La inocencia de Emily - India Grey - E-Book
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India Grey

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Beschreibung

Tercero de la saga. Emily Balfour había huido de su vida de cuento de hadas tras descubrir que se sustentaba en mentiras, y ahora tenía que esforzarse para llegar a fin de mes. El príncipe Luis Cordova reconoció inmediatamente a la joven Balfour, la única mujer que no había caído rendida a sus pies. Emily no tenía ni un penique, así que no podía rechazar la oferta del príncipe: un trabajo y un techo bajo el que cobijarse, aunque tuviera que compartir la cama de aquel playboy. Súbitamente trasladada a la isla de Santosa, la inexperta Emily no lograba estar a la altura de la potente sexualidad de Luis, pero su corazón no se conformaba con convertirse en una muesca más en el cabecero de la cama regia.

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.Núñez de Balboa, 5628001 Madrid

© 2010 Harlequin Books S.A. Todos los derechos reservados.LA INOCENCIA DE EMILY, Nº 3 - mayo 2011Título original: Emily’s InnocencePublicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV. Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia. ® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A. ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-9000-314-5Editor responsable: Luis PugniImagen de cubierta: SUBBOTINA/DREAMSTIME.COM E-pub x Publidisa

 

Inhalt

Oscar Balfour

LA DINASTÍA BALFOUR

PROPIEDADES DE LOS BALFOUR

CARTA DE OSCAR BALFOUR A SUS HIJAS

NORMAS DE LA FAMILIA BALFOUR

Dedicatoria

Prólogo

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Seis

Siete

Ocho

Nueve

Diez

Once

Doce

Trece

Catorce

Quince

Promoción

LA DINASTÍA BALFOUR

Las jóvenes Balfour son una institución británica, las últimas herederas ricas. Las hijas de Oscar han crecido siendo el centro de atención y el apellido Balfour rara vez deja de aparecer en la prensa sensacionalista. Tener ocho hijas tan distintas es todo un desafío.

Olivia y Bella: Las hijas mayores de Oscar son gemelas no idénticas nacidas con dos minutos de diferencia y no pueden ser más distintas. Bella es vital y exuberante, mientras que Olivia es práctica y sensata. La madurez de Olivia sólo puede compararse con el sentido del humor de Bella. Ambas gemelas son la personificación de las virtudes clave de los Balfour. La muerte de su madre, acaecida cuando eran pequeñas, sigue afectándolas, aunque expresan sus sentimientos de maneras muy distintas.

Zoe: Es la hija menor de la primera mujer de Oscar, Alexandra, la cual murió trágicamente al dar a luz. Al igual que a su hermana mayor Bella, le cautiva la vida mundana y tiende al desenfreno, siempre está esperando el próximo evento social. Su aspecto físico es imponente y sus ojos verdes la diferencian de sus hermanas, pero tras la despampanante fachada se oculta un gran corazón y el sentimiento de culpa por la muerte de su madre.

Annie:Hija mayor de Oscar y Tilly, Annie ha heredado una buena cabeza para los negocios, un corazón amable y una visión práctica de la vida. Le gusta pasar tiempo con su madre en la mansión Balfour, huye del estilo de vida de los famosos y prefiere concentrarse en sus estudios en Oxford antes que en su aspecto.

Sophie: El hijo mediano es habitualmente el más tranquilo y ésta no es una excepción. En comparación con sus deslumbrantes hermanas, la tímida Sophie siempre se ha sentido ignorada y no se encuentra cómoda en el papel de «heredera Balfour».Está dotada para el arte y sus pasiones se manifiestan en sus creativos diseños de interiores.

Kat: La más pequeña de las hijas de Tilly ha vivido toda su vida entre algodones. Tras la trágica muerte de su padrastro ha sido mimada y consentida por todos. Su actitud tozuda y malcriada la lleva a salir corriendo de las situaciones difíciles y está convencida de que nunca se comprometerá con nada ni con nadie.

