Memorias De Un Gigoló - Tercer Volumen - Livia Ellis - E-Book

Memorias De Un Gigoló - Tercer Volumen E-Book

Livia Ellis

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  • Herausgeber: Livia Ellis
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2016
Beschreibung

Memorias De Un Gigoló - Tercer Volumen

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Memorias de un Gigoló - Tercer Volumen

Livia Ellis

––––––––

Traducido por Cinta Garcia de la Rosa 

“Memorias de un Gigoló - Tercer Volumen”

Escrito por Livia Ellis

Copyright © 2015 Livia Ellis

Todos los derechos reservados

Distribuido por Babelcube, Inc.

www.babelcube.com

Traducido por Cinta Garcia de la Rosa

Diseño de portada © 2015 Livia Ellis

“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.

Tabla de Contenidos

Página de Titulo

Página de Copyright

Memorias de un Gigoló - Tercer Volumen

Memorias de un Gigoló | Volumen Tres | Livia Ellis

para K

CONTENidoS

AGRADECIMIENTOS | Como siempre, estoy muy agradecida por las generosas ofertas de ayuda que recibo. Me siento bendecida.

1 la casa de los truenos

2 con el talento

3 la experiencia de novio

4 vivir con otros: Parte i

5 donde pongo mis límites

6 tío harvey

7 la psiquiatra

8 vivir con otros: parte ii

proximamente en enero 1, 2013 | Memorias de un gigoló | cuarto volumen

1 hogar

sobre la autora | Sigo ocupada. Sigo trabajando duro. Sigo escribiendo. Sigo preguntándome si alguna vez conseguiré ganarme la vida como escritora.

Memorias de un Gigoló

Volumen Tres

––––––––

Livia Ellis

Copyright © 2012 Livia Ellis

Todos los derechos reservados.

ISBN: 1481139398

ISBN-13: 978-1481139397

para K

CONTENidoS

––––––––

1

La Casa de los Truenos

3

2

Con el Talento

19

3

La Experiencia de Novio

31

4

Vivir con Otros: Parte I.

46

5

Donde Pongo mis Límites

65

6

Tío Harvey

77

7

La Psiquiatra

82

8

Vivir con Otros: Parte II

91

9

Memorias de un Gigoló - Cuarto Volumen

97

AGRADECIMIENTOS

Como siempre, estoy muy agradecida por las generosas ofertas de ayuda que recibo. Me siento bendecida.

1 la casa de los truenos

––––––––

Oigo el ruido que viene de la arena, pero más que eso lo siento en mis huesos. Hay un ritmo que es positivamente primordial. Hay poder en los aplausos y en los zapateados. Hay un elemento psicológico en ese tipo de cacofonía comunitaria. Tiene que haberlo. Retumbe de tambores, pechos, espadas contra escudos. Esos comportamientos no ocurren sin ningún propósito. El toque de los tambores se compara con el latido del corazón y el palpitar de la sangre en los oídos. De nuevo, hay algo primitivo en ello. ¿Qué diferencias hay entre nosotros ahora y el nosotros de hace dos mil años cuando hacíamos ruido con los pies y aplaudíamos con las manos para hacer salir a los gladiadores?

Soy un gladiador cuando camino a través de los túneles de cemento de la arena. Siento el rugir de la muchedumbre. Oigo la llamada de la música de las bandas haciendo de teloneros. Empiezo a moverme siguiendo el ritmo de la multitud. Si cierro los ojos y visualizo el mundo que me rodea, como lo era cuando un guerrero luchaba por el placer de César sobre el suelo de la arena, estoy seguro de que podría entender la sensación de cuando la cruda emoción sobrepasa toda razón y comportamiento racional. Siento el atractivo de la multitud que vitorea. Entiendo por qué la gente tiene ansias de fama y por qué sus vidas se ven completamente devastadas cuando la tenían y la perdían después. Debe ser un infierno haber sido un concursante de Factor X para luego tener que regresar a la oscuridad.

