Las degeneradas trans acaban con la familia - aa.vv - E-Book

Las degeneradas trans acaban con la familia E-Book

aa.vv

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«Las degeneradas trans acaban con la familia es una declaración de guerra de clases desde una perspectiva trans proletaria. Se trata de un texto militante, que sitúa en su punto de mira, sobre todo, el hogar nuclear del capitalismo y su modelo patriarcal blanco de cuidados privatizados. Las degeneradas anuncia la invasión de una sociedad comunizadora de los cuidados. Es una cornucopia de análisis materialistas, manifiestos abolicionistas queer, futuros especulativos y propuestas insurreccionales de pensadores trans radicales de toda Europa y Norteamérica. He aquí una luminosa contribución al emergente proyecto internacional del marxismo trans, con su llamamiento a 'abolir la familia'». Sophie Lewis

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© Texto: Las autoras, los autores, les autores

© Prólogo: Holly Lewis

© Coordinado por: Ira Hybris

© Imagen de cubierta: Guillermo Garza Conde

© Ilustración de contracubierta: Rosa María Olagüe García

@peligrrrosa_

© Collages interiores: Andrea M. Astola

© Traducciones: Jorge Castillo, Ricardo Galiano, Ira Hybris, Eduardo Lascorz y Lucas Román

© Corrección: Piro Subrat, Nacho Esteban, Iñaki Tofiño, Pepe Satoca y Kaótica Libros

© Diseño: Kaótica Libros

© Edición: Kaótica Libros

_

kaoticalibros.com

[email protected]

Colección Teorías del Caos, 7

Editado en Madrid, España

Primera edición: abril, 2022

Segunda edición: septiembre, 2022

Depósito Legal: M-5145-2022

ISBN: 978-84-124055-8-3

eISBN: 978-84-126037-5-0

Todos los derechos reservados

All rights reserved

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares salvo las excepciones previstas por la ley. Si precisa fotocopiar o digitalizar algún fragmento de esta obra contacte con el Centro Español de Derechos Reprográficos mediante el correo electrónico [email protected].

LAS DEGENERADAS TRANS ACABAN CON LA FAMILIA

Una selección de textos transfeministasy revolucionarios

Ira Hybris (coord.)

En rebelde memoria de Nastasia Rampova

Descubrir en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia, criticarla en la teoría y revolucionarla en la práctica.

Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach

Cierta noche le preguntaron al escritor marica Pedro Lemebel con qué palabra le gustaría ser recibido, en caso de que le acogieran en el cielo. Este alegó sonriendo: Devuélvase al remitente.

Dedicado a todas las desviadas que un día fueron expulsadas de las organizaciones revolucionarias por querer usar su pluma para escribir una nueva sociedad. A las camaradas que no tuvieron (sagrada) familia, pero tienen amores. A quienes navegan el bello sinsabor de soñar con asaltar los cielos, para ser devueltas al remitente.

ÍNDICE

Agradecimientos

Prólogo de Holly Lewis

OBERTURA

IRA HYBRIS: Una política trans/formadora: de la guerrilla a la revolución

GUERRILLA TRAVOLAKA: Manifiesto (2006)

PARTE I: ABOLIR EL GÉNERO, ABOLIR LA FAMILIA, ABOLIR LA SOCIEDAD CLASISTA

LAURA MILES: El capitalismo y la familia nuclear (2014)

LESLIE FEINBERG: Fragmentos de una entrevista con Leslie Feinberg. Vida y época de une disidente de género (1993)

JULES JOANNE GLEESON: La infame proposición (2020)

KAY GABRIEL: El género como una estrategia de acumulación capitalista (2020)

NAOMI ALIZAH COHEN: La transfobia como crítica reduccionista del género. La mujer trans como abstracción (2020)

GIANFRANCO REBUCINI: Marxismo queer. Enfoques materialistas de las identidades sexuales (2016)

AME LUNA: La libre autodeterminación de género como puente hacia el socialismo (2021)

PARTE II: TRANS-INTIMIDADES BAJO EL CAPITALISMO

NAT RAHA: Quebranto transfemenino, transfeminismo radical (2017)

ALANA PORTERO: Definiciones (2019)

PINKO: Manifiesto

JACARANDÁ DISIDENTE: Devenir o no devenir, esa es la cuestión marikón

ENRIQUE APARICIO Y SAMANTHA HUDSON: Deseo marica, capitalismo y medias en la carrera (2021)

BRYN HOUNSELL RÍO: ¿Qué es eso de la solidaridad? Trans/grediendo la identidad desde el marxismo queer (2021)

HARRY JOSEPHINE GILES: Salarios para la transición (2019)

PARTE III: REVOLUCIONAR EL TRANSFEMINISMO, TRANSFORMAR LA VIEJA SOCIEDAD

JULES JOANNE GLEESON: Transición y abolición. Una conclusión (2019)

M.E. O’BRIEN: Comunizando los cuidados (2019)

NOTYRCISTER: Hacia un transfeminismo insurreccional (2010)

IRA HYBRIS: Trans/formarlo todo: notas degeneradas para la abolición del género (2021)

SOPHIE MONK, NAOMI COHEN Y LUCY FREEDMAN: El calcetín y la liberación de las feminizadas (2020)

EMRYS TRAVIS: El pueblo unito è meglio travestito. Hacia una transtotalidad (2021)

ALYSON ESCALANTE: Más allá de la negatividad. ¿Qué deviene al nihilismo de género? (2018)

PARTE IV: O CORO COMUNISTA. CONSTRUIR EL FUTURO

M.E. O’ BRIEN: Transcripción de la entrevista a Kayla Puan (2022)

FINALE

ALICIA RAMOS Y LAURA BUGALHO: Detrás de nosotras vendrán más (2021)

Colaboradoras

AGRADECIMIENTOS

A Vanessa, por ser un sauce de sorora sabiduría, aliento revolucionario e inéditas formas de reproducción social, por demostrar que el amor también articula la lucha de clases. A Lidia y Ana, por ser las editoras más bonitas y mamarrachas de la izquierda brilli-brilli, por disponer el kaos transfeminista frente a la barbarie del Capital. A Piro, por ser la muestra radical de que hay otra manera de con/vivir, de aprender y de a(r)marnos. A mi momrade Carolina, por anidarme políticamente desde el cariño bastardo, por soñar con una Aztlán de parentescos no radiactivos. A Julio, porque gracias a él yo pude hacer del pensamiento queer un arma de combate, por enseñarme a no convencerme con menos que con una teoría que estremezca los cimientos de la sociedad burguesa. A Alana, porque la lucha trans merecerá siempre la pena por su capacidad de convertir en poesía y empatía cualquier conflicto, porque sus tiernas palabras fueron parteras de mi propia rebeldía de género. A Ayme, por ser mi compañera de aventuras y adentrarse conmigo en los incómodos bosques del pensamiento sedicioso, donde encontramos las herramientas para, no solo analizar, sino también transformar la realidad. A Irene, Luis Alberto, Ame, Jose, Diego, Dani y Ricardo, por resituar de forma tan bonita las fronteras entre camaradería, amistad y afecto, por ser firmes compañeras de trinchera en una lucha personal y política que sueña con abolir la distinción de público y privado. A mis artistas, que me cuidan, que contagian de risa mi vida y hacen que sobrevivir al capitalismo heteronormativo sea menos amargo. A Rodrigo, que tuvo ternura, tiempo y pedagogía para que pudiese debatirme entre lo urgente y lo necesario. Finalmente, a todas, todos y todes les camaradas queer que luchan en todo el mundo por el horizonte comunista, porque sobre nuestra espalda también agitarán las tempestades revolucionarias que deben barrer el viejo mundo.