Mia: La incorporación más reciente a la familia Balfour viene de la mano de la hija ilegítima y medio italiana de Oscar, Mia. Producto de la aventura de una noche entre su madre y el jefe del clan Balfour, Mia se crió en Italia y es trabajadora, humilde y hermosa de un modo natural. Para ella ha sido duro descubrir a su nueva familia y la desenvoltura social de sus hermanas le resulta difícil de igualar.

Emily: Es la más joven de las hijas de Oscar y la única que tuvo con su verdadero amor, Al ser la pequeña de la familia, sus hermanas mayores la adoran, ocupa el lugar predilecto del corazón de su padre y siempre ha estado protegida. A diferencia de Kat, Emily tiene los pies en la tierra y está decidida a cumplir su sueño de convertirse en primera bailarina. La presión combinada de la muerte de su madre y el descubrimiento de que Mia es su hermana le ha pasado factura, pero Emily tiene el valor suficiente para salir de casa de su padre y emprender su camino en solitario.

PROPIEDADES DE LOS BALFOUR

El abanico de propiedades de la familia Balfour es muy extenso e incluye varias residencias imponentes en las zonas más exclusivas de Londres, un impresionante apartamento en la parte alta de Nueva York, un chalet en los Alpes y una isla privada en el Caribe muy solicitada por los famosos…, aunque Oscar es muy selectivo respecto a quién puede alquilar su refugio. No se admite a cualquiera.

Sin embargo, el enclave familiar es la mansión Balfour, situada en el corazón de la campiña de Buckinghamshire. Es la casa que las jóvenes consideran su hogar. Con una vida familiar tan irregular, es el lugar que les proporciona seguridad a todas ellas. Allí es donde festejan la Navidad todos juntos y, por supuesto, donde se celebra el baile benéfico de los Balfour, el acontecimiento del año, al que asiste la crème de la crème de la sociedad y que tiene lugar en los paradisíacos jardines de la mansión Balfour.

CARTA DE OSCAR BALFOUR A SUS HIJAS

Queridas niñas:

Lo menos que se puede decir es que he sido un padre poco atento, con todas vosotras. Han sido necesarios los recientes y trágicos acontecimientos para que me dé cuenta de los problemas que semejante descuido ha provocado.

El antiguo lema de nuestra familia era Validus, superbus quod fidelis. Es decir, poderosos, orgullosos y leales. Esmerándome en el cumplimiento de los diez principios siguientes empezaré a enmendarme; me esforzaré por encontrar esas cualidades dentro de mí y rezo para que vosotras hagáis lo mismo. Durante los próximos meses espero que todas vosotras os toméis estas reglas muy en serio, porque todas y cada una necesitáis la guía que contienen. Las tareas que voy a encargaros y los viajes que os mandaré realizar tienen por objetivo ayudaros a que os encontréis a vosotras mismas y averigüéis cómo convertiros en las mujeres fuertes que lleváis dentro.

Adelante, mis preciosas hijas, descubrid cómo termina cada una de vuestras historias.

Oscar

NORMAS DE LA FAMILIA BALFOUR

Estas antiguas normas de los Balfour se han transmitido de generación en generación. Tras el escándalo que se reveló durante la conmemoración de los cien años del baile benéfico de los Balfour, Oscar se dio cuenta de que sus hijas carecían de orientación y de propósito en sus vidas. Las normas de la familia, de las cuales él había hecho caso omiso en el pasado, cuando era joven e insensato, vuelven a cobrar vida, modernizadas y reinstituidas para ofrecer la guía que necesitan sus jóvenes hijas.

Norma 1ª: Dignidad: Un Balfour debe esforzarse por no desacreditar el apellido de la familia con conductas impropias, actividades delictivas o actitudes irrespetuosas hacia los demás.

