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Se ha escrito un libro te invita a sumergirte en esta antología, que recoge el relato ganador y los finalistas del II Certamen Literario Mundo Rural 2024, Se ha escrito un libro. A través de estos relatos, te invitamos a bucear en el mundo rural, donde los libros y el agua tienen un papel protagonista. Todo libro tiene alguna sorpresa y en este caso encontrarás varias... Asimismo, desde nuestra asociación ubicada en el pequeño pueblo de Arcallana, Asturias, deseamos que escritores y lectores nos dejen huella con su paso. Una huella imborrable de cultura, para todos nosotros y nuestras gentes.
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El leer sin pensar nos hace una mente desordenada. El pensar sin leer nos hace desequilibrados.
Confucio
De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.
Jorge Luis Borges
El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.
Miguel de Cervantes
Nota de la asociación
Prólogo
Don Pelayo en la corte de Vitiza
El rio de los libros
Ratón de biblioteca
Epílogo
La voz del molino
Sabores de tiempos pasados
Agradecimientos
Esta asociación nació en un pueblo, un lugar tranquilo, acogedor, pausado, con las costumbres de dar los buenos días y una pequeña conversación al paso de cada vecino. Con sus gatos, sus perros, con alguna ganadería y con mucha vida interna.
Desde esta asociación nos hemos propuesto dar visibilidad al mundo rural, a esa España vacía, a través de la cultura, fomentar la lectura y premiar a los escritores/as, que con su quehacer nos ayudan a ello.
Apasionados, todos los miembros de esta asociación en ambas disciplinas presentamos el libro del II Certamen Literario Mundo Rural, Se ha escrito un libro 2024, Pelayo, un ratón de biblioteca y la corte de Vitiza.
Érase una vez un lugar llamado Arcallana, del que algunos dicen, pudo ser villa de origen romano. Un pueblo pequeño en el concejo de Valdés, donde resisten aún unos cuantos vecinos, de esos que las grandes ciudades evitan por considerarlos insignificantes. Y ocurrió que, precisamente allí, tuvo lugar un hecho asombroso, inesperado, portentoso. Uno que nadie podía imaginar. Un suceso que corrió de boca en boca, de puerta de puerta, por valles y majadas, atravesó montañas, cruzó ríos y transitó por caminos y caleyas. Y en su trascurrir llevó la voz de Arcallana allende los mares.
Resultó que, por aquellos lares, la gente notaba con gran preocupación, que sus vecinos andaban tristes y desanimados. Las calles del pueblo parecían mustias, como el sol flojeras de finales de invierno. Los jóvenes se marchaban en busca de futuro, los negocios iban cerrando uno a uno y, pronto, los mayores dejarían de recordar. Todos sufrían una sensación de abandono, parecida a cuando uno toca fondo. ¿Qué podemos hacer?, se preguntaban.
Y resolvieron el rescate con un remedio infalible: la cultura.
Es bien conocido que existe una clase de personas de las quedan muy pocas. Personas que, lejos de rendirse, les da por actuar. Resulta que, en Arcallana, no solo contaban con un individuo de esa rara especie, había varios, muchos, dicen algunos. Estos fantásticos vecinos sentían pasión por los libros de aventuras, de amor, de terror o de fantasía. Gozaban con la poesía y disfrutaban con una buena novela de espías. Amaban el cine, el teatro, la ópera y la pintura. Admiraban la fotografía y la danza. Eran gente valiente, de esa a la que los dragones o los abismos enormes no amedrentan. Gente con alas en los pies y pajaritos en la cabeza.
Resulta que, un día cualquiera, se reunieron con la intención de recuperar las historias escondidas en los hórreos, en las paneras, en los chigres, en los corrales y en los rincones de las casas. Armados con lápiz y papel y unos cuántos libros en la mochila emprendieron viaje. Y, desde la cima del cerro más alto que encontraron, lanzaron a los cuatro vientos palabras de amor y párrafos de los grandes poetas. Leyeron fragmentos de los libros de aventuras, de las leyendas locales, de las grandes epopeyas, de las comedias griegas, de los grandes dramas y de mundos inexplorados. Y gritaron solicitando la ayuda de los escritores para crear nuevas historias.
Sus palabras viajaron empujadas por el nordés, por el bochorno del verano, por las primeras nieves y los primeros brotes de la primavera. De norte a sur, de este a oeste.
Y, después de un largo viaje, de muchas noches en blanco y de esperar con el alma en vilo, llegó la respuesta. Escritores de todos los lugares del país acudieron a Arcallana. Atraídos por las bellas palabras de la llamada, cayeron rendidos por las bellas personas que encontraron. Inspirados bajo la premisa, el agua y los libros, los escritores se pusieron manos a la obra. Y de sus entrañas nacieron relatos como Pelayo en la corte de Vitiza , El río de los libros y Ratón de biblioteca.
La cultura regó Arcallana, con unos encuentros que atrajeron a escritores, músicos, lectores, emprendedores, curiosos y eruditos, aburridos y desesperados, jóvenes y mayores. La alegría se instaló en las casas, en la boca de la gente, en la imaginación de los niños y en el ánimo de los ancianos.
Lo mejor, es que era contagiosa. Muy, muy, muy contagiosa.
Y, a partir de ese momento, todo mejoró.
Este pequeño prólogo va dedicado a aquellos que, de una u otra manera, se empeñan por mantener la esencia del mundo rural y se comprometen con la Cultura, como guardianes celosos de un pasado que nos enriquece a todos. Gracias a la asociación Se ha escrito un libro de Arcallana y a todos sus integrantes, por permitirme el honor de prologar este segundo certamen literario.
Mi sincero agradecimiento por hacer de este mundo un lugar más amable.
Marta Huelves Molina
Rafael Jiménez Salesch
Hubieron de acontecer mil y una prolijidades antes de que Don Pelayo decidiera abandonar la corte de Vitiza , aquel monarca godo de cuyo regio anecdotario personal se esculpieron algunas de las mayores escabrosidades de la época, en piedra, pero también en sangre. Si bien no fueron estas, sus historias ni escarceos, los que condujeron a relatar este vetusto episodio, sí que proveerán de notorio y necesario contexto para redundar en la comprensión del pasaje histórico que aquí se atesta. Pues sea digno de advertir que, aun pareciendo irreal, la existencia de un desconocido y sucinto, más preciso, suceso en la vida de Don Pelayo, que transcurrió fatua y perdidamente entre las marañas de dicha corte, despertará gran interés de a quienes guste zahondar en la historia.
Todo comenzó, y permítanme la alusión escueta a un hecho nimio, un verano en blanco y negro, en el que yo me aventuraba a descubrir un país aún deshecho y capitulado en sí mismo por la guerra. Excedería a la intención de estos apuntes delinear inútilmente el particular retrato de época de una España devastada u ofrecer un resumen de mis propias percepciones. Día llegará en que pueda profundizarse en tales oficios. Entre tanto, continuaré encomiándome a la descripción del camino que habría de llevarme por sendas extrañas, de sur a norte, con el objetivo de abandonar por simple curiosidad mi hogar, uno de los lugares histórica y culturalmente más aljamiados del país, para adentrarme osadamente en el único y pequeño vestigio que vehementemente se hubo resistido al vasallaje e insumisión musulmana. Camino hacia ese prolífico vergel de mitos y leyendas, ese confín antagónico a lo que yo conocía, al que escondido tras grandes montañas llaman Asturias.