Los de la ETA han asesinado a tu hijo - David Fernández - E-Book

Los de la ETA han asesinado a tu hijo E-Book

David Fernández

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Beschreibung

¿Qué pasó exactamente este día de 2007?

El 1 de diciembre de 2007 dos agentes de la Guardia Civil, Raúl Centeno (24 años) y Fernando Trapero (23 años), fueron asesinados por un comando de ETA en el aparcamiento de una cafetería de la localidad francesa de Capbreton. ¿Atentado premeditado? ¿Encuentro fortuito? Este libro reconstruye con ritmo de novela policiaca y el rigor de un reportaje periodístico, todas las piezas de este puzzle plagado de misterios.

Un libro fundamental para entender no solo el funcionamiento de ETA, sino también los secretos de la lucha antiterrorista en España

CRÍTICAS

- "Desgrana con fiabildad, solvencia y datos todo lo que ocurrió aquel 1 de diciembre de 2007 en que ETA acabó con la vida de los agentes de la Guardia Civil Fernando Trapero y Raúl Centeno." - Fernando Lázaro, El Mundo

- "Con un estilo áspero y directo, pero minucioso, digno de un periodismo casi extinto y alejado de las prisas de la inmediatez digital que se estila hoy, Fernández y Gutiérrez logran tirar de investigación para ordenar ese caos inconexo que es la lucha antiterrorista para el gran público. No solo eso, logran, además, dotar de humanidad a los hechos y a sus protagonistas, sin despreciarlos o ensalzarlos." - 20 Minutos

LOS AUTORES

David Fernández (Madrid, 1975) lleva casi 12 años trabajando en el diario 20 minutos, donde escribe temas de Interior. Ha colaborado con las revistas Tiempo e Interviú.

José Antonio Gutiérrez (Bilbao, 1968) es Consejero Técnico en materia de Seguridad. Su vocación por el estudio de diversos conflictos armados le ha llevado a colaborar en diferentes proyectos universitarios y formativos en materia de terrorismo. Aficionado a la buena mesa y a los puros habanos, sueña con ganar junto a su familia el concurso de tortilla de patatas de San Sebastián. No solo lo cree, sino que además presume de que el tiempo de paz ha llegado al País Vasco.

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LOS DE LA ETA HAN ASESINADO A TU HIJO

José Antonio Gutiérrez y David Fernández

primera edición: febrero de 2013

título original: Los de la ETA han asesinado a tu hijo

© José Antonio Gutiérrez y David Fernández Moreno, 2013

© Libros del K.O., S.L.L., 2013

C/ Príncipe de Vergara 261

28016 Madrid

[email protected]

www.librosdelko.com

isbn: 978-84-940348-6-2

código bic: DNJ, JPWL

diseño de colección: Rivolta (rivolta.es)

diseño de portada: Oscar Mariné

foto de portada: Carlos García Pozo

corrección: Rafael Lupiani

A Diana, Pilar, Jimena y José Antonio por su paciencia

Nota de los autores

El 1 de diciembre de 2007, dos jóvenes agentes de los servicios de información de la Guardia Civil fueron asesinados a tiros en la localidad francesa de Capbreton por tres militantes de ETA. Verdugos y víctimas desayunaron juntos en una cafetería minutos antes de que se perpetrara el doble crimen. Para reconstruir lo ocurrido aquella mañana nos hemos basado en el sumario judicial del caso, en testimonios de testigos de los asesinatos, declaraciones de familiares, amigos y compañeros de los agentes, así como de mandos de la Guardia Civil y de altos cargos del Ministerio del Interior, documentos confidenciales y opiniones de expertos. Con toda esta información hemos intentado esclarecer algunas lagunas de la historia, pero no todas las preguntas han obtenido respuesta. Hay detalles del crimen que aún permanecen oscuros, y que solo el testimonio de sus protagonistas podría desvelar. Los dos guardias civiles, Fernando Trapero y Raúl Centeno, desgraciadamente están muertos, y los terroristas, por su parte, no han colaborado ni con las Fuerzas de Seguridad ni con la justicia gala.

El juicio, que se celebrará en París (Francia) entre el 2 y el 26 de abril de 2013 ayudará, esperamos, a resolver muchas de estas dudas.

El libro no se centra únicamente en el crimen, sino que reconstruye también la vida de los agentes asesinados y de los tres etarras desde noviembre de 2006 hasta que sus destinos se juntaron en una cafetería francesa. Esta estructura nos permite familiarizarnos con los protagonistas de esta historia y reflejar cómo es la vida clandestina de los terroristas y el modus operandi de los agentes que los persiguen.

Con el objetivo de mantener una línea argumental clara, hemos dividido el libro en dos partes: en la primera nos centramos en la trama de los cinco protagonistas de Capbreton, y en la segunda abordamos las disputas internas de ETA y las negociaciones del gobierno de Zapatero. 2007 fue un año crucial y un punto de inflexión en la historia de la banda criminal. ETA rompió el alto el fuego permanente iniciado en 2006 y sufrió una profunda división interna que dañó notablemente sus estructuras y que supuso para muchos expertos el principio del fin de la banda terrorista.