Norma 2ª: Caridad: Los Balfour no deben subestimar la vasta fortuna familiar. La verdadera riqueza se mide en lo que se entrega a los demás. La compasión es, con diferencia, la posesión más preciada.

Norma 3ª: Lealtad: Le debéis lealtad a vuestras hermanas; tratadlas con respeto y amabilidad en todo momento.

Norma 4ª: Independencia: Los miembros de la familia Balfour deben esforzarse por lograr su desarrollo personal y no apoyarse en su apellido a lo largo de toda su vida.

Norma 5ª: Coraje:Un Balfour no debe temernada. Afronta tus miedos con valor y eso te permitirá descubrir nuevas cosas sobre ti mismo.

Norma 6ª: Compromiso: Si huyes una vez de tus problemas, seguirás huyendo eternamente.

Norma 7ª: Integridad: No tengas miedo de observar tus principios y ten fe en tus propias convicciones.

Norma 8ª: Humildad: Hay un gran valor en admitir tus debilidades y trabajar para superarlas. No descartes los puntos de vista de los demás sólo porque no coinciden con los tuyos. Un auténtico Balfour es tan capaz de admitir un consejo como de darlo.

Norma 9ª: Sabiduría: No juzgues por las apariencias. La auténtica belleza está en el corazón. La sinceridad y la integridad son mucho más valiosas que el simple encanto superficial.

Norma 10ª: El apellido Balfour: Ser miembro de esta familia no es sólo un privilegio de cuna. El apellido Balfour implica apoyarse unos a otros, valorar a la familia como te valoras a ti mismo y llevar el apellido con orgullo. Negar tu legado es negar tu propia esencia.

 

 

Para el grupo olímpico de Elmhurst y, en particular, para Louise, nuestra querida guardiana de la llama familiar.

 

Prólogo

–Llámame cuando madures.

Emily se agachó bajo los fantasmales árboles en flor y, cuando salió al césped tenuemente iluminado, aquella voz la siguió. Una voz burlona, irónica y, con su acento ligeramente exótico, terriblemente sexy.

Apretó el paso. Sólo pensaba en poner la mayor distancia posible entre ella y el hombre que estaba entre las sombras. Con la cabeza inclinada, ajena a las miradas curiosas de los invitados desperdigados por el aterciopelado césped de la mansión Balfour, corrió hacia la casa mordiéndose el labio, que todavía le latía allí donde la había besado.

La edición número noventa y nueve del baile benéfico de los Balfour estaba en pleno apogeo, y el sonido de las risas, las conversaciones y las copas entrechocando se escuchaba por encima de la música procedente de la carpa. Frente a Emily, la majestuosa mansión brillaba con luces en cada ventana. La piedra de color miel del edificio refulgía al anochecer como oro viejo. Tras ella, la oscuridad del jardín le golpeaba la espalda, provocándole escalofríos por toda la piel. El corazón le latía con fuerza y el pulso se le aceleró cuando subió corriendo los escalones de piedra que llevaban a la casa.

Él lo había estropeado todo.

Emily había soñado con aquella fiesta durante mucho tiempo, largos años en el internado en los que tenía que conformarse con los detalles del baile anual de los Balfour que aparecían en las revistas del corazón y con los pedazos de información que podía sonsacarles a sus hermanas mayores. Aquel año había terminado por fin la escuela de ballet y había llegado su momento.

Parpadeó al entrar en la claridad del vestíbulo. Se dirigió directamente a las escaleras recogiéndose la larga falda del vestido mientras trataba de no pensar en la emoción con la que se lo había puesto tan sólo un par de horas antes. Se había sentido tan mayor y tan sofisticada…

Hasta que aquellos ojos sabios y moteados de dorado se deslizaron con indolencia sobre ella. Entonces sintió algo completamente distinto.

Cuando llegó a su habitación, cerró con fuerza y se apoyó contra la puerta durante un instante respirando fuerte. La habitación estaba repleta de sombras violetas que difuminaban los contornos de todo, provocando que los objetos familiares de pronto parecieran extraños e irreconocibles. Sin embargo, no encendió la luz. Lo que hizo fue dirigirse hacia la ventana.

