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"Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio" es una colección selecta de relatos de entretenimiento escritos por el maestro Francisco de Quevedo en los que predomina la sátira y la burla sobre los dominios social y literario.
Estos relatos circularon manuscritos hasta que un editor los reunió en 1626, aunque Quevedo los publicó en 1631 con el título de "Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio" con un prólogo en el que arremetía contra los editores piratas y declaraba la intención de estos escritos en los que pretendía denunciar los “abusos, vicios y engaños de todos los oficios y estados del mundo”.
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Veröffentlichungsjahr: 2024
JUGUETES DE LA NIÑEZ Y TRAVESURAS DEL INGENIO
Capitulaciones matrimoniales y Vida de Corte y oficios entretenidos en ella
Premática que este año de 1600 se ordenó
Desposorios entre el Casar y la Juventud
Origen y definición de la necedad
Premática y aranceles generales
Premática del desengaño contra poetas güeros
Carta a una monja
Epístolas del Caballero de la Tenaza
Premática que han de guardar las hermanas comunes y premática contra las cotorreras
Memorial que dio don Francisco de Quevedo y Villegas en una Academia pidiendo plaza en ella
Carta a la Rectora del Colegio de las Vírgenes
Carta de un cornudo a otro ("El siglo del cuerno")
Premática que ha de guardar las hermanitas del pecar, hechas por el fiel de las putas
Gracias y desgracias del Ojo del Culo
Alabanzas de la moneda
Confesión de los moriscos
Premática del Tiempo
Libro de todas las cosas y otras muchas más
Lo más corriente en Madrid
La mucha experiencia que tengo de las cosas de la corte, aunque en el discurso de juveniles años, me alienta a dar a entender lo que en ello he conocido. Hame importado buscar, como más obligado para asegurar el tratadillo de los murmuradores un defensor amparado del cual se anime un pequeño barquillo para que de lo profundo del mar salga a salvamento.
Por tanto, fuera de la obligación y afición que tengo a vuesa señoría conociendo su valor, claro ingenio, buen nombre, virtud y letras, en las cuales desde su tierna edad ha resplandecido, fuera yo digno de reprensión y de ser argüido de desagradecido si reconociera a otro fuera de vuesa señoría por Mecenas y defensor de mi curiosidad, que no la llamo obra. La cual, recibiéndola por propia, defendiéndola y amparándola, suplirá los defectos que de mi parte tiene; los censuradores cegarán y los de buena intención quedarán alumbrados, y yo con el fin que pretendo, que es servir a vuesa señoría, a quien suplico reciba este pequeño don copioso de voluntad y guarde nuestro Señor a vuesa señoría felices años.
Algunos autores buscan otros mejores ingenios que los suyos, a los cuales compran prólogos para con ellos dar muestras de su habilidad, y que los que compran sus obras atribuyan a ellos lo que en ellas no hay; y leídas ponderen su suficiencia y buen estilo con que engañan a los ignorantes que los leen para comprar la obra.
Yo no pretendo ganar nombre de autor. Quien quisiere experimentar lo que contiene mi tratado, léale y juzgue lo que le pareciere; que yo confío no le ha de reprobar por fabuloso.
Amigo: Mucho me pesa que la inclinación y prudencia de que en todas ocasiones usáis no la apliquéis al conocimiento de¡ presente siglo y para que en ningún tiempo podáis formar de mí queja de que no os doy aviso de la corrupción de su trato, me ha parecido escribir lo que de él he alcanzado. Empezando por lo menos perjudicial, que son las figuras y acabo con lo más pernicioso, que es la gente de flor.
Tenía tres hijos. Los naturales son los enanos, agigantados, contrahechos, calvos, corcovados, zambos y otros que ienen defectos corporales, a los cuales fuera inhumanidad y mal uso de razón censurar ni vituperar, pues no se lo adquirieron ni compraron excepto a los que de tal defecto hacen oficio, como en la corte se ve; pues el manco, en vez de aprenderle de a pie como es sastre, tejedor y otros compra una muleta, estudiando la lamentona y plañidera y otras acciones de pordioseros, ándanse de iglesia en iglesia, de casa en casa, ya moviendo los ánimos con la lastimona, ya con la importuna. Tienen mucho de flor, pues con la licencia, además de pobres son zicateros en las iglesias y se entran por las casas donde a falta de gente guardan ropa. Viven ordinariamente en los arrabales y partes más ocultas de la corte, donde se recogen de noche; el que tiene llaga, la refresca y afeita para el día siguiente; fíanse de los conocidos unos de otros, y se ensayan como comediantes; y hay maestros para los novatos a quien obedecen y acuden con algún estipendio. Guardan antigüedad y decoro; aunque reina la envidia en esta gente: de quien no os quiero decir más por extenso sus particularidades o malicias, dejando a los ciegos, a quien todo se debe sufrir, pues carecen de un sentido más importante.
