Cuando los claroscuros se difuminan… - Roger Pita Pico - E-Book

Cuando los claroscuros se difuminan… E-Book

Roger Pita Pico

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ninguna investigación ha hecho énfasis en profundizar sobre la experiencia vivida por las esclavas y los esclavos, y sus vínculos sentimentales con miembros de la comunidad blanca. En vista de estos vacíos, el presente libro intenta analizar de manera sistemática la problemática que giró en torno a las relaciones amorosas entre la comunidad esclava y los exponentes de la raza blanca en el territorio neogranadino durante la época de dominio hispánico. Tal espectro de posibilidades sentimentales incluyeron desde luego los romances entre blancos y esclavas, así como también los lazos amorosos que se entretejieron entre amas y esclavos. Por lo general, estas relaciones estuvieron signadas por la represión y la censura derivadas de la cerrada y jerarquizada estructura social y étnica de aquel entonces. Sin embargo, en otras situaciones fue posible ver cómo esos vínculos significaron para las comunidades afrodescendientes nuevas alternativas de ascenso social y mejoras en sus condiciones de vida.

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Pita Pico, Roger

Cuando los claroscuros se difuminan-- : amoríos entre amos y esclavas en la Nueva Granada colonial / Roger Pita Pico. -- 1a ed. – [Bogotá-Colombia] : Xpress Estudio Gráfico y Digital, 2021.

392 p.

Contiene datos del autor. -- Contiene bibliografía.

ISBN 978-958-49-5212-7

1. Relaciones de pareja - Historia - Colombia - Siglos XVI-XIX 2. Esclavos - Condiciones sociales - Colombia - Siglos XVI-XIX 3. Esclavitud - Aspectos sociales - Colombia - Siglos XVI-XIX 4. Clases sociales - Historia - Colombia - Siglos XVI-XIX 5. Colombia - Vida social y costumbres - Siglos XVI-XIX 6. Colombia - Historia - Colonia, 1550-1810 I. Título

CDD: 306.809861 ed. 23

CO-BoBN– a1088611

Primera edición, 2021

© Roger Pita Pico

Diagramación e Impresión: Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S.

ISBN: 978-958-49-5212-7

En la portada

Atribuido a José de Alcíbar.

De español y negra, mulato. Ca. 1760-1770.

Óleo sobre tela. Devner Art Museum, Collection of Jan and Frederick Mayer.

Tomado de: Katzew, Ilona, Casta painting. Images of race in eighteenth-century México, New Haven and London, Yale Universtiy Press, 2005, 2a edición, p. 107.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

Prólogo

Introducción

Marco teórico

Las fuentes

Ejes temáticos

Aclaraciones conceptuales

Plan temático de la obra

I PARTE.PIEL, ESTATUS Y PODER: EXTREMOS SOCIALES Y ÉTNICOS ENTRELAZADOS

Capítulo I.Complejidades y efectos de los idilios entre “desiguales”

1.1. Blancos y negros: extremos de una sociedad jerarquizada

1.2. Las variables en las relaciones entre amos y esclavas

1.3. Factores propiciadores del romance

1.4. Prejuicios en torno a las uniones intercastales

1.5. El destino de los hijos “ilegítimos”

1.6. Los alcances del control social y el escándalo

Capítulo II.Los esclavos frente a la justicia: desventajas y oportunidades

2.1. El alcance de las redes sociales del amo

2.2. La pobreza como obstáculo

2.3. Inequidades en el castigo

CapítuloIII.Relaciones amo-esclava: entre la prohibición y la represión

3.1. La persistencia en la relación

3.2. Del amor a la tensión

3.3. El ímpetu de la justicia divina

Capítulo IV.Celos y rivalidades

4.1. Los amos reafirman su “dominio” amoroso

4.1.1. Celos hacia los negros pretendientes

4.1.2. Reacciones contra los blancos pretendientes

4.2. Los celos entre blancas y esclavas

4.2.1. La reacción de las esposas legítimas de los amos

4.2.2. Los impulsos de celos de las esclavas

4.3. Los impulsos de los negros traicionados

4.4. Rivalidades entre las negras amantes

Capítulo V.Amoríos entre esclavas y familiares del amo

5.1. Los romances de los hijos de los amos

5.2. Escarceos sentimentales con otros parientes del amo

Capítulo VI.Amoríos entre esclavas y blancos no amos

Capítulo VII.El llamado a “hacer vida maridable”

II PARTE.MÁXIMAS TRANSGRESIONES

Capítulo VIII.El matrimonio como desafío

Capítulo IX.Casos de desfloramiento

Capítulo X.Los descarríos amorosos de los curas

Capítulo XI.Romances entre amas y esclavos

11.1. Amoríos con mujeres no amas

III PARTE.AMORES VEDADOS Y ANHELOS DE LIBERTAD

Capítulo XII.La libertad alcanzada

Capítulo XIII.Los amos se retractan

Capítulo XIV.La oposición de la familia legítima

Capítulo XV.Resentimientos y rivalidades entre hermanos

Capítulo XVI.Estrategias para esquivar libertades

Capítulo XVII.Los libertos y el estigma de las uniones sacramentales

Conclusiones generales

Anexos

Anexo No. 1Proceso judicial adelantado en la ciudad de Cartago en 1806 con miras a que la esclava Rosalía Barahona comprara su libertad y accediera al patrimonio de su padre Tomás Suárez

Anexo No. 2Declaración rendida en 1790 por Juan Tomás de Villa en la provincia de Santa Marta en la cual responde a los cargos imputados por estar amancebado con su esclava Pabla.

Anexo No. 3Denuncia presentada en 1774 por la esclava Matea Saucedo en la ciudad de Santa Fe de Antioquia sobre los enredos amorosos con su amo

Anexo No. 4Defensa elevada por don Francisco de Paula Baptista ante los señalamientos que le formuló en 1792 el cura de Carcasí por vivir en concubinato con su esclava

Anexo No. 5Causa sumarial adelantada en la población de Tadó en 1795 contra el amo Joaquín de la Flor por maltratar a su esclava concubina

Anexo No. 6Carta enviada en 1789 ante las autoridades de la ciudad de Santa Fe por Francisca Javiera Esparza en la cual denuncia a su esposo de amores “ilícitos” con su mulata

Anexo No. 7Testimonio expuesto en 1789 en Cartagena por Juan Vivanco en el que se defiende de las acusaciones de vivir en “ilícita amistad” con su mulata Petrona Pabla Bernal

Anexo No. 8Testimonio aportado en 1794 en la villa de Medellín por don Juan Ignacio Correal, en el cual se brindan pistas sobre los celos que sentía el mulato Pedro Pablo ante el romance de su esposa Juana con don Nicolás de Piedrahita

Anexo No. 9Declaración suministrada en 1799 en la ciudad de Nóvita por la negra Francisca tras haber sido agredida por una mulata en líos amorosos con su amo

Anexo No. 10Declaración presentada en 1786 por Josef María Moreno en la ciudad de Santa Fe de Antioquia, en la cual responde a los señalamientos de vivir amancebado con la esclava María Antonia

Anexo No. 11Declaración entregada en 1809 en Sopetrán por doña Juana Narcisa Urrego en la cual reconoce la intención de liberar a su nieta esclava Eustaquia

Anexo No. 12Interrogatorio contestado en 1793 por el amo don Alejandro Ortiz Manosalvas sobre la denuncia contra el comerciante catalán don Tomás Balanzo por comprar la libertad de su esclava Magdalena con quien mantenía un romance

Anexo No. 13Respuestas al interrogatorio hecho en 1786 por el visitador de la provincia de Antioquia don Juan Antonio Mon y Velarde a la esclava Teresa en el juicio adelantado contra su propietario y amante por el delito de adulterio

Anexo No. 14Relato sobre las peripecias afrontadas en 1769 por la esclava Lorenza Fernández en su viaje de Villeta a Santa Fe en busca de amparo a la libertad que le otorgó su amo y marido