En medio de este escenario, dos chavales de 23 y 24 años que tenían un trabajo sacrificado y poco común, seguramente de demasiada responsabilidad para su edad y su formación, y en el que los errores se pueden pagar con la muerte. Esta es su historia.

Primera parte

1 DESAYUNO

Sábado, 1 de diciembre de 2007

Los clientes

Llueve sobre Capbreton, un enclave turístico de 7.800 habitantes en Las Landas francesas, a 58 kilómetros de la frontera española. Es un día frío y desapacible, y la bruma envuelve a primera hora la zona próxima al único puerto deportivo con algo de glamour que hay en la Costa de la Plata. Muy cerca de los barcos amarrados y de las extensas playas acaba de abrir la cafetería Les Ecureuils (Las Ardillas), junto al centro comercial Leclerc, en una de las principales arterias de la localidad. Son las 8.30 y el gran rótulo de neón azul de la cafetería empieza ya a brillar con el despertar de la mañana.

Dos hombres y una mujer entran en la cafetería, rápido y sin saludar, a las 8.40 de la mañana. Los nuevos clientes miran alrededor y se sientan en una de las mesas más reservadas, en la sala del autoservicio. Están lejos de la barra y cerca de la puerta de entrada, protegidos de las miradas indiscretas por una especie de mampara blanca en forma de cubo, de poco más de un metro de altura. El local es bastante luminoso y las columnas tienen espejos verticales que permiten a los que están sentados cerca de ellos controlar todos los ángulos de la cafetería, que a estas horas está prácticamente desierta. Desde su sitio controlan también la entrada principal, la más próxima al aparcamiento en batería donde han dejado su vehículo, un Peugeot 307 gris, ocupando dos plazas. Aunque el local dispone de amplios ventanales, un gran tiesto de varios metros de largo con arbustos muy altos impide ver con claridad la calle.

Solo hay un cliente en esos momentos, Olivier, que suele ir a desayunar muchas mañanas. Dentro, en la cocina, Odile y Christian ya están enfrascados en sus labores, ajenos a lo que pasa fuera, entre las mesas.

Los tres clientes hablan bajo. Saioa, la chica, es bajita y menuda, con el pelo rubio y media melena recogida en una pinza. La camarera, que a esas horas observa ociosa desde la barra, se fija en su pelo teñido, en sus uñas pintadas de rosa, en los grandes pendientes de aro y en varias pulseras metálicas que producen un sonido estridente. Uno de los dos chicos, Asier, el más alto, lleva el pelo corto, perilla y una sudadera demasiado grande. El otro, Mikel, un poco más bajo y de complexión fuerte, camufla su poco pelo en una gorra y parece mayor que sus dos amigos. Viste vaquero azul y chaqueta marrón, con unas gafas de pasta blanca.

Delphine se percata enseguida de que son españoles. Asier se acerca a la barra y pide un café, dos chocolates bien calientes y un cruasán. Repite dos veces la palabra chocolate, porque la primera vez lo ha dicho en español y la camarera no le ha entendido. Para pedir el cruasán, se limita a señalar con el dedo la bandeja de repostería. Aunque el local es de autoservicio, Delphine decide servirles en la mesa porque no hay más clientes y de momento no tiene mucho trabajo. Se fija otra vez en su aspecto: un poco desaliñado, parecen cansados.

Delphine acaba de servirles y ya ha regresado a la barra del bar cuando la puerta electrónica detecta movimiento y se abre. Aparecen dos nuevos clientes, muy jóvenes, que han dejado su coche al lado del Peugeot 307 mal estacionado. Entran hablando entre ellos en español y se dirigen directamente a la barra. Saludan a la camarera y piden, en francés, dos cafés: uno con leche, y el otro solo, porque uno de ellos odia la leche caliente. Abonan sus consumiciones en el acto (el ticket marca las 8.53 horas) con un billete de diez euros. Es la costumbre, pagar nada más pedir por si ambos tienen que interrumpir el desayuno y salir apresurados. Su llegada no ha podido pasar desapercibida para los otros tres clientes que ya están tomando algo en la mesa protegidos por la mampara. La cafetería está vacía y se escucha hasta el mínimo ruido. A esas horas apenas hay tráfico en el exterior y dentro no hay ninguna radio encendida o aparato de televisión que mitigue las conversaciones.

Hoy hay seis clientes en la cafetería, y cinco de ellos vienen de España, piensa Delphine. Qué casualidad. Cuántos turistas para ser diciembre. Pero sus pensamientos se desvanecen cuando saluda a Corinne, una clienta habitual que acaba de entrar.

Los dos chicos ponen los cafés en una bandeja y se aproximan a una mesa con altos butacones de plástico burdeos, situados junto a la pared de la salida, muy cerca de la puerta y de un ventanal que da al aparcamiento. Desde allí controlan todo el movimiento delante de ellos, puertas, ventanas y baños. Se acomodan bajo un cuadro de pescadores y del retrato de un surfista a punto de ser atrapado por una ola.