Holly Lewis

PRÓLOGO

Traducido por Ira Hybris

Les activistas trans siempre han sido considerades radicales en el imaginario popular, en parte porque las fuerzas hegemónicas que marginan a las personas trans –el sexismo y la familia– son características fundamentales de la existencia contemporánea y, por lo tanto, la política trans siempre requiere que nos replanteemos los determinantes ideológicos de nuestras relaciones humanas más fundamentales, incluida la relación con nosotres mismes y con nuestros propios cuerpos. Dado que la política queer cuestiona las relaciones interpersonales heteronormativas y cisnormativas, promueve intrínsecamente formas de cambio social amplio. Sin embargo, aunque todas las políticas trans son progresistas en el sentido de que pretenden reformar métodos anticuados y perniciosos de categorización humana, no todas las políticas trans son necesariamente revolucionarias.

La mayoría de las políticas trans contemporáneas, como mínimo, critican los peores aspectos tanto del esencialismo de género como de la organización obligatoria de la sociedad en esos pequeños feudos heteronormativos llamados familia. Sin embargo, hay un mundo de diferencia entre las reivindicaciones de les activistas trans revolucionaries anticapitalistas y les liberales trans. A diferencia de la política trans revolucionaria, el liberalismo trans se basta a sí mismo con la demanda de inclusión trans en el mundo tal y como existe en el presente; su objetivo final es la normalización de las personas trans en particular, y de la diversidad de género en general, dentro de la vida capitalista. Su horizonte político tiende a ser la representación trans: la representación trans en los medios de comunicación, en los pasillos del poder político, en la sala de juntas de las empresas, en las aulas y dentro de la maquinaria de la guerra imperialista. El liberalismo trans posee una crítica inherente al sexismo y a la familia, pero generalmente limita sus soluciones a la inclusión social, a los llamamientos a la empatía de los aliados cis, a la educación transinclusiva y a la formación en conciencia cultural. En lugar de la familia heteronormativa obligatoria, el liberalismo trans exige respeto para todas las familias.

Pero les transfeministas revolucionaries y anticapitalistas no se conforman con la mera inclusión trans en el mundo tal y como es, porque el transfeminismo revolucionario entiende que el mundo actual –el mundo capitalista– no es un estado inevitable de la naturaleza, así como que nunca podría romper con el sexismo y la transfobia. Les transfeministas anticapitalistas sostienen que tanto la misoginia como el cisexismo son características fundamentales de la sociedad de clases y que ninguno de los dos fenómenos puede ser erradicado hasta que se erradique el capitalismo. Para les revolucionaries trans, las reformas liberales son como espadas sin empuñadura: pueden cortar a nuestros oponentes, pero también dejan nuestras propias manos ensangrentadas. Por ejemplo, les líderes trans en la sala de juntas de las empresas no pueden fomentar la liberación trans en su conjunto, porque explotan a les trabajadores trans en las minas, los campos y los talleres.

El liderazgo político y/o corporativo trans bajo el capitalismo puede normalizar la idea del liderazgo trans, pero a cambio de este papel se naturaliza y valida la organización capitalista de la sociedad. La representación trans en el cine y la televisión puede ser enriquecedora y un sustento psicológico, pero se basa necesariamente en imágenes diseñadas y desarrolladas por conglomerados mediáticos cuya intención es responder a una base de consumidores queer. Las universidades que tienen en cuenta las necesidades de sus estudiantes trans siguen existiendo para preparar a les trabajadores para su absorción en el capitalismo, siguen proporcionando una fachada intelectual para la innovación militar-industrial. Las familias trans (incluidas las familias elegidas) pueden ser redes vitales para la supervivencia bajo el capitalismo, pero dichas familias son también redes privadas para la circulación de la riqueza. La aceptación social de las familias diversas1 no cuestiona el hecho de que la riqueza familiar determinará el horizonte de desarrollo personal de cada miembro de dicha familia diversa. Es más, elevar y celebrar la idea de las familias queer naturaliza aún más la idea de familia, la idea de que estamos inherentemente o incluso evolutivamente predispuestos a cuidar y luchar tan solo por unidades domésticas pequeñas e íntimas.

Por otro lado, el término «revolucionario trans» es bastante equívoco y requiere ponerlo en orden en aras de la claridad. ¿Qué significa ser un trans revolucionario? En los años 90, durante el apogeo de la era neoliberal, tras la caída del llamado comunismo realmente existente, el término revolución en un contexto queer a menudo se refería a un método más interno, más experiencial, más fenomenológico de impactar en el cambio social que era ambivalente y a veces incluso hostil a la política de masas. Durante este período, cuando se denominaba a alguien revolucionario trans, la mayoría de las veces significaba que era revolucionario en su ser trans2, que «hacía el género» de una manera novedosa y reflexiva con la intención expresa de remodelar el género y la sexualidad en el terreno público. El objetivo político de esta idea de «ser trans de forma revolucionaria» era vivir con la mayor libertad posible y, al hacerlo, posicionar la propia identidad como un desafío directo a la sociedad patriarcal y normativa de género.

Sin embargo, esta forma de ser radicalmente trans no siempre fue necesariamente anticapitalista. Aunque provocador, este enfoque era completamente compatible con el liberalismo trans. Otros que se consideraban a sí mismos revolucionarios trans rechazaban el uso del yo como provocación política; imaginaban la revolución trans como la inclusión de activistas trans en la política revolucionaria independientemente de cómo esta variedad de revolucionarios «hicieran el género» a nivel interpersonal, encarnado o expresivo; la razón de la revolución era el anticapitalismo militante y antiimperialista. Estas camaradas trans no se distanciaban necesariamente de los militantes anticapitalistas heteronormativos o cisnormativos; no era su ser trans lo que las hacía revolucionarias, sino su orientación política hacia las masas. Pero, a medida que avanzaba el neoliberalismo, se intensificaban las medidas de austeridad y ahondaba la crisis del capitalismo, estas dos formas diferentes de ser un revolucionario trans comenzaron a combinarse: un revolucionario trans era aquel que desafiaba la heteronormatividad y la cisnormatividad a través de su experiencia vivida como revolucionario comprometido. Este tercer tipo de revolucionario trans rechazaba el liberalismo trans y, al mismo tiempo, desafiaba la heteronormatividad, la cisnormatividad y el sexismo dentro de los movimientos revolucionarios anticapitalistas, de los que ahora no solo formaba parte, sino que lideraba. Este último tipo de revolucionario trans cambió la organización política anticapitalista en su conjunto porque, en adelante, los comunistas cis debían apoyar la liberación trans. La liberación trans era ahora una reivindicación de masas.

