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El V Congreso Razón Abierta El ser humano en la ciencia contemporánea tiene una doble intención: por un lado, se da a conocer algunos de los mejores trabajos e investigadores de nuestro tiempo, varios de ellos ganadores de las últimas ediciones de los Premios Razón Abierta, y que pretenden enseñar el camino que está siguiendo la biología, la biotecnología, la física, la ecología, la neurociencia, la educación, etc., para hacer una ciencia más humana. Por otro, se profundiza en una mirada sobre la realidad que sitúe a la ciencia en el camino del respeto y el servicio al hombre y al mundo. El congreso responde, de la mano de expertos, cuáles son los retos, oportunidades y dificultades que presentan los distintos ámbitos de la ciencia contemporánea con relación a la dignidad de la persona y el cuidado de su entorno, conscientes de que los avances científicos serán fructíferos en tanto en cuanto estén al servicio del crecimiento y desarrollo del ser humano y de las sociedades y comunidades en las que vive.
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Colección Razón Abierta serie Estudios
DirectorLeopoldo José López Prieto (Universidad Francisco de Vitoria)
Comité Científico AsesorDaniel Sada (Universidad Francisco de Vitoria)Federico Lombardi S. J. (Fundación Joseph Ratzinger)Stefano Zamagni (Fundación Joseph Ratzinger)Paolo Benanti (Pontificia Universidad Gregoriana)Andrew Briggs (Universidad de Oxford)Rafael Vicuña (Pontificia Universidad Católica de Chile)Javier Prades (Universidad San Dámaso)
© 2023 Los autores de sus textos
© 2023 Editorial UFV
Universidad Francisco de [email protected] // www.editorialufv.es
Primera edición: diciembre de 2023
ISBN edición impresa: 978-84-10083-16-5
ISBN edición digital: 978-84-10083-17-2
ISBN edición Epub: 978-84-10083-18-9
Depósito legal: M-35236-2023
Preimpresión: MCF TEXTOS, S. A.
Impresión: Calprint
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Impreso en España - Printed in Spain
Gestión de la polaridad en el paradigma tecnológico de la educación: Integrando el valor de la relación en las nuevas realidades pedagógicas
José Miguel Mohedano, Cristina Papadakis, Luis Moreno Almonacid, Susana Bautista, Mary Luz Mouronte
La transmisión de los intervalos de referencia específicos de sexo a personas transexuales
Sagrario Crespo Garrido, José Ignacio Centenera Jaraba, José López Guzmán
El oculto anhelo trascendente en Marcel Duchamp: La pretensión espiritual del arte conceptual bajo una estética de lo contingente
Elisa de la Torre Llorente
¿Cuánto mide el Infierno? Una aproximación al cambio del paradigma cultural de la modernidad a través de la propuesta del arquitecto Antonio Manetti
Emilio Delgado-Martos, Laura Llamas-Díaz, Carola Díaz de Lope-Díaz Molins
¿Intelectualidad vs. política? La lucha entre la libertad y la disciplina: El caso singular del partido socialista en España (1931-1933)
M.ª Cruz Galindo López
Uso y abuso de psicofármacos: implicaciones más allá de la neurociencia
M.ª Teresa Grande Rodríguez
Felicidad, bienestar, salud mental y eudaimonía: Aportaciones de Platón al ámbito psicológico
Óscar Guijarro Mateo, Saray Bonete
La virtud en la práctica médica: Una mirada abierta al paciente
Lorena Oteiza López, Óscar Elía Mañú
El regreso de la mirada médica
Jorge Sánchez-Calero Guilarte
La teología extinta
Simone E. Tropea
José Miguel Mohedano, Cristina Papadakis, Luis Moreno Almonacid, Susana Bautista, Mary Luz Mouronte
1. EL SENTIDO DE LA EDUCACIÓN
El significado de la palabra educar lo captamos a partir de su etimología: educare (también educere o exducere), que significa ‘dirigir’, ‘encaminar’, ‘guiar’ y también ‘sacar hacia fuera’, desarrollar lo que está implícito, lo que implica incitar y guiar al discente hacia su realización, sacar lo que la persona es y lo que puede llegar a ser, gracias a ese acompañamiento del educador. Ese arte de dirigir a la persona hacia una meta valiosa. En algunos autores, leemos también que educar consiste en lograr que una persona haga por sí misma lo que debe hacer y también que la educación consiste en ampliar el horizonte de significatividad, es decir, ampliar la capacidad para dar o encontrar sentido en las cosas, las personas y los hechos (cf. Gutiérrez, 2006). Este es, pues, el sentido de la educación.