Anexo No. 15Testimonio de la negra criolla Agustina en la causa seguida en 1641 en la ciudad de Cartagena contra don Juan Carrillo de Albornoz por desfloramiento

Anexo No. 16Carta firmada en 1792 en Santa Fe por la esclava María Bruna Álvarez, en la cual demanda a su amo por haber incumplido la promesa de libertad después de haberla desflorado

Anexo No. 17Denuncia presentada en 1790 en la ciudad de Caloto por la esclava Antonia Vidal en la que acusa a su amo Agustín Vidal de haber violado a su propia hija mulata

Anexo No. 18Expediente seguido en la ciudad de Tunja en 1790 sobre la pretensión de la esclava María Manuela para que se le reconociera su herencia por ser hija del cura don Josef Pompeyo

Anexo No. 19Apelación presentada por la negra María Isabel Noriega en 1797 en la ciudad de Ocaña en la reclamación de libertad para ella y su hijo

Anexo No. 20Juicio adelantado en 1809 en la ciudad de Girón contra don Juan Andrés Ordóñez tras haber cortado las orejas de su esclavo Bernabé por infidelidad con su esposa

Anexo No. 21Diligencia de inspección realizada en 1795 en la ciudad de Santa Fe de Antioquia a la casa de María Ignacia Duarte por sospecharse vivir amancebada con el esclavo Josef María

Anexo No. 22Demanda presentada en 1679 en la ciudad de Vélez por la mulata Antonia en la cual reivindica la libertad de sus dos hijos habidos con su amo don Pedro Chacón Arroyo

Anexo No. 23Interrogatorio realizado en 1753 en la ciudad de Tunja sobre la libertad que el amo don Tomás de Rojas concedió a su hijo esclavo Francisco Javier

Anexo No. 24Testimonio presentado en la ciudad de La Plata en 1778 sobre la promesa de libertad que Juan Manuel Rodríguez le hiciera a su esclava María Encarnación a cambio de procrearle cinco hijos

Anexo No. 25Carta enviada en 1801 por el apoderado don Salvador de Guzmán y Zapata a las autoridades de Santa Fe de Antioquia mediante la cual expone la defensa de don Gregorio Martínez acusado de vivir en concubinato con su esclava

Anexo No. 26Interrogatorio presentado en 1801 en la ciudad de Santa Fe de Antioquia por el mulato libre Pedro Lescano y la esclava Matea sobre su frustrado intento de matrimonio

Bibliografía

Notas al pie

Índice de Cuadros

Cuadro No. 1.Volumen de expedientes judiciales consultados en cada archivo histórico

Cuadro No. 2.Volumen de expedientes según el tipo de relación amorosa o exigencia planteada

Cuadro No. 3.Volumen de expedientes según la provincia de origen

Cuadro No. 4.Castigos aplicados a las parejas de amos y esclavas involucradas en amancebamientos y concubinatos

Cuadro No. 5.Fallos judiciales sobre reclamos de libertad por parte de esclavas amantes y sus hijos

Índice de Gráficas

Gráfica No. 1.Distribución del volumen de expedientes según su ubicación temporal

Abreviaturas

ACCArchivo Central del Cauca

AGNArchivo General de la Nación

AGMSGArchivo General Municipal de San Gil

AHCCRArchivo Histórico Casa de la Convención de Rionegro

AHCRSMArchivo Histórico Cipriano Rodríguez Santa María-Universidad de La Sabana

AHAArchivo Histórico de Antioquia

AHAPArchivo Histórico de la Arquidiócesis de Popayán

AHJMArchivo Histórico Judicial de Medellín

AHR-UISArchivo Histórico Regional, Universidad Industrial de Santander

CHCLADCentro de Historia de Cartago “Luis Alfonso Delgado”

PRÓLOGO

Quizás no pueda haber desafío mayor en la investigación histórica que auscultar los sentimientos en una sociedad colonial jerarquizada, pero sobre todo en una sociedad donde la esclavitud es uno de sus pilares. El reto es aún mayor cuando, en la cotidianidad de la sociedad colonial de la Nueva Granada, se manifiesta un despliegue de las relaciones amorosas y afectivas tanto en espacios públicos, como en ámbitos privados. Si para los esclavistas acceder a la esfera íntima y espiritual de los esclavos podía representar el uso de una prerrogativa material del amo sobre el esclavo, para los esclavos significaba echar mano de un conjunto de estrategias que les significara lograr condiciones menos difíciles frente a la sociedad, al poder y al discurso que los mantenía como sujetos mercancías. Los amoríos, las relaciones sentimentales y los hijos nacidos de tales encuentros estuvieron atravesados por una dinámica compleja asociada a la concepción y a las prácticas de la libertad en cada uno de los dos bandos confrontados: esclavistas y esclavizados. Para una esclava, tener hijos con su amo podía llegar a representar ciertos niveles de libertad y de tratos considerados, en tanto que para algunos propietarios tener hijos con sus esclavas era simple y llanamente reforzar el estatus de la esclavitud.

Este conjunto de procesos históricos son abordados y estudiados por el historiador Roger Pita, a quien la comunidad académica ya lo reconoce como un historiador acucioso, particularmente en las dinámicas asociadas a la población negra esclava en el concierto de la sociedad colonial. Se consideran relevantes sus estudios sobre la esclavitud regional en las provincias de Vélez, Girón y Socorro, así como otros fenómenos propios de la Independencia (las celebraciones públicas), proyectos de colonización y procesos de poblamiento, entre otros. Se destaca en su quehacer historiográfico, el acopio y análisis de diversos archivos -españoles, centrales y regionales- y, por lo tanto, de una diversidad representativa de fuentes de distinta naturaleza, desde las civiles a las criminales, pasando por las jurídicas.

En este libro que el lector se apresta a abordar, se ponen a prueba dos apuestas teórico-metodológicas que la historiografía debería arriesgar más para la comprensión, desde otras dimensiones, de las sociedades coloniales. Nos referimos a las propuestas de los estudios subalternos y el método del indicio desarrollado por la escuela italiana de la microhistoria. Nos parece dos posibilidades pertinentes, cuando se trata de entender los vínculos sentimentales entre amos y esclavos, de tal manera que se pueda acceder, mediante la minucia, a espacios cotidianos que, como una chichería, o una ciénaga, se erigieron como espacios predilectos de los amoríos fuera del ojo inquisidor del estado colonial, de la iglesia y del sujeto malqueriente o chismoso. Lo oculto (la vida clandestina, como la llama Pita) parece predominar como garantía de éxito y continuidad en este tipo de relaciones, ya sea entre esclavos, entre esclavos y libres, entre libres y, en el tópico central de este texto, entre amos y esclavos. De una trastienda a un palenque parece haber un mosaico de experiencias cotidianas que posibilitaban el mejor despliegue de estos amoríos.

Este texto demuestra, fehacientemente, que los sentimientos correspondían y se dirimían en un escenario más amplio que podríamos denominar como la economía política y jurídica del acto de amar, querer y procrear. En efecto, asistimos a la confrontación entre el poder y el amor en sus diversas manifestaciones y querellas jurídicas. Esclavas que procrearon hijos con sus amos, básicamente a través de relaciones de concubinato, se enfrascaron en una lucha de poder, con los herederos de su amo, por defender la libertad de sus hijos y, eventualmente, el de ellas también. Posiblemente, la amenaza a la que la sociedad esclavista sometía o pretendía someter a estos resultados del amor, se encuentra en el temor o de reforzar los lazos de la esclavitud, o retornar de una libertad posible a la esclavitud, esto es, el peligro de verse sometido a la reesclavización. No obstante, más allá de los condicionantes del poder, observamos, paulatina e inexorablemente, un triunfo de las relaciones amorosas, públicas y privadas, entre blancos y negras o mulatas, cuando apreciamos, del siglo XVII al XVIII, el sostenido crecimiento demográfico de una población mulata. No hubo poder establecido que pudiera detener el auge poblacional de este sector de la sociedad que, junto con los mestizos y “libres de todos los colores”, representaban la mayoría de la población neogranadina, como bien se reflejan en los padrones de la segunda mitad del siglo XVIII.

