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Consciente de la enorme capacidad formativa de la música, Beethoven intentó abrir un camino hacia la felicidad. Su Novena Sinfonía es una festiva proclamación de la unión fraterna y el respeto al Creador. Escuchada así, no solo emociona su alegría: sobrecoge también el mensaje de esperanza y la ternura que transmite su armonía. Así lo muestra el autor en este original y breve ensayo.
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ALFONSO LÓPEZ QUINTÁS
La Novena Sinfonía
de Beethoven Y su poder formativo
EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
© 2015 by ALFONSO LÓPEZ QUINTÁS
© 2015 by EDICIONES RIALP, S. A.,
Alcalá, 290 - 28027 Madrid
(www.rialp.com)
Fotografía de cubierta: © idea – Fotolia.com
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN: 978-84-321-4507-0
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ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR
CRÉDITOS
PRÓLOGO
I. CARÁCTER RELACIONAL-CREATIVO DE LA MÚSICA
II. LA MÚSICA NOS AYUDA A CONFIGURAR NUESTRA PERSONALIDAD
III. LA MÚSICA DA MADUREZ A NUESTRA INTELIGENCIA Y PROMUEVE UNA CULTURA DEL CORAZÓN
IV. LA NOVENA SINFONÍA DE BEETHOVEN Y EL TRIUNFO DE LA FRATERNIDAD
EL TESTAMENTO DE BEETHOVEN Y EL PODER LIBERADOR DEL ARTE
PRÓLOGO
Cuando descubrimos el poder que tiene la música de elevarnos al nivel de la creatividad —donde se da el acontecimiento del encuentro— y subirnos luego al reino de la pura belleza —valor vinculado de raíz al de la unidad, la bondad, la verdad, la justicia—, sentimos primero emoción y luego sobrecogimiento. Nos parece estar alcanzando un nivel de plenitud personal.
La música de calidad nos forma como personas sobre todo porque toda ella es relación, y cada día sabemos mejor —por la ciencia y la antropología— que la relación juega un papel decisivo en la vida del hombre y en la realidad física, la vegetal y la animal. Con intención de largo alcance, Beethoven intentó en su Novena Sinfonía abrir un camino hacia la felicidad promoviendo la solidaridad de las gentes entre sí y de todas con el Creador, y mostrando —con el poderío de su genio artístico— que esa actitud de apertura fundadora de unidad se traduce en una explosión de alegría desbordante.
Esta vinculación de la fraternidad y el júbilo resulta sumamente expresiva en una persona tan atribulada como Beethoven, que amaba profundamente a las gentes —a la «humanidad», según confiesa en su Testamento— y se vio pronto forzado a aislarse debido a su sordera. Vista con hondura, esta obra excepcional no es tanto un himno a la alegría —como hoy se afirma profusamente— cuanto una festiva proclamación de la fecundidad que alberga para el ser humano la unión fraterna y el respeto al Creador.
Cuando oímos la obra desde esta perspectiva, no solo nos emociona la intensidad de las oleadas de alegría que nos inundan al entonar el coro la cuarta estrofa de la Oda; nos sobrecoge pensar que todo ello es suscitado por la esperanza —proclamada una y otra vez— de que «todos los hombres serán hermanos» (Alle Menschen werden Brüder), frase que inspiró al autor armonías de indecible ternura. Cobramos entonces conciencia de estar viviendo esta sinfonía hasta el fondo, en todo su increíble alcance. Pero no solo la composición musical aparece en todo su esplendor y su hondo sentido; también la Odaa la alegría de Friedrich Schiller —una gloria del romanticismo alemán— pone al descubierto su intención trascendente.
Para realizar esta gran experiencia, recomiendo al lector que lea atentamente las páginas siguientes y oiga luego el Cuarto Tiempo de la sinfonía, siguiendo el texto de Schiller y las indicaciones que hago en la última parte.
Existen, como sabemos, diversas versiones muy logradas de esta obra. Sin tomar partido por una u otra, quiero indicar solamente que, para destacar las observaciones que hago en el texto, me resulta adecuada la que grabó Herbert von Karajan para la Deutsche Grammophon en el año 1989, con la Filarmónica de Berlín, el coro de la ópera alemana de Berlín y José van Dam como barítono.
Este breve libro quiere transmitir el espíritu que inspiró de parte a parte mi obra Poder formativo de la música. Estética musical[1]. En ella amplío y profundizo los temas desarrollados aquí sucintamente.
Alfonso López Quintás
Madrid, enero de 2014
«La música es, en cierta medida, la patria del alma»
(Gabriel Marcel, en J. Parain-Vial (ed.):
L'esthétique musicale de Gabriel Marcel,
Aubier, París, 1980, p. 133)