La manumisión de esclavos en el proceso de Independencia de Colombia - Roger Pita Pico - E-Book

La manumisión de esclavos en el proceso de Independencia de Colombia E-Book

Roger Pita Pico

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La libertad fue quizás el más sentido anhelo de la población en estado de esclavitud. Esta investigación se centra en el estudio de la manumisión durante el proceso de Independencia de Colombia. El propósito es aproximarse a este tema, visto no desde una sola óptica sino como un proceso complejo de hondas implicaciones legales, políticas, económicas, fiscales y humanas. Sondear los azarosos caminos de la libertad de los esclavos conlleva también a develar interesantes facetas de la vida social y cotidiana de la comunidad negra y aporta nuevas luces sobre la búsqueda de estos individuos por insertarse en una sociedad signada por profundas dinámicas en razón al conflicto político y militar que caracterizó al período de Independencia.

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Pita Pico, Roger

La manumisión de esclavos en el proceso de Independencia de Colombia : realidades, promesas y desilusiones / Roger Pita Pico. -- Bogotá : Juan Luis López, 2014.

240 p. : il. ; 24 cm.

ISBN 978-958-46-3881-6

1. Esclavitud - Historia - Colombia 2. Manumisión - Historia - Colombia 3. Trata de esclavos - Historia - Colombia 4. Colombia - Historia - Guerra de Independencia, 1810-1819 I. Tít.

306.362 cd 21 ed.

A1434468

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Primera edición, 2014

© Roger Pita Pico

Diseño y diagramación electrónica: Juan Luis Andrés López

Impresión digital: Editorial Kimpres

ISBN: 978-958-46-3881-6

Ilustración de la Portada: Detalle del cuadro “La abolición de la esclavitud en las colonias francesas (27 abril 1848)”. De Francois Auguste Biard (1798-1882). Óleo sobre lienzo, 260 x 392 cm, 7382 MV. Château de Versailles, dist. RMN.

Tomado de su página oficial http://es.chateauversailles.fr/

Queda rigurosamente prohibida, sin previa autorización escrita del titular del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informativo.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

1. LA CRISIS DEL SISTEMA ESCLAVISTA Y LOS ANTECEDENTES DEL PROCESO DE MANUMISIÓN

1.1. La crisis de la esclavitud en la Nueva Granada

1.2. Entre la libertad personal y la libertad nacional

2. LA MANUMISIÓN NOTARIAL

2.1. La manumisión notarial en cifras

2.2. Desconocimientos y trabas a la libertad

2.3. Blanqueamiento, manumisión y uniones ilegítimas

3. EL DEBATE EN LAS CORTES DE CÁDIZ

4. PRIMEROS AVANCES CONSTITUCIONALES Y LEGALES DURANTE LA PRIMERA FASE REPUBLICANA

4.1. La Constitución de Cartagena

4.2. Avances normativos en la provincia de Antioquia

4.3. La Constitución de Mariquita

4.4. Entre la normatividad y la práctica

5. LIBERACIONES MASIVAS DURANTE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERATIVA

6. RUMORES DE LIBERTAD

6.1. Antecedentes en el período colonial

6.2. Los rumores durante el proceso de Independencia

7. BOLÍVAR Y SUS ESCLAVOS

8. BOLÍVAR Y EL CONGRESO FRENTE A LA LIBERTAD DE LOS ESCLAVOS

9. LA LEY DE MANUMISIÓN DEL 11 DE ENERO DE 1820

10. RECLUTAMIENTOS Y OTROS SERVICIOS A CAMBIO DE LIBERTAD

10.1. Los caminos de libertad durante la guerra

10.2. Ofrecimientos realistas

10.3. Ofrecimientos republicanos

11. LA LEY DE MANUMISIÓN DEL 21 DE JULIO DE 1821

11.1. La ponencia de José Félix de Restrepo

11.2. El debate de la propuesta

11.3. El texto definitivo

11.4. Reacciones encontradas

12. TENTATIVAS DE REFORMA A LA LEY DE 1821

12.1. La propuesta del senador Gerónimo de Torres

12.2. La Asamblea Electoral de Popayán vs Joaquín Fernández de Soto

12.3. La propuesta del congresista José Rafael Mosquera

12.4. La propuesta del senador Joaquín Mosquera

12.5. Otras críticas y propuestas

13. LOS TRÁMITES Y LAS JUNTAS DE MANUMISIÓN

13.1. Conformación y funcionamiento interno de las juntas

13.2. El desarrollo normativo del proceso de manumisión

13.3. Cifras de manumitidos por las juntas

13.4. Irregularidades y dudas

13.5. Críticas a la ley de libertad de vientres

14. LIBERACIONES MASIVAS Y HONORES A LA REPÚBLICA

14.1. Liberaciones masivas después de la ley de 1821

14.2. Manumisiones en tributo a la República

15. EL PAPEL DE LOS LIBERTOS EN LA INDEPENDENCIA

15.1. Los azares de una libertad limitada

15.2. Los pardos en la Independencia de Cartagena

15.3. La vía del ascenso militar

15.4. La ciudadanía aplazada

CONCLUSIONES GENERALES

ANEXOS

Anexo No. 1Ley del 20 de abril de 1814 sobre manumisión esclavos en el Estado de Antioquia.

Anexo No. 2Ley dictada el 11 de enero de 1820 por el Congreso de Angostura sobre la manumisión de los esclavos.

Anexo No. 3Carta firmada en 1820, en la cual varios esclavos que prestaron servicios a la causa republicana suplican al Libertador Simón Bolívar les conceda la libertad.

Anexo No. 4Ley dictada el 21 de julio de 1821 por el Congreso de Cúcuta sobre la manumisión de los esclavos.

Anexo No. 5Carta enviada en 1826 al Presidente Simón Bolívar, en la cual la sala capitular de Iscuandé manifiesta su opinión sobre las consecuencias negativas de las leyes de manumisión.

Anexo No. 6Informe del ciudadano Antonio Arboleda en el que da cuenta de su decisión de liberar a doce de sus esclavos en abril de 1822.

BIBLIOGRAFÍA

NOTAS AL PIE

ÍNDICE DE CUADROS

Cuadro No. 1Esclavos manumitidos en el Departamento de Boyacá entre 1821 y 1825.

Cuadro No. 2Balance general del número de manumitidos en Colombia durante los años 1821-1825.

Cuadro No. 3Volumen de hijos de esclavas bautizados desde el 8 de abril de 1822 hasta el 30 de marzo de 1823 en el departamento del Cauca.

Cuadro No. 4Esclavos liberados en 1822 por José Camilo Manrique en memoria del primer aniversario de la batalla de Boyacá.

Cuadro No. 5Lista de donantes al fondo de manumisión de Mompós, 1823.