Pero luego también, quizás no. He probado la infamia, que es el pobre primo bastardo de la fama. La odiaba. Yo quiero una vida tranquila. No quiero la fama. Quiero mi anonimato. No quiero ser este hombre que se esconde detrás de sus gafas de sol como si fuera un pobre Clark Kent que puede de algún modo ocultar quien es y su verdadero objetivo detrás de un endeble disfraz. Esta gente que lleva el cordón verde sabe quien soy. No puedo esconder mi objetivo. Soy el que ha sido traído para cubrir las necesidades del talento. Ellos saben su pequeño y sucio secreto. Son cómplices en su autoengaño. Sospecho que todos y cada uno de ellos están demasiado asustados como para decirle al Emperador que no lleva ropa. El resto del mundo se ha dado cuenta del hecho de que es gay. Él es el único que parece no saberlo. Estoy a punto de formar parte de la conspiración. Mi única esperanza es que los secretos no se desvelen mientras yo soy parte del secreto. No quiero ser famoso. Sólo quiero ser Oliver. Pero una vez más, ¿quién es Oliver? Qué jodidamente existencial por mi parte.

Ése es el problema de una educación sobre los clásicos. Por mucho que uno intente pasar haciendo el mínimo nivel requerido de trabajo, el conocimiento tiene formas de colarse. Me entiendo a mí mismo y lo que estoy haciendo mejor de lo que debería si no disfrutara leyendo sobre el estoicismo y de verdad supiera lo que un epicúreo es. Debería ir a la universidad y estudiar contabilidad. Podría ser simplemente un recaudador de impuestos sin escrúpulos que es incapaz de ningún pensamiento original y simplemente le sorbe el tuétano a los demás para sobrevivir. Odio a los recaudadores de impuestos. De verdad que sí. Ahora entiendo lo que hace que gente perfectamente cuerda se vea arrastrada a hacer cosas drásticas cuando los recaudadores de impuestos se ven implicados. Son como sanguijuelas.

Vale - la verdad es que estoy siendo mezquino. Sé que sí. También me estoy olvidando de que hasta no hace mucho yo era uno de los miembros del 1% - esos odiosos bastardos que tanto envidio y odio en este momento. Estoy seguro de que reunir a todos los recaudadores de impuestos para luego lanzarlos en el mismo círculo del infierno es un poco extremo, pero considerando mi reciente experiencia, creo que se me permite usar un poco de hipérbole. De todos modos, me estoy desviando del tema. En la arena.

Nos detenemos frente a una puerta atendida por un guardia de seguridad.

Se nos permite entrar sin dilación.

El Guardia de Seguridad nos deja en esta habitación que está amueblada con caros y cómodos muebles. No había mesas y sillas portátiles.

Hay una segunda puerta que lleva a una habitación adyacente junto a una mesa cubierta de hileras de botellas cuidadosamente ordenadas.

Exactamente treinta y seis botellas con etiqueta rosa de Evian están esperando junto a treinta y seis elegantes botellas verdes de cristal de Perrier.

No hay vasos.

Sólo botellas de agua.

Junto al agua hay un cartón de cigarrillos Lucky Strike.

Sin abrir.

Cuatro mecheros Bic azules están alineados con cuidado encima del cartón.

En el lado opuesto de la mesa hay un cubo de hielo ovalado de acero inoxidable lleno de veinticuatro botellas de Corona junto a seis botellas de vodka Grey Goose, seis botellas de ginebra Bombay Sapphire, y seis botellas de tequila Muchote.

Hay seis vasos de chupitos de cristal, un bol de cristal lleno de rodajas de lima, otro bol de cristal con sal gorda, y finalmente una cubitera de hielo de cristal.

Un hombre de unos cuarenta años, o quizás de cincuenta pero que parecía más joven, está sentado en uno de los sofás.

Le odio instantáneamente.

Junto a él hay un maletín Louis Vuitton. Es el tipo de cosa que veo a alguien llevar y generalmente pienso que es un puto gilipollas.

Está bronceado en un insalubre tono bronce.

Su pelo negro está clareando y peinado de modo que claramente le molesta.

Tiene un pendiente.

Un pequeño aro con un diamante colgando.

Quiero arrancárselo.

Sus piernas están cruzadas.

Lleva mocasines sin calcetines.

Quiero decirle que Don Johnson ha llamado y exige que le devuelva su look (Corrupción en Miami, alrededor de 1985).

Está al teléfono.

Está fumando.

Alrededor de su cuello lleva un pase de acceso total con un cordón verde brillante.