No obstante, la educación por sí misma, en esa tarea de guiar a otros, sería insuficiente si careciese de la referencia hacia la que encaminar a la persona, el norte hacia el cual orientar al educando para su pleno desarrollo. ¿Hacia dónde guiarlo? ¿Qué tiene que desarrollar? ¿Qué es lo que debe hacer por sí mismo? ¿Dónde podrá encontrar el sentido que busca y necesita? Descubrimos, a este respecto, tres elementos que son clave para el proceso educativo y la formación de la persona: los bienes, las normas y las virtudes. El educando necesita una referencia nítida de los bienes que hacen posible su crecimiento y desarrollo, así como unas normas igualmente claras que le marquen el camino, el cauce por el que debe transitar: no todo le hace bien, no todo lo conduce hacia su pleno desarrollo, hay cosas que incluso pueden ir en detrimento suyo. Y, por último, es de vital importancia el desarrollo de aquellos hábitos que lo capaciten para el buen discernimiento de los bienes y lo ayuden a perseverar en la búsqueda y la realización del bien, etc., es decir, el desarrollo de las virtudes, tales como la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, la humildad, el amor como adhesión al bien, etc. Esta triple referencia de bienes, normas y virtudes, que han de integrar la acción humana, nos la proporciona una comprensión adecuada e integral de la ética (cf. Polo). En cualquiera de los sentidos propuestos para la palabra educación, siempre se trata de una disciplina que se complementa con la ética y viceversa. La ética nos dice qué es lo que hay que hacer, nos proporciona el norte; la educación nos enseña el modo en que podemos lograr lo propuesto por la ética, cuyo objetivo es el bien y la plenitud de la persona y de la sociedad. La educación es un arte; la ética es una ciencia (cf. Gutiérrez, 2006).
Tradicionalmente, y a la luz de su significado, la educación ha consistido siempre en una relación entre alguien que guía y alguien que es guiado, alguien que ayuda a otro a desplegar sus capacidades, a lograr una autonomía, una madurez, a asumir sus responsabilidades, a buscar y encontrar el sentido en aquello que realiza, así como a dar una orientación adecuada a la propia vida. Se trata de una relación personal entre un yo y un tú, en la que ambos salen enriquecidos. De esta manera, entre educador y educando, se establece un vínculo mediante el cual, basándose en la autoridad, el respeto y la confianza, se alcanzan los objetivos mencionados. En este trabajo, nos preguntamos por el valor de este vínculo y si esta relación personal entre el yo y el tú puede ser sustituida por una relación hombre-máquina sin menoscabo de los beneficios que tradicionalmente viene proporcionando.
2. LA TECNOLOGÍA EN EL PROCESO EDUCATIVO
Según algunas investigaciones, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) pueden complementar, enriquecer y transformar la educación, y a través de su utilización se desencadenan mejoras significativas en el proceso de aprendizaje. Las TIC facilitan y refuerzan los métodos de aprendizaje —ejercicios, trabajos colaborativos, etc.— (Aris y Orco, 2021), pero el éxito de la utilización de las TIC en el proceso de aprendizaje depende del docente. Específicamente, han sido identificados los siguientes beneficios (Fu, 2013):
• Ayudar a los estudiantes y profesores a acceder a la información de forma eficiente y eficaz (contenidos del curso, etc.).
• Reforzar el aprendizaje centrado en el estudiante y autodirigido.
• Construir entornos de aprendizaje creativos.