ABREVIATURAS

AGNArchivo General de la Nación

AHAArchivo Histórico de Antioquia

AHMCArchivo Histórico Municipal de Cali

AHMGArchivo Histórico del Magdalena Grande

AHMMArchivo Histórico Municipal de Medellín

BNCBiblioteca Nacional de Colombia

CCHRPCasa de la Cultura Horacio Rodríguez Plata

CDIHR-UISCentro de Documentación e Investigación Histórico Regional, adscrito a la UIS

INTRODUCCIÓN

La libertad fue quizás el mayor anhelo de la población en estado de esclavitud. Esta investigación se centra en el estudio de la manumisión durante el proceso de Independencia en el territorio de lo que actualmente corresponde a la República de Colombia. La mayoría de trabajos alusivos a este tema se han enfocado en el período colonial o en la fase posterior a la Independencia. Así entonces, el período de guerra no ha sido abordado suficientemente. En términos concretos, la investigación abarca desde 1808 cuando comenzó la crisis política en España a raíz de la invasión francesa y va hasta 1825 cuando se da el fin de la guerra.

Para cumplir con los propósitos planteados en esta investigación, se hizo indispensable tener como base sustancial de información las fuentes primarias suministradas por los archivos documentales. La principal fuente correspondió a la consulta exhaustiva de expedientes contenidos en el Archivo General de la Nación en las secciones República y Archivo Anexo. Allí los fondos más generosos en información fueron los siguientes: Esclavos, Historia, Miscelánea, Ministerio de Hacienda, y Secretaría de Guerra y Marina.

Datos valiosos sobre el desarrollo de la manumisión en el ámbito regional y local pudieron ser recopilados en: el Archivo Histórico de Antioquia, el Archivo Central del Cauca, el Archivo Histórico del Magdalena Grande, el Centro de Documentación e Investigación Histórico Regional adscrito a la Universidad Industrial de Santander, el Archivo Histórico Municipal de Cali, el Archivo Histórico Municipal de Medellín y la Casa de la Cultura Horacio Rodríguez Plata, ubicada en la población de El Socorro, Santander. Como complemento, se examinaron manuscritos e impresos existentes en la Biblioteca Nacional de Colombia.

Leyes, decretos, Constituciones, informes de gobierno y otros documentos de carácter oficial fueron también un referente clave para la investigación, así como las memorias, los diarios de viaje y el intercambio epistolar sostenido entre jefes políticos y militares.

Por último, es necesario mencionar la prensa, que por cierto vivió un auge durante los primeros años de vida republicana, tanto en Bogotá como a nivel provincial. Lo valioso de esta fuente es que no solo registraba el discurso oficial sino también la opinión de otros sectores de la sociedad, lo que de hecho hacía más amplio y fructífero el debate. El aporte de este medio escrito fue particularmente evidente en la larga e intensa discusión suscitada en torno a los alcances de la ley de manumisión del 21 de julio de 1821.

Desde luego, no podía excluirse la revisión del acervo de libros y artículos dedicados específicamente al tema de la manumisión. Dentro de los trabajos pioneros, cabe destacar a los historiadores Gregorio Hernández de Alba, Carlos Restrepo Canal, Germán Colmenares, Jaime Jaramillo Uribe, Virginia Gutiérrez de Pineda y Margarita González, varios de ellos concentrados en el estudio de los años de dominio hispánico, haciendo más que todo referencia a las regiones de amplia presencia de población esclava como Antioquia, Chocó, Cauca y la Costa Caribe.

De obligada consulta también fueron las recientes publicaciones de los historiadores Pablo Rodríguez, María Cristina Navarrete, Rafael Antonio Díaz Díaz, Dolcey Romero Jaramillo, Hermes Tovar Pinzón, Óscar Almario, Heraclio Bonilla, Aline Helg, Juan Ignacio Arboleda Niño, María Eugenia Chaves, Sergio Mosquera y Eduardo Mosquera, enfocados en buena medida en el proceso de emancipación y brindando nuevos matices sobre lo ocurrido en aquellas zonas de baja presencia de población esclava. De alguna manera, la celebración del Bicentenario de la Independencia ha incentivado a algunos académicos a indagar sobre esta convulsionada y decisiva etapa de nuestra historia.

La obra aquí presentada intenta aproximarse al tema de la manumisión, vista no desde una sola óptica sino como un proceso complejo de hondas implicaciones legales, políticas, sociales, económicas, fiscales y humanas. Sondear los azarosos caminos de la libertad de los esclavos conlleva también a develar interesantes aspectos de la vida social y cotidiana de la población negra y aporta nuevas luces sobre la búsqueda de estos individuos por insertarse en una sociedad signada por profundas dinámicas en razón al conflicto político y militar que caracterizó al período de Independencia.

En la medida de lo posible, se ha seguido en el texto un orden cronológico, intentándose además establecer comparaciones y contrastes entre el lapso de tiempo en que gobernaron los españoles y los intervalos en que los republicanos estuvieron al frente del poder.

Con el propósito de lograr una mejor organización de este libro, se ha dividido en 15 capítulos temáticos. Como preámbulo, se hace una sucinta exposición sobre la crisis del sistema esclavista desde finales de la fase de dominio hispánico y, además, se realiza una descripción sobre los antecedentes del proceso de manumisión en Colombia.

El segundo capítulo aborda las diferentes modalidades de la manumisión notarial que venía operando desde tiempos coloniales: las cifras disponibles y los diferentes obstáculos que se interpusieron en la búsqueda de la libertad. El debate suscitado en las Cortes de Cádiz y los primeros avances constitucionales y legales registrados a nivel interno durante la Primera República Federativa, son los tópicos desarrollados en los dos siguientes apartes.

El capítulo quinto hace referencia a las primeras liberaciones masivas mientras que el capítulo sexto examina el fascinante tema de los rumores de libertad y la reacción de las instancias de gobierno frente a estas expectativas. Las dos secciones que siguen a continuación abarcan el análisis de la posición asumida por el general Simón Bolívar y por el Congreso de la República frente a la libertad de los esclavos.

Los acápites noveno y décimo indagan sobre las implicaciones de la expedición de la ley de manumisión del 11 de enero de 1820 y la controvertida medida que establecía la posibilidad de ofrecer la libertad a cambio del servicio de reclutamiento.

La ley del 21 de julio de 1821, promulgada por el Congreso de Cúcuta, se constituyó en el eje nodal del proceso de manumisión en tiempos de la Segunda República. Su importancia ameritó en este libro una reflexión más detallada en razón al intenso debate generado alrededor de este marco legislativo y de los intentos de reforma promovidos por algunos sectores de la sociedad. Estos son los temas tratados en los capítulos 11º y 12º.

La siguiente sección está dedicada, por un lado, a examinar el complicado y entrabado desarrollo de las juntas de manumisión en su fase inicial de funcionamiento y, por el otro, a evaluar los avances y retrocesos de la ley de libertad de vientres. En el capítulo 14º se estudia el alcance de las liberaciones masivas posteriores a la ley de 1821 y el significado de las manumisiones otorgadas en tributo a la República.

El último acápite se centra en el rol asumido por los libertos durante el período de Independencia, desde las oportunidades de reconocimiento y ascenso social a raíz de la participación en el campo de batalla hasta las dificultades en el reconocimiento de la ciudadanía.