Igualmente, me parece que Pita explora una estrategia sugerente asociada al esclavo, principalmente esclavas, como sujetos jurídicos. En el difícil ámbito del reconocimiento de la libertad y de los hijos procreados producto de las relaciones amorosas con los amos, este estudio muestra cómo las esclavas, de muchas maneras, se fueron apropiando de normas y de dispositivos jurídicos que pudieron llevarlas a ser competentes en una suerte de batallas jurídicas por el amor, representado en sus hijos y en su acceso a la libertad.

En pocas ocasiones una investigación histórica, referida a la cotidianidad sentimental de una sociedad esclavista, reúne una muestra amplia de casos y de fuentes, tanto en su cobertura espacial, como cronológica. Sin la pretensión de encontrar algún modelo ideal, Pita nos lleva o conduce a distintos escenarios de sociedades coloniales locales y regionales, en las cuales era totalmente relativo el peso demográfico de las poblaciones esclavas, si bien, a todas, las une el hecho de desplegar retóricas y prácticas discriminatorias y prejuiciosas frente a la comunidad esclava.

De tal suerte que, en su conjunto, este estudio nos aproxima no solo a los orígenes de nuestras distinciones -muchas de ellas odiosas-, prejuicios y privilegios, surcados por relaciones socio raciales discriminatorias y prácticas cotidianas racializadas. Pero, igualmente nos ilustra las maneras o las prácticas como los sujetos esclavizados enfrentaron tales talanqueras morales, en aras de la consecución de una libertad anhelada para sus hijos, o sencillamente la defensa hacia el reconocimiento de los sentimientos y de los amores prohibidos.

Rafael Antonio Díaz Díaz

Profesor Titular

Departamento de Historia y Geografía

Facultad de Ciencias Sociales

Pontificia Universidad Javeriana

INTRODUCCIÓN

A raíz de su política expansionista, España vio la necesidad estratégica de promover la esclavitud negra como provisión de mano de obra para contribuir a las labores de explotación económica que se vislumbraban en el Nuevo Mundo, especialmente en las plantaciones y en la minería1.

Los esclavos prácticamente llegaron a América al mismo tiempo que los blancos europeos. Estas primeras oleadas de negros eran en su mayoría ladinos que acompañaban a sus amos en sus tareas de exploración. Se sabe con seguridad que algunos de los primeros conquistadores que arribaron a la Nueva Granada, como Gonzalo Jiménez de Quesada y Alonso Luis de Lugo2, trajeron unos cuantos de ellos3.

Algunos de los primeros funcionarios también se vieron congraciados con sendos permisos. Así quedó consignado en la capitulación firmada el 5 de agosto de 1532, mediante la cual se le concedió al gobernador Pedro de Heredia la venia para traer 100 esclavos “la mitad hombres y la mitad hembras” con el fin de vincularlos dentro del proyecto de poblar el territorio de la provincia de Cartagena4. Tres años más tarde, Alonso Luis de Lugo recibió el aval para ingresar a Santa Marta igual número de esclavos.

A otros se les autorizó el ingreso de negros para incorporarlos a actividades económicas que se vislumbraban altamente provisorias, como fue el caso del permiso otorgado al alemán Nicolás de Federmán con el fin de destinarlos a la pesca de perlas en la Guajira o el caso del conquistador Sebastián de Belalcázar a quien se le permitió ingresar algunos negros para el trabajo de las minas auríferas en la provincia de Popayán5.

No mucho tiempo después de estar en funcionamiento este sistema de mercado esclavista a pequeña escala, se abrió paso a los denominados Asientos, creados por la cédula real emanada en Madrid el 31 de junio de 1595. Eran estos unos contratos adjudicados por la Corona española a compañías y particulares para introducir copiosas cantidades de negros esclavos al Nuevo Continente6. Esta nueva modalidad se estableció fundamentalmente para satisfacer la creciente demanda de mano de obra esclava por parte de las Colonias y para ejercer un mejor control sobre el comercio. No obstante, su implementación trajo como consecuencia el monopolio.

A pesar de los esfuerzos en la materia, han persistido ciertas dificultades en dilucidar el número de esclavos ingresados a la Nueva Granada ya que del puerto de Cartagena salieron varios grupos con destino a la capitanía general de Venezuela y al virreinato del Perú. Según el historiador Philip Curtin, si a Hispanoamérica entraron 1.5 millones de esclavos, a territorio neogranadino pudieron haberlo hecho aproximadamente 200.000, incluyendo Panamá y la Audiencia de Quito. De esa cantidad, es factible que por lo menos 120.000 se instalaran en el área de lo que actualmente es Colombia7. Por su parte, el historiador Hermes Tovar Pinzón calculó que en los trescientos años de dominación colonial ingresaron al país alrededor de un cuarto de millón de negros, la mitad de ellos en el siglo XVII8.

La población esclava se asentó fundamentalmente en la Costa Caribe y en el occidente en las provincias de Antioquia, Chocó y Popayán, influencia negra que dejó una impronta en la formación social y cultural de sus habitantes9. Una menor proporción se ubicó en otras zonas del interior y en la franja nororiental.

En el siglo XVIII los esclavos alcanzaron su máxima presencia en territorio neogranadino, principalmente vinculados a sectores vitales de la economía, tales como la minería del oro, la ganadería y la producción de mieles10 mientras que otros fueron ubicados en el servicio doméstico. Según el censo levantado en 1778, esta comunidad representaba el 7.8% del total de la población mientras que el mestizaje se hacía más que evidente al registrarse un 46.5% de los llamados “libres” o “gentes de varios colores”. Le seguía en número la gente blanca que aglutinaba a la cuarta parte del total. Por su lado, los indios mostraban un serio descenso del cual nunca volverían a recuperarse, con un 20% aproximadamente11.

La historiografía sobre la presencia esclava en Colombia se ha concentrado fundamentalmente en el estudio del comercio de esclavos, la manumisión y los castigos aplicados a este grupo de la sociedad, muchas veces con alusiones de tipo anecdótico. A decir verdad, muy poco ha sido abordado el tema desde la perspectiva de las relaciones afectivas12.

Dentro de los contados estudios que se han acercado a las relaciones intraetnia y las relaciones sentimentales interétnicas de las comunidades negras en la Nueva Granada, vale destacar a las historiadoras María Eugenia Chaves, María Cristina Navarrete y más recientemente Carolina Jaramillo Velásquez13. De igual modo, es posible encontrar algunos casos en trabajos más amplios sobre la familia, los delitos sexuales y la criminalidad.

No obstante, ninguna investigación ha hecho énfasis en profundizar sobre la experiencia vivida por las esclavas y los esclavos, y sus vínculos sentimentales con miembros de la comunidad blanca. En vista de estos vacíos, el presente libro intenta analizar de manera sistemática la problemática que giró en torno a las relaciones amorosas entre la comunidad esclava y los exponentes de la raza blanca en el territorio neogranadino durante la época de dominio hispánico. Tal espectro de posibilidades sentimentales incluyeron desde luego los romances entre blancos y esclavas, así como también los lazos amorosos que se entretejieron entre amas y esclavos.

Por lo general, estas relaciones estuvieron signadas por la represión y la censura derivadas de la cerrada y jerarquizada estructura social y étnica de aquel entonces. Sin embargo, en otras situaciones fue posible ver cómo esos vínculos significaron para las comunidades afrodescendientes nuevas alternativas de ascenso social y mejoras en sus condiciones de vida.