• Impulsar el aprendizaje colaborativo en un entorno de aprendizaje a distancia.
• Proporcionar más oportunidades para llevar a cabo un pensamiento crítico.
• Ayudar a mejorar tanto la calidad de la enseñanza como del aprendizaje.
Sin embargo, también se han identificado algunos inconvenientes en el empleo de las TIC (Whelan, 2008) desde la visión de los estudiantes, como, por ejemplo, tener dificultades de acceso a las TIC por diferentes razones —alguna discapacidad, falta de conocimiento, recursos, etc.—, escasos asesores en la materia y una mucha menor interacción con las personas. Desde la perspectiva del docente, se ha señalado la limitada experiencia y conocimiento en el uso de las TIC (Ertmer, 2010), así como los problemas técnicos que ocurren en el aula (Yildirim, 2007).
Recientemente, a nivel internacional, la Organización de Naciones Unidas (ONU), con ocasión de la pandemia de covid-19, llevó a cabo ciertas acciones de capacitación en la utilización de las TIC dentro del ámbito educativo, las cuales incluían realización de conferencias, publicaciones y trabajos de campo (Ruiz, 2021).
Las TIC han impactado tanto en la manera de aprender como de enseñar. Sin embargo, el docente debe estar actualizado en la materia que imparte, impulsar el aprendizaje en el aula y buscar el logro de los resultados de aprendizaje y la adquisición de competencias por parte del alumno, acompañándolo en su recorrido académico.
3. LA IMPORTANCIA DE LA RELACIÓN EN EL DESARROLLO HUMANO
La antropología fundamental describe al hombre como un ser humano único, un ser dotado de cabeza y corazón, un ser cuya inteligencia, voluntad, biografía y afectos conforman su propia naturaleza (Domínguez, 2003). En este sentido, tomando la definición antropológica de persona, podemos decir que, ontológicamente, esta consta de un valor o dignidad que reside en el hecho de que no responde a un qué, sino a un quién, un alguien con libertad y capacidad de amar, un ser con los demás (Lorda, 1998).
Para referirnos al ser humano en su integridad y comprender su fundamento ontológico, es necesario apuntar que la dignidad no puede fundamentarse solo en algunas manifestaciones de la persona, como sus capacidades físicas o su constitución biológica, sino en todo lo que significa en sí misma, una unidad sustancial formada por cuerpo y espíritu capaz de empatizar e interactuar con el otro; en definitiva, un ser en relación constante (Castro, 2001).
El valor que encierra la condición de ser humano no está determinado solo por su condición de Homo faber o por lo que produce, sino por otros aspectos, como la intención de sus acciones o su capacidad de amar y de relacionarse con el mundo y con los demás. Esta visión del hombre puede no parecer relevante; sin embargo, lo es en el ámbito de la educación, la tecnología o las ciencias, pues, desde el punto de vista ético, el fin último de todas las ciencias ha de estar al servicio de la persona, y no al revés, reconociendo su dignidad y su identidad específica e insustituible (Lucas, 1997). Esto hace referencia a todo «aquello por lo que la persona destaca conforme al valor que le es propio debido a su ser» (íd.).
Desde el punto de vista antropológico, parte de esta identidad específica se encuentra en la profunda naturaleza relacional del ser humano. La carencia de relaciones sociales y de encuentro interpersonal es uno de los factores de riesgo más importantes para la salud (Iturriaga, 2012). A tenor de esto, podemos decir que lo que determina nuestra manera de interaccionar con lo que nos rodea no es solo la capacidad de relacionarnos, que constituye un campo de realidad, un ámbito, sino la calidad de las relaciones interpersonales, pues se considera un factor determinante para que nuestra vida sea una vida lograda (cfr. López, 1996).
Somos seres de encuentro, no islas que se relacionan de forma independiente, y hemos de tener presente que la capacidad de relacionarnos con los demás no se puede separar de la propia forma de conocer el mundo. La relación son dos rostros que se miran, un tú-yo que integra y una intención. La intención nos dispone en apertura ante el otro, por lo que se convierte en un factor clave en las relaciones; por esto, el método formativo más adecuado es el que integra la relación humana como fuente de desarrollo y crecimiento personal, pues somos personas y nos desarrollamos como tales creando vida de comunidad (cfr. íd.).