Raúl Centeno Bayón, 24 años; y Fernando Trapero Blázquez, 23 años, se disponen a desayunar por última vez.Están en el lugar equivocado en el peor momento posible.

2 SAIOA, JEFA DE COMANDOS

Diciembre de 2006, un año antes de Capbreton...

...Saioa Sánchez está de compras en el centro comercial de Lejona. Ha regresado hace poco de Francia, cruzando la frontera en bicicleta, una forma aparentemente llamativa, pero muy discreta de pasar desapercibida en un posible control de la Guardia Civil. Le acompaña Aritz (alias ‘Artito’), con quien matiene una relación sentimental. Viven juntos desde hace un mes en la casa que él tiene en Elorrio. Es el 23 de diciembre de 2006 y hacen cola para pagar las mochilas con las que recogerán unos explosivos que han dejado abandonados en un zulo de Amorebieta (Vizcaya).

Llega su turno y Aritz, joven e inexperto, comete un error de principiante: pagar con su tarjeta de la Caja Rural Vasca.

Otro error en una cadena de fallos que ha comenzado la noche anterior, cuando Aritz y Saioa, junto a otros dos etarras, ‘Jon’ y ‘Txester’, acudieron al zulo oculto en un paraje boscoso cercano al merendero de Amorebieta para aprovisionarse con varios kilos de explosivos. Pensaban preparar un coche bomba que harían estallar en Burgos. Mientras trasladaban los explosivos desde el zulo al coche aparcado en el merendero, fueron iluminados por los faros de otro vehículo y, ante el temor de haber sido sorprendidos, decidieron abortar la operación: cargaron apresuradamente algunas mochilas más (Saioa «se llenó de amonal hasta las cejas, pero la dio igual», relataría después ‘Jon’ a la Policía), pero dejaron un bidón lleno de nitrato y aluminio mal escondida en un agujero entre los matorrales, sin camuflaje y apenas a cinco metros de la valla de madera que limita el merendero. También abandonaron la remachadora utilizada para sellar los bidones, con las huellas de Aritz.

Aun así, deciden regresar al día siguiente para terminar el trabajo. Después de todo, es probable que el vecino que les alumbró la noche anterior no sospechase nada y no avisara a la policía. Pero se equivocan. Después de comprar las mochilas, Saioa y Aritz descubren que el merendero está acordonado por la Ertzaintza. Seguir el rastro de los explosivos ha resultado muy fácil para los perros adiestrados de la policía, porque los etarras han dejado el merendero lleno de restos de amonal. La Ertzaintza analiza también la remachadora y es solo cuestión de tiempo que localice la casa de Aritz y descubra en ella un montón de matrículas falsas con las huellas de ‘Txester’. El comando, que ha cometido todos los errores posibles en las últimas 24 horas, toma la primera decisión sensata: huir.

El grupo se divide: ‘Jon’ y ‘Txester’ por un lado, Aritz y Saioa, por otro.

Un terrorista muy discreto

El 24 de diciembre, un día después de que fuera descubierto el zulo de Amorebieta, Asier no pasa a recoger a su hermana para ir a cenar a casa de sus padres. Tampoco aparece ni da señales de vida al día siguiente, día de Navidad. Así que son sus propios padres, alarmados por no tener noticias suyas, quienes denuncian su desaparición a la Ertzaintza.

‘Jon’ y ‘Txester’ pasan los primeros días ocultos en casa de un amigo. Pero el 30 de diciembre se enteran por los medios de comunicación de que ETA ha hecho estallar una bomba en la T4 de Barajas, y el amigo les pide que se marchen.

El 4 de enero de 2007, ‘Jon’ y ‘Txester’ se sienten vigilados y abandonan un Land Rover en Atxondo, muy cerca de Ermua, en una zona de caseríos aislados en las faldas del monte Anboto. Los artificieros encontrarán un bidón con 180 kilos de explosivos que habían conseguido llevarse del zulo de Amorebieta.

Quieren llegar a San Juan de Luz, en el País Vasco francés, para ponerse en contacto con la banda. El rastro de ‘Txester’, que lleva varios días huyendo con un chubasquero rojo, no es difícil de seguir y pronto son avistados por los cuerpos de seguridad. Tras pasar una noche en una caseta de pastores en el bosque bajan, cansados y sucios, a desayunar en Ascain (Francia). Allí serán detenidos mientras apuntan en un papel el número móvil de un taxista que ofrece sus servicios en una pared.

Para Asier Larrinaga Rodríguez, de 25 años, alias ‘Txester’, es el fin de su breve carrera etarra. Larrinaga es un aprendiz de terrorista muy peculiar, alejado del perfil de sospechoso habitual del entorno proetarra. Hijo de una familia de joyeros del Casco Viejo de Bilbao, era un chaval sin antecedentes policiales ni judiciales, que no iba a manifestaciones ni acudía a actos abertzales. Larrinaga era un fichaje del gusto del jefe etarra ‘Txeroki’, obsesionado por evitar las infiltraciones en su organización terrorista y deseoso de reclutar nuevos activistas que no estuvieran fichados por la Policía.

