La amenaza extraterrestre - Salvador Freixedo - E-Book

La amenaza extraterrestre E-Book

Salvador Freixedo

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En La amenaza extraterrestre, uno de los libros más célebres de Salvador Freixedo, se detallan algunas atrocidades que ciertos seres alienígenas han cometido contra la especie humana, con el beneplácito de las grandes autoridades del planeta. El engaño, el crimen, es triple: han encubierto unos hechos transcendentales, los han utilizado para conseguir tecnología bélica y han apartado a personas que podían haber sacado todo esto a la luz. En estas páginas se habla también de la labor de algunas sociedades o grupos secretos y selectos, que desde la prepotencia y las sombras, y con tecnología desconocida por la ciencia oficial, han modificado las bases por las que se regía la humanidad. Su objetivo: hacerse con el dominio del planeta e instaurar una tiranía mundial. A pesar de que la primera edición de este libro se publicó hace más de treinta y cinco años, el fenómeno de los no identificados —y las entidades que se encuentran tras él— sigue siendo uno de los enigmas más inquietantes y encubiertos de la historia de nuestra humanidad. La amenaza extraterrestre forma parte de una trilogía que se completa con La granja humana y Defendámonos de los dioses. Los tres libros se han convertido en obras de referencia del autor y de la ufología mundial. 

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¿Está la historia del ser humano dirigida por entidades extraterrestres? ¿Hay élites que lo saben y lo ocultan, movidas por sus intereses?

En La amenaza extraterrestre, uno de los libros más célebres de Salvador Freixedo, se detallan algunas atrocidades que ciertos seres alienígenas han cometido contra la especie humana, con el beneplácito de las grandes autoridades del planeta. El engaño, el crimen, es triple: han encubierto unos hechos transcendentales, los han utilizado para conseguir tecnología bélica y han apartado a personas que podían haber sacado todo esto a la luz.

En estas páginas se habla también de la labor de algunas sociedades o grupos secretos y selectos, que desde la prepotencia y las sombras, y con tecnología desconocida por la ciencia oficial, han modificado las bases por las que se regía la humanidad. Su objetivo: hacerse con el dominio del planeta e instaurar una tiranía mundial.

A pesar de que la primera edición de este libro se publicó hace más de treinta y cinco años, el fenómeno de los no identificados —y las entidades que se encuentran tras él— sigue siendo uno de los enigmas más inquietantes y encubiertos de la historia de nuestra humanidad.

La amenaza extraterrestre

¿Quién mueve el destino de la raza humana?

Salvador Freixedo

www.ushuaiaediciones.es

La amenaza extraterrestre. ¿Quién mueve el destino de la raza humana?

© 2024, Salvador Freixedo

© 2024, Ushuaia Ediciones

EDIPRO, S.C.P.

Carretera de Rocafort 113

43427 Conesa

[email protected]

ISBN edición ebook: 978-84-19405-29-6

ISBN edición papel: 978-84-19405-28-9

Primera edición: septiembre de 2024

Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales

Todos los derechos reservados.

www.ushuaiaediciones.es

Índice

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I. LOS MILITARES SE REBELAN

CAPÍTULO II. TAMBIÉN LOS JUECES SE REBELAN

CAPÍTULO III. LOS PRESIDENTES DE EE. UU. Y LOS OVNIS

CAPÍTULO IV. LOS JUEGOS DE LOS OVNIS CON LOS AVIONES

CAPÍTULO V. LAS EXPERIENCIAS GENÉTICAS DE LOS EXTRATERRESTRES

CAPÍTULO VI. EBE MUERTAS Y EBE VIVAS

CAPÍTULO VII. ESTRELLAMIENTOS DE OVNIS

CAPÍTULO VIII. AZTEC. CÓMO MIENTEN LAS AUTORIDADES

CAPÍTULO IX. SE DESTAPA EL SECRETO

CAPÍTULO X. TAXONOMÍA Y ANATOMÍA DE LAS EBE

CAPÍTULO XI. LA TERRIBLE VERDAD

CAPÍTULO XII. ¿ACARREADOS?

CAPÍTULO XIII. LA INVASIÓN SOLAPADA

APÉNDICE I. MEMORÁNDUM AL GENERAL EISENHOWER

APÉNDICE II. PAUL BENNEWITZ

APÉNDICE III. PROYECTOS DEL GOBIERNO ESTADOUNIDENSE RELACIONADOS CON LOS OVNIS

APÉNDICE IV. ACUSACIÓN PÚBLICA DE JOHN LEAR Y WILLIAM COOPER AL GOBIERNO DE ESTADOS UNIDOS

APÉNDICE V. EL POPOL VUH Y LAS EBE

APÉNDICE VI. EXTRATERRESTRES «BUENOS»

APÉNDICE VII. EXPERIENCIAS GENÉTICAS DE EXTRATERRESTRE EN MIRASSOL

APÉNDICE VIII. EXTRATERRESTRES Y SOCIEDADES SECRETAS

APÉNDICE IX. PUNTOS RECOPILATORIOS

REFLEXIÓN FINAL

El autor

A Magdalena,

testigo presencial de hechos semejantes

a algunos de los narrados en este libro.

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

Este libro es un grito de protesta:

• Contra los grandes políticos farsantes del mundo entero que cínicamente han engañado a sus pueblos, ocultándoles la visita de seres de otros mundos.

• Contra la microcefalia y la paranoia belicista de los «pentágonos» de todos los países, verdaderos enemigos de la humanidad.

• Contra la estupidez o la traición de la ciencia oficial que ha sido engañada o se ha puesto incondicionalmente al servicio del encubrimiento de los políticos o de la violencia de los militares.

• Y contra los «illuminati» de todos los tipos que desde las sombras mueven los hilos que rápidamente están convirtiendo en un infierno a este desventurado planeta nuestro.

Paradójicamente, este libro no es derrotista.

El autor cree firmemente que, a pesar de los grandes males que en él se denuncian, todavía hay esperanza para la humanidad, pero solo si despierta del sueño en que la tienen sumida los que malgobiernan el mundo.