Y porque he dicho sumariamente de las figuras naturales, diremos de las artificiales, contra quien mi intento va dirigido.
Juan, residente en corte, estéril de cuerpo, seguro en Italia, hombre de males, baldado de bienes, de buena ley con señores, mal pagado de ellos, censurón de figuras, escritor de flores, condenado a perpetua dieta y vestir bayeta, malquisto con las damas por dar menos, amigo de fregonas y gente mantenida, aborrecedor de faldellines y galas por caras, enemigo de dueñas vírgenes y vírgenes dueñas, de frailes casamentones y visitones, de beatas, terceras y terceros, de mercaderes, de ermitaños y de toda gente hipocritona, de calvos, de zurdos, de lindos, de antojones, de sastres duplicones, de doncellas cecinas, de necios porfiones, de viejas afeitadas, de herreros por vecinos, de poetas acomodones, de adulones y lisonjeros, de taberneros, concubinas, de estudiantes azulados, de clérigos valientes, de ministros temajones de valientes cuadrillones, de entremetidos, de maridos mujeres y de mujeres maridos, de sufridores sin provecho, de sacristanes, de procuradores de conventos, de médicos y boticarios, de mujeres en estrado sin tener estado, de venteros y despenseros, de viejos ninos y de niños viejos, de señoras visitonas, de madres disimulonas, etcétera.
Dice que, por cuanto está propuesto para marido y por su parte no se ha dado memoríal de lo que tiene, le ha parecido enviarle, juntamente con la declaración que va hecha de su inclinación, para que en ningún tiempo la novia se pueda llamar a engaño ni pedir divorcio, aunque tenga vicario afectado, ni él lo pedirá, cumpliéndose con las condiciones y capitulaciones siguientes:
Primeramente pone por condición que la dote prometida haya de ser en dineros de contado, y no en trastos y alhajas tasadas a fuer de hechuras de sastres, y menos en casas ni heredades, por cuanto es hombre movible.
Ítem, pone por condición que si la tal novia, recibida a prueba, saliere traída, la pueda volver y quedar libre o se haya de apreciar por un canónigo u otra persona de ciencia y experiencia en razón de virginidad, el daño y menoscabo; y lo que tasare se le haya de dar y añadir a la cantidad prometida en dote.
Ítem, que no esté obligado a recibir en su casa al antecesor, por cuanto la tal paga y restitución se ha de hacer por la razón dicha y no con carga ni gravamen para adelante, porque se le ha de entregar la dicha novia libre de censo, ni tributo alguno, ni sucesión a estado ni mayorazgo.
Ítem, que si la dicha saliere con alguna tacha o defecto, a más de los de arriba expresados, se haya de ver por los calificones y personas entendidas en el arte maridón; y si fueran tan graves e insufribles que no se pueda pasar adelante con ellos, la pueda volver y repudiar, queriendo. Y porque no es justo venir a lo dicho pudiendo excusarlo, le ha parecido especificar los que tienen por defectos insufribles, no poniendo por tal la falta de virginidad, si sale bien pagada, mayormente que a un hombre de treinta años arriba se le hace equidad y buena obra.
Lo primero que no traiga consigo padre, madre, hermano, ni pariente, pues su intención no es casarse con ellos.
Que no sea tan fea que espante, ni tan flaca que mortifique, ni tan gorda que empalague.
Que traiga sus miembros cabales, naturalmente y sin artificio, porque tiene por mejor hallar una boca sin dientes que be~ sar los de un asno o rocín muerto, y ver una mujer sin narices que caérsele las ajenas en la primera ocasión de placer, y una cara sin narices y sin lunar de tinta, con que tal vez sale esclavo entrando libre y una mano morena que una sobrevaina de sebillo y unas cejas blancas, que negras a fuerza de betunes, y una pantorrilla menos, que topar con un patrón de calcetero.