Objetivo: Santander

Saioa y Aritz llegan a Éibar el día de Nochebuena y al día siguiente toman un taxi hacia Oiartzun. Duermen en los rellanos de los últimos pisos de los edificios cuyos portales encuentran abiertos. Después se dirigen al Parque Natural de Peñas de Haya y durante los primeros días de 2007 deambulan por varias localidades, durmiendo en el monte a la intemperie hasta que, a mediados de enero, logran pasar a Francia, cruzando tranquilamente el puente de Santiago que separa Irún y Hendaya.

Saioa y Aritz consiguen contactar con la dirección de ETA, que les proporciona dos pisos francos en Hendaya y en Limoges1, donde la pareja recibirá un rápido curso de armas y explosivos, actividad que compaginan con el aprendizaje de francés, la lectura y el deporte. En abril se les une un tercer etarra, Eneko Zarrabeitia Salterain, alias ‘Sorgin’, lider del nuevo comando Larrano, un nombre ya utilizado por la banda terrorista durante su campaña de atentados en Andalucía en 1996.

Tras recibir las últimas instrucciones de boca del mismo ‘Txeroki’ el 29 de junio de 2007, Aritz y Saioa, vestidos con ropa deportiva, cruzan de nuevo la frontera española montados en bicicletas compradas un día antes en el Decathlon de Dax (Aritz llegó a disputar varios campeonatos de España y hubiera tenido cierto futuro en el ciclocross si no hubiera dejado el manillar por las bombas). Se dirigen hacia el camping de Laredo, en Cantabria.

Las órdenes de ‘Txeroki’ son sellar con una bomba el final del alto el fuego permanente anunciado oficialmente el 5 de junio de 2007 en el diario Berria (una mera formalidad burocrática de los terroristas que, recordamos, habían matado a dos personas en Barajas en diciembre de 2006). El primer objetivo era Getxo, pero se descartó porque Aritz y Saioa están demasiado ‘quemados’ para moverse por esa zona. Así que la elegida es Santander. Cantabria y su capital es un objetivo recurrente de ETA. La banda terrorista ha atentado 28 veces en varios municipios de esta comunidad desde 1969. El último ataque fue en Santoña en marzo de 2006. Y en abril de 2007 tres etarras habían sido detenidos en Sheffield, al norte de Inglaterra, cuando se dirigían a Santander. Los tres pertenecían a un ‘talde’ (grupo) de reserva de la banda y vivían de alquiler en el Reino Unido desde octubre de 2006.

Una vez en Santander y con los explosivos en su poder, Aritz, Saioa y Eneko deberán robar un vehículo y montar un coche bomba. Hay varios objetivos que escoger: los nuevos juzgados, la sede principal del Banco Santander, la comisaría de Policía o la plaza del Ayuntamiento. Finalmente optan por dejarlo en el aparcamiento subterráneo público próximo al Ayuntamiento, junto al mercado de la Esperanza.

Veraneante con pistola

El 10 de julio de 2007 la pequeña estación de autobuses de Santander está llena de turistas. En una de las dársenas subterráneas de la estación, esperando la salida del bus a Laredo, pasea un joven visiblemente nervioso. Se trata de Aritz, y en su mochila veraniega hay una pistola Smith and Wesson modelo Springfield Ma USA de color negro con 16 cartuchos 9 milímetros (robada en octubre de 2006 en una armería de la localidad gala de Vauvert), un plano de carreteras de España y Portugal, un callejero de Santander y 1.410 euros en efectivo.

Después de una mañana de inspección en Santander, Aritz recibe la llamada de su compañero de comando Eneko Zarrabeitia comunicándole que «todo está solucionado», en referencia a la cita que ambos deben mantener esta misma noche en el depósito de aguas de la ciudad de Colindres, junto a Laredo, donde otro miembro de ETA les entregará 50 kilos de explosivos.

Interior ha activado el nivel 2 de la alerta terrorista, y los agentes tienen órdenes de hacer unas cuantas identificaciones rutinarias ese día. Aritz hace y deshace el mismo camino varias veces, parece nervioso y su presencia termina por despertar las sospechas de una pareja de policías en prácticas, que se acerca a pedirle la documentación. El etarra les muestra su DNI, una falsificación a nombre de Eder Yugueros Presa. La falsificación es buena pero no lo suficiente y Aritz es llevado a una pequeña sala que la Policía Nacional tiene habilitada en la estación. Está perdido. El contenido de la mochila le delata. Además de la pistola, los mapas y el dinero, lleva un temporizador con el anagrama de ETA. Aritz confiesa. «Sí, soy miembro de ETA».

¿Dónde está Saioa?

¿Y Saioa, la novia de Aritz? ¿Está también en la estación y ha visto la detención de su chico?, ¿o esperaba en un camping cercano a Santander? Los investigadores aún no han dado respuesta a estas preguntas, pero sospechan que no estaba con él en el momento de la detención.

