, han convivido y compartido destino, y cómo no, lucrativos negocios. En este punto del relato, la trama se pudo mezclar con otra red de corrupción que empezaba a ser incipiente en la Comunidad de Madrid.

«Francisco Granados ordenó la dimisión de ‘Willi’ [se refiere a Guillermo Ortega] pues al parecer este está cortando el conducto del dinero, quedándoselo él, sin que fluya hacia estancias superiores del partido, cosa que sí hacía su antecesor». La frase, nítida, la pronunció en octubre de 2005 un tal Raúl Calvo y fue grabada por Juan José Moreno, el otro concejal rebelde compañero de Peñas, que también tiró de grabadora. Calvo era directivo de la constructora DICO, propiedad de David Marjaliza, amigo íntimo y socio en oscuros negocios de Francisco Granados (entonces hombre fuerte del Gobierno de Aguirre). Granados y Marjaliza son los cerebros de la trama ‘Púnica’. «Marjaliza es el tapado de Paco», sentenció Calvo ante un atónito Moreno. La grabación fue entregada al juez en mayo de 2009, pero no supuso el inicio de ninguna investigación contra Granados y Marjaliza. Todo parece indicar que con la ‘Gürtel’ los investigadores tenían de sobra. Y la ‘Púnica’ dormitó en algún cajón durante años.

Tras el despido de su mujer, a Correa se le ocurrió crear un partido político llamado Corporación Majadahonda para intentar hacerse con la alcaldía y ser de nuevo el comensal principal que repartía los trozos del pastel. Correa financió durante dos años el partido, con dinero «negro». Entre noviembre de 2005 y abril de 2007 Correa pagó religiosamente los gastos de esta nueva formación, incluida una aportación mensual a Peñas. Había muchos gastos. En diciembre de 2005, por ejemplo, Corporación Majadahonda se gastó 174 euros en cinco libros que versaban sobre los delitos de prevaricación, delincuencia urbanística y delitos sobre la ordenación del territorio. Todo un catálogo de intenciones de lo que estaba por venir si finalmente Corporación Majadahonda obtenía representación municipal.

«Yo entré en política con 35 años. Era funcionario, tenía mi casa y mi familia. Yo no estoy en política desde joven chupando del bote. Yo me incorporé para servir, no para servirme. Montamos un partido en Majadahonda y al principio todo fue bien, pero cuando tienes un trato más íntimo con Correa él solito se delata. Estaba teniendo una conversación con Benjamín Vasco [exdiputado del PP en la Asamblea de Madrid, también imputado] y este le amenazaba con que no salía la operación de Arganda del Rey si no le daba sus 300 millones de pesetas (1,8 millones de euros). Y yo lo oí por teléfono. Me di cuenta de quién era esa gente. Untar y repartir. Esa noche se lo conté a mi mujer y me dijo que hiciera lo que tuviera que hacer», explica Peñas.

«Tú, un día me vas a traicionar», le espetó una vez Correa, sin sospechar que Peñas ya le estaba grabando. «No era cuestión de traicionar, sino de hacer lo correcto», incide Peñas, que empezó a grabar a Correa para recabar pruebas en febrero de 2006. Ya había llevado a Anticorrupción lo de Pammasa, pero la Fiscalía lo archivó al no tener indicios suficientes. «No quería repetir el mismo error. Necesitaba pruebas. Había que estar cerca de Correa y compañía, en mesas redondas, juntos en despachos, en sillas continuas. Era tremendo, llegaba a mi casa como si hubiera corrido un maratón. Qué tensión, por si me tocaban y notaban el bulto, por si hacía algún ruido la grabadora. Sobre todo de una persona como yo, aunque han llegado a decir que era del CNI. Hice las cosas con sentido común, pero era muy complicado. Nadie me había dicho antes cómo se hacía esto. Lo hice lo mejor que pude con la finalidad que tenía: entregarlo a la Policía. Pero lo pude hacer porque ellos tenían un halo de impunidad. Ellos creían que no hacían nada malo, que sólo era “business”». Al principio Peñas utilizó una grabadora muy rústica, una memoria USB del año 2000, muy pequeña y sencilla. Era para escuchar música, de 254 megas, pero con funciones de grabación. «Perdí muchas grabaciones porque era muy complicada. Luego a los cinco meses me compré una grabadora mejor».

Las multas de tráfico que hoy sigue recibiendo Peñas tienen en este momento del relato su explicación. Cuando Peñas empezó a grabar a Correa en el año 2006 necesitaba demostrar que a ‘Don Vito’, como le llamaban sus acólitos, no le gustaba tener ningún bien a su nombre, a pesar de que era inmensamente rico. «Por eso acepté ser el titular del vehículo, porque me lo pidió Correa. Pero yo nunca lo tuve. Era para su mujer», afirma Peñas, que se convirtió en propietario del coche el 3 de abril de 2007. El Mini Cooper había sido comprado en noviembre de 2002 por Guillermo Ortega, pero él no lo pagó. Fue un regalo de la trama. Cinco años después, en 2007, Correa le exigió el vehículo al ya exregidor como contraprestación a una deuda que el Consistorio de Majadahonda tenía con una empresa de la trama. Como Correa sabía que no la iba a cobrar, porque las arcas municipales las controlaba ya Narciso de Foxá, pidió a Ortega que le diera el coche, que al fin y al cabo había pagado él.