INTRODUCCIÓN

Reconozco que este libro es atrevido. Antes de nacer ya ha merecido la sonrisa de los científicos invertebrados y la excomunión de los «ufólogos serios».

Hablar de los tripulantes de los ovnis o EBE (Entidades Biológicas Extraterrestres, tal como de manera oficial les ha llamado el Gobierno de Estados Unidos) con la decisión y la claridad con que en él se habla es caer automáticamente en anatema.

Pero con anatema y todo, yo voy a atreverme a exponerle al lector ciertas realidades interesantísimas que la feroz censura gubernamental y militar —en Estados Unidos— y el borreguismo obtuso y facilitón de los grandes medios de comunicación —en España— no se atreven a presentar, estafándonos en cierta manera al privarnos de conocer unas realidades que tienen mucha mayor trascendencia que las mentiras de los políticos y las horteradas de las «estrellas» con que a diario llenan sus columnas o sus noticiarios.

El fenómeno ovni ha llegado a su mayoría de edad y, tal como venimos diciendo desde hace ya bastantes años, tiene unas implicaciones mucho mayores de lo que a simple vista parece. Es en la actualidad el desafío más importante de la raza humana, si dejamos a un lado el ciego instinto suicida de nuestra sociedad. Esta tendencia a la autodestrucción se debe al precario grado de evolución de las grandes masas y a la desmesurada ambición de una minoría de «iluminados» —peligrosísimos enfermos mentales— que quieren dominar el planeta, convirtiendo al resto de los seres humanos en esclavos de su enfermiza pasión por el mando.

El fenómeno ovni tiene que ver no solo con la manipulación de que somos víctimas por parte de seres inteligentes no humanos —extraterrestres o no—, sino que, además, en el fondo, está relacionado con los enormes cambios sociales, políticos, económicos y religiosos que estamos observando en nuestros días. Algunos de estos cambios habían sido predichos exactamente por los que en el mundo ovnístico se llaman «contactados».

Algunos de los documentos transcritos en este libro y aducidos como prueba han sido declarados no auténticos por ciertos investigadores. Nosotros, tras haberlo pensado mucho, creemos que la mayoría son auténticos, y aunque algunos no lo fuesen, ello no quitaría nada de fuerza a la tremenda verdad que se expone a lo largo de todas estas páginas y que tiene tres vertientes, a cuál más inquietante:

1. La presencia en nuestro planeta de seres inteligentes no humanos que interfieren negativamente en la marcha de la historia sin que la mayoría de los mortales se den cuenta.

2. El conocimiento —y muy posiblemente los convenios— que las más altas autoridades de las grandes potencias tienen de/con estos misteriosos seres, manteniendo acerca de todo ello un humillante y criminal silencio.

3. El uso que de la presencia y de las actividades de estos «extraterrestres» están haciendo ciertos grupos secretos, para lograr un control total del planeta entero.

Hasta hace poco, estos grupos secretos, valiéndose de los grandes jefes militares que se creen los dueños del planeta, tenían oficinas especialmente dedicadas a acallar a todos aquellos que se acercaban demasiado a la «gran verdad» y que podían influir en el despertar de la raza humana. Pero desde hace muy poco tiempo, los cuidadores de la «gran verdad» han ido dejando que esta se filtre parcialmente, porque han descubierto que podría resultar un excelente instrumento para sus planes de dominio.

Un ejemplo de esto pueden ser los famosos avistamientos de Gulf Breeze, en Florida (EE. UU.), en donde una multitud de residentes han visto y fotografiado repetidas veces un enorme ovni del tamaño de un edificio de varios pisos.

Las investigaciones apuntan en la dirección de que todo no es más que una proyección luminosa hecha con una tecnología humana muy sofisticada, para confundir a los bien intencionados testigos. Las agencias de noticias se encargan de difundir el suceso hasta los últimos confines del planeta, manteniendo así en suspenso las mentes de los humanos acerca de la posibilidad de que se encuentren ya entre nosotros seres de otros mundos.

Algo por el estilo se podría decir del reciente avistamiento del ovni en Rusia tan ampliamente difundido por la Agencia Tass. El desmentido que a los pocos días hicieron ciertas autoridades científicas era de esperar, pues ello ha ocurrido siempre que ha habido noticias de cierta resonancia. Las oficinas encargadas de desacreditar el fenómeno, desconocedoras de las últimas estrategias encaminadas a usarlo, siguen en su misión de desmentir todo aquello que puede desvelar la realidad del fenómeno.

Es una doble estrategia: por un lado, los que secretamente llevan las riendas del mundo quieren mantener en la ignorancia a la raza humana acerca de las terribles verdades que se ocultan tras el fenómeno ovni y evitar así la ira del pueblo contra ellos por haberse portado de una manera tan irresponsable; y por otra parte procuran mantener la incertidumbre acerca de la posibilidad de visitas de extraterrestres para en un momento dado usarlas como elemento atemorizador en sus planes de dominio del mundo entero.

El inexplicable y súbito entendimiento entre las dos grandes potencias y el inesperado derrumbe simultáneo de los regímenes comunistas de la Europa del Este son otras muestras de lo que estamos diciendo. Aunque hasta hace poco las disensiones y desconfianzas mutuas entre los dos grandes bloques eran cosa normal, la realidad era que, en la cumbre, ya hacía tiempo que los supremos responsables estaban de acuerdo, y de hecho practicaban conjuntamente secretas maniobras espaciales, tal como veremos en el libro.

Sin embargo, habrá que tener presente que no necesariamente los líderes políticos que aparecen oficialmente al frente de sus respectivas naciones son los que en realidad planifican la marcha de los acontecimientos. En muchas ocasiones los gobernantes, por importantes y poderosos que parezcan, no son más que meros títeres de otros cerebros que desde las sombras dirigen el rumbo de la historia, aunque estos, a su vez, y muy probablemente sin percatarse de ello, sean dirigidos por otras inteligencias suprahumanas o «dioses», que son los que desde el inicio de los tiempos controlan este planeta que ellos consideran más suyo que nuestro.