Ante ella, el jardín brillaba con cientos de lucecitas. Parecía la ilustración de un libro de cuentos infantil, un reino encantado, el baile de Palacio.

Y eso era lo que ella habría querido, pensó con un sollozo apoyando la frente contra la ventana. Quería que fuera como un cuento de hadas, con el príncipe azul enamorándose perdidamente de ella.

Deslizó la mirada más allá de las delicadas luces y las lamparitas de cristal que había sobre las mesas repartidas a lo largo del césped; hacia la oscuridad donde las sombras se movían bajo los árboles.

Allí estaba él.

Emily apretó las manos contra el cristal. De pronto se sintió atravesada por un deseo tan puro y doloroso que apenas lograba respirar. El sabor fresco y limpio de aquel hombre seguía en sus labios, y se pasó la lengua por ellos recordando el momento en que había salido de entre los árboles para atraerla hacia sí sin prisa, como si fuera el acto más natural del mundo.

Y la había besado.

Ella se llevó tal susto que no fue capaz de resistirse. Fue como si una marea poderosa se hubiera desatado en su interior y no pudiera hacer otra cosa más que dejarse llevar hacia cálidos y secretos remolinos de sensaciones. Él deslizó la boca por la suya lenta y expertamente y sus dedos le acariciaron la nuca y la mandíbula, provocándole escalofríos de placer por la espina dorsal.

Entonces él levantó la cabeza y, en aquel momento, ella captó el brillo de sus perversos ojos dorados en la oscuridad. Se había roto el hechizo y salió a la superficie tratando de recuperar el aire, sin habla y horrorizada ante su propio e inexplicable comportamiento. Aterrorizada por la facilidad con la que él le había hecho actuar.

Porque el príncipe Luis Cordova de Santosa era guapo, de eso no cabía ninguna duda, pero no estaba interesado en el amor y, tras su traje de diseño y su brillante sonrisa, no se escondía ningún príncipe azul.

Peligroso, persuasivo, cautivador…

Era más bien el lobo.

Uno

Un año después

La mansión Balfour refulgía, majestuosa como un topacio sobre un lecho de terciopelo esmeralda. Cada detalle le resultaba a Emily tan familiar como el dorso de su propia mano. Y sin embargo, era lo último que esperaba ver en aquella estación de metro helada.

Era hora punta. Emily se dejó llevar por la marea de viajeros que se movía con prisa y expresión preocupada, y parpadeó ante la repentina penumbra tras dejar atrás la brillante luz de la tarde de mayo. Lo primero que pensó fue que se lo estaba imaginando. Que tras dos meses de exilio voluntario en su pequeña habitación, la nostalgia se había apoderado finalmente de ella y estaba sufriendo alucinaciones.

Cuando se detuvo en seco, un hombre chocó contra ella por detrás y soltó una palabrota. Emily inclinó la cabeza y avanzó contracorriente en dirección al puesto de periódicos. Debía haberse confundido. Seguramente lo que había visto era una foto del Palacio de Buckingham, se trataría de alguna historia menor sobre la familia real o…

Un escándalo sobre ilegitimidad sacude a la dinastía de los Balfour

Mareada por el horror, Emily agarró un periódico y escaneó la columna que había bajo el titular. La cabeza le daba vueltas mientras los nombres iban saltando ante sus ojos: Olivia Balfour… Bella… Alexandra… Zoe…

¿Zoe?

–¿Va a comprar el periódico? Esto no es una biblioteca pública.

La voz gruñona del quiosquero atravesó su conciencia desde una realidad paralela.

–Oh, sí, por supuesto. Lo siento –dijo precipitadamente rebuscando en el bolsillo de la chaqueta la propina de cinco libras que le había dado un cliente.