Marco teórico

La temática tratada en este libro se enmarca dentro de las corrientes historiográficas de los grupos subalternos y la microhistoria.

Desde sus inicios y por mucho tiempo, la historiografía nacional se dedicó fundamentalmente a elaborar una historia política exaltando la vida de generales, nobles patricios y presidentes, en una concepción muy estrecha de la propia realidad.

Era una versión protagónica que solo hacía alusión a pequeños grupos dominantes pero dejaba por fuera a una multiplicidad de actores sociales que yacían prácticamente invisibles. Se desconocía o se subvaloraba a esa mayoría anónima que solo era retrotraída bajo los apelativos de “pueblo” o “gente”, por no mencionar los más peyorativos.

A mediados de la década de los 80 del siglo pasado, surgieron en la India varios estudios que buscaban rescatar a aquellas personas del común que se encontraban bajo el control de grupos dominantes. Dentro de los primeros autores, puede citarse a Ranajit Guha quien tipificó a los grupos subalternos, ya fuera en términos de clase, casta, edad, género u oficio.

Tal como afirma Guha, la existencia de grupos subalternos implica también la existencia de grupos dominantes14. Para el tema de investigación que nos ocupa, esta corriente historiográfica resulta muy útil por cuanto analiza no solo a los esclavos como grupo subalterno sino también su relación con el grupo blanco, el cual ostentaba el poder social, económico y político.

En Latinoamérica, esta cuestión sobre los grupos subalternos fue desarrollada por Florencia Malon y James Sanders, refiriéndose a casos concretos ocurridos en México, Perú y Colombia. En este país, son reconocidos los trabajos de Alfonso Múnera, Óscar Almario, Aline Helg y Marixa Lasso en el intento por profundizar sobre la participación política de las comunidades indígenas y afrodescendientes15.

Según Múnera, la intención que persigue este tipo de estudios es encarar

[…] la historia colombiana desde perspectivas nuevas que ponen en su centro la existencia histórica de los sectores subalternos y su papel activo en la formación de la nación, sus relaciones con las élites, sus conflictos internos, la heterogeneidad de sus territorios y de sus culturas, la compleja construcción de sus percepciones de sí mismos desde el lugar que les asigna el discurso dominante de las élites16.

El objetivo propuesto por estos autores apuntaba entonces a superar la marginalidad a que también habían sido sometidas las comunidades negras en la historia. Con esto, empezó a llenarse un vacío histórico sobre un asunto en el que consuetudinariamente se pensaba que la esclavitud no revestía una trascendencia tal que ameritara abordar su estudio.

De entrada, es preciso reconocer que no es fácil revelar el pensamiento y la acción de los grupos sociales subalternos, y más si se tiene en cuenta que eran por lo general analfabetas. La mayoría de sus actuaciones se conocen por cuenta de documentos de archivo escritos casi siempre por miembros del clero, funcionarios y autoridades judiciales, una opinión que no siempre fue imparcial ya que respondía a las concepciones o representaciones construidas por estos integrantes de la clase dominante.

Sin embargo, las actuaciones mismas de este grupo llano de la sociedad pueden constituirse en un buen indicio de sus propósitos y de su pensamiento. Y, aunque se creía que su bajo nivel cultural e intelectual dificultaba en ellos decisiones autónomas, en ciertas circunstancias contaron con la oportunidad de manifestar sus propias voluntades17.

El tema objeto de este estudio se enmarca también dentro del ámbito de la microhistoria18 por cuanto esta rama de la historia social permite develar el sentir de pequeñas comunidades anónimas y brinda mejores posibilidades de comprender de una manera más realista el comportamiento humano, las conductas individuales y los entramados sociales que no han sido considerados por los paradigmas y modelos tradicionales del análisis historiográfico19.

La microhistoria, entendida como historia-relato, permite la observación de varios estudios de casos cuyos resultados pueden ser aprovechados como modelos de análisis y como instrumentos válidos de construcción de conocimiento científico20. Son, en últimas, acercamientos a pequeña escala de hechos sucedidos a nivel local con un abordaje detallado de la documentación base, en este caso los juicios civiles y criminales ocurridos en distintos lugares de la Nueva Granada.

Así entonces, este par de enfoques teóricos, el de los grupos subalternos y el de la microhistoria, resultan muy adecuados para el desarrollo de este libro por cuanto permiten examinar los conflictos amorosos registrados entre grupos sociales disímiles y ofrecen además la posibilidad de “[…] rastrear las voces que no hablan en una sociedad y que solo salen a la luz en los momentos de ruptura y de problemática social que los incluyen”21.

De esta forma se hacen visibles comunidades como las de los negros esclavos que habían estado marginados o inadvertidos en las investigaciones historiográficas, con lo cual se abre la posibilidad de estudiarlos en el contexto de la sociedad en que vivieron inmersos.

Las fuentes

Para la elaboración de este libro se contó como fuente básica de consulta los numerosos expedientes hallados en los archivos documentales. En su mayoría, son fuentes de carácter judicial22 por cuanto las relaciones sexuales ilícitas eran tipificadas como delitos o prácticas transgresoras del orden social hispánico23.

Estos casos judiciales comprenden los expedientes civiles y los asuntos criminales24. Dentro de los primeros se pueden incluir las solicitudes de autorización para casarse, los disensos matrimoniales, los llamados a hacer “vida maridable”, las demandas de divorcio y los reclamos por incumplimiento de promesas de libertad. Otros motivos como las demandas por amancebamiento, concubinato, adulterio, desfloramiento y los reiterados casos de maltrato por celos, rivalidades y tensiones sentimentales, eran clasificados como asuntos criminales.

Además del tema amoroso, este tipo de expedientes judiciales ofrece una abundante y variada información sobre la vida cotidiana, las conductas familiares y la mentalidad de la época. Es posible también percibir allí la interacción de varios actores sociales de diferente condición social, económica y étnica. Muy útil resulta esta fuente por su invaluable riqueza de información y de contenido en vista de la ausencia de diarios y cartas privadas que hubiesen permitido reconstruir los sentimientos de los amos hacia sus esclavos25 y el ambiente en el que se desenvolvieron estas relaciones.

Para el caso específico de esta investigación, la búsqueda de expedientes se circunscribió a aquellos casos de líos amorosos en los cuales estuviese involucrado un individuo blanco y un integrante de la comunidad esclava. Tanto o más amplio es quizás el abanico de documentación que involucra a negros, mulatos o zambos libres en sus aventuras sentimentales con otras castas, tema que desborda los límites de este trabajo.

En total, se pudieron recopilar 112 expedientes en archivos locales, regionales y nacionales ubicados en las ciudades de Bogotá, Medellín, Rionegro, Popayán, Cartago, Bucaramanga, San Gil y Vélez (Ver Cuadro No. 1). De todos ellos, sin duda el Archivo General de la Nación y el Archivo Histórico de Antioquia fueron los que arrojaron el mayor acervo documental.

Cuadro No. 1

Volumen de expedientes judiciales consultados en cada archivo histórico

Archivo

Ciudad

Total expedientes

Archivo General de la Nación

Bogotá

46

Archivo Histórico de Antioquia

Medellín

24

Archivo Histórico Judicial de Medellín

Medellín

1

Archivo Histórico de Rionegro

Rionegro

1

Archivo Central del Cauca

Popayán

7

Archivo Arquidiócesis de Popayán

Popayán

4

Archivo Histórico de Cartago

Cartago

2

Archivo Regional de la UIS

Bucaramanga

5

Archivo Municipal de San Gil

San Gil

2

Archivo Notarial de Vélez

Vélez

1

Fuentes secundarias

-

19

Total

112

En vista de la injerencia de la Iglesia en el desarrollo de los delitos y prácticas sexuales tratadas en este libro, resulta también de gran importancia la información que reposa en los archivos eclesiásticos. Es por ello que se incorporaron en el análisis este tipo de expedientes que se hallaron descritos en libros y artículos de revista, particularmente en los trabajos de las historiadoras María Cristina Navarrete y Carolina Jaramillo Velásquez que corresponden, en el primer caso a documentación consultada en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y, en el segundo, a archivos eclesiásticos de la provincia de Antioquia. Se incluyeron además expedientes de archivo revisados por otros historiadores, como es el caso de Mario Diego Romero y Sergio Antonio Mosquera.