A medida que les anticapitalistas queer y trans exigían una visión transinclusiva de un futuro comunista, se intensificaron las preguntas sobre la relación entre el género y la modernidad capitalista. Estas cuestiones no eran solo teóricas, sino que eran una cuestión de praxis. ¿Es la opresión trans un producto del capitalismo y, si es así, cómo? ¿Deben los militantes cis anticapitalistas comprometerse con la lucha queer y trans porque se trata de un acto de solidaridad con las personas marginalizadas? O, dicho de otro modo, ¿es la solidaridad con la lucha trans una cuestión contingente de ética comunista desvinculada de una crítica al capital? ¿O es la marginalización de las personas trans inherente al modo de producción capitalista y, por tanto, una consecuencia directa del mismo? ¿Podría la relación entre la opresión trans y el capitalismo estar aún más arraigada? ¿Es la opresión trans más que un mero resultado negativo del modo de producción capitalista? ¿Es posible que el cisexismo sea necesario para que el capitalismo funcione correctamente? Si la respuesta a cualquiera de las dos últimas preguntas es afirmativa, entonces la política transexcluyente es algo más que una posición éticamente errónea para un comunista; también sería una negativa lógicamente indefendible y reaccionaria a enfrentarse a un aspecto central de la hegemonía capitalista. Enfrentarse a este conjunto de cuestiones –la producción de misoginia, cisexismo y familismo dentro de la racionalidad capitalista– es fundamental para construir el anticapitalismo hoy en día. Determinar la relación entre la hegemonía cis, el sexismo y el sistema económico global impulsado por las ganancias se ha convertido en una tarea conceptual y organizativa urgente.

La razón por la que la política trans revolucionaria es intrínsecamente anticapitalista no es la exclusión en la que el liberalismo trans deja a las personas queer pobres y desfavorecidas3 ni la suposición sostenida por este último de que la opresión queer y trans se debe al odio y la intolerancia de las personas cis. No es anticapitalista solo porque repudie los resultados negativos del capitalismo para algunas personas trans. La política trans revolucionaria rechaza el capitalismo porque el capitalismo necesita del cisexismo para funcionar. Pero ¿qué queremos decir cuando decimos que el capitalismo requiere el cisexismo? ¿Se trata solo de una afirmación? Después de todo, el capitalismo no es un enemigo consciente de a quién discrimina. ¿En qué sentido necesita de la misoginia y la exclusión violenta a las personas trans?

Existen algunas teorías sobre cómo el capitalismo produce la opresión trans, la mayoría de ellas derivadas de una determinada definición y análisis del capitalismo: el marxismo. Las feministas y personas queer marxistas llevan mucho tiempo debatiendo cómo el capitalismo requiere la discriminación de género para producir beneficios. El enfoque marxista proviene de una forma particular y concreta de definir el capitalismo como un sistema que opera mediante la extracción de beneficios del trabajo (así como de la tierra y los recursos conformados por el trabajo). Dado que el beneficio proviene del trabajo, el capitalismo busca pagar a los trabajadores el menor salario posible por su fuerza de trabajo. Esta fuerza de trabajo, que es en sí misma una mercancía, se abarata globalmente cuando tiene menos necesidades. Si los obreros necesitan escolarización, requieren un salario más alto. Si los trabajadores necesitan comidas preparadas, requieren un salario más alto. Si los trabajadores necesitan atención médica, requieren un salario más alto. Todos los que algún día proporcionarán fuerza de trabajo a los capitalistas requieren una gran cantidad de cuidados cuando son niños para que puedan vivir lo suficiente como para vender su fuerza de trabajo a bajo precio. Si los trabajadores no fallecen tan pronto que ya no puedan vender más su fuerza de trabajo, alguien debe cuidar de ellos.

Es ventajoso para la clase capitalista en su conjunto tener un segmento de la población presionado para donar este esfuerzo reproductivo no compensado para que la fuerza de trabajo siga siendo barata. La familia heteronormativa es una placa de Petri privada que produce futuros trabajadores y cuida a los ancianos sin compensación alguna. Aunque las familias queer pueden producir trabajadores que algún día venderán su fuerza de trabajo y aunque los dormitorios no familiares pueden obligar a los trabajadores adultos a reproducirse socialmente, la familia heteronormativa y cisnormativa racionaliza la producción de niños, mientras que la ideología del amor y el deber asegura una población dispuesta a donar cuidados sin recibir nada a cambio. Del mismo modo, en el mercado laboral, la división del trabajo en función del género en las fábricas, los comercios y las escuelas que producen beneficios racionaliza la producción de mercancías y de plusvalía.

El capitalismo necesita familias funcionales, mas no requiere familias felices y descansadas. Fundamentar estas divisiones de género en el orden natural sirve para naturalizar el propio capitalismo. La abolición de la familia no es un llamamiento a abolir los lazos entre las personas que se aman. Es la llamada a acabar con la capacidad de la clase capitalista de manipular y sacar provecho cínicamente de nuestra capacidad de reproducirnos, enriquecernos y apoyarnos mutuamente. Es la llamada a acabar con la capacidad de los jefes y los propietarios de controlar cómo nos relacionamos entre nosotres y con nuestros propios cuerpos.

Este libro, Las degeneradas trans acaban con la familia, no está interesado en perseguir la agenda del liberalismo trans. Los ensayos de este libro reclaman una política de largo alcance y transformadora, que nos guíe hacia un mundo mejor. Cada una de las escritoras que aparecen en este volumen, a su manera, reclama un transfeminismo revolucionario que se ocupe de las cuestiones del trabajo, la reproducción, la autodefinición y la reivindicación de nuestro potencial creativo. Este libro presenta una selección de los textos canónicos del marxismo trans al público hispanohablante a la vez que incluye nuevos análisis que abordan los temas desde la perspectiva transrevolucionaria adaptados a la órbita política y lingüística del contexto (del Estado) español. Esto es de vital importancia, porque, si bien el transfeminismo revolucionario es un proyecto internacionalista –es decir, transnacional, más allá de lo nacional–, también es específico: debe resolver las contradicciones a nivel de lo concreto, lo local, a la vez que toma partido por el fin del problema en toda su amplitud, que es la totalidad capitalista. Dicho esto, los problemas a nivel local nunca podrán empezar a resolverse realmente hasta que se acabe con el capitalismo a nivel global. En este sentido, la liberación de las mujeres trans en España está conectada con la liberación de las feministas cis en Tanzania, así como con las condiciones de les trabajadores de servicios no binaries en Estados Unidos y los hombres trans en China. Presagio que esta colección de ensayos contribuirá a tal proyecto político en curso.

Holly Lewis29 de agosto de 2021

1 gender-diverse

2 transness

3 disenfranchised.

OBERTURA

UNA POLÍTICA TRANS/FORMADORA: DE LA GUERRILLA A LA REVOLUCIÓN

Tenemos que hacer esto y más. ¡Tira la copa!Manuela Trasobares

Esto no es un libro4. Esta es la caja de Pandora que, una vez abierta, va a liberar el grito de todas las que un día fueron, por desobedecer la normalidad/burguesa/, las «malas» revolucionarias del mundo. Que resuene con fuerza el aullido de todas las degeneradas que murieron fuera del partido, de las sin nombre que velaron sus deseos entre visillos con cortinas tricolor, de las invertidas que descarrilaron en las pupilas de quienes creían camaradas cuando su voz se puso demasiado dulce5, de las travedettes que, aparte de los medios de producción, soñaban con socializar las lentejuelas. Oíd, reaccionarios, la conjura de nuestra julandrojauría:

ACAB-AREMOS CON LA FAMILIA,ABOLIREMOS EL GÉNERO,PUES DERRIBAREMOS AL CAPITAL.