Ítem, que no sea enferma de mal de corazón natural ni artificial y le dé con la desmayona, y si lo hiciere, no pase de media hora, porque hay hombre que entiende la flor y llama luego la parroquia; y así lo hará el capitulante.
Ítem, que no sea enferma de sangre lluvia, que es infamia salir un hombre almagrado a fuer de oveja o carnero.
Ítem, que no sea salidona ni visitona, que no tenga correspondencia con frailes.
Que no sea tan necia e ignorante, que no tenga uso de razón, ni tan bachillera que quiera gobernar su marido y mandarle.
Que no sea tan vana, que desestime y vitupere a su marido y le pierda el respeto en público.
Que no tenga tan mala condición que no la pueda esperar un hombre gordo y flemón.
Y por cuanto ninguna cosa le escandaliza y ofende tanto como pensar hay mujer con aliento letrinal, pone por condición que si la novia fuere de las tales, estas cap itulaciones no lleguen a sus manos, ni se trate más del efecto del matrimonio, protestando querellarse de los casamentones por haber intentado echarle vivo en el hediondo carnero.
Y pide y suplica a quien lo puede y debe remediar, mande que la gente contaminada de esta contagiosa enfermedad, se ponga en un hospital o lugar apartado del comercio como se ha hecho siempre con los apestados.
Y no teniendo la dicha novia los dichos defectos o algunos de ellos, permite y tiene por bien pasar por los defectillos que aquí irán declarados.
Lo primero, se le permite que, siendo de catorce años para abajo, llore por su madre, si bien es indecente cosa para casada y que la dé quejas de su marido, aunque es cruel juez una suegra.
Que siendo de dicha edad, traiga a casa maestro que la enseñe a leer, como no sea barbado, que es civil cosa ver un zamarro, diciendo: Ba, Be.
Ítem, se le permite que se ponga a la ventana y sea tentada de hablar y responder, como no sea con lindos y poetas publicones de deshonras.
Ítem, se le permite que escriba, aunque para nada sea buena la correspondencia de las mujeres casadas.
Que visite una vez en la semana, como no sea sábado, día de limpieza.
Permítesele que coma barro, yeso y otras cosas dañosas; que sería disparate cuidar de la salud de quien se desea la muerte.
Ítem, se le permite que beba vino, como no tenga jarro reservado, cosa muy usada entre las melindrosas, que vomitan de sólo olerlo en público.
Que haga gestos delante de su marido, como lo haya tenido por costumbre.
ítem, se le permite que se barnice y afeite, no siendo tanto que la desconozca su marido por la mañana.
Permítesele que coma de todo, apetezca fiestas y galas y otras invenciones como lo sustente con su aguja y trabajo.
Ítem, se le permite que vaya a sermones y sea frecuentona de las iglesias y haga junta en ellas con sus amigas, con tal que no murmure de su marido, que es inicua cosa que esté él, pacientón, esperándola para comer y ella motejándole de impotente y defectuoso.
Ítem, se le permite que hable alto no estando el marido en casa, porque es un acto indecente y mortificación y sólo puede pasar por él un sufrido, paseón y mantenido.
Ítem, si (lo que Dios no quiera ni permita) las enfermedades e indisposiciones del marido le hicieran incapaz del ejercicio, la novia pueda nombrar un teniente que no sea estudiante, soldado o escudero, porque los tales, no sólo no son de provecho, pero antes se hacen polilla de un sufridor.
Y declara con juramento es sano y entero de sus miembros y que no ha tomado sudores ni unciones, ni usado de bragueros ni de hilas ni de otros pertrechos asquerosos, ni ha sido circuncidado.
Y asimismo declara que no tiene dada palabra de casamiento, ni ha habido quien se la pida; excepto una viuda, la cual, habiendo pasado por todas las condiciones aquí referidas en llegando a la de la correspondencia de frailes quedó atontada y dijo: «¡Quítenme allá novio tan ignorante, que no sabe lo que importa a la conservación del estado maridón el amparo de los benditos religiosos! ¡Cuán diferente lo entendió el malogrado, que en riñendo los dos, llamaba al padre procurador para que nos pusiese en paz y a solas reprendía mi mala condición y él lo hacía con tanta gracia, que me dejaba contenta y pagada de haberme casado con tan prudente marido!»
Ítem, en esta conformidad, tiene por bien haya efecto el matrimonio y pide y suplica a la novia venga en él; y a los casamenteros requiere que la boda sea oculta, porque un novio en público es como un toro en el coso, y un casado notorio es el estafermo en que rompen lanzas los maldicientes y satíricos; demás que se pierde mucho con las demás mujeres que le envían con la suya cuando por no verla se quisiera ir a la cárcel.