Las pesquisas abarcaron también los archivos parroquiales y notariales que arrojaron valiosa información en cuanto a partidas bautismales, partidas matrimoniales, escrituras testamentarias, venta de esclavos y registros de cartas de libertad. El análisis incluyó además una exhaustiva revisión de las cédulas reales y la normatividad concerniente al tema. A todas estas fuentes se sumaron las miradas de los cronistas y viajeros de la época, un testimonio único que aporta también interesantes datos y detalles.

Vale anotar la importancia de revisar expedientes no solo en los archivos nacionales sino también en aquellos archivos de carácter regional y local por cuanto ayudan a tener una visión más integral del tema estudiado pues algunos de los casos registrados a escala local no alcanzaron a ser enviados a la capital en busca de fallos superiores.

Ejes temáticos

En cuanto a las líneas temáticas generales (Ver Cuadro No. 2), la mayor cantidad de expedientes, aproximadamente una tercera parte, corresponde a aquellos en que estaba involucrado sentimentalmente un amo y su esclava. En su orden, le siguen los amoríos entre esclavas y blancos no amos mientras que una mínima proporción aluden a los romances entre esclavos y amas. Los reclamos de libertad fueron también muy frecuentes en este tipo de relaciones amatorias, especialmente ante la actitud de los amos de desconocer promesas de libertad a cambio de satisfacer sus deseos sexuales.

Cuadro No. 2

Volumen de expedientes según el tipo de relación amorosa o exigencia planteada

Tipo de expediente

No.

Líos amorosos entre amos y esclavas

34

Líos amorosos entre esclavas e hijos de amos

11

Líos amorosos entre esclavas y otros familiares del amo

1

Líos amorosos entre esclavas y blancos no amos

20

Líos amorosos entre esclavas y religiosos

10

Matrimonios o intentos de matrimonio entre blancos y esclavas

7

Líos amorosos entre esclavos y amas

6

Líos amorosos entre esclavos y blancas no amas

2

Reclamos de libertad

15

Los libertos y el matrimonio

6

Total

112

En el cuadro No. 3 se registra la distribución de estos expedientes según el lugar de origen, de donde se puede deducir que las provincias de Antioquia, Popayán y Chocó fueron los escenarios en los que transcurrieron el mayor número de casos, marcos territoriales que coincidencialmente se caracterizaron por albergar una considerable cantidad de población esclava.

Cuadro No. 3

Volumen de expedientes según la provincia de origen

Provincia

No. expedientes

Antioquia

33

Popayán

14

Santa Fe

11

Cartagena

8

Chocó

8

Girón

7

Mariquita

7

Vélez

4

Tunja

4

Santa Marta

4

Pamplona

3

Neiva

3

Socorro

3

Guaduas

2

Ocaña

1

Total

112

En Santa Fe también se registraron varios casos. Pese a que no era muy marcada allí la presencia esclava, tal proporción de expedientes se explica por el hecho de que las autoridades judiciales del orden provincial en ciertas circunstancias enviaban los documentos sumariales a dicha capital para el dictamen final.

La infortunada pérdida de algunos archivos históricos, como es el caso de los fondos documentales coloniales de la ciudad de Cartagena, impidió que se hubiese accedido a muchos más expedientes que seguramente albergaban esos repositorios oficiales, dada la acentuada presencia de población esclava en este territorio.

En cuanto a su ubicación temporal, vale anotar que un poco más de la mitad de los expedientes se desarrollaron en el siglo XVIII, centuria en la cual la población esclava alcanzó su máxima ocupación demográfica en el territorio neogranadino en momentos en que también se registraban los más altos índices de miscegenación.

Tal como se puede advertir en la gráfica No. 1, un total de 17 sumarias ocurrieron en el siglo XVII y nada despreciable resultó el número de casos ocurridos en las décadas tempranas del siglo XIX. Las fechas extremas de los expedientes consultados son 1578 y 1819.

Gráfica No. 1

Distribución del volumen de expedientes según su ubicación temporal

Aclaraciones conceptuales

Dentro de las denominadas relaciones ilícitas se incluye un abanico de opciones, entre las que figuraban el amancebamiento, el concubinato y el adulterio26. Según el Diccionario de Autoridades, la primera de estas fórmulas consistía en “el trato y comunicación ilícita de hombre con mujer”27. Al buscar la voz “amancebarse” introduce un nuevo elemento conceptual y es el trato o comunicación “de largo tiempo”. Con el paso de los años se fue delimitando mucho más su significado haciendo referencia explícita al trato sexual entre un hombre y una mujer no casados28.

El concubinato, según el diccionario hispánico del siglo XVIII, era prácticamente homologado al concepto de amancebamiento. Esto se reflejó en el habla y en la escritura de la época pues ambas palabras terminaron confundiéndose y se utilizaron indiscriminadamente para designar un trato ilícito. Por eso es fácil advertir cómo en los juicios estos conceptos eran imprecisos. Con el tiempo, el término concubinato también fue adquiriendo unas características peculiares y así entonces implicaba una cohabitación permanente entre solteros o viudos con posibilidad de formalizar matrimonio29.

El adulterio, entre tanto, hacía alusión al vínculo amoroso entre un hombre y una mujer casada o entre una mujer y un hombre casado pero sin que necesariamente implicase convivir en el mismo hogar30.

Al parecer, todo indica que estas tres modalidades de conflictos amorosos fueron las más comunes en tiempos del dominio hispánico aunque casi siempre se hacían públicas en momentos de tensión social o quedaban expuestas durante el desarrollo de procesos judiciales sobre solicitudes de divorcio o entrega de bienes31.

La frecuencia de este tipo de líos amorosos quedó demostrada en una muestra recopilada por el historiador Hermes Tovar Pinzón de 441 expedientes identificados en el Archivo General de la Nación para el periodo comprendido entre 1780 y 1810 en la Nueva Granada, casos que involucraron a todo el espectro de sectores sociales y étnicos. Las cifras revelaron que el concubinato, el adulterio y el amancebamiento representaban un 57% del total de casos, siendo el concubinato el más generalizado con un 27.2%. En menor proporción figuraron otros conflictos y delitos como divorcio, bigamia, estupro, desfloramiento, violación, rapto e incesto32.

Al momento de revisar las fuentes documentales, se puede advertir que tanto coloquialmente como en los juicios solían acuñarse otra serie de expresiones que denotaban cualquiera de estos tipos de relaciones amorosas prohibidas. Dentro de esa larga lista se pueden mencionar los siguientes términos: “ilícita relación”, “torpe amistad”, “ilícitas juntas”, “juntas carnales”, “pecaminosa amistad”, “mal estado”, “ilícita amistad” e “ilícito comercio”, entre otros.

Plan temático de la obra

El libro que hoy se presenta a la comunidad académica es resultado del intento por recopilar varios artículos publicados por el autor desde el año 2015 en revistas nacionales e internacionales, los cuales han sido organizados metódicamente, corregidos, actualizados y complementados de acuerdo a un eje transversal y aun marco teórico.

Temáticamente la obra está organizada en tres partes. La primera de ellas abarca siete capítulos que hacen alusión a aspectos generales de las relaciones amorosas entre integrantes de la comunidad esclava y miembros del grupo social blanco.