Degeneradas es ante todo una obra militante, que ha de ser comprendida como una herramienta de lucha contra la transfobia en la izquierda. Las páginas que leerás a continuación han sido fraguadas con el fin de servir al debate colectivo, a la crítica y la autocrítica, a la difusión de ideas antagónicas de contrans*bando en nuestras asambleas y espacios cotidianos de rebeldía. Degeneradas ostenta el honor de ser el primer texto que se publica en el Estado español en torno a la lucha trans que, no obstante, apela a la izquierda revolucionaria como su sujeto político y lector, ofreciendo así una serie de herramientas teóricas con afán de posibilitar marcos superadores de los discursos reaccionarios transexcluyentes, tan en boga hoy en la lucha anticapitalista. No obstante, a pesar de la profundidad filosófica de alguno de sus pasajes, Degeneradas es también un acercamiento distinto para cualquier lectore interesade en la lucha que están llevando a cabo personas trans de todo el mundo, en la que la autodeterminación de nuestros cuerpos e identidades va unida a la construcción de una sociedad sin clases. Últimamente, hemos visto con pavorosos ojos cómo la izquierda revolucionaria del Estado español ha ido reproduciendo discursos transfóbicos en las filas de la lucha, hasta el punto de llegar a considerar a las personas trans como enemigas del materialismo y la revolución. Asimismo, un sector del movimiento feminista cada vez es más diligente en la empresa de imaginar a las mujeres trans como chivo expiatorio de la opresión, ante la incapacidad de imaginar futuros comunes y comunizadores más allá del capitalismo. Afín a sus propias limitaciones reformistas, el movimiento trans se ha visto apremiado a escoger lo urgente frente a lo necesario, derivando dicha lógica en un activismo identitario que, lejos de señalar el cisexismo como una relación social del capital, termina por naturalizar las categorías de «hombre» y «mujer» como destinos personales ajenos a las relaciones de explotación. Tal es el escenario social y político del que surge la necesidad de concebir este libro; nosotras no tenemos ningún miedo a poner nuestras propias identidades en cuestión, en tanto sabemos que solo así podremos desvelar los procesos históricos de opresión que tras ellas se ocultan, y superarlos.

En 2006 surgió en Barcelona un colectivo que sería el germen del transfeminismo en el Estado español: la Guerrilla Travolaka. En su manifiesto fundacional, sus activistas llamaban al urdido de redes libres y abiertas desde donde vivir libremente el género, proponiendo formas alternativas de entender y construir el cuerpo, mas comprendiendo las presiones que existían. Entre las demandas de dicho texto se encontraban la libre circulación de hormonas, la abolición de los documentos registrales y la total despatologización de las vidas trans, apuntando contra la locura del sistema. Sin embargo, el propio manifiesto tildaba su proyecto de «utopía». Este libro se declara heredero de la utopía de la Guerrilla Travolaka, pero se apoya en los recientes diálogos entre las disidencias sexuales queer y trans junto con el materialismo para hacer que los sueños del transfeminismo sean un horizonte posible. El potencial emancipatorio del transfeminismo queda descrito por Helen Hester6 como «una ardua afirmación de libertad contra un orden que parecía inmutable». Nadie como las y les mutantes para delatar la historicidad del viejo orden y nadie como las proletarias para tomar la palabra de la historia. ¡Ya no nos basta con ser la resistencia trans, sino que queremos trans/formar todo lo existente! En el nombre de todo aquello que el transfeminismo anhela, ¡es hora de abandonar la guerrilla y unirse a la revolución!

Este libro está compuesto por cuatro partes y un coro. La primera parte, «Abolir el género, abolir la familia, abolir la sociedad clasista», considera los orígenes clasistas de la opresión de las personas trans, abordando la histórica demanda revolucionaria de la abolición de la familia, así como la imbricación que tiene el género con el capital. La segunda parte «Trans-intimidades bajo el capitalismo» ahonda en los escenarios de alienación y precariedad en los que las vidas trans del proletariado se desenvuelven en el presente y cómo estos atraviesan el deseo, el trabajo y la propia subjetividad mediante el trauma. La tercera parte, «Revolucionar el transfeminismo – Transformar la vieja sociedad», pone sobre la mesa propuestas políticas pretéritas y contemporáneas que, desde las luchas trans, procuran ofrecer una vía de acción más allá de los límites capitalistas para construir una sociedad donde ninguna persona esté oprimida. Finalmente, el Coro comunista presenta un relato de ciencia ficción, ofreciendo así un futuro queer y emancipador por el que luchar en un contexto en el que el fin del mundo es más fácil de imaginar que el fin del capitalismo.

Espero que disfrutes de este libro y que canalice tu rabia y tristeza hacia la posibilidad de construir futuros radicales. Pienso que las demandas de la lucha trans pueden unirse con los anhelos del feminismo por un futuro reproductivo totalmente nuevo en la lucha por la revolución de todas las relaciones sociales del capital. Deseo, pues, que estas páginas sean munición de futuros trans/formadores, por un porvenir para todes, por el fin de toda opresión. De los cristales de la copa, un mundo nuevo.

¡Proletarios del mundo –también las degeneradas–, uníos!

4 Referencia a Ética marica de Paco Vidarte (2006).

5 Referencia a Manifiesto (hablo por mi diferencia) de Pedro Lemebel (1986).

6 Xenofeminismo: tecnologías de género y políticas de reproducción (2018).

GUERRILLA TRAVOLAKA

MANIFIESTO

En la Guerrilla TravolaKa creemos en el poder que tiene mostrarse, hablar de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad, de nuestra diferencia y de las mil identidades que se esconden bajo esa misma etiqueta: «Trans». Buscamos visibilizar y hablamos en primera persona. Queremos apoderarnos del género, redefinir nuestros cuerpos y crear redes libres y abiertas donde poder desarrollarnos, donde cualquiera pueda construir sus mecanismos de seguridad contra las presiones de género. No somos víctimas, nuestras heridas de guerra nos sirven como escudo.

Frente a la trans-normatividad que impone una estricta moral médica y un sistema de géneros binómico, proponemos nuevas formas alternativas de entender y construir el cuerpo. NO se trata de un tercer sexo, ya que ni siquiera creemos en un primero ni en un segundo; se trata de poder expresar libremente nuestro género, entendiendo la utopía que eso supone y las presiones que existen. Nos presentamos no como terroristas sino como piratas, trapecistas, guerrilleros, RESISTENTES del género.

Defendemos la duda, creemos en el «volver atrás» médico como un seguir hacia delante, pensamos que ningún proceso de construcción debe tacharse de IRREVERSIBLE. Queremos visibilizar la belleza de la androginia. Creemos en el derecho a quitarse las vendas para respirar y el de no quitárselas nunca, en el derecho a operarse con buenos cirujanos y no con CARNICEROS, en el libre acceso a los tratamientos hormonales sin necesidad de certificados psiquiátricos, en el derecho a auto-hormonarse. Reivindicamos el vivir sin pedir permiso. Creemos en la acción directa contra la transfobia. Y, para ello, pensamos que hace falta redefinir los límites de esta fobia, entendiendo que supone el rechazo de cualquier expresión de identidad de género no-normativa, no solo la transexual.

Ponemos en duda el protocolo médico español que, desde hace años, establece unas pautas absurdas y tránsfobas para cualquier ciudadano que desee tomar hormonas de su «sexo» contrario. No creemos en las disforias de género, ni en los trastornos de identidad, no creemos en la locura de la gente sino en la locura del sistema. No nos clasificamos por sexos; nosotros somos todos diferentes independientemente de nuestros genitales, nuestras hormonas, nuestros labios, ojos, manos… No creemos en los papeles, en el sexo legal, no necesitamos papeles, ni menciones de sexo en el DNI. Creemos en la libre circulación de hormonas (que, de hecho, ya existe…). No queremos más psiquiatras, ni libros de psiquiatras/ psicólogos; no queremos más «Test de la Vida Real»… No queremos que nos traten como enfermos mentales.. porque no lo somos… ¡Y así es como nos llevan tratando desde hace mucho tiempo!

