Introducción al modelo de los sistemas de la familia interna - Richard C. Schwartz - E-Book

Introducción al modelo de los sistemas de la familia interna E-Book

Richard C. Schwartz

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Beschreibung

La terapia con Sistemas de la Familia Interna® es uno de los enfoques en psicoterapia de crecimiento más rápido. A lo largo de los últimos veinte años se ha convertido en una manera de entender y tratar los problemas humanos que resulta potenciadora, eficaz y no patologizante. Sistemas de la Familia Interna® (IFS) implica ayudar a las personas a sanar a través de una nueva forma de escuchar en su interior a las diferentes "partes" —sentimientos o pensamientos— y liberarlas en el transcurso de tal proceso, de creencias, emociones, sensaciones e impulsos extremos que limitan sus vidas. Según vayan liberándose las personas de sus cargas, irán teniendo un mayor acceso al Self, nuestro recurso humano más valioso, por lo que estarán en mejores condiciones de dirigir sus vidas desde ese lugar centrado, seguro y compasivo. En este libro, Richard Schwartz, quien desarrolló el modelo de Sistemas de la Familia Interna®, nos presenta sus conceptos básicos y métodos a seguir, empleando para ello un estilo comprometido, comprensible y personal. Los terapeutas encontrarán que el libro profundiza en la apreciación que tienen del modelo IFS y servirá de ayuda a sus clientes para poder comprender mejor qué es lo que están experimentando durante la terapia. El libro incluye además ejercicios factibles que facilitan el aprendizaje.

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Dedicado a

Regina “Reggie” Goulding

1954–2001

Que su espíritu continúe siendo nuestro guía

INTRODUCCIÓN AL MODELO DE

Los sistemas de lafamilia interna®

INTRODUCCIÓN AL MODELO DE

Los sistemas de lafamilia interna®

Dr. Richard C. Schwartz, Ph.D.

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Título original: Introduction to the Internal Family Systems ModelSM

Copyright © 2001 Richard C. Schwartz, Ph. D.

Publicado originalmente por Trailheads PublicationsTM

(División de publicaciones de The Center for Self Leadership, P.C.)

© 2015 EDITORIAL ELEFTHERÍA, S.L.

Olivella, Barcelona, España

www.editorialeleftheria.com

Primera edición: Noviembre 2015

© De la traducción: The Center for Self Leadership, P.C.

Ilustración de cubierta: iStock.com/Elenarts

Maquetación y diseño: Rebeca Podio

ISBN: 978-84-944084-8-9

Otros libros de Richard C. Schwartz como autor o como coautor

Internal Family Systems Therapy

Guilford Press

You Are the One You’ve Been Waiting For: Bringing Courageous Love to Intimate Relationships