En solo unas horas de interrogatorio ‘Artito’ confiesa sus reuniones con ‘Txeroki’, cómo ha llegado a España y cuáles son sus objetivos en Santander. Por ‘cantar’, menciona incluso a sus compañeros de comando: a su novia Saioa y a Eneko. Confiesa que las reuniones de seguridad de su comando se iban a mantener en el depósito de aguas de Colindres y que el temporizador incautado iba a ser utilizado por si decidían dividir los 50 kilos de explosivos en dos cargas de 25 kilos. El comando debía volver a Francia el 9 de septiembre y reunirse en la ciudad de Bergerac. Demasiados detalles. A ‘Artito’ le viene grande el papel.

Pero a pesar de la cantada («solo le ha faltado decir qué es lo que ha comido ese día y cuándo fue la última vez que meó», recuerda un policía), es demasiado tarde. La detención de Aritz ya está en todas las noticias, y Saioa abandona rápidamente el camping Derby de Laredo.

El dispositivo de búsqueda corresponde a los servicios de Información de la Policía Nacional, que ignora que la Guardia Civil ha puesto en marcha otro operativo paralelo.

Dos operaciones simultáneas que, de haber estado coordinadas, podrían haber cambiado el rumbo de los acontecimientos en Capbreton cinco meses después.

El día después de la detención de Aritz, varios equipos del Grupo de Acción Rápida de la Guardia Civil (GAR) establecen controles en puntos fronterizos como Fuenterrabía e Irún, las dos zonas más probables de huida si Saioa y Eneko deciden volver a Francia.

La Policía Nacional solo dispone de una foto de DNI de Saioa: una imagen aniñada de una jovencita morena de media melena con aire angelical tomada cuando tenía 20 años. La Guardia Civil posee otra imagen de Saioa mucho más reciente, pero no la compartirá con la Policía Nacional. Quieren ser ellos quienes detengan a la etarra y apuntarse un tanto muy valiososo ante el ministro del Interior en su soterrada y poco conocida rivalidad con la Policía Nacional.

El gran hermano de la Guardia Civil

¿Cómo habían conseguido esas fotos? La Guardia Civil empezó en el año 2000 a elaborar una compleja base de datos, bautizada como BASE SI, con información de gente joven afín a la izquierda abertzale y a los movimientos sociales proetarras, como Segi, Haika, Jarrai o Etxerat. En esta base de datos, que ha llegado a albergar a unas 150.000 personas, de las que 85.000 están fichadas con imágenes, había fotos de Saioa tomadas a principios de 2005 en actos de protesta organizados por Batasuna.

Amaiur ha denunciado que muchas de estas fotos son tomadas de forma ilegal en controles de carretera.2

Esta amplia base de datos le ha servido a la Guardia Civil para realizar un filtro operativo que incluye a personas y a vehículos de interés en la lucha contra ETA. En 2007 la Guardia Civil había seleccionado 3.700 nombres, clasificados en cinco niveles. El nivel 5 incluye a los que ya han ingresado en ETA, con antecedentes y con órdenes judiciales de búsqueda y captura. Si la Benemérita se topa con ellos, tiene que detenerlos en el acto. El nivel 4 reúne a 208 personas catalogadas como «potencial de ingreso en ETA muy alto». Son, sin duda, la reserva de la banda, el ‘banquillo’ de donde tirar en tiempos difíciles, personas que podrían ingresar en ETA en un futuro cercano y que por tanto hay que vigilar.

Intercambio de cromos

El 11 de julio de 2007, un equipo de coches camuflados del GAR controla los puentes de Behobia y Santiago en la frontera de Irún. Mientras, el puente de la autopista AP-8 está cubierto por patrullas uniformadas, porque es poco probable que los terroristas pasen por aquí. Hay más agentes de paisano en el Euskotren con destino a Hendaya. La Policía Nacional ha diseñado un operativo parecido y en el puente de Behobia se produce un hecho que roza lo esperpéntico. Allí se encuentran dos equipos, uno de la Policía y otro de la Guardia Civil.

—«Qué, vosotros también estáis buscando a la hija de puta»—, pregunta un policía que viaja en coche camuflado.

—«Ya ves, todos a lo mismo»—, responde un agente de los GAR.

—«¿Y esa foto?, ¿es Saioa?»—. Los ojos del policía se fijan rápidamente en la foto de la chica que los dos guardias civiles tienen en el salpicadero de su vehículo.

—«Pues sí».

—«Pero si no se parece en nada a la que nosotros tenemos, que es la del DNI»—, exclama el policía. «¿Oye, os importa si le hago una foto a la que vosotros tenéis?».

—«Claro»—, contestan los guardias civiles tras un momento de duda.

El policía saca su móvil y hace una foto a la imagen de Saioa. Algo es algo. Un acto tan sencillo como este va a provocar dentro de poco una tormenta dentro de la Guardia Civil. Horas después, ya por la tarde, los equipos del GAR reciben la orden de abortar el dispositivo de búsqueda y volver al ‘Bernabéu’, nombre clave del cuartel de Intxaurrondo, la principal base de la Guardia Civil en San Sebastián y en todo el País Vasco. Todos los equipos que han participado en ese operativo son reunidos delante de un alto mando. Alguien se ha ido de la lengua y los mandos saben que agentes de la Guardia Civil han pasado la foto de Saioa a la Policía Nacional. Lo que en un principio parece un acto de colaboración normal entre dos cuerpos policiales que persiguen a la misma persona no ha sentado nada bien en la cúpula de la Benemérita. De hecho, se abrirá una investigación interna para averiguar quiénes son los solícitos agentes que han ‘filtrado’ la foto a la Policía Nacional.