Cuando se habla de «dioses», de extraterrestres o de entidades no humanas, no hay que caer en la ingenuidad de creer que existe una sola especie de ellos o de que todos son, poco más o menos, lo mismo. Tratándose de entidades no humanas, las diferencias entre ellas son infinitamente mayores que las que se pueden hallar entre los mortales.

Lo mismo que hay seres humanos buenos y malos —aunque estos términos tengan mucho de relativo— hay alienígenas que se portan bien con los hombres y los hay que nos tratan de la misma manera que nosotros tratamos al ganado. Y esto a pesar de los «Ramas» y los «Adonais» y demás ingenuos que todavía siguen pensando que los extraterrestres son los «buenos hermanos del cosmos» que vienen a salvarnos o a liberarnos de los holocaustos nucleares.

Yo no niego —nunca lo he hecho— que haya «extraterrestres buenos» que tratan de ayudar y que de hecho a muchos humanos los han ayudado. Ese tipo de extraterrestres me preocupan menos porque no espero de ellos ningún mal. Lo que sí digo, y con total certeza, es que muchos de los tripulantes de los ovnis y muchas de las entidades no humanas que se nos presentan como benévolas no lo son a la larga, y de hecho han destruido las vidas de muchos seres humanos que se fiaron de sus palabras y promesas.

Por eso afirmo que tenemos que estar muy alerta cuando nos relacionamos con estas entidades, porque no sabemos con quién estamos tratando. Y, aunque algunos no lo crean todavía, hoy sabemos con absoluta certeza que bastantes de estos seres mienten mucho, por muy avanzados que estén en tecnología.

Otro caso muy diferente es el de los ufólogos «serios» y además «científicos». Estos no han pasado de la tabla de sumar de la ovnilogía y están todavía tratando de convencerse de que existen abducciones reales. Hay gente a la que el almacenamiento de información, en vez de darles nuevas ideas, los empacha. En lugar de descubrir la realidad se emborrachan con los mismos datos que reciben.

Para estos técnicos de los «ufos» —do you follow me?— todo lo que yo diré en este libro es un puro delirio que según ellos no tiene base alguna. Pero lo que no tiene base es hablar y criticar desde una mesa, sin haberse tomado el trabajo de ir a los sitios en donde se podrían convencer de la realidad, a veces terrible, de los hechos.

Nuestro planeta no solo es morada de muchos seres inteligentes además de los humanos, sino que es lugar de paso o de visita para muchos otros fuera de nuestro sistema solar.

Esto es motivo de escándalo para los científicos de vía estrecha que piensan que las distancias que nos separan de otros planetas habitados son insalvables. Probablemente están pensando en los reumáticos cohetes que ellos disparan y su ciencia no les da para deducir que unos seres con la increíble tecnología que demuestran en sus aparatos —aunque los científicos de vía estrecha lo desconocen todo en cuanto a los ovnis— probablemente tienen otros métodos muy diferentes a los nuestros para desplazarse en el espacio.

Usando un método muy poco científico, dicen: «Según nuestros cálculos, estos seres no pueden llegar hasta nosotros. Por tanto, aunque den la impresión de estar aquí, como teóricamente es imposible que estén, no perderemos el tiempo en averiguar si están en realidad». Y siguen rumiando la paja de sus fórmulas.

Mi método es diametralmente opuesto al de los científicos: «Están aquí; luego se puede llegar. ¿Cómo? No lo sé». Lo único que sé con certeza es que están aquí, porque mis sentidos son tan veraces como los de los científicos.

Pero como ya dije anteriormente, puede haber «suprahumanos» que hayan vivido aquí siempre, aunque en otros planos de existencia, y puede haber visitantes que vengan de fuera. Y ese es el caso del que nos vamos a ocupar en este libro. De ciertos visitantes enanos, lampiños y cabezones que desde hace varias décadas están haciendo horrores en nuestro planeta sin que la mayoría de los humanos, y mucho menos los científicos, se hayan enterado.

Los que sí se han enterado han sido los militares de varios países y muy pocos políticos de las grandes potencias, como enseguida veremos. Pero unos debido a su paranoia belicista y otros por la borrachera que les produce el poder y el vivir en olor de multitudes, no le han dado al asunto la importancia que tiene o, lo que es peor, lo han convertido en una nueva fuente de desgracias para la humanidad.

En este libro, pues, si bien vamos a tocar el tema de los visitantes espaciales —los ovnis en sí ya no nos interesan pues son únicamente un vehículo— no vamos a fijarnos en todas las especies que existen de ellos, sino únicamente en dos o tres, que son las que en la actualidad tienen mayor contacto con nosotros y de las que nos tenemos que defender, pues son altamente peligrosas.

El lector podrá preguntarse por qué casi todo lo que digamos está ubicado en Estados Unidos. ¿Es que ellos tienen también el monopolio de los ovnis? Ciertamente, no. Creo que Brasil, por poner un ejemplo, es un país en donde la actividad ovnística ha sido enorme tanto cuantitativa como cualitativamente, pero mucho menos conocida que la de Estados Unidos. Es cierto que en este país ha habido muchos y muy interesantes casos que han dado la vuelta al mundo. Ello se debe a que, siendo el país muy extenso y poblado, es natural que se den más casos, aparte de que sus agencias de noticias difunden con más facilidad cualquier suceso que allí ocurra.

Asimismo, estamos seguros de que en África la actividad de los tripulantes de los ovnis es aún más descarada, pero la ausencia de grandes agencias de noticias, y lo apartado de los lugares en donde muchas de estas cosas suceden, impiden que nos enteremos.

Todas estas ideas podrán parecerle alucinaciones a más de un lector, tal como se lo parecieron durante muchos años al propio autor, endrogado como estaba con ideas religiosas absurdas y con el recuento oficial y falso de la historia humana que le habían dado en la universidad.