Sé, del modo en que uno sabe esas cosas, que podría totalmente darle una paliza.

Sé que es uno de esas sanguijuelas parásitas que se pegan a alguien que tiene tanto talento como alma. Sin La Estrella del Pop Latino o alguna otra persona que poseyera carisma y habilidad, sería un pequeño promotor luchando por ganarse la vida.

Probablemente tiene un título en empresariales.

Probablemente juzga, no sólo su valor, sino también el valor de todo el mundo con el que se encuentra, según el dinero que ganan, porque en su mente ésa es la única medida por la que nos podemos medir.

Aprendo algo sobre mí mismo en ese instante. Tengo principios. No importa cuánto me ofrezca este hombre, no tendría sexo con él.

Puedo y seré selectivo con mis clientes. Así será como haré dinero. Los elegiré. Ellos no me elegirán.

Cuando se cierra la puerta tras nosotros, se levanta, le guiña un ojo y sonríe a Olga, y luego me mira fijamente.

No creo que yo le guste mucho.

Soy más joven y más guapo que él.

También tengo más pelo.

Mucho más pelo.

Me paso la mano por el pelo. Mi pelo es bastante rasposo a la vez que suave.

Me siento como un cachorro. Un adorable cachorrito que en mis mejores días no tendría que pagarle a Olga para que se acostara conmigo.

Al contrario que él.

El Guardia de Seguridad me hace un gesto para que le de mi bandolera.

Me la quito del hombro y se la paso.

Sin preguntar, empieza a registrarla.

Me devuelve la bandolera.

Me quita el teléfono móvil que Olga ha configurado por mí en el coche. Lo recuperaré más tarde.

Le pregunto si le importaría cargar la batería.

Coge el cargador. Claro. Sin problema. ¿Algo más?

Pregunto en voz baja que pasaría si cogiera una de las botellas de agua.

Él sofoca una risita y luego me dice que no toque el agua. De hecho, no puedo tocar nada. Dentro de lo razonable, por supuesto. Codazo codazo guiño guiño.

Se gira hacia Olga.

Olga le da su bolso y su teléfono sin que se lo pidan. Ella recupera su teléfono junto con su bolso. Se pueden fiar de Olga.

Al chico nuevo le quitan su teléfono con cámara y conexión a internet.

El Guardia de Seguridad recibe una llamada en su walkie-talkie. No debo ir a ninguna parte. Simplemente tengo que quedarme aquí. Él nos deja.

Olga se sirve vodka. Me ofrece un chupito.

¿Es una prueba? ¿Se me permite beber vodka? Porque si es así realmente preferiría un chupito de tequila.

El hombre al teléfono concluye su conversación. No se pone de pie. En vez de eso, alarga la mano hacia su maletín Louis Vuitton y saca una carpeta de documentos. Me mira.

Necesito firmar un acuerdo de confidencialidad. ¿Vale?

Bueno. ¿Dónde firmo?

Sólo por curiosidad, ¿cuál es tu nombre real?

James Albert Oliver Alexander Stanley Adair, Decimoctavo Conde de Harkslon, Decimocuarto Duque de Connalara.

Debo dejar de tomarle el pelo.

En realidad no le estoy tomando el pelo. Ése es mi auténtico nombre. No le digo que nadie me ha llamado James jamás. James era mi abuelo, pero es aún el primero de una larga ristra de nombres con los que fui bendecido.

Entonces, ¿cómo cojones se supone que debe llamarme? ¿Sir James?

No. De hecho, sería milord, excelencia, o Lord Harkslon. Pero realmente puede llamarme simplemente James.

De lo que me doy cuenta durante este intercambio es que Olga me está mirando fijamente.

Esto es interesante para ella. Esto atrae la atención de su pequeña trepa social que lee revistas como Grazia y ¡Hola! y que vive dentro de ella, deseando poder envolverse en el título de condesa como en un abrigo de visón.

Olga ciertamente apreciaría ser una condesa.

Sé que lo haría.

No sólo sería una gran condesa, sino que también haría llorar a los demás condes sobre sus brandys por lo afortunado que soy de tener una esposa tan bella y lo miserable que se sienten porque ellos no me tienen.

Es una lástima que ella no tenga dinero. Me casaría con ella en un segundo y la haría condesa a cambio de una pequeña fortuna.