El encuentro es el modo ideal y perfecto de unión que establecemos con las realidades personales por responsabilidad mutua. Solo podemos configurarla en tanto en cuanto conocemos a fondo la meta de nuestra propia realidad y las exigencias que plantea para desarrollarse normalmente. El encuentro supone una forma elevada de unión con otras realidades, y tal unión solo podemos establecerla si pensamos con rigor y vivimos creativamente, si nos relacionamos. Ambas tareas se exigen mutuamente y se complementan. Pensar con rigor significa distinguir modos diversos de realidad y saber qué tipo de unión podemos crear con cada uno de ellos. Vivir creativamente es asumir activamente las posibilidades que nos ofrecen esas realidades para dar lugar a una forma de relación que nos hace diferentes, que responde a nuestra naturaleza.
Los frutos de la relación son numerosos; entre otros, la función del lenguaje y el silencio en el proceso de desarrollo de la personalidad, la capacidad de todas las personas de ser creativas y ganar la necesaria autoestima, la importancia del pensamiento relacional para comprender por dentro lo que son los símbolos, el descubrir el alcance de las realidades que constituyen la base de la cultura humana o la función decisiva de la afectividad y, por tanto, del corazón en el proceso de crecimiento personal.
4. EL VALOR Y LAS CARACTERÍSTICAS DE UN ADECUADO ACOMPAÑAMIENTO DEL ALUMNO
Como hemos indicado en el segundo apartado, el impacto de la tecnología en el proceso educativo del alumno ha generado mejoras significativas en el acceso a la información, en la creación de nuevos entornos formativos, que han posibilitado la educación en situaciones adversas (plataformas e-learning, LMS, LCMS…), y en el desarrollo e implementación de nuevas herramientas software y aplicaciones que han actualizado la forma de adquirir conocimientos a través de la gamificación y nuevas metodologías que tienen como soporte fundamental las herramientas tecnológicas.
La implantación de estos nuevos entornos tecnológicos en el ámbito educativo puede desencadenar una polaridad que desestime o infravalore procesos y dinámicas formativas fundamentados en una base educativa antropológica y natural, e inherentes al ser humano, lo que a su vez puede provocar, a priori, algún tipo de dificultad en la integración de ambos entornos, tradicional y tecnológico.
En este sentido, no debemos perder de vista la importancia de la relación y el encuentro entre el docente y el alumno, el formador y el formando, pues es precisamente en esta relación creativa donde se pueden producir los mayores aprendizajes (Pierson, 2013). Por ello, es fundamental tener una mirada posibilitadora del encuentro en esta nueva realidad tecnológica.
Inicialmente, es esencial poner el foco en el cuidado del alumno con un acompañamiento adecuado por parte del docente, consiguiendo un equilibrio entre la sana autonomía que le pueden proporcionar estos nuevos itinerarios digitales de formación y el seguimiento sostenido por parte del profesor, que genera la necesaria confianza en el alumno y orienta y refuerza su aprendizaje, generando una comunidad entre maestro y discípulo. El hecho de no facilitar o promover este encuentro en el camino de crecimiento del estudiante —y que solo se pueda confrontar con máquinas, agentes virtuales, test, pruebas digitalizadas, etc.— podría generar inseguridad, desconfianza en el proceso, soledad educativa, dinámicas de competitividad no sanas o miedos e individualismo durante su camino formativo. Por ello, sí es necesario un cuidado del alumno y un correcto acompañamiento de este, con la ventaja de todas las herramientas existentes, que no sustituyen, pero sí complementan, métodos y dinámicas que anteriormente podrían pecar de una sobreprotección por el alto grado de protagonismo del docente en la formación de los alumnos. Es decir, en algún momento se podría llegar a dificultar el proceso de responsabilización del estudiante y no promover adecuadamente su maduración debido a un acompañamiento mal entendido, que podría, en algunos casos, hasta anular el coprotagonismo de los estudiantes en su misión personal de formarse.