Pero para corroborar estas ideas hay innumerables hechos que irán saliendo a lo largo de estas páginas. Que el lector los haya desconocido hasta ahora no es culpa del autor. Y si se negase a darles crédito, aunque estaría en su derecho, obraría muy sabiamente si, dada su enorme importancia, le dedicase un poco más de tiempo a todo este asunto para convencerse de si todos estos hechos son ciertos o no.

CAPÍTULO I

LOS MILITARES SE REBELAN

La carta que a continuación transcribiré es altamente reveladora. Un grupo de militares de Estados Unidos, no corruptos pero ingenuos, escribe a su presidente Ronald Reagan para que reprima a la CIA en su afán por encubrir todo lo referente al asunto de los ovnis y les permita declarar acerca de todas las mentiras que le ha estado diciendo al pueblo norteamericano sobre el tema.

Digo ingenuos, porque mal saben ellos que el expresidente Ronald Reagan seguía obedientemente las pautas de la CIA en este particular, aparte de que era capaz de mentir tanto como ella en este y otros temas de gran importancia para la nación, tal como se pudo ver en el asunto Irán-Contra.

Por lo que podemos ver en el texto de la carta, los militares que la redactaron, si bien conocían el hecho de que estábamos siendo visitados por naves de fuera de nuestro planeta, desconocían las intenciones de nuestros visitantes y, a lo que parece, sus actividades nada legales en su propio país. Y menos todavía sospechaban el ignominioso pacto que su Gobierno había hecho con ellos, del que hablaremos con detención más adelante.

Su ignorancia del aspecto más tenebroso del fenómeno ovni la podemos ver en algunas afirmaciones en la carta, como cuando dicen que «los accidentes fatales relacionados con ovnis son relativamente escasos». Sin embargo, aparte de los hechos de los que se confiesan culpables, hay que decir a su favor que se han rebelado contra un estado de cosas que ya se ha hecho abiertamente criminal.

Carta del grupo Justicia para el Personal Militar (JMP) al presidente Ronald Reagan

(Copia a los miembros del Congreso y a la prensa)

PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS

La Casa Blanca

1600 Pennsylvania Ave

Washington DC 20500

4 de diciembre de 1987

Querido señor Presidente:

La CIA se está burlando de nuestra Constitución. Nuestros representantes y senadores no tienen idea de lo que los militares hemos hecho y continuamos haciendo, porque la CIA ha decidido que «ellos no tienen necesidad de saberlo». Por tanto, el grupo JMP le pide a usted, señor Presidente, que emita una orden ejecutiva que obligue tanto a los militares como al personal del Gobierno, activos o retirados, que tengan algún conocimiento sobre el asunto de los ovnis, que testifiquen con total inmunidad ante un comité congresional especial. La CIA no podrá objetar nada, porque según ella «los ovnis no existen».

El encubrimiento que se ha estado llevando a cabo con relación a los ovnis no tiene por qué escudarse en la «seguridad nacional». Tiene que terminarse porque está minando la moral militar.

Nuestro grupo JMP está formado por personal militar retirado que trabajó bajo órdenes de la CIA en el encubrimiento del fenómeno ovni. Amparándonos en la «seguridad nacional», nosotros colaboramos intencionadamente en el engaño de los ciudadanos de nuestra nación y manipulamos a la prensa, a los tribunales de justicia y a la mayoría de los políticos.

El encubrimiento de los ovnis que lleva a cabo la CIA se está haciendo contra los intereses del pueblo norteamericano y no contra nuestros potenciales enemigos. La CIA insiste en que el encubrimiento tiene que ser mantenido por encima de todo, porque de otra manera todo el armamento militar sería inefectivo. Pero mientras tanto, los rusos tienen una ciudad entera dedicada a la investigación de los ovnis. La CIA sostiene que el personal militar a su servicio desobedecerá órdenes cuando se refieran al asunto de los ovnis. Por ejemplo, durante la guerra de Vietnam los pilotos se negaban a obedecer cuando recibían órdenes de atacar a los ovnis. Como los accidentes fatales relacionados con ovnis son relativamente escasos (excepto en la guerra de Vietnam), la CIA prefiere continuar con el encubrimiento.

La NSA, NASA, CIA, RAND y los asociados con AFOSI nos han informado de que los ovnis tienen orígenes diversos. Algunos de ellos son de civilizaciones miles de años más avanzadas que la nuestra. La mayor parte de lo que a ellos se refiere, sus motivos y sus actuaciones son incomprensibles para nosotros. Poco es lo que podemos hacer para protegernos de ellos. La Fuerza Aérea está totalmente desprovista de recursos para enfrentarse a la situación debido a las increíbles capacidades de vuelo de esos aparatos.

Tanto la CIA como el Pentágono están asombrados del poder que tienen para distorsionar el funcionamiento de todos los equipos electrónicos de aire y tierra, y para inutilizar los sistemas de control de armamento. La CIA se ha propuesto, cueste lo que cueste, llegar a conocer y reproducir el sistema de propulsión de los ovnis. Esto quiere decir que en ocasiones se han sacrificado vidas de pilotos tratando de perseguir y conseguir algún ovni para ver cómo es su funcionamiento.

La RAND dice que no hace falta dar explicaciones porque hechos como los de 1952, cuando gran cantidad de ovnis volaron sobre Washington y la Casa Blanca, no van a volver a repetirse. En cambio, NORAD, al igual que muchos de nosotros en las Fuerzas Armadas, nos oponemos radicalmente a esta continuación del encubrimiento, señalando el posible pánico colectivo si se repite algo como lo de 1952.

Creemos que ya han muerto demasiados militares como resultado de no haber sido convenientemente informados acerca de la existencia de los ovnis. Y es hora de decirles a nuestras Fuerzas Armadas la verdad. Es un crimen el continuar usando como conejos de Indias al personal militar.

Crímenes que hemos cometido presionados por la CIA

Hace cuarenta años el encubrimiento se reducía a unos pocos individuos dentro de la cúpula militar y el Gobierno, pero hoy son ya muchos miles los que están afectados o envueltos en él. Esta política engañosa de la CIA está creando resentimiento entre el personal militar porque se nos han dado órdenes que son contra la ley, contra nuestros compañeros militares y contra nuestra nación. Nuestro grupo está compuesto por muchos militares que están esperando el permiso para testificar.