Creemos en el activismo, en la constancia, en la visibilidad, en la libertad, en la resistencia… En la Guerrilla Travolaka No hemos escogido ser guerrilleros. Todos tenemos nuestra propia guerra, pero no todos saltamos al campo de batalla…

Bienvenido a la Guerrilla Travolaka.

PARTE I

ABOLIR EL GÉNERO, ABOLIR LA FAMILIA, ABOLIR LA SOCIEDAD CLASISTA

LAURA MILES

EL CAPITALISMO Y LA FAMILIA NUCLEAR

Traducción del Socialist Workers Party

Engels, en La situación de la clase obrera en Inglaterra, describe cómo el capitalismo industrial, con la migración masiva a las ciudades, la pobreza extrema y las privaciones, fue destruyendo la familia de la clase trabajadora. Es una gran contradicción interna, señalada por autores como Jeffrey Weeks y John D’Emilio, por ejemplo, que, mientras que el modo capitalista de producción que se estaba desarrollando creaba en la clase obrera las condiciones para el surgimiento de relaciones sexuales y roles de género más libres y variados, incluyendo el potencial para relaciones homosexuales, también estaba socavando la familia como unidad social que podía proveer, a un precio relativamente bajo, la reproducción de la clase obrera. Por otro lado, el capitalismo necesita hombres y mujeres en familias lo suficientemente extensas al menos para reproducir la próxima generación de trabajadores. La primacía ideológica de la familia garantiza que una sociedad capitalista reproducirá no solo niños, sino también la heterosexualidad y la homofobia (y transfobia). En el sentido más profundo, argumenta D’Emilio, el capitalismo es el problema.

La tendencia a la destrucción de la familia obrera en el capitalismo temprano a través de la rápida urbanización y el sistema fabril horrorizó a muchos burgueses y llevó a los reformistas burgueses a buscar los medios para garantizar su supervivencia en interés del capitalismo a largo plazo. La legislación para controlar el trabajo infantil y para crear el «salario familiar» (destinado a excluir a las mujeres de las ocupaciones industriales) contribuyó a fomentar las condiciones materiales para la reproducción privatizada de la mano de obra mediante la promoción de la familia nuclear obrera, siguiendo el modelo de la familia burguesa. Este tipo de cambios materiales y legislativos tuvieron que apuntalarse con una inclinación ideológica hacia nociones de fidelidad (al menos para las mujeres) y la regulación estricta de la conducta sexual.

FRAGMENTOS DE UNA ENTREVISTA CON LESLIE FEINBERG

VIDA Y ÉPOCA DE UNE DISIDENTE DE GÉNERO

Traducido por Ira Hybris

Los fragmentos presentados a continuación pertenecen a una entrevista publicada originalmente en el primer número de la revista TransSisters: The Journal of transsexual Feminism en octubre de 1993.

DAVINA: Has señalado que incluso algunos socialistas han categorizado a las personas trans como «un producto decadente y patriarcal del capitalismo que desaparecerá cuando se conquiste la igualdad». También parece que las personas trans han continuado siendo oprimidas, incluso en las sociedades socialistas. Partiendo de ahí, ¿piensas que el socialismo por sí solo basta para acabar con la opresión de las personas trans?

LESLIE: No creo que la historia humana haya visto todavía el socialismo. Creo que la verdadera definición del socialismo requiere un sistema mundial. Requiere una cooperación en la producción que cubra las necesidades de la humanidad y, del mismo modo en que los imperialistas comercian e interactúan conforme a la obtención de beneficios, requiere ser capaces de elevar los niveles de producción de la humanidad más allá de donde se encuentran hoy. Creo que las revoluciones que han surgido en países tecnológicamente subdesarrollados y que han sido sitiadas y asfixiadas han hecho que la gente se aferre a lo que tiene. Y lo que tiene es un legado de siglos de divisiones de clases, de discriminación impuesta sobre ellos y, ante todo, el papel de la Iglesia. Pienso también que las revoluciones no son un acto solitario, son un proceso. Todo el veneno que está sembrando la ultraderecha a través de los medios de comunicación, de las escuelas, ese habrá sido nuestro legado cuando nos liberemos. Ese será nuestro punto de partida. Pero es solo a través de la liberación como podremos siquiera comenzar a dar los primeros pasos. El papel de las personas trans en el proceso revolucionario, el papel de aquelles que estamos forjando una comunidad disidente de género y uniéndonos en lucha para cambiarlo todo, también da forma al futuro. Lo que hoy estamos haciendo dejará su impronta en la lucha, de tal manera que, aunque algunas revoluciones no hayan contado con las personas trans militando en su nombre, será imposible que la que viene no esté marcada con las huellas de la comunidad disidente de género.

(…)

DAVINA: ¿Cuál es tu respuesta a autoras feministas como Mary Daly que ha descrito a los transexuales como «frankensteinianos» o Janice Raymond que ha declarado que la transexualidad debería ser «moralmente desterrada de la existencia»?

LESLIE: No he leído esas referencias específicas, pero creo que la fobia contra la disidencia de género es rampante en la sociedad y debe ser combatida, pues cada vez que se demoniza a un grupo social oprimido se promueve una división que no puede verse sino como antagónica con el tipo de movimiento que queremos construir. Es cruel, es desconsiderado y está impregnado de un prejuicio que no puede dejar de cuestionarse. El movimiento de la liberación de la mujer tiene mucho que ganar si encuentra una lucha común con la población transgénero. Mi propia experiencia me dice que las cosas han cambiado, muchas mujeres están reexaminando su relación con las personas transgénero, y reconociéndose como parte de una comunidad mayor de oprimidas sexuales. Creo que se trata de un desarrollo maravilloso.

(…)

DAVINA: ¿Encuentras algún paralelismo entre tu experiencia de exclusión del movimiento de mujeres por ser una stone butch [«bollera camionera»] y la de las transexuales male-to-female [«de hombre a mujer»] excluidas del movimiento de las mujeres por nacer con anatomía masculina?

LESLIE: Desde luego. Siento una solidaridad absoluta por mis hermanos FTM y mis hermanas MTF. Tanto por mis hermanos y hermanas transexuales como travestis y transformistas, aunque estos términos sean muy limitadores. De veras pienso que las mujeres serán más poderosas cuando la opresión sexual se contemple como una forma social más amplia, cuando comprendan que excluir a las personas MTF o FTM –y no solo me refiero a las transexuales, sino también a las personas transgénero– de la categoría «mujer», solo sirve para ocultar las profundidades de la opresión sexual en nuestro país. Puede que ahora cambie ese término, podría ser que termine llamándose «opresión sexual y de género»; no seré yo quien intente definir la terminología de esa opresión (conjunta). Pero las mujeres necesitan ver cuán fuerte puede ser la comunidad transgénero como aliada contra la opresión sexual de esta sociedad para comprender cuán institucionalizadas están sus raíces y así desarrollar propuestas más allá de los conceptos de masculinidad o feminidad, con el fin de poder observar claramente la opresión, cuestionarnos quién se beneficia de ella y quiénes son los verdaderos privilegiados, quién obtiene el rédito de enfrentarnos entre nosotres. Creo que se trata de un enorme paso adelante que vamos a dar juntes. Creo que la comunidad disidente de género verdaderamente desafía la conciencia humana en lo que respecta a la relación entre el sexo, la expresión de género y la orientación sexual de una forma que expone con mayor claridad quiénes son los verdaderos opresores de esta sociedad y que amplía nuestra mirada de quién está oprimido y, por tanto, es nuestra aliada en esta lucha común.