Trailheads Publications

Family Therapy: Concepts and Methods

Allyn and Bacon

The Mosaic Mind: Empowering the Tormented Selves of Child Abuse Survivors

Trailheads Publications

Metaframeworks: Transcending the Models of Family Therapy

Jossey-Bass

Handbook of Family Therapy

Contenido

Capítulo uno: El Modelo de los Sistemas de la Familia Interna

Ejercicios

Capítulo dos: El Self

Viaje hacia el Self

La persona liderada por el Self

Cualidades del Self

Ejercicios

Capítulo tres: Partes

Luchando con los enemigos internos

La multiplicidad normal de la mente

Partes sanas liberadas de sus roles extremos

La posibilidad de la bondad

Ejercicios

Capítulo cuatro: Exiliados, Directivos y Apagafuegos

Exiliados

Directivos

Apagafuegos

No más apagafuegos, ni directivos, ni exiliados

Capítulo cinco: El Cliente de IFS

Apéndice A: Resumen del modelo IFS

Apéndice B: Glosario de IFS

Apéndice C: Lecturas seleccionadas de IFS

Bibliografía

Capítulo UnoEL MODELO DE LOS SISTEMAS DE LA FAMILIA INTERNA

¿Ha escuchado alguna vez a alguien decir: “Antes de poder amar a alguien, debo aprender a amarme a mí mismo” o “Mi problema es que me falta autoestima” o “No quería hacerlo, pero no pude evitarlo?” ¿Cuál es ese Self que necesitamos aprender a amar y a estimar y por qué resulta ello tan difícil? ¿Quién es ése que nos hace hacer cosas que realmente no queremos hacer? ¿Nos perseguirá para siempre esa voz crítica existente en nuestra cabeza que nos pone todo tipo de apodos? ¿Existe alguna forma mejor de afrontar esa sensación de inutilidad que sentimos en el fondo de nuestro estómago? ¿Cómo podemos reducir el volumen de ese ruido interno que nos mantiene en un estado de ansiedad y distracción?

El modelo del Internal Family Systems (IFS) (Sistemas de la familia interna) dispone de un conjunto de respuestas frente a dichas interrogantes que ayudan a las personas a relacionarse consigo mismas de una manera diferente-amándose a sí mismas. Nos ofrece pasos concretos que podemos dar para lograr un mayor control sobre nuestras reacciones impulsivas o automáticas. Este modelo ayuda a transformar esa voz interna crítica en una voz de apoyo y a eliminar sentimientos de inutilidad. Es capaz, además, no solamente de reducir ese ruido interno en nuestra mente sino que, también, de crear una atmósfera interna de luminosidad y paz, aportando una mayor confianza, claridad y creatividad en nuestras relaciones.

En el modelo IFS conseguimos esto logrando primero que uno se centre en el interior de uno mismo. Por “enfoque interno” entendemos que uno dirija su atención hacia sus pensamientos, emociones, fantasías, imágenes y sensaciones, es decir, su experiencia interna. Para la mayoría de las personas ello supone un gran paso ya que hemos sido educados para tener nuestra atención fijada en el mundo exterior, previniendo así eventuales peligros como también buscando satisfacciones en él. Este enfoque externo está justificado por cuanto en nuestro entorno existen motivos tanto de preocupación como de estímulo; sin embargo, existe otra razón por la cual muchos de nosotros no nos atrevemos a penetrar en nuestro mundo interior dado que tenemos miedo a lo que allí pudiéramos encontrar. Sabemos o intuimos que, en el fondo de nosotros mismos, se ocultan recuerdos y sentimientos que podrían abrumarnos, haciendo que nos sintiéramos mal con nosotros mismos, interfiriendo en nuestra capacidad de funcionamiento, determinando que actuáramos de manera impulsiva, cambiando nuestro modo de relacionarnos con los demás y volviéndonos vulnerables a nuevas heridas. Esto es particularmente cierto si uno ha sufrido humillaciones que le han hecho sentirse un inútil o si ha experimentado traumas o pérdidas a lo largo de su vida. Para evitar esto, usted se asegurará de estar permanentemente ocupado o distraído, no dando así nunca la oportunidad a que surjan los recuerdos dolorosos. Usted organizará su vida de forma tal que garantice que nada pueda desencadenar la aparición de los recuerdos o emociones temidas. Usted procurará tener un aspecto y comportamiento aceptables, trabajar duro para demostrar que es una persona valiosa, controlar cuan estrechas o no puedan ser sus relaciones, intentará hacer lo necesario para ser querido por los demás.

Roger considera que él es un profesional competente por lo que no logra entender por qué su mente se queda en blanco cada vez que su jefa entra en su despacho. No logra soportar el hecho de que su mera presencia le haga sentirse de manera tan infantil y estúpida. Antes de que ella entrara en su despacho, él ya había mantenido toda suerte de charlas estimulantes consigo mismo, había probado hacer respiraciones profundas y se había recriminado ser tan temeroso, pero nada de ello parecía funcionar.