Nuevas investigaciones, especialmente a escala regional, podrán arrojar muchos más elementos de análisis a las tesis aquí expuestas y podrán igualmente contribuir a armar una visión más completa del proceso de manumisión en el período de Independencia. Queda además el reto de establecer puntos de comparación entre lo observado en esta etapa de guerra y las tendencias registradas en las tres décadas siguientes hasta 1851 cuando se dio la declaratoria absoluta de manumisión.

Igual de interesante como ejercicio académico será profundizar en estudios comparativos en el contexto latinoamericano, particularmente con Venezuela y Ecuador, naciones vecinas con las cuales Colombia compartió buena parte de la legislación expedida durante la naciente República.

Finalmente, quiero expresar mis sinceros agradecimientos a todas aquellas personas que colaboraron para la feliz culminación de esta obra, la cual espero sirva de estímulo para proseguir en la tarea de repensar y debatir en torno al complejo tema de la manumisión de los esclavos.

1. LA CRISIS DEL SISTEMA ESCLAVISTA Y LOS ANTECEDENTES DEL PROCESO DE MANUMISIÓN

1.1. La crisis de la esclavitud en la Nueva Granada

Desde la época del coloniaje español, la contribución de la población esclava en la economía de la Nueva Granada se hizo evidente en sectores vitales como la minería y la agricultura. Esta población se asentó fundamentalmente en la costa Caribe y en el occidente en los territorios de Antioquia, Chocó y Popayán, influencia negra que dejó una impronta en la formación social y cultural de sus habitantes1. Una menor proporción se distribuyó en otras zonas del interior y en la parte nororiental.

Según el censo de 1778, la comunidad esclava alcanzaba a representar el 7.8% de la población mientras que el mestizaje se hacía más que evidente al encontrarse un 46.5% de los llamados “libres” o “gentes de varios colores”. Le seguía en número el elemento blanco que aglutinaba a la cuarta parte del total. Por su lado, los indios mostraban un serio descenso del cual no volverían a recuperarse jamás, con un 20% aproximadamente2.

Al finalizar esta centuria comenzaron a percibirse algunos signos de decadencia del sistema esclavista. Esta situación, acentuada en las décadas siguientes, estaría determinada por factores como: la desaceleración en los índices de importación de esclavos, la difícil situación económica que le impedía a los amos adquirirlos y el progresivo desplazamiento de su fuerza laboral ante la protuberante presencia de población libre3. El propio Consejo de Indias, en su informe presentado al Rey el 3 de enero de 1792, reconoció cómo la esclavitud ya se había tornado injustificada en algunos parajes. Es decir, allí donde los indios y libres daban a vasto para las labores agrícolas y mineras, los esclavos resultaban ser “un lujo gravoso”4.

Asimismo, el mestizaje se convirtió en ocasiones en una compuerta hacia la libertad. A través de la ley de vientres, muchos hijos de esclavos casados con mujeres libres recibieron automáticamente el beneficio de la emancipación. La amplia presencia de mestizos en provincias como Antioquia y en el área nororiental, pudo eventualmente incentivar esa posibilidad.

También hay que señalar el aumento de los casos de manumisión que, en cada una de sus diversas modalidades, fue ofreciendo nuevos rumbos hacia la vida libre. A su vez, las crecientes tensiones entre amos y esclavos produjeron de manera continua rebeliones y fugas, conductas desafiantes al régimen esclavista que paulatinamente fueron sembrando el temor y la desconfianza entre los propietarios. El inconformismo entre los esclavos era inocultable ya que, ni siquiera con las medidas proteccionistas dictadas por la cédula real del 31 de mayo de 1789 pudieron ver mejoradas sus precarias condiciones de vida5.

Por otro lado, sobresalieron los fuertes intereses de los británicos con miras a la abolición definitiva de la trata pese a que ellos mismos habían sido por años uno de sus principales promotores. Finalmente, esa nación logró presionar a España para que acabara con el tráfico esclavista. La opinión pública, que fue convocando más voces humanitarias, también había coadyuvado a que esa decisión se concretara.

De igual manera, cabe mencionarse el ideal progresista de la Ilustración con el pregón de un mundo igualitario y libertario, teorías que fueron bien acogidas y que gradualmente fueron suscitando un consenso antiesclavista. Los mismos principios liberales, abanderados por quienes protagonizaron las guerras de Independencia en la segunda y tercera década del siglo XIX, contribuyeron mucho más a allanar el camino hacia el ocaso del régimen de la esclavitud.

Hacia 1810, fecha en que se da inicio al período de Independencia, los censos disponibles indican que la población esclava había registrado un decrecimiento gradual desde las décadas finales del siglo XVIII. De 7.8% contabilizados en el censo de 1778, ahora en 1810 apenas registraban un 5%6. Como se ve, este sector de la sociedad era para los primeros años del siglo XIX una minoría que no contaba con la fuerza suficiente para crear una resistencia sólida.

El comportamiento demográfico de la población esclava era un tema que trascendía el simple ámbito estadístico. La curva poblacional se convirtió en un asunto de hondo debate por sus implicaciones sociales y políticas. Desde los albores del coloniaje español, para los gobernantes y la élite blanca siempre fue una preocupación el aumento desmedido de este segmento de la sociedad ante la amenaza que podía representar una rebelión colectiva. Las crecientes fugas y los cada vez más frecuentes hechos de insubordinación hacían temer que se repitiera la experiencia vivida en Haití7 donde los esclavos se habían tomado el poder.

Esta decadencia del sistema esclavista coincidió con una situación de crisis en prácticamente todos los sectores de la economía. La guerra fue sin duda el factor que acentuó el deterioro productivo y fiscal que empezaba a palparse desde el siglo XVIII. En el campo de la administración fiscal, la situación durante estos años tampoco era muy satisfactoria. Pasados poco más de dos años de haber consolidado su triunfo el ejército de Reconquista, el virrey Francisco de Montalvo confirmó el estado de ruina de las rentas a causa de la revolución. Cuestionaba seriamente el desorden en el manejo de los caudales y el lento restablecimiento de las rentas8.

Las denuncias ponían de presente las dificultades técnicas para el recaudo de impuestos, además de los continuos fraudes y evasiones. En general, los gastos de la naciente República superaban fácilmente los ingresos. Para el año de 1823, por ejemplo, los ingresos se calcularon en 5 millones de pesos mientras que las exigencias fiscales del gobierno casi triplicaban esa cifra9.

El establecimiento de una nueva nación implicaba afrontar cargas fiscales adicionales que no existían durante los tiempos del coloniaje español, tales como el oneroso sostenimiento del Congreso y de las agencias diplomáticas en el exterior. Adicionalmente había que destinar recursos y esfuerzos en crear, ampliar o perfeccionar las estructuras administrativas en el plano civil y económico. Dentro de esos propósitos, había que emprender la expansión del poder judicial y el establecimiento de cargos en el nuevo esquema administrativo a nivel central, departamental y provincial.

Varios proyectos para la República en formación requerían de urgentes dineros. La creciente ola de leyes y decretos tratando de reglamentar todos los ámbitos implicaban casi siempre recursos frescos para concretar las ideas propuestas.