Esta disputa por el control exclusivo de ciertas informaciones no ayudó en nada a la detención de Saioa y Eneko, que consiguieron huir a Francia. «En aquellos años, la colaboración entre los dos Cuerpos brillaba por su ausencia. ¿Se pudo hacer más de lo que se hizo en este operativo? Nunca lo sabremos», explica un veterano agente antiterrorista de la Guardia Civil.

Comando Otazua

Por una mezcla de luchas internas de los cuerpos de seguridad y de habilidades de Saioa, posiblemente ayudada por simpatizantes y miembros de la banda, la etarra logra cruzar la frontera y refugiarse, de nuevo, en Francia.

Sabemos que pasa un tiempo escondida en un piso de la avenida Reina Victoria de Biarritz y que en algún momento recibe la orden directa de ‘Txeroki’ de que vuelva a cruzar España a reactivar el comando Otazua3, que ella misma había reclutado y puesto en marcha a principios del 2006.

Dos parejas forman este comando: Iñigo Zapirain y su novia Beatriz Etxebarria por un lado, y Lorena López y su novio Daniel Pastor, por otro. Cuatro chicos corrientes con el historial limpio y un trabajo convencional: camarero, albañil, conserje... Daniel y Lorena, por ejemplo, viven en Galdácano, en las inmediaciones de Bilbao. Él alterna etapas de paro con trabajos puntuales reparando fachadas. Su chica trabaja esporádicamente como conserje en el Ayuntamiento de Bilbao. Beatriz Etxebarria trabaja en una herriko taberna e Iñigo Zapirain en el sector del metal. Ninguno tenía antecedentes, y solo uno, Iñigo Zapirain, aparece en la base de datos de la Guardia Civil.

En total, desde 2007 hasta su desarticulación en marzo de 2011, el comando campará a sus anchas por cinco comunidades autónomas (País Vasco, Castilla y León, Navarra, La Rioja y Cantabria), y cometerá un total de 13 atentados, entre ellos la potente bomba en la casa cuartel de Burgos en julio de 2009, el asesinato del inspector de Policía Eduardo Puelles (19 de junio de 2009) y el militar Luis Conde (22 de septiembre de 2008). En la documentación incautada a este comando apareció una hoja manuscrita con datos del industrial vizcaíno Ricardo Benedí (elegido mejor empresario vasco en 2004) bajo el encabezado «ejecutable». Benedí había hecho públicas las cinco cartas de extorsión que ETA le había enviado. Siempre se negó a pagar.

El 9 de octubre de 2007, el comando intenta asesinar a Gabriel Ginés Colas, escolta del edil socialista de Galdácano Juan Carlos Domingo Galíndez. La bomba lapa colocada en los bajos de su Renault Megane estalla a las 13.25 horas, cuando el coche circula por la calle Zamácola, en el barrio bilbaíno de La Peña, justo enfrente de un parque infantil. La explosión provocó heridas graves al escolta que tardarían 295 días en curarse. La bomba lapa la había facilitado Saioa, que se mueve por España con total impunidad.

Una terrorista impulsiva

La policía siempre definió a Saioa como una «terrorista impulsiva y con sed de venganza», sobre todo tras la detención de su novio Aritz, pero con escasa preparación a la hora de dirigir comandos operativos en España.

«Se puede decir que para Saioa Sánchez pertenecer a ETA era casi un anhelo, un sueño», señala la misma fuente. Y parece que en 2007 sus sueños se están cumpliendo: la joven Saioa se ha convertido en una de las etarras más mediáticas y desde julio de 2007 su rostro aparece en miles de carteles. Ya no es una adolescente que se limita a participar en las concentraciones de Segi, ya no es la hija en paro que ayuda a su madre enferma en la casa familiar de Berango. Atrás queda la época en que viajar a Lisboa para participar en una concentración frente a la embajada española o ir a visitar a presos etarras a la cárcel suponía una aventura. Al igual que muchos otros amigos de cuadrilla, Saioa es ahora una activista de ETA en la clandestinidad, como Lexuri Gallastegui4; o como los hermanos Arkaitz y Zigor Goikoetxea5.

El 14 de julio de 2007 Saioa cumple 26 años y sus amigos no se olvidan de ella: en la página 14 del suplemento Zorionak del diario Gara, se ve la imagen de un grupo de personas portando fotos de presos de ETA y una pancarta más grande que rezaba «Zorionak Saioa. Eutsi gogor» (Felicidades Saioa. Mantente fuerte).

Ha sido un año intenso: huida de Amorebieta, huida de Santander, reactivación de un comando y ascenso en el escalafón de la banda. ‘Txeroki’ ha depositado grandes esperanzas en ella y la llama de vuelta a la retaguardia francesa: a mediados de octubre de 2007 Saioa se oculta en un piso franco de Neuilly Le Real, después en Messanges, y luego en Toulouse. Es su último destino antes de ir a desayunar una mañana de diciembre a una cafetería de Capbreton.