(…)

DAVINA: Anteriormente has dicho que las personas trans realmente pueden sacudir la forma de pensar de esta sociedad. ¿De qué forma crees que pueden hacer tal cosa?

LESLIE: Como he dicho, agitan el malentendido social de que los hombres y las mujeres son polos opuestos, de que simplemente puedes mirar los genitales de alguien cuando nace, determinar su sexo y caso cerrado. Subvierten la creencia de que el género de alguien está fijado por su sexo, de que puedes conocer la orientación sexual de una persona viendo sus andares por la calle. Cuestionar las sanciones sociales por cruzar las fronteras del sexo o el género que han impactado en la forma de expresión de todo el mundo; la expresión de todas las personas está afectada por la certeza, allá en nuestro inconsciente, de que si nos alejamos de nuestro sexo y género asignados, sufriremos un enorme castigo, conlleva que ahora podemos abrir los interrogantes sobre la relación entre el sexo, la expresión de género y el deseo de una forma totalmente nueva. Podemos observar a los seres humanos y ver la manera en que se nos ha enseñado a mirarlos; que las mujeres son femeninas y heterosexuales, que los hombres son masculinos y heterosexuales, que los genitales de las personas determinan su sexo y su sentir para con sus cuerpos, porque hemos dado por sentadas todas estas cuestiones durante mucho tiempo. La comunidad disidente de género –y estoy feliz de que sea una población grande, diversa y compleja porque lo está agitando todo– va a hacer que la gente reconsidere todos esos aspectos para poder ver a las personas tal y como son en lugar de como se nos ha dicho que deben ser. Realmente, cuanto mayor sea la complejidad, más claramente podremos reparar en la diversidad de género y otras formas de diversidad de la humanidad, que se están viendo constreñidas por las leyes y las normas sociales impuestas o por las sanciones en la calle; y así, veremos más claramente que se trata de un ejercicio de opresión. Hay muchas maneras de ser hombre o mujer, pero no hay muchas maneras que le estén permitidas [a cada género]. Por tanto, conlleva mucha valentía para la comunidad disidente de género ser visibles y decir «miradnos». Estamos desafiando todo aquello que se nos dijo que era parte de la naturaleza y, cuanto más lo desafiemos, cada vez más gente tendrá que mirar a su alrededor y decir «¿de dónde saqué esas ideas? ¿quién me las enseñó?» y, sobre todo, «¿por qué?».

JULES JOANNE GLEESON

LA INFAME PROPOSICIÓN

Traducido por Ricardo Galiano

Fragmento de «This Infamous Proposal», publicado originalmente en New Socialist.

En los últimos años, varies pensadores comunistas han tratado de revivir la demanda del Manifiesto Comunista por la abolición de la familia burguesa. Siguiendo el ejemplo más reciente del abolicionismo carcelario en Estados Unidos, hemos abogado por reemplazar la convención actual que divide las crianzas entre hogares privados (en realidad, mediante el uso extensivo de empresas dedicadas al cuidado de las criaturas y acuerdos remunerados con las trabajadoras del cuidado). En ese sentido, la abolición de la familia se trata de una estrategia provocativa, pero sin duda positiva: abogamos por la sustitución de los hogares privados por procesos de estructuración de provisión directa, ofreciendo elementos clave de la crianza –desde la satisfacción de las necesidades nutricionales hasta la alfabetización– de una manera sistemática y colectivizada.

Esta es una visión de las relaciones comunistas que comienza con la subversión del daño provocado por la presente dominación que ejercen las relaciones patriarcales e instituciones raciales sobre nuestras crianzas. Pedimos la abolición de la familia no como medio para desdeñar los incansables esfuerzos de les proletaries por preservar el bienestar de sus allegados, sino conscientes de que estas luchas personales nunca podrán emanciparnos como clase por sí solas. Un sector minoritario de la política socialista contemporánea ha respondido a estos eslóganes contra la familia con una mezcla de alarma, rechazo feroz y aparente incomprensión. Según estos defensores izquierdistas de las leyes que rigen hoy el hogar, la familia es un bastión al margen de la neoliberalización global y expansiva de las relaciones económicas, un reino al margen de los precios y las condiciones humillantes del trabajo asalariado. Desde ese punto de vista, la abolición de la familia es una cruel estratagema que aspira a arrebatar a les trabajadores explotades las migajas de consuelo que alcanzan a arañar juntes.

Aquelles que estén familiarizades con el debate en torno a la relación entre el comunismo y el Estado, descubrirán una sorprendente semejanza entre este y el discurso anterior. Los socialdemócratas anhelan la existencia de un Estado sencillo, que provea de una educación integral y puestos de trabajo sin que a ello acompañe un aparato de guerra infinita, la represión de los disturbios públicos o cruentos actos deliberados de espionaje. Para los socialdemócratas existe un Estado que nutre, que provee de estructuras de confianza, que todavía puede redimirse. De la misma forma, sueñan también con una familia que proporcione a sus miembros un espacio ideal de confort fuera del centro de trabajo. Un enclave que esté más allá de la generación de beneficios, de la presión y el papeleo. Una unidad en estado de sitio pero, pese a todo, noble, irremplazable por su capacidad de proveer consuelo y refugio parcial. En otras palabras, una cara de la familia que solo una minoría reconoce, que precisamente ningune de nosotres ha conocido.

Les comunistas rechazamos cualquier protagonismo estatal insistiendo, con cierta pesadez, en que el abastecimiento por parte del Estado en el contexto de un imperialismo a rienda suelta y de dimensiones globales está en última instancia ligado, si bien de forma caótica, con una predecible cadena de explotación. Cuando una serie de territorios disfrutan de un Estado opulento para todes, no debemos obviar, siquiera por un instante, a quienes son ajenos a las competencias de estas contadas entidades políticas. Por este motivo rechazamos también la familia como institución. No podemos desligar de esta el daño, de consecuencias potencialmente patológicas, que provoca su instinto de reproducción durante la tierna infancia y toda la crianza. No pretendemos quitarle peso a la familia o rejuvenecerla. No aspiramos a purificarla hasta hacer de ella un proveedor cristalino de amor. Trabajamos para ser testigues de su superación. Esto no equivale a pasar por alto los momentos de comodidad, la solidaridad intuitiva, el apoyo y la intimidad que se producen en la parcela de lo privado. Tampoco buscamos que el movimiento revolucionario que proponemos se defina por la soledad total y el rechazo a la amabilidad que hemos recibido como ofrecido por igual en las actuales circunstancias. Significa que trabajamos desde la conciencia clara de que para que lleguen a existir las relaciones comunistas –ni que decir tiene que para que sobrevivan– se necesita de una ruptura sin precedentes del modelo de crianza. Significa que vemos en el rol de la familia actual una procesión de capital y privilegios.