Pero, sin lugar a dudas, el factor de mayor influencia en el desequilibrio fiscal fue el gasto militar. Cada vez que uno de los dos bandos llegaba al poder, era necesario recomponer las fuerzas y buscar por todos los medios el rearme para la defensa. Aunque no existen datos consolidados para la etapa más álgida del conflicto, se sabe por lo menos que en el año fiscal de 1825-1826, aproximadamente las tres cuartas partes de los gastos del Estado estaban enfocadas hacia el estamento militar10. Aún después de haber consolidado los patriotas el dominio sobre estas tierras, la demanda de recursos para defensa seguía siendo elevada por cuanto había urgencia de proteger el territorio de eventuales retaliaciones españolas, además de los pagos por concepto de deudas y de las miles de pensiones para los militares.

La consecuencia inevitable de este crudo panorama deficitario era que muchos de los programas gubernamentales mostraban serias falencias o, en el peor de los casos, se quedaban en meras intenciones. No fueron pocas las críticas y el ambiente hostil que debió enfrentar el vicepresidente Francisco de Paula Santander y su equipo económico, a quienes en ocasiones se les tildaba de ineficientes.

1.2. Entre la libertad personal y la libertad nacional

La manumisión no era una práctica nueva puesto que ya desde hacía varios siglos había sido reconocida por el derecho romano y acogida posteriormente por la doctrina cristiana11. Conceptualmente, la manumisión consistía en un acto jurídico mediante el cual el amo renunciaba voluntariamente a su condición de propietario al tiempo que el negro encontraba la senda abierta hacia su independencia. El proceso se hacía efectivo por medio de un documento oficial denominado carta de libertad, papel que se refrendaba ante las autoridades locales y en el que ocasionalmente el amo especificaba las razones que lo motivaban a tomar tal decisión.

En su búsqueda por la libertad, el negro esclavo había experimentado a través de los casi tres siglos de dominio colonial distintas opciones, tales como la manumisión por voluntad del amo, la autoliberación por compra e incluso el mestizaje.

Progresivamente, la manumisión negra fue adquiriendo un auge inusitado. Como se había explicado en el aparte anterior, para las postreras décadas del régimen colonial los amos habían empezado a preferir la mano de obra asalariada por cuanto la adquisición y sostenimiento de los esclavos se había tornado supremamente gravosa. Esto, junto al preocupante incremento de las insubordinaciones, fueron realidades que persuadieron a varios propietarios a prescindir de sus esclavos, y un camino para ello era justamente a través de la liberación.

Lo cierto es que la posibilidad de romper las cadenas de la esclavitud fue un anhelo prácticamente constante entre esta población de color. No en vano, lograron aprovechar cualquier oportunidad con tal de obtener ese propósito.

En el contexto de la guerra, el esclavo tampoco cejó en su empeño por buscar la forma de ser libre o de adelantarse a las promesas lanzadas por sus señores o por las autoridades políticas y militares. Es por ello que la libertad fue quizás lo que más lo alentó a involucrarse en estas contiendas, haciéndolo cambiar fácilmente de bando según las circunstancias o adhiriéndose a quien más le ofreciere. Solo así se entienden también las crecientes deserciones ocurridas en las filas de los ejércitos, práctica denunciada con profunda preocupación por los comandantes de uno u otro bando.

Así entonces, en el marco de la guerra y de las leyes de manumisión dictadas en 1820 y 1821, se abrió campo a dos nuevas alternativas para acceder a la vida libre. Se trata de la ley de vientres y de la libertad conferida a los esclavos enviados al servicio de las armas12.

Algunos negros aprovecharon la crisis de poder y el debilitamiento de los mecanismos de control para buscar la libertad por medios no legales, ya fuera mediante el abandono de sus labores, la huida, la rebelión o el refugio en los montes13. La relación con sus amos se tornó más inestable a medida que se incrementaban las batallas. No pocos propietarios y administradores abandonaron sus haciendas y minas para internarse subrepticiamente en las ciudades o enrolarse en los ejércitos, situación que favoreció enormemente las pretensiones autónomas y contestatarias de los esclavos14.

Sobre esto, bien vale traer a colación el caso de algunos de los negros de las minas ubicadas en la selva húmeda del litoral Pacífico, quienes tomaron una actitud hostil ante los intentos de reclutamiento de uno y otro bando. Esta postura libertaria implicó en ciertas circunstancias el manejo y laboreo de las minas a cargo de las propias cuadrillas y el libre desplazamiento por ríos y bosques. Un ejemplo indicativo de ello lo constituyen algunos trabajadores mineros de la provincia de Micay quienes, entre 1811 y 1824, se mantuvieron en libertad y permanecieron ajenos a cualquier intento de sometimiento o persuasión15. Lo anterior conlleva a pensar que no pocos adquirieron su libertad de hecho, gracias a la confusión y al desorden reinante en la época.

Para el presente análisis se parte de la premisa de entender la manumisión no como el mero hecho de liberación sino como un tema complejo con grandes implicaciones políticas, jurídicas, económicas y fiscales. Para el período que interesa a esta investigación, se han definido tres etapas que facilitan una mejor comprensión del tema. Primero la que va de 1810 a 1815, cuando se dieron los primeros pasos en materia de manumisión. De 1816 a 1820 son lanzadas grandes convocatorias militares a cambio de libertad. Finalmente, el lapso comprendido entre 1820-1825, el cual corresponde al tiempo en el se expidieron las leyes de manumisión de 1820 y 182116.

2. LA MANUMISIÓN NOTARIAL

Aparte de los ofrecimientos excepcionales producidos por la vinculación al campo de batalla, durante la época de Independencia los amos continuaron con la costumbre de otorgar cartas de manumisión, ya fuera por compra o gratuita como muestra de agradecimiento. Este tipo de liberaciones se conocen como manumisiones notariales17.

2.1. La manumisión notarial en cifras

Desde los últimos años de dominio colonial, la tendencia general había reflejado un aumento creciente de estas concesiones18. Sin embargo, es importante observar los matices que ofrece cada marco territorial.

Si se mira específicamente lo ocurrido en las provincias nororientales de la Nueva Granada en los años más álgidos del conflicto, se advierte que, si bien las cifras no mostraron una elevación, por lo menos se mantuvieron constantes. Así entonces, en la ciudad de Girón se oficializaron 14 cartas de manumisión19 entre 1801 y 1810, presentándose 13 registros durante la década siguiente20. Entre tanto, en la villa del Socorro se protocolizaron 12 liberaciones entre los años 1791 y 1800 mientras que en la segunda década del siglo XIX se obtuvieron 14, notándose un mayor número en los años de la primera fase independentista21.

Sobre la provincia de Popayán se conocen dos estudios que coinciden en afirmar que el número de cartas de manumisión aumentó en el período de guerra. Según el historiador Pablo Rodríguez, un total de 45 cartas fueron otorgadas en el primer quinquenio del siglo XIX. Luego, de 56 registradas entre los años 1806-1810, se pasó a 72 en la época crítica de la guerra vivida entre 1816 y 1820. Esto, sumado al hecho de que la mayoría de ellas eran pagas22, pudo de alguna forma responder al interés del amo de manumitir para amortiguar la dura situación vivida en esos tiempos de zozobra.