Más tranquilo, el quiosquero le guiñó un ojo con complicidad.

–Ya ve, esa gente tiene mansiones por todo el mundo, coches, dinero, fiestas… pero yo pregunto: ¿es feliz alguno de esos Balfour? –filosofó el vendedor de periódicos.

«No», pensó Emily entumecida mientras reculaba con el periódico en las manos. «No creo que ya lo seamos». Trató de responderle al hombre con una sonrisa, pero tenía el rostro paralizado y los ojos abiertos de par en par. Las palabras del artículo daban vueltas en el interior de su cabeza: impactante descubrimiento… una aventura amorosa… ilegitimidad… escándalo…

Hacía sólo un año todo era muy distinto. Se vio a sí misma instantes antes de que los invitados empezaran a llegar y ella bajara las escaleras con su vestido de seda azul, sintiéndose muy mayor.

Pero no era mayor, entonces no. Era estúpidamente ingenua.

Emily se unió al flujo de viajeros que se dirigía hacia el túnel sujetando el periódico contra el pecho, como si así pudiera mantener en secreto las acusaciones y las especulaciones a ojos del mundo. Mientras esperaba en el andén se dio cuenta con una punzada de angustia de que una mujer a su izquierda llevaba un ejemplar del periódico. Tenía una expresión aburrida mientras leía el artículo, como si le resultara insignificante.

Un runrún en la oscuridad indicó la llegada del tren. Emily se abrió paso entre la gente con una determinación poco propia de ella. Una vez en el vagón, se sentó rápidamente en un asiento vacío. Era la primera vez en su vida que no miraba a su alrededor para ver si algún otro pasajero lo necesitaba. Cuando el tren entró en la oscuridad del túnel, respiró hondo y desplegó el periódico.

¡Exclusiva!Cuando la sangre azul se estropea

Anoche sólo había un sitio en el que se podía ver y ser visto, el baile benéfico de los Balfour. Pero a pesar del brillo y el glamour, no todo era lo que parecía. Entre bastidores, Olivia Balfour y su escandalosa gemela Bella estaban enzarzadas en una discusión nacida de un sorprendente descubrimiento: su fallecida madre, la famosa Alexandra Balfour, había concebido a su hermana Zoe durante una aventura.

Emily se mordió el labio para contener un gemido de angustia, alzó la cabeza y se quedó mirando al infinito mientras el rostro de Zoe se dibujaba en su mente.

La hermosa y alocada Zoe, con sus deslumbrantes ojos verdes que la diferenciaban de sus hermanas, todas de ojos azules.

Volvió a mirar el periódico y fijó la vista en el artículo con la cabeza dándole vueltas y el estómago del revés. Estaba temblando como si tuviera frío, y tuvo que agarrar el periódico con más fuerza con ambas manos para poder seguir leyendo.

Tal vez el apellido Balfour sea sinónimo de glamour y estilo, pero éste es el segundo miembro ilegítimo de la familia que aparece en los últimos dos meses. Parece que la dinastía está podrida hasta las entrañas.

Aquélla era más o menos la acusación que ella le había lanzado a su padre la noche de la inesperada llegada de Mia a la mansión Balfour. Se puso tensa con el recuerdo de aquella terrible velada. Pobre Mia. Había ido en busca de una familia y se había dado de bruces con una tragedia propia de Chejov.

El tren se detuvo en otra estación, devolviendo a Emily de golpe al presente. Parpadeó y miró a su alrededor mientras otra oleada de pasajeros entraba y salía por las puertas, rostros anónimos con vidas, intereses, alegrías y tristezas que ella no podía siquiera empezar a imaginar. Y ella era sólo uno más, otro rostro anónimo en la multitud. Una joven de camino a casa desde el trabajo, como cualquier otra.