El hombre saca un ordenador portátil del maletín y lo abre.

Tras un momento de pausa, empieza a teclear.

Me está buscando en Google.

Lo sé.

Espero.

Y ahí está.

La expresión en su cara que me hizo saber que me había encontrado en Wikipedia. Necesito hacer algo sobre esa foto mía que han añadido a mi entrada. Hago una nota mental de intentar aprender a manejar Wikipedia cuando tenga un momento.

Que le jodan. ¿Qué demonios estoy haciendo trabajando para La Casamentera?

Soy fundamentalmente vago y me gusta follar. ¿Por qué no recibir dinero por ello?

Se ríe. Le parece justo. Coloca un bolígrafo encima de los documentos. Iniciales y firma donde se indica.

Antes de firmar leo el documento. Básicamente, si alguna vez digo algo sobre lo que va a suceder, mi vida se va a la mierda.

Firmo.

Sé lo que es estar en el objetivo de las máquinas de los paparazzis. Entiendo la necesidad de ser precavido. Esto también es una calle de dos direcciones. Agradezco las precauciones. Es algo así como ponerse un condón. También estoy protegido. La Estrella del Pop Latino es el cliente ideal. Una vez más, Olga tenía razón.

El hombre toma los documentos de mis manos, los mete junto con su ordenador portátil en el maletín, se levanta del sofá, y coge su maletín. No puede ser más alto de metro sesenta.

Olga es una giganta a su lado.

Es por eso que estoy más que sorprendido cuando le hace a ella un gesto con la cabeza y van hacia la puerta.

Me dan instrucciones finales antes de marcharse.

Puedo servirme alcohol. Dentro de lo razonable. Y no debo salir de la habitación. Me pagan por horas. Comprueba su reloj. Empezando ahora.

Voy hacia la segunda puerta, que da a un camerino. Velas encendidas son la única fuente de luz. Cuatro percheros con ropa se alinean en una pared. Un sofá de ante marrón chocolate domina el espacio. Es lo suficientemente cálido para ser llamado caliente. Dos humidificadores lanzan vapor. La habitación huele a vainilla y canela.

La puerta exterior se abre y se cierra. Siento como si me hubieran pillado haciendo algo. Salgo de la habitación y ahí está él. Hay un breve instante en el que casi chillo como una adolescente. Estoy bastante seguro de que nunca he estado en presencia de alguien tan perfecto antes.

Me mira. Sonríe. Sus dientes son cegadoramente blancos. Cuando habla, su inglés tiene un ligero acento que es más encantador que perturbador. Tengo que estar con Olga (él la llama Anastasia). ¿Qué quiero beber? Él necesita un trago. ¿Fumo? ¿Me importa si él fuma?

Sí a la bebida. Sí, fumo. No me importa que fume. ¿Le importa si yo fumo? Tengo intención de dejar de fumar.

¿No la tenemos todos? La Estrella del Pop Latino abre el cartón de Lucky Strike. Los dos encendemos un pitillo. ¿Dónde está Olga? ¿Me ha abandonado?

Olga ha salido con El Representante. Estoy bien solo.

Se ríe. Por supuesto que Olga se ha ido con El Representante. Él no quiere insultarme en realidad, sino que en contra de lo que podría estar pensando, él no es el que insiste en tener compañía. El Representante es consciente de que el único modo de pasar tiempo con Olga es pagando por ello. A él le gusta El Representante. Él no está en contra de la compañía. Todo el mundo gana.

Nos tomamos chupitos de tequila. Entonces él se da cuenta de algo. No se ha presentado. Estrechamos las manos. No quiero decirle que sé quien es, pero por supuesto que lo sé. Le digo que mi nombre es James.

Se ríe. ¿James? ¿En serio? ¿No Dusty, Damian, Dakota, o Devlin?

Tengo que reírme. No. James. Me ofrezco a enseñarle el pasaporte.

Él quiere verlo.

Le tiendo mi pasaporte.

Le echa un vistazo. ¿Me gusta viajar? Puede ver que debe gustarme viajar por el número de sellos de visado que tengo. A él le gusta viajar. ¿He estado alguna vez en las Islas Reunión?

De hecho no, pero están en mi lista.

Es increíbl [...]