Susan está muy ocupada en lograr que sus hijos estén a gusto consigo mismo por lo que se siente molesta por la manera en que ella pierde en ocasiones el control con su hijo. De vez en cuando él lleva a cabo acciones irrelevantes como dejar tirada la ropa o llegar tarde a casa, observando ella que reacciona gritándole como si él acabara de matar al gato. A menudo es consciente de que tal reacción se va a apoderar de ella, pero no puede hacer nada para impedirlo. Luego, atormentada por el remordimiento, se odiará por ello pero la situación seguirá repitiéndose.

A pesar de todo lo que ha logrado, David se siente atormentado por una sensación de ser una nulidad. La gente le alaba constantemente y le dice qué gran persona es, aunque él no logra aceptarlo. Él pone buena cara pero, en el fondo, está convencido de que si le conocieran realmente, se sentirían defraudados. Sabe que a nivel intelectual goza de estima y, aunque trata de convencerse a sí mismo de ello, la poderosa sensación de inutilidad persiste.

Kim no es capaz de controlar lo que come. A pesar de probar diferentes dietas, trabajar con nutricionistas y practicar ejercicios como una posesa, cuando el impulso de comer dulces se apodera de ella, es impotente frente al mismo. Ella odia esa voz interna que la seduce para que vaya a la nevera a comer helados y, sin embargo, es incapaz de resistirse a sus cantos de sirena.

Margot se queja de que solamente la atraen aquellos hombres que la tratan mal. Si bien hay muchos hombres amables interesados en ella, siente que la química se produce solamente con aquellos hombres carismáticos que acabarán tratándola mal. Siente que “está condenada por su corazón a sufrir toda la vida de mal de amores”.

¿Qué es lo que tienen todas estas personas en común? Todos ellos han sido pacientes míos que acudieron por tener emociones o impulsos que eran incapaces de controlar. Pero no sólo era eso, ya que luchaban constantemente contra ello y estaban furiosos consigo mismos por ser incapaces de controlarlos. El impulso incontrolable en sí ya era lo suficientemente perturbador; sin embargo, la relación que se había generado con este impulso -tanto la frustración con él como la que tenían consigo mismo por tenerlo- había logrado penetrar tanto en su autoconcepto, haciéndoles sentir inútiles. Yo considero que esto es a menudo cierto. La manera según la cual nos relacionamos con algún pensamiento o emoción problemáticos no solo no logra controlarlo sino que, además, llega a formar parte de nuestros problemas. El monje budista Thich Nhat Hanh lo planteaba de la siguiente manera: “Si nos enfadamos con nuestra ira, tendremos al mismo tiempo dos iras que enfrentar”.

Esta idea quedará mejor ilustrada mediante una analogía con las relaciones humanas. Considere a su ira como si se tratara de uno de sus hijos. Suponga que usted tiene un hijo a quien no logra controlar- digamos que tiene berrinches todas las noches. Esto ya sería lo suficientemente molesto, cansado pero supongamos, además, que debido a estos berrinches que la ponen frenética, usted ha optado por criticarlo permanentemente y a mantenerlo encerrado en su habitación por temor a que la abochorne ante los demás. Usted se queda en casa los fines de semana para cerciorarse de que él no se escape y pudieran, en consecuencia, pensar que usted es un pésimo progenitor por la conducta de él. Suponga que cada una de las reacciones suyas sólo ha determinado que sus rabietas sean cada vez peores ya que él intuye que usted querría librarse de él. Así, el problema acabará consumiendo su vida por la manera que tiene usted de relacionarse con su hijo. Lo mismo es válido para nuestras emociones extremas y para nuestras creencias irracionales y extremas – las mismas ya son de por sí difíciles, pero el problema se exacerba a menudo por la manera que tenemos de abordarlas, determinando que nuestras vidas se vuelvan algo o bastante miserables.