He aquí unos pocos ejemplos de las actividades engañosas que tuvimos que realizar mientras estábamos en servicio activo:

1. Dimos orden a muchos pilotos para que disparasen contra los ovnis con la intención de derribar alguno para estudiarlo. Esto trajo como consecuencia, en algunos casos, la explosión del avión y la muerte de sus pilotos o su instantánea «desaparición» junto con la del aparato. Da la impresión de que los ovnis «monitorean» cada una de las acciones de nuestros pilotos. Hemos analizado cientos de fotos de ovnis y tenemos la impresión de que algunos se mueven por control remoto.

2. Hemos hecho callar tajantemente a los pilotos que han dicho haber visto ovnis y no les permitimos que hablen de las persecuciones de ovnis ni siquiera entre ellos mismos.

3. Hemos interrogado, intimidado y hostigado al personal militar de tierra que dice haber visto ovnis, hasta «convencerlos» (exceptuados los pilotos y astronautas) de que ellos «no vieron nada». Los hemos atemorizado con la amenaza de largas condenas de cárcel si contaban a alguien lo que habían visto. Los hemos trasladado sin sus familias a bases lejanas en el mundo entero, de modo que, aunque hablasen, nadie les iba a creer. Hemos encerrado a algunos en instituciones para enfermos mentales. Los hemos encarcelado. Hemos destruido sus carreras y hemos hecho todo lo posible por intimidar a los testigos de los ovnis, llenándolos de miedo y reduciéndolos al silencio y a la duda.

4. Hemos distribuido información fraudulenta valiéndonos para ello de los portavoces militares del Gobierno y de científicos para desacreditar todos los avistamientos públicos de ovnis.

5. Hemos forzado a la NASA, a la FAA y a otras agencias gubernamentales a que siguiesen las pautas de la CIA relativas al fenómeno ovni.

6. Hemos violado al Acta de Libertad de Información al ocultar documentos a los que los solicitantes tenían derecho.

7. Hemos desacreditado a los pilotos civiles que decían públicamente haber visto ovnis y hemos forzado a sus compañías para que los hiciesen callar.

8. Cuando los pilotos civiles en todo el mundo decían que habían perdido temporalmente el mando de la nave en presencia de un ovni, y hasta cuando habían desaparecido totalmente, nosotros nunca lo confirmábamos, a pesar de que sabíamos que era verdad.

9. Hemos destruido sin misericordia la reputación de muchos extraordinarios y competentes conciudadanos que se atrevieron a sostener que habían visto ovnis, cuando sabíamos perfectamente que estaban diciendo la verdad, pues nosotros mismos los habíamos visto en el radar.

10. Hemos silenciado a congresistas y senadores que pedían información para sus representados. Estos congresistas son ahora socios silenciosos en este encubrimiento y, por tanto, responsables directos de todos los crímenes que nosotros cometemos.

El gran fallo de la prensa

La campaña de desprestigio de los ovnis ordenada por la CIA en 1953 publicó libros y colocó cientos de artículos en la prensa para crear una atmósfera de ridículo en torno al tema; creó falsos «contactos» y bromas y los sigue creando todavía; se infiltró en los grupos más importantes dedicados a la investigación del fenómeno y logró ridiculizarlos y hacer que dirigiesen sus investigaciones hacia «otras explicaciones» más racionales.

La campaña tuvo un éxito muy superior al que la CIA hubiese esperado, debido principalmente a la brillante manipulación de la prensa, utilizando la estrategia del ridículo. La prensa «seria», por miedo a caer en el ridículo, se tragó increíblemente todos los «comunicados oficiales» acerca del fenómeno.

Por este miedo al ridículo, por ejemplo, y por divorciarse por completo de todo lo relacionado con los «platillos volantes», nunca se preguntó por qué la CIA rehusó darle información al senador Goldwater, que por aquel entonces era presidente del Comité de Inteligencia del Senado. Si el senador Goldwater no merece que se le informe sobre el problema de los ovnis, ¿quién se lo merece en nuestro Gobierno? La prensa falló en hacerse esta simple pregunta: si «los ovnis no existen», ¿por qué la CIA le dijo al senador Goldwater que los informes sobre los ovnis son «datos clasificados en un nivel superior al top secret», y a «cualquier otro secreto de los Estados Unidos»?

La campaña de desprestigio montada por la CIA usó a algunos de los cerebros más brillantes de nuestro país y poco a poco «convenció» a muchos periodistas de que la manera mejor de progresar en su profesión era abandonando la ética periodística cuando se trataba de reportar noticias sobre avistamientos de ovnis.

Uno de los actos más audazmente engañosos de la CIA se refiere al presidente Carter (que había sido testigo de un avistamiento) cuando le sugirió a la NASA la posibilidad de hacer una investigación sobre los ovnis. Hasta ese momento, todos nosotros, los que estábamos envueltos en la campaña de encubrimiento, pensábamos que el Presidente estaría enterado de todo desde el mismo momento de su toma de posesión, y que se le habría informado de la enorme cantidad de dinero que se había gastado en la investigación del fenómeno desde 1953.

Pues bien, ¡no sabía casi nada! Y a nosotros se nos hizo inconcebible cómo el Presidente de la nación había sido mantenido en la ignorancia por la CIA.

Por aquel tiempo, el equipo científico de la NASA llegó a la conclusión de que había que terminar con el encubrimiento, porque para entonces ya casi todo el público sabía que la mayor parte de los astronautas habían tomado fotos de ovnis o habían sido seguidos por ovnis y se veían forzados a mentir a la prensa. Pero la CIA, poco antes de que la NASA diese su informe para los medios de comunicación, insistió en que había que seguir encubriendo todo lo relativo a los ovnis y la forzó a mentir una vez más a la prensa. Y la NASA redactó un boletín de prensa, dictado por la CIA y contrario a las conclusiones a las que habían llegado sus científicos.