Hoy en día, incluso teniendo el apoyo de un puñado de comunistas, contamos las difamaciones y las muestras de rechazo por montones. Un activista blanco llegó incluso a acusarnos de despreciar las tradiciones y vivencias de las personas racializadas. Esta es, sin duda, una peculiar estrategia de ataque, ya que todas las abolicionistas comunistas que me vienen a la mente cuando pienso en aportaciones cruciales a esta corriente de pensamiento son feministas negras de los años 80: Angela Davis en The Approaching Obsolescence of Housework [«La próxima obsolescencia del trabajo doméstico»] (que argumenta que el trabajo doméstico no debe dividirse igualmente entre los sexos, sino que debe ser eliminado por completo mediante la división del mismo entre diferentes grupos industriales) y Hortense Spillers por Mama’s Baby, Papa’s Maybe [«El bebé de mamá y quizás de papá»] (que explora precisamente cómo las relaciones maternofiliales de las negras americanas se reducían a la herencia de la enajenación, creando una brecha en las experiencias de feminidad estadounidenses). La experiencia nos demuestra que los revolucionarios utópicos, independientemente de su etnia, siempre reciben el abolicionismo de la familia como una postura excéntrica y marginal. Esta vinculación del abolicionismo político de la familia y la blanquitud revela ser, más bien, un primer paso hacia el rechazo, una reacción que demuestra una vez más que nuestra teoría ha cumplido su objetivo: trastocar lo naturalizado. Pero ¿de qué nos sorprendemos? Ya lo decían Marx y Engels:

¡Abolición de la familia! Incluso los más radicales se encienden con esta infame proposición de los Comunistas.

Este es un argumento que siempre provoca preocupación y malentendidos, así que vamos a aclararlo. ¿Cómo se puede justificar este alarmante posicionamiento? ¿Cómo pueden algunes comunistas comprometerse con una posición que se daba por obsoleta? La mejor forma de comprender a quienes apelan a aquello de «¡abolamos la familia!» es recordar la fractura que divide a heterosexuales de todes nosotres. La familia, fiel a su papel de cerciorar que las fuerzas de trabajo capitalistas no dejan de reproducirse generación tras generación, en realidad nunca ceja en su empeño disciplinario de arrancar de raíz el desarrollo queer. Para les queers (el sabor es al gusto), las familias se comportan como su principal antagonista. Los amantes han de ocultarse, la jerga abandonarse y los encuentros extraños entre ambos mundos deben obviarse o dejar que se disuelvan.

Construir lazos con otras personas queer supone compartir ese peso. Conocernos les unes a les otres nos produce una felicidad incalculable pero pronto desemboca en un intercambio de historias entretejidas por traumas idénticos (y también en observar cómo sus legados asoman en nuestros vínculos no-heterosexuales). Las historias de aversión, amenazas y abandono son tan comunes que han perdido la capacidad de estremecernos de forma sincera. En ocasiones, la mala fe y el tedio reprimido terminan por reinar en estos encuentros, a medida que nuestras amistades se vuelven a herir una y otra vez de formas que se niegan a predecir y terminamos por descubrirnos despotricando de quienes más han tirado de nosotres para liberarnos de la heterosexualidad.

La historia de conflicto de une compañere queer con su familia biológica gira siempre alrededor de unos motivos comunes: hay afilados alambres de frases hechas que nos recuerdan a las que nosotres mismes recibimos, patrones que van amontonando una humillación tras otra sin que exista una luz al final del túnel. Nos encontramos cuidando de amistades (y no pocas veces de conocidos) mientras transitan por baches que sienten como una pérdida sin precedentes y que, sin embargo, nosotres identificamos como otro eslabón más de una larga cadena. A veces esa labor nos da la vida. Otras, nos agota. A menudo nos parece que los comportamientos más hostiles pueden disfrazarse de bendiciones: al menos aquellos que despliegan impúdicamente sus fobias aceleran la separación, la convierten en un desalojo precipitado. En los casos más sutiles, desalojar a quienes tienen a sus espaldas una vida entera de denigración se puede convertir en todo un viacrucis. Según ese prisma, las relaciones «privatizadas» por el proceso de delegación de estas a la intimidad del hogar, pierden su particularidad: aunque los familiares manipuladores tachen a las dianas de sus ataques como «frikis» cuyas circunstancias son siempre únicas, una labor concienzuda de apoyo queer saca a la luz su similitud.

Desde este punto de vista, la familia queda retratada como Saturno: devorando a su prole.

Para les queers, el horizonte de acabar con la dominación de la privacidad doméstica puede parecer menos extremista y más esperanzador: abolir la familia es una forma de poner fin a esa dinámica de la vida queer como una sucesión de violentos incendios que debemos apagar como buenamente podamos. Lo que anhelamos de forma intuitiva es el fin de la procesión que solo logra cortar por el mismo patrón las aflicciones de uno y otro niño marica. En resumidas cuentas, abolir la familia significa derribar la farsa de que son los heterosexuales quienes crían a las infancias queer.

También significa liberar de escrutinio alguno los vínculos que ya han florecido entre todes nosotres. Nosotres ya nos ofrecemos unes a otres extensos episodios de alegría, habilidades poco comunes y formas de apoyo que, por nuestra posición, solo nosotres podemos compartir. Y esto no lo hacemos con el fin de crear pétreas estructuras que sobrevivan durante generaciones enteras sino, precisamente, para compartir agradables momentos comunitarios con nuestras compañeras exiliadas. Las afinidades en las que se apoyan las relaciones comunistas nos empujan en otra dirección: partir de las enseñanzas que nos brindan la solidaridad comunitaria y los conflictos para empujarnos hacia un nuevo contexto en el que el daño provocado por nuestras familias no solo se mitigue, sino que se supere definitivamente.

KAY GABRIEL

EL GÉNERO COMO UNA ESTRATEGIA DE ACUMULACIÓN CAPITALISTA

Traducido por Ricardo Galiano y Lucas Román

Este texto fue publicado originalmente en el volumen 1 del Invert Journal.

En una de sus Cartas Revolucionarias, Diane Di Prima nos brinda la siguiente enseñanza: «recuerda que una puede tener solo lo que pide, así que pídelo / todo» (1). Di Prima abre la puerta a posibilidades dentro del espacio que ha sido compuesto y clarificado por dichas peticiones. Hasta se atreve a quebrar la prosa para mostrarlo.

Aquí, en este espacio en el que descubrimos nuestras necesidades y deseos dentro del marco de la oposición creativa, quiero hacer hueco para algo que no se conforme con emular la destrucción creativa del sistema de vida capitalista. Podríamos llamarlo «potencial de la colectividad», es decir, una mutualidad entusiasta cuya fuerza reside precisamente en su predisposición a trasladar nuestras necesidades, tal y como las entendemos, a un formato conceptual holístico y anti-ascético en lo que concierne a su posible extensión. Allá donde las crisis actuales parecen acortar nuestro futuro y nos obligan a conformarnos con aquello que «simplemente no parezca una pesadilla» (el cambio climático capitalogénico, los nacionalismos fascistas o conservadores, el crecimiento demográfico mundial desproporcionado y la concomitante crisis del modelo de reproducción social, por poner algunos ejemplos) (2), nuestra fuerza primigenia reside en la capacidad de concebir unas demandas que estén a la par de nuestras ambiciones y cuyo objetivo común no debe ser otro que conseguir para todes una vida que merezca la pena ser vivida.

¿Y en qué medida contribuye la lucha por la liberación trans a este horizonte comunista? Plantearse esta pregunta supone poner en el centro la espinosa relación entre la lucha de clases y aquello que llaman política de identidad. En este ensayo no pretendo aclarar la fuerza particular, sino la fuerza total del movimiento político de uno u otro punto de vista de la identidad social.