Ante ella se abrió un vacío de soledad, y antes de que pudiera hacer nada para evitarlo, sintió cómo caía en él. Cerró con fuerza los ojos, aspiró el aire y se sintió de pronto mareada por la nostalgia. Le sucedía de vez en cuando; se estaba acostumbrando a ello. Sólo tenía que aguantar y esperar a que pasara. El problema era que hasta hacía dos meses, su familia y el baile habían sido toda su vida. Y ahora no tenía ninguna de las dos cosas.

Miró de nuevo hacia el periódico, ávida de encontrar cualquier migaja de información sobre la gente que quería y a la que había dado completamente la espalda. Al final del artículo de portada se decía que en páginas interiores hallaría el lector un reportaje completo del baile con fotografías.

Emily pasó las páginas con dedos temblorosos y extendió el periódico sobre las rodillas cuando encontró la brillante explosión de fotografías. Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero las contuvo. Oh, Dios, allí estaba Kat, preciosa con aquel vestido de seda escarlata. Y Bella y Olivia juntas. Sus brillantes y ensayadas sonrisas no lograban ocultar la tensión de sus ojos. La calma antes de la pelea de gatas, decía el pie de página. Emily se dio cuenta de que estaba sonriendo al ver aquellos rostros familiares, aunque sentía como si le estuvieran abriendo el corazón con un pico. La sonrisa se le borró del rostro cuando deslizó la mirada hacia una foto de su padre, que estaba al lado de una distinguida y conocida actriz inglesa. Era una vieja amiga de la familia, pero al ver el modo que la mano de Oscar le rodeaba la cintura, Emily se preguntó si no sería algo más.

Las sombras se apoderaron de los rincones de su mente. Odiándose a sí misma por sus sospechas y a su padre por haberlas creado, deslizó la vista rápidamente hacia otra fotografía.

Y se quedó paralizada.

Trató de apartar la vista de ella. Lo intentó de verdad. No quería seguir viendo, indefensa, los dorados ojos rasgados que la miraban directamente desde la página, ni quería recordar lo que había sentido cuando la habían mirado en la vida real, deslizándose sobre su cuerpo. Brillando divertidos y perversos. El texto decía:

El príncipe Luis Cordova de Santosa a su llegada a la fiesta. ¿Conseguirá el recién reformado playboy resistir la tentación de las caprichosas jóvenes Balfour?

En aquel momento se detuvo el tren y Emily se dio cuenta de que había llegado a su parada. Se levantó a toda prisa y dobló el periódico. Durante una décima de segundo, consideró la posibilidad de dejarlo en el asiento, pero al final se lo colocó debajo del brazo cuando se bajó del vagón.

Mientras caminaba a buen paso hacia las escaleras se dijo que lo había hecho para evitar que algún desconocido se informara sobre los sórdidos detalles de la desgracia familiar. No porque quisiera leer más sobre Luis Cordova o seguir viendo aquella foto en la que salía tan guapo vestido de esmoquin.

Por supuesto que no.

¿Por qué iba a querer hacerlo? Era un hombre peligroso y a ella no le gustaba el peligro. No tenía el más mínimo interés en él, un hecho que había dejado suficientemente claro en el baile del año anterior.

Y para reiterárselo de nuevo a sí misma, dejó el periódico en la primera papelera que se encontró a la salida del metro. Y se permitió una pequeña sonrisa de satisfacción mientras se alejaba.

–¿Dónde diablos estamos exactamente?

Malhumorado, Luis miró por el cristal tintado de la ventanilla mientras su coche se abría paso lentamente entre el atasco de tráfico formado a las afueras de Londres. Había dado por hecho que estaban todavía en Londres, aunque las lúgubres filas de casas destartaladas no le recordaban a la elegante ciudad con la que estaba familiarizado.

Su secretario personal consultó unos papeles.

–Creo que se trata de un lugar llamado Larchfield Park, señor –aseguró con gravedad–. Es una zona que cuenta con un elevado número de desempleados y problemas graves de consumo de drogas, bandas violentas y delitos de sangre.