Podrá parecer extraño el pensar que se tiene una relación con un pensamiento o con una emoción y, sin embargo, no podemos evitarlo. Ellos viven con nosotros, y tenemos que relacionarnos con ellos de una manera u otra. Al igual que sucede con las personas difíciles que hay en nuestra familia o en nuestro entorno laboral, la diferencia estribará en la medida en que nos sintamos afectados y en cómo interactuemos con ellos. Considere qué es lo que siente usted respecto de sus propios y diversos pensamientos y emociones. Es probable que le agrade esa voz interna suya que le recuerda lo que tiene pendiente por hacer y la estrategia a seguir. Usted hace caso de ello y lo utiliza como motivación; usted se relaciona con ella como si se tratara de un ayudante valioso. ¿Qué pasaría si esa misma voz, cuando usted comenzara a relajarse, se volviera crítica de manera estridente gritándole que es un vago y que el cielo se le caerá encima si no vuelve al trabajo? ¿Le gusta entonces esa voz? ¿Qué le responde usted a eso? Como el común de las personas, es probable que usted discuta internamente con la misma como lo haría con un jefe opresor. “¡Lárgate! ¿Es que no me vas a dejar descansar ni siquiera un minuto? ¡Cálmate!” O, sino, intentará usted sofocarla sentándose a ver televisión o a beber unas copas. La parte suya que desea obtener logros ejerce como un excelente sirviente, pero también como un terrible maestro de modo que se establecerá una relación de amor y odio con ella.

Las relaciones continuas y complejas que tenemos con muchas de nuestras diferentes voces internas, patrones de pensamiento y emociones son similares a las que tenemos con las demás personas. Lo que llamamos “pensamiento” corresponde a menudo a los diálogos internos que sostenemos con las diferentes partes nuestras. Consideremos otro ejemplo. Piense en alguien a quien usted ama y que ha muerto. ¿Cómo experimenta usted el dolor que siente por esa persona fallecida? Es posible que usted tema sentirse abrumado por ello y le perturbe la manera en que ello le abate. Usted intenta mantenerlo encerrado en alguna parte de su psique y evita cualquier cosa que pudiera recordarle a la persona querida fallecida. Incluso se impacienta: “Después de tanto tiempo, ¿por qué estoy sintiendo lo que siento? Pensaba que todo esto ya estaba superado”. Usted intentará convertir el dolor en un exiliado intrapsíquico.

Y, sin embargo, al igual que sucede con un exiliado, seguirá apoderándose de usted si no está atento, y así organizará situaciones en las cuales estos toman el control de la persona.

¿Y qué pasa con esa parte suya que se pone a la defensiva cuando usted discute con su pareja? En el fragor del enfrentamiento, usted se da cuenta de que se ha convertido en esa parte -aquella que ve a su pareja a través de aquellos ojos, asumiendo su perspectiva distorsionada en blanco y negro, de culpabilizaciones; resistiéndose tercamente a ceder un milímetro; y diciendo cosas hirientes. Luego se da cuenta que no había estado a la altura y se sorprende diciéndose a sí mismo:” ¿Quién se apoderó de mí para que me comportara de manera tan odiosa? ¡Ése no era yo!” ¿Cómo se siente usted respecto a ese defensor interno? Al igual que para la mayoría de las personas, existirán algunos aspectos de él que no le gustarán pero, ante una disputa, usted se siente tan vulnerable que confiará en él para su protección. Usted le deja que asuma la función ya que cree que, de otra forma, su pareja se lo llevará por delante junto con usted. Su rabia se convierte en el guardaespaldas duro que le gustaría tener cerca, aunque nunca le invitaría a cenar por ahí.

Todas las personas que he descrito en este capítulo vinieron a mí porque se encontraban en estado de guerra consigo mismas. Ellas se encontraban atadas a relaciones internas disfuncionales y donde, obviamente, sus relaciones externas evolucionaban de manera paralela a las internas. Los problemas que determinaron que estas personas acudieran a terapia no sólo mejoraron de manera significativa cuando lograron cambiar la manera en que abordaban e interactuaban con sus pensamientos y emociones sino que, además, lograron, en términos generales, reducir la agitación interna, gustarse más a sí mismas y tener en sus vidas mejores relaciones con las personas.