Por ello, esta relación entre docente y alumno debe seguir siendo uno de los pilares fundamentales en un ámbito educativo cada vez más tecnologizado, pues del resultado de ese encuentro devienen los frutos académicos más sólidos, y el estudiante, además, puede ver el aprendizaje que él pretende conseguir encarnado en otro como él, con un poco más de recorrido vital, pero donde se ve reflejado. Este testimonio real del profesor, con las limitaciones y defectos propios de alguien que todavía sigue en camino, genera en el alumno una confianza en el proceso educativo que consolida todo lo aprendido en los soportes, herramientas y aplicaciones software que utiliza de forma recurrente en su itinerario de aprendizaje. Cabe destacar que muchos de estos itinerarios de aprendizaje favorecen la personalización en cuanto al ritmo personal de cada alumno, algo altamente recomendable, y que no debemos caer en el otro tipo de despersonalización al prescindir de la relación y el encuentro educativo maestro-alumno, así como la comunidad que genera el alumnado entre ellos.
Si continuamos desarrollando la visión integradora de la tecnología con los métodos tradicionales educativos, que tienen en cuenta cómo aprende el ser humano, damos la oportunidad de potenciar lo bueno de ambos mundos. A modo de ejemplo, se ha investigado que el abandono de la escritura a mano a ciertas edades perjudica el aprendizaje, pues «escribir resulta una tarea compleja en la que se realiza un procesamiento profundo de la información, beneficia la capacidad lectora y de memoria y estimula el desarrollo de conexiones neuronales» (Camarero, 2022). «La coordinación “visomotriz” que requiere la escritura se ha asociado a los logros académicos. El desarrollo de aptitudes de motricidad fina en la infancia puede predecir no solo el éxito que se tendrá en la escritura, sino un mejor desempeño en lectura y matemáticas en la escuela primaria» (íd.). Por ello, se está apostando por el uso de los lápices digitales o digital pen, que integran el beneficio objetivo de la escritura para el aprendizaje del alumno y también la posibilidad de tener en formato digital y de forma inmediata todos los apuntes que recoja el alumno. Esta integración de ambos mundos con un criterio centrado en la persona y una conciencia de la tecnología como un medio para el aprendizaje, y no un fin en sí mismo, ayuda también a entender el encuentro entre el docente y el discente como un ámbito muy enriquecedor y fundamental también en este nuevo paradigma educativo, que adapta dicho encuentro, pero no lo abandona.
Por último, también es de suma importancia centrarse en el cuidado del docente, pues, además de la actualización formativa por parte del profesor, que también necesita ser acompañado en los retos que los nuevos ámbitos tecnológicos le presentan, es necesario forjar un claustro cohesionado y alineado en torno a un compromiso que permita articular el propósito educativo que encarna el formador respecto al formando. En una comunidad con una mirada trascendente, donde también se puede entender la educación como una de las obras de misericordia a las que somos llamados (enseñar al que no sabe), cualquier profesor, o incluso el claustro completo, puede desorientarse si no existe un acompañamiento adecuado entre formadores. A su vez, es necesaria la figura del alumno apasionado que interpela al docente y que lo anima a seguir sacando lo mejor de sí, lo que evidencia de nuevo la relevancia del encuentro y la relación no solo para el alumno, sino también para el profesor y para todo acto de enseñanza. Esa sana interdependencia entre el maestro y el alumno que se produce en el encuentro formativo es la luz que alumbra la maravillosa tarea de educar.
CONCLUSIONES
El ser humano es un ser social en cuyo desarrollo los sentidos desempeñan un papel fundamental; entre ellos, podemos destacar el sentido del tacto. Desde que empieza a ser consciente de su realidad más próxima, necesita de la interacción social, del afecto y de la seguridad de poder formar parte de una comunidad (Berruezo, 2000).