El impacto de la revolución y las penurias económicas que desestabilizaron los precios del mercado esclavista en la provincia de Popayán, de manera consecuente incidieron notablemente en los precios pagados por manumisión. Después de alcanzar un promedio superior a 300 pesos por rescate en los primeros años del siglo XIX, en el período de la guerra (1811-1825) se observó un descenso continuo que llegó a ubicar los precios en 180 pesos en el año 182623.

El otro trabajo académico, a cargo del investigador Juan Ignacio Arboleda Niño, se basó en los registros notariales para el período comprendido entre 1808 y 1830. En estas poco más de dos décadas, se contabilizó un total de 248 liberados para un promedio de cerca de 10 por año24. Estas cifras eran superiores a lo encontrado entre 1720 y 1800, en donde el promedio anual fue apenas de 6 manumisiones25. Arboleda confirmó en su base de datos la preferencia por la manumisión comprada que llegó a representar el 80% del total.

Una tendencia mucho más compleja se presentó en la provincia de Santa Marta. Según el análisis adelantado por el historiador Dolcey Romero Jaramillo a partir de una muestra de 274 liberaciones contabilizadas entre 1801 y 1830, se observó un incremento durante la época de Independencia. De 73 registradas en la primera década del siglo XIX, se pasó a 125 para volver luego a estabilizarse en 76 en la década del 20. Casi la mitad de los beneficiados eran mujeres y en menor proporción hombres y niños. Del total, las tres cuartas partes correspondían a manumisiones pagadas.

Respecto a los precios analizados en el mencionado estudio, la nota predominante que contrasta con los resultados recogidos por Pablo Rodríguez en la provincia de Popayán, es un aumento sostenido durante los años de Independencia. Si se miran los resultados de la primera década del siglo XIX en relación con la segunda, se observa que por la libertad de las mujeres el precio pagado pasó de 214 a 227 pesos. Para los hombres el incremento fue más acentuado al pasar de 192 a 258 pesos. Para la década del 20 los precios de las manumisiones para el sexo femenino siguieron en ascenso ubicándose en 263 pesos mientras que el de los hombres se mantuvo estable.

Son varios los factores a los que atribuye Romero Jaramillo esta tendencia hacia el alza: las crecientes expectativas de los esclavos por alcanzar su libertad, la escasez de mano de obra y la prohibición de importar esclavos. Para los amos este tipo de manumisiones era una operación rentable por cuanto los datos recopilados por este historiador indican que los precios promedios de venta estuvieron por debajo de los precios de las manumisiones pagadas, siendo esto más evidente para el caso de los esclavos de sexo masculino.

Estas tendencias experimentadas en Santa Marta plantean un dilema ya que puede resultar contradictorio que esa elevación en los precios de las manumisiones se halla dado en un contexto de crisis económica a causa de los efectos provocados por la lucha independentista. Para Romero Jaramillo el hecho que más puede ayudar a esclarecer esta paradoja es que la provincia se mantuvo a favor de las banderas realistas, lo cual hizo que allí la ruina y la destrucción no fueran tan contundentes como en la colindante provincia de Cartagena26.

Para el caso del Chocó, se cuenta con un estudio realizado por el historiador Hermes Tovar Pinzón. En una muestra de 55 esclavos (29 mujeres y 26 hombres) que compraron su libertad en esta provincia en los años 1814, 1817, 1818, 1821 y 1822, 49 de ellos lo hicieron gracias a sus ahorros. El precio promedio de cada manumisión fue de 173 pesos27.

2.2. Desconocimientos y trabas a la libertad

Así como afloraban las intenciones de los negros por abandonar su estado de esclavitud, del mismo modo surgían resistencias de los amos o de los familiares más próximos a estos. Este tipo de situaciones se presentó tanto en la manumisión gratuita como en el rescate por compra.

El historiador Rafael Díaz Díaz, en su libro sobre la esclavitud en la Santa Fe colonial, llamó a la manumisión “parodia de la libertad”28, afirmación esta que no resulta fortuita si se tienen en consideración todas las argucias dirigidas a impedir que los negros gozaran de su legítimo derecho.

El negro por su misma connotación social debió afrontar mayores dificultades para defender su condición de libre. No fue una tarea fácil para ellos el acopio de pruebas valederas para las autoridades. Uno de los primeros y más efectivos mecanismos para demostrar en forma palmaria la libertad de nacimiento era acudiendo a la parroquia donde se había efectuado el bautizo pero el desorden que muchos curas mantenían en sus archivos hacía más intrincada la consecución de ese soporte probatorio.

En juicios de esta naturaleza, conviene reflexionar también sobre las claras ventajas que ostentaban los amos por encima de los esclavos. El estatus social de aquéllos fue siempre superior y, el hecho mismo de que la mayoría de los testigos eran por lo general cercanos o de su misma condición social, eran factores que a priori inclinaban la balanza a favor de los más privilegiados.

Los lazos de amistad y solidaridad que eventualmente se entretejían entre los herederos que objetaban la manumisión y las personalidades locales encargadas de ejercer justicia, abrían espacios para la complicidad de intereses en torno a obstruir aún más la petición de los esperanzados siervos. Esta connivencia no representó ninguna imparcialidad ante lo cual fue preciso en algunas ocasiones apelar a instancias superiores.

Es preciso recordar también el apreciable valor que representaban los esclavos para entender la fuerte reticencia a reconocerles su independencia. Tampoco hay que esforzarse demasiado para comprender el denodado interés de los familiares en seguir usufructuando el servicio gratuito y permanente de estos hombres de ébano, lo que además les permitía conservar el estatus social al asegurar el tutelaje y dominio sobre ellos. Las deudas dejadas por el extinto amo llevaron también a los herederos a objetarles su condición liberta con tal de poder venderlos para salir de esos apuros económicos.

El mismo carácter sumiso, la posición de inferioridad social, los temores por posibles represalias, hacían que algunas personas ya manumisas declinaran de exigir su justo derecho, situación esta que fue bien aprovechada por quienes despiadadamente empezaron a actuar e intimidar en calidad de amos sometiéndolos a esclavitud, aún a sabiendas de su real condición29.

En 1810 aún seguía en curso un litigio en la ciudad de Santa Fe de Antioquia, en el que Ana María Laines se oponía a la liberación del mulato Faustino y de otros esclavos que había sido decretada por su madre antes de fallecer30.

En esa misma ciudad el esclavo José María Martínez había sido liberado por haber prestado valiosos servicios durante varios años y, en especial, por haber protegido al padre de su amo don Faustino Martínez durante un altercado con un vecino de Titiribí. José María acompañó durante siete a años a su propietario en largos viajes a Santa Fe y durante el destierro a Jamaica. Restablecida la República, el negro se incorporó como marinero en las tropas lideradas por el coronel José María Córdoba en su campaña por el río Magdalena en busca de recuperar la ciudad de Cartagena. Allí participó en varios combates y al llegar a la población ribereña de Magangué, se encontró con algunos parientes de su antiguo amo, quienes quisieron desconocer su condición de libre. Ante estas circunstancias adversas, José María se presentó en septiembre de 1822 ante el teniente asesor de Santa Fe de Antioquia solicitándole la reivindicación de sus derechos31.