Victor Marchetti, que fue un alto cargo de la CIA, sostiene de manera abierta que muy probablemente el presidente Carter fue forzado a participar en toda la campaña de encubrimiento dirigida por la CIA.

La mayor parte de las ridículas «explicaciones científicas» de los avistamientos salían de los «cuarteles de desprestigio» que la CIA tenía montados, y eran diseminados entre el público, mayormente a través de la Fuerza Aérea, FAA, FBI, CIA, NASA, NORAD o el Pentágono. Las absurdas «explicaciones» (gas de los pantanos, alguna estrella, Venus, etc.), dadas muchas veces después de largas demoras, con frecuencia más que explicaciones eran un insulto para la inteligencia de nuestro pueblo. Y a pesar de que no eran ni científicas ni siquiera lógicas, eran rápidamente aceptadas por la prensa, que de esa manera se liberaba de «otra loca historia de ovnis».

Con frecuencia, había graves contradicciones entre los informes oficiales y lo que decían los pilotos o los controladores de radar, que no solían tener mucho eco en la prensa.

El fallo de la comunidad científica

El Proyecto Blue Book, el Informe Condon y muchos científicos notables son parte de esta campaña de encubrimiento de la CIA. El Informe Condon fue una farsa «científica» que inmediatamente fue desenmascarada como un fraude por el extinto profesor James E. MacDonald. [El profesor James MacDonald apareció «suicidado» de una manera muy extraña poco después de haber desenmascarado el Informe Condon. N. del T.].

Desde el momento de su aparición, dicho informe fue muy duramente criticado por científicos (que no pertenecen a la CIA), los cuales lo examinaron a fondo, cosa que otros, por miedo al ridículo, no han hecho e increíblemente todavía continúan viendo el Informe Condon como un estudio serio. Este triunfo logrado sobre la comunidad científica es algo que llena de satisfacción a las altas esferas de la «inteligencia» militar y política.

Esta manipulación de la opinión pública norteamericana y las técnicas avanzadas de control mental practicadas por la CIA han sido descritas por un doctor de la Fuerza Aérea como «fascismo psiquiátrico, contradictorio con los principios de la democracia». En la actualidad, y debido a los sistemas de detección altamente sofisticados, se están detectando con mucha frecuencia ovnis sobre nuestras bases y sobre los silos de misiles, y se ha descubierto que son capaces de entrometerse en los mecanismos de lanzamiento. Se los ha fotografiado en áreas prohibidas espiando nuestros experimentos militares, y por radar y hasta a simple vista se los ha seguido casi a diario cruzando los cielos de Estados Unidos y Canadá.

De todas partes del mundo nos llegan noticias semejantes y debido a ello es por lo que nos oponemos a este encubrimiento sin sentido que nos priva de una enorme cantidad de datos científicos. Pero no podemos hacer nada, porque la CIA controla todas las agencias de inteligencia militar y tiene una abrumadora influencia sobre muchas agencias del Gobierno.

Personal del FBI ha definido este encubrimiento como el mayor crimen jamás perpetrado contra nuestro pueblo. La CIA, amparándose en el «Interés Público Nacional» ha violado flagrantemente la letra y el espíritu de la ley.

El Código de Justicia Militar no ofrece a nuestros soldados ninguna protección contra esto. Nosotros, como miembros del grupo «Justicia para el Personal Militar», estamos divididos entre el deseo de mantener nuestro juramento de secreto y nuestro sentido de ética como ciudadanos responsables y leales de esta gran nación nuestra.

Pero, por otro lado, estamos totalmente decididos y dedicados a impedir que este encubrimiento siga perpetuándose en nuestra patria libre. Si nuestro país nos exige a los militares que estemos dispuestos a entregar nuestras vidas en su defensa, lo menos que puede hacer es decirnos contra quién estamos luchando y por qué. Tenemos el derecho a saberlo.

Responsabilidad civil de la JMP

La carencia de noticias responsables en este particular es lo que nos ha llevado a la creación del grupo JMP. Creemos que es responsabilidad nuestra hablar por los ciudadanos que están cumpliendo un servicio militar activo.

Un estudio de la RAND indica que la CIA está todavía dispuesta a continuar con su campaña de encubrimiento, valiéndose del secreto y del ridículo.

En consecuencia, la JMP ha preparado una campaña para deshacer el encubrimiento de los ovnis. Alguien asociado con la NSA nos ha comentado: «... una vez que la nación se dé cuenta de la magnitud del engaño en torno a los ovnis, se producirá como un despertar y se levantará una ola de indignación que nos llevará a actos de desobediencia civil de gran envergadura, y esto puede ser el fin de la CIA».

No es nuestra intención acabar con la CIA, porque esta es necesaria para la defensa nacional. Queremos conservar de la CIA todo aquello que todavía tiene de respetable a los ojos del pueblo norteamericano. El blanco de esta carta no es la credibilidad de la CIA sino la credibilidad del Gobierno. Este loco encubrimiento tiene que terminar. Es una bomba con temporizador que, según la RAND, está acelerándose y puede estallar en cualquier momento. Descubrámosla ahora y evitemos la pérdida innecesaria de más vidas de militares.

En esta carta omitimos intencionadamente los eventos más espectaculares en la campaña de encubrimiento de los ovnis. Creemos más propio que sea el Presidente mismo, una vez informado por la CIA, quien se lo comunique a la nación. Lamentamos el anonimato de esta carta, pero no tenemos otro remedio, pues la CIA tiene el firme propósito de eliminar a cualquiera de sus súbditos que, conociendo el secreto, lo divulgue. En cuanto se nos comunique una Orden Ejecutiva, seremos los primeros en testificar.

Señor Presidente, en sus manos tiene una oportunidad única en la historia de la humanidad. Con interés en nuestros corazones por la seguridad y unidad nacional, respetuosamente esperamos su actuación.