Las relaciones con los demás son las que definen la naturaleza social de todo individuo. No obstante, debemos tener en cuenta que la sociedad condiciona nuestra forma de relacionarnos, pues «somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres» (Hidalgo, 2011).
El tiempo presente, donde las nuevas tecnologías han pasado a adquirir un gran protagonismo tanto en nuestro entorno personal como en el profesional o el científico, nos hace preguntarnos por la relación entre el hombre y la máquina. En este sentido, y dado que es el vínculo social que se establece el que permite que el ser humano desarrolle aspectos de su personalidad y de su comportamiento (Berruezo, 2000), nos preguntamos qué pasaría si las nuevas tecnologías se plantearan con el fin de suplir el contacto humano o si la educación se planteara en un escenario de simulación donde el protagonista no fuera el ser humano.
La tecnología puede ser de gran ayuda, incluso puede mitigar los efectos negativos de la falta de interacción social, pero lo que no podrá hacer es llegar a suplirla del todo, pues, aunque ahora mismo se pueden programar robots que incluyan estímulos visuales y auditivos, etc. (cf. Ruiz, 2021), ¿pueden las máquinas sentir de igual manera aspectos humanos como el sufrimiento o el amor?, ¿podríamos hablar de educación integral desde la simulación, prescindiendo de la mano humana?
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Sagrario Crespo Garrido, José Ignacio Centenera Jaraba, José López Guzmán
1. INTRODUCCIÓN
Las personas transexuales utilizan, en los procesos de transición de género, una serie de medicamentos que afectan a distintos parámetros dependientes del sexo, como, por ejemplo, diferentes medidas bioquímicas o la determinación de la densidad mineral ósea (DMO), entre otros. Por ello, los investigadores y agentes sanitarios se encuentran con la necesidad de gestionar unos parámetros con peculiaridades distintas a los del resto de la población. Efectivamente, cualquier persona debe tener la posibilidad de acceder a una tabla donde se recojan los intervalos normales que orienten sobre si su estado de salud es el adecuado o si, por el contrario, requiere de atención especial por salirse de aquellos intervalos que se consideran aceptables. El problema es que el trabajo de investigación sobre las cifras que informan de estados de salud, de riesgo o de enfermedad en personas transexuales es todavía muy incipiente y sesgado, y en algunos casos inexistente. Esta situación genera riesgos en las personas transexuales, ya que se las priva de las balizas necesarias para evitar situaciones de riesgo o de enfermedad, e incluso de su evolución en el proceso de tránsito. De ahí, la necesidad de abrir una seria reflexión sobre los intervalos de parámetros dependientes del sexo aplicados a personas transexuales y sobre la forma de informar de ellos a este sector de la población.
2. LOS INTERVALOS DE REFERENCIA ESPECÍFICOS DE GÉNERO
Los intervalos de referencia (IR) en los parámetros analíticos permiten comparar el valor observado en una analítica con unos valores de referencia, obtenidos en una población de individuos bien definida. Esta comparación facilita la valoración de los resultados clínicos obtenidos y ayuda al profesional sanitario a realizar un diagnóstico diferencial de la situación de salud de una persona. Normalmente, estos intervalos se determinan con poblaciones saludables, de forma que se conocen como intervalos fisiológicos, y son establecidos normalmente en función del sexo y de la edad. También existen intervalos determinados para poblaciones en otras situaciones fisiológicas, como embarazo, menopausia, ancianidad; en ciertos estados de enfermedad, como, por ejemplo, los de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC); trasplantados; diferentes estadios de crecimiento (infancia, pubertad), o grupos poblacionales como deportistas de élite o profesionales.
Para realizar un diagnóstico correcto de una enfermedad, es necesario tener claros los intervalos de referencia, pues de lo contrario se puede estar induciendo a estudios innecesarios por sospecha errónea de síndromes o enfermedades inexistentes, o a la administración farmacológica de tratamientos por diagnóstico erróneo. Es de gran importancia realizar una correcta estimación de la influencia del sexo,1 la edad, el color de piel2 o incluso el lugar donde vive el paciente3 para informar sobre si estos valores se encuentran o no dentro de la normalidad y no incurrir en un mal uso de los recursos sanitarios y, fundamentalmente, para no administrar a los pacientes tratamientos farmacológicos o quirúrgicos con graves consecuencias para su salud.