La ilusión de autoliberarse tampoco estuvo exenta de escollos. El estrecho régimen de dominación ofrecía pocos márgenes para conseguir tal concesión. Cualquiera que fuera el método para reunir dineros propios siempre dependió de la flexibilidad y permisividad del amo.

La prohibición de establecer negocios, el hecho de que los amos no les pagaban su trabajo extra y la negativa a dejarles usufructuar los días de fiesta para beneficio propio, eran factores que hacían utópica esa meta. Algunos que podían laborar en los feriados debían aprovechar esas nimias ganancias para satisfacer necesidades básicas que no eran suministradas oportunamente por sus amos.

La imposición de un precio alto casi inalcanzable y el desconocimiento de los saldos abonados por el esclavo con el fin de apropiarse de ellos, fueron otros de los inconvenientes sorteados. A esto había que agregarle la maliciosa pretensión del amo de incautarle a su negro los bienes que había adquirido con harto tesón, contraviniendo con ello la ley que ya le había brindado la posibilidad de ser propietario, con lo cual se quería perpetuar la tradicional práctica de que todo aquello que poseía el esclavo le pertenecía automáticamente a su señor32.

Aún si lograban amasar la cantidad requerida para su rescate, los esclavos tuvieron que lidiar con el engaño de sus amos, quienes al tener en sus manos el monto del capital se oponían sistemáticamente a concederles el alivio.

También hubo situaciones en que el dueño declaraba que nunca había recibido los fondos o recurría a acusar al esclavo de obtenerlos con expoliaciones perpetradas contra él. Esto obedecía a la misma predisposición de mirar con profunda sospecha cualquier dinero atesorado por estos servidores y a la frecuente tacha de ladrones que solía endilgárseles en virtud a la imagen negativa que de ellos se tenía.

Hacia 1826 en el Chocó, Julián Palacios había consignado 225 patacones para comprar la libertad de su hermano Dionisio pero el ciudadano José Antonio Mayolo exigió el embargo de esa cantidad aduciendo que Dionisio había robado el canalón de la mina de Cértegui donde laboraba. Tras adelantarse las investigaciones del caso, al final el esclavo alcanzó su libertad luego de comprobarse que las acusaciones no tenían ningún asidero33.

En el episodio que se relata a continuación, se puede advertir cómo las tensiones políticas también lograron permear el desarrollo de los procesos judiciales. Hacia el año de 1814 doña María Andrea Bravo, en nombre de su cónyuge don José María Varela, acusó a su esclava María Rita de haberse fugado desde hacía un mes de su natal Santa Marta. La zamba se dirigió luego a Riohacha que todavía profesaba fidelidad al Rey Fernando VII, razón por la cual se mantenían vivas las animosidades de los habitantes de esta localidad con sus vecinos samarios quienes por ese entonces actuaban del lado patriota. Allí interpuso esta criada algunas acusaciones contra sus propios dueños, tildándolos de “insurgentes” que habían abrazado la causa independentista.

El gobierno de Riohacha dio crédito al testimonio de la esclava, quien de inmediato fue confiscada a favor de la Hacienda Real y posteriormente se le aceptó una propuesta de compra de libertad por valor de 110 pesos. Por estas circunstancias, consideraba la ama que se habían violentado las leyes y su genuino derecho de propiedad. Reiteró la lealtad de su casa respecto a la causa monárquica y puso de manifiesto su inconformidad por la manera como el testimonio “calumnioso” de una servidora de menor estatus había mancillado el honor de su familia. Culpaba además al gobernador José Medina Galindo de haberse valido de las beligerancias políticas para orquestar tales acciones. Para ver restituido su legítimo derecho, Bravo adjuntó la escritura que ratificaba el pleno dominio sobre su esclava y exigió se le entregara el dinero por el cual se le manumitió.

El Tribunal Superior de Santa Marta, bajo la aquiescencia del virrey Francisco de Montalvo, ordenó librar providencia al juez político de Riohacha don Antonio Torres para que, a la mayor brevedad posible, remitiera “por tierra y seguro conductor” a la sierva y, junto con ella, el paquete que contenía todas las diligencias y expedientes adelantados sobre este particular. Consideraba aquel órgano de justicia que el título de propiedad de doña María Andrea era incuestionable y que jamás se le debió haber despojado de este modo sin ser previamente citada y vencida en juicio.

Por su parte, la sala capitular de Riohacha explicó que la esclava había sido rematada por pertenecer a los haberes del insurgente patriota Varela pero, por no haber quien pujase, se depositó en la Contaduría Nacional y se “consumió” en el servicio del Rey. Se dijo además que Torres, ya difunto por ese entonces, no había obrado solo sino que contó con el respaldo del ayuntamiento por justa representación del pueblo. Fue justificada en ese momento la decisión por ser Varela y su suegro reconocidos “afectos al sistema cartagenero” y cercanos al tirano Pedro Labatut. Según se adujo, la operación de remate se había llevado a cabo para asegurar esos intereses y evitar que se extraviaran.

Al buscar las autoridades a la esclava, su padre José Felipe López y su esposo Pablo de Armas confesaron que en el momento no se encontraba debido a que había viajado hasta Boronata en busca de los indios para que la curasen de una enfermedad. Ellos insistían en que se reconociera la calidad de libre de su ser querido y reiteraron haber entregado a la Contaduría la cantidad de 110 pesos y no 250 que era el precio por el cual se le había comprado y, por lo tanto, se mostraron dispuestos a abonar a doña María Andrea el resto del valor comercial de la zamba aunque aprovecharon la ocasión para pedirle gracia y misericordia a fin de no tener que efectuar este pago adicional.

La dueña se mantuvo inamovible en su posición de exigir que el gobierno de Riohacha le reconociera los 250 pesos en que había adquirido la esclava y, solo si se le respondía por los jornales que en justicia le correspondían, estaba entonces dispuesta a acceder a la rogativa de dichos familiares. Finalmente, el 4 de junio de 1814, Montalvo dictó una superior providencia en la que se ordenó a las autoridades de Riohacha y, mas exactamente a la tesorería, devolver a doña María Andrea el valor que se consignó por el rescate de la esclava. En consecuencia, se terminó ratificando la libertad de esta mujer34.

En diciembre de 1818 el albañil Juan José, esclavo de la testamentaria de don Marcos Bermúdez, propuso en Popayán comprar su libertad. A esta pretensión se opuso el albacea bajo el entendido de que era casado y por consiguiente no podía admitirse tal petición sin tramitar simultáneamente la manumisión de su esposa “[…] porque ningún amo que la tome se convendrá a tener en su casa el marido libre, cuya calidad puede alterar frecuentemente la subordinación servil de la mujer”35. Pensaba además este albacea que al ser la consorte de mala conducta, su valor era bajo y libertando a su marido se perjudicaría el precio de este. Al final, fueron desestimadas estas razones y se pasó a efectuar el avalúo bajo el pleno consentimiento del apoderado de los acreedores de los bienes del finado. El negro fue tasado en 300 pesos y ese fue el monto que él mismo consignó para dejar de ser esclavo.