El primer capítulo pretende ser una introducción a esta temática y profundiza sobre aspectos tales como: la relación entre individuos ubicados en extremos de la sociedad colonial, las variables que incidieron en este tipo de amoríos, los factores que propiciaron el surgimiento de romances, los prejuicios y los temores frente a las uniones interétnicas, la situación de los descendientes de estos vínculos y las implicaciones de su carácter ilegítimo y, por último, el alcance del chisme y del escándalo como mecanismos de control social.

El segundo acápite ahonda sobre las condiciones de los esclavos ante la justicia y los contrastes que se registraban en relación con las ventajas del elemento blanco. Aquí resulta pertinente dimensionar el alcance del entramado de las redes sociales del hombre blanco y ver cómo el esclavo recurrió a los elementos disponibles en el aparato de justicia para reivindicar sus derechos en medio de un estado de pobreza y de escases de recursos. Adicionalmente, se realizó un estudio comparativo sobre las inequidades en los castigos y las sanciones aplicadas, según el estatus, el género y la condición étnica.

El foco central del tercer capítulo es ver cómo se desarrollaron los vínculos amorosos entre un hombre blanco y una esclava, incluyendo los casos en que aquel era su propio amo. El primer escenario corresponde a aquellos episodios en los que sus protagonistas hicieron todo lo posible con tal de mantenerse unidos pese a las inmensas dificultades y censuras, esto para demostrar el ímpetu y el poder insospechado de los sentimientos por encima de cualquier restricción normativa y moral. El segundo escenario apunta a examinar el trasfondo de aquellas relaciones malogradas en las que súbitamente los amantes pasaron del idilio a la tensión. Para cerrar este capítulo, se tocó el tema del rol de vigilancia asumido por la Iglesia frente a esta clase de amoríos y los choques de competencia que pudieron suscitarse con las autoridades civiles.

Revelar lo más íntimo de las emociones de los amantes involucrados resulta ser un reto colosal para el investigador contemporáneo. Por ello, se ha intentado en el cuarto capítulo avanzar en esa dirección y tratar de escudriñar en los procesos sumariales aquellas expresiones e impulsos de celos y rivalidades surgidas en el fragor de los triángulos pasionales. Sobre este particular, la intención es mirar desde diversas perspectivas la reacción de cada actor en la lucha por el cariño de su ser amado: los hombres blancos intentando reafirmar su dominio sobre su amante esclava y sobre los pretendientes rivales, las diferentes reacciones de la esposa legítima del hombre blanco, los impulsos de los negros traicionados y las disputas entre las amantes negras para llegar a ser la única depositaria de los afectos del hombre blanco.

Mucho se ha comentado sobre los vínculos sentimentales entre los amos y sus propias esclavas pero aún no se ha indagado suficientemente en torno a los amoríos que llegaron a comprometer a los familiares del amo, una trama que al parecer no fue tan extraña en la sociedad colonial. En respuesta a estos vacíos, el quinto capítulo aborda las repercusiones de aquellos casos en los que una esclava terminó involucrada sentimentalmente con un hijo o un sobrino de su amo.

El sexto capítulo tiene por objeto auscultar sobre los amoríos entre mujeres esclavas y hombres blancos no amos, relaciones que aunque no fueron tan censuradas como cuando el concubinato ocurría entre el amo y su propia negra de servicio, de todos modos tenían en común la latente reprobación social debido al abismo social y étnico que distanciaba a estos amantes.

Esta primera parte concluye con el capítulo 7º en un intento por aproximarse a las estrategias dispuestas por las autoridades civiles y eclesiásticas en procura de que los hombres blancos abandonaran a sus amancebadas negras, rectificaran su descarrío y regresaran al lado de sus legítimas esposas. Un propósito que estuvo plagado de obstáculos, omisiones, dilaciones y resistencias, cuyos resultados no siempre fueron alentadores para las autoridades.

Bien es sabido que los vínculos amorosos entre blancos y esclavas fueron realmente complejos siendo objeto de fuertes señalamientos. No obstante, existieron otro tipo de alianzas sentimentales y conductas sexuales que fueron susceptibles de una más severa censura pues eran consideradas como máximas transgresiones al orden moral y a la normatividad vigente33 en relación con la figura de la fidelidad conyugal, la sexualidad y el matrimonio. Ese es precisamente el tópico desarrollado a lo largo del segundo aparte.

La idea entonces es sondear esta problemática de las transgresiones a través de cuatro conductas concretas. La primera de ellas, que corresponde al capítulo 8º, trata sobre las aspiraciones del hombre blanco y su esclava por refrendar su relación a través del matrimonio, y las peripecias y batallas que debieron lidiar aquellas parejas cuando lograban unir sus vidas bajo este vínculo sacramental. El segundo tipo de transgresión, y argumento nodal del siguiente capítulo, es el de aquellos delitos en los que un hombre blanco desfloraba a una mujer esclava. El décimo capítulo alude al impulso de algunos miembros del estamento eclesiástico a desconocer las rígidas normas del celibato para lanzarse a conquistar una mujer esclava, situación que suscitó reprimendas y escándalo público.

Es evidente que las relaciones amorosas entre una mujer blanca y un esclavo no fueron tan comunes como aquellas fraguadas entre un hombre blanco y una esclava. Sin embargo, en los pocos expedientes que se han podido hallar en los archivos históricos se puede advertir el impacto y el escándalo que estos romances generaron en la sociedad de la época, particularmente por el hecho de subvertir la mentalidad patriarcal.

El eje central de la tercera parte es la libertad que fue sin duda el mayor anhelo de la población en estado de esclavitud. El objetivo consiste entonces en estudiar las promesas de libertad en el marco de las relaciones amorosas entre hombres blancos y mujeres esclavas, beneficio que se buscó extender a los hijos de estas alianzas interétnicas. A través de seis capítulos, se examinarán las libertades alcanzadas, las promesas incumplidas del amante blanco, la oposición y los resentimientos de la familia blanca y las estrategias desplegadas para torpedear las pretensiones libertarias de los esclavos.

Finalmente, el capítulo 17, con el cual se cierra este libro, pretende observar los escollos que también debieron afrontar los negros y mulatos libres en su intento por solidificar un lazo amoroso con integrantes de la comunidad blanca y las trabas que seguía interponiendo la sociedad a los cruces interétnicos a través de los disensos matrimoniales. No se trata de profundizar en este tema, que ya ha sido abordado extensamente por varios historiadores, sino de asomarnos a los prejuicios y restricciones que en materia de vida sentimental seguía heredando la comunidad negra a pesar de haber alcanzado la libertad.

La obra va acompañada de un aparato crítico que incluye un conjunto de 26 anexos documentales cuidadosamente seleccionados, los cuales sirven de complemento a algunos de los casos referenciados a través del libro. Allí se incluyen confesiones de los amantes involucrados, declaraciones de testigos y sentencias de las autoridades. Esta muestra documental ofrece valiosa información y detalles que ponen de relieve la pasión y el dramatismo que caracterizaron a este tipo de relaciones amorosas. Entre esta serie documental, interesa de manera especial rescatar las voces de la comunidad esclava34 como integrantes de los grupos subalternos, voces olvidadas, subvaloradas o relegadas por la historiografía tradicional. Se trata entonces de desentrañar su sentir y de revelar el alcance de sus palabras, de sus denuncias y de sus desafíos sentimentales.

Los documentos han sido transcritos con la ortografía modernizada35 y se han introducido algunas modificaciones en la puntuación sin alterar el contenido. Estos sutiles cambios se hacen con el fin de facilitar el acceso y la comprensión de aquellos lectores que no están familiarizados con el estilo de escritura propio del periodo de dominio hispánico.

I PARTE

PIEL, ESTATUS Y PODER: EXTREMOS SOCIALES Y ÉTNICOS ENTRELAZADOS

José de Páez. De español y negra, mulato. Ca. 1770-80, óleo sobre tela. Colección Privada. Tomado de: Katzew, Ilona, Casta painting, p. 25.