¿En qué dirección se produjo este cambio? Estas personas pasaron de odiar, temer, discutir; de intentos de ignorar, de encerrarse o de liberarse de; o de ceder y de verse abrumadas por dichos sentimientos y creencias a volverse curiosas en cuanto a estos sentimientos y creencias, prestándoles atención. La curiosidad que inicialmente sintieron por estos sentimientos y creencias les condujo en muchos casos a sentir compasión por ellos, pasando luego a intentar ayudarles.

Citaré un ejemplo de mi vida. Antes de que conociera esta nueva forma de relacionarme conmigo, cada vez que tenía que hacer una presentación en público, me ponía extremadamente ansioso el pensar sobre el resultado que obtendría. De niño había sufrido humillaciones en el colegio de modo que una parte de mí seguía estancada en el pasado, temiendo cada vez sufrir, una vez más, una nueva humillación. En emociones como éstas resulta irónico ver que sean precisamente ellas las que con frecuencia, crean la misma situación que tanto temen. Cuando la ansiedad se apoderaba de mí, era incapaz de prepararme adecuadamente, mostrándome inseguro y poco articulado de modo que obtenía la misma realimentación que mi ansiedad tanto temía. Tenía así buenas razones para considerar a la ansiedad como mi enemiga ya que obtenía un efecto tan negativo en mi rendimiento. Cada vez que comenzaba a sentirla, para tranquilizarme, me decía a mí mismo:” No te preocupes, sabes de lo que estás hablando y nadie te mira mal. Además, si te equivocas, tampoco va a ser el fin de tu carrera”. Esta forma de diálogo racional conmigo mismo duraba poco porque, luego, la ansiedad volvía a reptar dentro de mí, sintiéndome frustrado y aumentando mi auto-crítica. “¿Por qué eres un debilucho? ¿Por qué no eres como las demás personas que son capaces de hacer esto sin problemas?”. Yo había estado teniendo estos conflictos internos hasta la presentación. Solía hacer bien mi exposición; sin embargo, la siguiente semana la pasaba buscando toda posible estupidez que había dicho o, sino, toda idea inteligente que no había dicho. Toda esta situación se había convertido en un calvario frente al cual sentía pavor.

Ahora he aprendido a relacionarme con mi ansiedad de una forma tal que dichas situaciones han dejado de ser esos calvarios temibles para convertirse en desafíos interesantes. En vez de atacar o de ignorar dicha ansiedad, intento entrar en un estado de curiosidad, centrándome internamente en él y planteándole preguntas. Según voy centrándome en dicha sensación, observo que pareciera provenir de un nudo en mis entrañas de modo que centro allí mi atención a la vez que le pregunto internamente: “¿De qué tienes tanto miedo?” y luego espero tranquilamente su respuesta. Al cabo de unos segundos escucho una “voz” débil (en realidad, no se trata tanto de una voz sino que más bien de una cadena de pensamientos) que provienen de las oscuras profundidades de mi mente y me dicen: “Sé que voy a fallar y me voy a sentir avergonzado nuevamente”. Luego, vuelven a aparecer imágenes de mi pasado- escenas de lo que años atrás, había sucedido en el colegio. De repente me doy cuenta de que estoy pleno de empatía y afecto por ese niño tímido que, de manera pública y grave, había sido humillado por no estar lo suficientemente preparado. Conservo en mi mente a ese niño y le recuerdo que estoy a su lado y que no es él quien tiene que hacer la presentación. Le hago saber que, independientemente de lo que suceda, yo le quiero. Él se calma así inmediatamente mientras que yo siento cómo se deshace el nudo en mi estómago. Esta interacción dura menos de un minuto y ya puedo decir “Allá vamos”, pero esto se debe a que, hace algunos años atrás, pasé varias horas intentando conocer a aquella parte ansiosa que había en mí y cambiar la relación que tenía con ella. Ahora basta sólo un breve recordatorio.