Ese mismo año en la ciudad de Cali, Manuel José se quejó de la intempestiva decisión de su ama doña Vicenta Carrasco de querer venderlo al expresar él su intención de rescatarse por sus propios medios. El respaldo del esclavo para ver cumplido su sueño era una estancia que poseía en esa jurisdicción, adquirida a través de la compra hecha a su misma señora por valor de 109 pesos36.

En noviembre de 1820, la esclava María Rita Arenas del vecindario de Piedecuesta, acudió ante Juan Bautista González, alcalde ordinario y presidente del ayuntamiento de la ciudad de Pamplona, para quejarse del incumplimiento de un acuerdo establecido con María Ignacia Navas, viuda de Miguel Hernández Alonso, español fallecido en la batalla de Tenerife. El pacto consistía en que la mulata se comprometía a entregarle 70 pesos por la libertad de su hija de dos años.

En atención a la actitud intransigente interpuesta por la viuda y, a que todos los caudales del difunto europeo habían sido confiscados, el alcalde decidió hacer respetar lo convenido y, por tanto, se ordenó la manumisión de la pequeña. Para tal efecto, se impartieron instrucciones a la madre para que consignara el dinero en efectivo en la Junta de Secuestros de Pamplona37.

Durante los sucesivos sitios que padeció la ciudad de Cartagena, Manuela García logró sustentar con su trabajo a su ama Manuela Ortiz, cuyas condiciones económicas eran deplorables. Hacia 1821, en virtud a estos servicios y poco antes de morir, esta propietaria expresó verbalmente su voluntad de otorgar libertad no solo a la esclava sino también a los hijos de esta. Sin embargo, aún en 1825 no se había oficializado tal beneficio en vista de que la dueña no dejó constancia escrita de su decisión. La negra insistió en alegar su derecho legítimo por las grandes sumas que le había entregado a su señora por cuenta de sus jornales que, según ella, eran suficiente mérito para ganarse la libertad38.

Los continuos cambios administrativos y el reacomodamiento conforme a las nuevas leyes, generaba desde luego letargo en los procesos y traumatismos en las decisiones judiciales. Nueve años había durado sin resolverse un pleito originado en la villa de Honda en 1814 sobre la libertad de la esclava Clara de propiedad de don Bernardo Bueno. Esta fue una de las razones causantes de la demora: “[…] la autoridad de los subpresidentes ha variado y la organización de tribunales es diversa”. De la Corte Superior de Justicia de Bogotá se pasó el expediente a las instancias locales para que levantaran nuevamente los testimonios de los herederos de Bueno39.

La misma zozobra y la parálisis vivida en las gestiones administrativas durante el período de guerra, pudo explicar el hecho de que se registraran tardíamente algunas manumisiones. Esa fue precisamente la situación que reconoció haber padecido el amo Bernabé Vidal y de ello dejó constancia en una declaración elevada en 1824 ante el escribano público de Popayán: “[…] el 11 de junio del año de catorce [1814] nació en su poder un mulatito su esclavo llamado Bernabé, y por quien recibió para su libertad la cantidad de cincuenta patacones; que por las circunstancias en todo este tiempo de asuntos políticos, no ha podido verificar hacerle su escritura”40.

En 1818 María Josefa Barrientos, liberta del valle de Osos en la provincia de Antioquia, acopió los documentos que acreditaban haber comprado su libertad, incluyendo el testimonio de dos testigos que daban fe de que ella había entregado el dinero a su amo. El gobernador y comandante general de Antioquia pidió pasar el expediente al procurador general. Un año había transcurrido sin que aún este funcionario se hubiese pronunciado, dilación que según la esclava le había acarreado bastantes perjuicios: “[…] por no poder hacer alguna diligencia con libertad, para mi manutención”41.

2.3. Blanqueamiento, manumisión y uniones ilegítimas

Desde tiempos coloniales, la Corona y la Iglesia fueron inexorables en su decisión de no transigir con la mezcla entre blancos y negros, al igual que expresaron abiertamente sus reservas frente a otras combinaciones interétnicas42. En ese sentido, las leyes españolas habían ya dispuesto desde muy temprano la recomendación de que los negros sólo debían casarse con los de su misma condición43.

Esta mentalidad reacia a cualquier escarceo amoroso que vulnerara el estatus ostentado por el hombre blanco dejaba entrever cómo los prejuicios sociales y raciales inherentes a la categoría de esclavo tenían un gran impacto al momento de solidificarse algún tipo de lazo sentimental44. Tal oposición se sustentaba en el cuestionado origen de los esclavos ya que, según la cosmovisión europea, provenían de una región considerada bárbara y observada como inferior tanto social como culturalmente. Se pretendía además mantener la sagrada estabilidad de la unión familiar legítima del blanco y prevenir de la amenaza que esa miscegenación podría infundir en la preservación de la cerrada estructura social de la época.

Por todas estas razones, los amoríos que se urdieron entre exponentes de esas dos razas fueron dados en el contexto de la ilegitimidad mediante relaciones de hecho, por lo general ocultas. Casi siempre eran fuente provocadora de conflictos y rivalidades. Cuando eran de público conocimiento, se convertían en objeto predilecto de la comidilla popular.

Fruto de las relaciones prohibidas entre las dos razas fueron los hijos mulatos, algunos de los cuales aún siendo esclavos alcanzaron a granjearse el sentimiento y la estima especial de sus padres y dueños. Sin embargo, el carácter ilegal que enmarcaba esas uniones interétnicas determinó en alguna medida el hecho de que esa descendencia fuera también cobijada con la mácula del pecado.

Por eso, algunos pequeños que fueron resultado de esas pasiones solo venían a revelarse al momento de la muerte de sus amos. Palabras y expresiones con un hondo sentido paternal y afectivo denotaban amores furtivos y el reconocimiento tácito de hijos habidos en esclavas. Los documentos testamentarios constituyen una fuente en la que es posible cotejar esas demostraciones soterradas de vínculo fraternal, todo esto como una táctica para ahorrarse cualquier atisbo de escándalo o vituperio.

Fue común entonces que el hombre blanco ofreciera la libertad a su amante esclava y a los hijos de esta unión. En el testamento firmado en 1809 por Ana María de la Cuesta, vecina de la provincia del Chocó, salieron a la luz pública los amoríos secretos de su hijo con su esclava y el resultado de esa unión:

Ytem, declaro: que habiendo muerto el citado mi hijo don Felipe intestado dejando siete piezas de esclavos con otros bienes, que como su legítima heredera recayeron a mi favor: es mi voluntad que por mis albaceas se les otorgue carta de libertad a la mulatita llamada Melchora y Rosalía, mis esclavas por ser estas hijas naturales del citado mi hijo don Felipe Pontero45.