En el presente trabajo, pretendemos centrarnos en la revisión bibliográfica alrededor de algunos de los parámetros más comunes, respecto a las pruebas clínicas habituales, que podrían verse afectados por la medicalización4 empleada en las personas transexuales, y que el clínico debe tener en cuenta a la hora de instaurar y monitorizar un tratamiento: hematología, hormonas sexuales y tiroideas y funciones renal, hepática y ósea. Normalmente, la medicalización hormonal en personas con incongruencia de género (IG) o disforia de género (DFG) suele conducir a un impacto en los procesos metabólicos, que induce a alteraciones en ciertos analitos bioquímicos y, por lo tanto, a una pérdida de las referencias correctas en los intervalos establecidos para cada uno de ellos.
Los intervalos de referencia en pruebas analíticas, con base en la revisión realizada por la norma ISO 15189 en su revisión del año 2013, destinada al desarrollo de los sistemas de gestión de la calidad en los laboratorios clínicos y a la evaluación de sus propias competencias, determina lo que sigue:
El laboratorio debe definir los intervalos de referencia biológicos […], debe documentar el fundamento de los intervalos de referencia […] y debe comunicar esta información a los usuarios. Cuando un intervalo de referencia biológico ya no sea pertinente para la población objeto del servicio, se deben hacer los cambios apropiados y comunicárselos a los usuarios.
Además, en esta edición de la norma, se indica que «cuando el laboratorio cambia un procedimiento analítico o un procedimiento preanalítico, el laboratorio debe revisar los intervalos de referencia […], según sea aplicable» (Aenor, 2013). Disponer de intervalos de referencia adecuados es, por tanto, un requisito indispensable para los laboratorios clínicos, pero lo es también para los facultativos responsables de los diagnósticos diferenciales o del seguimiento de los pacientes sometidos a la medicalización hormonal empleada en los procesos de tránsito, evolución de cualquier enfermedad o estado de salud de cualquier persona.
Lo mismo ocurre con los intervalos específicos por sexo para parámetros como densidad mineral ósea (DMO), masa cerebral, masa grasa y muscular y tamaño de órganos. Así, por ejemplo, en el caso de la DMO, las medidas del T-score y Z-score determinan la aparición de posibles desviaciones de la DMO que pueden indicar un resultado de osteoporosis. La T-score se calcula con base en los resultados obtenidos mediante una prueba de densitometría ósea, que se comparan con la DMO media de personas adultas jóvenes, de edad promedio de treinta años, en buen estado de salud y del mismo sexo que la persona a la que se está evaluando. La Z-score se calcula determinando el número de desviaciones estándar con respecto al valor medio de la DMO en la población de la misma edad y sexo. Se recomienda utilizar el T-score para informar sobre la densidad mineral ósea de mujeres posmenopáusicas y hombres mayores de cincuenta años; se recomienda utilizar el Z-score para informar la densidad mineral ósea de niños, mujeres premenopáusicas y hombres menores de cincuenta años (Niams, 2018). Hasta el momento, no hemos encontrado ningún estudio específico en la literatura científica que aborde si los facultativos deben usar el sexo asignado al nacer o el género afirmado para determinar la puntuación T o Z.
En estudios observacionales, parece ser que la DMO se mantiene o mejora en algunos casos de adultos transgénero en seguimientos realizados a corto plazo, pero en niños y adolescentes trans existe una gran preocupación por que el uso de la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH) antes del inicio del tratamiento con hormonas sexuales ponga en cierto riesgo a estas personas de empeorar la densidad ósea. Bien es cierto que no existe todavía un criterio claro sobre el establecimiento de intervalos específicos concretos para estas personas y en función de las diferentes situaciones de tránsito en las que se encuentren (Stevenson y Tangpricha, 2019, pp. 421-427).