JMP

San Antonio (Texas)

Addendum para la prensa

Puesto que por el momento somos todavía un grupo anónimo, queremos ofrecerle a la prensa una fuente para verificación, documentación y constatación de la mayor parte de lo que aquí decimos. En Estados Unidos les recomendamos que tomen contacto con el astronauta Gordon L. Cooper y con las siguientes organizaciones dedicadas a la investigación de los ovnis [aquí muestran una lista de organizaciones y personas, incluido el mayor Donald E. Keyhoe, uno de los primeros y más famosos autores sobre el tema de los ovnis].

Ninguna de las organizaciones mencionadas arriba conocía de la existencia de la JMP antes de la publicación de esta carta, de la que se han enviado 6200 copias a la prensa de todo el mundo.

Hasta aquí la carta de la JMP. Una prueba indirecta de que lo que en ella se dice es verdad es el silencio que la «prensa seria» del mundo ha guardado sobre el tema a pesar de que los hechos denunciados son de enorme importancia.

La campaña de ridículo que la CIA y la NSA montaron ha calado tan hondo que los periódicos no quieren mezclarse con nada que suene a ovnis o a extraterrestres y si lo hacen es en tono jocoso o como parte de las anécdotas del día.

Por otro lado, nos sorprende la ingenuidad de estos honestos militares que todavía creen en la honorabilidad de sus altos políticos y hasta de su presidente. No saben que a la mayor parte de los «grandes» de este mundo lo que en definitiva les interesa es conservar sus puestos.

La preocupación de la JMP se acrecentaría enormemente si supiesen toda la verdad. No solo la verdad de todos los atropellos y crímenes que las agencias de su Gobierno han cometido para tener engañado al pueblo, sino la verdad terrible que hay detrás del fenómeno ovni considerado en su totalidad.

Se indignan porque las vidas de otros compañeros suyos están en peligro, pero se indignarían mucho más si supieran que la que está en peligro es la estabilidad mental de toda la humanidad y hasta la paz mundial.

La JMP parece no saber o no estar convencida de que los rusos están cometiendo el mismo encubrimiento que la CIA y que en las altas esferas político-militares, rusos y norteamericanos colaboran íntimamente. Por eso, ingenuamente instan a su presidente a que vigile a los rusos que, según los miembros de JMP, son los verdaderos enemigos. Todavía están imbuidos de la paranoia bélica de los militares de todo el mundo.

Esta carta hace apenas un año que fue enviada y por supuesto Ronald Reagan no le dio respuesta alguna ni se la dará, habiendo dejado el difícil encargo a su sucesor, Bush, que por ser desde hace tiempo del grupo MJ-12, conoce más a fondo que su predecesor todo el tenebroso asunto.

Reagan, con su limitada inteligencia, cuando se enteró del asunto lo tomó como algo curioso y excitante y, según dicen, tenía una enorme curiosidad por conocer las andanzas de los extraterrestres. Pero por lo que parece no llegó a comprender nunca o no se quiso enfrentar con las consecuencias de tan enorme problema, dejándolo todo en manos de la CIA y de la NSA y siguiendo las pautas que ellos le trazaban.

Pero en este último año ha habido muchas más señales de que la pugna interna entre los que conocen la verdad total se ha acrecentado y han empezado a salir a la luz pública datos mucho más concretos que los que la JMP señala en esta carta.

Estos son los pilotos que salieron inútilmente a perseguir a los ovnis que sobrevolaron Washington por primera vez en 1952.

La incursión de ovnis sobre Washington en 1952 a que se refiere el documento de la JMP. Las autoridades dijeron enseguida que se trataba de un avión. Cuando se amplió la foto (abajo), no solo se vio que no era un avión, sino que se descubrió en la lejanía otro ovni de los muchos que aquella noche sobrevolaron la capital de Estados Unidos.

Contra los presagios optimistas de la RANO, los ovnis repitieron su visita masivamente siete años después. El 4 de febrero de 1959 se tomó esta fotografía que figuraba en los archivos del Proyecto Libro Azul con el número 6257.

La tarde del famoso apagón de Nueva York en 1965 se vieron varios ovnis volando lentamente sobre la ciudad. Con toda probabilidad ellos fueron los causantes del percance, tal como lo han hecho, sin lugar a dudas, en otras ciudades. En estas fotos podemos ver a dos de ellos teniendo como marco el Empire State Building y el edificio de las Naciones Unidas. La CIA trató por todos los medios de impedir que se publicasen estas fotos y consiguió que tuviesen mucha menos difusión de la que se merecían.

Dr. James E. MacDonald. Era profesor de Astrofísica en la universidad y fue invitado inicialmente a la investigación y redacción del Informe Condon. Cuando vio que el informe estaba destinado a desacreditar el fenómeno ovni, renunció y lo denunció por fraudulento. Al poco tiempo apareció muerto en circunstancias extrañas. Estaba tumbado en el campo con una pistola al lado, dando la impresión de que se había suicidado. Pero todos los que lo conocían dicen que fue asesinado.

El comandante Donald Keyhoe, de la Marina de Estados Unidos, fue uno de los primeros militares en sublevarse contra el secreto que sus superiores impusieron acerca de los ovnis. Sus libros Los ovnis son reales, Platillos volantes del espacio exterior, La conspiración contra los ovnis y Ovnis: Top secret tuvieron una gran difusión y convencieron a muchos de sus compatriotas de la realidad del fenómeno.

El astronauta Gordon Cooper. Sus jefes, conociendo su rectitud y su inclinación hacia la sinceridad, prohibieron a los periodistas que le preguntasen sobre un objeto verduzco que había visto cuando volaba sobre Australia.

CAPÍTULO II

TAMBIÉN LOS JUECES SE REBELAN

Lo siguiente es la transcripción de un artículo publicado por un Juez de la Corte Suprema del estado de Nueva York en la revista de gran circulación OMNI, de junio de 1987.

Como el lector podrá ver, con palabras muy reposadas y muy a tono con su profesión, el magistrado muestra su repudio al encubrimiento oficial de los hechos en torno al fenómeno ovni y su indignación por el engaño del que tanto él como sus conciudadanos han sido víctimas durante tanto tiempo.