Y así lo dijo y otorgó en Madrid, centro de sufridos, y sepulcro de pretendientes.
Hay figuras artificiales que usan bálsamo y olor para los bigotes, copete, guedejas y aladares, de que usan mucho jaboncillo de manos y pelotilla de cera de oídos. Su conversación es damas, caballos y caza, visten y platican degenerando de la plebe y tal vez se tientan de poesía, a que se inclinan los enamorados, a quienes no satisface menos talento que el de Lope de Vega o don Luis de Góngora, por lo que han oído. Lo superior llaman bonito; lo bueno, razonable, y a lo malo, pésimo; nada les contenta: la causa nunca la dan por ser inferioridad.
En todas las cosas hablan y no entienden ninguna; andan juntos de tres arriba; usan de valentía con el yesero que les ensucia el ferreruelo, con el chirrionero porque güele mal, con el aguador porque no hizo lugar; tratan ásperamente los miserables, y todos traen la espada a la jineta, la daga a la brida con listón de que usan también a falta de cadena, y es la acción más señoril de todas.
Enamoran en la comedia, donde toman entre seis un balcón a escote, civil cosa para príncipes. En la iglesia donde hay concurso y fiesta (que no es gente que reserva partes sagradas para dejar de tratar de la insolencia, que llaman bizarría), son gesteros afectados; no les mira mujer que no piensen sea enamorada de sus gracias y buen talle. Rondan enjertos en señores, a quien quitan pelillos y dicen: «No crió Dios tan bizarro y valiente príncipe ni de tan superiores gracias como vuesa excelencia». Y con estas Insolencias y lisonjas y ser alcahuetes adquieren estos tomajones el vestido, la gala y el caballo prestado.
Son grandes estadistas de la vida, cobardes en extremo; tienen rufianes que riñan sus pendencias y los saquen de afrentas; rinden vasallaje de miedo a los desalmados y zaínos; sus fiscales tratan con matusalenes, a quien estafan; son amigos de olor, comen anís; juran «a fe de hidalgo», «a fe de quien soy» y «como quien soy». Si acaso les quieren llevar a la cárcel, donde les tratan como merecen, dicen al alguacil: «Déjeme vozed y váyase con Dios, que yo hago pleito homenaje, a fe de caballero de ver al señor alcaide y acomodar esta causilla, que tal vez será por haberse traído una pieza de plata de casa del señor donde entró por descuido". Que todos estos daños y otros mayores trae consigo querer sustentar mucha gala sin hacienda, y ser hombre sin renta».
Mucho más tenía que decir de este género de figuras, pero quiérolo diferir para otra ocasión.
Hay rufianes de invención, que por otro nombre llaman pajotes. Estos son administradores y amparo de las mujeres públicas, dándoles documentos e instrucción de la manera que se deben portar con todo género de gente para ganar más y conservarse en la corte. Unos son soplones de la justicia y andan con ella para amparar su flor. Otros son paseones con su poco de fulleros.
Estánse a la mira para ver lo que sucede a su hembra. Si la dan perro muerto o hacen agravio, ella reclama y él acude con la mano en la espada, terciada la capa; toma la razón, va en seguimiento del malhechor, que ordinariamente es su amigo y dice: «Queda herido; que vea la orden que se ha de dar para poner los bultos en salvo». Saca la miserable el dinero que tiene y a falta sus joyuelas; tómaselas el lagarto y hace antaño, que ellos llaman al entrarse en la iglesia y envían cada día por los ocho o diez reales.
Y si desea irse fuera de la corte, a Sevilla u a otra parte, vuelve dentro de pocos días y dice que ya murió, que cojan los del martillado, que llaman al camino. Otras veces dicen que sanó y compuso la causa con la gura y le costó su hacienda. Si el perro muerto no es dado con estratagema hace que le sigue y vuelve de allí a un poco, saca los derechos de su faltriquera y demudada la color y la daga, dice: «Tome uced este dinero y pártase de aquí adelante, de suerte que no andemos cada día con el sacabuche en la mano». Queda muy contenta, dale con la regalona y algún dinero. De esta manera se conservan estos bellacones sin sacar la espada de veras, aunque también hay otros que tratan con mujeres de estas que son amarteladas y riñen cuando se les ofrece.