¡libertad!  Una Aventura De Dane Y Bones: Orígenes - David Wood - E-Book

¡libertad! Una Aventura De Dane Y Bones: Orígenes E-Book

David Wood

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¡libertad! Una Aventura De Dane Y Bones: Orígenes

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¡Libertad!  Una aventura de Dane y Bones: Orígenes

David Wood

––––––––

Traducido por Paola Grochi 

“¡Libertad!  Una aventura de Dane y Bones: Orígenes”

Escrito por David Wood

Copyright © 2015 David Wood

Todos los derechos reservados

Distribuido por Babelcube, Inc.

www.babelcube.com

Traducido por Paola Grochi

Diseño de portada © 2015 Stan Tremblay

“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.

Tabla de Contenidos

Página de Titulo

Página de Copyright

PRÓLOGO | Boston, Massachusetts | 3 de julio de 1781

CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO 13

CAPÍTULO 14

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 17

CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 19

PRÓLOGO

Boston, Massachusetts

3 de julio de 1781

—Dime que no es cierto.

Samuel Adams se paró muy derecho, mirando la puerta cerrada de su habitación de huéspedes.

—Es verdad.

Si Adams tenía alguna duda de la gravedad de la situación, el rostro pálido y las manos temblorosas de Revere las despejaron. El orfebre se desplomó en una silla y escondió su rostro entre sus manos. Adams puso una silla frente a él y se sentó.

—¿Qué sucedió?

Revere separó sus dedos y miró a Adams a través de ellos.

—El carruaje recién se había estacionado frente a tu casa. Se oyó un disparo y cayó de bruces. No emitió sonido alguno.— Se sentó y apoyó las manos en su regazo. —Oyeron un segundo disparo, pero falló. Sus guardias fueron tras el asesino mientras nosotros lo traíamos adentro.

Adams había oído los disparos, pero nunca imaginó su significado.

—¿Dónde le dieron? — Adams se dio cuenta de que contenía la respiración mientras esperaba la respuesta.

—En la base del cráneo. Es una herida grave.

Adams volvió a respirar. Una fría certeza le llenó los pulmones.

—¿Hay esperanzas?

Revere negó con la cabeza.

—No lo creo. Cuando entramos aún hablaba, pero nunca vi a alguien sobrevivir una herida así.

—¿Qué debemos hacer? Nuestra unión es débil. Nos podría destruir.

Revere levantó las palmas de las manos en gesto de derrota.

Esperaron en silencio por el doctor. Adams tenía tanto para decir pero las palabras no salían. Finalmente, John Hart salió de la habitación y cerró suavemente la puerta tras él.

Hart era un doctor muy respetado que había servido de manera admirable en la Revolución. No había nadie en quien Adams pudiera confiar más en esta situación. Hart comenzó a hablar pero se ahogó con sus propias palabras. Adams y Revere miraron en otra dirección, dándole tiempo a que se repusiera.

—Hice lo que pude por él —pudo decir Hart finalmente.

—¿Y?— Adams ya conocía la respuesta, pero debía preguntar.

—Me temo que no pasará de esta noche.

Adams puso un freno de hierro a sus emociones. Ya habría tiempo más tarde para llorar su muerte. Ahora mismo necesitaba estar en sus cabales completamente. Se volvió hacia Revere.

—Reúne a los otros. El antiguo lugar de reunión, a la medianoche.

Revere, mudo de desesperanza, le dio la mano a Hart y a Adams y partió rápidamente.

—Si lo desea puede verlo. — Hart sonaba exhausto, o tal vez era la desesperación que había dejado su voz débil como la de un bebé recién nacido. —Está despierto, pero no puedo asegurar de que sea consciente de lo que le rodea.

—Gracias, doctor.

Adams acompañó al doctor hasta la puerta y fue hasta la habitación de huéspedes.  Hizo una pausa, su mano sobre el picaporte de la puerta y se armó de valor. De todas las pruebas que había enfrentado por la libertad, ninguna lo había preparado para algo como esto.

—Que Dios nos ayude —suspiró. Con mano temblorosa abrió la puerta y entró en la habitación.

CAPÍTULO 1

Dane Maddock levantó la vista de su copia de El Arte de la Guerra cuando la puerta de la barraca se abrió de golpe y una voz tronó en el aire.

—¡SÍ! ¡Se acabó DSB, amigos! —Uriah Bonebrake, un Cherokee de un metro noventa y ocho de alto y poseedor de una personalidad igual que el chirrido de las uñas sobre un pizarrón, levantó su puño en el aire con gesto triunfal. —¡Próxima parada: los SQT!

—No te olvides de la escuela de salto —gritó Willis Sanders desde la litera de arriba.

—Juego de niños. Salto de porquería desde que era un bebé. —Bonebrake chocó los cinco con Willis y se volvió para dirigirse al resto de los presentes.— Esta noche sacaré quinientos dólares de mi cuenta y me voy al pueblo. Gastaré la mitad en cerveza barata y mujeres fáciles y la otra mitad la despilfarraré por ahí. ¿Quién me acompaña?

Dane amortiguó una tos falsa mientras que los exhaustos sobrevivientes de la Demolición Submarina Básica del entrenamiento SEAL apenas podían vitorear. Los reclutas habían completado las ocho semanas de la Escuela Preparatoria de Guerra Especial y seis meses de extenuante entrenamiento SEAL. Pasaron las últimas tres semanas en la isla de San Clemente, donde Dane y sus compañeros pasaron por rigurosos ejercicios diseñados para imitar la experiencia de la acción en el campo de batalla. Todos se preguntaban de donde sacaba Bonebrake la energía para salir de juerga.

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