Declaración hecha por Howard E. Goldfluss, juez de la Corte Suprema del estado de Nueva York

Yo era tan escéptico como cualquier otro acerca de los objetos volantes no identificados. Mi formación profesional requería evidencias para poder probar la existencia de los ovnis. Sin embargo, no había ninguna, excepto las afirmaciones típicas de las revistas sensacionalistas que podemos ver en los supermercados: «Yo fui atacada sexualmente por un marciano», etc.

Pero lo que era materia de risa ahora se ha convertido en algo serio. Ya hay una evidencia sólida para borrar el escepticismo. Antes de que apareciese esta evidencia yo creía en la Fuerza Aérea, en la CIA y en todas las demás agencias del Gobierno cuando nos decían que los ovnis eran un mito. Y las hubiese seguido creyendo durante toda la vida de no haber sido por el Acta de Libertad de Información.

El Congreso pasó esta ley porque pensaba que el Gobierno estaba ocultando demasiados hechos del conocimiento público, y esta preocupación estaba ciertamente justificada. Gracias a esta ley, sabemos ahora que el Gobierno ha estado ocultando evidencias de que los ovnis existen y de que mucha gente los ha visto.

La información más reveladora se encuentra en el Estudio de la División de la Inteligencia Aérea (AIDS) 203. A continuación transcribo algunos de sus párrafos:

• White Sands, Nuevo México, 29 de junio de 1947. Tres científicos vieron un gran disco sin alas, o esfera, moverse horizontalmente.

• Portland, Oregón, 7 de julio de 1947. Cinco oficiales de policía vieron un número de discos similares volando sobre diversas secciones de la ciudad.

• Andrews Field, Maryland, 18 de noviembre de 1948. El piloto de la reserva Kenwood Jackson, el teniente Glen Stalker y el teniente Henry Combs encontraron un ovni iluminado que daba vueltas a 17 000 pies [5500 m]. Describieron el objeto como una bola oblongada, con una luz, sin alas y sin tubo de escape...

Si yo tuviese dudas sobre la credibilidad de los observadores mencionados, me sacaría de ellas una inspección del Informe de la Inteligencia Aérea IR-193-55 fechado el 15 de octubre de 1955. Esta información fue hecha después de entrevistar al senador Richard Russell, de Georgia, decano del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, al teniente coronel E. V. Hathaway, un oficial asignado a dicho comité, y a Reuben Efron, un consultor. Según ellos, el 4 de octubre de 1955, a las 7:10 h, después de partir por tren de la URSS, los tres vieron dos ovnis despegando casi verticalmente con un minuto de diferencia.

Lo que en definitiva buscan los tribunales es la verdad. Si se suprime aunque solo sea una parte de los hechos, ahí está el peligro de que la verdad no se pueda descubrir. Hasta ahora se nos había hecho creer que solo los charlatanes, los borrachos, los locos y los psicópatas eran los que veían el fenómeno. Ahora sabemos que muchos de los testigos eran gente responsable, dignos de crédito y personas respetables; y muchos de ellos tenían formación técnica. Por tanto, en la actualidad podemos contemplar el fenómeno ovni de otra manera, con pruebas que hasta ahora habían sido ocultadas.

Howard E. Goldfluss

Juez de la Corte Suprema del Estado de Nueva York y autor del libro El Juicio.

Cuando en virtud del Acta de Libertad de Información, la CIA, la NSA y la Fuerza Aérea se vieron obligadas a entregar los documentos que tenían en relación con los ovnis, lo hicieron previa rigurosa censura. Esta es una muestra de cómo entregaron muchas de las páginas y al mismo tiempo una prueba de cómo las «dignísimas autoridades» se ríen de la ley cuando les conviene, y le faltan al respeto a los ciudadanos.

CAPÍTULO III

LOS PRESIDENTES DE EE. UU. Y LOS OVNIS

No se crea el lector que hablo de los presidentes de EE. UU. por estar contagiado de la bobaliconería que aqueja a buena parte del mundo hispanoparlante y del planeta en general hacia todo aquello que venga de Estados Unidos o se exprese en inglés. Por desgracia, padecemos un momento de papanatez hacia todo lo yanki y hacia todo lo anglófono que hace que se nos caiga la baba ante cualquier cosa que de allá provenga, aunque sea en forma de música para simios o de horrendos videoclips esquizofrénicos capaces de matar a un muerto.

Hablo de tan eximios señores porque aquellos, al menos los nueve últimos, son los culpables de cierto estado de cosas con relación al fenómeno ovni. Y de ser ciertas todas las sospechas que tenemos, serán reos de un gravísimo crimen cometido no ya solo contra su propia nación, sino contra la humanidad entera.

Guste o no, lo cierto es que hoy por hoy Estados Unidos es la nación más poderosa de la Tierra y la que ha alcanzado uno de los niveles de vida más elevados. Su Gobierno cuenta con unos medios con los que no cuentan la mayoría de los otros gobiernos del mundo, y esta es la razón de que haya estado más atento que otros al fenómeno ovni desde su comienzo y de que haya logrado mayores éxitos en la difícil tarea de conectar con los escurridizos tripulantes de las misteriosas naves espaciales.

Ya el presidente Roosevelt, en 1942, recibió una carta del general Marshall —que reproducimos en estas páginas— poniéndolo sobre aviso de unos misteriosos «aviones» que habían sido vistos sobre Los Ángeles y contra los que las baterías antiaéreas habían disparado 1430 veces, sin que lograsen derribar ninguno. Eran por lo menos quince ovnis que volaban no muy rápidos a una altura de entre 3000 y 5500 m.

Según el general Marshall: «No habían dejado caer ninguna bomba, no se habían producido heridos y no habían salido en su persecución aviones del Ejército o de la Marina».

En sus comentarios al Presidente le dice que probablemente se trataba de «aviones comerciales» operados por agentes de potencias enemigas con el objeto de descubrir dónde estaban situadas las defensas antiaéreas, y de hacer más lenta la producción debido a los apagones que tal alarma causaba. (!!) Muy diferente sería su reacción pocos años después, cuando ya estuviese convencido de que no se trataba de «aviones comerciales».