Puede resultar extraño plantearse preguntas sobre una emoción, pero ¿se ha sentido usted alguna vez furioso, o triste, sin saber por qué para luego, al cabo de un día o más, surgir espontáneamente desde su interior la respuesta? IFS ofrece una forma de hacer más expeditivo dicho proceso, de manera que le ayudará a entender no solamente por qué motivo sus emociones están alteradas sino que, además, le ayudará a saber cómo calmarlas como también a saber qué es lo que necesitan que usted les proporcione. Constituye una forma de tranquilizarse a sí mismo que, una vez comprendida, resulta fácil de practicar para cualquier persona. La parte difícil la constituye, en cambio, el sentir curiosidad o compasión por aquellas emociones o creencias por las cuales usted ha estado acostumbrado a sentir odio y de las cuales quiere liberarse.

A primera vista podría parecer absurdo. ¿Por qué querría uno centrar su atención e intentar sentir compasión por esa voz crítica interna que te hace sentir poca cosa, por ese miedo paralizante que bloquea tu cerebro en situaciones de alta presión, por esa ira que súbitamente puede secuestrar tu mente y hacer daño a otros y por esa parte sensible que hay en ti que rápidamente se siente herida y te hace sentir despreciable? Lo lógico sería no entrar ahí sino que, más bien, intentar cerrar la conciencia a todos estos pensamientos y emociones y así evitar sentirse mal y poder funcionar adecuadamente. Eso es lo que nos decían que teníamos que hacer con nuestras emociones y creencias difíciles. Pero si tal enfoque hubiera sido el adecuado, no estaríamos en este momento leyendo este libro.

Tal enfoque se basa en el concepto erróneo de que nuestras emociones y creencias extremas serían lo que parecen ser. De acuerdo con ello, si efectivamente su ira, temor, odio hacia sí mismo y sensación de inutilidad se correspondieran sencillamente con estados mentales perturbados o con ideas irracionales aprendidas, entonces sería lógico intentar emplear la “voluntad” para bloquearlos, argumentar contra ellos o, sino, contrarrestarlos con pensamientos positivos. Tendría, entonces, sentido establecer con ellos una relación autoritaria, coercitiva o displicente ya que parecería ser que serían nuestro enemigo interior. De este enfoque se derivaría, sin embargo, un desgraciado subproducto que consistiría en que usted establecería relaciones similares con aquellas personas de su entorno que encarnaran características de tales enemigos interiores suyos. Usted se volvería entonces, crítico o impaciente con todo aquel que diera la impresión de ser temeroso, despreciativo de sí mismo, vergonzoso o agresivo.

Espero que, en las siguientes páginas, logre ayudarle a darse cuenta de que sus emociones y sentimientos son mucho más de lo que parecen ser –que dichas emociones e ideas emanan de personalidades internas suyas que yo denomino partes. Lo que estoy proponiendo es que, por ejemplo, lo que aparenta ser un carácter explosivo es mucho más que un manojo de ira. Si usted lograra centrar su atención en él y pudiera plantearle preguntas, podría comprobar que se trata de una parte protectora suya que intenta defender aquellas partes que son vulnerables y que, además, se encuentra en conflicto con aquellas partes suyas que son complacientes. Podría revelarle así que, en la medida en que usted siga siendo vulnerable y abnegado, esa parte permanecerá así de enfadada. Podría revelarle también que, además, tiene otros sentimientos como pueden ser el temor o la tristeza pero que, para protegerle a usted, cree que debe seguir desempeñando este papel de enfado. Si se lo preguntara (a la parte), podría mostrarle escenas de los momentos de su vida en que esta se vio forzada a adoptar este rol protector. Podrá incluso mostrarle una imagen o representación de sí misma como si fuera un volcán, un dragón o un duro adolescente. Pero, más importante aún, usted puede ayudarle a liberarse de lo que lleva dentro de modo que no se quede estancado en ese papel iracundo. Con su ayuda podrá convertirse en una cualidad valiosa ya que usted dejará de estar afectado por el mal carácter y podrá, en cambio, tener de manera creciente una actitud asertiva.