3 EL EJÉRCITO DE ‘TXEROKI’

Garikoitz Azpiazu, alias ‘Txeroki’, se crió en el barrio obrero de Santutxu, el más poblado de Bilbao, y fue un alumno aplicado que no llamaba la atención. Uno de sus profesores en la ikastola Karmelo, donde entró a estudiar en 1977, fue el histórico dirigente de HB Tasio Erkizia. En el instituto Gabriel Aresti recibió clases de la ex dirigente socialista Gotzone Mora, que con el tiempo se convertiría en objetivo «ejecutable» de la ETA de ‘Txeroki’.

Durante su juventud no se metió en problemas y mantuvo un perfil discreto. Tenía el pelo largo, pendientes de aro y unas abultadas patillas que le identificaban a la moda borroka y que le valió su primer apodo, ‘Gary patillas’, pero evitaba participar en actividades de violencia callejera, porque no quería estar bajo los focos de las Fuerzas de Seguridad. En 1991 se presentó a los exámenes de Selectividad, donde sacó una nota de 6,3. Su futuro parecía otro y el joven Garikoitz Azpiazu optó por matricularse en el Instituto Vasco de Educación Física (IVEF) de Vitoria. Con 19 años, frecuentaba zonas calientes del Casco Viejo de Bilbao, escenarios de muchos actos de violencia callejera, donde ETA se ha nutrido siempre de jóvenes activistas.

Mientras el Gobierno de Aznar dialogaba con ETA (septiembre 1998-diciembre 1999) Garikoitz Azpiazu se alineó con los grupos de la izquierda abertzale que criticaban la negociación. Esa etapa de su vida coincidió con la separación de sus padres, Josu y Ana, quienes, a pesar de sus ideas independentistas, vieron con muy malos ojos el acercamiento de su hijo hacia el mundo etarra. Josu Azpiazu trabajaba entonces en una compañía eléctrica, y su madre compaginaba varios empleos como dependienta en comercios bilbaínos.

Garikoitz se unió a ETA junto a una generación de jóvenes para los que no había supuesto ningún trauma que se rompiera la esperanza de una salida negociada al conflicto vasco. Guiados por la filosofía de Javier García Gaztelu, alias ‘Txapote’, el jefe de ETA más sanguinario, la violencia era el único discurso. En diciembre de 2001 Garikoitz (que utilizaba entonces el alias de ‘Arrano’) fue identificado como uno de los miembros del nuevo comando K-Olaia6, el mismo que en febrero de 2002 atentó con un coche bomba contra el dirigente de las juventudes socialistas de Euskadi, Eduardo Madina.

Días después, el 28 de febrero de 2002, el comando del entonces apodado ‘Arrano’ colocó una bomba dentro de un carrito de la compra oculto en una de las calles de acceso al Ayuntamiento de Portugalete (Vizcaya). El objetivo era la concejala Esther Cabezudo y su escolta. Solo la suerte y la impericia de los etarras evitó que se produjera una matanza. La bomba, con 20 kilos de titadyne, hirió a 20 personas y provocó daños en 241 pisos y 22 vehículos. La edil y su escolta salvaron la vida porque ese día decidieron pasar por la acera contraria de donde se había colocado el carrito. Pero ‘Arrano’ no asumió la culpa y se mostró crítico con sus compañeros en una carta-informe enviada a la cúpula etarra en Francia. Rezaba así: «Carrito de la compra: 20 kg. DZ + cordón. En una caja, preparada para cogerla al ir coche. Lo pusieron el lunes y el miércoles, y una vez no pasó y la otra vez no se pudo activar porque pasaba mucha gente. Al final, el jueves decidieron colocarlo como consecuencia de la cantada que habían dado el último día, a pesar de pasar lejos y a pie. El carrito estaba bien puesto, pero al no ser la caja de metal se movió hacia atrás. Hecho con el mando. Prepara OLAIA y JT poner. Bolsa de Bilbao: 20 Kg. caja reforzada 2 chalecos modelo camicace. Las conexiones mal hechas. OLAIA».

Un miembro del comando llegó a declarar a la Ertzaintza después de su detención que ‘Arrano’ era un temerario. El 12 de enero de 2002, primer sábado de rebajas, el K-Olaia había colocado un coche bomba en la confluencia de las calles Alameda Mazarredo y Gran Vía, en Bilbao, que explotó a las dos menos cuarto de la tarde provocando 12 heridos y el caos en el centro de la ciudad. ‘Arrano’ se compró una camiseta del Athletic Club para pasarse por el lugar del atentado y ver los daños y reacciones que había provocado. «Luego llegó a casa diciendo que le podían haber filmado un montón de cámaras de televisión y que tenía que cambiar de aspecto».