Capítulo I

COMPLEJIDADES Y EFECTOS DE LOS IDILIOS ENTRE “DESIGUALES”

1.1. Blancos y negros: extremos de una sociedad jerarquizada

Desde sus inicios, la sociedad colonial mantenía un orden basado en una estricta organización jerárquica en donde el amo blanco se reafirmaba en la cabeza piramidal al tiempo que se intentaba mantener al esclavo dentro de la posición postrera que le signaba su estatus. Tanto el propietario como el objeto de propiedad o “pieza”, es decir el esclavo, estaban unidos por un contrato de propiedad. Unos y otros actuaban inmersos bajo un vínculo de poder señorial ubicados en estadios extremos del cerrado andamiaje social36.

Sus relaciones estaban marcadas por una fuerte estigmatización social, y eso se veía reflejado en la legislación. Desde muy tempranas épocas, a los blancos padres de familia por ejemplo, se les tenía advertidos de la medida vigente que impedía a sus hijos mezclarse en juegos con los esclavos, para lo cual estaba fijada una pena pecuniaria de seis patacones37.

Específicamente, el negro fue subestimado por su origen africano y por su condición de “mercancía” sujeta a compra, venta, cambio, etc. Su mismo color de piel le rotulaba una serie de tachas, tales como: borracho, grosero, ladrón, perezoso y pendenciero, por solo señalar unas cuantas. Era percibido por el hombre blanco con desprecio y constantemente se hacía referencia a él con expresiones desdeñosas, tales como “vil”, “bárbaro” o “miserable”. Era muy cuestionado además el origen ancestral de los esclavos ya que, según la percepción europea y la moral católica, ellos provenían de una región considerada bárbara y observada como inferior tanto social como culturalmente38.

Con el paso del tiempo, ese grupo dominador mostró su afanosa preocupación por distanciarse de aquéllas castas inferiores de negros e indígenas y de la amalgama de posibilidades étnicas que trajo consigo el intenso mestizaje. Conceptos tan entronizados en esa élite como el honor y la pureza de sangre necesariamente se revalidaban a partir de la negación hacia cualquier asomo o alusión a la pigmentación oscura.

Ese interés por plasmar una diferenciación excluyente se observó explícitamente en el pensamiento del Padre capuchino Joaquín de Finestrad, al referirse así a los blancos en el vasto compendio escrito hacia el año de 1789: “[…] la misma naturaleza no los quiso envilecer con el lunar ignominioso que lleva consigo la sangre de negro, zambo, mulato y otra clase de gentes”39.

En muchas de las comprobaciones de limpieza de sangre y nobleza, uno de los requisitos esenciales era precisamente constatar que en los ascendientes no existiera ningún resquicio de mezcla con individuos de raza negra. En 1796 por ejemplo, Juan Bernardo Almánzar, vecino de la ciudad de Vélez, acudió a recolectar la información y testimonios para reivindicar la honorabilidad suya y la de su familia. Fernando Quiroga, uno de los cuatro declarantes respondió a la quinta pregunta “[…] que es público y notorio, y por tal lo sabe, que los abuelos del susodicho Juan Bernardo han sido, y hasta hoy lo son recibidos y reputados por personas de limpio linaje y libres de mala raza, cristianos viejos y conocidos por su vida y costumbres de los numerados en la cristiana y católica religión”40.

1.2. Las variables en las relaciones entre amos y esclavas

Las relaciones entre amos y esclavos fueron complejas y diversas, algunas de las cuales trascendieron mucho más allá del simple esquema de dominación. Dentro de ese amplio espectro de posibilidades, se pudieron observar extremos que oscilaban entre intrincadas rivalidades y odios acérrimos hasta expresiones de afecto fraternal y vínculos amorosos.

La concepción que el amo guardaba acerca de la esclavitud, el comportamiento del negro, el contexto social y la clase de actividad económica reinante en cada una de las regiones, fueron algunos de los factores que terminaron moldeando el tipo de relación, las conductas familiares y las actitudes mentales.

El ser bozal o criollo también pudo eventualmente marcar la diferencia. No hay que olvidar que dentro de los mismos migrantes africanos hubo particularidades que pudieron tener alguna injerencia en el trato con sus amos. Sobre los guineos, por ejemplo, esto fue lo que anotó el Padre jesuita Alonso de Sandoval en su intensa experiencia evangelizadora desarrolladora en la primera mitad del siglo XVII en la ciudad de Cartagena: “[…] los que más ley tienen con los españoles y los que mejor le sirven, y sus cosas les agradan, pues aun estando en su gentilidad suelen los principales preciarse de aprender nuestra lengua y de vestirse por regocijo y fiesta a la española”41.

Adicionalmente, esas relaciones dependían del acercamiento directo entre unos y otros. Muchas veces, los dueños de haciendas y minas no tenían una comunicación constante con sus esclavos por el hecho de vivir alejados en villas o ciudades, razón por la cual transferían el mando a sus mayordomos42. En otras ocasiones, cuando las mujeres eran las dueñas, sus esposos o mayordomos eran quienes por delegación asumían la autoridad y, desde luego, quedaba en manos de ellos el manejo directo de los esclavos.

En contraste, se ubicaban los esclavos dedicados al servicio personal y con aquellos que se encargaban de las labores domésticas en casa de sus señores, cercanía que regularmente desembocaba en actitudes afectivas y paternalistas43. Aunque no era un trabajo calificado, el oficio doméstico tenía la particularidad de que le permitía a las esclavas vivir, comer, conversar y estar más en contacto con sus amos44. Eran casos en los que la confianza y constante cercanía abría espacio para el surgimiento de aventuras amorosas45.

Sobre este particular, el Padre jesuita Felipe Salvador Gilij observó en su prolijo ensayo sobre las provincias de Tierra Firme que, a pesar de la repugnancia del olor y color de los negros “[…] pasa en América más que en otras partes del mundo, que una pasión amorosa no desdeña tampoco al negro, pues hay allí que toman muchas mujeres negras, no solo como concubinas sino también como legítimas esposas, lo que debe atribuirse no tanto a la belleza de esas mujeres como a la excesiva familiaridad con que se tratan”46.

Igualmente, el perfil social del amo, su oficio y posición económica, podían configurar el modo de interacción, ya fuera religioso, comerciante, artesano, agricultor, minero, militar o funcionario. Algunos de estos trabajos requirieron de mayor movilidad, como fue el caso de los mercaderes.

Es preciso recordar también que no solo los blancos españoles y criollos47 fueron dueños de esclavos pues, a medida que transcurrió el tiempo y que se hizo más compleja la sociedad colonial por efectos de la miscegenación, cada vez más los mestizos e incluso los mulatos alcanzaron la capacidad económica suficiente como para comprarlos. Un ejemplo claro de esto era la ciudad de Cartagena en donde, según datos arrojados por el censo de población realizado en 1777 en su marco urbano, el 33% de los esclavos servían en casa de familias mulatas48.

Por lo tanto, es dable pensar a primera vista que esta clase de propietarios mixturados tuvo una consideración más próxima y menos señorial que aquel grupo dominante aunque la realidad pudo resultar mucho más compleja de lo que sugiere esta hipotética apreciación.

El afecto y gratitud que el amo le profesaba a su esclavo no solo se vio reflejado en su determinación de conferirle la libertad sino que además su preocupación lo llevó en algunos casos a asegurarle un mejor futuro económico, prodigándole mejores condiciones materiales de subsistencia. Estas manifestaciones de estimación fue posible detectarlas más que todo en las cartas testamentarias.

En ciertas circunstancias, algunas esclavas y esclavos se convirtieron en los únicos compañeros y hombres de confianza que llegaron a cuidar de sus señores hasta en sus últimos días, un esmerado servicio que recibió también su retribución y que suscitó expresiones de aprecio y estimación.