Hacia 1818 la viuda Juana Martínez, avecindada en Girón, otorgó carta de libertad a sus dos mulaticas, hijas de otra que obtuvo por dote, a quienes confesó haber criado no como esclavas sino como hijas propias, en especial a la mayor de diez años de nombre María Bonifacia de la cual dijo: “[…] está cerciorada de que es su nieta”46.

Pero el problema es que estas promesas fueron algunas veces incumplidas por el mismo amo o simplemente era quebrantada o desconocida por su esposa e hijos legítimos tras considerarse que era una decisión que afectaba el patrimonio y la herencia familiar.

Hacia 1815 en la provincia de Antioquia, María Ignacia Duque reclamó la libertad por haberla reconocido como hija su amo don Manuel Duque47. Otro de estos sonados casos de amores furtivos y de desconocimiento de libertades conferidas, tuvo lugar en 1817 cuando María de los Ángeles, esclava del piedecuestano Alejo Prada, declaró que su señor había emitido tres días antes de su deceso una importante confesión en descargo de su conciencia y en presencia de su esposa y de tres lugareños en calidad de testigos: “[…] dijo que dejaba libres dos hijos que hubo en mí llamados Feliciana y Juana, y al mismo tiempo en presencia de todos pidió perdón a mi señora de la traición que le había hecho en más de cuatro años que tuvo la amistad conmigo que no dejaba de ser algo entendido de muchos”48.

A juzgar por el testimonio de la mulata, frustrada quedó su intención por dejar atrás este conflictivo vínculo amoroso por ir en busca de un afanoso compromiso formal con un hombre de su misma condición étnica: “[…] y aunque después de haber tenido el primer hijo, siendo amonestada por mi confesor, intenté casarme e hice las diligencias debidas para efectuarlo con Ignacio, pero el dicho mi amo se opuso y no me dejó casar diciéndome que si él no tenía ofrecida mi libranza, con cuyo motivo no me casé, y luego no más continuando la amistad de mi amo salí embarazada de la criatura que tengo a mis pechos”49.

La viuda traicionada, doña Isabel de los Reyes, no controvirtió la valiente confesión de paternidad de su difunto marido pero sí objetó la pretendida libertad de los esclavos al plantear la prioridad de cumplirle a varios acreedores. Al parecer, el amo había olvidado saldar más de 300 pesos de la dote de ella y una capellanía de 500 pesos junto con sus réditos de cuatro años y otros 200 pesos de deuda. Por lo tanto, su legado solo incluía una estancia, una pequeña casa de paja y 500 árboles de cacao sobre lo cual se reconocía la capellanía indicada, 32 varas de tierra, medio solar y la esclava con sus dos vástagos, capital que sumado no bastaba para sufragar todas las cargas pendientes.

Se determinó entonces que los mulatos debían mantenerse al servicio de su señora hasta tanto no se formara el inventario y se averiguara el valor real de la manumisión otorgada por el testador. Al mismo tiempo, se trasladó el caso al síndico procurador general para que en calidad de protector de esclavos concurriera a evaluar las posibilidades de libertad.

En 1818, se conoció en la población de Cañasgordas, jurisdicción de la provincia de Antioquia, la denuncia de la esclava María Vitor Goes, en la que abogaba por su libertad y por la de sus dos pequeños que había concebido con Salvador, el hijo de su ama:

[…] luego que […] llegué a la [edad] de catorce [años] concebí una hija del expresado Goes, quien para tal ofensa me sedujo con muchas razones con que me prometía mi felicidad, y entre estas, una muy poderosa y de la mayor consideración, cual fue el darme por libre si le admitía sus torpes procedimientos: como la libertad es tan apetecible para los que gemimos bajo el yugo del cautiverio (prescindiendo de mi ignorancia) me ví en la precisión de acceder a su propuesta, y así fue que vino a lograr aquél sus designios. Pero aún no quedó Goes satisfecho con esto, sino es que llevando al cabo sus intenciones reprochables, hube de concebir otra chica, y por último otro que aún no ha nacido y me hallo próxima de dar a luz50.

Petronila, ama de María, antes de fallecer se aseguró de decretar la manumisión de los dos chiquillos habidos del amancebamiento, movida por “sentimientos de humanidad” y a sabiendas de que eran sus nietos. Sorpresivamente, Salvador se arrepintió del ofrecimiento de libertad que le había hecho a su amante y la expulsó de su casa obligándola a buscar nuevo amo, todo esto para desbaratar la ilícita relación que por cierto ya era pública hasta el punto de que el sacerdote del lugar le había negado a María el sacramento de la confesión, señal inequívoca de repudio por su conducta inmoral.

La negra trajo a cuatro testigos que confirmaron sus aventuras amorosas con Salvador. Con estas pruebas, Fernando Uruburu, protector general de la ciudad de Santa Fe de Antioquia, pidió al gobernador político de la provincia librar orden al alcalde de Cañasgordas para que apremiara a Salvador a cumplir en aras de su honor con la sagrada obligación de padre dado que era innegable haber abusado de la inocencia y tierna de edad de la esclava.

Durante la naciente República seguían conociéndose historias de amores furtivos marcados por las diferencias en la coloratura de piel. Aunque los nuevos gobiernos independientes no emitieron normas restrictivas en relación con este tipo de alianzas sentimentales, todavía seguía intacta la mentalidad tradicional colonial del grupo social blanco que veía con reproche y sospecha cualquier acercamiento afectivo con integrantes de la comunidad negra. Al parecer, el discurso igualitario proclamado por los forjadores del proyecto nacional poco impacto tuvo en esta problemática.

Don José María Gil, residente en el Chocó, dejó ver sus devaneos amorosos al momento de protocolizar una carta de libertad cuando corría el año de 1820: “[…] que como hombre frágil ha tenido en la mencionada Antonia Rita su esclava, los hijos siguientes: Carmela, Teresa, Pedro, Francisco y Nicolás, a quienes por no poder ser esclavos estos, ni su madre, les da carta de ahorro y manumisión”51. El número de niños indica que el lazo sentimental llevaba ya varios años de constituido.

María Joaquina Ospina Vera elevó en Cali una demanda contra su amo Juan Manuel Ospina por tratar de venderla luego de servirle por espacio de ocho años y haberle ofrecido libertad siempre y cuando accediera a sus deseos íntimos. Un hijo fue el producto de esos escarceos amorosos. Ella pidió en 1822 ser manumitida no solo en reverencia a la palabra de su propietario sino también para poder salir de la ciudad y evitar así seguir siendo el blanco de los constantes ataques de celos de la esposa de aquel hombre. Ospina negó haberle prometido la libertad a cambio de placer y la acusó de prostitución, por lo cual expresó sus dudas sobre si el pequeño era realmente su hijo52.

3. EL DEBATE EN LAS CORTES DE CÁDIZ

El fragor de las ideas liberales53, que corrían por Europa gracias al influjo de la Revolución Francesa y a las prédicas de la Ilustración, alcanzó a sentirse vigorosamente en tierras americanas bajo el pensamiento de los enciclopedistas Russeau, Diderot, Locke, Montesquieu y Voltaire. Como se recordará, estos dos últimos pensadores franceses combatieron de manera enérgica la esclavitud54