El terrorista grafómano

‘Arrano’, un recién llegado a la banda, no toleraba los fallos de nadie, y no dudaba en reflejarlos por escrito. Le encantaba escribir informes. El 16 de octubre de 2002 era detenido en Francia el entonces jefe militar Juan Antonio Olarra Guridi (el etarra que en 1995 intentó asesinar a José María Aznar en Madrid), junto a su novia Ainhoa Múgica Goñi. En el vehículo, Olarra llevaba documentos con reflexiones de ‘Txeroki’ sobre la posición política y militar que debía adoptar la organización, sobre la responsabilidad y el papel que debían tener «los formadores de ETA» con los miembros clandestinos de la banda y una lista en la que pedía al aparato militar armas, explosivos y documentación falsa.

La Guardia Civil cree que en 2003, ‘Arrano’ formaba ya parte de la jefatura de ‘Trebaketa’, uno de los aparatos de ETA encargados de formar a los nuevos activistas que llegan a Francia. La Policía francesa decomisó ese año varios documentos y cuadros de contabilidad de ‘Trebaketa’ elaborados por el propio Garikoitz Azpiazu, que en aquella época se hace llamar con el alias ‘Tinko’. La labor didáctica de ‘Tinko’ en esos años es ingente. En diciembre de 2003 la Policía gala encuentra en un piso franco en la zona de Las Landas otro documento titulado Balística sobre la manipulación de armas y municiones. El autor, el prolífico ‘Tinko’.

En los meses convulsos que siguieron a la detención de Juan Antonio Olarra Guridi en 2002 y de su sucesor Ibón Fernández de Iradi, alias ‘Susper’, en 2003, Garikoitz Azpiazu, apoyado por ‘Ata’ (ver siguiente capítulo) hizo públicas sus quejas contra la dirección de ETA por la «falta de ekintzas (atentados)» y por la falta de seguridad interna, que se había traducido en fuertes golpes policiales.

Esta agitación interna, bautizada como «crisis ESA» (la crisis de ‘Ekintza Saila’) contó con el apoyo de mandos intermedios de la jefatura militar. El entonces número uno de la banda y máximo dirigente del aparato político, ‘Mikel Antza’, reaccionó al motín sin demasiada dureza: Garikoitz y ‘Ata’ comparecieron ante el ‘Zuba’ (el comité ejecutivo de ETA) y fueron obligados, como marca la tradición de un régimen marxista, a hacer autocrítica y, en definitiva, a retractarse de sus palabras.

No obstante, el destino empezó a jugar a su favor. Los éxitos de las operaciones policiales auparon a Garikoitz, que subió un peldaño más en el escalafón etarra cuando el 9 de diciembre de 2003 caía el jefe de los comandos, Gorka Palacios Alday. En abril de 2004, fueron arrestados Félix Ignacio Esparza Luri, alias ‘Navarro’, máximo responsable del aparato logístico; y Félix Alberto López de Lacalle, alias ‘Mobutu’, número dos de ETA en esa época. El 3 de octubre de ese mismo año son detenidos en Francia los máximos responsables de la organización: Mikel Albizu, alias ‘Mikel Antza’, y Soledad Iparraguirre, alias ‘Anboto’, su sanguinaria mentora (con 15 asesinatos a sus espaldas), responsable de los comandos legales y de la gestión del ‘impuesto revolucionario’. El ascenso de Garikoitz Azpiazu es ya imparable, tiene el camino expedito. Es en esta época cuando adopta el nombre de ‘Txeroki’. Su primera orden como jefe de los comandos etarras es enviar a Madrid una furgoneta con 506 kilos de cloratita y 30 kilos de dinamita. ‘La caravana de la muerte’, como la prensa bautizó este plan, fue interceptada en febrero de 2004 por la Guardia Civil en Cañaveras (Cuenca). ‘Txeroki’ se enteraría en octubre de 2004 de la detención de la que era su chica antes de pasar a la clandestinidad, Amaya Urizar de Paz, de 22 años. La joven no saldría de la cárcel hasta cinco años después. ‘Txeroki’ sustituyó el amor de Amaya por el de Leire López Zurutuza, una exconcejal de Batasuna captada por el propio ‘Txeroki’ en septiembre de 2004 para formar el comando Zapa.

‘Txeroki’ quiere imponer en esos años una nueva estrategia y cometer atentados mucho más duros contra sectores nacionalistas, a los que apenas se había amenazado hasta ese momento. Pero su poder no es omnipotente. En febrero de 2005 la Guardia Civil detiene en Basauri (Vizcaya) a Javier Pérez Aldunate, alias ‘Dantxari’, a quien ‘Txeroki’ ha entrenado como francotirador para que intente matar al Rey. Se le interceptó información muy sensible sobre el presidente del PP de Vizcaya, Antonio Basagoiti, y sobre el portavoz del PSE en el Parlamento de Vitoria, Rodolfo Ares, junto a órdenes por escrito de ‘Txeroki’: «Aunque el ambiente está enrarecido, no hay nada y tenemos que poner muertos encima de la mesa. Cuanto antes. Tenemos que poner patas arriba a un enemigo uniformado, da lo mismo el uniforme y dónde. En esta situación quedará de la hostia y nos dará mucha fuerza (...) Más aún cuando el enemigo se estaba regocijando en la debilidad de la organización y cuando la confianza de nuestra gente está en crisis».