El párrafo anterior puede haber determinado que una de sus partes dijera:” Esto me suena raro. ¿Me está diciendo que yo tengo todas esas pequeñas personas dentro de mí que puedan hablar conmigo? ¿Cree, acaso, que yo soy Sybil?” (Sybil es una persona que se convirtió en un controvertido caso de TID en USA). No le culpo por su escepticismo. Yo también lo era cuando mis clientes comenzaron inicialmente a hablarme de sus partes ya que se trata de una de esas cosas que resultan difíciles de aceptar hasta que uno no las experimenta personalmente. Resultará difícil de creer hasta que uno no logre centrarse en su interior y comience a tener conversaciones intencionales con sus emociones y pensamientos y se vea sorprendido por las respuestas que se producen. No le pido que me crea- simplemente le invito a que mantenga su mente abierta a esta posibilidad y que investigue usted por su propia cuenta. Descubra por sí mismo que lo que le estoy diciendo es posible -que usted puede ayudar a que sus antagonistas internos se conviertan en sus aliados. Tal vez sea esto lo que quiso dar a entender Jesús cuando dijo: “Amad a vuestros enemigos”.

Esta concepción de nuestros pensamientos y emociones perturbadoras consistente en que se trata de manifestaciones de nuestras personalidades internas que, como consecuencia de sucesos acaecidos en la vida, se han visto forzadas a adoptar roles extremos, es la que nos conduce a relacionarnos con ellos de manera diferente. Resulta fácil sentir compasión por un adolescente interior que, de manera valiente, le ha protegido en el pasado, y que, a lo largo del tiempo, ha permanecido congelado, atascado, en ese papel agresivo, o si no, de un niño pequeño que, aterrorizado, teme sufrir una nueva humillación. Con esta concepción ya podremos comenzar a revertir las relaciones disfuncionales que hayamos podido establecer con nuestras diferentes partes y las que éstas hubieran establecido entre sí. En la medida en que éstas sientan que se las acepta cada vez más o que sufrirán menos amenazas o ataques, comenzarán a transformarse; una vez que les damos un beso, nuestras ranas se convierten en príncipes. Y por añadidura, estaremos en condiciones de aceptar mejor y ser menos reactivos frente a aquellas personas que solían causarnos malestar. Podremos así, relacionarnos con ellas con compasión ya que estaremos en condición de relacionarnos con aquellas partes nuestras que se parecen a estas personas. A veces descubrimos que estas personas también han cambiado –o, al menos, que se ha transformado la percepción y la relación que manteníamos con ellas.

Piense en cómo se modificaría su entorno laboral si los líderes en su organización se relacionaran con ellos mismos de una manera diferente. Si estos líderes odian esas partes suyas que desean ir a un ritmo más lento y a disfrutar de la vida, se volverán entonces impacientes hacia aquellos colaboradores que no estén orientados hacia los logros como lo están ellos. Al querer liberarse de su propia inseguridad y ansiedad, crearán de esa forma una atmósfera tal en la que las personas temerán por su puesto de trabajo si llegaran a mostrar alguna vulnerabilidad. Si estos líderes cometen errores y se atacan a sí mismos por ello, cada cual intentará aparentar ser perfecto. Si temen a sus propios críticos internos, acabarán temiendo el juicio de los demás y permitirán que otros les exploten. Si, por el contrario, pudieran relacionarse con dichas partes de manera comprensiva, tal compasión y aceptación se extendería por la empresa, permitiendo que sus empleados se relacionaran de manera compasiva, tanto con sus propias partes como entre sí. El mismo proceso se aplica a nuestra familia interna.