–Qué encantador –se mofó Luis apoyándose en el respaldo de suave cuero con una sonrisa pérfida–. Tomás, te sugiero que si alguna vez dejas tu trabajo en la Casa Real, no busques empleo como guía turístico. Si quisiera morir podría haberme limitado a estrellar mi helicóptero contra el acantilado más cercano a Santosa.

Tomás no sonrió.

–Señor, por favor, permítame recordarle que el coche está completamente blindado. No corre ningún peligro. Desde la muerte del príncipe heredero hemos aumentado la seguridad en…

–Lo sé –lo interrumpió Luis–. Estaba bromeando. Olvídalo.

Cerró los ojos. La resaca que había conseguido mantener a raya durante todo el día a base de una combinación de aspirinas y café negro amenazaba con regresar y le golpeaba las sienes con deprimente insistencia. Por supuesto, sólo podía culparse a sí mismo.

Pero ya estaba acostumbrado.

En cualquier caso, pensó sombríamente, teniendo en cuenta que su comportamiento durante los últimos diez meses había sido absolutamente ejemplar, podía perdonarse el pequeño lapso del baile benéfico de los Balfour. Sobre todo porque no había implicada ninguna modelo famosa. Ni ninguna mujer casada. De hecho, no había ninguna mujer. La promesa que le había hecho a Rico seguía intacta. Sólo habían estado él y un exceso del excelente champán de Oscar Balfour.

Todo había sido muy diferente el año anterior.

Miró por la ventanilla y no vio las paredes cubiertas de graffiti ni las calles llenas de basura, sino unos ojos azules, azul Balfour, como les llamaba la gente, y el modo en que sus claras profundidades se habían oscurecido cuando la besó. En ellos había asombro y tal vez deseo, pero también…

Deus.

Sintió una punzada de desagrado hacia sí mismo cuando apartó de sí aquel recuerdo. Tal vez fuera mejor que la hija pequeña de Oscar no hubiera estado allí la noche anterior. Emily Balfour era tan hermosa como sus hermanas mayores, un hecho que le había distraído inicialmente de su inesperada falta de experiencia. Si hubiera sabido lo verde que estaba, se lo habría tomado con más calma, se habría tomado su tiempo para despertar la trémula pasión que había presentido bajo la apariencia educadamente rígida. Pero mirar atrás no servía de nada. Si el año anterior hubiera sabido tantas cosas que ahora le parecían obvias, su vida sería muy distinta.

–Ya hemos llegado, señor.

La voz de Tomás interrumpió sus pensamientos, y Luis se dio cuenta de que el coche había disminuido la marcha al pasar frente a una especie de barracones rodeados por una verja de hierro. Se había detenido delante de una destartalada construcción de una sola planta que sin duda había conocido días mejores.

Su equipo de seguridad había llegado antes que ellos y estaba tratando de actuar con discreción mientras patrullaba el perímetro de los barracones. Uno de los guardias se había acercado a la entrada y hablaba con un micrófono de diadema. Un pequeño grupo de jóvenes vestidos con sudaderas de capucha se había reunido al otro lado de la verja.

Luis suspiró para sus adentros.

–¿Puedes volver a recordarme para qué estamos aquí?

–Bueno, señor, es un grupo de baile de…

Luis gimió y alzó las manos.

–Más vale que no sigas, a menos que vayas a decirme que se trata de un grupo de bailarinas exóticas de danza del vientre.

–No, señor –Tomás volvió a consultar sus papeles–. Es un programa mixto. Éste es un centro juvenil que ofrece diferentes deportes y clases de baile para niños de entre cuatro y dieciséis años. Esta noche vamos a ver un número de claqué, jazz, baile callejero y ballet.

–¿Ballet? –repitió Luis con dureza–. Meus Deus. Supongo que esto forma parte del plan maestro para convertirme en un sincero mecenas de las artes.