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Aquí verá el lector, en esta selección de textos amorosos del insigne modernista, algunas derivaciones importantes de tal actitud esencial. Verá cómo se disuelve la vieja abstracción de lo ideal femenino, y el sujeto lírico se encuentra generalmente delante de una mujer de carne y hueso que, aunque goza de viva idealidad, no desvanece su impronta física. Un fuerte hedonismo recorre esta visión, y una presencia proteica de lo erótico dinamiza el alma del amante celebrador. El mundo es un enigma, y uno de sus arcanos primordiales es Eros, emblema del misterio en la participación. En correspondencia con ello las formas son dúctiles y sonoras, de una delineada y sugestiva plasticidad. El trazado elocutivo de las imágenes siempre se descubre montado sobre líneas versales que se congregan, sincopan u ondulan bajo un ritmo de panida reciente, de una modernidad sin muros preceptivos y una elasticidad sonora que se advierte aun con los ojos. En estas apariciones sensibles alcanzó cumbres expresivas que aún no han sido rebasadas. Y en la exploración de los nuevos meandros de la psiquis, de igual modo penetró en insondables rasgos de lo que después de su paso se intensificaría agudamente como una honda preo-cupación civilizatoria: la naturaleza de la angustia fatal y creciente de nuestros tiempos.
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Seitenzahl: 29
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Selección e introducción: Roberto Manzano
Edición y corrección: M. Guadalupe Rouco Núñez
Composición: Ofelia Gavilán Pedroso
Cubierta: Rafael Lago Sarichev
© Sobre la presente edición:
Editorial Arte y Literatura, 2016
ISBN 978-959-03-0748-5
Colección POESÍA DE AMOR
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El primer romanticismo había perdido sus fuerzas, y ya corría entre férreas lindes estilísticas. Había pasado aquel tiempo en que irrumpiese contra los moldes clásicos: la oda simétrica, la epístola moralizante, el romancillo artificioso, el soneto de plástica racionalidad; aquel tiempo en que había henchido de hirviente vino joven los viejos odres de la preceptiva; y ya exhibía demasiados aprendidos los exabruptos y maldiciones, los arranques emocionales, las composiciones de tan estudiada libertad. Todo gran movimiento artístico que se prolonga necesita ser rectificado, y es por ello que generalmente ostentan un segundo momento en que vuelven de una manera fiel y enteramente distinta a los gestos de sus orígenes. A veces los críticos e historiógrafos no ven la cadena íntima. El modernismo fue entre nosotros una rectificación a fondo, para encontrar nuevos y ancestrales caminos desde una libertad ya sin bríos que pudiera volver a captar los desconocidos flujos de la sensibilidad. Se necesitaba nervio, y oído, y el modernismo tuvo nervios y oídos. Se necesitaba ir bien hacia el principio, y hacia los costados donde ya se dibujaban los nuevos tiempos, y hacia un porvenir de ambivalentes formas. El arte de la poesía en nuestra lengua alcanzó una fina hiperestesia y una orquestación de palabra y de verso inéditas con las nuevas exploraciones, que no eran más que reajustes troncales. Entre otros muchos, el poeta nicaragüense Rubén Darío trajo una nueva armonía y discordancia del mundo.
Sabía bien Rubén Darío que el romanticismo, como una de las dos tipologías básicas del arte (la otra es lo clásico, no como canon, sino como actitud), se encontraba en las mismas cepas de su expresión lírica. Pero trabajó allí tan vivamente, con tanto deseo de poner al día el ejercicio representativo de las vivencias, capturando en todas partes las experiencias de plasmación alcanzadas, sobre todo en los espacios de mayor avance estético, que pareció que entraba por puerta nunca vista, y era en verdad entrada a un mundo, el mundo de la sensibilidad moderna. Su hazaña es indudable, y el impacto de su lenguaje, que es el impacto de las imágenes y la métrica de su época, sedujo con rapidez a todos los espíritus verdaderamente nuevos. Era una época que demandaba desesperadamente una armonía que pudiera dar cuenta, más que del patriarcal silencio, del aullido que gestaban con gran pánico todas las gargantas: un modo paradójico, propio del arte ante las más veloces fases de transición, de equilibrar el acelerado caos con la música de las esferas.