Esta nueva forma de relacionarse consigo mismo no puede ser forzada. No sirve el darse órdenes a sí mismo para sentir curiosidad por las partes o aparentar sentir compasión por ellas. Hace falta que sea genuina. Entonces, ¿cómo se llega a ese punto? Esto hace surgir la interrogante de cuál de los “yo” es el que se relaciona con las partes. ¿Quién es usted en su esencia?

El descubrimiento más maravilloso que he hecho es que, mientras uno está llevando a cabo esta labor, uno libera lo que yo llamo el propio Self o su auténtico Self. He descubierto que, según van concentrándose las personas en sus emociones y pensamientos extremos, al proceder de esta forma, irán separándose de ellos, a la vez que simultáneamente se irán manifestando cualidades que contribuyen a un buen liderazgo, tanto interno como externo. Parecería ser que todos nosotros dispondríamos, en nuestro núcleo, de cualidades tales como la curiosidad, la compasión, la calma, la confianza, el coraje, la claridad, la creatividad y la capacidad de conectarnos. Se trataría de la psique, o sea el alma, esencia, de la que hablan las tradiciones espirituales, pero de la que la mayoría de las psicoterapias apenas dicen algo. Su Self se verá tan oscurecido por el temor, la ira y la vergüenza, es decir, por todas aquellas emociones y creencias extremas que han ido introduciéndose en su persona a lo largo de su vida, que usted podrá incluso no saber que lo tiene.

Si usted es como la mayoría de las personas, habrá logrado captar sólo algunos destellos de su Self. Podría suceder que el constante diálogo interno con sus partes y entre sus partes se hubiera detenido cuando usted se sumió en una actividad creativa o deportiva, observaba la belleza de la puesta de sol o se entretenía con la inocencia de los juegos de unos niños, o bien, practicaba una actividad peligrosa como es la escalada de montañas que requiere de una conciencia plena centrada en el presente. Usted recordaría dichas experiencias como momentos breves en los que experimentó una alegría completa y una paz profunda. Tal vez haya tenido una experiencia fugaz de estar en conexión con alguien más grande que usted y sentir la sensación de bienestar que acompaña a dicha conciencia. Es probable que su torrente de conciencia, habitualmente agitado y ruidoso, haya desechado tales episodios como episodios anómalos y que haya supuesto que usted es más bien el ruido que la paz que hay debajo de él. Pero, ¿qué pasaría si usted fuera efectivamente ese estado conectado, apacible y feliz? ¿Cómo cambiaría eso su concepto de sí mismo? ¿Y, si junto con el tener momentos breves, apacibles y felices, fuera también posible el permanecer durante largos períodos de tiempo en ese estado, bien sea desempeñando las actividades diarias o, incluso, en un conflicto con alguien? Por último, ¿qué pasaría si, mientras se encontrara en ese estado del Self, usted no sólo se sintiera bien sino que, además, manifestara de manera espontánea cualidades tales como una curiosidad genuina, una abierta compasión, claridad de percepción y una sabiduría intuitiva que le permitiera relacionarse de manera armónica con sus partes y con las personas que aparecen en su vida? Si todo esto fuera cierto, su vida podría ser muy diferente. La buena noticia es que todo esto es cierto.

Este libro está basado en un enfoque psicoterapéutico denominado Internal Family Systems (IFS) (Sistemas de la familia interna), llamado así porque es como si cada uno de nosotros tuviera una familia de partes viviendo dentro de nosotros. Un terapeuta de IFS ayudará al cliente a que primero enfoque su atención hacia las partes y que conozca a las que le protegen. Luego le pedirá al cliente que les pida que se relajen, que se separen con sus sentimientos y creencias de modo que se pueda disponer de mayor espacio dentro de él. Según se va produciendo esto, el cliente irá refiriendo espontáneamente que se siente más tranquilo, curioso y compasivo hacia dichas partes, cualidades que son precisamente las del Self. No necesito, tampoco debo, pedirle al cliente que se sienta de esta manera ya que estas cualidades surgirán de manera natural como si hubiera sido liberado en el momento en que las partes se relajaron y se separaron.