El filósofo húngaro Georg Lukács introdujo la aplicación del punto de vista a la hora de pensar sobre las diferentes perspectivas de la totalidad capitalista, que cada posición de clase nos permite. En un intento lukacsiano de explicar el proceso de producción de la identidad sexual en el capitalismo, Kevin Floyd argumenta en su obra La reificación del deseo (reificación en el sentido de que se produce un congelamiento y solidificación de una posición estable en un proceso histórico) que la producción de identidades habilita un tipo de conocimiento contingente a nivel histórico y crítico de la totalidad capitalista: «Concebir la sexualidad en términos de reificación implica entender la forma en que la reificación se refiere a una dinámica social que abre tantos puntos de vista respecto del capitalismo en su totalidad como tantos otros cierra» (3). A continuación, procederé a estructurar un argumento análogo desde una perspectiva específicamente transexual. Digo transexual (y no trans o transgénero) de forma consciente. Mi objetivo es poner en primer plano la esfera de la corporalidad sobre la que reposa la transexualidad y donde la «corporalidad» denota la dimensión social de significación de la que participan todos los cuerpos.

En el presente ensayo afirmo, en primer lugar, que el género (entendiendo este como un sistema ideológico) funciona como una estrategia de acumulación para el capital. En segundo lugar, argumento que el proyecto de liberación trans considera las cualidades estéticas y sensoriales del género como una dimensión más de la autonomía corporal, como una dimensión de la desalienación, que a su vez revela su relación totalizadora con la lucha de clases.

Estos planteamientos esbozan, a grandes rasgos, las cuestiones que nos (pre)ocupan. Pongamos que estamos ante dos polos. A un lado, la abyección; al otro, una serie de deseos y placeres de vital importancia. Cuando digo «abyección», me refiero al sentido propuesto por Rosemary Hennessy: «En el proceso de devaluación de ciertos cuerpos, la abyección juega el papel de producir sujetos cuya valía es inferior –es decir, sujetos que pierden una gran parte de sí mismos en las relaciones laborales que produce el capital» (4). Es probable que mi atención a la cuestión del placer provoque que algunos frunzan el ceño (y no sin razón), puesto que para una particular rama de «izquierdistas puritanos» (5) el placer parece ya, per se, una sospechosa dimensión de la experiencia. La forma principal en la que se nos presenta el placer en una sociedad de consumo dominada por la tiranía de la mercancía es la promesa de satisfacción, la cual es parasitada por el capital con el objetivo de habilitar la circulación de bienes y producir beneficios. En este aspecto, la relación entre el placer y la lucha de clases es, en el mejor de los casos, incierta.

Mientras tanto, relacionar el placer con los proyectos de liberación de género entraña el riesgo de, o bien desembocar en una deliberada falsa conciencia, o en el ensalzamiento de unas experiencias estéticas disponibles únicamente para aquelles que se encuentran a salvo en términos materiales. Hablar del género implica, como mínimo, un sistema de diferenciación social cuya apariencia es principalmente la abyección (en el sentido que he descrito anteriormente) racializada asimétricamente y distribuida de forma variada, y cuya función para el capital es la de posibilitar y mantener la división desigual del trabajo. Por ejemplo, cuando el colectivo Endnotes califica al género de «infortunio» o «una gran limitación» (6), identifican correctamente cómo el capital se sirve de esta diferenciación y también cómo su impronta conforma una suerte de pauperización.

No obstante, el deseo de una vida y mundo libres de alienación –reflejado en el lema «pan y rosas»– no implica otra cosa que exigir que todes disfruten de las contingencias estéticas que el capital reserva para unes poques. Por tanto, toda política revolucionaria genuina se orientará hacia un futuro radicalmente placentero. Tal como afirma Frederic Jameson, esta orientación recentraliza necesariamente el cuerpo y sus mediaciones: «El placer es en última instancia el consentimiento de la vida en el cuerpo, la reconciliación (por momentánea que sea) con la necesidad de una existencia física en un mundo físico» (7). En base a esto, la exigencia de las personas trans de ejercer como mínimo la autonomía plena sobre nuestras relaciones de significación con la diferencia sexual coloca el placer como una dimensión crítica de un movimiento social (8). El objetivo de esta política es reconocer el cuerpo como sede de la lucha por una intensa desalienación del trabajo mental y manual. Paralelamente, esta tesis destapa una esfera de la política abolicionista: la abolición de la abyección de género y no –o al menos no en un sentido abstracto– de la significación de género. Aun así, me estoy adelantando, sigamos.

El género como una estrategia de acumulación

En este tiempo marcado por la alineación entre los aparatos represivos del estado y un feminismo cripto-derechista (9), resulta especialmente crucial identificar el objetivo de una política de género que persiga un horizonte de liberación. Para ello debemos enunciar algunas premisas sobre el género como dimensión social y experiencia subjetiva. Consideremos las siguientes:

1.El género pertenece a la esfera de la ideología –no en el sentido peyorativo de «falsa conciencia», sino en el sentido de que este describe una representación de las relaciones sociales a nivel conceptual.

2.Como tal, el género nombra la impronta subjetiva que produce la simbolización de la diferencia sexual –una enunciación que recoge provisionalmente una connotación subjetiva del deseo, así como una identificación en conjunción con las determinaciones de las formaciones estructurales, sistémicas e históricas que habilitan en primera instancia estos deseos e identificaciones.

3.Los significantes secundarios del género, junto a otros códigos sociales, modulan constantemente las relaciones sociales. Así pues, en su capacidad como eje diferenciador, el género funciona como uno de los instrumentos mediante los cuales el capital controla y explota el trabajo de forma desigual.

Esta lista parcial que he avanzado aquí responde a la llamada del feminismo marxista a reflexionar, por un lado, sobre las dimensiones de la opresión y, por otro lado, sobre la explotación. Esto tiene su fuente de inspiración en la teoría queer hasta tal punto que las tesis mencionadas anteriormente desplazan cualquier base potencialmente ontológica de las operaciones de género en favor de sus orígenes sociales. En cualquier caso, la disolución de este fenómeno puramente social no admite cualquier intento voluntarista de sencillamente «deshacer» su fuerza determinante. Así, por analogía, el formato del valor es también un mero «producto del cerebro humano» (10). El reto consiste por lo tanto en teorizar sobre los marcos delineantes que el género provoca en aquello que tiene que ver con la pauperización y la violencia, sin incurrir por ello en la acción torpe de sucumbir al deseo de escapar de la alargada sombra que proyecta la fuerza totalizadora y abstracta de la ideología (o suplantando incluso el proyecto de una transformación material de lo social por la crítica ideológica).

Mantenerse alerta frente a las técnicas por las cuales el género moldea el trabajo y viceversa, así como confrontar el género como un término mediador entre las relaciones de clase y propiedad, armoniza básicamente con el análisis de la teoría de la reproducción social (TRS). La TRS emana de la perspectiva crítica de Lise Vogel que percibe que la opresión social de las mujeres (11) proviene principalmente de una enorme carga (mantenida a través de la institución de la familia y cuya contingencia es de carácter histórico) de reproducir la fuerza de trabajo y que Marx define como la suma de las capacidades manuales e intelectuales de los seres humanos (12). Tithi Bhattacharya escribe:

«En pocas palabras: mientras que el trabajo pone al sistema de producción capitalista en marcha, la TRS señala que la fuerza de trabajo es en sí una mercancía de naturaleza única (Marx se refiere a ella como “mercancía especial”) que se produce al margen del circuito de producción» (13).

La TRS da un paso adelante en un intento de lidiar con este concepto de mercancía especial y también para comprender «los procesos necesarios para la reproducción de la fuerza de trabajo, tanto a nivel biológico como en lo que respecta a la sumisión de los trabajadores asalariados» (14). Esto representa una incursión en lo que Jordy Rosenberg denomina la «morada recónditamente oculta» del capital (15), es decir, los espacios e instituciones que reproducen la fuerza de trabajo para ser explotada (como los hogares, los colegios y las prisiones).