«Me pareció una buena manera de acreditar ante la Justicia el modus operandi de Correa». Peñas nunca utilizó el coche, que pasó directamente a Carmen. Las multas, ya van más de 110, empezaron a llegar a finales de 2009, cuando la trama ya se había destapado. Una venganza de la mujer de Correa, que no duda en infringir el tráfico sabiendo que las sanciones le llegan al traidor de Peñas. En febrero de 2010 este elevó el primer escrito al Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), el juzgado que entonces llevaba el caso, solicitando que comunicara a la DGT y al Ayuntamiento de Madrid que él nunca fue el dueño del coche y que él nunca lo ha conducido. Para ello, aportó las multas en las que claramente se identificaba como conductor a Carmen Rodríguez, un informe de la Policía que aseveraba que el coche pertenecía realmente a Correa, y la declaración policial de Carmen Rodríguez, en la que reconocía que ella era quien usaba el coche y «lo tenía en Pozuelo». No ha servido de nada. Peñas no duda en recurrir todas las multas que puede, aunque ya ha tenido que pagar algunas para que no le embarguen sus cuentas. La gran mayoría son del Consistorio de Madrid por aparcar mal, aunque hay alguna por exceso de velocidad y maniobras prohibidas. A día de hoy tiene pendientes tres juicios. El coche, aunque está embargado por la Audiencia Nacional, no está intervenido, por lo que la esposa de Correa sigue disfrutando de él. Y de qué manera.

Elecciones y cita ante la Policía

Las elecciones municipales de marzo de 2007 fueron un fracaso estrepitoso para Corporación Majadahonda, el partido tapadera de Correa, que había contado incluso con la inyección económica de varios empresarios. Obtuvo 82 votos. «He de reconocer que a todos nos gusta que nos doren la píldora. Nos habían echado del PP y Juanjo y yo queríamos seguir en política. Correa nos financió, sí, pero yo he aportado a la Audiencia más de 600 folios que acreditan todos los gastos del partido. Para Correa era importante. Habían echado a su mujer y había perdido su influencia en Majadahonda. Ellos querían ayudarme para después utilizarme, pero de eso nos enteramos después». La derrota electoral de 2007 provocó que Correa rompiera su relación con Peñas y este ya no pudo seguir grabando.

El 6 de noviembre de 2007 Peñas se presentó, junto a su abogado, en el complejo policial de Canillas, la sede central de la Policía Nacional de Madrid. Peñas era entonces un desconocido para la opinión pública, un exconcejal del PP en el Ayuntamiento de Majadahonda, pero todo lo que contó a los agentes de la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) provocó el primer temblor del terremoto que vino después: una de las mayores tramas de corrupción de la democracia española.

La segunda cita ante la Policía se produjo el 21 de noviembre. Hasta el comisario que dirigía la Policía Judicial estaba presente. «Llevé 18 horas de grabaciones, pero he de reconocer que destruí muchas cintas [llegó a grabar 80 horas]. Trataban de temas demasiados graves y no tuve el valor para guardarlas en mi casa con mi mujer y mis hijos pequeños. Otras eran inservibles por fallos técnicos o exceso de ruido». Peñas lo contó todo, al menos todo lo que sabía. Quiénes eran los colaboradores de Correa, algunos de sus testaferros, su contable, su asesor fiscal, el nombre de algunas de sus empresas tapadera, sus negocios ilícitos en algunos ayuntamientos de Madrid, dónde tiene algunas de sus propiedades a nombre de terceros, los sobornos a cargos públicos, la contabilidad ‘B’ de sus sociedades, las comisiones que recibía de algunas empresas por intermediar en adjudicaciones amañadas…, habló incluso de una grabación en la que aparece el alcalde de Boadilla, del PP, contando dinero sobre una mesa. Al final de su relato, Peñas dio 31 nombres, entre los que había importantes políticos, destacados periodistas y algún que otro empresario.

«En diciembre de 2007 Correa me llama y me cago. Seis meses sin llamarme y al mes de poner la denuncia me llama. Pensé que se había enterado porque tenía muchas amistades en la Policía. Y con dos cojones fui a la reunión de la calle Serrano 40 [una de las sedes de las empresas de Correa] con la grabadora. En un cuarto piso. Ese día fue muy duro. Me hicieron esperar una hora, pensé «aquí me quedo solo y viene un matón y me pega un tiro». Luego estuvimos tres horas hablando. Salió el tema de la Fórmula 1, muchos temas de Boadilla». Relata Peñas.

—¿Y qué quería exactamente de usted?

—Me quería ver porque la Comunidad de Madrid le debía dos millones de euros. Yo soy abogado y quería mi ayuda. A mí me faltaba una asignatura y se lo dije. Me contestó que ya me llamaría. Y luego me llamó en enero de 2008 para proponerme trabajar en la Feria de Valencia, como personal de la empresa Orange Market en la Feria, porque allí tenían muchos negocios. Le dije que no, ya había puesto la denuncia.

—¿Ha recibido amenazas?