Desde luego, los documentos de la época revelan también aquellos casos en los que se alcanzaron a consolidar relaciones amorosas, por lo general no tan duraderas y a veces desarrolladas de manera subrepticia. No hay que olvidar que este tipo de contactos amorosos no son exclusivos para el mundo hispanoamericano por cuanto sus antecedentes se remontan a la misma península ibérica incluso antes del descubrimiento de América pues en ciudades como Sevilla, puerto clave en el comercio esclavista transatlántico, fue muy activa la mezcla con mujeres negras ya fueran esclavas o libres49.

1.3. Factores propiciadores del romance

Fueron muchas las razones que pudieron incidir a la hora de fraguarse uniones sentimentales entre blancos y negras esclavas sin que tampoco se pueda descartar la mutua seducción y atracción que pudo emerger entre las partes.

Para auscultar un poco el origen de estos amoríos entre dos razas tan disímiles y opuestas socialmente, vale la pena partir del hecho histórico de que la América Hispánica fue poblada más que todo por solteros blancos y no por familias enteras como en los dominios ingleses50. Ante este precedente, los españoles buscaron a las negras e indias por la evidente ausencia de parejas de su misma condición ya que en un principio la Corona impidió la llegada de mujeres blancas al Nuevo Continente debido a las peligrosas labores de Conquista reservadas en ese momento solo para los hombres, quienes debían sortear cruentas batallas contra los indígenas51. Otra variable a tener en cuenta eran los mayores márgenes de movilidad que eventualmente pudieron tener las mujeres negras pese a su condición de esclavas, en contraste con el enclaustramiento y vigilancia a que eran sometidas las mujeres blancas52.

Por su parte, los individuos procedentes del continente africano y sus primeros descendientes también experimentaron en los albores del dominio hispánico en territorio neogranadino un fuerte desbalance de género53 puesto que los primeros navíos que impulsaron el comercio esclavista con el Nuevo Mundo traían fundamentalmente hombres dispuestos para arduos oficios como la minería, que fue la principal preocupación económica de la metrópoli. Luego se autorizó que la tercera parte de esas oleadas de migración forzosa debía ser de sexo femenino.

Solo con el paso del tiempo la disparidad empezó a ser enmendada y es así como para el censo de población realizado en la Nueva Granada en 1778 se registró un total de 31.715 esclavos y 37.875 esclavas. No obstante, en algunos entornos regionales seguía registrándose por estos años una disparidad numérica en materia de género, como por ejemplo en la provincia del Chocó donde se contabilizaron 3.054 hombres y únicamente 2.702 mujeres54. Igual situación se pudo observar en las haciendas de esclavos de la provincia de Cartagena en donde se hallaba una proporción de 5 varones por una mujer, factor este que propició el cruce entre negros e indias55.

El aislamiento en el que vivían algunos hombres blancos de sus familias legítimas por causa de sus ocupaciones económicas, fue otro factor que propició la posibilidad del romance intercastal. Así por ejemplo, largas temporadas debieron vivir varios propietarios mineros en las zonas selváticas de la Costa Pacífica en donde, por lo inaccesible e insalubre del territorio, no llevaban sus familias que por lo general permanecían en centros urbanos como Cali y Popayán. Ese aislamiento y separación temporal de sus esposas conllevaron a que estos amos satisficieran sus instintos sexuales con las mujeres esclavas destinadas a labores complementarias.

Otro tanto pudo suceder con los dueños de haciendas del Valle del Cauca y la Costa Caribe que instalaban a sus familias en las ciudades cabeceras de provincia y buena parte del año permanecían en sus tierras para estar al tanto de las actividades económicas. A algunos comerciantes les ocurrió algo parecido en razón a sus largos recorridos de pueblo en pueblo.

Aparte de estas circunstancias demográficas, geográficas y económicas, tradicionalmente se le atribuía a la raza negra un fuerte atractivo sexual56. La juventud, la belleza corporal y la voluptuosidad que han caracterizado consuetudinariamente a estas gentes de color negro y sus variados matices, eran sin lugar a dudas factores llamativos para los blancos.

El Padre jesuita José Gumilla, quien estuvo de visita por América al promediar el siglo XVIII en calidad de misionero, resaltó precisamente la proclividad hacia las mujeres de ébano: “Los hombres blancos han dado muestras mayores de dicha inclinación y amor al color negro, y hoy día, en Cartagena de Indias, Mompós y otras partes se hallan españoles honrados casados (por su elección libre) con negras, muy contentos y concordes con sus mujeres”57.

La apreciación de este observador pudo ser reconfirmada en tiempos actuales por el historiador Pablo Rodríguez en sus pesquisas realizadas a los archivos de las partidas matrimoniales de esta ciudad. En sus estudios, pudo concluir que para finales de aquella centuria las uniones de peninsulares y blancos criollos con mulatas representaban un 37% del total, lo cual se explica por ser este un puerto con un intenso movimiento comercial, con un constante mercado esclavista y con abundante flujo de gentes de diferente origen y condición. No obstante, al momento de extrapolar Rodríguez los alcances de su investigación, advierte que los datos registrados en aquella ciudad del Caribe era un caso atípico de ruptura del orden social y moral si se compara con el resto del territorio neogranadino en donde los resultados se ajustaban más a los patrones de segregación étnica dictaminados por las autoridades58.

Cabe citarse acá un afamado refrán español que mostraba también la propensión de los blancos a satisfacer sus instintos sexuales: “Debajo de la manta, tanto vale la negra como la blanca”59. Este atractivo se concentró primero en la mujer negra pero luego, con el avivamiento del mestizaje, las mulatas pasaron a ser las amantes y concubinas preferidas.

Asimismo, en este tipo desigual de unión primó toda la imagen que se tenía acerca de la población esclava, la cual estaba íntimamente relacionada con su postrera ubicación en la jerarquizada estratificación social. No en vano, una de las características que más se les endilgó a los exponentes de la raza negra y mulata fue su irreprimible sexualidad:

[…] las mujeres blancas eran vistas por los sectores en el poder y por las Coronas española y portuguesa como las perfectas para casarse, tener hijos o ir al convento […] Por el contrario, a las mujeres de las castas se las veían más aptas para la vida sexual por su debilidad innata frente al pecado. Además se las catalogaba como inestables […] extremadamente fogosas60.

Pero, para hacerse un juicio ponderado sobre la realidad, es necesario escudriñar las condiciones en que este grupo social negroide satisfizo su sexualidad: desequilibrio de género, relaciones esporádicas, limitaciones para conformar parejas estables, alta movilidad laboral de los cónyuges y serios impedimentos para llevar una vida familiar, entre otras61.

El atractivo de la raza negra y mulata estaba inserto además en un contexto de relación histórica de dominación en donde el elemento blanco en calidad de amo podía disponer de aquella casta a su antojo. Es decir, la relación amatoria pudo también ser motivada por la obligación del esclavo(a) a obedecer por su propia condición de servidumbre y a satisfacer al dueño(a) en sus apetencias instintivas. A través de esa imposición el amo ratificó su dominio social y racial, dicho en otros términos, su relación de poder llegó incluso a permear el espectro de lo sexual. Esto significó para el hombre blanco una alternativa para dar rienda suelta a su sexualidad por fuera de los mandatos de la tradición judeocristiana que solo veía legítimo el contacto íntimo dentro del marco del matrimonio católico y con fines meramente reproductivos.

Ese dominio que tenía el amo sobre la sexualidad de sus esclavas pudo estar motivado también por un propósito que le resultaba altamente rentable: multiplicar su descendencia a través de la procreación. De allí la intención de embarazarlas o procurar que otros lo hicieran como estrategia efectiva y a corto plazo de acrecentar considerablemente, y sin mucho esfuerzo, el cúmulo de su capital62. En este tipo de circunstancias pudo primar más la razón que el sentimiento. No se puede olvidar que poseer varios esclavos, además de ser una inversión, era una garantía mediante la cual sus propietarios aspiraban a robustecer su poder económico y prestigio social63.